Puede que los Rolling sigan saliendo de gira, puede que Springsteen siga reventando estadios con su vozarrón, y hasta que Rosendo actúe un año más en el Viñarock. Pero hay frases a las que les queda menos fuerza que a una litrona sin tapón en un botellón del mes de agosto.
Rock is dead
(El rock está muerto)
Marco incomparable, los viejos roqueros nunca mueren o sexo, drogas y rocanrol: estas frases, y muchas más por supuesto, deberían aparecer tachadas, en cualquier manual de estilo que se precie. Después de décadas de pop, música electrónica, punk, grunge, hip hop, ambient, trip hop, tecno industrial, etc…: el rock, tal y como se entendía en tiempos de Woodstock, resulta de lo más conservador.
Ni uno solo de los movimientos juveniles que han surgido desde que en los 60, los publicistas, decidieron encumbrar lo juvenil a los altares: ha sobrevivido al margen del sistema. Ahora se habla mucho del trap y su rabiosa independencia, de su discurso fuera de los estándares del capitalismo, de su orgullosa marginalidad enraizada directamente en el lumpen. Y desde el mismo momento en que saltó su nombre a los medios ya empezó la cuenta atrás para ser asimilado por la industria.
En fin que le vaya bonito el espejismo de rebeldía a esa mezcla de reggaetón con electrónica saturada de voces distorsionadas por autotune que define al trap. Nosotros con la sabiduría que nos aporta hablar de instituciones muuucho más antiguas que el rock, e incluso que el blues, el soul y toda la música negra de la que provienen los sonidos de toda la cultura juvenil occidental: regeneramos el lugar común y reiteramos que la única rebeldía posible, hoy día, pasa por las bibliotecas.
We can be heroes, just for one day
(Podemos ser héroes, solo por un día)
Sexo, drogas y tejuelos. O lo que es lo mismo: si se trata de manifestar la disconformidad, el rechazo, o simplemente la urgencia por crear un mundo propio no hay nada más revolucionario que usar (que no ocupar como simples estudiantes) una biblioteca. Ya sosteníamos que Las bibliotecas son el nuevo rocanrol. Pero aquí vamos más allá. Los «malotes» del rap, del hip hop o del trap se han esforzado y se esfuerzan hasta la extenuación por desmarcarse, por hacerles continuas peinetas a todo y a todos: y no contemplan ni por asomo el hecho más subversivo que, tras décadas de gestos juveniles estereotipados, supone el explotar los fondos de una biblioteca.
Jesus died for somebody’s sins / But not mine
(Jesús murió por los pecados de alguien, no por los míos)
Algunos con más visión de futuro sí han sabido verlo. Y así tipos como el rapero El Piezas se volcaron a leer la obra de Nietzsche tras descubrir lo mucho que su admirado Marilyn Manson lo citaba en sus canciones; o el también rapero (antes-molaba-se-ha-vuelto-muy-comercial-se-ha-vendido) C. Tangana que empezó con lo de las rimas mientras cursaba Filosofía en la Complutense; o los que fueron los archienemigos de este último, Los Chikos del Maíz, y sus variadas referencias literarias y cinematográficas. Desde Inglaterra la rapera y escritora Kate Tempest mezcla a Virginia Woolf, Yeats, la Odisea o la figura de Tiresias que impregnan tanto sus obras literarias como sus rimas raperas.
Luego por supuesto quedan los clásicos. Keith Richards, satánica majestad reconvertido en santo patrón bibliotecario tras desvelar en sus memorias: que alguna vez hasta había pensado en retirarse para formarse como bibliotecario. Eso no quita para que también, según noticia publicada en el Daily Mirror hace unos años: el guitarrista de los Rolling acumulase una deuda de hasta 3.000 libras por retraso en devolución de obras en una biblioteca. En fin que nadie se ponga moralista, que si se hiciera una auditoría por retrasos en los carnés personales de los bibliotecarios y sus familias: seguro que lo de Richards se quedaba en una fruslería.
Knock-knock-knockin’ on heaven’s door
(Toc, toc, llamando a las puertas del cielo)
Pero la nómina de músicos con afinidades bibliotecarias no acaba aquí. En un repaso con flow podríamos hablar de Bowie que se definió así mismo con la frase «nací bibliotecario con instinto sexual« (sic). A Bowie le perdonamos esto y más, pero ¿en qué estaba pensando? ¿cómo creía que se reproducen los bibliotecarios? ¿por esporas? Lo bibliotecario, en el caso de Morrisey, lo llevaba en las venas. Su madre fue bibliotecaria y se ocupó muy bien de cultivar el amor por los libros en su inquieto vástago. Solo hay que repasar la discografía de The Smiths para constatarlo.
En nuestro país la que más veces, y más claro, ha declarado su amor por la profesión bibliotecaria ha sido Alaska. Su marido Mario Vaquerizo nunca ha tenido reparo en reconocer que copia todo lo que le gusta: así que no es de extrañar que hace poco se matriculase en Biblioteconomía en la Complutense. Parece que finalmente lo ha dejado, debe ser duro eso de compaginar la vida de estrella mediática con las reglas de catalogación; pero le dio tiempo incluso a formar parte de la felicitación navideña de una biblioteca.
Poor is the man whose pleasures depend
on the permission of another
(Pobre es el hombre cuyos placeres dependen
del permiso de otros)
Pero hemos prometido rescatar del desguace la famosa tríada. Y si esta empieza con sexo. Justo es que hablemos de sexo (sin que Elena Ochoa vaya a aparecer por ningún sitio). Por seguir con frases a tachar la de vive rápido y deja un bonito cadáver: con la de terroristas suicidas que oscurecen nuestro horizonte: ha perdido cualquier atisbo de gracia que pudiera tener. Y otro tanto valdría para el sexo: se abusa y se ha abusado tanto de él como reclamo en vídeos, letras y poses: que no es de extrañar que algunos estudios sostengan que los millenials son la generación a la que menos les interesa el sexo.
Se consuma, o no, porno: la pornografía está omnipresente en nuestras vidas. Lejos ya de lo sicalíptico, de la pillería del porno setentero influido por las teorías del amor libre hippie, y del ingenuo destape de nuestra Transición: la industria pornográfica ha monopolizado las expresiones de lo erótico en nuestra sociedad.
No es de extrañar que colecciones como La sonrisa vertical echaran el cierra allá por el 2004: la eficacia industrial del porno digital ha manufacturado hasta la última de las fantasías sexuales despojándolas de cualquier misterio. Incluso desde dentro de la propia industria están surgiendo voces que defienden otras maneras de representar lo sexual de las que ya hablamos en Desnudos integrales sin exigencias del guión (Shakespeare y el porno).
I love to love you baby…
Do it to me again and again
(Adoro amarte baby
Házmelo una y otra vez)
Por eso se hace más importante que nunca reivindicar el erotismo desde la biblioteca. En Acróbatas del tejuelo: libertad de expresión en bibliotecas recogíamos casos reales de censura en bibliotecas españolas. Podríamos añadir la que aconteció en la biblioteca X, hace unos meses, cuando al querer acoger unas jornadas sobre erotismo en las que participaban sexólogos, psicopedagogos (que no gogós) y neuropsicologos: fue vetada por los responsables políticos al no considerarlo apropiado para una biblioteca.
En fin. Tal vez si tuviéramos la tradición de bibliotecas nacionales como la de Francia (con su sección L’Infern (El infierno) o la British Library con su Private case (Baúl privado): no habría pasado algo así. Nuestra Biblioteca Nacional no tiene una sección dedicada al erotismo, lo cual no quiere decir que no cuente con fondos sobre la materia, pero sin darles el protagonismo que por ejemplo le dieron franceses o ingleses. En su ensayo Culturas del erotismo en España 1898-1939, la profesora española de literatura de la Universidad de California, Maite Zubiaurre sostiene que en España unimos mucho el humor con el sexo por pura vergüenza, por haber sido históricamente incapaces de asumirlo con naturalidad.
Ay qué gustito pa mis orejas
Enterradito entre tus piernas
El pasado mes de abril se inauguraba en la biblioteca patrimonial de la ciudad gala de Dijon la exposición Project X. Dicha exposición se encuadra dentro de un programa cultural que está desarrollando la biblioteca orientado a público adulto, en el que además de mostrar algunos de los tesoros «ocultos» de las colecciones: se celebran encuentros literarios en torno al amor, el deseo, el placer, en definitiva, el sexo.
Desde el siglo XVIII hasta nuestros días: los libros, ilustraciones, grabados o postales recorren los vericuetos del deseo y sus representaciones. El material más «sensible» se resguarda tras una pantalla simulando un espacio que denominan como en la biblioteca madre francesa: el infierno. Tiene restringida la entrada a menores de 16 años, pero como declaraba el responsable de la exposición el día de su inauguración: «los adolescentes de hoy han visto cosas peores en la web«.
En la Biblioteca Pública de Nueva York, el año pasado, se centraron en recuperar y restaurar algunos de las obras más tórridas de sus colecciones. Esos títulos marcados con *** que venía a indicar a principios del siglo XX, tal cual como los rombos en los programas de televisión, que los contenidos eran para adultos. Aunque las colecciones que la Biblioteca conserva de índole erótica no estén en una sección, sino dispersos por sus diferentes sedes, en ningún caso alcanzan el tamaño e interés que tiene L’Infern francés (ya se sabe que nuestros vecinos del norte siempre han sido unos avanzados en estas cuestiones). No obstante localizaron algunas obras de lo más curioso.
Girl, you’ll be a woman soon
Soon, you’ll need a man
(Chica, pronto serás una mujer
Y pronto necesitarás a un hombre)
Entre literatura pulp, postales y pósteres. Se localizaron libros disfrazados de tratados de sociología con títulos tan sugerentes como: Los orgasmos de masas: un estudio de sexo en grupo o camuflados como tratado de leyes bajo títulos como La fornicación y la ley. Estas obras vienen a ser, en formato impreso, lo que muchas cintas de VHS, en la década de los 80, suponían respecto a los grandes éxitos del cine o la televisión.
Falo Crest, La guarra de las galaxias, Eduardo Manopajeras, Semental Querido Watson o Mujeres al borde un ataque de miembros. Todas ellas dignas igualmente de nuestro #bibliobizarro.
Aunque en los fondos también incluyan documentos con firmas más respetables, pero igualmente rijosas: desde dibujos animados del novelista Jack Kerouac, fotografías eróticas de Man Ray con poemas de Benjamin Péret o incluso dibujos a lápiz de William Faulkner en pleno ayuntamiento (carnal) con su amante Meta Carpenter.
Only you can cool my desire
Oh, I’m on fire
(Solo tú puedes calmar mi deseo
Oh, estoy ardiendo)
En definitiva, la cuestión del erotismo en las bibliotecas se resuelve sabiendo en qué espacios ubicar los materiales o las actividades que se programen; y concretando a qué público van dirigidas. La biblioteca del siglo XXI puede y debe hablar de todo, y por lo tanto debería acudir al rescate del erotismo desde la cultura. Que su única contribución fuera la de proveer de obras tipo Cincuenta sombras de Grey a los ciudadanos, francamente y sin juzgar los gustos de nadie, sería empobrecer algo tan interesante y necesario.
De este post se podrían sacar varios singles. Huelga decir que pese a su publicación en digital ha nacido con alma de vinilo. Por eso la próxima semana le daremos la vuelta en el plato y dejaremos que la aguja gire en los surcos de su Cara B. De momento lo dejamos en todo lo alto (y se admiten segundas y terceras lecturas a esta frase).
Entre las abrasivas estrofas que jalonan las diferentes pistas de este texto no hemos incluido el clásico por antonomasia: el Je T’aime,…moi non plus de Jane Birkin y Serge Gainsbourg. Es mejor quedarse con una de las consecuencias de su orgasmo a 45 rpm: su hija, la actriz y cantante, Charlotte Gainsbourg.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
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