Una de las impresiones más fuertes cuando se visita El Cairo, mucho más que las imponentes pirámides, las mezquitas o el Nilo entre rascacielos: es la visión, desde las autovías que la cruzan aéreamente: de la Ciudad de los muertos. La inmensa necrópolis en la que conviven en cotidiana armonía los vivos con los muertos. Mausoleos habitados por algunos de los desahuciados por la especulación inmobiliaria, que generación tras generación, llenan de vida un espacio pensado para la muerte.
Que algo de cultura pueda surgir en un entorno tan desolador resulta casi impensable, pero pese a ello dos escultores: el egipcio Houreya El Sayed, y la húngara Beata Rostas, se han embarcado en un proyecto para construir la Puerta para el alma: una obra escultórica en forma de muro, que exprese el tránsito entre lo tangible y lo espiritual. El proyecto se encuadra dentro de un plan de restauración, que engloba algunos de los pocos edificios supervivientes de la necrópolis, catalogados como monumentos históricos.
Una vez restaurado, lo que ha sobrevivido del palacio del sultán Qaitbey, se adaptará el edificio para su uso como centro cultural con biblioteca, al servicio de la comunidad. Como expresa El Sayed respecto de la obra que forma parte del proyecto:
«los artistas deben desempeñar un papel en el embellecimiento de espacios públicos de Egipto. Porque la belleza y el arte influyen en el comportamiento de las personas.»
¿Conseguirá un centro cultural modificar en algo las expectativas de los que viven entre sepulcros? Siendo prácticos, el hecho de que una biblioteca se enclave en un cementerio, tiene una utilidad incuestionable: tendrá menos problemas a la hora de preservar el silencio.
A muchos kilómetros de Egipto, en la localidad estadounidense de Greenville City en Carolina del Sur: las autoridades locales han dado luz verde para que una biblioteca se transforme en tanatorio. ¿Tan poco se usaba, o la dejaron morir de inanición cultural? Según declaran las autoridades, los vecinos reclamaban la habilitación del inmueble abandonado como funeral home.
Buena idea, en una comunidad que reclama una funeraria antes que una biblioteca: el morirse (probablemente de aburrimiento) se presenta como la mejor opción. Sin duda, las inversiones en el nuevo equipamiento vecinal serán rápidamente amortizadas.
De haber conocido una de las 50 ideas para sorprender desde la biblioteca pública de Carme Fenoll y Ciro Llueca (artículo que debería empapelar las paredes de los despachos de los responsables políticos de las bibliotecas), es posible que las autoridades de Greenville le hubiesen dado un doble, triple y hasta cuádruple uso al inmueble.
Según la idea nº 20 de Fenol y Llueca (Cuatro bodas y un funeral), la proliferación de los funerales mediante ceremonias civiles, podrían encontrar el lugar idóneo para celebrarse en las bibliotecas. Del mismo modo que se celebran bodas, se deberían también contemplar los bautizos, e incluso un equivalente a las comuniones (sobre todo ante esos brotes de fe sobrevenida que afectan a muchos niños de padres agnósticos, a la vista de los regalos que reciben sus compañeros cristianados).
De este modo, Iglesia y biblioteca, dos de las instituciones que han sido básicas para constituir comunidades: se terminarían de intercambiar los roles mucho más allá del silencio. Creyentes y no creyentes asistidos por igual en los rituales más importantes de sus vidas.
En su nueva funcionalidad funeraria: la biblioteca podría enriquecer su oferta con una cuidada edición del historial de préstamos del finado. ¿Hay mejor manera de recordar a un ser querido que recurrir a las lecturas, películas o música que le acompañaron en vida? Incluso cabría idear un testamento bibliotecario con las últimas voluntades, para evitar cualquier indiscreción. Ya se sabe que lo que pasó en la biblioteca, ha de quedar en la biblioteca.
Si las empresas de internet explotan los datos personales de todos nosotros, según dicen, para ofrecer mejores servicios: ¿no podrían hacer otro tanto las bibliotecas con sus bases de datos, siempre de forma autorizada? Otro bonito tema para debatir en futuros posts.
Todo un mundo de posibilidades se abre a la hora de organizar pompas fúnebres en una biblioteca: selección de lecturas y de música para la ceremonia, recomendaciones para aliviar la pena de los familiares, o colaboración en la ornamentación de féretros y tumbas según los gustos culturales del difunto,
Para este último servicio ya existen precedentes, como el féretro para incinerar en forma de libro que luce sobre este párrafo; o yendo un paso más allá: la creación del artista Dave Wakely. Este ilustrador ha convertido su futuro féretro en una estantería para su biblioteca. De este modo cuando Dave fallezca, su ataúd-librería le servirá de cobijo. Ni el mismísimo conde Dracula había demostrado tanto amor hacia el espacio de su descanso eterno.
Aunque la propuesta más poética sería la de que te entierren con tu biblioteca, o al menos con tus lecturas favoritas cual ajuar faraónico. ¿No resulta menos desagradable la idea de la descomposición de nuestro cuerpo si sabes que se degradará junto a las letras que te hicieron sentir? Otra falta a consignar en el haber de los libros digitales.
Para quien optara por esta última opción, nada mejor que las Cápsulas Mundi diseñadas por una empresa italiana.
Si obviamos lo mucho que recuerdan a las vainas de la película La invasión de los ladrones de cuerpos: la opción de estas cápsulas que sirven como féretros y, al mismo tiempo ayudan a la reforestación, se presentan como la opción más deseable si no se opta por la cremación.
Sólo haría faltar añadir la pulpa de las páginas de sus lecturas favoritas junto al cuerpo, para conjugar lo orgánico con lo poético. El ciclo vital de lector y lecturas se completaría, y los árboles que se talaron para imprimir esas páginas, servirían junto a los restos del que los leyó: para dar vida a nuevos árboles.
En los bosques resultantes, cada árbol debería tener su pequeña lápida como en los cementerios, pero en lugar de epitafio: una relación de las lecturas que alimentan sus raíces. Años después, alguna universidad de nombre exótico podría hacer un sesudo estudio de cómo influye en el crecimiento vegetal el abono generado por un lector según sus gustos. ¿Qué especies vegetales prosperan mejor teniendo como abono las obras (y a un lector) de Dan Brown, Johanna Lindsey, Paul Auster o Philip Roth? Mejor nos ahorramos suposiciones para no herir la sensibilidad de ningún fan.
No todos podemos convertir nuestra muerte en una obra de arte, como ha hecho David Bowie. Pero sí podemos visitar mucho las bibliotecas en vida, leer mucho, ver mucho, oír mucho, para que no nos pase como a Bruce Willis en El sexto sentido (lo sentimos Amenabar, Shyamala se te adelantó): y nadie pueda llegar a decir que, en realidad, estábamos muertos mucho antes que nos dieran sepulcro.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
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