«De la piel para dentro empieza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.»
Esta frase tan reivindicativa de Antonio Escohotado que hasta dio pie a una canción y que luce en tantos blogs y comentarios en redes que buscan proclamar la soberanía personal: resulta de lo más procedente para posar la aguja sobre la Cara B, de este vinilo en forma de post, que iniciamos la semana pasada.
Si en la Cara A nos centramos en el sexo, o más exactamente en la necesidad de reivindicar/rescatar al erotismo desde la cultura a través de las bibliotecas: en esta cara nos centramos en el segundo elemento de la tríada: las drogas.
Heroin, be the death of me
Heroin, it’s my wife and it’s my life
(Heroína, sé mi muerte
Heroína, es mi esposa y es mi vida)
El propio Escohotado colaboró en los 80 a la confusión general que se generó en torno al consumo de drogas participando en algunos programas de televisión. Intervenir en programas en los que se abordaba la droga como problema social, con madres de drogadictos desesperadas en plató: no fue la decisión más inteligente si lo que pretendía era hablar del consumo de drogas desde una óptica antropológica y como una expresión de libertad personal.
¿Ha evolucionado mucho el debate sobre las drogas tras el sensacionalismo con que se trataba allá por los 80? En realidad no. Las opiniones sobre penalización o legalización siguen polarizando el debate social; y el tráfico de drogas sigue generando pingües beneficios y provocando un goteo incesante de muertes. Abordar el asunto de las drogas de manera mesurada en estas circunstancias: sigue siendo una quimera. Y no deja de resultar paradójico cuando precisamente uno de los conceptos que la discusión pública sobre las drogas puso sobre el tapete, la adicción, está más presente que nunca.
Weiß wie Schnee, Kokain und Kodein, Heroin und Mosambik
(Blancas como la nieve, cocaína y codeína, heroína y Quaalude)
Desde finales del siglo pasado hasta nuestros días, y siguiendo esa necesidad imperiosa que obliga a diagnosticar, tipificar y medicar cualquier conducta: al término adicción le sienta bien todo. Adicción a las compras, al sexo, a la comida, al juego…y así hasta un infinito rosario de dependencias compulsivas entre las que ¿desafortunadamente? que sepamos no se ha incluido a las bibliotecas. En definitiva, cuando las dietas de ansiolíticos están a la orden del día: la tecnología ha llegado para superar cualquier dependencia previa.
No es de extrañar que el apóstol del LSD, Timothy Leary, se volcase apasionadamente durante sus últimos años en la tecnología. Leary murió en 1996 cuando aún faltaban unos años para que Internet irrumpiera con fuerza trastocando esa sociedad que tanto desafió. En la conferencia que dio en el primer Artfutura en Barcelona, allá por 1990, ya planteó la visión de una Humanidad escindida entre la realidad palpable y la virtual. Nunca el término visionario se ajustó mejor a nadie.
La adicción a las pantallas no respeta edades, clases sociales, credos, ni procedencias. Afortunadamente sigue suministrándose la mejor metadona para desengancharse en forma de libros impresos en bibliotecas y librerías. En nuestro ¿primer mundo? parece como si muchos lo desconocieran, pero en otras latitudes: los libros siguen siendo parte del remedio para luchar contra las drogas.
They tried to make me go to rehab
But I said «no, no, no»
(Intentaron llevarme a rehabilitación
Pero yo dije: «no, no, no»)
En Perú la Biblioteca Nacional se ha involucrado en un plan para inaugurar bibliotecas en las zonas del país tradicionalmente dedicadas al cultivo de la coca. En colaboración con la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devisa) pretenden suministrar de forma permanente información educativa y científica relacionada con las drogas.
Por contraste, más al norte, en la biblioteca de McPherson Square, en Filadelfia, los bibliotecarios han tenido que formarse en la administración de naloxona: el fármaco que se utiliza en el caso de intoxicaciones por opiáceos. La ciudad está siendo invadida por muchos «turistas de la droga»: drogodependientes de otros estados que viajan hasta Filadelfia por la fama que ha alcanzado la pureza de la heroína. Y el lugar preferido para consumirla no es otro que la venerable y centenaria biblioteca y sus jardines aledaños. De rodarse una secuela de la genial serie The Wire ya tendrían nueva localización.
Welcome to Tijuana
Tequila, sexo, marihuana
(Bienvenido a Tijuana
Tequila, sexo, marihuana)
Pero la crónica más reciente que liga a libros y drogas nos lleva a la tierra del género musical que menos gracia nos hace: el narcocorrido. Y es que como gritaba imperioso Pancho Villa: ¡Viva México….lectores! Ese podría ser el grito de guerra (pacífica) del librotraficante mexicano Tony Díaz, que hace pocos días ha vuelto a la carretera para demostrar que, por mucha buena novela de Cormac McCarthy que haya al respecto: la frontera entre México y los Estados Unidos es mucho más que territorio de narcotraficantes.
En 2012 las autoridades de Arizona decidieron «depurar» de las escuelas y bibliotecas aquellos libros que hacían referencia al pasado mexicano de estados como Arizona, Utah, Texas, Kansas o California. Y de paso también libros que pudieran servir para tomar conciencia sobre el racismo, la etnicidad y la opresión que los mexicanos han venido sufriendo por tener a los norteamericanos como vecinos de arriba.
Tony Díaz (que recibió el galardón Robert B. Downs de Libertad Intelectual concedido por la ALA) se ha convertido en la cabeza visible del movimiento librotraficante: escritores y activistas latinos que distribuyen de forma clandestina los títulos prohibidos entre los escolares, e incluso fundan bibliotecas underground o clandestinas en las que están siempre disponibles los títulos perseguidos.
En los tiempos en que un mandatario (que hasta donde sabemos no actúa bajo los efectos de ninguna droga) pretende erigir un muro que se financie mediante energía solar, al tiempo, que deroga acuerdos que luchan contra el cambio climático: no es de extrañar que el librotraficante se haya tenido que echar de nuevo a la carretera para compensar tanto «mal viaje» como nos depara la actualidad.
Hace unos días una caravana partía rumbo a Tucson: último lugar en el que un tribunal está a punto de dictaminar sobre el futuro de los estudios étnicos méxico-americanos en las escuelas de Arizona. La comitiva efectuará paradas en San Antonio, El Paso, Las Cruces y Albuquerque para organizar fiestas, lecturas y conferencias de prensa.
La raya, la raya
la raya de caballa
esconde la papela
que viene la camella
Según un viejo chiste, si Frank Kafka hubiese escrito sobre México o España sería considerado un escritor costumbrista: tales son los dislates que nos caracterizan como países. Por eso entraría dentro de lo lógico que la Iglesia Internacional del Cannabis pudiera tener sede en ambos países: pero ha sido en Colorado donde se ha fundado el primer templo de la religión de los elevacionistas: una religión igualitaria que rinde culto a la marihuana como elemento sacro para llegar al estado sagrado de la felicidad.
Desde que Marx declarase a la religión como el opio del pueblo: cada uno le rinde culto a lo que le viene en gana. En nuestro país la superstar (Warhol dixit) Fabio McNamara dejó las drogas (o ellas le dejaron a él) y abrazó con tal fervor la religión que hasta los de Intereconomía TV le mostraron orgullosos como ejemplo de redención (tal cual como una Sara Montiel pecadora reconvertida en monja).
El que no sea adicto a algo que tire la primera china. Nosotros lo tenemos claro. Puestos a elegir optamos por el uso y abuso del LSD. Un LSD que nada tiene que ver con el dietilamida del ácido lisérgico: la equivalencia de las siglas, en nuestro caso, equivale a Leyendo Sin Descanso. Nadie te asegura que no tenga efectos secundarios, y hasta perjudiciales, pero puestos a alterar nuestra mente que sean las bibliotecas nuestros camellos.
Y hasta aquí la Cara B del vinilo en forma de post sobre Sexo, drogas y tejuelos. Para el último surco reservamos el tema ideal que debería acompañar a los librotraficantes mexicanos en su peregrinar contra la censura. Ni el punk, ni el heavy, ni la música electrónica, ni el trap puede hacerle sombra a la gran Paquita la del Barrio cuando se trata de cantarles las cuarenta a los tribunales, a los inquisidores y hasta el mísmisimo Trump si se tercia.
Si McNamara cantaba junto a Almodóvar aquello de: «amor de rata, amor de cloaca«, Paquita pone los puntos sobre la íes a las ratas de dos patas que en el mundo son. Y que cada cual se la dedique a quien mejor le venga.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
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