El próximo Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, que se celebrará en noviembre en Logroño, se centrará en analizar los perfiles profesionales de los bibliotecarios. Un tema interesante a priori pero de difícil concreción cuando esos perfiles se desdibujan y vuelven a dibujarse con cada nueva función que se le suma a los trabajadores de bibliotecas en la era digital. Estaremos expectantes en todo caso.
Y precisamente, Peter Coyl, director de la biblioteca pública de Montclair en Nueva Jersey, acaba de publicar un artículo en el ‘American Libraries Magazine’ sobre la crisis de identidad bibliotecaria que estamos viviendo. En él, Coyl, habla en realidad de la baja participación en las elecciones de la ALA en las que se sometía a votación si el próximo líder de la mayor asociación bibliotecaria del país debía, o no, tener un perfil claramente bibliotecario. El resultado fue positivo: pero el índice de participación tan escaso es el que lleva a Coyl a sostener que estamos viviendo una crisis de identidad bibliotecaria.
No sabemos si existe un refrán equivalente en los EE.UU. para «mal de muchos consuelo de tontos»: pero es una sensación inevitable cuando, desde la realidad española, se lee el artículo y se constata que la falta de consideración que, en demasiadas ocasiones, se expresa de un modo u otro hacia la importancia de la profesión (incluso entre los propios profesionales) es una realidad compartida.
Una realidad que se acentúa cuando los agoreros incluyen a los bibliotecarios entre los trabajos en peligro de extinción por el impacto del meteorito digital. Ya nos preguntábamos en Una verdad (bibliotecaria) incómoda si acaso lo que tenga futuro sean las bibliotecas pero no los bibliotecarios. Pero el caso es que puestos a huir de esa amenaza de extinción la respuesta está siendo acumular prendas en el armario de la profesión para ir cambiándose el hábito según convenga en cada momento. Tal cual como en un recortable de papel.
Pero pese a la habilidad acumulada por los profesionales para reconvertirse una y otra vez, cual Mortadelos bibliotecarios, lo cierto es que mucho de ese esfuerzo se pierde si no se consigue que el estereotipo asociado a bibliotecas y bibliotecarios en el imaginario colectivo cambie de una vez. Por eso en el resto del post, en lugar de seguir abordando el futuro de la profesión, nos dejamos llevar por la vena menos intensa de este blog recurriendo a algunos ejemplos que dinamitan con TNT la imagen prototípica de lo bibliotecario desde dentro. Vidas ejemplares bibliotecarias, también podría haber sido un buen título.
El número 22 de la revista ‘Infobibliotecas’ nos enterábamos de que una de las estrellas porno del momento, Ela Darling, premiaba a sus fans mostrándoles sus pechos a cambio de que le enseñen su carné de biblioteca. Una ingeniosa campaña de promoción bibliotecaria que no creemos que prospere más allá de Ela. La defensa que esta actriz del denominado ‘cine para adultos’ hace de las bibliotecas tiene que ver son su pasado laboral.
Ela trabajaba como bibliotecaria hasta que se cruzó en su camino el cine erótico, primero, y más tarde el porno. Esta entusiasta de Harry Potter (lleva la notación de la CDU que corresponde a las novelas de Rowling tatuada en la espalda) o de Star Trek, pese a su actual profesión en el mundo del porno, no puede evitar que su formación de base como bibliotecaria emerja en su nueva ocupación.
Si los bibliotecarios están siempre atentos a las innovaciones tecnológicas para indagar en sus posibles aplicaciones al ámbito de las bibliotecas: Ela se ha convertido en una adalid del uso de la realidad virtual en el mundo del porno.
Con el tiempo han patentado un software de captura de realidad virtual en 360 grados y emisión en directo; ha llegado a protagonizar charlas TED sobre este tema; y preside una organización para la lucha por la mejora de las condiciones en la industria del porno.
En nuestro país ha sido Antena 3 la cadena de televisión que ha adaptado el show televisivo estadounidense Ninja warrior. Un concurso de destrezas atléticas que consiste en superar unas duras pruebas en plató para erigirse como un auténtico ninja warrior. En la cadena estadounidense NBC 7 uno de los participantes favoritos (al menos entre los usuarios de la Biblioteca de North Park en San Diego) es el asistente bibliotecario responsable de las sesiones de cuentacuentos: Bijan Nowroozian.
Nowroozian entrena duro en un circuito que emula algunas de las pruebas a las que será sometido y comparte con su novia, también bibliotecaria, su pasión por los certámenes deportivos de gran intensidad. Pero lo mejor de este ninja warrior bibliotecario más allá de las marcas que consigue es dónde encuentra el espíritu necesario para afrontarlos: en su trabajo como bibliotecario.
Según declaraba a un medio local: «Cada semana hago un cuentacuentos para más de cien niños en edad preescolar. Me entrego todo lo que puedo y a los niños les encanta. Adopté el mismo enfoque para Ninja warrior, y ciertamente, ha dado sus frutos: a todo el mundo le encanta la energía que pongo en el rodaje«. Una conclusión (y un reconocimiento) de lo más vigorizante para la gran labor que desarrollan tantos bibliotecarios de secciones infantiles. Los auténticos ninja warriors de las bibliotecas.
La siguiente vida ejemplar bibliotecaria nos lleva hasta Southampton en Inglaterra. En la biblioteca de su universidad trabaja como bibliotecaria la iraní Azadeh Brown, que hace pocos meses abrió su cuenta de Instagram, y cuenta cada vez con más seguidores de su perfil. No por su trabajo como bibliotecaria (todo hay que decirlo) sino por ser una consumada cosplayer, por si alguien no lo sabe, personas especializadas en caracterizarse como personajes de cómics, series, películas o videojuegos.
Para Azadeh su vocación bibliotecaria-cosplayer fueron de la mano desde el principio. Creció en medio de la guerra entre Irán e Irak y su forma de evadirse de la realidad y refugiarse de la asfixiante situación que se estaba viviendo en su país de origen fue a través de los libros y los disfraces. Como ella misma declaraba a las cámaras de la BBC los libros se convirtieron en sus mejores amigos. A los 17 años abandonó su país para emigrar a Reino Unido y terminar formándose como bibliotecaria. De este modo la inquieta Brown pudo unir las dos cosas que más feliz le hacían: los libros y los disfraces.
No sabemos los looks que Azadeh escogerá para ir a trabajar pero al menos por apariencia sería la bibliotecaria ideal para dinamizar/adornar una sección de cómics o literatura fantástica. La cosplayer bibliotecaria lo hacer por afición pero, día a día, en la mayoría de bibliotecas muchos profesionales se cambian de disfraz continuamente según requiere la ocasión. El caso de Azadeh nos ha recordado a las palabras de la bibliotecaria juvenil de Westport, Jaina Lewis, que recogíamos en Canción de verano bibliotecaria:
“Por la mañana, soy una estrella de rock en una habitación llena de niños en edad preescolar; a mediodía, soy una trabajadora social ayudando a buscar recursos para la búsqueda de empleo; por la tarde soy una educadora que lleva a los niños a un taller de ciencias. Los bibliotecarios servimos para muchos propósitos y usamos distintos sombreros, pero todos sirven para lo mismo: cambiar vidas.”
Y para cerrar este repaso de bibliotecarios revienta-estereotipos nos quedamos con Bill Stockey: el barbudo karateka que allá por los años 80 animaba a la lectura y a las artes marciales a los usuarios infantiles en la Biblioteca Pública de Chesapeake, en Virginia, de la que era director. Se habla mucho de las habilidades que ha de tener un buen jefe o responsable de equipos de trabajo: pero nunca se menciona lo bien que puede venir el ser diestro en artes marciales. Que nadie piense mal, no por recurrir a la violencia, pero cualquiera que haya tenido equipos a su cargo, sabe que todo cuenta, nada resta, cuando de gestionar cuestiones de personal se trata.
Stockey ahora tiene 67 años y está jubilado. Pero aunque ya no pelee con problemas de presupuestos, fondos, colecciones o personal: sigue de lo más activo como maestro de artes marciales. Sus más de 30 años en estas lides, y su cinturón negro, le han convertido en una figura de los más respetadas, un auténtico sensei bibliotecario al que acuden muchos discípulos.
Tras la jubilación, Bill, ha montado un dojo (lugar para la meditación budista zen y la práctica de las artes marciales) junto a su domicilio con el nombre de Shoshinkan (mente de principiante). Toda una declaración de principios proviniendo de un hombre que se convirtió, en 1985, en la primera persona no asiática en obtener la licencia «Kyoshi» concedida por la más importante institución de artes marciales de Japón.
Esa es la actitud: mantener la mente del principiante. Algo a lo que los bibliotecarios están abocados (y muchas otras profesiones por supuesto) si quieren sobrevivir en este ajetreado panorama. Ojalá que en el próximo congreso lleguemos a recortar la figura de lo que será la profesión en este nuevo siglo. Pero entretanto no sería mala idea postular como ponentes a Ela, Bijan, Azadeh y Bill. Sus trayectorias, como poco, son de las que contradicen que lo de ser bibliotecario sea un trabajo monótono y aburrido. Después de todo, puede que los bibliotecarios del siglo XXI terminen siendo lo más parecido a Leonard Zelig, el camaleónico protagonista de la obra maestra de Woody Allen.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
Extraordinario post para bibliotecari@s un tanto cansad@s y perdid@s en el ejercicio de su apasionante profesión. Desde hoy me inicio como bodhisattva bibliotecaria.
Esperamos que alcances el nirvana bibliotecario que te mereces. ¡¡Muchas gracias por tus palabras sobre el post!!!
Si hay suerte nos veremos en ese Congreso que mencionas. Disfrazados de Mortadelo.
Voy eligiendo el disfraz que hay mucho donde elegir. Nos vemos en el Congreso o en una fiesta de disfraces (que viene a ser algo parecido).
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