Reality show de biblioteca

 

Recientemente el periódico británico ‘The Guardian’ ha ido publicando listas de las 100 películas, discos, libros y shows de televisión más relevantes en lo que va de siglo. En el puesto 33 del listado referente a programas de televisión aparece Big Brother, y en el primero: Los Soprano. No vamos a discutir lo acertado de aupar la serie de Tony Soprano al primer puesto: pero por mucho que nos gusten Los Soprano: si hay un programa de televisión que ha marcado culturalmente al nuevo siglo ese ha sido, sin duda, Big Brother.

 

 

Andrea Caracortada interpretada por Victoria Abril en Kika (1992): pertrechada para el sensacionalismo.

Pero un inciso antes de ir al asunto: ¿no deberíamos lanzar desde Infobibliotecas una votación para que los bibliotecarios de habla hispana votásemos los mejores libros, películas, discos y cómics de cada año y convertirlo en costumbre?

¿No sería una buena manera de aumentar nuestra presencia en redes y medios si nos ponemos a ello? Nos quedamos rumiando la idea, a ver si conseguimos llevarla a cabo, y alcanza más ediciones que Big Brother.

Pero restableciendo la conexión con la casa de Gran Hermano. España tiene el dudoso honor de ser el país que más ediciones del programa de telerrealidad Gran Hermano acumula. Fue allá por el 2000 cuando la autodenominada cadena amiga, que más formatos (que no contenidos) innovadores ha importado o creado: compró los derechos del formato televisivo ideado en Holanda. Un formato que ha invadido, en sus diversas variantes, las parrillas televisivas de todo el mundo.

 

 

Sopladores de vidrio, constructores de escenarios con piezas Lego, forjadores…la variedad del mundo de la telerrealidad no parece conocer límites como recogía no hace mucho una crónica en ‘El País‘. A este paso no habrá gremio que quede fuera de algún tipo de reality televisivo. Pero ¿dónde están las bibliotecas en esto de la telerrealidad? Si rebuscamos las conexiones terminan por aparecer.

Las escritoras Germaine Greer, Lucía Etxebarría, Isabel Pisano, el director de cine Ken Rusell o el cantante punki Johnny Rotten: son algunos de los concursantes en distintos realities cuyas obras lucen en las estanterías de la mayoría de bibliotecas. Y si bien, ninguno de ellos debe su fama a lo que muchos consideran el episodio más bochornoso de sus respectivas carreras: no es improbable que, algún día, al igual que hay discos de David Bisbal, Kelly Clarkson o Amaia: la obra literaria del ganador de un reality luzca en las estanterías de las bibliotecas.

 

 

De momento la que llegará en breve es la última novela de Salman Rushdie con un título tan español como Quichotte. En ella, su protagonista, un escritor sin éxito de novelas de suspense, consume reality shows de manera compulsiva hasta caer rendidamente enamorado de un ex estrella de Bollywood. En pos de su amada inicia un viaje por los Estados Unidos en compañía de su hijo imaginario de nombre Sancho. Como paisaje de fondo de esta road novel van desfilando muchos de los problemas más acuciantes de la vida cotidiana de los estadounidenses.

Rushdie se empapó de realities para documentarse. Según ha declarado en una entrevista promocional: todos nadamos en el mismo mar (seamos o no espectadores de realities) porque el ambiente de verdades y mentiras que generan afectan a nuestro entorno, e inevitablemente nos condicionan de un modo u otro. Cabe preguntarse, si acaso alguien no lo ha hecho ya: si el autor de los célebres Versos satánicos aceptaría participar en uno de esos programas. Siempre con coartada sociológica-cultural, por supuesto.

 

En 2013 el grupo folclórico puertorriqueño Guamanique elaboró un proyecto de reality show en el que grabasen su gira como una forma de financiarse. Lo vendieron como ‘el primer reality cultural’ pero no obtuvieron respuesta.

 

El escritor…Un reality de novela fue el título de un proyecto televisivo que la productora Only Productions, allá por 2015, quiso poner en antena. Al igual que se han evaluado las habilidades canoras, culinarias, seductoras, danzarinas o de supervivencia: se pretendía evaluar el talento literario de 12 jóvenes escritores. Pero la propuesta no llegó a buen puerto.

No es algo nuevo, a principios de década, la televisión italiana anunció un programa de similares características bajo el nombre de Masterpiece (Obra maestra), en el que el premio para el vencedor consistía en un contrato editorial y una fuerte campaña de publicidad.

Y en el 2012, en el I Premio Global Village de Novela en México, el premio para los autores de las diez mejores novelas seleccionadas: consistía en participar como concursantes en el reality show El juego de los escritores.

El concurso italiano llegó a coronar a un ganador, pero su audiencia fue tan baja, que las aspiraciones de vender el formato a cadenas de otros países se vieron frustradas. Y a tenor de un artículo del blog Writer beware (Cuidado con el escritor), el listado de fracasos televisivos a la hora de unir espectáculo y literatura ocupa varios cajones en las productoras de televisión.

 

Los ganadores del reality show holandés ‘El pueblo español’ en su casa en Polopo.

 

Tal vez si prospera el formato del reality show holandés, El pueblo español, hayan nuevas vías que explorar en torno a la idea de un reality bibliotecario. El concurso holandés ha sido noticia en los medios españoles, recientemente, por haber cambiado por completo la vida un pequeño pueblo de Las Alpujarras (Polopos).

Durante seis meses, 10 parejas tenían que vivir en el pueblo y aportar propuestas para revitalizar el, cada vez más deshabitado, Polopos. El caso es que los ganadores, decididos a quedarse a vivir en el pueblo, van a invertir los 20.000 euros del premio en abrir una residencia artística en el pueblo. Y como consecuencia directa del éxito de audiencia, la afluencia de turistas holandeses a la localidad granadina, no para de incrementarse.

¿Nos aguantamos las ganas de hacer una lectura en clave política? Pues no. Nuestros políticos, en campaña electoral, se llenan la boca con lo de la España vacía y ahora vienen los flamencos (los de la Europa del norte no los de las cuevas del Sacromonte): y aportan soluciones. Mientras los políticos españoles alcanzan niveles propios de un Gran Hermano: la realidad, la de verdad, no la de los políticos, se busca la vida en formato reality.

El aprendiz de celebridad: el reality show de Donald Trump. Siete años después del show Trump ha convertido en un reality show la presidencia de los Estados Unidos.

 

¿Qué posibilidades abre esto para el mundo bibliotecario? ¿Cuántas bibliotecas de pequeñas (y no tan pequeñas) poblaciones, arrinconadas por sus concejales o consejeros, no serían maravillosos platós para realities del tipo del holandés? ¿A qué están esperando las productoras para idear algo similar? Nuestra serie El ángel exterminador bibliotecario es un cajón de ideas a explotar en ese sentido.

¿En qué otro lugar podría darse un casting más heterogéneo que en una biblioteca?  ¿Dónde hay más rincones para, ponérselo difícil a las cámaras, y practicar el flirteo entre estanterías? ¿Qué hay de la emoción, hasta las lágrimas, cuando un usuario localiza disponible la siguiente temporada de su serie favorita? ¿En qué otro hábitat adverso se podría ambientar mejor un concurso de supervivencia para los que despectivamente tildan de ninis y chonis? Por no abordar cuestiones de personal y presupuestos, con las que ya entraríamos en el subgénero de las snuff movies. Biblioteca choni: tiki tiki. Lo vemos.

 

 

Como se lamentaba Vargas Llosa en su ensayo: “en la civilización del espectáculo el intelectual sólo interesa si sigue el juego de moda”. Claro está, que repasar lo que de manera tan sensata planteaba Vargas Llosa, mientras se miran sus fotos junto a Isabel Preysler en el ¡Hola!: puede resultar una de las experiencias más paradójicas de nuestro tiempo.

La delgada línea que separaba a la civilización del espectáculo ha resultado ser de papel cuché. Para regocijo del paisano de Vargas Llosa: el literato (pero también estrella televisiva) Jaime Bayly.

El autor de Pecho frío abrazó sin prejuicios, desde el principio, referentes de la cultura popular en su literatura. Por eso no es de extrañar que le dedicara varios artículos al romance. Una prueba de que los escritores puede ser tan buenos como los ninis a la hora de dar espectáculo tirándose los trastos a la cabeza públicamente.

El caso es que, como aseguraban en este divertido y completo repaso a la historia de los realities en España: el formato no parece dar síntomas de agotamiento. E igual que las denostadas españoladas del cine de los 60 ahora son magníficos documentos sociológicos para estudiar aquellos años: los realities lo serán, o más bien, ya lo son para estudiar la sociedad de nuestro tiempo. Del landismo al chonismo. Toda una evolución de nuestra sociedad a través de las pantallas.

Y si se trata de creadores que han capturado con tino nuestra realidad más inmediata, pocos lo han sabido hacer tan bien como Pedro Almodóvar. En su vapuleada Kika (1992), esperpentizó en el personaje de  la presentadora destroyer Andrea Caracortada, esa explotación del morbo que se ha convertido en figura de estilo del discurso de los medios de masas. Lo peor del día, un buen título para acabar este post.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

La lectura todo lo magnifica

 

«era más que un azar, era un milagro, porque los programas culturales son raros en la televisión española, los españoles no aman los programas culturales, ni la cultura en general, es un territorio que les resulta profundamente hostil, a veces se tiene la impresión, cuando se les habla de cultura, de que se les hace una especie de ofensa personal»

Fragmento de La posibilidad de una isla de Michel Houellebecq

 

A finales del pasado mes de abril saltaba la noticia de que la periodista Mercedes Milá estrenará, en breve, un programa sobre libros en alguno de los canales de Mediaset. ¿Se habrá hartado Paolo Vasile del manido meme que lleva años pululando por la Red sobre el suicido de libros cada vez que alguien pone Telecinco?

 

TeleCinco

 

Mercedes Milá es propietaria de la librería +Bernat en Barcelona, y según también noticias recientes, como una de tantas librerías en nuestro país: su negocio está en serio peligro de cierre. Tal vez esta apuesta de Vasile sea un capote que le echa a una de sus estrellas; o también puede ser, que forme parte del acuerdo que parecen tener, por el que por cada reality show al que aporta su carisma la Milá: la cadena le concede otro tipo de programas, con los que la periodista pueda ver satisfechas sus inquietudes profesionales más allá de edredonings y confesionarios. Pura chismografía, pero viniendo de la cadena de Sálvame, cualquier conjetura es aceptable hasta que se demuestre lo contrario.

 

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Mercedes Milá en su librería

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Logo del desaparecido programa Alaska y Segura

 

Ojalá que el tirón mediático de la Milá consiga fomentar la lectura, y no termine predicando en el desierto atestado de ninis, chonis, cutrefamosos, y demás celebrities (en el medio de los talents, los coaches o los realities, el uso de anglicismos gratuitos es casi cuestión de etiqueta) que han promovido los programas señeros de la cadena en cuestión.

Pero como sostiene el proyecto de bibliotecario, y estrella mediática, Mario Vaquerizo: la televisión ha de ser básicamente entretenimiento. Obviamente Mario no tuvo en cuenta al hacer estas declaraciones, a programas como el veterano Metrópolis o Página 2, el espacio sobre libros de la televisión pública; o igual el marido de Alaska, se refiere únicamente a las televisiones privadas, y no a la pública: puesto que su propia mujer presentaba un programa de corte cultural, hasta hace poco, como era Alaska y Segura.

 

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Cáustico y despectivo repaso a las razones por las cuales Oprah Winfrey aúpa al top de ventas a los libros que recomienda. Si se leen buenos libros ¿importa quién los promocione?

 

Sea como sea, lo cierto es que la inquieta Milá no pretende nada que no lleve haciendo desde años otra diva catódica (¿o habría que decir plasmática? Mejor no, que se asemeja demasiado a ectoplasmática) como es la norteamericana Oprah Winfrey. La todopoderosa Winfrey aupó a las listas de más vendidos a todos los títulos que recomendaba a través de clubes de lectura, primero en televisión, y actualmente a través de la web (Oprah’s Book Club 2.0). Los más suspicaces pensarán que en sus recomendaciones entrarían dentro de la literatura tupperware; pero en este sentido no ha demostrado tener muchos prejuicios. Y así, Jonathan Frazen, Cormac McCarthy, Gabriel García Márquez, William Faulkner o Toni Morrison; se entremezclan sin distinciones con Maeve Binchy o Jacquelyn Mitchard.

Por muchos carteles y campañas que intenten convencer a los jóvenes (y no tan jóvenes) de que leer es sexy; en esta cultura obsesionada con la celebridad por la celebridad, el poder de un famoso a la hora de inducir a la lectura no es algo a despreciar.

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El club de lectura que Mark Zuckerberg creó a través de su red social Facebook, lleva un total de 23 títulos recomendados hasta la fecha. Llamándose Caralibro resultaba de lo más natural que Zuckerberg terminara fomentando la lectura, lo que resultó más inquietante fue lo que dijo en el momento de crearla:

«estoy muy entusiasmado con este desafío. Encontré libros de lectura muy gratificantes. Los libros te permiten explorar completamente un tema, y sumergirte en una manera más profunda que la mayoría de los medios de comunicación contemporáneos. Espero poder cambiar mi dieta, de los medios de comunicación a los libros»

 

¿Una figura esencial del siglo XXI que descubre el poder de los libros a estas alturas? Si unimos esto a la tendencia de escuelas desenchufadas que promueven los gurús de Silicon Valley para educar a sus hijos: ¿será que las pantallas son las biblias pauperum del siglo XXI? ¿forma parte todo esto del nuevo orden mundial, en el que la lectura y las bibliotecas están volviendo a ser patrimonio de las élites; a expensas de un oscurantismo intelectual, irónicamente iluminado por millones de pantallas? Se empieza así y se termina como Daniel Estulin, escribiendo a todas horas sobre el grupo Bilderberg, los Illuminati o el Club de los inmortales.

 

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El auténtico botón de Esc del teclado de cualquier ordenador

 

Mejor nos quedamos con otras declaraciones, en este caso del escritor Junot Díaz que vienen muy a cuento, resultan perfectamente creíbles y dan un aire menos conspiranoico:

«cada vez que un joven abre un libro es tiempo que pasa sin pulsar botones, sin entrar en Facebook, sin pedir papel higiénico por Amazon. Si a una chica o a un chico les da por leer poesía, se salen de la cadena de producción de dinero y obtención de beneficios […] A las corporaciones les resulta insoportable la idea de que nadie le dedique a una novela las 20 o 30 horas que exige su lectura.»

 

Por todo ello, pese a desearle lo mejor al empeño de Mercedes Milá, no sabemos si su contrastada experiencia como maestra de circos mediáticos, le servirá para lograr su propósito de que la gente lea más (lo de salvar su negocio ya es otro cantar). ¿Se puede sensacionalizar algo tan íntimo, privado y recogido como es el acto de leer?

 

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Instagram de la actriz Reese Witherspoon

 

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Recientemente el Príncipe Guillermo, desvelaba cuáles son los libros favoritos del principito George en la versión inglesa del ¡Hola! ¿Los royals del siglo XXI como prescriptores literarios?

 

Otras figuras, como la actriz Reese Witherspoon utiliza su cuenta de Instagram para mostrar los libros que se está leyendo, a través del hashtag #RWBookclub; y ha convertido su afición por la lectura en un impulso para su carrera. A través de su productora Pacific Standard, compra los derechos de aquellos libros interesantes para llevar a la gran pantalla, y que le proporcionen buenos papeles.

Por su parte, Emma Watson convertida en adalid de la lucha feminista tras su celebrado discurso en las Naciones Unidas en 2014, creó en Twitter: #Oursharedshelf (Nuestra estantería compartida), bajo este hashtag muchas de los 21,7 M seguidores (M de millones, ¡qué bárbaro! algo así querríamos para el Twitter de @infobibliotecas) comparten sus lecturas y opiniones, siempre desde un prisma feminista. Lástima que en este momento su nombre se vea asociado a otro tipo de papeles (los de Panamá), que poco tienen que ver con la literatura.

 

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¡Atrévete a leer un libro este fin de semana! ¿Guerra y paz? ¿Matar a un ruiseñor? ¿El guardían entre el centeno?¿El corazón es un cazador solitario? ¿Por quién doblan las campanas? ¿El ruido y la furia? ¿La habitación de Giovanni?¿La campana de cristal? Estos libros cambiaron mi vida

La cantante country Dolly Parton a través de su organización Imagination library: lleva 20 años donando lotes de libros a comunidades de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá, para promover la lectura entre los niños en edad preescolar. Dolly salvando, pero que mucho, las distancias (caso Malaya, blanqueo de capitales, Julián Muñoz, Paquirrín, Cantora…) podría pasar por el equivalente a nuestras folclóricas; ¿alguien se imagina a Isabel Pantoja haciendo algo así?

En realidad, ¿alguien se imagina que nuestras celebridades locales se lanzasen a campañas de fomento de la lectura con la misma determinación que Nathan Fillion (el simpático escritor-detective de la serie Castle)? Kids need to read (los chicos necesitan leer) es la iniciativa del actor para promover la lectura entre lo más jóvenes.

Dejaremos para otros post, el repasar la lista de celebrities foráneas que han arrimado el hombro a la hora de defender a las bibliotecas en estos duros años de crisis. ¿Cuántas figuras con proyección mediática de nuestro país, salvo honrosas excepciones como Javier Marías, Manuel Rivas o la deliciosa Leticia Dólera, han elevado la voz para apoyar las redes de bibliotecas? Si como se dice tenemos los políticos que nos merecemos, también es de justicia colegir, que tenemos las celebrities que nos merecemos.

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Alex Lecquio García y Bertín Osborne en el momento cultural televisivo más trascendental de los últimos años

 

Pero volviendo al mundo televisivo para concluir. Haciendo un poco de zapeo por los canales, el minuto televisivo reciente más trascendental en cuanto a cultura; más que ninguno de los estupendos programas de Página 2 o cualquier otro espacio de la segunda cadena de TVE. Fue la entrevista del hijo de Ana Obregón y Alessandro Lecquio con Bertín Osborne en su programa En tu casa o en la mía. El intérprete de Amor mediterráneo, le confesaba al hijo de la actriz, haciendo gala de su campechanía y cercanía al pueblo llano, pese a su poderío inmobiliario:

Bertín Osborne: Filosofía macho, qué duro es eso […] en los últimos cursos del colegio lo de la filosofía era para mí, un peñazo macho, que no se lo saltaba un romano.

Alex Lecquio García: Yo creo que la filosofía te enseña a pensar, por así decirlo a ser, a tener autonomía en tus pensamientos, no depender de los valores y principios que rigen la sociedad […] encontré un refugio en los estudios, a mí me apasionan los libros.

¿Exageración? Puede ser, pero que el hijo de la intérprete de Ana y los siete y el conde Lecquio, haya declarado así su amor por la cultura en prime time, (y encima por la filosofía) resulta el discurso más subversivo que cabía esperar en el panorama televisivo actual.

Si Mercedes Milá vio el programa, no es de extrañar que albergue esperanzas de que su proyecto de fomentar la lectura a través de Mediaset, tenga posibilidades de éxito. También es cierto, que si el que hubiera pronunciado estas palabras, en vez del hijo de la bióloga y el aristócrata italiano de papel cuché: hubiera sido el hijo de la intérprete de Marinero de luces, entonces no cabría duda alguna, de que en este país la lectura tendría futuro. Pero imaginar algo así sería magnificar demasiado las cosas, como dicen que ocurre en la casa de Gran Hermano.

 

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Los Simpson, las bibliotecas y los libros ¡Mooola!

acaba de cumplir 25 años en pantalla, hemos pensado rendirles homenaje de la forma más bibliotecaria posible para dar la bienvenida al nuevo año con buen rollo y riéndonos un poco de todo. Por eso hemos estado trasteando para encontrar grandes frases y momentos estelares de la serie alrededor de las bibliotecas y los libros. Ahí van. Los carteles promocionales de la Biblioteca de Springfield: Algunos no saben cómo captar usuarios: “Venta de libros de la biblioteca: tenemos pornografía”. O bien: “Tenemos libros sobre la televisión”. simpsonbibliotecacarteles Sobre ser parte de la comunidad: Belle, hablando sobre el burdel: «Formamos parte de Springfield tanto con la iglesia, la biblioteca y el loquero”. Sobre el préstamo de libros: Bart: “Lisa, no podemos permitirnos todos esos libros” Lisa: “Bart, solo los estamos tomando prestados”. Bart: “Ah, ah… eh… ‘pa’ mi, ‘pa’ mi”. simpsons-LisayBartBiblio Lisa, que es la gran amante de los libros y las bibliotecas en la familia, confiesa en un episodio: “Mi familia nunca habla sobre la calidad del servicio de las bibliotecas, y cada vez que intento desviar la conversación hacia el tema, me miran como si fuera una empollona rara”. Ya veis, los de la familia de Lisa, que son gente sin criterio. ¿A que vosotros tenéis más suerte con las vuestras? SimpsonLisapilalibros Y aunque al principio, Bart no conociera bien cómo funcionaba esto de las bibliotecas, luego va haciendo alguna que otra incursión en ellas. En un episodio cuenta: “No hay guerras buenas, con las siguientes excepciones: la Revolución Americana, la II Guerra Mundial y la Trilogía de la Guerra de las Galaxias. Si quieres saber más sobre las guerras, hay un montón de libros un tu biblioteca local, muchas de ellos con fotos sangrientas muy molonas. Bueno, buenas noches a todo el mundo. ¡Paz, tío! De la siguiente escena pueden tomar nota Carmen Fenoll y las bibliotecas catalanas que están en ello 😉 Homer: “¿Bibliotecas vendiendo libros? Si no los queríamos cuando eran gratis, por qué íbamos a querer pagar por ellos”. homer-simpson-donut-wallpaper-i9Y es que Homer no es precisamente un fan de las bibliotecas como Lisa. En uno de esos episodios que emiten por Halloween dice mientras, conduciendo por la calle, ve una tienda de donuts con un cartel luminoso que representa a un niño que sostiene una rosquilla sobre su cabeza: “Ah, la milla del milagro, donde lo que de verdad vale lleva sobrero de neón, y no hay una sola iglesia o una biblioteca que ofenda la mirada”. Sobre los que sí usan la biblioteca: Marge está preocupada porque su madre y el padre de Homer están muy solos, y le plantea a su marido: “Podrían ir juntos a una sesión matinal en el cine, o de compras. O a esa sala de la biblioteca que está llena de ancianos, ¿cuál es? Ah, sí, la de las revistas.

Los libros y Los Simpson

Sobre libros también hay grandes momentos, como ese en el que Homer dice: “Los libros no sirven para nada. Sólo he leído uno, “Matar a un ruiseñor”, y no da ni la más mínima pista de cómo hacerlo. Claro que me enseñó a no juzgar a las personas por el color de su piel… pero ¿de qué me sirve a mí eso?». SimpsonLisaUnicosamigosY, por supuesto, está el gran amor de Lisa por los libros. Ahí está el momento en el que Marge la ve triste y le pregunta por qué no llama a alguno de sus amigos. Lisa responde sosteniendo unos libros: “Estos son mis únicos amigos: ratones de biblioteca como Gore Vidal, e incluso él ha besado a más chicos que los que yo besaré jamás.» La serie está llena de guiños a la cultura popular. Aquí uno de los más recientes: su homenaje a “Juego de tronos”. Sobre la saga de Harry Potter, la familia se encuentra en un episodio con J. K. Rowling y Lisa, llena de admiración, le pregunta qué ocurre al final de la saga. Rowling, hastiada del rollo “fan”, contesta: Harry crece y se casa contigo. ¿Es eso lo que quieres oir? Lisa responde embelesada: Síiiii Pero también hacen referencias a grandes escritores que no deambulan precisamente por la cultura de masas. en un episodio, los guionistas se vienen arriba y hacen que el enigmático Thomas Pynchon dé señales de vida y quiera hasta firmar autógrafos. Y para terminar os dejamos este hilarante vídeo con algunos de los mejores momentos de Los Simpson (mira que tiene que ser difícil elegirlos). Termina estelarmente con Homer utilizando un carrito bibliotecario a modo de patinete, al grito de “Voy a matar a Moe”. ¡Feliz 2014! ]]>

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com