La biblioteca de Twin Peaks

 

¿Estaremos viviendo en una película de David Lynch y nadie nos avisó? Cuando la actualidad se vuelve absurda: refugiarse en la cultura y el arte se convierte en un acto de soberanía personal. Al menos los creadores se esfuerzan por comprender y por hacer que nos comprendamos. En este sentido, Lynch, tal vez uno de los autores más alabado/criticado por surrealista, dijo hace unos años:

¿Por qué razón debería tener sentido el arte
si la vida no lo tiene?

 

Twin Peaks 2017

 

Fiel a su pregunta retórica Lynch ha culminado una nueva entrega de su mítica serie Twin Peaks (25 años después). Recién acabada la emisión, una vez más, el director de Terciopelo azul ha desconcertado, intrigado, asqueado y maravillado a muchos. A raíz de este regreso al mainstream (esto con muchas, muchas comillas) en algunos medios han repasado las inquietudes que han mantenido absorto a Lynch durante estos últimos años: diseñador de muebles, videoartista, músico, pintor o escultor: tal es el torrente creativo de esa eraserhead que tiene sobre los hombros.

Pero, salvo error por nuestra parte, no recordamos que haya recreado ninguna escena en una biblioteca. Es raro (adjetivo que debería estar prohibido hablando de Lynch) que un cineasta especializado en ambientes inquietantes y malsanos no haya recurrido nunca al espacio de una biblioteca: con lo que tiene de lugar común en tantas intrigas cinematográficas.

 

Mueble diseñado por Lynch

 

Se ha hablado mucho de sus influencias pictóricas (Francis Bacon, Lucien Freud, Edward Hooper…) pero no tanto de las literarias. Lynch es un creador eminentemente de imágenes: dentro de sus inquietudes no aparece por ningún sitio un especial interés por lo literario (lo cual no quiere decir que sus mundos no rebosen de influencias literarias). En cambio fue a través del lenguaje publicitario como se aproximó a la literatura allá por la década de los 80.

Sus anuncios televisivos para Calvin Klein se basaron en obras de grandes escritores: desde Scott Fitzgerald a Ernest Hemingway pasando por D.H. Lawrence. Veintitantos años después, los spots para perfumes de Lynch, siguen dando ejemplo de buen gusto ante tanto empalagoso manierismo que rebosa este género publicitario:

 

Lynch practica la meditación desde hace años. En este libro recoge sus experiencias y reflexiones al respecto.

 

Pero el talento multidisciplinar de Lynch no entiende de dedicaciones exclusivas. Su sello personal se nota en sus muebles con aires a lo Bauhaus, en sus cuadros o música. Ese aire de extrañeza que rodea toda su obra, y que como en el caso de tantos otros creadores muy personales, ya roza el cliché. Ante la perplejidad de los espectadores Lynch siempre ha mantenido que si sus obras se visionan con la actitud de un niño, sin apriorismo: es cuando mejor se experimentan y asumen sus creaciones.

Si Spielberg apelaba al niño que llevamos dentro por la vía sentimentaloide, Lynch apela a la falta de prejuicios vía sensitiva.

Sin necesidad de que hable con un leño: ¿qué biblioteca no tiene (o ha tenido alguna vez) un usuario que pareciera salido de Twin Peaks?

 

Después de todo: ¿realmente son tan extravagantes sus personajes? Si recogiéramos muchas de las anécdotas que acumulan los profesionales que trabajan en las bibliotecas en su día a día: dejarían de resultarnos tan extraños los mundos de Lynch. Todos somos muy, pero que muy raros, si se nos observa con detenimiento.

Sin dar nombres, ni lugares podemos dar fe de que en alguna biblioteca se han vivido desde trances místicos en directo, a intentos de controlar la vida de una expareja a través del uso de su carné de biblioteca, a reclamaciones por estar envenenado al público mediante los productos de limpieza de los baños, a denuncias por tener peluquerías clandestinas en el sótano, intentos de montar una agencia de contactos utilizando las instalaciones de una biblioteca, y así un largo etcétera que callamos por discreción y confidencialidad.

 

Cuadro de David Lynch

 

En definitiva, que no te guste el mundo de Lynch es algo totalmente respetable. Pero que esa falta de interés sea porque no nos guste su estilo, obsesiones, o incluso, porque buscamos en la ficción el sentido y el orden que nos faltan en la vida real: pero no porque se le acuse de absurdo. Solo hay que mirar alrededor para confirmar que, en ocasiones, su cine es lo más cercano al momento que estamos viviendo.

 

Una de las inquietantes bibliotecas de Marc-Giai Miniet.

 

Nos sabemos si Lynch conoce la obra del artista francés Marc-Giai Miniet: pero sus mundos tienen más de un punto en común.

Las obras de Miniet recrean pequeños universos cerrados en cajas en las que las bibliotecas suelen tener un lugar preferente. Las arquitecturas que recrea son decadentes, 13 rues del percebe con un punto inquietante, las tripas al aire de edificios al borde del desahucio.

Y en casi todas estas construcciones las bibliotecas y los libros coronan la estructura: a veces iluminando, otras, invocando historias truculentas, fantasmas y secretos inconfesables.

Una biblioteca puede ser luminosa por ayudarnos a no caer en dogmatismos, en prejuicios, en ideas precocinadas para consumo masivo; pero también puede ser oscura, servir para manipular, tergiversar, confundir y enfrentar.

Tal vez un día deberíamos ahondar en ese lado oscuro de las bibliotecas.

Por el momento con los edificios ruinosos de Miniet y las atmósferas cargadas gentileza de Lynch: ya tenemos la dosis justa de inquietud que nos trastoque la realidad sin llegar a aterrorizarnos (¿o no?).

 

 

 

 

Y para cerrar este post lleno de flecos que cada uno puede interpretar como mejor le venga: nada mejor que el último tema del que fuera líder de los Samshing Pumpkins: William Patrick Corgan. The Spaniards (Los españoles) así se llama esta canción con críptica letra a la que el vídeo que la acompaña no ayuda a hacer más inteligible. En él, un joven soldado herido en la guerra es acogido por unos extraños personajes (los españoles): que le llevan a un mundo fantástico en el que se convierte en un guerrero invencible. Eso sí, en esta interpretación tomada de la web Jenesaispop (que es donde hemos descubierto el vídeo) no queda claro ni en qué bando se posiciona, ni cual es la finalidad de su lucha.

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

La biblioteca como experimento

 

Puede que la mayoría aborreciéramos los exámenes sorpresa en el colegio o el instituto: pero ahora, cada día, no sometemos a exámenes diarios cada vez que compartimos una opinión, un post, una foto o una noticia en las redes. Evaluación continua. Todo hijo de vecino, por poco activo que sea digitalmente, se está ofreciendo al examen de miles de ojos anónimos. No es de extrañar por eso que algunos decidan sacarle rédito.

 

Escena del escaneo gestual de la protagonista del apasionante experimento, en forma de película: El congreso (2013). 

 

Mucho se habla de que gigantes como Google, Facebook, Twitter o Instagram paguen por alimentarse de las informaciones sobre nuestros intereses, hábitos, gustos y opiniones que compartimos alegremente: pero mientras que esto llega algunos ninis o millennials, según el caso, han encontrado salidas laborales como conejillos de indias.

Condiciones de trabajo de un beta tester de videojuegos: la profesión soñada de todo nini.

Si desde los 60 en adelante se ha demonizado el exceso de consumo televisivo en los menores: ¿qué no se podrá decir de los videojuegos? En estos tiempos políticamente correctos no quedaría bien que padres y educadores organizaran quemas públicas de videojuegos como se hacía en los 50 estadounidenses con los cómics. Pero no por falta de ganas sino por la difícil combustión que tienen.

Pero para algunos sus horas muertas frente a la pantalla matando zombis les ha salido rentables. Es el caso de los beta tester de videojuegos: los jóvenes contratados por empresas de videojuegos  para que actúen como  jueces (o ¿habría que decir cobayas?) de sus productos. Alojamiento, sueldo y manutención para dedicarse a lo que más le gusta aunque bien es sabido que cuando un placer se convierte en obligación deja de ser placer. La empresa VR Oculus tal vez por eso ha preferido ser más sutil e inteligente.

 

Quema pública de cómics en 1954 a raíz de las tesis del psiquiatra Fredric Wertham: que sostenía que los cómics promovían la delincuencia entre los jóvenes.

 

Tras un acuerdo con la Biblioteca Estatal de California, hasta un total de 90 bibliotecas: disponen de equipos VR-ready, equipados con auriculares Oculus Rift y gafas para que los usuarios puedan experimentar con la realidad virtual. Para ello se eligieron bibliotecas con espacios abiertos (no era cuestión de aislar con auriculares y gafas a los usuarios para que luego se dieran de bruces con la realidad tropezándose unos con otros). Sumergirse en las profundidades del océano, visita la Estación Espacial Internacional o hasta la fusión del núcleo de Chernóbil: todo ello sin perder la perspectiva bibliotecaria implementando software que provea de contenidos educativos a la maravilla tecnológica.

De este modo los usuarios de las bibliotecas se convierten en cobayas voluntarias para los productos Oculus; las bibliotecas atraen más público y amplían su oferta; y la tecnología amplia su campo de experimentación.

 

 

Nada nuevo si nos atenemos a los habituales test de pantalla a las que someten sus películas muchos estudios de Hollywood. Gracias (o por culpa) de estos tests: Pretty Woman (1990) pasó de ser una cruda historia sobre las trabajadores del sexo en Los Ángeles a la historia de puticienta y el príncipe que arrasó; o Martin Scorsese tuvo que recortar los ríos de sangre que fluían (aún más) en su clásico Uno de los nuestros (1990). El sacramento comercial de que el público siempre lleva la razón convertido en una humillación para el artista.

Pero, ¿sigue siendo así? En estos tiempos confusos es difícil decir cuando somos soberanos o cobayas de nuestros consumos. Esto es la jungla y pese a la pátina tecnológica todo sigue reducido al ancestral dilema de comer o ser comido. Tal y como están las cosas hay que elegir: o que experimenten contigo o que ser tú el que experimenta. Y para esto último no hay mejor lugar que la biblioteca.

 

Escena de la serie Mad Men en la que, para probar un lápiz de labios, los publicistas recurren a las secretarias de la agencia cuyos comportamientos observan tras un espejo de visión unilateral.

 

La biblioteca como experimento narrativo y ecológico: 

Margaret Atwood junto a la creadora de Future Library Project en mitad del bosque del que saldrá su libro.

 

Hace pocos meses saltaba a los medios la denominada Biblioteca del Futuro (Future Library Project). Este proyecto ideado por la artista escocesa Katie Paterson se sitúa a las afueras de Oslo y se materializa en un bosque cuyos árboles tienen sus troncos adornados con cintas rojas. Es una forma de señalizar que será esa madera la que servirá para fabricar el papel en el que se imprimirá el libro con el que concluirá este experimento en 2114.

Dicho libro será una obra colectiva conformada por cada uno de los textos que, desde 2014, están entregando a la Biblioteca Pública de Oslo autores tales como: Margaret Atwood, David Mitchell o el poeta islandés Sjón. Sus textos, que se custodiaran en la futura Biblioteca Deichman (con fecha de inauguración para 2018), y serán seleccionados para conformar un libro que no leeremos ninguno de los que hoy pisamos el planeta (salvo que terminemos convertidos en cyborgs, que puede ser).

 

La biblioteca como experimento social:

En Sexo, drogas y tejuelos. Cara B ya hablamos de la asistencia a drogodependientes en la que bibliotecarios estadounidenses se estaban formando a causa de la epidemia de consumo de opiáceos que se están dando en el país. Es uno de los ejemplos más recientes de las múltiples funciones que cada vez se van añadiendo a las bibliotecas.

La Biblioteca Pública de San Francisco, fue la primera en incluir asistentes sociales en su plantilla: y tras ella otras bibliotecas han seguido su ejemplo. Las bibliotecas de Filadelfia se han asociado a la Universidad para abordar cuestiones de salud pública. Un reciente estudio de la Universidad de Pensilvania explica como gracias a esta colaboración numerosos bibliotecarios han sido formados como especialistas en salud comunitaria: lo que les ha permitido ofrecer programas y asistencia para personas de todas las edades y contextos socioeconómicos. Accesibilidad y confiabilidad han sido las dos cualidades que los autores de este estudio han resaltado en bibliotecas y bibliotecarios.

 

Desde 2014 la Fundación sin ánimo de lucro Biblioteca Social está promoviendo e incentivando activamente la labor social de las bibliotecas en nuestro país.

 

En la Biblioteca Pública de Dallas, desde 2013, se desarrolla un programa para personas sin hogar; en la de Hartford, en Connecticut, el programa The American Place ayuda a los inmigrantes recién llegados a integrarse en la ciudad; mientras que en la de Queens, en Nueva York, se diseñan programas de salud dirigidos a la población inmigrante. Las políticas de inmigración deberían contemplar a las bibliotecas como aliadas en las políticas de inmigración: no iban a resolver las complejas problemáticas que plantea, pero como ha dicho recientemente Fernando Aramburu en ABC: «Creo que los libros nos hacen más inmunes al fanatismo.»

 

La biblioteca como experimento artístico:

Otra de las acciones de Yolanda Domínguez: pedir limosna para comprarse un Chanel en el barrio de Salamanca madrileño.

Entre las funciones expositivas de las bibliotecas no solo tienen que centrarse en mostrar obras de artistas: también pueden convertirse en objeto de experimentos artísticos aún sin proponérselo. La biblioteca como musa. Y entre los muchos creadores, que han recurrido a las bibliotecas y a los libros, para plantear sus acciones artísticas aquí rescatamos la performance que la artista Yolanda Domínguez llevó a cabo en una biblioteca de Milán.

En ella, una lectora arranca hojas de La metamorfosis de Kafka ante el estupor del resto de usuarios, y va introduciéndoselos en el escote para aumentar el perímetro pectoral, y de esta manera: denunciar el canon estético que se les exige a las mujeres en nuestra sociedad.

 

 

Pero la biblioteca, como experimento artístico, no es solo cosa de artistas que las utilizan para sus propios discursos: también hay bibliotecarios que experimentan artísticamente con ellas. Es el caso del noruego Kenneth Korstad, director de la biblioteca pública Deichmanske en Oslo, que se ha embarcado en un proyecto para fusionar el concepto tradicional de biblioteca con el arte experimental.

Para ello no ha dudado en abrir la biblioteca a creadores que quieren explorar la música, el cine, el teatro o las bellas artes desde enfoques de lo más experimental. Tanto es así que en el festival Sorforkomfort, que organiza en colaboración con otra biblioteca, se ha presentado desde: música creada a partir del virus del Ébola, danza experimental, música del ruido o teatro. Como sostiene Korstad: «la biblioteca es el último espacio democrático de la sociedad» y él se ha empeñado en explorarlo y abrirlo a todo tipo de audiencias de un modo radical.

 

Reproducción en tamaño normal del que va a ser el mayor libro pop-up del mundo. Es un proyecto que la artista Colette Fu está desarrollando en el Philadelphia Photo Arts Centre en Olde Kensington. Cuando esté concluido, en octubre,  los visitantes podrán pasear dentro de él.  

 

 La biblioteca como experimento cívico:

 

Es probable que para otros países europeos contar con una biblioteca auto-servicio no sea un experimento cívico: sino una simple mejora en la oferta de los servicios bibliotecarios. Pero en un país como el nuestro en el que el concepto de lo cívico, y el respeto al bien común siguen siendo asignaturas pendientes para muchos: un proyecto como la Open Air Library de Alemania resulta un experimento de alto riesgo.
Esta biblioteca alemana inaugurada en 2009 fue diseñada en colaboración con los vecinos. La idea era crear una biblioteca abierta en todos los sentidos: por su distribución de espacios, por estar abierta las 24 horas, porque su equipamiento es autogestionado por los vecinos que gestionan por sí mismos sus préstamos. No ha estado exenta de algún acto vandálico pero en nuestro país dudamos que hubiera sobrevivido más allá del primer año.
Gracias al sistema Open+, una innovación basada en RFID presentada en Francia en 2015, es posible permitir que determinados usuarios accedan a la biblioteca a cualquier hora. Open+, un buen nombre para este sistema al que en nuestro país, para que fuera viable, habría que añadir: Open your mind…al bien común.

 

La biblioteca como experimento político:

 

Hilando con el concepto de Open+, pero sin RFID, tan solo con cajas de madera: no sabemos que habrá sido de la #Bibliotecaurbana que unos voluntarios montaron en ciudad de México tras los recientes terremotos. Afortunadamente es fácil de reconstruir, no hay más que contar con unas cuantas cajas de madera para, poco a poco, ir llenándolas de libros. Tanto en movimientos como el 15M, el Occuppy Wall Street o en la plaza Taksin de Estambul: el nacimiento de bibliotecas espontáneas fue una constante. Lo que nos llamó la atención de esta modesta Open Library Mexicana es el propósito de: «ser un mejor país».

 

Puede que suene naíf, ingenuo o pueril: pero se basa en una certeza. Cualquier acto es político, y ahora mismo: llevarse un libro prestado a casa, usar las bibliotecas (callejeras o convencionales), participar en sus actividades, interactuar con sus redes o compartiendo opiniones: es un acto político porque con ello se está diciendo que siguen siendo necesarias. Cuando se defiende un servicio público por el mero hecho de usarlo estamos haciendo política; cuando usamos una biblioteca estamos haciendo política.

 

 

 Podríamos seguir dando vueltas alrededor de la biblioteca como experimento. Bien aludiendo al mundo editorial que no aprovecha lo suficiente los fantásticos estudios de mercado que les podían proporcionar las bibliotecas; o pasando por las empresas que no valoran el impacto social tan positivo que ganaría su imagen si actuasen como mecenas (si acaso existiera una ley de mecenazgo en condiciones): pero no queremos eternizarnos. Ha quedado más que claro que los experimentos no se hacen con gaseosa: se hacen con arrojo y ganas de evolucionar.

 

Por eso cerramos con el ejemplo de Yoko Ono. Para muchos una chiflada, una mala pécora que acabó con The Beatles (inocentes que eran los muchachos): pero lo cierto es que bien les resulte ridícula a unos con sus obras conceptuales, u otros la aprecien como referente vanguardista: la japonesa de 84 años hizo de su capa un sayo desde el principio. Independientemente de lo que se piense de ella y su obra: toda una lección para perder el miedo a experimentar. ¿Qué baila mal? Pues ella misma lo proclama a los cuatro vientos. No se trata de no reconocer nuestras limitaciones sino de reconvertirlas en un estilo propio.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Poema para una biblioteca sin puerta (cinco años después)

Este artículo es un viaje de la oscuridad a la luz. Punto. Y en esta primera frase se agota todo el lirismo de un texto que osa bautizarse como poema. Que nadie espere rimas (al menos conscientes): los asuntos que aquí se tratan son demasiado prosaicos para aspirar a poesía alguna. Pero, pese a ello, prometemos un final en el que la belleza alcanzará las más altas cotas recurriendo, eso sí, a méritos ajenos.

 

La cuenta de Facebook Improbables librairies, improbables bibliothèques ideada por Gérard Picot, lleva años recopilando imágenes de bibliotecas y librerías imposibles. La biblioteca sin puerta podría haber sido una de ellas.

 

El primer poema para una biblioteca sin puerta se escribió hace 5 años. Ahora no se trata de reescribirlo para mejorarlo, al modo en que muchos escritores hacen cuando se enfrentan a la reedición de sus obras: sino de revisitarlo, de hacer un remake o un reboot según términos cinematográficos: para constatar lo que ha sido de esa biblioteca.

Corría el 2012 cuando saltaba a los medios la noticia de la agencia de lectura que, gracias a los fondos del antiguo Plan E promovido por el gobierno de Zapatero, se había construido en el jardín de Viveros junto al antiguo zoo de la ciudad de Valencia. La desaceleración económica a la que hacía referencia el último presidente socialista: provocó, que una vez concluidas las obras, se quedase sin inaugurar, o para ser más precisos, sin terminar. Tenía ventanas, hasta estanterías y alguna mesa, pero no había libro alguno, y ni siquiera dio tiempo a abrirle una puerta.

 

El interior en ruinas de la biblioteca sin puerta.

 

Las urbanizaciones abandonadas a su suerte que ahora habitan las alimañas; los campos de golf que ahora no sirven ni de pasto seco; las palmeras repletas de picudo rojo importadas de Egipto para diezmar a las autóctonas; los esqueletos de edificios abandonados en polígonos industriales o las aceras y farolas de resorts que no existieron nunca más allá de los planos: dan tal vez para un cuento, un relato de ciencia ficción apocalíptica o acaso una novela. Pero solo una biblioteca sin puerta puede dar para un poema.

 

Los leones de Bagdad de Brian Vaughan convirtió en fábula en viñetas la historia real de las bestias que escaparon del zoo tras el bombardeo de Bagdad en 2003.

 

¿Qué narraciones hubiese inspirado esa biblioteca sin puerta, en medio de un zoo abandonado, a imaginaciones como las de Borges, Cortázar o Bioy Casares? Solo los dibujos de Roland Topor o M.S Escher alcanzarían a hacerle justicia si de una novela gráfica se tratase. Los rostros sin ojos ni boca de Topor y las arquitecturas sin sentido de Escher: irían al pelo para una narración situada en una biblioteca ciega, o más bien cegada. Dibujos perfectos para el relato que podría dar de sí esta metáfora arquitectónica de una biblioteca sellada, cual pirámide egipcia tras la muerte del faraón.

Y no es gratuita la referencia a las monumentales tumbas egipcias: al igual que en las pirámides, durante estos cinco años, el local ha sido saqueado, no de tesoros, sino de cables, puertas y demás materiales: con que pudieran hacer hogueras los mendigos que la han ido habitando. No hace falta ser Bukowski para encontrar aquí una buena historia sobre bibliotecas e indigentes. Pero finalmente parece que el relato podría acabar bien.

Está previsto que para 2018 se finalicen las obras de reconstrucción y la agencia de lectura pueda finalmente tener una puerta.

¿Será verdad eso que dicen algunos de que se ha acabado la crisis? Para algunos ni siquiera empezó. ¿Habrá concluido ya el reajuste social ideado por el Grupo Bildelberg u otra entidad secreta a la sombra? Cada uno lo siente según le va, y por eso en el mundo bibliotecario con 226 bibliotecas públicas menos desde 2011: hasta que no se recuperen presupuestos, personal y recursos nada se puede decir por mucho que a la biblioteca, junto al viejo zoo de Valencia, le vayan a dibujar una puerta.

El ruido de la calle no se filtrará a través de los cristales rotos de las ventanas, ni las pedradas de los vándalos, ni las psicofonía de las bestias muertas del zoo vecino: será el silencio consensuado y confortable de un espacio lleno de libros y lectores. Y todo se llenará de murmullos. Susurros que incitan a la lectura y la relajación como los que aspiran a practicar algunos youtubers seguidores del movimiento en torno al ASRM.

 

ASMR: sonidos que salen de caricias al micrófono o de voces susurrantes.

 

ASRM, la Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma, es el término acuñado en 2010 en Facebook para describir la sensación placentera a la que induce el escuchar determinados sonidos o susurros en la cabeza y el cuero cabelludo. Este fenómeno ha dado como resultado numerosos vídeos de youtubers, mayoritariamente mujeres, que se dedican a grabarse produciendo sonidos sutiles o murmullos que arrullan a los oyentes.

Dentro de esta moda se incluye la lectura de libros: y así, varios canales estadounidenses y franceses se han especializado en susurrar leyéndote un libro. Sandra Relaxation ASMR, ASMR Serena en francés; o la española SusurrosdelSurr o la mexicana CocoWhispers en castellano.

Lo que bien podría pasar por un invento propio de la delicadeza japonesa a la hora de agasajar los sentidos: en Youtube parece más bien, en algunos casos, una simple excusa para un exhibicionismo sensual que probablemente produzca unos efectos totalmente contrarios a la relajación. Sea de un modo u otro, el caso es que para quienes sean capaces de disfrutar ese bisbiseo continuo sin ponerse de los nervios: será como flotar en una nube. En cualquier caso a nosotros estos susurros y nubes nos sirven para que en este viaje de lo siniestro a lo luminoso que estamos transitando: las caras amorfas de Topor se transmuten en las siluetas repletas de nubes de Magritte. Asaltemos los cielos, pues, pero con delicadeza.

 

 

En una célebre escena de Roma (1972) de Federico Fellini: las máquinas que están horadando el subsuelo de la ciudad para construir una línea de metro: atraviesan unas catacumbas sepultadas durante siglos que conservan unos bellísimos frescos de la época romana. El contaminado aire del siglo XX irrumpe en el espacio sellado: y las delicadas pinturas se volatilizan antes la mirada de los obreros e ingenieros en una de los momentos más bellos que el genio italiano dio al cine.

Cuando finalmente se abra la puerta a la biblioteca valenciana nada se echará a perder.  Solo se restituirá el orgullo de una institución que el próximo 30 de septiembre precisamente se celebrará por todo lo alto en la ciudad protagonista de la película de Fellini.

 

Los técnicos del metro de Roma irrumpiendo en la cripta.

 

El Bibliopride italiano arrancó al tiempo que se construía y abandonaba la biblioteca valenciana. Por eso, cinco años después de aquella coincidencia, celebramos que en este 2017 se alcance la sexta edición de esta declaración pública de amor por las bibliotecas y la cultura. Una programación de actos a lo largo del país transalpino que toma las calles para proclamar el orgullo bibliotecario.

Y ahora sí, con más esperanza que hace cinco años, hemos partido de la  biblioteca sin puerta, hemos subido a las nubes, y tomado las calles. Ahora sí que podemos dar paso a la poesía.

De las máscaras sin rasgos de Topor al culmen de la expresividad en el bellísimo rostro de Jessye Norman, interpretando When I am laid in earth de la ópera  Dido y Eneas de Purcell, ataviada cual reina del glam. El ejemplo perfecto para demostrar que si no se abren las puertas no habrá cultura; y si no hay cultura no habrá civilización; y si no hay civilización,  no seremos más que sombras susurrantes en formato digital a las que cualquier nuevo invento amenaza con volatilizar.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Crossover bibliotecario

 

No podemos saber cómo habrían sido los hijos de parejas tan dispares como Arthur Miller y Marilyn Monroe, Orson Welles y Rita Hayworth o Artie Shaw y Ava Gardner: porque no los tuvieron. Pero haciendo suposiciones: ¿qué habría primado en el cóctel de genes entre el brillante dramaturgo, el genio cinematográfico o el talento musical y las impresionantes bellezas de las tres sex symbol de Hollywood? ¿Y si la brillantez intelectual no hubiera sido herencia de los padres sino de las virtudes silenciadas de las madres?

 

Orson Welles cometiendo la herejía máxima contra el sistema de Hollywood: cortando y tiñendo la mítica melena pelirroja de su, entonces esposa, Rita Hayworth.

La factoría de genios: desentrañando los misterios del banco de esperma de los premios Nobel.

 

Los caminos de los cruces genéticos son inescrutables. En el banco de esperma William Shockley se conserva el semen de los científicos que han ganado el premio Nobel. El profesor de psicología en Harvard, Steve Pinker, recoge en su famoso ensayo La tabla rasa una anécdota al respecto de lo más jugosa. Según relata, cuando le pidieron al bioquímico George Wald su semen para conservarlo en el citado banco, éste replicó que debían ponerse en contacto con su padre, un pobre sastre emigrante, porque el suyo había dado como resultado a dos hijos guitarristas.

Las bibliotecas no tienen genes pero eso no les impide «cruzarse» con otras instituciones, servicios públicos o conceptos. Los mas puristas argüirán que determinados experimentos solo pueden desembocar en la adulteración de lo que es y ha sido una biblioteca: pero está biológicamente demostrado que la endogamia solo lleva a la devaluación genética de la especie. Así que no vamos a justificarnos por ejercer de alcahuetas.

¿Cómo llamaríamos a la criatura? Si sale mal: aborto, si sale bien: como mejor convenga al entendimiento rápido de todos. Pero dejémonos de prolegómenos. Bajemos un poco la luz, acaso pongamos una música agradable y que empiecen los emparejamientos.

 

«Y Frida les habló del amor…»: fue compartir en nuestras redes este crossover entre Frida Kahlo y las princesas Disney a cuenta del amor y romper las estadísticas.

 

BIBLIOTECA-CENTRO COMERCIAL

 

Ya citábamos algunas de las deudas que las bibliotecas tienen para con los centros comerciales o grandes superficies en Supermercados de la cultura: oferta del día en ideas propias. Desde ese post las últimas noticias sobre los centros comerciales han agudizado una tendencia: su desaparición. Según un reciente estudio de los 1.200 centros comerciales actuales en Estados Unidos, en 2022, solo quedará la cuarta parte por el auge del comercio digital . Culpables de matar el centro de las urbes, acabar con el comercio de proximidad y embrutecer a los consumidores con su oferta despersonalizada: no nos da ninguna pena, y menos aún, si se afianza la tendencia de reconvertirlos en bibliotecas.

 

Un centro comercial abandonado lleno de nieve en Akron (Ohio)

 

El último caso ha sido en Abilene (Texas). En el centro comercial de Abilene van cerrando cada vez más negocios, y la biblioteca de la ciudad tejana, decidió abrir una sucursal aprovechando los locales que iban quedando vacíos. Desde que abrieron la sucursal, el pasado mes de noviembre, el número de usuarios ha pasado de 91.177 a 221.372. Los bibliotecarios están encantados pero los gerentes del centro comercial aún más. Como declaró a los medios el responsable del centro: «La biblioteca es un gran inquilino, ojalá hubiéramos tenido más como ellos». Y el beneficio es mutuo, no solo por ocupar un espacio vacío y dotarlo de vida, sino también por organizar actividades para los niños en los espacios comunes del centro. En este caso más que un crossover se podría hablar de una pacífica y lenta colonización.

 

Biblioteca en el centro comercial de Abilene.

 

BIBLIOTECA-AGENCIA DE VIAJES

 

Al igual que a los centros comerciales: Internet le ha dado la puntilla a las agencias de viajes. Una paradoja, que ahora que la gente viaja más que nunca, sean los negocios que desde siempre han gestionado estos asuntos los que se vean en riesgo de desaparación. Parte de culpa la tiene su dependencia de los grandes turoperadores que les limitan a la hora de ofrecer alojamientos, itinerarios y combinaciones. Por eso se ha visto un resurgir de las agencias, físicas o virtuales, que ofrecen viajes fuera de lo habitual: quedando para las clásicas la oferta de paquetes de vacaciones o los viajes del Imserso.

Es el caso de la agencia de viajes online Frikitrip que organiza viajes temáticos. ¿Qué eres fan de Doctor Who, de Harry Potter, Juego de Tronos, de los vikingos o de The Beatles? Pues ellos te organizan el viaje, los itinerarios y lugares a visitar: para que tu inmersión en tu serie, género o grupo favorito sea absoluto. Es justo de lo que hablábamos en Turoperador bibliotecario. Allí sugeríamos un servicio que ayudase a los usuarios a diseñar sus viajes en colaboración con su bibliotecario. No se trataba tanto de gestionarle la logística del viaje: como de proveerle de obras que tuvieran que ver con su destino para que su inmersión fuera mucho más rica.

Patti Smith polaroid en ristre

¿No deberían los responsables de Frikitrip ampliar su espectro e incluir a los amantes de la literatura, o añadir más tipo de cine o música? Una alianza Frikitrip-biblioteca sería todo un éxito. En lugar de aburridos selfies con la sirenita de Copenhague, el skyline de Nueva York o la Torre de Pisa: el álbum de fotos del viaje sería como los de Patti Smith (cuyo periplo por el Nueva York de los 70-80 bien daría para un viaje temático). Con las polaroids que la cantante-poetisa estadounidense ha hecho en sus viajes literarios se han llegado a montar exposiciones: desde unos cubiertos de Rimbaud, la cama y escritorio de Virginia Woolf, un pañuelo de William S. Burroughs o unas pantuflas de su amado Robert Mapplethorpe.

 

Cama y despacho de Virginia Woolf fotografiados por Patti Smith

 

BIBLIOTECA-GASTROMERCADO

 

La saga Sharknado: tiburones + tornados. ¿Quién da más?

¿Gastromercados y bibliotecas? ¿qué invento es esto? Estos crossovers empezaron con referentes del Hollywood de oro, y de seguir así, van a terminar como la saga Sharknado: mezclando tiburones con tornados. Pero todo tiene su explicación.

Si hay unos espacios públicos que han conocido y siguen conociendo un auge inusitado estos son los espacios gastronómicos. Rafael Ibáñez ya nos hablaba de las Gastrobibliotecas  hace cuatro años. En ese caso se trataba de bibliotecas especializadas en gastronomía. Pero dado que no todas las bibliotecas pueden tener cocina como la Biblioteca del Fondo en Santa Coloma de Gramanet: tal vez sea el momento de ir un poco más allá

Guste más o menos: el lobby estudiantil ejerce una presión constante. Por eso, mientras que se siguen ensayando fórmulas para hacerlos usuarios más activos de colecciones y servicios: ¿por qué no atender a sus necesidades más primarias?

Durante épocas de exámenes prácticamente viven en la biblioteca. En ciudades medianas y grandes la imagen de grupos sentados en las escaleras, en las zonas comunes o en la calle (en el caso de que no haya sitio dentro del edificio) con sus tupper resulta de lo más habitual.

 

 

Simplemente se trataría de copiar lo que ya están haciendo en algunas universidades. Iniciativas como Foodtopía 1.800w. en el Parque Científico de la Universidad de Murcia: es un ejemplo. Este proyecto de economía local resiliente (como le gusta denominarse) ofrece comida que une producción agrícola y distribución de alimentos local. Promoviendo un menú saludable, ecológico y a precios muy asequibles: servicios de catering del tipo Foodtopía 1.800w. podrían perfectamente proveer y promover la dieta saludable de los jóvenes ofreciendo sus productos en bibliotecas a mediodía. Y sería una opción tanto para estudiantes, como para individuos en riesgo de exclusión, para los que la biblioteca no es ya su segunda casa, sino prácticamente lo más cercano que reconocen como hogar.

BIBLIOTECA-CENTRO DE OCIO

 

Jane Austen + zombis: después de esto ya nada queda a salvo.

No vamos a llegar a proponer un parque de atracciones bibliotecarias, pero a un paso estamos. Si museos y otras instituciones respetables han optado abiertamente por la gamificación y por dotar a sus propuestas de un aura de espectáculo cuasi circense: las bibliotecas no pueden quedarse atrás.

El verano de 2016 fue el verano de la moda del Pokémon Go. Varios artículos e iniciativas se centraron en sacar rédito a dicha moda desde las bibliotecas. Un año después, pasado ese furor, la moraleja como siempre es la misma: no hay que correr detrás de la última zanahoria digital que nos ofrezcan. Las bibliotecas son milenarias, pueden tomarse su tiempo, sin dejarse agobiar por la sensación permanente de estar perdiendo algún tren con destino final a la obsolescencia.

«Desde lo alto de esas bibliotecas 43 siglos nos contemplan».

 

No se trata de realidad inmersiva 4D es una obra del pintor hiperrealista Joel Rea

 

Robots y Tolstói: ¿qué puede salir mal?

Ya hablamos en Escapando de la biblioteca, escapando de los bibliotecarios de la moda de las escape room y sus posibilidades en bibliotecas, la cultura maker sigue ganando terreno, la robótica es un campo a tener en cuenta, y ahora toma el relevo a la realidad aumentada: la realidad inmersiva 4D. Una vez más, como toda novedad, habrá que tomársela con calma.

La empresa Broomx Tecnologies ha creado el primer sistema de proyecciones inmersivas 4D y vídeos 360 que no necesitan del uso de ningunas gafas y pueden disfrutarse en cualquier espacio. Recrear a personajes e historias de libros, películas o cómics en la sección Infantil y Juvenil, convertir al libro en el epicentro del que nace todo lo imaginable. Como con cada nueva maravilla tecnológica se corre el riesgo de quedarse con la atracción de feria y dejar aparte el contenido. Solo el tiempo y el desarrollo dirán lo útil que puede llegar a ser como aliado de la oferta bibliotecaria.

 

Cuando la Universal dejó que sus monstruos clásicos se cruzaran con las comedias de Abbott y Costello (los Pajares y Esteso de los 40 estadounidenses): la decadencia de los mitos del terror clásico se hizo imparable.

 

Se sabe cómo se empieza pero no cómo se acaba. Los crossover es lo que tienen. Podríamos seguir con cruces genéticos entre bibliotecas y otras instituciones y servicios: pero antes de que esto adopte tintes orgiásticos mejor dejarlo.

Y si arrancamos con parejas llenas de glamour cerremos con todo un clásico. La metáfora perfecta del crossover bibliotecario sería la pareja protagonista de Bola de fuego (1941) de Howard Hawks. El tímido y encantador erudito interpretado por Gary Cooper y la desinhibida cabaretera a la que daba rutilante vida Barbara Stanwyck. La calle irrumpiendo en la academia y trastocándolo todo. No hubo segunda parte, así que no podemos saber cómo fue el resultado de tal cruce genético: pero es muy posible que fuera equiparable a una idea de biblioteca cercana a lo que hemos propuesto aquí.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Canción de verano bibliotecaria

 

 

En el hemisferio en el que se cuece (literalmente) este blog: es verano. Y una de las tradiciones seculares del verano hasta hace no tanto: eran las canciones del ídem. Esas tonadas facilonas, de letras sonrojantes la mayoría de las veces, con ritmos básicos y a ser posible acompañadas de coreografías propias de una fiesta de fin de curso de parvulario. Por mucho que digan que la omnipresente Despacito de Luis Fonsi es la elegida para este 2017, no es cierto: la canción se publicó el 12 de enero y lleva triunfando en las listas desde entonces.

El cambio climático lo está trastocando todo. En el tiempo de la posverdad, el calentamiento global y las redes sociales: el dejarse mecer por un ritmo tontorrón y por letras simplonas ha perdido la estacionalidad. Ahora la canción del verano es la banda sonora de todo el año como las, antaño, serpientes de verano (esos culebrones informativos con los que se entretenía al personal mientras daban cabezadas): reptan por las redacciones y, sobre todo, por Internet durante los 12 meses sin interrupción. De hecho las canciones y serpientes de verano han ido emparejadas desde sus orígenes. Por eso no es de extrañar que el inevitable Despacito posea, según los expertos, lo que se denomina: gusano de oído.

 

Tuit del músico, productor y compositor Nahúm García en la que explica el secreto del éxito del tema de Luis Fonsi y Daddy Yankee. En la web musical Jenesaispop lo explican en detalle.

 

Son las conclusiones de Jessica Grahn, neurocientífica de la Universidad de Ontario, que recientemente concedía una entrevista a la BBC para tratar de explicar, científicamente, la razón por la cual determinados temas conocen un impacto global y consiguen arrasar por encima del resto. Un intento (vano) más por conseguir la fórmula del éxito.

Nada que reprochar. Será el calor, será el goteo incesante del tema de Fonsi y Daddy Yankee, será que los gusanos se han convertido en serpientes y nos colonizan el cerebro: que en este post nos rendimos a lo facilón, a la rima fácil, a la gracieta de adolescente. Lo cual no quiere decir que en el resto de posts no lo hayamos hecho: la diferencia es que aquí es de manera consciente. Después de todo ¿no aspiran las bibliotecas también al éxito masivo? De ahí que demos a todos los palos con este texto tutti frutti: en un intento por lograr ese estribillo redondo que siempre se escabulle .

 

 

Como cada verano diferentes administraciones ponen en  marcha las campañas de verano a través de los bibliobuses. En la ciudad india de Naihati  no cuentan con bibliobuses pero cuentan con el empeño y las buenas piernas de Alamgir Hossain Shrabon. Empeñado en hacer llegar la lectura hasta la última aldea: este profesor pedalea transportando un carrito de los que se usan como puestos ambulantes de comida repleto de libros.«Quiero erradicar la pobreza a través de la educación» declara Shrabon, que además, ha creado dos centros de formación para mujeres, así como talleres gratuitos para formar en el uso de nuevas tecnologías.

Pero de la edificante historia del profesor hindú, aparte de con su arrojo, nos quedamos con el carrito. Los jóvenes ya no tienen memoria de los clásicos carritos de helados o de comida que antaño circulaban por las ciudades. Salvo los puestos ambulantes que desfilan previos a alguna cabalgata o procesión: la venta ambulante de helados y alimentos es cosa más bien del pasado. Vivimos en la eclosión de los food trucks o furgonetas de comidas. Pero aquí y ahora apostamos por lo clásico.

¿No sería una buena idea rescatar uno de esos carritos de helados para prestar libros? Prestar libros y vender/regalar helados si alguna marca tuviera la visión comercial suficiente para promocionarse en alianza con la cultura. Puede que alguno de los libros terminase como los que aparecen en una de nuestras cuentas de Instagram favoritas: Ice Cream Books: pero el impacto que se conseguiría haría que mereciera la pena.

 

La Biblioteca Newberry de Chicago está especializada en colecciones sobre religión. Entre los 80.000 documentos que conforman sus fondos se encuentran no pocos textos sobre brujería, magia o espiritismo. Pero pese a lo antiguo de los fondos que allí se conservan: sus responsables han demostrado estar firmemente asentados en nuestros días. Ahora que tanto se habla de que los usuarios intervengan en la toma de decisiones de los centros bibliotecarios: la Biblioteca Newberry ha publicado en el portal Transcribing Faith tres manuscritos sobre magia para que cualquier internauta, que se vea capacitado, les ayude a transcribirlos, corregirlos y comentarlos. Un trabajo colaborativo para acometer una de las tareas, hasta ahora, más especializadas y celosamente reservadas por el gremio bibiotecario y archivero.

La gran Lola siempre adelantada a su tiempo.

Es lo que se lleva: presupuestos participativos, toma de decisiones asamblearias, la necesaria transparencia del sistema. Todo razonable, democrático, políticamente correcto y con la bendición que se le presume siempre a lo consensuado. Pero en tiempos en que prima el descrédito de la opinión docta y la desconfianza hacia todo lo que provenga de la academia: hay que estar bien alerta ante los inventos que puedan surgir de este afán por el igualitarismo a ras de tierra.

Como ejemplo el reciente anuncio de la RAE aceptando el uso de iros por idos: un necesario triunfo del uso popular de la lengua, que en las redes, se ha traducido en un nuevo linchamiento contra la labor de la RAE por tener un pasado machista. Una manera de mezclar churras con meninas (ya puestos a amoldar el lenguaje a nuestro gusto: ancha es Castilla) y es que «si me aconvenzo, si me aconvenzo» las cosas son como yo quiero que sean y se acabó que cantaba María Jiménez.

 

 

Cuando allá por el verano del 2001, la pareja formada por las tuneadas Sonia y Selena, copó las listas de éxitos con su tema Yo quiero bailar: no faltaron los comentarios insidiosos tildando a las esforzadas cantantes de parecer salidas de una de esas películas, que en los videoclubes, solían esconderse en los rincones más discretos del local. Y si hay un gremio que puede comprender mejor que ninguno lo injusto que resulta el que te cataloguen estéticamente en un estereotipo ese es, sin duda, el bibliotecario.

Algunos de los bibliotecarios retratados por Kyle Cassidy en su libro-homenaje a las bibliotecas y los bibliotecarios.

No sabemos si el último libro de la fotógrafa Kyle Cassidy va a incidir de alguna manera en que evolucione la imagen del gremio; pero incluye algunas reflexiones que nos gustan mucho. This is what a librarian looks like: a celebration of libraries, communities, and access to information (Esto es lo que parece un bibliotecario: una celebración de las bibliotecas, las comunidades y el acceso a la información) es el resultado de los viajes por los Estados Unidos de Cassidy fotografiando bibliotecarios y recogiendo sus opiniones e ideas en torno a su trabajo. Aunque se pueden seguir estableciendo ciertos criterios estéticos comunes entre algunos de los retratados: también hay disidencias estéticas que rompen el estereotipo. ¿Quién sabe? puede que dentro de poco el canon estético de Sonia y Selena termine asomando en futuros retratos del gremio.

Pero más allá de la apariencia, que por algo estamos hablando de bibliotecas, nos quedamos con las declaraciones de una de las bibliotecarias retratadas. Jaina Lewis, bibliotecaria juvenil en la Biblioteca de Westport, describe sus tareas de una forma con la que más de uno podrá identificarse:

«Por la mañana, soy una estrella de rock en una habitación llena de niños en edad preescolar; a mediodía, soy una trabajadora social ayudando a buscar recursos para la búsqueda de empleo; por la tarde soy una educadora que lleva a los niños a un taller de ciencias. Los bibliotecarios servimos para muchos propósitos y usamos distintos sombreros, pero todos sirven para lo mismo: cambiar vidas.»

 

 

El verano también es tiempo para nostalgias: ahí estaba el Dúo Dinámico, otros clásicos del repertorio veraniego, con su tema El final del verano. Pero no parece que haya sido ese tipo de nostalgia la que haya incidido en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para publicar un libro en el que recupera el olvidado arte de los catálogos de tarjetas.

La estupenda encuadernación de The Card Catalog.

The Card Catalog: books, cards and treasures literacy (El catálogo de fichas: libros, tarjetas y tesoros literarios): en el que se reúnen algunas de las tarjetas que, durante décadas, sirvieron para recoger los datos de las publicaciones y para dejar fe del buen pulso de los catalogadores a la hora de completar las fichas. El libro deja constancia de los esfuerzos de los bibliotecarios por intentar organizar unas colecciones que crecían sin parar; e incluso se hace eco de las rivalidades que se establecieron entre bibliotecarios a la hora de imponer sus criterios.

La glaciación digital arrasó con todo ello, pero dejó algunas situaciones curiosas que el libro recoge: sobre el modo en que algunas bibliotecas se despidieron de sus viejos ficheros. En una biblioteca de Maryland ataron las fichas a globos llenos de helio y las lanzaron al cielo; otras celebraron incluso funerales en homenaje a sus entrañables catálogos de fichas.

Hoy día lo digital deja poco margen para imprimir un toque personal en un trabajo tan reglado como es la catalogación. La personalización se margina a los tejuelos, y como mucho, a los códigos de barras. ¿Los códigos de barras? Pues sí: los códigos de barras son como las caprichosas marcas que el bañador o los anillos (en caso de practicar el nudismo) dejan en la piel bronceada: una inesperada demostración de que la diferencia está en los detalles. Es una pena que la falta de tiempo no permita «customizar» los códigos de barras de las bibliotecas. Podría dar lugar a comentarios gráficos sobre la temática de los documentos tan estimulantes como estos que provienen (cómo no) de Japón:

 

 

Y hasta aquí llegó el repaso a algunas de las posibles tonadillas de verano con aires bibliotecarios. Quedan en el tintero éxitos potenciales como MARCarena de Los del Río, Sólo se registra una vez de Azúcar Moreno o Ven, catalógame otra vez de Lalo Rodríguez. Pero toda tontería tiene un límite. Es hora de desconectar y dejar que la audiencia relaje oídos y vista.

En los programas de entretenimiento de la televisión estadounidense se ha puesto de moda improvisar canciones con las estrellas que van de invitados. Estos sketches musicales son el equivalente frívolo a los conciertos unplugged (desenchufado) que tan en boga estuvieron hace un tiempo. Así pues vamos a desenchufar durante unas semanas este blog con un tema muy apropiado: el Holiday de Madonna cantado en el show de Jimmy Fallon: ¡Holiday! ¡Celebrate!

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Biblioteca de orgasmos, biblioteca de chocolate

 

Publicidad impresa de la marca de productos de higiene masculina Axe: «parte buena, parte mala: esa es la esencia del hombre».

 

Según un artículo de la publicación digital Puro marketing, de hace dos años, el sexo como reclamo publicitario ya no vendía: más que nada por saturación, aburrimiento, hartazgo. Pues bien, alguien debería haber avisado a las agencias que se ocupan de las campañas para numerosas marcas de perfume, moda, desodorantes, agua mineral y hasta quita grasas para el hogar: porque todas, sin excepción, siguen recurriendo al sexo para vender. Visto lo visto ¿está mal que se haga lo mismo para hablar de bibliotecas?

 

Publicidad (nada sexista) del detergente OMO en los años 60: o de cómo poner la lavadora y hacer un estriptís para animar al marido en cuatro fáciles pasos.

Uno de los daños colaterales de 50 sombras de Grey. 

 

En este blog, recién publicado, un díptico bajo el título de Sexo, drogas y tejuelos: cabría pensar que sí. Pero aún a riesgo de que se nos tache de rijosos no podíamos dejar pasar una noticia tan jugosa (ese subconsciente escurriéndose por los adjetivos) como la relativa a una biblioteca de orgasmos.

Y no, no vamos a hablar del fotógrafo Clayton Cubitt y su invento, también de hace dos años, de la Literatura histérica: aquellos vídeos de mujeres llegando al orgasmo, gracias a un vibrador, mientras leían un libro; y que salió hasta en los telediarios (para que luego digan que el sexo no vende). La biblioteca de orgasmos bien podría tomarse como una extensión de la propuesta con la que Cubitt unía orgasmos y literatura: pero dándole la vuelta.

Si el órgano más grande que interviene en la relación sexual es el cerebro: ¿por qué en la siguiente campaña de promoción de la lectura no se recurre a un eslogan del tipo:

si quieres buen sexo ven a la biblioteca

 

En este caso no se podría acusar a nadie de publicidad engañosa. El efecto viral de la campaña sería imparable, el lirismo de puerta de aseo público en los comentarios subsiguientes, también: y el jamacuco del político de turno, seguro. Eso sí, habría que completarla con una letra pequeña que indicase que las bibliotecas no se hacen responsables de los fracasos eróticos de sus clientes. En caso contrario, no habrían hojas de reclamaciones suficientes para desahogar a tanto frustrado por lo poco que la realidad suele avenirse a las expectativas que genera nuestra imaginación.

 

Gama de cosméticos del amor de la marca Bijoux indiscrets.

El clásico de Diderot del que toma su nombre la literaria marca de juguetes eróticos Bijoux indiscrets.

 

En la marca de juguetes eróticos Bijoux indiscrets, es de Barcelona por mucho que parezca francesa (algo de galicismos para variar): lo tienen claro. Por eso ha llevado a cabo un estudio (¿qué sería de nosotros sin los estudios?) bajo el título: Realidad versus ficción en el sexo. Si del dicho al hecho hay un gran trecho, en cuestiones erótico-festivas el trecho se convierte en abismo.

La marca creó una biblioteca digital desde la que es posible descargar los sonidos de diferentes orgasmos. A partir de ahí: pidieron a un grupo de hombres y mujeres que jugaran a diferenciar cuáles eran ciertos y cuáles fingidos. Los resultados fueron de lo más igualitarios: tanto los varones como las féminas no supieron discernir la ficción de la realidad en cuestión orgásmica.

Con esta propuesta lo que Bijoux indiscrets ha querido demostrar es el potente influjo que la ficción tiene sobre nuestro imaginario erótico, y por ende, sobre nuestro comportamiento en estas lides. Según el mismo estudio un 44’7% de las mujeres denotan un imaginario erótico equiparable al de una película romántica; mientras que para un 38,2% de los hombres su idea de lo sexual se aproxima más a una cinta porno. Sin novedad en el frente.

 

El ensayo de Denis de Rougemont un referente a la hora de indagar en los orígenes del concepto del amor romántico en Occidente.

 

Sex criminals mezcla orgasmos y thriller con un punto de partida impactante: cada vez que la pareja protagonista tiene un orgasmo el tiempo se paraliza.

Desde que en la Edad Media los juglares inventasen el amor romántico: la representación de los sentimientos y deseos se contaminó de tanta carga literaria que los estereotipos en torno al amor se enturbiaron para siempre en Occidente. Faltó la llegada de la publicidad, el cine y los medios de masas en la Edad Moderna para que separar el grano de la paja (sin segundas lecturas por favor) se hiciera del todo imposible.

Ahora, en plena apoteosis de lo pornográfico gracias a lo digital: el último reducto de soberanía personal sobre el propio cuerpo, la sexualidad, corre el riesgo de terminar convertido en algo maquinal, mecánico, robótico. Si abogábamos por la reivindicación de lo erótico desde la cultura: ¿qué tal sería una campaña conjunta entre Bijoux indiscrets y alguna red de bibliotecas?

 

Nathan, el programador megalómano de la película Ex Machina (2015) en pleno delirio bailongo (¡¡atención spoiler!!) con su amante robótica. Recientemente un artículo publicado en El País abordaba el más que probable uso de los robots con fines sexuales. ¿Se resolverá así la cuestión del fingimiento en el orgasmo? ¿soñarán los androides con orgasmos eléctricos?

La máquina de follar de Charles Bukowski: cargándose, cada vez más, de poder profético según avanza la robótica en este siglo XXI.

 

La originalidad está sobrevalorada: y la prueba es la segunda parte de este post (absténganse golosos). Acomodados en el mundo de los sentidos recurrimos a un nuevo tópico: el que relaciona al chocolate con el sexo, precisamente por su capacidad para sustituirlo.

Si lo de consumo, luego existo es el principio que sustenta el sistema en el que sobrevivimos, entonces todos somos víctimas propiciatorias del marketing. Música estimulante en las tiendas de ropa, para que todos nos creamos el chico de Martini o Carrie Bradshaw ensayando posturitas frente al espejo del probador; o películas y series televisivas con los decorados más repletos de marcas que el maillot de un ciclista.

Todo vale con tal de transformarnos en perritos de Pávlov, salivando ante la posibilidad de fundir la tarjeta de crédito; y en cuestiones de libros no tenía porque ser menos. Hace unos años la revista Journal of Enviromental Psychology recogía los resultados de un experimento de lo más peculiar, que un equipo de investigadores de la Universidad de Hasslet (Bélgica): pusieron en practica durante diez días en una librería belga.

Consistió en pulverizar aroma a chocolate en determinadas secciones temáticas de la librería, y comprobar si esto afectaba al incremento de las ventas. Y así fue según los resultados del estudio, sobre todo en lo relativo a libros sobre alimentos y novelas románticas. Todo bastante previsible, la verdad.

 

El cuidado y libresco envoltorio en el que se comercializó el Paper Passion de Karl Lagerfeld.

 

Pero como siempre, la noticia nos sirve para plantearnos una reflexión: ¿qué efecto tendría en las estadísticas de préstamo de las bibliotecas adoptar este sistema de marketing olfativo? Si nuestros objetivos se moviesen dentro del canon del buen gusto comúnmente aceptado: se podría recurrir a perfumar las salas bibliotecarias con Paper passion o con L’Air de Rien.

El primero, Paper passion, fue la creación conjunta del perfumista Geza Schoen y el diseñador Karl Lagerfeld para la revista Wallpaper. Se trató de capturar ese olor a libro nuevo con el que se deleita cualquier amante de la lectura: un arma de seducción definitiva diseñada para alterar las feromonas de cualquier letraherido que caerá rendido ante tal atractivo intelecto-sexual. El propio Lagerfeld pronuncio hace tiempo el mejor eslogan para el perfume:

«los libros son una droga de tapa dura, sin peligro de sobredosis. Yo soy la víctima feliz de los libros»

 

La segunda opción para perfumar los ambientes bibliotecarios, a semejanza de como hacen hoteles o comercios de alto standing: sería el perfume creado-inspirado por la actriz y cantante británica Jane Birkin: L’Air de Rien. La perfumista Lyn Harris siguió las indicaciones de la intérprete del Je t’aime moi non plus para crear un aroma que evocase a polvorientas bibliotecas y a libros antiguos recurriendo al musgo de roble, el neroli, el ámbar o la vainilla.

No dudamos que pudiera seducir a algunos usuarios, pero a los profesionales que lidian diariamente con depósitos atestados de donaciones y libros polvorientos: ¿no sería un poco como irse a casa como se van los pescaderos?

Dos opciones para convertir a las bibliotecas en espacios de seducción no solo intelectual, sino también sensorial, sensual. Pero yendo un paso más allá: si Isabel Coixet lanzó aquello de ¿a qué huelen las nubes? en un spot de compresas: aquí nos preguntamos: ¿a qué deberían oler las colecciones según su contenido?

Dulce fragancia de caramelo para la sección infantil, el vigorizante aroma de los cítricos para la sección de deportes; el recio olor a madera y tabaco para empresarios y política; el olor a dinero recién impreso para la sección de negocios; raíces y tierra para la filosofía; fragancias marinas para la literatura de viajes; o un deseo, más que una realidad: el rancio olor de la naftalina para la mala literatura.

El problema sería que los conductos de ventilación confundieran los aromas, provocando una parosmia generalizada entre los visitantes (trastorno que confunde los olores) e hiciera que las fans de Danielle Steel terminasen irremediablemente atraídas por la sección de feminismo, los empresarios por la novela romántica, o los jóvenes por la filosofía. Sería un caos olfativo de imprevisibles consecuencias, y probablemente, más que positivas. Otra forma, mucho más sibilina, de aplicar nuestro concepto de justicia poético-bibliotecaria.

Pero aquí lo dejamos antes de que esto se convierte en una apología de lo orgiástico-bibliotecario digna del final de la novela de Patrick Süskind.

 

Y es que parafraseando el célebre eslogan de la colección de literatura erótica La sonrisa vertical: este post ha quedado para leerlo con una sola mano….porque la otra, lógicamente, hay que tenerla ocupada saboreando un cremoso helado de chocolate, como los del hombre de los helados al que cantaba Tom Waits. Y a ser posible sin que sea en sustitución de nada.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

En paradero conocido: la biblioteca

 

Del caudal de estupideces que llegan diariamente a través de las redes, el homicidio involuntario de una youtuber, es el que nos sirve de arranque para este post. Lo cierto es que hay mucho donde elegir a la hora de ponerse apocalíptico cuando se habla de redes sociales y del ansia de celebridad que han generado: pero en este caso las circunstancias lo hacen muy propicio para la temática de este blog.

Monalisa Pérez (con ese nombre probablemente desde pequeña pensara que su fin solo podía ser el de ser famosa) mató a su marido Pedro Ruiz de un tiro en el pecho a instancias del propio Pedro. Pero no se trató de ningún tipo de muerte asistida: los dos querían ganar más seguidores para su canal de Youtube. Y por este motivo, según cuenta la crónica, el joven marido convenció a la mujer de que le disparase en el pecho protegiéndose solo con el tomo de una enciclopedia: para luego difundir el vídeo en su canal.

 

Obras de la serie Book guns del artista neoyorquino Robert The.

 

¿Cuántas lecturas se pueden sacar de algo así? Sin duda la de la enciclopedia, no: pero no nos extrañaría que el tomo elegido se convirtiera en objeto de culto para algún necrófilo bibliófilo, o bibliófilo necrófilo, que tanto da. Estudiar la trayectoria que describió la bala, las entradas que atravesó, las páginas que perforó. ¿Qué científicos, literatos, artistas, filósofos o estadistas reventaron su gloria impresa para dejar expedito el camino a los 15 minutos de fama del youtuber? El tomo destrozado de esa enciclopedia será lo más cercano que estarán de la posteridad: Pedro y su mujer Monalisa. Las celebridades que ganaron su puesto en la enciclopedia por logros intelectuales, científicos o políticos seguirán intactas en los fondos de miles de bibliotecas: las únicas capaces de conservar los logros de quienes no necesitan de likes, followers ni retuiteos para perdurar intactos.

 

La ingeniosa campaña de la Biblioteca Nacional de Perú para recuperar libros robados de sus colecciones.

 

En esta cultura de la celebridad histérica en la que vivimos uno de los juegos más recurrentes cada cierto tiempo es el de: ¿Qué fue de…? La mayoría de las veces una excusa para consolar a esas mayorías silenciosas que tanto gustan a algunos políticos. Saber de las desgracias de los que un día fueron los elegidos y ahora tienen que malvivir, o vender sus miserias al mejor postor: es la picota medieval, la horca, la guillotina o el circo romano del siglo XXI. Así, una vez relajados tras el linchamiento mediático: uno vuelve reconfortado a su silenciosa mediocridad.

Pero he aquí, que las bibliotecas, esas locas milenarias empeñadas en maquillarse, operarse, recauchutarse y estirarse lo que haga falta con tal de seguir resultando lozanas: siguen obcecadas en dar munición al disidente, al librepensador, al que se niega a alimentarse culturalmente por lo que dictan las leyes del mercado.

 

Walt Disney congelado en la campaña #VivenenlaBRMU con la que, la Biblioteca Regional de Murcia, ha lanzado su cuenta de Instagram bajo el lema: «Que las leyes del mercado no impongan tu dieta cultural».

 

En Escaparatismo para bibliotecas recuperábamos la anécdota de cuando Dalí diseñó dos escaparates de la Quinta Avenida de Nueva York en 1939, y al descubrir que durante la noche los dueños de los grandes almacenes (escandalizados por el montaje) habían modificado su idea original: la emprendió a patadas con todo y terminó en el calabozo. Algo así hacen las bibliotecas con esa cultura de escaparate que obliga a que todo tenga una caducidad más corta que un yogur en mitad del Sáhara: darle de patadas con sus colecciones.

Pero seamos justos. Las modas culturales no son cosa solo de los mercados. Las fluctuaciones en los gustos de los críticos, del público y de los medios son continuos. Y las bibliotecas están alerta para rentabilizarlas.

 

Fotografía de Peg Entwistle junto al emblemático lugar que eligió para suicidarse.

 

En el último vídeo de Lana del Rey, Lust for life, se rinde un homenaje (sin acreditar) a la actriz británica Peg Entwistle: que, tras una carrera en Broadway, partió a la meca del cine para triunfar como estrella. Tras vivir la parte más amarga del sueño americano: Peg coparía los titulares tras arrojarse al vacío desde lo alto de la letra H del famoso cartel HOLLYWOOD que domina las colinas de Los Ángeles. Si Thomas Quincey escribió del asesinato como una de las bellas artes: ¿acaso este suicidio no merece un reconocimiento por su valor artístico?

La edición completa de las poesías del joven canario Félix Francisco Casanova.

Irène Némirovsky, John Kennedy Toole, Frances Farmer, Stieg Larsson, Lucia Berlin…son algunos de esos nombres que conocieron el reconocimiento póstumo. Otros como Chavela Vargas o La Lupe (vía Almodóvar), Huysmans (vía Houellebecq), Aldoux Huxley y su mundo feliz (vía Trump), Ed Wood o Margaret Keane (vía Tim Burton) o el joven poeta canario: Félix Francisco Casanova (vía Fernando Aramburu): han conocido un revival sobre su figura u obra a expensas del fulgor mediático de terceros.

Aunque puestos a elegir nos quedaríamos con el cantautor Sixto Rodríguez y su rocambolesco camino hacia la fama y el reconocimiento que se narra en el emocionante documental: Searching for the sugar man (2012).

 

 

La fama, el reconocimiento, la gloria siempre han sido esquivas, caprichosas y volubles. Pero, afortunadamente, en la mayoría de los casos, las obras que merecen la pena siguen disponibles en las bibliotecas. Los atrapados por los cantos de sirena del marketing seguirán, acaso, visitándolas como turistas de tour operator. Pero los que aún ejercen su libre albedrío serán como los viajeros que se toman su tiempo, y se pierden por los callejones que forman las estanterías, esperando ser ellos los que rescaten del olvido alguna joya. Nada, ni nadie, se encuentra en paradero desconocido en una biblioteca.

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Sexo, drogas y tejuelos. Cara A

 

Portada de la cantante y actriz francesa nacida en Alicante: Jeanne Mas. Ejemplar digno de formar parte de nuestro reto #bibliobizarro.

 

Puede que los Rolling sigan saliendo de gira, puede que Springsteen siga reventando estadios con su vozarrón, y hasta que Rosendo actúe un año más en el Viñarock. Pero hay frases a las que les queda menos fuerza que a una litrona sin tapón en un botellón del mes de agosto.

Rock is dead
(El rock está muerto)

 

Marco incomparable, los viejos roqueros nunca mueren o sexo, drogas y rocanrol: estas frases, y muchas más por supuesto, deberían aparecer tachadas, en cualquier manual de estilo que se precie. Después de décadas de pop, música electrónica, punk, grunge, hip hop, ambient, trip hop, tecno industrial, etc…: el rock, tal y como se entendía en tiempos de Woodstock, resulta de lo más conservador.

Dos de los integrantes del grupo de trap nacional: PXXR GVNG (ahora llamados Los Santos) durante el rodaje del vídeo para su tema: Tu coño es mi droga.

Ni uno solo de los movimientos juveniles que han surgido desde que en los 60, los publicistas, decidieron encumbrar lo juvenil a los altares: ha sobrevivido al margen del sistema. Ahora se habla mucho del trap y su rabiosa independencia, de su discurso fuera de los estándares del capitalismo, de su orgullosa marginalidad enraizada directamente en el lumpen. Y desde el mismo momento en que saltó su nombre a los medios ya empezó la cuenta atrás para ser asimilado por la industria.

En fin que le vaya bonito el espejismo de rebeldía a esa mezcla de reggaetón con electrónica saturada de voces distorsionadas por autotune que define al trap. Nosotros con la sabiduría que nos aporta hablar de instituciones muuucho más antiguas que el rock, e incluso que el blues, el soul y toda la música negra de la que provienen los sonidos de toda la cultura juvenil occidental: regeneramos el lugar común y reiteramos que la única rebeldía posible, hoy día, pasa por las bibliotecas.

We can be heroes, just for one day
(Podemos ser héroes, solo por un día)

Sexo, drogas y tejuelos. O lo que es lo mismo: si se trata de manifestar la disconformidad, el rechazo, o simplemente la urgencia por crear un mundo propio no hay nada más revolucionario que usar (que no ocupar como simples estudiantes) una biblioteca. Ya sosteníamos que Las bibliotecas son el nuevo rocanrol. Pero aquí vamos más allá. Los «malotes» del rap, del hip hop o del trap se han esforzado y se esfuerzan hasta la extenuación por desmarcarse, por hacerles continuas peinetas a todo y a todos: y no contemplan ni por asomo el hecho más subversivo que, tras décadas de gestos juveniles estereotipados, supone el explotar los fondos de una biblioteca.

Jesus died for somebody’s sins / But not mine
(Jesús murió por los pecados de alguien, no por los míos)

Algunos con más visión de futuro sí han sabido verlo. Y así tipos como el rapero El Piezas se volcaron a leer la obra de Nietzsche tras descubrir lo mucho que su admirado Marilyn Manson lo citaba en sus canciones; o el también rapero (antes-molaba-se-ha-vuelto-muy-comercial-se-ha-vendido) C. Tangana que empezó con lo de las rimas mientras cursaba Filosofía en la Complutense; o los que fueron los archienemigos de este último, Los Chikos del Maíz, y sus variadas referencias literarias y cinematográficas. Desde Inglaterra la rapera y escritora Kate Tempest mezcla a Virginia Woolf, Yeats, la Odisea o la figura de Tiresias que impregnan tanto sus obras literarias como sus rimas raperas.

Luego por supuesto quedan los clásicos. Keith Richards, satánica majestad reconvertido en santo patrón bibliotecario tras desvelar en sus memorias: que alguna vez hasta había pensado en retirarse  para formarse como bibliotecario.  Eso no quita para que también, según noticia publicada en el Daily Mirror hace unos años: el guitarrista de los Rolling acumulase una deuda de hasta 3.000 libras por retraso en devolución de obras en una biblioteca. En fin que nadie se ponga moralista, que si se hiciera una auditoría por retrasos en los carnés personales de los bibliotecarios y sus familias: seguro que lo de Richards se quedaba en una fruslería.

 

Knock-knock-knockin’ on heaven’s door
(Toc, toc, llamando a las puertas del cielo)

 

Morrisey junto a su madre.

Pero la nómina de músicos con afinidades bibliotecarias no acaba aquí. En un repaso con flow podríamos hablar de Bowie que se definió así mismo con la frase «nací bibliotecario con instinto sexual« (sic). A Bowie le perdonamos esto y más, pero ¿en qué estaba pensando? ¿cómo creía que se reproducen los bibliotecarios? ¿por esporas? Lo bibliotecario, en el caso de Morrisey, lo llevaba en las venas. Su madre fue bibliotecaria y se ocupó muy bien de cultivar el amor por los libros en su inquieto vástago. Solo hay que repasar la discografía de The Smiths para constatarlo.

En nuestro país la que más veces, y más claro, ha declarado su amor por la profesión bibliotecaria ha sido Alaska. Su marido Mario Vaquerizo nunca ha tenido reparo en reconocer que copia todo lo que le gusta: así que no es de extrañar que hace poco se matriculase en Biblioteconomía en la Complutense. Parece que finalmente lo ha dejado, debe ser duro eso de compaginar la vida de estrella mediática con las reglas de catalogación; pero le dio tiempo incluso a formar parte de la felicitación navideña de una biblioteca.

 

Alberto García Alix fotografiando a la bibliotecaria vocacional Alaska.

 

Poor is the man whose pleasures depend
on the permission of another
(Pobre es el hombre cuyos placeres dependen
del permiso de otros) 

 

Ralf König dando de nuevo en el clavo en su última novela gráfica. La evolución del erotismo a través de los avances en soportes de la pornografía.

Pero hemos prometido rescatar del desguace la famosa tríada. Y si esta empieza con sexo. Justo es que hablemos de sexo (sin que Elena Ochoa vaya a aparecer por ningún sitio). Por seguir con frases a tachar la de vive rápido y deja un bonito cadáver: con la de terroristas suicidas que oscurecen nuestro horizonte: ha perdido cualquier atisbo de gracia que pudiera tener. Y otro tanto valdría para el sexo: se abusa y se ha abusado tanto de él como reclamo en vídeos, letras y poses: que no es de extrañar que algunos estudios sostengan que los millenials son la generación a la que menos les interesa el sexo.

Se consuma, o no, porno: la pornografía está omnipresente en nuestras vidas. Lejos ya de lo sicalíptico, de la pillería del porno setentero influido por las teorías del amor libre hippie, y del ingenuo destape de nuestra Transición: la industria pornográfica ha monopolizado las expresiones de lo erótico en nuestra sociedad.

No es de extrañar que colecciones como La sonrisa vertical echaran el cierra allá por el 2004: la eficacia industrial del porno digital ha manufacturado hasta la última de las fantasías sexuales despojándolas de cualquier misterio. Incluso desde dentro de la propia industria están surgiendo voces que defienden otras maneras de representar lo sexual de las que ya hablamos en Desnudos integrales sin exigencias del guión (Shakespeare y el porno).

I love to love you baby…
Do it to me again and again
(Adoro amarte baby
Házmelo una y otra vez)

Por eso se hace más importante que nunca reivindicar el erotismo desde la biblioteca. En Acróbatas del tejuelo: libertad de expresión en bibliotecas recogíamos casos reales de censura en bibliotecas españolas. Podríamos añadir la que aconteció en la biblioteca X,  hace unos meses, cuando al querer acoger unas jornadas sobre erotismo en las que participaban sexólogos, psicopedagogos (que no gogós) y neuropsicologos: fue vetada por los responsables políticos al no considerarlo apropiado para una biblioteca.

En fin. Tal vez si tuviéramos la tradición de bibliotecas nacionales como la de Francia (con su sección  L’Infern (El infierno) o la British Library con su Private case (Baúl privado): no habría pasado algo así. Nuestra Biblioteca Nacional no tiene una sección dedicada al erotismo, lo cual no quiere decir que no cuente con fondos sobre la materia, pero sin darles el protagonismo que por ejemplo le dieron franceses o ingleses. En su ensayo Culturas del erotismo en España 1898-1939, la profesora española de literatura de la Universidad de California, Maite Zubiaurre sostiene que en España unimos mucho el humor con el sexo por pura vergüenza, por haber sido históricamente incapaces de asumirlo con naturalidad.

Ay qué gustito pa mis orejas
Enterradito entre tus piernas

 

 

El pasado mes de abril se inauguraba en la biblioteca patrimonial de la ciudad gala de Dijon la exposición Project X. Dicha exposición se encuadra dentro de un programa cultural que está desarrollando la biblioteca orientado a público adulto, en el que además de mostrar algunos de los tesoros «ocultos» de las colecciones: se celebran encuentros literarios en torno al amor, el deseo, el placer, en definitiva, el sexo.

Desde el siglo XVIII hasta nuestros días: los libros, ilustraciones, grabados o postales recorren los vericuetos del deseo y sus representaciones. El material más «sensible» se resguarda tras una pantalla simulando un espacio que denominan como en la biblioteca madre francesa: el infierno. Tiene restringida la entrada a menores de 16 años, pero como declaraba el responsable de la exposición el día de su inauguración: «los adolescentes de hoy han visto cosas peores en la web«.

 

Detalle de la revista bianual dedicada al erotismo más cool: Odiseo.

 

Las clandestinas Biblias de Tijuana que desde los años 20 a los 60 ofrecían la versión porno de las historias que Hollywood servía en la gran pantalla.

En la Biblioteca Pública de Nueva York, el año pasado, se centraron en recuperar y restaurar algunos de las obras más tórridas de sus colecciones. Esos títulos marcados con *** que venía a indicar a principios del siglo XX, tal cual como los rombos en los programas de televisión, que los contenidos eran para adultos. Aunque las colecciones que la Biblioteca conserva de índole erótica no estén en una sección, sino dispersos por sus diferentes sedes, en ningún caso alcanzan el tamaño e interés que tiene L’Infern francés (ya se sabe que nuestros vecinos del norte siempre han sido unos avanzados en estas cuestiones). No obstante localizaron algunas obras de lo más curioso.

Girl, you’ll be a woman soon
Soon, you’ll need a man
(Chica, pronto serás una mujer
Y pronto necesitarás a un hombre)

Número especial de la revista Playboy impreso en braille.

Entre literatura pulp, postales y pósteres. Se localizaron libros disfrazados de tratados de sociología con títulos tan sugerentes como: Los orgasmos de masas: un estudio de sexo en grupo o camuflados como tratado de leyes bajo títulos como La fornicación y la ley. Estas obras vienen a ser, en formato impreso, lo que muchas cintas de VHS, en la década de los 80, suponían respecto a los grandes éxitos del cine o la televisión.

Falo Crest, La guarra de las galaxias, Eduardo Manopajeras, Semental Querido Watson o Mujeres al borde un ataque de miembros. Todas ellas dignas igualmente de nuestro #bibliobizarro.

Aunque en los fondos también incluyan documentos con firmas más respetables, pero igualmente rijosas: desde dibujos animados del novelista Jack Kerouac, fotografías eróticas de Man Ray con poemas de Benjamin Péret o incluso dibujos a lápiz de William Faulkner en pleno ayuntamiento (carnal) con su amante Meta Carpenter.

Only you can cool my desire
Oh, I’m on fire
(Solo tú puedes calmar mi deseo
Oh, estoy ardiendo)

 

La sound wave (ola de sonidos) de la artista Jean Shin.

 

En definitiva, la cuestión del erotismo en las bibliotecas se resuelve sabiendo en qué espacios ubicar los materiales o las actividades que se programen; y concretando a qué público van dirigidas. La biblioteca del siglo XXI puede y debe hablar de todo, y por lo tanto debería acudir al rescate del erotismo desde la cultura. Que su única contribución fuera la de proveer de obras tipo Cincuenta sombras de Grey a los ciudadanos, francamente y sin juzgar los gustos de nadie, sería empobrecer algo tan interesante y necesario.

 

Charlotte Gainsbourg es una de las actrices fetiche del provocador cineasta Lars Von Trier. Y fue la protagonista de su díptico Nymph()maniac (2013)

 

De este post se podrían sacar varios singles. Huelga decir que pese a su publicación en digital ha nacido con alma de vinilo. Por eso la próxima semana le daremos la vuelta en el plato y dejaremos que la aguja gire en los surcos de su Cara B. De momento lo dejamos en todo lo alto (y se admiten segundas y terceras lecturas a esta frase).

Entre las abrasivas estrofas que jalonan las diferentes pistas de este texto no hemos incluido el clásico por antonomasia: el Je T’aime,…moi non plus de Jane Birkin y Serge Gainsbourg. Es mejor quedarse con una de las consecuencias de su orgasmo a 45 rpm: su hija, la actriz y cantante, Charlotte Gainsbourg.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Tensión bibliotecaria no resuelta

 

Provocar puede resultar saludable, epatar es simplemente pueril. Puestos en esa tesitura este texto elegiría siempre resultar saludable antes que pueril: pero su planteamiento inicial es confrontar situaciones, circunstancias y asuntos que definen algunas de las problemáticas de las bibliotecas en nuestros días (sin ningún ánimo exhaustivo desde luego) y ahí es posible que surja más de una provocación. Es lo que tiene intentar hurgar en esas tensiones latentes que tácitamente todos percibimos pero, pese a reconocerlas, no somos capaces de saber si se resolverán algún día.

Buñuel duplicó en dos actrices a la protagonista de su película Ese oscuro objeto del deseo (Ángela Molina y Carole Bouquet): en este texto los objetos oscuros del deseo bibliotecario a los que pasaremos revista se quedan en unos pocos, pero sin duda se podrían multiplicar por muchos más.

 

Tanto su título original: The naked jungle=La jungla desnuda, como su título español: Cuando ruge la marabunta (1954) dejan claro que lo que rugía en pantalla, más que las hormigas carnívoras: era la tensión sexual no resuelta entre la pelirroja Eleanor Parker y el tosco Charlton Heston.

 

La primera, e irresoluble, tensión bibliotecaria no resuelta es la que se establece entre responsables políticos y bibliotecarios. Como cada año los gabinetes de prensa de ayuntamientos, comunidades autónomas o de cualquier otro tipo de dependencia administrativa se acuerdan de las bibliotecas cuando se acerca el 23 de abril. Es el Día internacional del Libro y los medios tienen que rellenar espacios, los políticos tienen que fotografiarse haciendo alarde de su amor por la cultura, y de repente las bibliotecas son muy  importantes.

Estadísticas de urgencia, programación de actividades a todo tren, listas de los más prestados, artículos en prensa, entrevistas en radio… Como rezaba aquel vetusto programa de la televisión de los 60: las bibliotecas son reinas por un día. Pero ha querido la actualidad (es así de caprichosa) que este año de manera paralela a los titulares resaltando el compromiso de los políticos con las bibliotecas (que los hay, damos fe de que existen políticos que tienen ese compromiso): haya circulado la noticia de que la Literatura Universal dejará de ser asignatura obligatoria en Bachillerato.

 

El viril y bíblico Charlton Heston todo arrobo e intensidad mirando a los ojos de Stephen Boyd en Ben-Hur (1959). Parece que el ingenuo de Heston no lo sabía pero la marabunta también rugía bajo esa tensión no resuelta entre los dos personajes. Años después Gore Vidal lo desveló para desesperación del ultraconservador Heston.

 

De entre las reacciones, comentarios y declaraciones que ha suscitado la noticia (Premio Cervantes incluido) nos quedamos con la columna de Elvira Lindo en El País: No me llames letrasado. El palabro en cuestión define a la perfección el tipo de cultura que se promueve desde las instancias políticas. Nos cabe la duda de si lo de letrasado proviene de fracasado o de retrasado: en cualquier caso es de esos términos afortunados para definir una realidad desafortunada.

Pese a todo las frases hechas sobre el amor a los libros, las citas de escritores y las fotos de políticos ensalzando a los libros y las bibliotecas han surgido como las amapolas en el campo cada primavera. Y el día 24, a otra cosa, y que las bibliotecas sigan ampliando horarios como salas de estudio y menguando presupuesto para el resto. Total si ya ni siquiera van a fomentar la Literatura en el Bachillerato: ¿para qué otra cosa van a servir las bibliotecas que no sea como salas de estudio?

Así se matan dos toros de un estoque (es que lo de los pájaros está muy visto, y como a los toros les han bajado el IVA antes que al cine, queda más apropiado): se mantiene a los jóvenes estudiando indefinidamente, y se resuelve la falta de espacio en las viviendas que ahora comparten varias generaciones de la misma familia.

 

William Hurt y Kathleen Turner generando tensión en la sudorosa Fuego en el cuerpo (1981): el noir más tórrido de los 80.

 

Pero dejemos a los políticos que bastante protagonismo tienen: quedémonos con los estudiantes. Lo de estudiantes y bibliotecarios es una relación que, en determinadas épocas del año, alcanza unos niveles de tensión, de deseo y repulsión que ni lo de Rhett Butler con Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó (1939).

Hace unos días se publicaba un artículo en Los Angeles Times con un significativo título al respecto: Menos libros, más espacios: las universidades rediseñan las bibliotecas del siglo XXI. Con ese título poco cabe añadir, pero resumiendo, se constata la presión estudiantil en la Universidad de Berkeley: que ha motivado que cerca de 70000 libros impresos hayan sido trasladados a almacenes para despejar espacios y habilitarlos como: zonas de estudio, de reunión, de trabajos en grupo, e incluso de relax con bicicletas estáticas y libertad para comer mientras se estudia.

 

Bette Davis y Joan Crawford estudiándose el guión de ¿Qué fue de Baby Jane? (1962): porque no solo las tensiones no resueltas de índole sexual tienen cabida en este texto.

 

Que las necesidades del lobby estudiantil estén marcando las pautas en las bibliotecas universitarias es lógico. Pero ¿y en las públicas? Observar las salas de una biblioteca pública en época de exámenes puede ser lo más parecido a la lucha por la supervivencia en hábitats reducidos.

No hace falta irse a Sevilla para perder la silla: los estudiantes colonizan los espacios, expulsan a los abuelos de la zona de prensa, invaden las secciones reservadas para los pequeños, y a poco que se dé la vuelta el bibliotecario para subir al depósito: le quitan la silla del mostrador. Hacen imperar la ley del silencio con un celo que para sí quisieran la Yakuza, la Cosa Nostra y la Mafia rusa juntas; y fulminan con la mirada, cual mutantes de los X-Men, a cualquier carrito con las ruedas desengrasadas.

«Si sigues pensando que una biblioteca es un sitio que sirve para estudiar, Infobibliotecas no es tu revista«: hace unos meses lanzábamos este eslogan publicitando nuestra revista en las redes, y lo cierto es que resume bien la única postura posible desde el punto de vista de una biblioteca pública ante esa marabunta que lo invade todo.

 

Tula y su cuñado en la adaptación que Miguel Picazo hizo de la novela de Unamuno en 1964: tensión sexual en la España más represiva.

 

Y no sería honesto repartir estopa, bueno esto más bien se ha quedado en arpillera: sin incluir al gremio bibliotecario. Afortunadamente un gran número de bibliotecas públicas están atendidas por funcionarios públicos. Pero precisamente esa condición funcionarial es la que lastra en muchas ocasiones el progreso y desarrollo de las bibliotecas.

No es el bibliotecario un gremio al que se puede acusar en exceso de ensimismado: pero arrastra los vicios e inercias de una Administración que tan poco incentiva a los empleados públicos, y que se convierte en refugio para tanto mediocre cuya única vocación no es el servicio público a la cultura, sino el aburguesamiento laboral más inmovilista.

¿Qué dónde está la tensión no resuelta en este caso?: es la que se establece entre los que, siendo o no funcionarios, se apasionan por lo que hacen, creen en el poder transformador de la sociedad que pueden jugar las bibliotecas y, pese a las condiciones adversas en muchos casos, siguen adelante: y los bibliotecarios jurásicos (sea cual sea su edad) que tan solo esperan llegar tranquilamente a la jubilación. Como decíamos en Una verdad (bibliotecaria) incómoda para estos últimos: «ni un mísero responso por su desaparición».

 

Tensión pectoral entre Sophia Loren y Jane Mansfield.

 

En cierto modo la última tensión bibliotecaria no resuelta enlaza con lo de los bibliotecarios jurásicos y los ¿airados? (por utilizar un término con reminiscencias literarias y cinematográficas). Se trata de la tensión hormonal bibliotecaria: (hay otras tipologías bajo esta denominación pero aquí y ahora nos centramos en esta): dícese de la tensión entre bibliotecario infantil y menor entre 9-10 años que era cliente fijo de la sección y que en su proceso hormonal para mutar en púber pre adolescente: es abducido por los videojuegos, las redes sociales y demás cantos de sirena tecnológicos.

Entre las decisiones bibliotecarias inmediatas de los próximos años es posible que sea ineludible el aceptar este «síndrome de nido vacío bibliotecario» para centrarse en los usuarios procedentes del baby boom de los 60 que van a ser mayoría en las sociedades occidentales. Un ejemplo a seguir en este sentido sería la Sala +60 que se ha inaugurado recientemente en la Biblioteca de Santiago de Chile: un espacio para atender a las necesidades de esta gran cantidad de población madura que se avecina. Algo de lo que ya hablábamos en el exitoso post La arruga es subversiva.

En cualquier caso, lo que parece que no perderá vigencia alguna será la tensión bibliotecaria no resuelta entre: la idea de la biblioteca como templo de la cultura y el concepto de biblioteca como supermercado de la cultura.

 

El ama de llaves de Rebeca (1940): tensión sexual no resuelta necrófila.

 

Y aquí cerramos el repaso a algunas de las tensiones bibliotecarias no resueltas. Por obvias hemos excluido las tensiones que, durante todo el año, pero especialmente a partir de primavera cargan de feromonas las salas de las bibliotecas. Esos paseos recurrentes entre las mesas en dirección a los baños o a las máquinas expendedoras de café, esas miradas furtivas entre subrayado y subrayado, ese otear entre estanterías encuadrando determinadas partes de anatomías ajenas. Pequeños gestos que unen a estudiantes, usuarios y bibliotecarios bajo los imperativos de la biología.

Esperemos que por el bien de la cultura, esta primavera y verano, muchas de estas tensiones se resuelvan satisfactoriamente para todos. La represión nunca trae nada bueno.

Y ¿quién mejor que Dita Von Teese para advertirnos de los peligros de no resolver las tensiones que nos colonizan el cerebro no dejándonos pensar más que en lo único? ¿Bibliotecarios reprimidos?, ¿dónde se ha visto eso?:

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Lectura por grupos musculares

 

Todo va tan rápido que ignoramos las señales hasta que el choque es inevitable. Los cierres de bibliotecas en Reino Unido de los últimos años estaban creando el caldo de cultivo perfecto para el triunfo del brexit. ¿Qué otra cosa más que la cerrazón intelectual y reflexiva (independientemente de lo que se opine sobre la UE) se podía prever del debate público en un país que ha pasado de crear  instituciones como las bibliotecas públicas a cerrarlas a mansalva?

Y las señales, bueno no, las evidencias prosiguen día a día. La última: la amenaza de cierre de bibliotecas en el distrito sur de Londres, concretamente: de la biblioteca de Carnegie en Herne Hill y la de Minet en Myatt’s Fields. Según las autoridades municipales de Lambeth para reconvertirlas en gimnasios. Buena idea, así los hooligans tendrán más sitios donde ejercitarse, y cuando viajen de nuevo a Madrid por un partido de la Liga de Campeones; en lugar de tomarse un relaxing cup of coffee in the Plaza Mayor: humillarán con más brío a indigentes y camareros.

 

 

Aunque hay que ser justo. Activistas londinenses (nos gustaría pensar que de ese 48,1% que votaron contra el brexit) se han movilizado en la campaña Defend The Ten que persigue impedir a las autoridades esta reconversión gimnástica de las emblemáticas bibliotecas del barrio. Tienen argumentos en los que apoyarse: según las estadísticas de 2015 ambas bibliotecas mejoraron en número de visitas, nuevos socios, préstamos y colecciones.

La última acción de esta plataforma Defend The Ten ha sido rodear las citadas bibliotecas con las cinematográficas cintas policiales que señalan el escenario de un crimen. La mayoría, afortunadamente, sabemos de estas cintas por las películas y confiamos en no tener que verlas en la vida real; pero la protesta no puede resultar más elocuente. ¿A cuántos lugares no nos gustaría envolver con las fotogénicas cintas? Pero las autoridades municipales del distrito londinense tienen antecedentes en convertir bibliotecas en gimnasios a pocos kilómetros.

 

La biblioteca de Carnegie en Londres escenario del crimen.

 

En el más céntrico y también cinematográfico barrio de Notting Hill (aquel en donde un modesto librero enamoraba a una estrella de Hollywood): una orgullosa placa en los números 206-208 de la calle Kensington Park Road anuncia The library. Por el aspecto externo podría serlo, y una vez dentro sus salones y espacios dejan claro que allí hubo una biblioteca de verdad: pero la maquinaria que ahora ocupa el espacio del patio central evidencia que hace tiempo se transformó en un exclusivo centro deportivo.

 

The library, el gimnasio inteligente en Notting Hill.

 

Tanto la imaginería que utiliza este exclusivo club, como la terminología que aplica a sus diferentes servicios y actividades, explota el mundo bibliotecario. La pena es que una vez entras en secciones de su web con nombres tan prometedores como The reading room lo que te encuentras es una selección de revistas, artículos y capítulos de libros en PDF sobre alimentación, moda, o por supuesto, deporte.

Nada que objetar, salvo su falta de ambición. Si has creado un gimnasio que parece una biblioteca, si se autodefinen como «el gimnasio inteligente»: ¿por qué no recuperar, aunque sea un poco, el espíritu de la Academia griega?, ¿no resultaría mucho más innovador integrar la oferta propia de una biblioteca a las rutinas para mantenerse en forma?

 

Hugh Grant, que encarnaba al tímido librero en la romántica Notting Hill (1999), también encarnó a Lord Byron en la cinta de Gonzalo Suárez: Remando al viento (1988). El poeta romántico por excelencia fue un gran nadador que, entre otras hazañas, cruzó en una hora el estrecho de Dardanelos en Grecia.

 

Con estas conexiones deportivas-literarias ¿por qué no incluir junto a la preceptiva tabla de ejercicios equivalencias literarias-musicales-cinematográficas-comiqueras….? Cultura por grupos musculares. Si el cerebro es el que hace moverse a los músculos ¿por qué se le utiliza tan poco en los entrenamientos? Promovamos un desarrollo integral. Hasta la tecnología se pone de nuestra parte: las últimas innovaciones en el campo del deporte son fácilmente explotables para nuestros propósitos:

 

Los auriculares Sony Walkman NWWS413

 

Sony acaba de lanzar un walkman resistente al agua dulce o salada, con memoria interna de 4 GB y con una autonomía de 12 horas. En pleno boom de los audiolibros ¿no resultaría estimulante escuchar el microrrelato Natación de Virgilio Piñera mientras se siente el agua discurrir por nuestro cuerpo a cada brazada? ; en un deporte al aire libre ¿no se recuperarían las fuerzas al escuchar que: “la verdadera libertad consiste en el pleno dominio de uno mismo” u otras tantas reflexiones igual de energizantes de Montaigne?

 

El Apple Watch Nike: ¿cuándo van a lanzar un reloj inteligente que, además de los pasos o las calorías, contabilice lo que lees cada día?

 

Apple ha lanzado un reloj en colaboración con Nike para cuantificar tanto el ejercicio que haces como lo que comes o duermes. Este afán obsesivo por monitorizarse, por registrar hasta las intimidades de tu organismo de manera voluntaria: va allanando el camino para que, cuando la Inteligencia Artificial nos rodee por completo, aceptemos su dictadura sin resistencia. Pero puesto que es algo que parece irremediable: ¿por qué no incluir en esas mediciones lo que leemos, vemos y escuchamos?

El casco para ciclistas Coros LINX Smart Cycling Helmet.

El Coros LINX Smart Cycling Helmet, así con bien de palabrejas que le den empaque anglófilo, es un casco para ciclistas que no sabemos muy bien si se ajustará a los preceptos de la seguridad vial. El caso es que permite escuchar música y comunicarnos con manos libres.

Sentir como nuestra cara corta el viento a cada pedalada, mientras nos recitan las deliciosas anécdotas que Miguel Delibes reunió en su librito Mi querida bicicleta: puede que no nos lleve a vestir el maillot amarillo pero el placer del paseo se incrementará a cada kilómetro.

Pero volviendo al gimnasio. Si a Woody Allen al escuchar a Wagner le entraban ganas de invadir Polonia: ¿qué energías no insuflará el agarrar las mancuernas para hacer un press militar al ritmo de la obertura de Los maestros cantores de Nüremberg? Si Blake Edwards nos enseñó en 10, la mujer perfecta que el Bolero de Ravel servía para hacer el amor ¿cuántas calorías no se quemarían a su ritmo en la elíptica?

 

Nicki Minaj, todo elegancia y distinción promoviendo la estética del gimnasio como fábrica de clones a mayor gloria de Mediaset y medios afines.

 

¿Acaso la Primavera de Vivaldi, la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart o un vals de Strauss no se avienen mejor al cuerpo y al espíritu que el Black Flame Remix del Anaconda de Nicki Minaj para los sprints, escaladas y pedaleos suaves que exige el spinning? , ¿qué imprevistas conexiones neuronales se activarán al identificar el placer de la música clásica con la rutina de los ejercicios?

 

 

¿Qué relatos serán los idóneos para ejercitar glúteos y femorales? ¿y los más indicados para acompañar el peso libre en el press banca o en las sentadillas? ¿qué autores acompañarían mejor las superseries de peck deck? Se excluyen a Chuck Palahniuk o Murakami por demasiado obvios.

 

Al final al mirarse en el espejo para comprobar los resultados de tanto esfuerzo no se quedaría en un hueco acto narcisista; porque esos bíceps desarrollados serían la consecuencia tanto de las mancuernas como de los microrrelatos de Andrés Neuman; esa espalda musculosa no sería solo por las dominadas sino también por las reflexiones de Marco Aurelio; y esos abdominales bien definidos se habrían logrado al ritmo de la prosa de Ricardo Piglia. El equilibrio entre mente y cuerpo sería una realidad y ese bienestar que pregonan las revistas de tendencias algo más que un mero eslogan.

 

 

La malcasada de Luis Alberto de Cuenca

 

Me dices que Juan Luis no te comprende,

que sólo piensa en sus computadoras

y que no te hace caso por las noches.

Me dices que tus hijos no te sirven,

que sólo dan problemas, que se aburren

de todo y que estás harta de aguantarlos.

Me dices que tus padres están viejos,

que se han vuelto tacaños y egoístas

y ya no eres su reina como antes.

Me dices que has cumplido los cuarenta

y que no es fácil empezar de nuevo,

que los únicos hombres con que tratas

son colegas de Juan en IBM

y no te gustan los ejecutivos.

Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?

¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?

¿Que dé un golpe de estado libertario?

Te quise como un loco. No lo niego.

Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo

era una reluciente madrugada

que no quisiste compartir conmigo.

La nostalgia es un burdo pasatiempo.

Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,

píntate más, alisa tus arrugas

y ponte ropa sexy, no seas tonta,

que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,

y tus hijos se van a un campamento,

y tus padres se mueren.

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com