Mecenas de bibliotecas (como un guante de seda forjado en hierro)

 

No es la primera, ni probablemente la última, que se hable de la Ley de Mecenazgo y las bibliotecas. Un artículo de ‘El Mundo’ ,de hace unos meses, al respecto de la que puede que sea la ley más esquiva de nuestro país decía:

«desde las elecciones de 2011, la sustitución de la Ley de Mecenazgo de 2002 ha sido el gran fracaso de la política cultural española.»

Mucho despotrican sobre las subvenciones al cine español pero poco han hecho, ni los que las critican, ni quienes las defienden: para ofrecer alternativas legislativas que hagan del sector cultural un luminoso objeto del deseo (fiscal). Normalmente, cuando se habla de mecenazgo cultural y donaciones por parte de particulares (al menos en ámbito bibliotecario): se tiende a dirigir la mirada a los Estados Unidos. Pero la última noticia al respecto proviene de un país europeo. De la siempre desconcertante y bella Italia.

 

La futura biblioteca del diseñador Brunello Cucinelli

 

Brunello Cucinelli es lo que la cultura empresarial de estos últimos años define como emprendedor. Un self-made-man en jerga anglosajona. Originario de una zona rural a las afuera de Perugia en su casa paterna no tenían ni electricidad ni agua corriente. Puro neorrealismo italiano. A los 24 años decidió dejar los estudios de ingeniería para centrarse en leer textos de filosofía por su cuenta. En los años 70 del pasado siglo comenzó a fabricar jerséis de lana de cachemir. A finales de esa década su empresa Brunello Cucinelli SpA era un gigante de la moda italiana.

Cucinelli es conocido por su labor filantrópica y sus inversiones y donaciones para preservar el arte de su región. Su sobrenombre combina mejor que un suéter de cachemir con pantalones de tiro alto: el diseñador-filósofo. Y el último gesto dadivoso del magnate de la cachemira tiene que ver con las bibliotecas.

Daniel Clowes siempre hace cómics interesantes. Pero en pocos acertó tanto en el título como con este. 

El complejo de la empresa Cucinelli, situado en Solomeo (Perugia, Umbría), incluye un teatro o un anfiteatro entre bosques y jardines. Y ahora se le suma la Biblioteca Universal Solomeo. Una remodelación ambiciosa del edificio por parte del arquitecto Massimo de Vico Fallani que alcanzará los 2.000 metros cuadrados, y en la que se albergarán entre 40.000 y 500.000 libros; en los que se dará preferencia a la filosofía, la arquitectua, la literatura, poesía y artesanía.

Una biblioteca que nace con vocación de universalidad y con la que Cucinelli quiere dejar un legado de largo recorrido.

Las bibliotecas presidenciales de los Estados Unidos son las pirámides culturales de los sucesivos mandatarios; y Cucinelli opta por algo similar.

Precisamente recientemente se conocía que el artista Theaster Gates está trabajando en la que será la biblioteca presidencial del 44º presidente de los Estados Unidos: Barack Obama. Sobre la biblioteca del 45º presidente, en cambio, no hay noticia de candidatos, por el momento, para trabajar en ella.

Gestionar la documentación presidencial (incluyendo incendiarios tuits y correos electrónicos) de Donald Trump es, según la descripción de un artículo publicado en ‘The Globe and Mail‘: el trabajo más difícil de los Estados Unidos. Recientemente, el gobierno estadounidense publico una convocatoria para conseguir candidatos para ocupar la plaza de archivero supervisor de la biblioteca del expresidente. El sueldo de 134.798 dólares lo hace apetecible. Pero tener que bregar con semejante legado requiere de un sentido del deber al alcance de pocos.

 

El diseño satírico que se hizo en noviembre de 2020 a cuenta de la futura biblioteca presidencial de Trump y que nos contaban en Universo Abierto.

 

Los responsables de gestionar la documentación de los sucesivos mandatos presidenciales son empleados gubernamentales que designa la Administración Nacional de Archivos y Registros y su misión, como se encarga de remarcar el artículo: es ser objetivos. ¿Alguien puede imaginarse que no habrá interferencias por parte de Trump cuando se trate de conservar los documentos que evidencian su implicación en el asalto al Capitolio? ¿que no procurará impedir la difusión de las pruebas documentales de sus esfuerzos por boicotear los resultados electorales que le echaron de la Casa Blanca? Los expresidentes tienen cierta capacidad para bloquear la publicación de documentos: y ¿alguien duda de que Trump la ejercerá?

Los 134.798 dólares se hacen menos apetecibles desde esta perspectiva. Del suave cachemir del mecenazgo del diseñador italiano Cucinelli al oxidado hierro de la posverdad de Trump. El doble filo que puede llegar a mostrar la, en principio, deseable figura del mecenas o, en el caso de Trump: del homenajeado. El expresidente del tupé está más interesado en la parte museística de su biblioteca presidencial. Aquella que solo se centra en lo conmemorativa y no en lo documental. Pero para concluir, dejemos atrás el pesado hierro del exmandatario estadounidense; y quedémonos con un guante de seda forjado en cachemir: la historia de amor y mecenazgo bibliotecario de Carol y Victor Nunn.

 

Carol y Victor Nunn: una historia de amor bibliotecaria.

 

Carol y Victor se cruzaron en el campus de la Universidad McMaster de Ontario un día de 1991. Lo suyo fue un flechazo. Un flechazo entre bibliotecarios que les llevó a una vida de trabajo y pareja durante 30 años de feliz matrimonio. Se convirtieron en una pareja conocida por todas las promociones que pasaron por la Universidad durante esos 30 años. Los dos constituían por sí solos una institución, basada en el amor mutuo y el compartido por los libros, dentro de la institución educativa. Tras su jubilación, Carol y Victor, siguieron acudiendo al campus, a actividades, eventos y proyectos de la biblioteca.

Su historia de amor se acabó en 2019. Primero, se marchó Victor, con 80 años; y solo un año después, falleció Carol a los 82. La Universidad, su universidad, su biblioteca, el lugar donde arranco su historia de amor de tres décadas: les rindió un sentido homenaje. Y una vez se hizo público el testamento saltó la sorpresa: Victor y Carol donaban un millón y pico de dólares a la biblioteca de la Universidad.

Dicen que bien está lo que bien acaba.  Por eso queremos terminar suave, dulce, bonito cual cachemir de color rosa. Es el tono adecuado para la historia de Cucinelli y su biblioteca; es el caso de Victor y Carol, su historia de amor, que pese a lo inevitable de la muerte, no pudo tener mejor final. Y en lo referente a Trump: el mejor final será que realmente pase a la historia y se quede, para siempre, como pieza de museo.

 

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

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