Cada generación inventa el mundo. Y es justo que así lo crean. Algunas lo tienen más fácil que otras. Nacer y crecer en medio de una revolución digital, en pleno in crescendo de la Inteligencia Artificial, la endogamia de las redes sociales y con el aditivo de una pandemia: a la larga, promete condicionar más tu visión del mundo que el haber lucido calentadores fosforescentes en los 80.
Que los nacidos en el siglo XXI crean estar inventado la rueda: tiene más pase que los que presumían de ser los reyes del mambo por haber ido a Woodstock. Pero el copyright del poliamor, por mucho Tinder o Grindr que ande por medio: ya se inventó en los 60. Si acaso, la versión 3.0, haya añadido una saludable fluidez en los géneros. Pero se haya puesto o no en práctica, el añadir elementos a la pareja: siempre ha existido. Aunque, eso sí, más de tapadillo.
Lo que tampoco han inventado los millennials, ni los centennial, es el consumo desprejuiciado de cultura. En un tiempo en el que cualquiera es experto en cualquier materia viendo cuatro tutoriales de Youtube: el valor para erigirse en líder de opinión pasa por hacer alarde, sin complejos, de lo que no se sabe. El efecto espejo basado en el gusto personal como único criterio con el que identificarse.
Youtube, tutoriales aparte, está repleto de reaction vídeos. Los vídeos en que adolescentes y jóvenes convierten el primer visionado de una actuación musical; la primera escucha de un disco; o la visión de una película en un espectáculo. Por no hablar de los gamers y sus reacciones la primera vez que prueban un nuevo videojuego. Like a virgin, que cantaba Madonna, en los años en que se estilaban los calentadores fosforitos.
El poliamor como canon en cuestiones sentimentales; y la virginidad como espectáculo en cuestiones culturales. Está claro que, para los nacidos bajo el imperio de los realities, la exposición pública es un valor en sí mismo. Pero, sorprendentemente y a título póstumo, quien ha conjugado poliamor y virginidad estaba muy lejos de pertenecer a la generación más digitalizada de todos los tiempos: el crítico Harold Bloom.
El brillante libro de la vida. Novelas para leer y releer (The Bright Book of Life. Novels to Read and Reread: es una de las dos obras que el reputado erudito literario ha dejado como testamento tras su muerte en 2019. Un emocionante repaso a la pasión que ha colmado su vida: la literatura. En él, Bloom, ensalza los valores de leer y releer. La fortuna de quien es touched for the very first time por La cartuja de Parma de Stendhal; Pastoral americana de Philip Roth; Al faro de Virginia Woolf o El Quijote de Cervantes.
Y la dicha de volver a esas lecturas que nos marcaron y reconocerse diferente, como lector y persona: ante unas obras que destilan nuevos significados según nuestro ánimo y circunstancias. Pero la erudición, el purismo y el rigor literario de Bloom casan mal con el espíritu de la generación de los booktubers y los reaction videos. La conexión intergeneracional no es otra que J.K. Rowling. El crítico fustigó enérgicamente la obra de la escocesa llegando a decir que: era mejor que los niños no leyesen nada antes que leer los libros de Harry Potter.
Y ahora, los nacidos bajo el influjo del mago y en tiempos de poliamor, denostan la figura de J.K. Rowling como practicantes devotos de la cultura de la cancelación. Las declaraciones de la escritora contrarias a los valores del momento le han valido su reprobación (¿o habría que decir linchamiento?) en redes. Sin entrar en lo acertado o no de las ideas de la escritora: tanto la intrasigencia cultural de Bloom como la de los nacidos bajo el signo de lo digital: conectan contraviniendo la esencia del poliamor.
En el poliamor, sea cultural o sentimental, hay que ahorrarse el mayor número de prejuicios posibles. Open to heart to... (y va otra de Madonna en los 80). Ya vendrán, o no, los desengaños, las rupturas y los reencuentros. Como sostiene Allie Phelan, más conocida como la bibliotecaria poliamorosa:
«A veces se trata de energía emocional. A veces se trata de energía física. A veces, una combinación o todos estos. Muchas personas, especialmente al principio de sus días de citas poliamorosas, tienen que aprender sus límites»
Lo de Allie Phelan, la bibliotecaria poliamorosa, merece comentario aparte en este post. En sus redes se define como autora, conferenciante y bibliotecaria. Se dedica a dar charlas, talleres, grupos de discusión, desde su sede en San Francisco, para informar, asesorar e introducir a estudiantes, jóvenes o público, en general: en el intrincado mundo del poliamor.
Como bien se ocupa de subrayar: no es una terapeuta, es una bibliotecaria. Con experiencia en el mundo poliamoroso de más de veinte años. E imparte talleres y charlas sobre no monogamia ética; lenguajes e identidades LGTBQ+ y recomendaciones culturales, que para eso es bibliotecaria titulada.
Nadie como Allie, nadie como un profesional de bibliotecas, para instruir sobre el verdadero poliamor. Relaciones sentimentales (¿qué otro tipo de relaciones se tiene con la cultura por mucho que apele a nuestro intelecto?) hacia personas,bibliotecas, librerías, filmotecas, museos, galerías, libros, películas, música, cómics o videojuegos. Tanto da.
El poliamor cultural, que el otro (una vez nos ha servido como idea) se queda en el ámbito de lo privado: no se pone límites. Y si hay una institución que lo representa: esa es la biblioteca pública. Las bibliotecas especializadas, académicas, de investigación, especiales o nacionales: son celosas y exclusivas en sus relaciones. Pero las públicas son poliamorosas no por convicción sino por naturaleza. Como le decía el escorpión a la rana, en mitad del río, antes de ahogarse los dos: «no puedo evitarlo, es mi naturaleza».
La razón de ser de la biblioteca pública no puede entenderse desde la exclusividad, ni desde un género, una edad, tendencia ideológica, sentimental o sexual. El poliamor cultural solo encuentra su definición más absoluta en una biblioteca pública. Así que ¿para cuándo una serie de reaction videos de adolescentes alucinando ante lo que puede ofrecerles más allá de ser una sala de estudio?
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com