La necesidad obliga. Con unas plantillas envejecidas tras una crisis económica que una pandemia ha venido a ahondar: el personal al frente de bibliotecas viene necesitando renovación desde hace lustros. Unas carencias que se harán más acuciantes cuando, por fin, se reanuden los servicios al completo.
Es previsible que las magras ofertas de empleo paralizadas en 2020 se desentumezcan a lo largo de este 2021 (aprobación de presupuestos mediante). Unas ofertas que a muy corto plazo se desvelarán totalmente insuficientes.
En unos diez años es presumible que la mayoría de bibliotecarios que se formaron o adaptaron (provenientes de otras carreras) al perfil diseñado desde las Escuelas de Biblioteconomía, y posteriores Facultades de Documentación surgidas en los 90: se hayan jubilado.
Para entonces, el grueso de los diplomados/licenciados/graduados en esos estudios que tenían a bibliotecas, archivos y (a los que se presentaron como el futuro cool de la profesión) centros de documentación: estarán trabajando en cosas que nada tienen que ver son sus estudios. O en el mejor de los casos, se moveran por ámbitos alejados del sector público.
La esperanza de que esas tímidas ofertas de empleo público sean las que aporten savia nueva habría que matizarla con el hecho de que, en muchos casos, los que felizmente, y gracias a su esfuerzo: consigan entrar a formar parte de las plantillas fijas de las bibliotecas habrán sido, hasta el momento, interinos. Personal que lleva años, cuando no décadas, conformando esas plantillas de manera, eufemísticamente, temporal. Una temporalidad teñida de canas mientras, tic, tac, el mundo avanza.
Los planes de estudio de las universidades se han remozado «evitando» en la medida de lo posible la palabra biblioteca. Ya detallábamos esta mutación de las titulaciones que antes se orientaban a bibliotecas y centros de documentación en Seis grados de separación bibliotecarios. Pero está claro que este cambio no ha llegado a los temarios en los que se fundamentan las convocatorias de pruebas selectivas.
La prueba del algodón es cuando la parte específica de un temario, tras las últimas décadas post-Internet; ha variado tan poco que podría integrarse en la inamovible parte común. En un laberinto de espejos el eterno tema sobre la Constitución española se refleja con el de catálogos y tipologías. ¿De verdad se puede hablar todavía de catálogos de fichas si no es dentro de los temas referidos a la historia de las bibliotecas? El tema de la Ley de procedimiento administrativo se ha actualizado más en los últimos 20 años: que el de Fuentes de información bibliográfica: obras de referencia en el mismo periodo de tiempo. Temas del siglo XX para centros que buscan sobrevivir en el XXI.
El Carrión, el Orera, el Otlet, el Manifiesto de la IFLA/Unesco, … siguen nutriendo muchas de las baterías de preguntas que servirán de filtro para la selección. Entre la amenaza constante de la impugnación y el aburrimiento por tener que dar otra vuelta de tuerca a los mismos asuntos: se desesperan los tribunales de oposición.
Y sin duda, estamos siendo injustos. Puestos a cuestionar, probablemente, lo que habría que cuestionar es el sistema mismo de pruebas de acceso a la Administración. El decimonónico, pero aún único, sistema de oposición y/o concurso/oposición.
¿Cómo se siguen seleccionando profesionales para centros del siglo XXI según los estándares del XIX? Las alternativas que aseguren un proceso transparente, imparcial y justo son difíciles.
Tal vez, en unos años, los tribunales sean sustituidos por salomónicos engrendros de la Inteligencia Artificial. Robots evaluando las aptitudes de los humanos. Una distopía por la que más de un tribunal, e incluso más de un opositor: firmaría ahora mismo. Mientras, seguiremos con ofertas de empleo público para el siglo XXI que (casi) no desentonarían en un BOE de los años 60 del siglo XX.
Por contraste a todo lo anterior: una noticia de la agencia EFE que se ha reproducido en diversos medios con un titular de lo más llamativo: «la última frontera de las bibliotecas». Se trata de una crónica sobre el recién inaugurado Cybrarium de la ciudad estadounidense de Homestead. Esta ciudad del estado de Florida es la última justo antes de los Cayos de Florida. Por tanto se puede decir que es la frontera de los EEUU frente a Cuba. De ahí que el redactor de la nota de prensa lo haya tenido a huevo para el titular.
Cybrarium es la última frontera de las bibliotecas porque parte del concepto de biblioteca pública para dar un paso más allá. Este innovador centro se define como el puente definitivo entre la biblioteca pública y las últimas tecnologías. Un cubo repleto de realidad virtual, impresoras 3D, equipos tecnológicos de última generación. En un decorado absolutamente futurista, el centro que reemplaza a la antigua biblioteca: se decora con imprentas y robost antiguos o referencias a los mundos fantásticos de Julio Verne o la Metrópolis de Fritz Lang. El necesario punto vintage que resalta lo ultra-moderno.
Una colección de 35.000 documentos de papel, sí de papel, entre libros y cómics conviven con libros digitales y audiolibros. Y los espacios se distribuyen entre salas de estudio (sí de estudio), lugares de reunión o maker spaces. Todo lo que viene a ser ya casi un clásico cuando de renovación de las bibliotecas se habla.
Lo lógico, tras leer esta noticia, sería preguntarnos por los horizontes que abre esta «última frontera» a las bibliotecas. Pero tendremos tiempo para volver a hablar sobre Cybrarium. En este post, lo sentimos, solo lo hemos utilizado para subrayar tendenciosamente el asunto que nos absorbe y que se resume en una pregunta: ¿cómo sería una oferta de empleo público para cubrir un puesto en Cybrarium? La última frontera bibliotecaria requiere de forasteros valientes dispuestos a colonizarla.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com