Captcha o CAPTCHA son las siglas de Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart (prueba de Turing completamente automática y pública para diferenciar computadoras de humanos). Fuente: Wikipedia
Si Asimov formulase sus famosas leyes de la robótica en este momento, es más que probable que no legislaría pensando en proteger al género humano: y terminase legislando para proteger a los robots de los humanos. Ya en el 2007 se instauró una Carta Ética de los Robots por parte del Ministerio surcoreano de Comercio, Industria y Energía para garantizar una conducta ética con los robots inteligentes que se preveía llegarían en breve.
Ahora ha surgido el Stop robots abuse, que pretende acabar con los maltratos que las empresas que fabrican robots les infligen como una manera de testar sus aptitudes y resistencia. Los vídeos de los test de los robots diseñados por Boston Dynamics se han hecho virales estos días, y hablan por sí solos:
Más allá de los autómatas de feria, y los robots de las películas hollywoodenses de ciencia ficción de los 50: la industria robótica y los avances en inteligencia artificial no paran de dar noticias. Puestos a legislar sobre la materia, nosotros nos decantamos por un cruce entre las cinco clásicas leyes de la Biblioteconomía del matemático y bibliotecario hindú Ramamrita Ranganathan, y las mentadas leyes de Asimov que dieran como resultado: las leyes robótico-bibliotecarias. A saber:
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Un bibliotecario no puede desanimar a un ser humano en su curiosidad lectora, ni permitir que un ser humano se quede sin la lectura/película/música que necesita.
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Un bibliotecario debe respetar los gustos de los seres humanos a los que atiende.
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Un bibliotecario debe proteger su supervivencia profesional frente a los recortes, y solo sacrificarse por conseguir que las bibliotecas sigan dando servicio a los seres humanos.
Si bien estas leyes comparan a los robots con los bibliotecarios, y la supervivencia de los bibliotecarios pasa, cada vez más, por robotizarse lo menos posible: lo cierto es que los robots ganan terreno en las bibliotecas. En el post Robots en las bibliotecas, nuestra colega Carmen Rodríguez nos hacía un emocionante relato sobre Bibliobot, el entrañable robot diseñado para interactuar con niños autistas.
No sabemos si por inspiración de esta iniciativa estadounidense, mucho más cerca, en el denominado Silicon Valley levantino de nuestro país, Elche (Alicante): la empresa Aisoy Robotics acaba de presentar un robot emocional multiuso. Aisoy1 V5 que así se llama, es capaz de conversar con humanos, interactuar con niños autistas, enseñar programación o incluso hacer obras de teatro.
Hace dos años la Biblioteca Nacional de Francia incluyó en plantilla a Aria: un robot que recita poesías e interactúa con los usuarios. Lo más interesante fue comprobar las reacciones entre los usuarios. Tras la curiosidad inicial, surgieron las suspicacias sobre si la inteligencia artificial no terminaría con el trabajo de muchos humanos. De la tecnofobia de la revolución industrial a la ciberneticofobia de la revolución digital.
Los recelos de los visitantes de la BNF no eran del todo justos para la pobre Aria. Como sugería Asimov en sus libros: los que nos estamos robotizando somos los humanos. Sólo hay que llamar a una compañía de telefonía para darse de baja, y esperar algo de empatía por parte del operador que nos atienda, para comprobarlo.
Es bien sabido que el director de cine Luis García Berlanga era un erotómano y fetichista confeso. En una ocasión, tras los años en que las feministas quemaban sujetadores, o el auge de la moda unisex parecía venir a desbancar la estética asociada a lo femenino; el autor de Plácido reflexionaba que la feminidad, en cuanto a panoplia ornamental (tacones, maquillaje, ligueros…) si sobrevivía tras tantos años de descrédito: sería gracias a los travestis y los transformistas.
Y puestos a elucubrar con un futuro no tan lejano, igual podríamos parafrasear a Berlanga, y a la vista de los bajos índices de lectura entre los jóvenes, vaticinar: que si los valores que aporta la buena literatura se preservan en el futuro, será gracias a los robots.
¿Serán los engendros mecánicos dotados de inteligencia artificial los llamados a evitar que todos esos buenos momentos que proporciona la literatura no se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia? A tenor de la técnica Don Quixote para robots del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Georgia (EEUU), se podría decir que sí.
Dicha técnica se basa en enriquecer y hacer progresar la inteligencia artificial a través de la lectura de cuentos infantiles, como una manera de insuflarles los valores humanos que a través de ellos se les inculcan a los niños. Parten de la hipótesis de que la inteligencia artificial puede aprender lo que significa algo para un ser humano al sumergirse en historias que ha producido la humanidad.
Para conseguir que las máquinas asuman y distingan los valores positivos, y por tanto refuercen las conductas programadas que se atengan a esos valores, se recurre a un sistema de puntuaciones: que premia las buenas conductas, y penaliza las malas. Tal cual como una Supernanny cibernética.
Los investigadores confían en que a través de la lectura, los robots eliminen cualquier comportamiento psicótico (¿qué tal Hal 9000?) y evitar que dañen a ningún humano. Tal vez por aquello de la interdisciplinariedad, en el equipo que está desarrollando este proyecto deberían contar con un asesor bibliotecario. Los beneficios de la lectura son innegables, pero depende de qué tipos de lectura: ¿y si cayera en sus manos el recientemente reeditado Mein Kampf de Hitler?
Según declaran los investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia: «dar a la inteligencia artificial la capacidad de leer y entender las historias puede ser la manera más ventajosa para educarlos, para que puedan encajar mejor en las sociedades humanas y contribuir a nuestro bienestar general.»
De triunfar más iniciativas de este tipo, puede que esté cercano el día en que un robot de última generación se gire hacia los humanos, y con perfecta dicción shakesperiana nos declame:
Si nos dañan, ¿acaso no echamos chispas? Si nos engrasan, ¿acaso no parecemos más gráciles? Si nos apagan, ¿acaso no morimos? Y si nos explotan, ¿no debemos defendernos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso.
Y podría pasar también que ese día, tristemente, ningún humano recuerde a qué obra pertenece el texto del que se ha apropiado el robot para defender su causa.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com