Bibliotecas tribales, bibliotecas globales

 

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Halloween según la incisiva visión de Pedro Vera en su cómic Ranciofacts

 

La ilustración de Pedro Vera con la que abrimos el post resume bien de lo que va. Si en Biblioteca yé-yé (o de lo typical spanish en bibliotecas) rastreamos algo que tuviera denominación de origen española inequívoca en el mundo de las bibliotecas; ahora volvemos de alguna manera al mismo asunto, pero desde un prisma totalmente distinto.

Entre los neologismos que están proliferando al socaire de las redes sociales hay varios que nos encantan por su precisión a la hora de atrapar y condensar lo que muchas veces pensamos, pero no sabemos explicar con exactitud: viejoven es uno de ellos (¿qué tal Ojete calor?) pero hoy nos centramos en cosmopaletadas, porque define a la perfección de lo que hablamos aquí.

 

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Imagen de la cuenta de Twitter de @Cosmopaletation

 

Lo de cosmopaletadas expresa bien la reconversión del hortera de toda la vida pasado por el tamiz del ladrillazo, el enriquecimiento rápido y los programas de Telecinco que han proliferado a lo largo de estos años de crisis. Un must para cualquier cosmopaleto (como se puede comprobar aquí siempre predicamos con el ejemplo) es el uso y abuso de anglicismos que te hagan quedar como más cool.

El mundo de la moda fue pionero en esto de absorber anglicismos como si no hubiera un mañana en un ansia por parecer cosmopolitas (¿no era mucho más bonito Pasarela Cibeles que la Mercedes-Benz Fashion Week?) y los influencers fashionistas han terminado contagiándolo todo. En My library is sooooo cool (Blog de la BRMU) montaron una entrada de lo más ilustrativa a cuenta de este hiperinflacción de extranjerismos.

En este sentido, la única esperanza que nos queda es que la generación Erasmus empiece a ocupar su puesto en la sociedad, y así alcancemos lo cosmopolita de verdad, sin paletadas, ni relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor. Aunque las crecientes estadísticas de jóvenes que emigran en busca de trabajo, no prometen darnos muchas alegrías en un futuro inmediato.

 

 

Pero, ¿a qué viene tanta resistencia a la americanización si no es nada nuevo? La identidad cultural de cualquier internauta está tan hecha tanto de rasgos autóctonos como de gustos que nada tienen que ver con el lugar en el que nació. Y en las nuevas generaciones (y no tan nuevas) la balanza es más que probable que se incline hacia lo segundo. ¿Alguien recuerda el Rascayú de Bonet San Pedro (con lo propio que queda en el Día de Todos los santos) cuando el Thriller de Michael Jackson se repite hasta la náusea en estas fechas?

La guerra de Todos los Santos versus Halloween pinta aún peor para el equipo local que la de los Reyes Magos versus Papá Noel, por mucho que la Iglesia haya lanzado el Holywins instando a los niños a vestirse de santos. Los tuiteros, siempre al quite, han recurrido rápidamente al santoral para lanzar propuestas tan espirituales como el despellejado San Bartolomé, el aseteado San Sebastian (disfraz recuperable para el Orgullo gay) o la santa de pechos mutilados Santa Águeda. Estos y otros tantos santos, dejan claro que cuando se trata de ponerse gore la Iglesia le lleva muchos siglos de ventaja a las payasadas importadas de Halloween.

 

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Ideas para #Holywins en Twitter

 

Pero, ¿ y las bibliotecas?. La biblioteca como escenario gótico siempre ha sido recurrente, por eso el doodle que Google ha ideado para celebrar el Halloween 2016 consiste en un juego en el que un gatito con poderes se dedica a matar fantasmas. El primer nivel del juego en cuestión, como no podía ser de otro modo, se desarrolla en una biblioteca.

En las bibliotecas nunca han tenido problemas en dejarse contaminar. Es más, la biblioteconomía moderna no se entendería sin el magisterio que nos imparten desde las bibliotecas anglosajonas. El duelo Halloween-Holywins, probablemente se resuelva en muchas bibliotecas con una convivencia sin prejuicios entre zombis y vampiros con ánimas de Becquer, y convidados de piedra de Don Juan. No podía ser de otro modo, cuando la cooperación bibliotecaria ha sido uno de los pilares desde siempre del mundo bibliotecario.

 

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El doodle de Halloween 2016 de Google ambientado en la biblioteca

 

En el imprescindible estudio Prospectiva 2020: Las diez áreas que más van a cambiar en nuestras bibliotecas en los próximos años, presentado en el VII Congreso de Bibliotecas Públicas (2014) la segunda tendencia que auguraba sostenía que «Se incrementará la cooperación». Pero atendiendo a lo que ha acontecido durante estos años de crisis, salvo las estadísticas crecientes de préstamos interbibliotecarios, la cooperación no ha tenido el protagonismo que cabría esperar. En cierto modo, las bibliotecas han seguido la senda que está marcando lo digital: se han vuelto más tribales para así llegar a ser globales. Pero el riesgo de quedarse en lo tribal, en muchos aspectos, siempre está presente.

 

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‘Piensa globalmente, actúa localmente’ fue la frase del biólogo, botánico, activista medioambiental Patrick Geddes. Se refería a la protección de la naturaleza pero bien podría haberse formulado para lo que ha sido la cooperación bibliotecaria durante las últimas décadas.

 

En el anterior Congreso de Bibliotecas Públicas de 2012 se repasaron numerosos proyectos de digitalización para preservar la memoria local de las comunidades en las que se integran las bibliotecas. Todo esos proyectos son los que alimentan a Hispana, encargada de reunir los fondos digitales de las diferentes comunidades autónomas; que luego se suman al proyecto continental de Europeana. Siendo, como es, uno de los proyectos más ambiciosos e importantes que se haya puesto en marcha para preservar el patrimonio (y de los que más promueven la cooperación junto con el programa NAPLE Sisters de hermanamiento entre bibliotecas); en términos cooperativos no ha supuesto un cambio sustancial en los hábitos de trabajo de los centros implicados.

En algunas comunidades en vez de existir una sola biblioteca digital que lo aglutine todo, se han creado varias; estas duplicidades vienen a reflejar en digital la falta de cooperación o comunicación que muchas veces se da entre redes bibliotecarias que comparten territorios, pero depende de diferentes administraciones. Y ¿luego nos extrañamos tanto del Brexit británico?

 

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En fin, antes de meternos en jardines más espesos mejor atender a lo que dice toda una autoridad en esto de la colaboración bibliotecaria. Stephen Abram bibliotecario y director ejecutivo de la Federación de bibliotecas de Ontario, nunca ha sido de los que adoptan posturas acomodaticias. Ya en 2009, en pleno arranque de esta crisis, en una entrevista en la revista Collaboration librarianship de la Universidad de Denver bajo el sugestivo título: Una iconoclasta visión de la colaboración dejaba clara cuál era su opinión al respecto:

 

«La cooperación es sencilla; la colaboración es difícil ya que impacta en muchos de los puntos calientes del ser humano que generan intensidad emocional como son el territorialismo, el ego, la identidad […] por lo general la gente tiene más intereses comunes que diferencias [..] Hay que dar algo para llegar a cosas más grandes. Es duro. ¿Sabremos renunciar a los límites de nuestro sistema bibliotecario? ¿estaremos dispuestos a ceder el control?»

 

No es de extrañar que en el 2016 en su blog Stephen lighthouse (El faro de Stephen) se haga eco de las predicciones sobre bibliotecas de un visionario en toda regla. Se trata del director ejecutivo del DaVinci Institute, Thomas Frey, que se presenta como uno de los visionarios preferidos de Google, un Nostradamus digital autor de Communicating with the Future (que vaticinó que en 2030 más de 2000 millones de trabajos habrán desaparecido), y que también acaba de listar las 122 cosas que deberían hacerse en las bibliotecas en el futuro. No vamos a enumerar las 122, pero bien merece la pena señalar unas pocas que suenan de lo más plausibles, y alguna marcianada que tampoco pasaría nada si llegara a ser realidad:

 

Las bibliotecas deberán ser friendly (amigables, acogedoras con): mascotas – alimentos – eventos – negocios – los sin techo – los usuarios de paso

Deberán tener espacios para: reuniones privadas – clases de aerobic – tomar una ducha – dormir una siesta – preparar y consumir alimentos – enviar dinero o hacer pagos.

Que las bibliotecas dispongan de su propia flota de drones, que se abran a la cultura del videojuego con torneos, préstamos, talleres para creadores y eventos en torno al mundo del videojuego.

Que presten mascotas, drones, robots (y organizar torneos de robots), buscadores que gracias a la computación cuántica permitirán hacer búsquedas por olores, sabores o texturas.

Y por supuesto, disponer de espacios creativos con las herramientas suficientes para producir arte, música, juegos, podcasts o producir experiencias de realidad virtual.

 

Algunas de las propuestas de Frey, por mucha ciencia ficción que se haya leído o visto, cuestan de imaginar; pero otras denotan que no está demasiado al día, porque ya son presente en más de una biblioteca. Por el momento, mientras vemos cómo se van desarrollando los acontecimientos, lo que nos dejan claro tanto Abram como Frey: es la necesidad de levantar por un momento la mirada de nuestros monitores e intentar mirar mucho más lejos de lo que estamos acostumbrados. Será la mejor manera de prevenirnos de cualquier tipo de cosmopaletismo imaginable.

 

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Stephen Fry cual Rappel sin túnica

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

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