En ocasiones la actualidad te lleva de la mano. No hace mucho en El ángel exterminador bibliotecario nos recreábamos en la posibilidad de que grupos de usuarios quedasen enclaustrados en una biblioteca; y hace unas semanas, también nos hacíamos eco del vandalismo en una biblioteca parisina en Asalto a la biblioteca del distrito 18. En este arranque del mes de abril las líneas argumentales de estos dos posts se entrecruzan en esta Biblioteca apache.
El 5 de marzo la biblioteca pública del distrito de La Duchère, en Lyon, fue incendiada por unos delincuentes como represalia por el desmantelamiento de una red de tráfico de drogas que operaba en dicho distrito. Según el sociólogo Denis Merklen, autor del libro ¿Por qué se queman las bibliotecas?, se han registrado, al menos, 75 incendios intencionados de bibliotecas durante los últimos veinte años en Francia.
Merklen resalta el carácter simbólico que tiene el hecho de quemar bibliotecas como respuesta a problemáticas sociales latentes en la sociedad gala. La importancia y protección que en Francia se da a la cultura, es probable, que signifique a las bibliotecas como víctimas propiciatorias de ese ansia de destrucción contra los símbolos de una sociedad. En cambio, al otro lado de los Pirineos, podemos respirar tranquilos.
Como comentaba el periodista del área de cultura de ‘El diario vasco’, Alberto Moyano, a cuenta de lo que planteábamos en Asalto a la biblioteca del distrito 18:
Un tuit que nos gustó, en primer lugar, por expresar su discrepancia (el primer paso para enriquecerse en un diálogo amable en la red); además ese «disparar en demasiadas direcciones» nos encanta para un post que se llama Biblioteca apache; y, sobre todo, por incidir en ese poder perturbador, en esa hostilidad que aún pueden llegar a provocar los libros (y por ende las bibliotecas) como símbolos. Si algo incomoda es que sigue ejerciendo un poder hasta en los que se creen más ajenos a su influjo. Algo que, pese a estar al otro lado de los Pirineos, también encontramos fascinante.
Y cambiando de latitud y escenario pero no de temática: el Festival de Cine de Santa Barbara en los Estados Unidos se inauguró el pasado 31 de enero con la proyección de la película dirigida por Emilio Estevez: The public (2018). En el reparto, entre otros, aparte del propio Estevez, estrellas como Alec Baldwin o Christian Slater.
The public se centra en un grupo de vagabundos y personas en riesgo de exclusión; y en las relaciones que establecen con los trabajadores de una biblioteca del centro de Cincinnati.
Una noche, tal cual como en nuestro ángel exterminador bibliotecario, suena el aviso de cierre de la biblioteca y un grupo de sin techo se niega a abandonar la biblioteca. Los refugios de la ciudad están atestados por una cruda ola de frío y la única opción es pasar la noche a la intemperie. A partir de aquí, el conflicto se complica cuando los bibliotecarios deciden apoyar a los okupas, y se posicionan frente a políticos y medios sensacionalistas: planteándose un acto de desobediencia civil que sirve para exponer algunos de los problemas sociales más candentes de la sociedad estadounidense (y por extensión de las sociedades occidentales).
La película de Estevez, no tiene aún fecha de estreno en nuestro país, pero promete convertirse en un título de referencia en el mundo bibliotecario. Al igual que el incendio de bibliotecas en Francia denota las tensiones sociales que se viven en el país vecino: de la película norteamericana se pueden sacar varias lecturas, pero en este caso, positivas.
Independientemente de la calidad de The public (atendiendo al tráiler parece que la acostumbrada competencia estadounidense en los aspectos visuales e interpretativos está asegurada) el hecho de que una biblioteca se convierta en escenario protagonista de una producción, independiente, pero rodada con medios y con estrellas en su reparto: ya es una buena noticia. Pero la biblioteca en la película es mucho más que un simple decorado: es todo un concepto. La plasmación en imágenes (en líneas de diálogo) de una frase que se repite afortunadamente cada vez con más frecuencia: las bibliotecas públicas como último bastión de la democracia. Las bibliotecas públicas, como indica el título, como máxima representación de lo público.
El hijo mayor de Martin Sheen perpetúa la tradición demócrata de ese Hollywood comprometido en causas sociales que su padre (récord absoluto de detenciones por implicarse en protestas sociales: 66) ha representado públicamente desde la década de los 70. Muy alejado de su hermano, Charlie Sheen, que en cambio tanto se ajusta al estereotipo hollywoodense hecho de alcohol, drogas y sexo. Era previsible que, tan célebres representantes del progresismo estadounidense, tuvieran algo que decir sobre la sociedad que ha quedado tras una década de crisis culminada con la presidencia de Trump.
Que Alec Baldwin forme parte del reparto tampoco es casual. Aparte de haber renovado su popularidad gracias a la exitosa parodia que del actual presidente de su país hace en el mítico show de humor televisivo Saturday Night Live: Baldwin tiene un largo recorrido como santo patrón bibliotecario, o en otras palabras, como mecenas de bibliotecas en su país.
Baldwin, aunque ha sido nominado, no ha ganado nunca un Oscar, pero de crearse alguna vez el Tejuelo de oro, sin duda, se lo llevaría de pleno en la mayoría de categorías. En 2011 el lenguaraz intérprete que nunca se ha cortado un pelo (su pelambrera pectoral atestigua que lo metrosexual nunca ha ido con él) a la hora de dar sus opiniones: donó 10.000 dólares para impedir que se cerrase la Biblioteca Adams Memorial en Rhode Island. Otros 250.000 dólares fueron a parar a la biblioteca de East Hampton, a la cual destinó los ingresos que obtuvo por diversas campañas publicitarias que había protagonizado.
Pero no acaba aquí su labor probiblioteca, también fue cofundador de la Noche anual de recaudación de fondos para la Biblioteca de East Hampton. Además, desde 2015, a través de la fundación que lleva su nombre y el de su esposa, The Hilaria & Alec Baldwin Foundation, el matrimonio financia numerosas iniciativas en torno al arte, la cultura o la salud pública.
Que la biblioteca en la que Baldwin centra su altruismo esté situada en Los Hamptons: no resta valor a sus esfuerzos.
Situados en la zona este de Long Island, los Hamptons, constituye una exclusiva zona de vacaciones para la clase alta de Nueva York. Scarlett Johansson, Sarah Jessica Parker, Richard Gere, Jennifer López, Steven Spielberg, Robert de Niro o, por supuesto, el propio Alec Baldwin: poseen lujosas fincas en la zona. Un territorio en el que también viven personas de clase media baja, pero cada vez menos, dado que el alto nivel de vida de Los Hamptons les ha obligado a mudarse.
En los Estados Unidos no hay problema en defender públicamente un discurso progresista y a favor de los derechos sociales de la población (como hace Baldwin participando en The public): y por otro lado, pertenecer a la élite económica y cultural de esa sociedad. En nuestro país la defensa de lo público, en cambio, pareciera exigir un compromiso lindante con el voto de pobreza. Combinar lo público con lo privado (salvo que hablemos de cotilleo y prensa del corazón) suena casi a blasfemia. Un discurso harto maniqueo que, tal vez, una buena ley de mecenazgo cultural ayudaría a mitigar.
En una reciente entrevista en ‘El País’ la oncóloga Ruth Vera, presidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica, señalaba la necesidad de incentivar la inversión privada a través de una ley de mecenazgo. Y declaraba no entender la polémica en torno a la donación que hizo Amancio Ortega para la lucha contra el cáncer. «¿Por qué tenemos que rechazar la inversión privada?» se preguntaba Vera.
Hace un año se presentaron las 150 medidas que el actual Gobierno pretende poner en marcha durante esta legislatura y que se engloban dentro del Plan Cultura 2020. Entre ellas se incluía la reactivación de la postergada Ley de Mecenazgo Cultural. Un año después, Castilla-La Mancha ha anunciado la puesta en marcha de su propia Ley de Mecenazgo, mientras en el resto del país sigue la espera.
Entretanto las bibliotecas se convierten, o no, en objetos de deseo para mecenas con ganas de cuidar su imagen pública y aliviar su declaración de la renta, ya que hemos citado a la prensa del corazón, no estaría de más que nuestras celebrities patrias se quitaran complejos respecto a las estadounidenses apoyando eventos recaudatorios destinados a bibliotecas.
Antonio Banderas lleva varios años impulsando la Gala solidaria Starlite en Marbella cada verano. ¿Cabría esperar un séptimo de caballería proveniente del papel cuché? ¿Quién sabe? Igual a Isabel Preysler, Nati Abascal, Pitita Ridriduejo o a Carmen Lomana les da por lucirse con una excusa tan favorecedora y ponerlo de moda entre la beautiful people. Dejamos la pregunta envenenada para el final: ¿tendría escrúpulos el sector bibliotecario en aceptar este tipo de financiación?
Arrancamos viendo como quemaban bibliotecas en Francia y concluimos con acento francés gracias a las damas de la beneficencia de Brel. Otra cosa no, pero nadie nos podrá acusar de falta de coherencia.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
La peliculaza «The shawshank redemption» además el tío vivo del aprendizaje constante… que es innato en el ser humano y llena de esperanza se ve reflejada en está ineludible película, para nosotr@s los bibliotecari@s.
Muy buena película. Sin olvidarnos de Birdman of Alcatraz protagonizada por Burt Lancaster.