Mujeres que nos gustarían como bibliotecarias [6]: Lidia García (the queer cañí bot)

 

La última entrega de nuestra serie Mujeres que nos gustaría como bibliotecarias se estrenó a pocos días de que se decretase el estado de alarma. No vamos a contar lo que vino después. El 8M se convirtió en nueva cachiporra política en medio de una pandemia.

Un año después, afortunadamente, aquí seguimos. Y para celebrar esta semana en torno al 8M 2021: necesitábamos montar un buen tablao. Palabras y palmas al compás que vienen de la mano de la bibliotecaria en potencia que hemos elegido para la ocasión.

Su melena rizada ensortija coplas como las varillas de un abanico cuajado de flores. Su sabiduría de reina mora le hace embrujarnos con los giros del más airoso de los faralaes… Ejem, mejor no seguimos. Ojalá tuviéramos el verbo florido y la entonación inflamada de un Lauren Postigo: para hacerle una presentación a la altura. Nos encantaría convertir este blog en un corral de la pacheca digital. Pero nos falta duende.

 

Todo lo contrario que a nuestra protagonista. Lidia García (más conocida como ‘the queer cañí bot’ en redes). Esta divulgadora cultural, activista LGTBQ+ e investigadora en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia se define al compás en sus redes como: bollera, coplera y de clase obrera. Esa rima, por lo menos, da para una seguidilla.

Es una de esas afortunadas que han sabido sacarle un buen rendimiento al confinamiento. Sus podcast ¡Ay, campaneras! han creado más afición que el Resistiré en los balcones a las 8 h. Y su mirada, desde el feminismo y la teoría de géneros, a la copla y a las folclóricas ha hecho que, oyentes muy alejados de zarzamoras y Marías de la O: terminen canturreando la bien pagá en la ducha. 

Lidia es una espabilá, como cantaba Antoñita Peñuela, flamenca y chica yé-yé que no podemos contar si se toma combinaos sobre la barra de un bar: pero que se debe a su público, como reza el canon de toda folclórica de pro. Y hoy tenemos la suerte infinita de ser ese público.

 

LIDIA GARCÍA 

(the queer cañí bot)

 

Qué conexión personal tiene una nacida en los 80 con el género de la copla y las folclóricas. 

Toda. Es la música que siempre le he oído cantar a mi madre mientras hacía la casa. Además, cuando yo era cría, las folclóricas tenían bastante presencia en televisión, tanto en galas musicales y similares como en la prensa rosa. Era puritita fascinación lo que sentía al verlas. Vamos, como ahora. 

El auge de los cantautores en los 70 e incipiente democracia vino aparejado a un desprecio por la copla y las folclóricas por su asociación a la dictadura. La movida de los 80 despreció a los de la pana; y en los últimos años, numerosas voces cuestionan y critican la Movida. ¿Será que los hijos necesitan matar culturalmente a los padres y por eso terminan reivindicando a los abuelos? ¿será que para despolitizar un fenómeno cultural es necesario que se salte una generación?

En un sentido generacional puede ser que sí: pero, fíjate, que en mi caso la copla es la música que han escuchado y tarareado siempre mis padres. En mi casa, apenas ha entrao la pana: así que en mi reivindicación no he tenido que saltarme ninguna generación, al menos en lo cercano. 

Los denominados culture studies llevan muchos años desarrollándose en el ámbito anglosajón. Autores, como David Walton, llevan promoviendo este tipo de estudios en nuestro país. ¿Sabes de otros proyectos de investigación que estén abordando la cultura popular española desde el prisma en que lo hacen los culture studies?

Además de voces tan potentes como las de Jo Labanyi o Stephanie Sieburth, me parecen interesantísimas algunas aproximaciones que se han hecho, por ejemplo, a la copla desde lugares en los que, los estudios culturales y la musicología se compinchan, como sucede en el volumen Copla, ideología y poder editado por Enrique Encabo e Inmaculada Matía. 

 

En el mundo de las folclóricas (y estrellas femeninas en general) el salseo sobre sus rivalidades era todo un clásico. ¿Crees que la rivalidad entre folclóricas era un ardid publicitario fomentado por ellas mismas o que los medios trataban (y tratan) de manera diferente la competitividad entre figuras de éxito según sean hombres o mujeres? 

Creo que, como la copla en sí misma, las rivalidades en el género son un campo abonado para la ambigüedad. Por un lado, muchas rivalidades tenían un fundamento muy real: no hay más, por ejemplo, que leer las palabras que Concha Márquez Piquer le dedica a Rocío Jurado en el libro que escribe sobre su madre. Deja bastante claro que no había olvidado aquel : «Yo soy más larga que la Piquer«, que pronunció Rocío, que, por cierto, también tenía mucho de habilidad de Lauren Postigo para tirarle de la lengua…Pero, indudablemente, las tiranteces estaban ahí. 

En otros casos, como sucede con la supuesta rivalidad entre Rocío Jurado e Isabel Pantoja, sí había mucho más de artefacto propagandístico que de enemistad verdadera. Claro, que luego, algunas de estas estrellas llegaban hasta a fingir conflictos para ir a la televisión a sacarse unas perras, como hicieron Sara Montiel y Marujita Díaz en aquel teatrillo maravilloso que montaron en Antena 3… ¡Con ellas nunca se sabe! 

 

Maravillosa fotografía publicada recientemente en ‘Icon‘ de ‘El País’: Carmen Sevilla, Paquita Rico, Antonio el bailarín, Lola Flores y Estrellita Castro en 1963

 

En el post de este blog “Club de lectura de prensa rosa: bibliotecas en el candelabro” reivindicábamos el potencial como objeto de estudio sociológico que ofrecen las denominadas revistas del corazón. ¿Te sirves de este material en tus investigaciones? Si es así ¿qué tipo de datos te aportan?

Las consulto muchísimo y con un deleite que no veas. Las vidas privadas de las intérpretes de la copla, el cuplé y las variedades despertaron interés de manera muy temprana: cupletistas como Raquel Meller, Amalia Molina o La Fornarina fueron algunas de nuestras primeras celebrities, por ejemplo.  Ya que su labor artística se fusionó con su proyección como figuras públicas me parece que obviar este tipo de publicaciones sería perder información valiosísima.  

 

Lidia García documentándose con el ‘Diez minutos’, en cuya portada, mostraban la entrañable amistad entre Isabel Pantoja y María del Monte.

 

¿Alguna actuación, fragmento de película o entrevista de alguna estrella de la copla te obsesiona desde hace mucho?

Pues mira, me vuelve completamente loca el flashback de Filigrana (Luis Marquina, 1949) en el que el personaje de Concha Piquer recuerda cuando tuvo que cantar en una juerga de señoritos frente al que había sido su gran amor: un noble que la había dejado para estar con una mujer de su clase y que, ahora, fingía no conocerla. Ella aprovechaba para cantarle una canción con toda la intención, «Arrieros somos», cuajada de frases-puñal como «permita Dios que te vea ir de cancela en zaguán y que nadie te socorra con un cachito de pan». Ese primer plano del perfil de Doña Concha cantando «maldita sea la hora en que yo te conocí» mientras llora de la rabia vive gratis en mi mente. 

 

 

Concha Piquer, en los años 30, reivindicaba el amor entre mujeres veladamente en una canción.  Algo impensable pocos años después. La dictadura con su recorte de libertades ¿sirvió para imprimirle más intensidad a las letras? ¿acentuó el drama o las enriqueció con más dobles sentidos?

Sirvió desde luego para que se explotaran todas las posibilidades expresivas de ese mundo de sobreentendidos y dobles sentidos…porque no quedaba otra. En cualquier caso, las elipsis narrativas y el sugerir más que detallar, eran parte de la ideosincrasia de la copla desde sus orígenes, anteriores al franquismo, pero por supuesto la represión de la dictadura avivó la necesidad de decir entre líneas. El drama, la copla ya lo traía puesto también de antes: aunque hay también coplas cómicas, el desgarro es consustancial a esta música. 

La única figura que se puede asociar en la actualidad a un folclórica, por sus inicios, según el canon implantando en el tardofranquismo sería la omnipresente Isabel Pantoja. De la España castiza con la tonadillera y el torero; hasta llegar a la cultura del pelotazo urbanístico y la corrupción en los 2000. ¿Te despierta algún interés como objeto de estudio? 

Me despierta todo el interés que te puedas imaginar, es una figura absolutamente fascinante. De momento solo me he aproximado a los Estudios Pantojiles desde la expansión lúdica en varios hilos de twitter (https://twitter.com/thequeercanibot/status/1157231428448530432?s=20) pero también me interesa mucho como objeto de estudio, claro. Ojalá pronto. 

En 1971 se celebró el antológico partido de fútbol benéfico entre folclóricas y finolis. Su crónica en el NODO de la época no tiene desperdicio. ¿Lo ves como un filón para diseccionar los estereotipos y clichés clasistas de la cultura de la celebridad del momento o se queda en mera anécdota kitsch?

La anécdota kitsch, qué duda cabe, puede ser un objeto de estudio tan interesante como cualquier otra manifestación cultural. ¡Solo de la representación de los estereotipos de género y clase y de las articulaciones de la dicotomía de «modernidad»/tradición en ese partido te salen tres tesis! 

Recientemente se publicó la brillante biografía sobre Susan Sontag de Moser
Benjamin. Su ensayo ‘Notas sobre lo camp’ fue, y es, todo un referente a la hora de afrontar la estética de masas desde perspectiva académica. Términos que nos llegan por influencia anglosajona como campkitsch o bizarre ¿se ajustan bien a la hora de definir la idiosincrasia de nuestra cultura popular o se quedan cortos?

Figúrate si me inquieta esta cuestión que gran parte de mi tesis trata de desentrañar esto. ¿Hasta qué punto emplear estas nociones constituye una imposición de la historiografía anglosajona que nos hace correr el riesgo de reducirnos, a pie de página, de la narrativa hegemónica: como apuntaba Preciado hablando de esto a colación de la obra de Ocaña?

Es una pregunta con la que trabajo, de momento utilizo el término de «camp cañí» que creo que condensa esas tensiones, sin renunciar, a las contradicciones y problemáticas que concitan, pero estoy muy lejos de poder darte una respuesta. Cuando avance más en la tesis te cuento 😉 

¿Compartes con nosotros tu playlist coplera ideal?

Como me lo pedían bastante hice una playlist con todas las canciones que puse en el podcast ¡Ay, campaneras! Tiene copla, cuplé, zarzuela…para mí son ocho horas de felicidad pura. Mucho mejor que una jornada laboral, dónde va a parar: https://open.spotify.com/playlist/5Zg0bKxPLlgYjGmTZXLdVb 

¿Qué cuentas de IG u otras redes nos recomiendas para adentrarnos en el fascinante mundo de las famosas de los años 60-70 y 80?

No os podéis perder a Tonadillera moderna, Les Greques, Cover copla y Jose de Carrillo. Son maravilla pura. 

Las folclóricas tras la muerte de Franco se sometieron a un proceso de modernización. Lola Flores, primero, haciéndose yé-yé en Casa Flora; y más tarde, autoreivindicándose como la Tina Turner española a finales de los 80; Carmen Sevilla participando en el cine del destape; o Rocío Jurado o María Jiménez apostando dedidamente por el erotismo. Contra todo pronóstico ¿demostraron tener más capacidad de adaptación que muchos grupos indies?

No soy la más adecuada para entrar en comparaciones porque no tengo ni papa de indie pero, desde luego, muchas de ellas supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Y, en ocasiones, reinventarse de arriba a abajo con una naturalidad que, viendo desde ahora el devenir de sus carreras, pasma. 

Un anuncio de cervezas ha resucitado gracias a la Inteligencia Artificial a Lola Flores relacionando su actitud y personalidad con los valores que defienden los jóvenes del momento. Vamos de teorías locas ¿en reivindicar a Lola Flores como icono para los jóvenes del XXI subyace un hartazgo de tantos años de espacios tipo OT que producen artistas con personalidades intercambiables?

No lo sé. Pero lo que está claro es que en el caso concreto de Lola Flores la fascinación intergeneracional que produce tiene mucho que ver con lo única que era, con la autenticidad de su carisma. Y también, claro está, con lo bien que supo explotar todas las vetas de esa autenticidad. Con su inteligencia, en definitiva.

 

 

El colectivo LGTBQ+ siempre ha tenido una especial vinculación con la copla y las folclóricas a través de transformismo y la idolatría hacia las divas de la copla. ¿Cómo interpretas esa conexión entre figuras del espectáculo que el régimen exhibía como escaparate de su cultura patriótica y los marginados por ese mismo régimen?

Me voy a poner muy coplera para contestarte porque no puedo evitar verlo como un idilio que nace en los orígenes mismos de la copla, como una pasión tan fuerte, que ni siquiera esa apropiación patriotera: pudo cercenarla. No es que las personas LGTBQ+ nos identificáramos con la copla, y la hiciéramos nuestra, como un fenómeno a posteriori, como una suerte de relectura: es que siempre estuvimos ahí, desde el nacimiento mismo del género. 

Y por último, vamos con un espacio de canciones dedicadas. En este blog siempre estamos dándole vueltas a lo que debe ser una biblioteca en el siglo XXI. Como bibliotecaria en potencia que eres y experta en el asunto: ¿qué copla le dedicarías a las bibliotecas?

Me gusta mucho una escena de La Dolores (Florián Rey, 1940) en la que Concha Piquer interrumpe a un estudiante que está con un tochaco de libro y se pone a cantarle Don Triquitraque. Una cancioncilla que, mezclada con las vocecicas de unos niños que juegan al corro en la calle, se burla cariñosamente de su aplicación. Ojalá todos los descansos del estudio -en biblioteca o en casa- fueran así de deliciosos. 

 

 

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

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