No hay mayor gratificación para el emisor que comprobar que el mensaje ha llegado sin distorsiones. Es el ABC de la Teoría de la comunicación. Una teoría que las redes sociales someten a las condiciones más extremas cada día. Y proveniente de esas redes llegó un Recibí, hace unos días, que merecería ser grabado en la cabecera de este blog.
Rafael Muñoz, autor de la columna digital sobre libros y literatura Tirando a citar, cada semana condensa y mejora el sentido de este blog con los tuits con los que comparte lo que aquí se publica. Educados como somos lo agradecemos con retuiteos y respuestas: pero el otro día Rafael nos hizo un retrato, no sabemos si muy fidedigno o no, al que desde luego nos gustaría parecernos tanto como Dorian Gray al suyo:
Remover los anclajes es una cuestión de primera necesidad, cuando de lo que estamos hablando, es del papel que las bibliotecas pueden tener en el nuevo panorama digital.
Pero los peligros que acechan son los mismos que acechaban a Dorian Gray: que el narcisismo y la autocomplacencia terminen por convertirlo en un cliché. Es suficiente que se confíe uno en su discurso para terminar de falso predicador cual Robert Mitchum en la excelsa La noche del cazador (1955). De ahí que, como cura en salud, este texto busque la disidencia hasta de sí mismo desde el principio. ¡Viva lo digital! pero sin decir amén a nada.
El historiador israelí Yuval Noah Harari no acude al maniqueísmo del malvado Mitchum para explicar el mundo: pero lo que dice es tan nítido y comprensible que ha hecho que sus predicciones sean todo un éxito. No vamos a desmenuzar sus ensayos best sellers: Sapiens o el más reciente Homo Deus. Breve historia del mañana (quienes quieran enterarse que hagan uso de su biblioteca/librería más cercana) pero nos quedamos con una de sus reflexiones más sugerentes e inquietantes:
«gracias a la ingeniería genética y los cíborg, combinando el cuerpo humano con piezas biónicas, se ampliarán los límites de la vida. […] La biotecnología va a hacer posible traducir las desigualdades económicas en desigualdades biológicas. Es decir que los ricos van a ser más listos, más creativos e incluso más morales que el resto de la población, van a poder diseñar su cerebro y sus cuerpos para lograr nuevas destrezas.»
El lampedusiano «que todo cambie para que todo siga igual» revalidando su vigencia también en la era digital. Si durante siglos fueron las guerras, la falta de una buena alimentación o de unas condiciones de vida dignas las que ejercían de selección natural/social: tras el paréntesis del siglo XX, va a ser la tecnología la que venga a restituir el orden social, tal y como era, antes de la Ilustración.
Hace unas semanas la bloguera y bibliotecaria Barbara Fister se preguntaba en un artículo de la publicación online sobre educación superior Inside Higher Ed: ¿por qué persisten las bibliotecas públicas gratuitas?
El artículo en cuestión repasa el proceso histórico a través del cual se llegó a la gratuidad de una institución que, hasta finales del XIX, pertenecía a las élites. Fister parte de las muchas similitudes entre aquella época y la actual para preguntarse: ¿por qué se cuestiona entonces tanto la vigencia de las bibliotecas en la actualidad? ¿Se debe a que la tecnología las ha hecho prescindibles? Evitemos explicaciones simplistas y adoptemos un tono pelín apocalíptico que siempre da más juego.
Las bibliotecas públicas son un escollo, un obstáculo, un invento que rápidamente hay que «anacronizar» para que el pueblo vuelve mansamente al redil. Las bibliotecas públicas son un artefacto que hay que desactivar cuanto antes porque contienen millones de recursos para cuestionar el discurso de la servidumbre voluntaria que se están imponiendo casi sin resistencia.
«La primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre; es la costumbre la que consigue hacernos tragar sin repugnancia su amargo veneno»
Esta frase del Discurso de la servidumbre voluntaria fue escrita por Étienne de la Boétie, joven magistrado amigo de Montaigne, en el siglo XVI. Y la editorial Virus no podía haber elegido mejor ilustración para la portada que la del dibujante de cómics Nono K: una memoria extraíble a punto de encajarse en nuestro cerebro.
Llevan un tiempo escribiendo un guión para acostumbrarnos a como van a ser las cosas a partir de ahora, y lo seguimos con una fidelidad que para sí quisieran los directores de cine. Si algo diferenciará, en el futuro, a esta revolución de las que la precedieron: será la mansedumbre (e incluso la alegría) con que se aceptan sus imposiciones/intromisiones de una manera voluntaria, casi como mandatos divinos de ser un superior. Si la primera regla de todo buen guión es lograr la suspensión de la incredulidad en la audiencia: hay que reconocer que este guión es digno de la HBO.
Basta repasar algunas de las secciones de un periódico (impreso o digital) reciente para indagar en cómo nos van entrenando para el advenimiento de los cíborgs:
Política: la clase política tal vez sea de las que peor está adaptándose a los cambios. Mientras los partidos históricos se arrastran como mamuts; las propuestas de los políticos más jóvenes, más allá de un mejor manejo del marketing para vender su producto: se concentran en revolver en los armarios ideológicos de los abuelos. Mientras, se va allanando el camino a nuevos totalitarismos. De entre los últimos titulares a destacar: la eliminación de la Literatura Universal de los planes de estudio en Bachiller propuesta por el PP; y el Farenheit 451 de Podemos con su propuesta de ley sobre el colectivo LGTBI.
Cultura/Espectáculos: la sección de cultura se confunde, cuando no se funde, con la de espectáculos. Puede que los disidentes de los discursos únicos se refugien aún en según qué suplementos culturales: pero la cultura de masas lo invade todo imponiendo su lógica de multicine. La estrella pop Katy Perry (la misma que rodó un vídeo financiado por el Pentágono), en su último lanzamiento, añade críticas al capitalismo y a la industria envueltos en su brillante universo de colorines. Crítica social manufacturada, en un fastuoso producto audiovisual, que cubre el cupo de rebeldía necesario para engrasar el correcto funcionamiento del sistema al que se critica.
Televisión: los jóvenes que podrán votar en las próximas elecciones nacieron el año en que se estrenó el padre de todos los realities: Gran Hermano. Puede que en su vida hayan oído hablar de Orwell pero llevan 1984 grabado en su ADN cultural. Cuando tenían un año se estrenó OT (Operación Triunfo) y al alcanzar la mayoría de edad triunfa Tu cara me suena: la imitación, la réplica vendiendo más que los originales. Puede que ahora vivan en las redes sociales y pasen de algo tan antiguo como la televisión generalista: pero el germen de lo clónico ya está instalado en su chip. Andy Warhol que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Sociedad: la cabecera Sociedad siempre ha sido un eufemismo en los medios respetables para dar cabida al puro y duro cotilleo. La fama ya ha conseguido librarse del peso muerto del logro profesional para valerse por sí misma. Lo aleatorio se convierte en virtud y las sagas más peregrinas de famosos se perpetúan creando una nueva casta que se expande con la eficacia de una cadena de producción.
Consumo: la última crisis ha sido una auténtica factoría de millonarios (7.000 nuevos millonarios en 2016 en nuestro país). Unos consumidores que necesitan rápidamente hacer ostentación de su nuevo estatus. Dada la inflación de imitaciones que copan los mercados: ¿dónde buscar la exclusividad si hasta las propias marcas de lujo han terminado aceptando las imitaciones para seguir haciendo negocio? Su nueva condición de cíborgs puede que asegure su superioridad biopolítica, pero no por ello su creatividad: así que lo más plausible es que vuelvan la vista atrás para fijarse en lo que hacían sus antepasados para distinguirse. Y he aquí que descubrirán a las bibliotecas.
Las bibliotecas sobrevivirán, sí, pero dejando que se caiga a pedazos el cartel con la palabra «pública» de sus fachadas. Las bibliotecas tiene que volver a ser ornamentales, no instrumentos de cambio: sino de dominio, de perpetuación de privilegios como lo fueron en la Edad Media o los tiempos previos a la imprenta. Han de refugiarse en las mansiones, en los clubes selectos y en los hoteles de más de cinco estrellas. Tal y como dijo la gran ideóloga Carmen Lomana: si los ricos gastan su dinero, activan la economía. Y no podemos estar más de acuerdo, siempre que su dinero sea realmente suyo.
El auténtico buen gusto no está en la ostentación, huye del exhibicionismo zafio de los nuevos ricos, que impera a sus anchas en estos tiempos. Por eso, la última tendencia para hoteles de altísima gama que quieren desmarcarse del mal gusto dominante, sólo podía llegar a través de la cultura. Lo único capaz de aportar auténtica distinción.
The Carlisle Bay Luxury Hotel en Antigua, con The Ultra Violet Library que cambia de color por la noche; The Starwood Luxury Collection del hotel The Joule en Dallas, con libros de la exquisita editorial Taschen; la biblioteca del londinense hotel One Aldwych; o The Viceroy Hotel en Santa Monica, con 2.000 libros sobre arte y cultura: junto a muchos otros hoteles, y resorts del Caribe, que han hecho de sus bibliotecas un valor añadido de su oferta. Eso sin entrar en lo que incrementa el precio de un inmueble el hecho de que cuente con una biblioteca, en publicaciones dirigidas a gente adinerada, como Money Week (de lo que ya hablábamos en Corrupteca Nacional: bibliotecas y corrupción).
Visto el panorama puestos a lanzar hipótesis de futuro puede que, pese a todo, sobrevivan algunos servicios bibliotecarios de carácter público. Aunque es posible que actúen más como albergues para indigentes o clubes de la tercera edad que como centros culturales de primera necesidad. Pero como hemos prometido que este texto aspiraba a ser disidente hasta de sí mismo: aún guardamos un último giro de guión.
Los pobres huérfanos protagonistas de La noche del cazador huyen del falso predicador, en plena devastación por el crac de 1929, para encontrar refugio en la casa de una anciana bajo los rasgos de Lillian Gish. ¿Quién no va a sentirse a salvo si te protege alguien como Lillian Gish con su rodete de aires bibliotecarios? Por las noches les lee la Biblia en el porche mientras hace guardia para defenderse del perverso predicador. La religión como consuelo, la religión como narración.
Justo lo que sostiene Yuval Noah Harari en Sapiens: que el homo sapiens ganó al, más aventajado físicamente, neardental gracias a la capacidad del primero para crear ficciones. Si alguna ventaja guardan las bibliotecas es la de albergar miles de buenas historias de ese homo sapiens en riesgo de extinción. Así pues relajémonos y dejemos que nos cuenten un cuento con final feliz:
“En 2025, una hecatombe digital ha sumergido al mundo en un caos que colapsa la economía, la política, las telecomunicaciones…los ciberataques son tan fuertes que ninguna profesión está a salvo. Pero un pequeño grupo de bibliotecarios sobreviven, comunicándose gracias a un lenguaje basado en la CDU. Todo el saber acumulado por los hombres, se mantiene preservado en las estanterías de las olvidadas bibliotecas, y ahora todo ese trabajo inútil a la luz de la nueva era digital, se convierte en el último garante para la supervivencia de la civilización”
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com