Y ahora, ¿hacia dónde miramos? Bibliotecas y políticos

 

En el siglo pasado, los españoles, se miraron en los espejos de otros países con una mezcla de admiración y aprensión. Admiración por los avances extranjeros; y aprensión por una autoestima que, ni el discurso patriotero del franquismo, fue capaz de levantar. El espejismo del año 92 maquilló una década en la que la carcoma siguió corrompiendo, como de costumbre, esa superficie de bonanza. Y ahora, con muchas de las verguenzas al aire: ¿dónde se puede mirar?

 

El multipremiado documental El año del descubrimiento (2020) sobre el año 1992 como punto de partida de la debacle social, política, ética y económica que vendría después.

 

Electrodomésticos Miele el sueño doméstico de origen alemán.

En los años del desarrollismo, los españolitos ensalzaban los electrodomésticos alemanes («para el mundo del hoy y del mañana»: rezaba el eslogan de los codiciados frigoríficos Miele en los 70); la altura intelectual y política de los británicos («nostalgia por este europeo magistral»: escribía Fernando Savater a cuenta de la figura de Churchill); el afán emprendedor de los estadounidenses («américanos os recibimos con alegría»); o el savoir faire cultural de los franceses («envidio la fidelidad del público francés con su cine»: que declaraba Carmen Maura).

Pero tras el fraude de Volkswagen, el Brexit, el asalto al Capitolio o la quema de bibliotecas en Francia:  ¿qué espejo queda para mirarse? ¿Qué imagen aspiracional nos puede servir como estímulo para mejorar? Caidos del guindo puede que la autoestima se recomponga no por mejora propia sino por devaluación del resto. Consuelo de tontos, en cualquier caso.

En el mundo bibliotecario español siempre hemos mirado hacia los países del norte de Europa y, of course, a los EEUU. Pero en la serie Geopolítica bibliotecaria ya dábamos pistas de que el ombliguismo nunca es bueno. Ni el eurocentrismo, ni el occidentalcentrismo (¡toma ya!). Nada que resulte céntrico. Porque las afueras, los suburbios, los aledaños: son los que exigen su lugar en el siglo XXI. Son la única oportunidad real de progreso en Occidente. Y si no, ahí está China para desplazar el eje cultural del planeta.

Pese a todo, hay detalles que seguir observando, con envidia no necesariamente sana: en los EEUU. La convención anual de la ALA (Asociación Estadounidense de Bibliotecas) se celebra del 23 al 29 de junio; y el encargado de dar el discurso de clausura no será otro que el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América: Barack Obama. El expresidente se reunirá con Lonnie G. Bunch III, el primer afroamericano en convertirse en secretario del prestigioso Instituto Smithsonian.

Cierto es, que Obama, sigue de gira de presentación de su autobiografía Una tierra prometida. Pero no hay que sospechar de intereses meramente promocionales. Ya en 2016, en un congreso de la IFLA, Obama participó y ensalzó el papel de las bibliotecas.

Pero volviendo a lo del espejo en el que mirarnos (un símil no especialmente inspirado pero mejor que incurrir en lo de las comparaciones odiosas): ¿sería posible imaginar a un  Felipe Gonzalez, un José María Aznar o a un Rodríguez Zapatero yendo a clausurar un congreso de bibliotecas en España?

 

Pedro Sánchez en la presentación del plan España 2050. Foto: EFE

 

‘Yo, mentiroso’ la tercera entrega de la magnífica trilogía egoista que han llevado a cabo Antonio Altarriba y Keko. En este caso centrada en la corrupción política más reciente de nuestro país.

Pedro Sánchez inaugurando el próximo congreso, noviembre 2021, en Las Palmas de Gran Canaria: sería todo un gesto. Un expresidente es como un regalo barroco de la abuela que los nietos, de gustos minimalistas, nunca saben dónde ubicar. Pero estando en el cargo: la cosa cambia. De ese modo, podría compensar lo poco que la palabra «biblioteca» aparece en la Agenda 2050 para España que se lanzó recientemente.

Si, como se dice en dicha agenda, las bibliotecas, deben convertirse junto con museos, industrias culturales, empresas y entidades comunitarias en agentes educadores en los que se apoyen las escuelas. ¿Qué mejor que apoyar a las bibliotecas inaugurando su congreso? Y hasta aquí el capítulo de sugerencias a políticos. Un terreno siempre movedizo por el que es mejor no recrearse mucho.

Abundando en ese complejo de inferioridad que tan bien retrató Berlanga en los españolitos: volvamos de nuevo la mirada al extranjero. Hecho el propósito de enmienda nos podemos permitir pecar, una vez más, y mirar de nuevo a los EEUU con arrobo. Retomamos en cierto modo un asunto que ya tocábamos en Un serie de catastróficas desdichas con final bibliotecario. En ese post era Kamala Harris, la primera vicepresidenta afroamericana, la que se convertía en adalid de la lucha por la exactitud de los encabezamientos de materia en las bibliotecas.

 

Quien clasifica el mundo, ordena el mundo. Y ese cometido, de manera modesta pero implacable, lo lleva ejerciendo el gremio bibliotecario desde el principio de los tiempos. Puede que no cuele como excusa para lo del occidentalcentrismo del que hablábamos: pero lo cierto es que USA, con su sociedad multicultural y poliédrica, viene sirviendo como sociedad cobaya para el resto. El caso del encabezamiento de materia de los «ilegal aliens» es un claro ejemplo.

Change the subject (Cambia la materia) es un documental de 2019 en el que se recoge la lucha por modificar un encabezamiento de materia de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Con menos de eso Netflix te monta una serie. La película recoge la lucha de los estudiantes del Dartmouth College por cambiar la entrada de materias «ilegal aliens» (extranjeros ilegales) por la de: «inmigrantes indocumentados».

Todo empezó en 2013, cuando la estudiante de orígenes mexicanos Melissa Padilla y su compañero, Óscar Rubén Cornejo: descubrieron el encabezamiento de «ilegal alien» sin que los registros en los aparecían se refirieran, para nada, a la saga de películas sobre el famoso depredador que persigue a la teniente Ripley. Padilla y Cornejo sintieron que la elección de este término criminalizaba los esfuerzos de sus padres por proveerles de un futuro mejor. Junto con otros estudiantes se movilizaron para conseguir que la entrada fuera sustituida en el Catálogo de Autoridades de la Biblioteca.

 

Change the subject: un documental sobre etiquetas, bibliotecas y activismo.

 

La suntuosa, canalla y underground crónica de la España más reciente y corrupta de la mano de Magius.

En un primer momento, la Biblioteca del Congreso desestimó su petición. Pero más adelante lograron el apoyo de la ALA y otras organizaciones que respaldaban sus reivindicaciones. Tras varios debates y solicitudes, en marzo de 2016, la biblioteca tomó la decisión de sustituir «extranjeros ilegales» por «no ciudadanos» e «inmigración no autorizada». Pero la polémica llegó hasta el Congreso. En eso los políticos, sean de un país u otro, no se diferencian a la hora de detectar asuntos con potencial para subrayar sus discursos más groseros.

Los representantes republicanos de la Cámara se opusieron firmemente a la sustitución. A través de una disposición legal, la senadora Diane Black, logró bloquearla. Y de ese modo, los «ilegal aliens», a día de hoy, siguen apareciendo en la lista de encabezamientos de materia de la biblioteca que actúa como faro para el resto del planeta.

Fue la primera vez que el Congreso estadounidense intervenía para legislar en torno a una modificación en los encabezamientos de la biblioteca. Un hito, triste para los estudiantes, pero esperanzador si se observa desde el punto de vista de la relevancia que las bibliotecas aún pueden llegar a tener en una sociedad.

Pero pese al fracaso de los estudiantes del Dartmouth College: numerosas bibliotecas locales modificaron el encabezamiento en sus sistemas locales ignorando el magisterio de la nave nodriza. Y todavía, en la actualidad: siguen presionando para que la LC haga lo mismo.

 

 

Merecía la pena mirar el ombligo estadounidense. Las pelusas xenófobas, racistas e involucionistas se cobijan bien en él; pero también los recursos higiénicos para eliminarlas. Tiempos de contrastes, tiempos de scratching (mover los discos hacia delante y hacia atrás para generar sonidos). Será cuestión de encontrarle el ritmo a tanto avance y retroceso. Volviendo a nuestro país para acabar nos encontramos con la última polémica política en torno a vacunas y fútbol.

El representante español de Eurovisión se queja en redes de que se vacune a la selección española de fútbol y a los representantes de la cultura, no. Según quien y cómo se mire  puede que no le falte razón. Los más exquisitos argüirán que, precisamente, Eurovisión no es el mejor ejemplo de cultura española. Pero, curiosamente, la última edición (en la que el orgullo patrio siguió por los suelos) la ganó un grupo de glam rock (estilo de origen británico) cantando en italiano.

Un ejemplo más de que el XXI será diverso o no será. Por muchos muros físicos o en forma de discursos que retrógrados conservadores o progresistas (los tiempos hacen que retrógrado y progresista no suene a oxímoron sino a sinónimo en muchos casos) se empeñen en levantar: la deslocalización es imparable. Si la geolocalización nos fiscaliza cada trayecto: volvamos loco al algoritmo con nuestros afectos culturales.

«The history book on the shelf is always repeating itself. Waterloo, I was defeated, you won the war» (El libro de historia en la estantería siempre se repite. Waterloo, yo fui derrotado y tú ganaste la guerra)

 

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

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