Bibliocondría: patologías bibliotecarias

 

Cada profesión, cada trabajo tiene unas patologías. La revolución industrial del XIX acarreó enfermedades asociadas al trabajo que la mejora en las condiciones ha logrado erradicar en muchos casos. No es que la revolución digital del XXI no lleve consigo la carga de nuevos riesgos laborales, es sencillamente, que aún estamos en fase de experimentación de dolencias futuras.

La digitalización que ha confundido la vida privada y la laboral ha uniformado las dolencias de numerosas profesiones: molestias oculares, trastornos de sueño, dolores lumbares, contracturas en hombros, cefaleas, pérdida de visión… Riesgos laborales todos ellos que no se encuadrarían dentro de lo que aquí bautizamos como bibliocondría.

La bibliocondría es una afección que puede manifestarse de muy diversas maneras y abierta a las aportaciones que cualquiera que se mueva en el ámbito bibliotecario quiera añadir. Una afección que se desarrolla en el ámbito de lo psicológico:

  • bibliocondría es lo que padecen los estudiantes que ven como cambian las bibliotecas y llenan buzones de reclamaciones y redes sociales con sus quejas exigiendo un silencio perenne
  • bibliocondría es el vértigo que sienten, aún a estas alturas, algunos profesionales de bibliotecas ante las transformaciones que cuestionan procesos y hábitos adquiridos
  • bibliocondría es la sensación de salto al vacio cuando se sale de lo rutinario para experimentar con fórmulas nuevas
  • bibliocondría, ampliando el espectro, es también lo que sienten las multinacionales de contenidos digitales ante la perturbadora presencia de unas instituciones antidiluvianas. Unos servicios que sobreviven y plantean anomalías en las relaciones entre productores y consumidores de cultura al no moverse en pos de beneficio económico
  • bibliocondría es la resistencia a perder las esencias olvidando que las esencias siempre han sido volátiles y fáciles de contaminar
  • bibliocondría, en definitiva, no es más que miedo. Una hipocondría aplicada al cuerpo bibliotecario que puede afectar tanto a profesionales como a público.

Superar los miedos, tras casi dos años de pandemia, ha perdido estatus como frase hecha. El debate que se está planteando a raiz de sucesos trágicos como el suicidio de la actriz Verónica Forqué ha puesto en primer plano, por fin, el asunto de la salud mental. El escritor británico Matt Haig declaraba recientemente que la buena terapia y el arte buscan una especie de verdad.

Haig habla desde la experiencia. Tras años como DJ, con 24 años, había llegado al límite. Drogas, alcohol y una profunda depresión le llevaron a pensar en el suicidio frente a un acantilado ibicenco. Y decidió pisar el freno. Años después el británico volcó en la escritura sus experiencias con libros que han sido best sellers bordeando, pero sin llegar a caer de lleno, en la autoayuda. Su novela La biblioteca de la medianoche se nutría también de su experiencia con la depresión pero en este caso desde la literatura.

 

 

Su protagonista, Nora, despierta tras ingerir una sobredosis de pastillas en una biblioteca infinita. Allí se encuentra con la que fuera la bibliotecaria de su colegio: la señora Elm. Una mujer amable que le informa de que mientras se encuentre en la biblioteca estará libre de la muerte. A partir de ahí, cada libro de la biblioteca se convierte en una puerta abierta a las posibles vidas que Nora podría haber vivido. Una variación argumental que, muy propio para estas fechas, invoca ecos del clásico navideño dickensiano. Al final la protagonista tendrá que tomar una decisión. Una decisión que, si la adaptación es fiel, servirá también de final para la próxima serie que está montando Netflix con el escritor como productor ejecutivo.

Adaptación de la novela infantil de Matt Haig para Netflix.

Como sostiene Haig en la citada entrevista «Los libros y las bibliotecas son el lugar donde encontramos otras versiones de nosotros mismos”. Y algo de verdad hay más allá de la ficción reconfortante de sus novelas a tenor de una de las últimas noticias que llegan de su país de origen.

Desde hace treinta y ocho años la empresa Ipsos Group dedicada a la investigación de mercados realiza un análisis sobre la percepción que la ciudadanía tiene respecto a diferentes profesiones. Pues bien, los resultados en Reino Unido, han dado una alegría para el gremio bibliotecario.

Que en un país donde en los últimos años se ha vivido una auténtica masacre bibliotecaria en presupuestos, cierres de centros y recortes salvajes: el 93% de quienes han respondido a la encuesta hayan situado a la bibliotecaria como una de las profesiones en las que más confian: es para celebrarlo.

Tras el gremio de enfermería, la profesión bibliotecaria obtiene el segundo puesto en un listado que prosigue en los siguientes puestos con el cuerpo médico, el profesorado y curadores de museos.

 

El éxito es aún mayor porque es la primera vez que la profesión bibliotecaria aparece en el ranking de credibilidad a nivel mundial. ¿Cuánto tendrá que ver en esta súbita percepción la enorme labor que las bibliotecas han desarrollado durante esta pandemia? Sin lugar a dudas mucho. Pero la encuesta arroja otros datos curiosos: las mujeres bibliotecarias se perciben más fiables que sus colegas masculinos: 92% frente al 62%. En las personas con estudios se incrementa la confianza en la profesión en un 96% frente al 85% (ni tan mal) de la población con nivel más bajo de estudios.

Y tal vez lo más meritorio de todo: tanto personas con ideas políticas conservadoras como progresistas coinciden en la fiabilidad de la profesión bibliotecaria con porcentajes (95-94%) prácticamente iguales. Datos que son la mejor terapia para cualquier tipo de bibliocondría.

Y si Sheldon Cooper y su visionaria hipocondría, vistos los tiempos que vivimos, encabeza este post concluyamos con otro personaje de serie. El nunca suficientemente ensalzado Tony Soprano. Un personaje, una serie, perfecta, magistral. Una obra maestra. Las escenas de sus terapias con la psiquiatra son tan míticas como cualquiera de las escenas con diván del mismísimo Woody Allen. Pero en un registro muy distinto.

 

 

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

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