«era más que un azar, era un milagro, porque los programas culturales son raros en la televisión española, los españoles no aman los programas culturales, ni la cultura en general, es un territorio que les resulta profundamente hostil, a veces se tiene la impresión, cuando se les habla de cultura, de que se les hace una especie de ofensa personal»
Fragmento de La posibilidad de una isla de Michel Houellebecq
A finales del pasado mes de abril saltaba la noticia de que la periodista Mercedes Milá estrenará, en breve, un programa sobre libros en alguno de los canales de Mediaset. ¿Se habrá hartado Paolo Vasile del manido meme que lleva años pululando por la Red sobre el suicido de libros cada vez que alguien pone Telecinco?
Mercedes Milá es propietaria de la librería +Bernat en Barcelona, y según también noticias recientes, como una de tantas librerías en nuestro país: su negocio está en serio peligro de cierre. Tal vez esta apuesta de Vasile sea un capote que le echa a una de sus estrellas; o también puede ser, que forme parte del acuerdo que parecen tener, por el que por cada reality show al que aporta su carisma la Milá: la cadena le concede otro tipo de programas, con los que la periodista pueda ver satisfechas sus inquietudes profesionales más allá de edredonings y confesionarios. Pura chismografía, pero viniendo de la cadena de Sálvame, cualquier conjetura es aceptable hasta que se demuestre lo contrario.
Ojalá que el tirón mediático de la Milá consiga fomentar la lectura, y no termine predicando en el desierto atestado de ninis, chonis, cutrefamosos, y demás celebrities (en el medio de los talents, los coaches o los realities, el uso de anglicismos gratuitos es casi cuestión de etiqueta) que han promovido los programas señeros de la cadena en cuestión.
Pero como sostiene el proyecto de bibliotecario, y estrella mediática, Mario Vaquerizo: la televisión ha de ser básicamente entretenimiento. Obviamente Mario no tuvo en cuenta al hacer estas declaraciones, a programas como el veterano Metrópolis o Página 2, el espacio sobre libros de la televisión pública; o igual el marido de Alaska, se refiere únicamente a las televisiones privadas, y no a la pública: puesto que su propia mujer presentaba un programa de corte cultural, hasta hace poco, como era Alaska y Segura.
Sea como sea, lo cierto es que la inquieta Milá no pretende nada que no lleve haciendo desde años otra diva catódica (¿o habría que decir plasmática? Mejor no, que se asemeja demasiado a ectoplasmática) como es la norteamericana Oprah Winfrey. La todopoderosa Winfrey aupó a las listas de más vendidos a todos los títulos que recomendaba a través de clubes de lectura, primero en televisión, y actualmente a través de la web (Oprah’s Book Club 2.0). Los más suspicaces pensarán que en sus recomendaciones entrarían dentro de la literatura tupperware; pero en este sentido no ha demostrado tener muchos prejuicios. Y así, Jonathan Frazen, Cormac McCarthy, Gabriel García Márquez, William Faulkner o Toni Morrison; se entremezclan sin distinciones con Maeve Binchy o Jacquelyn Mitchard.
Por muchos carteles y campañas que intenten convencer a los jóvenes (y no tan jóvenes) de que leer es sexy; en esta cultura obsesionada con la celebridad por la celebridad, el poder de un famoso a la hora de inducir a la lectura no es algo a despreciar.
El club de lectura que Mark Zuckerberg creó a través de su red social Facebook, lleva un total de 23 títulos recomendados hasta la fecha. Llamándose Caralibro resultaba de lo más natural que Zuckerberg terminara fomentando la lectura, lo que resultó más inquietante fue lo que dijo en el momento de crearla:
«estoy muy entusiasmado con este desafío. Encontré libros de lectura muy gratificantes. Los libros te permiten explorar completamente un tema, y sumergirte en una manera más profunda que la mayoría de los medios de comunicación contemporáneos. Espero poder cambiar mi dieta, de los medios de comunicación a los libros»
¿Una figura esencial del siglo XXI que descubre el poder de los libros a estas alturas? Si unimos esto a la tendencia de escuelas desenchufadas que promueven los gurús de Silicon Valley para educar a sus hijos: ¿será que las pantallas son las biblias pauperum del siglo XXI? ¿forma parte todo esto del nuevo orden mundial, en el que la lectura y las bibliotecas están volviendo a ser patrimonio de las élites; a expensas de un oscurantismo intelectual, irónicamente iluminado por millones de pantallas? Se empieza así y se termina como Daniel Estulin, escribiendo a todas horas sobre el grupo Bilderberg, los Illuminati o el Club de los inmortales.
Mejor nos quedamos con otras declaraciones, en este caso del escritor Junot Díaz que vienen muy a cuento, resultan perfectamente creíbles y dan un aire menos conspiranoico:
«cada vez que un joven abre un libro es tiempo que pasa sin pulsar botones, sin entrar en Facebook, sin pedir papel higiénico por Amazon. Si a una chica o a un chico les da por leer poesía, se salen de la cadena de producción de dinero y obtención de beneficios […] A las corporaciones les resulta insoportable la idea de que nadie le dedique a una novela las 20 o 30 horas que exige su lectura.»
Por todo ello, pese a desearle lo mejor al empeño de Mercedes Milá, no sabemos si su contrastada experiencia como maestra de circos mediáticos, le servirá para lograr su propósito de que la gente lea más (lo de salvar su negocio ya es otro cantar). ¿Se puede sensacionalizar algo tan íntimo, privado y recogido como es el acto de leer?
Otras figuras, como la actriz Reese Witherspoon utiliza su cuenta de Instagram para mostrar los libros que se está leyendo, a través del hashtag #RWBookclub; y ha convertido su afición por la lectura en un impulso para su carrera. A través de su productora Pacific Standard, compra los derechos de aquellos libros interesantes para llevar a la gran pantalla, y que le proporcionen buenos papeles.
Por su parte, Emma Watson convertida en adalid de la lucha feminista tras su celebrado discurso en las Naciones Unidas en 2014, creó en Twitter: #Oursharedshelf (Nuestra estantería compartida), bajo este hashtag muchas de los 21,7 M seguidores (M de millones, ¡qué bárbaro! algo así querríamos para el Twitter de @infobibliotecas) comparten sus lecturas y opiniones, siempre desde un prisma feminista. Lástima que en este momento su nombre se vea asociado a otro tipo de papeles (los de Panamá), que poco tienen que ver con la literatura.
La cantante country Dolly Parton a través de su organización Imagination library: lleva 20 años donando lotes de libros a comunidades de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá, para promover la lectura entre los niños en edad preescolar. Dolly salvando, pero que mucho, las distancias (caso Malaya, blanqueo de capitales, Julián Muñoz, Paquirrín, Cantora…) podría pasar por el equivalente a nuestras folclóricas; ¿alguien se imagina a Isabel Pantoja haciendo algo así?
En realidad, ¿alguien se imagina que nuestras celebridades locales se lanzasen a campañas de fomento de la lectura con la misma determinación que Nathan Fillion (el simpático escritor-detective de la serie Castle)? Kids need to read (los chicos necesitan leer) es la iniciativa del actor para promover la lectura entre lo más jóvenes.
Dejaremos para otros post, el repasar la lista de celebrities foráneas que han arrimado el hombro a la hora de defender a las bibliotecas en estos duros años de crisis. ¿Cuántas figuras con proyección mediática de nuestro país, salvo honrosas excepciones como Javier Marías, Manuel Rivas o la deliciosa Leticia Dólera, han elevado la voz para apoyar las redes de bibliotecas? Si como se dice tenemos los políticos que nos merecemos, también es de justicia colegir, que tenemos las celebrities que nos merecemos.
Pero volviendo al mundo televisivo para concluir. Haciendo un poco de zapeo por los canales, el minuto televisivo reciente más trascendental en cuanto a cultura; más que ninguno de los estupendos programas de Página 2 o cualquier otro espacio de la segunda cadena de TVE. Fue la entrevista del hijo de Ana Obregón y Alessandro Lecquio con Bertín Osborne en su programa En tu casa o en la mía. El intérprete de Amor mediterráneo, le confesaba al hijo de la actriz, haciendo gala de su campechanía y cercanía al pueblo llano, pese a su poderío inmobiliario:
Bertín Osborne: Filosofía macho, qué duro es eso […] en los últimos cursos del colegio lo de la filosofía era para mí, un peñazo macho, que no se lo saltaba un romano.
Alex Lecquio García: Yo creo que la filosofía te enseña a pensar, por así decirlo a ser, a tener autonomía en tus pensamientos, no depender de los valores y principios que rigen la sociedad […] encontré un refugio en los estudios, a mí me apasionan los libros.
¿Exageración? Puede ser, pero que el hijo de la intérprete de Ana y los siete y el conde Lecquio, haya declarado así su amor por la cultura en prime time, (y encima por la filosofía) resulta el discurso más subversivo que cabía esperar en el panorama televisivo actual.
Si Mercedes Milá vio el programa, no es de extrañar que albergue esperanzas de que su proyecto de fomentar la lectura a través de Mediaset, tenga posibilidades de éxito. También es cierto, que si el que hubiera pronunciado estas palabras, en vez del hijo de la bióloga y el aristócrata italiano de papel cuché: hubiera sido el hijo de la intérprete de Marinero de luces, entonces no cabría duda alguna, de que en este país la lectura tendría futuro. Pero imaginar algo así sería magnificar demasiado las cosas, como dicen que ocurre en la casa de Gran Hermano.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com