En estos días, el gran almacén más célebre de nuestro país está de aniversario. No, esto no es un publirreportaje, este blog no está monetizado, pero hablando de cultura y bibliotecas todo cuenta. En la emotiva campaña publicitaria que han llevado a cabo para celebrar el aniversario, han dado protagonismo a los testimonios de los clientes. Pero para completar esta recreación comercial con ecos de la serie Cuéntame, les ha faltado algo quizás menos emotivo, pero paradójicamente más trascendente: la liberación femenina gracias a la tarjeta de compra que popularizó este gran almacén en la década de los 70.
Muchas de las amas de casa de clase media (de esa clase media hostigada en nuestros días, pero que en los 70 del desarrollismo, eran la imagen del progreso de nuestro país) experimentaron, por primera vez, un simulacro de independencia económica gracias al invento de la tarjeta de compra.
A finales de mes, puede que tuvieran que justificar los gastos ante el que llevaba el dinero a casa; pero para algunas, el mero hecho de firmar tras cada compra, les sirvió para no olvidarse de cómo se escribía. Paradojas del mundo moderno: a la emancipación femenina a través del consumismo, gracias a empresas en cuyas plantillas las mujeres ocupaban los escalafones inferiores.
En la reciente Carol de Todd Haynes, la historia de amor entre una acomodada ama de casa de los 50 norteamericanos y una dependienta de grandes almacenes: nos dejaba un estilizado y sutil retrato de los estrechos márgenes en que se podía mover una mujer. La glamurosa Cate Blanchett encarna el ideal estético de cómo debía lucir un ama de casa (de ahí que sus tendencias lésbicas resulten tan perturbadoras en el primoroso cuadro de Norman Rockwell que el director pone en escena): pero en nuestro país, la figura del ama de casa siempre ha sido patrimonio del pop más ostentoso y del estereotipo más marujil.
Los numerosos grupos de Facebook Señoras que…, o retrospectivamente, el scketch Mi marido me pega de unos Martes y Trece incapaces de intuir el drama que los avances sociales de las mujeres multiplicarían exponencialmente años después: dan buena fe de su tipificación como personaje. Un estereotipo al que ha venido a sumarse sin tanto poder de asimilación popular: el de la maleni y su fascinación por los cupcakes.
Las estadísticas de población activa nunca han contemplado a las amas de casa, pese a que sin ellas, el sector económico de servicios no existiría. Por eso, cuando los grandes almacenes inventaron la tarjeta de compra sabían que ese simple rectángulo de plástico en manos de las mujeres les llevaría al cielo del Ibex. Que por el camino jugara algún papel en espolear su ansía de independencia económica, no era una variable a contemplar.
Pero en este nuevo siglo, en el que incluso alguna gran superficie en quiebra se reconvierte en biblioteca, cabe preguntarse: ¿y la tarjeta de biblioteca?, ¿ha jugado algún papel como símbolo en la emancipación de las mujeres? No hablamos de bibliotecas feministas (cuya historia ha recorrido de manera muy completa hace unos días Antonio Casado en su blog), ni de luchas organizadas: nos situamos a pie de fregadero, hablando de aquellas mujeres que incluso han perpetuado los roles sexistas en su papel de educadoras: pero que finalmente se han beneficiado de los avances obtenidos por la lucha feminista.
Más allá de proveer de literatura de género romántico a las pocas que acudían agobiadas por las obligaciones del hogar: durante muchos años, las amas de casa no han sido un colectivo para el que se hayan diseñado actividades de manera específica. Por eso, precisamente es más emocionante constatar que actualmente son muchas de ellas las que sustentan un clásico de las programaciones bibliotecarias como son los clubes de lectura.
Hace dos años Elvira Lindo en su artículo: Ellas nos mantienen vivos, reconocía la deuda que los literatos tienen hacia las mujeres en general como ávidas lectoras; y en particular hacia las amas de casa que se subieron al tren de la cultura cuando pudieron y cómo pudieron.
Entre las pocas actividades que se pueden encontrar diseñadas para este colectivo en bibliotecas durante los últimos años, destacaba Coser y leer en la biblioteca municipal de Fraga (Huesca): lectura colectiva de clásicos literarios a grupos de amas de casa mientras cosían. Aunque sin duda la que da una idea de cómo han cambiado las cosas, es la sesión de pole dance para amas de casa (y mujeres en general) que una madre impartió en 2013 en una biblioteca escocesa para celebrar el día de la biblioteca.
En el lado menos lúdico, es oportuno señalar la implicación cada vez mayor de las bibliotecas en la erradicación de la violencia de género; algo que en muchas ocasiones afecta a mujeres sin independencia económica que forman parte del colectivo de amas de casa. Programación de cuentacuentos que buscan erradicarla desde la infancia; o concursos de microrrelatos contra esta lacra, como el programado, entre otras, por la biblioteca municipal de San Javier (Murcia): son una muestra de la creciente sensibilización de las bibliotecas hacia esta lucha social.
Pero si hablamos de la tarjeta de biblioteca como una palanca para desplazar, aunque sea un poco, el peso muerto del patriarcado: tenemos que viajar a latitudes muy lejanas a la nuestra.
En la comunidad de Sarlahi, en Nepal, fue desde la biblioteca comunitaria a la que acudían las amas de casa: desde la que surgió la idea de crear una escuela para mujeres que habían tenido que abandonar la escolarización muy jóvenes al casarse. De este modo, la Grihini School ha alfabetizado a más de 490 mujeres desde que iniciase su andadura en 2009.
En la India, Muskaan tan sólo tiene nueve años, pero a esa edad algunas familias ya están buscándole marido a sus hijas. El pasado diciembre, un equipo de la Junta de Educación del Estado visitó el barrio en el que vive, y entregó lotes de libros para los niños. Los funcionarios responsables de los lotes, quedaron muy impresionados por las aptitudes que demostró la pequeña; tanto es así, que decidieron nombrarla responsable de la biblioteca en la que se custodian los libros.
Desde entonces, a ella acuden el resto de niños de la comunidad, y Muskaan es la encargada de resolverles dudas, y enseñarles a leer. Los padres de la niña, un carpintero y una ama de casa no ocultan el orgullo que sienten por la valía de su pequeña; que ya se ha convertido en toda una celebridad local.
Pero regresando a nuestro entorno más cercano: el hecho de que cada vez sea menos necesario distinguir en las programaciones de las bibliotecas, actividades para mujeres por el hecho de que trabajen o no fuera del hogar: no deja de ser una buena señal.
Pese a anacronismos como la violencia de género (que no deja de ser el monstruo del machismo que agoniza, y quiere morir matando): el mensaje feminista de emancipación ha calado en todo tipo de sociedades.
Y hasta a las divas mediáticas del pop que tanto colaboran en perpetuar estereotipos, ya no les asusta declararse feministas (otra cosa es que asuman el significado pleno del término). Por eso, si el post arrancaba allá por los 50 y 70 del pasado siglo, bien está cerrarlo con un vídeo-collage de las diseñadoras punk-feministas Las culpaSS, que resume de la manera más pop la evolución de la mujer desde ama de casa a… lo que le dé la gana ser.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com