Dicen los analistas y los que hablan de oídas (como es el caso), que el triunfo electoral del Brexit ha tenido más que ver con el enaltecimiento del ego británico de las clases bajas, que con un repudio consciente a la Unión Europea. Los nacionalismos siempre apelan al ego de aquellos que lo tienen más frágil, y en estos tiempos en que gracias a la tecnología el culto del ego alcanza el paroxismo; el caldo de cultivo parece más fértil que nunca.
Si el Narciso de la mitología griega se ahogó embelesado con su propio reflejo; desde el 2014, sólo han hecho falta un palo de selfie y un precipicio, para que 49 incautos narcisistas hayan terminado consiguiendo el protagonismo que buscaban en las redes, a título póstumo. No sabemos aún si los que han votado por el Brexit coquetean con el precipicio, pero el selfie que se han hecho no les favorece. Pero en un país en el que la crisis se ha llevado por delante más de 350 bibliotecas públicas, la única manera de reforzarse la autoestima deben ser los discursos simplistas (tras la resaca electoral, más de uno dirá que también en nuestro país, pero como decían Tip y Coll, la próxima semana hablaremos del Gobierno, hoy no toca).
En el último número de la revista Infobibliotecas, se incluye una crónica de la reunión OCLC EMEARC 2016, celebrada en Madrid a principios de marzo. En este encuentro entre profesionales de la información, bibliotecarios y emprendedores se abordó la denominada «generación selfie«: sus vidas digitales, sus espacios sociales y sus necesidades educativas. Captar la atención de los jóvenes entre 16 y 24 años es el gran reto tanto para bibliotecas, como para el resto de instituciones educativas y culturales; pero más allá de las interesantísimas reflexiones e intercambio de experiencias (para eso habrá que leer la revista), lo que destacamos aquí es una foto del reportaje; concretamente el mensaje que reza en la espalda de la camisa de uno de los participantes: Believe in your selfie (Cree en tus selfies).
Es cierto que uno de los momentos más provocadores del encuentro, fue cuando el joven empresario Luis Iván Cuende, arremetió contra el sistema educativo, y hasta llegó a sostener que para él las universidades podrían desaparecer y ser sustituidas por bibliotecas, dado que todo está ya online, y lo único que necesita esta generación selfie, son espacios colectivos en los que reunirse.
Bien, suena iconoclasta y blasfemo, como debe sonar todo discurso de un joven airado; pero más allá de estas halagadoras palabras para las bibliotecas (que no para los bibliotecarios, ¿qué papel jugarían si su idea suena un poco a la de un autoservicio?), lo que verdaderamente da la pista es el eslogan en la camisa del anónimo asistente. Si algo deja claro es que si se quiere atraer el disperso interés de esta juventud, no hay otra que elevarles la autoestima, que satisfacerles el ego. Y ¿cómo se hace eso desde una biblioteca?
En las actas del III Congreso de Bibliotecas Públicas se incluía la comunicación de Antonio Díaz Grau: La biblioteca pública como lugar de reforzamiento de la autoestima de los miembros de su comunidad. Entre las propuestas que Díaz Grau enumeraba, para reforzar la autoestima de colectivos e individuos especialmente vulnerables, se recogían: desde grupos raciales, a ancianos, niños y adolescentes. E incluso abordaba una interesantísima actividad desarrollada para combatir el tan, lamentablemente de actualidad, asunto del bullying o acoso escolar.
Pero esta comunicación fue en 2006, no existía aún Instagram, ni los palos para selfies, ni siquiera al autorretrato de toda la vida se le había dado ese nombre. Ahora la autoestima de casi todos, se refuerza a base de seguidores en Instagram, Likes en Facebook, o retuit en Twitter. Y sin tan duchos son en estas herramientas: ¿por qué no dejar que sean los propios jóvenes los que alimenten las redes sociales de la biblioteca?
Muchas secciones juveniles de bibliotecas podrían contar con la colaboración de algún/os booktubers. Jóvenes con ganas de compartir sus lecturas, a los que la biblioteca les proporciona las lecturas de su interés, y que a cambio, las comparten a través del canal de Youtube de la biblioteca. Habría que contar con la autorización de los padres, claro está, pero hasta el momento el gremio bibliotecario aún conserva cierta respetabilidad de cara a los progenitores.
Hace unos días, en el blog de Infotecarios, la documentalista peruana Silvana Aquino, hablaba de los Bookstragrammers (cada vez un nuevo anglicismo a cual más retorcido), los jóvenes que fomentan el amor por la lectura a través de fotografías de sus lecturas, o de ellos mismos con libros tapándoles la cara. Hay que correr para coger algunos de estos trenes, que pasan con la misma rapidez que los hits en las listas de reproducción del Spotify.
En Latinoamérica nos llevan algo de ventaja en esto de masajearles el ego a los nativos digitales; o dicho más políticamente correcto: en aprovechar las destrezas digitales de los jóvenes para los fines de la biblioteca.
¿Para cuándo un concurso de booktubers en bibliotecas públicas como el que se celebró en Chile a finales del 2015? La Coordinación del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas ha establecido una fructífera colaboración entre las comunidades de booktubers y las más de 450 bibliotecas públicas del país. Para ello, han capacitado a 20 responsables de bibliotecas municipales en edición de vídeos; y en los cursos de formación, están presentes booktubers célebres en el país. Laura Mera junto con Pía Fuentes, dos de las booktubers con más tirón en las redes, han sido las encargadas de captar a más jóvenes que quieran colaborar con las bibliotecas públicas.
En Uruguay, el pasado 7 de junio se entregaron los premios a los ganadores del Concurso Booktubers Uruguay en la Biblioteca Nacional. Repartidos en tres categorías por edades, de 9 a 12 años, de 13 a 18, y de 18 en adelante (porque el amor por la lectura, y el narcisismo no tiene edad). Los 64 vídeos de los participantes se colgaron todos en el canal de Youtube del Ministerio de Educación y Cultura uruguayo.
En la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, las colas en las casetas con youtubers célebres como Germán Garmendía, superaban en mucho las que se formaban ante figuras consagradas como Alberto Manguel, Mario Vargas Llosa o María Kodama. Y otro tanto pasó en la reciente Feria del Libro de Madrid. No vamos a decir que las bibliotecas deban colaborar con El Rubius o AuronPlay; aunque ¿por qué no? Si los videojuegos son otro campo que hay que sumar a la oferta bibliotecaria: ¿llegará el día en que El Rubius pueda convertirse en colaborador de las bibliotecas? Todo es cuestión de masajear el ego con algo de respetabilidad a la antigua, y hasta las generaciones más descreídas se crecen ante la perspectiva de dar lecciones a sus mayores.
Como sostiene el neuropsicólogo Álvaro Bilbao en el artículo Por qué tus hijos no son nativos digitales, publicado en El Mundo:
«Tus hijos no son nativos digitales, porque son nativos de un mundo natural. Un mundo en el que manos, boca, ojos, olfato e inteligencia están estrechamente unidos. Millones de años de evolución ha dotado a tus hijos de un cerebro preparado para aprender tocando, escuchando, hablando y jugando. Aunque se empeñen en vendernos lo contrario, la tecnología no es una ventaja a edades tempranas.»
Pero como los bibliotecarios no son educadores, pueden aprovecharse de lo mucho que las nuevas generaciones gustan de distinguirse de sus mayores a cuenta de la brecha digital.
La falta de ofertas de empleo público de los últimos años y la falta de salidas profesionales en el campo de las bibliotecas ha hecho que, sin duda; las bibliotecas sean una de las unidades administrativas que suman no pocos números en ese 62,8% de mayores de 50, que hacen que la Administración haya envejecido en estos años de crisis.
Unos bibliotecarios seniors cuya formación fue analógica, pero que se subieron al carro de las nuevas tecnologías allá por los 90; y cuya profesión les ha obligado a actualizarse de manera continua. Unas generaciones que pese a los estragos que las nuevas tecnologías hayan podido hacer en su capacidad de concentración: siguen siendo capaces de elaborar discursos más ambiciosos que los que las generaciones hiperestimuladas digitalmente. ¿Es el momento de hacer una loa de la colaboración intergeneracional bibliotecarios senior-generación selfies para beneficio mutuo? No, nada de eso, es hora de invocar el mito de la condesa Erzsébet Báthory, ya saben, la difamada aristócrata húngara que según la leyenda; sacrificó cientos de jovencitas para bañarse en su sangre, y mantener su juventud. Y a la que ahora la ciencia le ha dado la razón.
Ok, suena fuerte ¿no? Pero si se quiere atraer a los jóvenes, mejor que pongamos un poco de gore al cuento de la biblioteca si no queremos que tuerzan el gesto. Por eso para terminar acordes con el asunto, nada mejor que un corto que triunfó en Youtube, y que combina emociones fuertes y selfies. Y es que los narcisos de la generación selfie ya no se ahogan en su reflejo, es su sobrealimentado ego en forma de zombi el que los acecha.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
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