Biblioficción: ensayos de futuro

Las entidades bancarias no caen bien. Por mucha campaña de compromiso con sus clientes, de financiar tus sueños, de velar por tu seguridad: las agencias responsables de sus estrategias de marketing hacen malabarismos para lavarles la cara. Despertar un mínimo de simpatía en el tanto por ciento de población no encuadrable dentro de las grandes fortunas: es tarea imposible. Pareciera que se esfuerzan por boicotearles el trabajo a sus publicistas.

 

La futurista biblioteca de Monterrey en México.

 

Si tras la crisis que arrancó en 2008 (¿se puede hablar en pasado de esa crisis?) la usura y el engaño de sus estrategias de captación de clientes quedó al descubierto; tras esta crisis sanitaria, una vez más, vuelven a mostrar su cara más antipática con el desprecio hacia su clientela de base: los jubilados.

En un post de autocita recurrente en este blog, La arruga es subversiva, celebrábamos el espíritu contestatario y rebelde que el otrora pacífico colectivo de la tercera edad está demostrando en este nuevo siglo. Las protestas promovidas por parte de grupos como la Plataforma de Mayores y Pensionistas en contra del riesgo de exclusión financiera (nueva expresión de moda): subrayan el espíritu luchador y reivindicativo de la población anciana.

 

 

Con una pandemia que se ha cebado en los mayores la mejor campaña de imagen, desde luego, no era excluirlos vía digitalización. Robots antipáticos, bancos antipáticos. Pero, sin que sirva de descargo, lo cierto es que las entidades financieras sirven de avanzadilla. No vamos a revestirlos de un aura de oráculos pero las entidades financieras son las primeras en aplicar a pie de calle las tendencias más radicales del capitalismo. Su responsabilidad es seguir, adaptarse al signo de los tiempos. ¿No es lo mismo que las bibliotecas deben hacer en sus negociados?

Por eso la noticia de la instalación de cajeros automáticos en los bibliobúses que dependen de la Diputación de Salamanca no puede conjugar mejor el cara a cara forzado que aqui estamos urdiendo: bancos versus bibliotecas. Unos se pliegan obedientes, no les queda otra, al devenir más estricto de los tiempos; mientras que las otras se las ingenian para mitigar los excesos que marginan a colectivos.

 

Viñeta del humorista gráfico Álvaro Pérez en ‘La Tribuna de Valladolid’: los bibliobúses, cual navajas suizas, llevando cultura y dinero a la España vaciada.

 

Todo nos está llevando mansamente hacia esa evolución/involución según quien lo observe. Puede que nos indignemos ante el desamparo digital de nuestros mayores pero seguimos, irremediablemente, haciéndole el juego a las grandes tecnológicas en nuestro día a día. A cada cual le toca o tocará su propio tipo de exclusión más pronto que tarde. Y la mejor manera de anticiparse resulta estar en las bibliotecas.

En la última (y primera tras ganar el Nobel) novela de Kazuo Ishiguro, Klara y el sol, los androides se esfuerzan por humanizarse mientras los humanos se concentran en robotizarse. Un compatriota de Ishiguro, Ian McEwan, también abordó el tema en una de sus últimas novelas: Máquinas como yo.

Son solo dos ejemplos de los muchos esfuerzos que desde la literatura se está haciendo por anticiparse, por avisar, por denunciar. Pero noticias como la de la universidad británica de Northampton que advierte a sus estudiantes sobre el «material potencialmente ofensivo y molesto» que contiene el clásico 1984 de Orwell ponen difícil el optimismo.

Todo lo contrario que el gobierno francés cuyo Ministerio de los Ejércitos tiene en plantilla, desde hace tiempo, a escritores y autores cómic de ciencia ficción para que les planteen posibles escenarios futuros y así anticipar guerras y desastres. Las reticencias, que persisten y mucho, a la ciencia ficción se desmoronan cual código digital de Matrix ante el poder visionario del género. El futuro, los futuros, se han abocetado siempre en las imaginaciones más calenturientas. Habrá que confiar en que una vez los creadores compartan sus elucubraciones con los políticos: estos tomen nota y no se cumpla el guion de la película de moda en Netflix: No mires arriba (2021)

 

La presidenta de los EEUU interpretada por Meryl Streep a la que no paran de buscarle parecidos razonables con políticos vigentes.

 

La esperanza, una vez más, está en la cultura. Y por añadidura, faltaría más, en las bibliotecas. Ahora solo falta que se las tenga en cuenta. Bibliotecas como ventanas al siglo XXI (como reza el frontispicio de este blog); bibliotecas que recuerda este vídeo de la BRMU siguen siendo humanas.

 

 

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

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