Jura de bandera cultural

 

En 2017 la supermoderna revista Dazed encargó a 10 artistas que diseñaran banderas alternativas a diferentes países. Ésta que luce aquí es la que la artista digital Alicia Rihko hizo para España.

 

Los tópicos reconfortan, son acogedores para quienes los practican pero no los sufren, ahorran del esfuerzo de pensar; en ocasiones, hasta resultan simpáticos. Con esa simpatía tontorrona de lo ya sabido, del lugar común, lo malo es cuando alguien, del modo más inocente, se atreve a llevar la contraria a esos tópicos.

El músico James Rhodes se ha atrevido a contravenir los tópicos sobre España en una columna en ‘El País’: pero no los tópicos que llevan retratando a nuestro país desde hace siglos, es mucho más grave lo suyo: se ha atrevido a hablar bien de España y de los españoles. Y eso, eso es intolerable para algunos.

Rhodes destaca la amabilidad, simpatía, alegría, lo bien que se come en España, la forma de relacionarnos y tantas otras cosas que no difieren mucho de lo que Theóphile Gautier, Washington Irving, Ian Gibson o cualquier folleto de tour operator no dijeran antes de una forma u otra. Su falta ha sido el decirlo en un momento en que todo ha de ser negativo en torno a este país a riesgo de incurrir en apoyar un bando o a otro.

La ingenua y sincera admiración de Rhodes no cabe en ese puzle ideológico en el que parece que todos tenemos que posicionarnos. No hay sitio para matices: no vaya a ser que lo que nos quiere vender un bando triunfe sobre lo que nos quiere vender el otro.

 

Puestos a elegir los mapas por los que nos gusta movernos elegimos los de los escritores que se recogen en el delicioso atlas literario editado por Impedimenta.

 

Que Patria siga copando la lista de los libros más vendidos se podía esperar dada la calidad de la novela (aunque la calidad sea un requisito menor en esto de convertirse en best seller): pero sobre todo por lo oportuno de su temática y de su título. Será consecuencia de la falta de fronteras que promueve lo digital: pero no deja de ser curioso la revitalización que lo patriótico ha ganado en los últimos tiempos. En muchos ayuntamientos se organizan juras de bandera para los ciudadanos, una cantante pop emociona poniéndole letra al himno nacional; balcones y ventanas con banderas de un signo u otro (incluía la LGTBI) ondeando: una exaltación de lo patriótico que habría quedado perfecta en el NO-DO.

 

Uno de los mapas incluido en el fantástico atlas literario ‘Trazado’.

 

Que cada uno se adhiera y jure fidelidad a lo que quiera pero desde aquí promovemos juras de bandera a la cultura. Nos ha dado la idea la Biblioteca Swift Current en Canadá que cumple 100 años y para ello han optado por izar una bandera (blanca) conmemorativa de este feliz aniversario frente a la biblioteca. No es la primera biblioteca norteamericana que recurre al izado de bandera para celebrar un aniversario. Las banderas bibliotecarias tienen la ventaja de que no exigen exclusividad, se pueden compartir los afectos con cuantas banderas se quiera. Tal cual como un Sheldon Cooper emocionado por su canal de Youtube: Fun with Flags.

 

Sheldon y su novia sublimando sus deseos sexuales (al menos los de ella) con las banderas.

 

Pero el fetichismo funny (divertido) de Sheldon con las banderas se pierde cuando se convierten en trapos arrojadizos o en símbolos de dominio. Es sorprendente la polisemia que puede alcanzar un simple trozo de tela, pero cuando de una bandera cultural se trata: todo significado ofensivo se desvanece. En Nueva Zelanda, últimamente, saben mucho de esto.

Hace un mes los estudiantes y bibliotecarios de la Universidad de Auckland enarbolaron la bandera  de la cultura y el arte y con ella ocuparon la biblioteca de la Facultad de Bellas Artes sobre la que pesa una amenaza de cierre. El asunto adquiere más resonancia viniendo de un país que hace solo dos años planteó un cambio de bandera para luego quedarse con la que tenía; que de nuevo saltó a los medios por ser el primer país que hacía ondear la bandera del orgullo intersexual en su parlamento: y que hace poco, reclamaba que las múltiples islas que componen Nueva Zelanda no desaparezcan de los mapas.

 

El periodista y arquitecto Karl Sharro ha tenido eco en las redes por este mapa de Europa que publicó en su Instagram. Sharro aplica la misma lógica que las potencias coloniales aplicaron al  continente africano en el siglo XIX: dividiéndolo artificialmente para repartirse el continente según sus intereses de riqueza. Sin atender a poblaciones, tribus, geografías ni recursos. Divisiones artificiales que traen como consecuencia las peores fronteras posibles: las mentales.  

 

Que no te borren del mapa, preservar tu identidad, hacer que flamee tu bandera sobre una loma, una montaña o en edificio: el caso es marcar el territorio, proclamar tu pertenencia, remarcar tu diferencia. Reacciones instintivas al borrado de fronteras que llevan tiempo aplicando la globalización y la revolución digital. Pero ¿y si puestos a definirnos por algo tan accidental como es el hecho de nacer en un sitio reivindicamos el definirnos por aquello que elegimos conscientemente: por nuestras afinidades culturales?  ¿Suena naif? En realidad todo lo naif resulta de lo más provocador ante tanta exaltación de la indignación con la que convivimos cada día.

 

 

Un ejemplo muy cercano de lo difícil que se hace poner bandera a la cultura en nuestros días aconteció solo hace dos días. El pasado lunes 28 de mayo se presentaba en la Biblioteca Regional de Murcia la plataforma de préstamo digital de contenidos audiovisuales eFilmMurcia (una plataforma, para quien no lo sepa, que ha desarrollado Infobibliotecas: con lo cual que nadie se inquiete si esto adquiere cierto tono publicitario. Eso sí, plenamente justificado por lo que se va a contar). Una vez que la noticia saltó a los medios y se fue expandiendo por las redes sociales: la cuenta de Twitter de la BRMU se llenó de usuarios entusiasmados con la idea. Un continuo tuitear y retuitear, de felicitaciones y celebraciones por contar con algo tan novedoso proviniendo de una biblioteca.

No vamos a contar aquí en detalle lo que está suponiendo esta puesta en marcha. Primero porque pensamos dedicar un post aprovechando que este blog lo puede contar de primera mano; y segundo, porque están siendo muchas las bibliotecas (y no solo bibliotecas) que están contactando con la BRMU para conocer cómo se está desarrollando el proceso. Pero dejemos pasar un poco de tiempo, que además, acabamos de contar la experiencia con los videojuegos en la BRMU, y ya iba a resultar cansina tanta murcianía.

 

 

Pero a lo que íbamos sobre banderas, cultura y fronteras. A menos de 48 horas desde que se lanzó la plataforma se habían efectuado 350 préstamos y más de 4000 personas habían accedido a la plataforma desde todo el mundo. Las solicitudes para darse de alta como usuario de la Red de Bibliotecas de la Región de Murcia alcanzaron hasta 300 peticiones a través de su web en solo 12 horas; los correos y llamadas de antiguos usuarios que habían dejado de usar sus carnés pero ahora quieren ponerse al día (por deudas pendientes) está siendo continua. Tanto es así que se están adaptando las condiciones y se va a restringir el alta online de nuevos usuarios; siendo necesario darse de alta personalmente en cualquiera de los puntos de servicio que componen la Red.

¿Se puede poner puertas a la cultura en digital? Es obvio que no. Los 12.800 audiovisuales (de total de 30.000) que ahora mismo están disponibles en eFilmMurcia han obrado el efecto llamada. Sí se puede controlar los accesos para que nadie abuse, y combatir la piratería gracias a iniciativas que provean de plataformas de contenidos digitales a las bibliotecas (eBiblio o ahora eFilm). Pero sea cual sea la bandera que ondee en las fachadas de esas bibliotecas: los usuarios que eviten que las bibliotecas se borren del mapa dándoles uso conformarán su identidad cultural sin atender a fronteras ni banderas. Solo a lo que de bueno y variado les sepan ofrecer en esas bibliotecas.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas cazadoras de talentos

 

Kendrick Lamar se convirtió, hace unas semanas, en el primer rapero en ganar un Pulitzer. Hace 16 años la novela gráfica Maus de Art Spiegelman se convirtió en el primer cómic en ganar un Pulitzer. ¿Acudirán a partir de ahora usuarios, que en su vida han oído hip hop, a las bibliotecas solicitando discos de Lamar?

 

El disco de la década para muchos medios especializados: Damn (2017) de Kendrik Lamar.

 

Joaquín Sabina, cantautor siempre asociado a lo callejero, se ha acercado en varias ocasiones al rap. Con Manu Chao en concreto hizo un irónico tema bajo el título ‘No soporto el rap

La demanda de Maus por usuarios de bibliotecas que jamás leerían un cómic si no fuera porque lo vieron recomendado en su suplemento cultural de cabecera: es un hecho contrastado. Lo de Lamar es más difícil. No porque sea hip hop, ni porque el aura que pueda otorgar un Pulitzer haya perdido fuerza, más bien porque los préstamos de grabaciones sonoras en bibliotecas están en caída libre, y la música, se consume mayoritariamente en streaming.

Pero no estamos aquí para hablar (de nuevo) de prejuicios culturales. Que un premio prestigioso legitime formas de la cultura popular dejándoles la puerta de servicio entreabierta del canon de lo que hay que leer-escuchar-mirar-observar: es algo que la profesión bibliotecaria debería tener superado desde hace mucho. Pero no es así. Pese a ser profesionales de la cultura, los prejuicios, les afectan a los bibliotecarios como a todos. Tampoco vamos a obviar que la brecha generacional en muchos casos juegue a la contra.

 

Lola Flores, precursora del rap incluso antes de que se inventase.

 

El cómic, recién publicado en nuestro país, sobre la historia del hip hop: Hip hop family tree de Ed Piskor.

El hip hop nació callejero, ha ido mutando en garitos, salas de conciertos y periferias de las grandes ciudades. Y ahora, definitivamente, reivindica su lugar en las bibliotecas. Puede que los propios hiphoperos no sean consciente de ello: pero por eso deben serlo los bibliotecarios.

Y quien dice hip hop, dice rock, punk, electrónica, folk, clásica, jazz, pop o, ¿por qué no?, reguetón. Es lo que hace la Biblioteca del Condado de Hennepin en Minnesota a través de su plataforma MnSpin.

Minnesota cuenta con una rica escena musical, y la biblioteca, ha creado una plataforma para que los músicos locales puedan difundir su trabajo y llegue directamente al público.

En Bibliotecas indies, bibliotecas mainstream ya hablábamos de herramientas como Self-e de autoedición, que gracias a recurrir a las bibliotecas como vías de distribución, estaban consiguiendo que muchos escritores desconocidos fueran haciéndose con un público cada vez mayor. Con casos como el de Hugh Howey, autor de la serie Wood, que consiguió vender más de dos millones de libros gracias al apoyo inicial por parte de las bibliotecas.

 

 

MnSpin de la Biblioteca del Condado de Hennepin aspira a lograr algo similar con el talento local. En nuestro país tenemos antecedentes tan estupendos como la Biblioteca-Rockoteca de Peralta (Navarra) que lleva desde 2012 engrosando una de las colecciones más completas sobre rock, organizando conciertos y diversas actividades en torno a la música. El ejemplo de la biblioteca estadounidense es un paso más en este sentido que comparte con otras bibliotecas (las de Seattle, Portland y Nashville) al ofrecer la posibilidad de descargar gratuitamente, a todo el que tenga carné de biblioteca, la música de los artistas locales de cualquier estilo o tendencia.

Una vez al año, se abre el plazo para que nuevos artistas envíen su trabajo a la consideración del comité de expertos, que selecciona lo que va a subirse a MnSpin. Y no solo difunde, también se les ayuda con 200 dólares para que puedan producir sus grabaciones.

 

Shreya Preeti ha subido su álbum ‘Entrance’ a la plataforma MnSpin de la Biblioteca del Condado de Hennepin y ha conseguido difusión y financiación.

 

Bibliotecas-editoras, bibliotecas-discográficas, y ahora: Bibliotecas cazadoras de talentos. Suena demasiado ambicioso pero si el mercado barre a pequeñas editoriales y sellos de discos: ¿por qué no van a compensar las bibliotecas ayudando a proteger la libertad creativa de discursos que pueden ser inicialmente minoritarios?

El amado/odiado disco de C Tangana.

Es obvio que con Youtube y demás plataformas digitales muchos de los artistas actualmente super ventas tuvieron un estupendo trampolín (Ed Sheeran,  The Weeknd, o más cerca, Pablo Alborán).

Pero las bibliotecas pueden aportar un criterio a la hora de seleccionar y ofrecer esa confianza que tanto se alaba cuando se habla de comercios de proximidad versus grandes superficies comerciales.

 

El controvertido C Tangana, ídolo del hip hop patrio, que está empeñado en cuestionar el mundo musical a través de sus actitudes, campañas publicitarias y conciertos. ¿Verdad o timo? como suele plantear la web especializada Jenesaispop.

 

Pero si hay un género, junto al heavy, que moviliza a grandes sectores de juventud pero no recibe el apoyo de la industria: ese es el hip hop. Entre la invasión electro-latina y los clichés del indie parece como si no quedase espacio para más. Pero sí lo hay: las bibliotecas.

Los raperos son el equivalente a los cantautores de los 70 en nuestro país. Los cantautores bebían de la chanson francesa  y los raperos patrios puede que beban de los MC estadounidenses en música, actitudes y discursos: pero hablar de limusinas, pibas, dinero, pistolas y mansiones resulta un tanto impostado (por no decir ridículo). Por eso a la hora de rimar tiran más de referentes literarios y cinematográficos, que los separan de sus modelos yanquis, y los acercan a las bibliotecas.

 

En 2005 con motivo del centenario de la BNE el rapero Zenit participó en un espectáculo en las puertas de la Biblioteca con bailarines de breakdance en el que se rapeó El Quijote.

 

La aclamada trilogía de Virginie Despentes, en la que parte de la figura de un roquero en decadencia, para hacer una cruda crónica de la sociedad francesa actual, y por extensión, de la sociedad occidental.

El rock ha muerto, el punk ha muerto, el grunge ha muerto, el acid house ha muerto, el reguetón ha muerto…al igual que todo nombre de famoso si se busca en Google te sugiere que es gay: todo género musical tiene o ha tenido la coletilla «ha muerto» aplicada en numerosas ocasiones. Otro tanto dicen del hip hop (para así dejarle sitio al trap) pero no lo parece cuando figuras como C Tangana dominan las listas con su propuesta rapera cuestionando la fama mientras se va haciendo más y más famoso.

El hip hop se alimenta de rimas, y letras, letras muchas letras. «Los poetas olvidados» como denominaba a los raperos españoles un artículo de la revista cultural digital ‘Le Miau Noir’. Violadores del versoMala RodríguezSFDKZenit, la malograda Gata Cattana, Lechowski, Sharif Fernández, Los chicos del maíz, RapsuskleiPiezas, etc… son muchos los intérpretes de rap españoles cuyas letras son la poesía de más de una generación. Viene siendo un recurso habitual por parte de profesores de secundaria, explotar las concomitancias entre rap y poesía para atraer a sus alumnos hacia la lectura: ¿y las bibliotecas?

No hacía falta que le dieran un Pulitzer a Kendrick Lamar para que la conexión biblioteca-hip hop se formalizara. Tienen demasiados puntos en común como para no aprovecharlos. La biblioteca freestyle es la biblioteca del futuro, que es presente, la biblioteca que improvisa y no tiene miedo a equivocarse, a trastabillar y experimentar con las bases (de lo que es una biblioteca), ni con las rimas (porque –teca rima ya con todo: no solo con libros).

 

 

Piezas dedicó un tema a Holden Caulfield, el personaje que ha devenido en estereotipo del inconformismo juvenil, que protagoniza El guardián entre el centeno. Piezas trabaja de mozo de almacén en Barcelona entre semana, y los fines de semana, se convierte en una de las figuras mas respetadas en el circuito de hip hop junto al, productor y DJ, Jayder. Un rapero que titula un disco Melancholía (2015) por la película de Von Trier, dedica un tema al libro de Salinger, declara su amor a Nietzsche, e inspiró otro tema en la novela Tokio blues de Murakami. No le hacen falta más credenciales para cerrar este post refrendando todo lo dicho.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

El ángel exterminador bibliotecario V

 

[Continuación de El ángel exterminador bibliotecario IV]

 

TEDEUM DIGITAL

 

Un ángel de Hollywood visitó el rodaje de Buñuel en busca de un paraíso menos artificial que el de la Meca del cine.

 

En el clásico buñueliano que llevamos cinco semanas fusilando desde prisma bibliotecario: los dignos representantes de la burguesía son liberados por el ángel una vez han perdido toda dignidad.

La adaptación al cómic de la película de Wim Wenders sobre dos ángeles más compasivos que exterminadores.

En nuestra versión de la historia no serían las necesidades básicas, ni siquiera los espacios compartidos los que provocarían la ruptura del contrato social. En el siglo XXI lo que llevaría realmente al límite la convivencia sería el momento en el que el ángel exterminador cortase por lo sano toda posibilidad de acceso a la tecnología digital. Entonces el mundo sí que se vendría abajo: tanto para ricos como para pobres, frikis, hipsters, jóvenes, maduros o cualquier otra tipología de usuarios que pudieran quedar encerrados en una biblioteca.

Y el final sería aún más contundente que el del nuevo encierro en la iglesia tras el tedeum con que Buñuel concluyó magistralmente su película. Cuando finalmente nuestro ángel exterminador levantase su maldición y los dejase marchar: serían las fuerzas de seguridad las que acordonarían la biblioteca para impedir que saliesen. Las autoridades sanitarias lo justificarían como una medida preventiva ante los síntomas detectados de una extraña infección que les obligaba a tenerlos bajo estricta observación. Nada como una alerta sanitaria para acallar cualquier crítica.

 

Entre el aluvión de telefilmes nórdicos que TVE compró a saldo para sus sobremesas se emitió hace poco el telefilm alemán: La dieta digital (2016). La historia de una madre que somete a una severa dieta digital a su familia. Cuando  las historias basadas en hechos reales dejan paso a las nuevas tecnologías para mecer nuestras siestas de sofá: es que algo grave está pasando.

 

Elogio del papel: contra el colonialismo digital. Roberto Casati blasfemando en papel.

Y es que tras semanas de convivencia offline, tras días de mirarse a la cara sin mediar pantallas de por medio, tras entretenerse, aprender y comunicarse sin redes sociales, correos electrónicos, ni dispositivos móviles: se habrían convertido en disidentes digitales, en prófugos del discurso único de las maravillas de la tecnología, en herejes del culto en masa al Dios de Silicon Valley. Y eso, el statu quo digital en el que vivimos, no podría aceptarlo sin someterlo a cuarentena.

Sería como una confirmación de lo que pregonan agoreros como el periodista canadiense David Sax que recientemente publicaba en «The New York Times» un artículo sosteniendo que Nuestro romance con lo digital se ha terminado. Sinceramente no creemos que Sax tenga razón al ser tan taxativo en su titular, ni tampoco querríamos que ese romance se terminase.

Puestos a mantener los pies en el suelo en nuestro enamoramiento con las nuevas tecnologías nos convencen más argumentos como los de la socióloga estadounidense Amber Case: «La tecnología nos está desconectando y esclavizando» y su apuesta por las calm technologies como parte de la solución. Esa tecnología que «informa pero no exige nuestra atención» que en1995 definieron Mark Weiser y John Seely Brown como «tecnología calmada»: no parece que goce de gran predicamento en nuestros días. Ahora todo son moscardones digitales zumbando alrededor las 24.

 

 

Así que abonarse a teorías como las que plantea el músico e ideólogo Ian Svenonius en su ensayo Te están robando el alma (Blackie Books) se convierte en algo menos loco de lo que su contenido sugiere en la contracubierta. En la que varias de sus aseveraciones afectan indirectamente a las bibliotecas:

«Te aconsejaron que te afeitaras el vello púbico para que fueras más insensible y mecánico. Te dijeron que abrazaras Apple para arrebatarte todas tus posesiones. Te obligaron a trabajar gratis en Wikipedia como trabajaron otros esclavos en las pirámides. Te engancharon a series de HBO para que solo quisieras comprar y mirar. Nunca crear.»

 

Apple, Wikipedia o series son asuntos que atañen al mundo bibliotecario. Lo de la depilación púbica a primera vista no se puede asegurar pero seguro que también. Con estos mimbres ¿cómo no íbamos a quedar rendidos los creadores de un reto como el de #bibliobizarro (que a punto está de cumplir un año) a las teorías de Svenonius? Para más inri, al rematar en su última página, nos apela directamente:

 

 

EN 1971 el activista Abbie Hoffman vio publicado su obra: Roba este libro. Un manifiesto en toda regla del ideario contracultural del momento; y un libro problemático en principio para tener en una biblioteca sin suficiente presupuesto para reposiciones. El caso es que si Hoffman quería inspirar a los jóvenes para que se rebelaran contra el gobierno y las grandes empresas: Svenonius aspira a hacer lo mismo promoviendo, más que el hurto, el que se escondan sus libros en las bibliotecas. Pero se equivoca en una cosa (al menos en lo que atañe a las bibliotecas): las bibliotecas (públicas) son una anomalía del sistema.

Las bibliotecas forman parte de la disidencia pese a haber abierto de par en par las puertas al nuevo régimen digital: no excluyen a nadie al procurar pértigas con las que cualquier ciudadano puede salvar la brecha digital; y además, proporcionan asilo a cualquiera que desee desentumecerse los sentidos desenchufándose. 

No hace falta (al menos en nuestro país) meter ningún título de Svenonius de contrabando en las estanterías de las bibliotecas porque en una búsqueda en el catálogo colectivo de bibliotecas públicas aparece hasta en 13 redes de bibliotecas el anterior ensayo de Svenonius: y si el más reciente, Te están robando el alma, no aparece: es más por lo reciente de su publicación (octubre) que porque no vaya a estar presente en más de una.

Leyendo la diatriba de Svenonius contra Apple no puede uno más que pensar en las bibliotecas:

«Apple ha puesto el mundo patas arriba al convertir las posesiones en un símbolo de pobreza, y el hecho de no tener nada como signo de riqueza y poder ¿Por qué tener una estantería cuando Google ha robado todo el contenido mundial de libros para difundirlo? […]  Los libros son pesados, sucios, polvorientos y se desintegran en tus pulmones. ¿Por qué debería haber enciclopedias cuando existe un mundo wiki? Y así sucesivamente. ¿Por qué debería haber tiendas de discos, librerías, […] cines, teatros, óperas, bibliotecas, colegios, parques […] Los espacios públicos, los mercados y la interacción entre las personas son primitivos, propensos a los gérmenes y peligrosos. Al fin y al cabo todo se puede hacer en línea. ¡Ni que fuéramos primates!»

 

El show original de televisión sobre acumuladores de cosas.

 

Para reforzar su teoría Svenonius hace referencia al programa de televisión Hoarders (Acumuladores de cosas): un pseudoreality sobre personas al borde de sufrir el síndrome de Diógenes que ya emite en nuestro país el canal Discovery. Una manera de degradar socialmente al que persiste en su amor por lo físico al tildarlo de enfermo, de pobre, de cutre. Apple, según Svenonius, le tiene miedo a los «acaparadores». Como sostiene: «el acaparador posee ‘cosas’, artículos como libros y discos que constituyen pistas sobre un pasado en el que esta clase de cosas eran una reserva de conocimiento, indicadores, tótems de significado.»

Steve Jobs que estás en los cielos santificados sean tus productos: el fundador de Apple como un dios en la portada de The Economist.

Las bibliotecas entrarían claramente en la categoría de «acaparadores»: es decir de los que dan miedo a los señores de Internet. Nos lo creamos o no, tanto da, nos encanta.

Si Steve Jobs aspiró a convertir la tecnología en una religión, con legiones de conversos, iluminados y devotos seguidores: cuando una religión evangeliza y hace proselitismo a gran escala: lo primero que ha de procurar es arrojar al foso oscuro del paganismo a las que la precedieron.

No es de extrañar que las religiones ancestrales, ante tamaño intrusismo, le planten cara al nuevo culto.

 

Es el caso del Día Nacional del Desenchufado que se celebrará por noveno año consecutivo promovido por Reboot, una organización dedicada a promover los valores judíos, sus tradiciones, cultura y formas de vida. Para ello invita a todos sus seguidores a desconectar móviles, dispositivos, ordenadores y demás artilugios los próximos 9 y 10 de marzo de 2018. El proyecto se incluye dentro del Manifiesto Sabbath: una adaptación de los rituales de los antepasados judíos para reservar un día a descansar, desconectarse, relajarse, reflexionar, salir al aire libre y conectarse con sus seres queridos. Y para facilitarlo hasta distribuyen fundas para guardar los diferentes gadgets y no caer en la tentación.

 

La última novela de Ray Loriga: una vuelta al mundo feliz de Huxley en la sociedad de la transparencia promovida por las nuevas tecnologías.

 

Nadie puede discutirle a la religión las estrategias de marketing más exitosas de la historia. Su pompa, sentido del espectáculo y puesta en escena han intentado ser superados por regímenes totalitarios, estrellas del pop, y espectáculos deportivos: pero ninguno ha alcanzado su maestría. Las multinacionales se esfuerzan por vendernos estilos de vida, valores y maneras de ver el mundo a través del consumo: y erigen centros comerciales como en el medievo se erigían catedrales.

En ese contexto las bibliotecas y sus acólitos serían los herejes, los paganos, los primitivos que siguen rindiendo culto tanto a dioses analógicos como digitales: y se resisten al monoteísmo cultural practicando el sincretismo. Podría decirse que están a medio camino entre las iglesias (por el silencio) y el centro comercial (por la oferta). Pero aún guardan un as en la manga que apela a los instintos más básicos: el rito.

Coger un libro de una estantería en una biblioteca requiere de un ritual, de un acto físico, de una cierta liturgia: elegir, hojear, tocar, abrir, incluso olerlo como quien se persigna – en caso de que sea novedad, de lo contrario, mejor no olerlo – llevarlo hasta el mostrador de préstamo, mostrar el carné de biblioteca como quien exhibe la oblea, y orgullosamente, entregárselo al funcionario para que se complete el sacramento de una cultura pública y gratuita. Está claro que la narrativa desaforada y conspiranoica de Svenonius nos ha impregnado hasta el tuétano.

 

El fundador de Facebook avejentado y cambiado de sexo gracias a la aplicación Face App.

 

Si la tecnología digital llega a arrumbar a sus predecesores en la cuneta del progreso será porque consiga lo que ningún otro invento humano ha logrado hasta la fecha: que sintamos la experiencia de ser otro (ni egoísta sexo virtual, ni las maravillas de la realidad inmersiva, ni robots, ni IA) sentirse, físicamente, en piel ajena. Si la difusión del conocimiento gracias a la imprenta ayudó a que la humanidad pudiera entender algo mejor a sus semejantes: el invento de Gutenberg será derrocado definitivamente por el byte cuando este consiga ampliar el conocimiento convirtiendo la empatía no en un estado mental sino en una realidad física. Y así hombres o mujeres, oprimidos u opresores, viejos o jóvenes, ricos o pobres: alcanzarían otro nivel de evolución hasta el momento desconocido.

Los burgueses que protagonizaban la película de Buñuel no pareciera que hubiesen aprendido mucho de su encierro. Los grupos de usuarios que hemos mantenido enclaustrados durante estas últimas semanas en nuestra adaptación bibliotecaria: tampoco podemos estar seguros de que lo hayan hecho. Apostaríamos a que sí, pero como no podemos estar seguros, nuestro final también es abierto.

 

 

Like an angel passing through my room (Como un ángel atravesando mi habitación): el tema de ABBA habría sido un dulce y preñavideño final sobre que el poner la palabra FIN. Pero resultaría poco honesto. En cambio, Angel de Massive Attack, y sobre todo su vídeo abierto a mil interpretaciones ajustadas al sentido de lo que hemos contado: es lo que nos pedía esta historia. Seguir la senda o salirse de ella; escapar o darse la vuelta y encarar lo que venga; marcar el camino o que te lo marquen.

 

 

FIN

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Programa de lavado cultural

 

 

El concepto de biblioteca sin muros lleva décadas formulado en los manuales de Biblioteconomía. Podría pensarse que surgió al socaire del torrente digital que todo lo invade, pero no: de la biblioteca sin muros ya se hablaba en los años 90: mucho antes de que Internet la hiciera posible en virtual. Tal vez por ello la asignatura pendiente es convertirla en algo real: dejar de hablar de biblioteca sin muros y pasar a hablar de bibliokupaciones.

Para la bibliokupacion («dícese de la ocupación de un espacio extraño al recinto habitual de una biblioteca por servicios bibliotecarios») de la que nos hacemos eco en esta ocasión  no podíamos elegir imagen más ilustrativa que la portada del magnífica novela gráfica: El Nao de Brown. La cultura centrifugándote el cerebro. Y es que de lavanderías y cultura va la cosa.

 

Cartel de la Bibliothèque sans frontières para los campos de refugiados.

 

Una buena ocasión para recuperar esta estupenda película de un primerizo Stephen Frears.

La organización Bibliothèque sans Frontières es responsable de algunas de las iniciativas más estimulantes de los últimos años cuando se trata de llevar la oferta bibliotecaria a cualquier lugar y latitud. La Caja de ideas que el célebre diseñador Philippe Starck creó para que, en campos de refugiados o zonas de lo más recónditas del planeta, pudieran montarse bibliotecas: conoció gran difusión en blogs y medios profesionales hace unos años. Su último proyecto en su afán por «colonizar» lugares con prestaciones bibliotecarias, según nos informan en ActuaLitté les universes du livre, huele a suavizante y detergente.

Wash & Learn (Lava y aprende) bajo este nombre la organización desarrolló, durante el último verano en el neoyorquino barrio del Bronx, un programa para sobrellevar los tiempos de espera en las lavanderías mediante cultura. Se instalaron equipos informáticos que permiten el acceso a contenidos culturales y educativos. Precisamente las lavanderías son muy utilizadas por personas con recursos escasos o transeúntes sin domicilio fijo en claro riesgo de exclusión social. Tras el exitoso rodaje que supuso en una de las zonas más deprimidas de Nueva York: el Wash & Learn también se puso en marcha en la ciudad de Detroit.

Cronópolis, la novela de ciencia ficción de J. G. Ballard, sobre la degradación de una gran ciudad que pareciera la crónica de la muerte anunciada de la ciudad de Detroit.

Que Detroit se ha convertido en ciudad-símbolo de la decadencia capitalista e industrial: es un hecho reflejado en numerosos documentales, películas y libros. El Día Internacional del Trabajo resultó una buena elección para celebrar el «Día libre de lavandería»: lavados gratuitos, conciertos, aperitivos y talleres para niños. Mientras los «KoomBook», que así se denomina la conexión WiFi para acceder a libros y contenidos educativo para todas las edades, se extienden por las lavanderías de la ciudad: la bibliokupación que lava más limpio va ganando más y más adeptos.

Aprovechar los tiempos de espera para introducir de rondón a las bibliotecas no es nada nuevo. Dos ejemplos no muy lejanos en el tiempo han sido: la máquina Shortédition, ideada por el editor Quentin Plepé, que permite imprimir más de 600 relatos y lleva dos años ayudando a sobrellevar las esperas en las salas de e¡spera de los hospitales y centros de salud de Grenoble; o el programa que pusieron en marcha las autoridades de Costa de Marfil para alfabetizar a las mujeres montando pequeñas bibliotecas en los salones de belleza. Los elaborados peinados africanos requieren de mucho tiempo: tiempo perfecto para que los motores económicos de sus comunidades (las mujeres) accedan a la cultura.

Pero no queda aquí el lavado programado para este post. El sector de las lavanderías y la lectura cuenta con otro episodio más allá del proyecto de la ONG francesa. En nuestro país la empresa de lavandería y servicios hoteleros Ilunion ya puso en marcha, en junio de 2015, una colaboración con la Biblioteca Marcel·lí Domingo de Tortosa (Tarragona), donde se ubica su sede, para montar una pequeña biblioteca en sus instalaciones y así fomentar el hábito de la lectura entre sus empleados.

 

El duo electrónico Matmos dedicó su disco Ultimate Care II a música experimental basada en sonidos de lavadoras. Sus conciertos resultan de lo más pulcros como puede verse en Youtube.

 

La promoción de la cultura en estos tiempos no entiende de remilgos: hay que arremangarse y no tener miedo a mancharse chapoteando en los vertederos culturales que cada día amenazan con sepultarnos. Pero eso no quita para que todos aspiremos a lucir de lo más pulcros. El affaire lavanderías-bibliotecas no entiende de lavados cortos.

Lo que resulta más extraño es que no haya surgido un eslogan a juego con la de juego que han dado los detergentes y las lavadoras en la publicidad. «Si no quieres que te laven el cerebro ven a la biblioteca». Simplón pero, precisamente por eso, efectivo.

Que la biblioteca actúe contra los lavados, continuados y reincidentes, de cerebro con que nos asaltan a cada minuto: es obligado. Pero que mantenga limpios, hasta donde sea posible sin cargárselos, los libros también es de agradecer. Quedarse mirando la ropa dando vueltas en la lavadora es algo que todos hemos hecho alguna vez. Algo de esa fascinación hay en la contemplación del túnel de lavado para libros (Depulvera se llama) de la Biblioteca Pública de Boston. No sabemos si resultará tan desinfectante como la botella de alcohol y el trapo con que cuentan en más de un mostrador de préstamo de algunas bibliotecas: pero sí mucho más hipnótico.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Crossover bibliotecario

 

No podemos saber cómo habrían sido los hijos de parejas tan dispares como Arthur Miller y Marilyn Monroe, Orson Welles y Rita Hayworth o Artie Shaw y Ava Gardner: porque no los tuvieron. Pero haciendo suposiciones: ¿qué habría primado en el cóctel de genes entre el brillante dramaturgo, el genio cinematográfico o el talento musical y las impresionantes bellezas de las tres sex symbol de Hollywood? ¿Y si la brillantez intelectual no hubiera sido herencia de los padres sino de las virtudes silenciadas de las madres?

 

Orson Welles cometiendo la herejía máxima contra el sistema de Hollywood: cortando y tiñendo la mítica melena pelirroja de su, entonces esposa, Rita Hayworth.

La factoría de genios: desentrañando los misterios del banco de esperma de los premios Nobel.

 

Los caminos de los cruces genéticos son inescrutables. En el banco de esperma William Shockley se conserva el semen de los científicos que han ganado el premio Nobel. El profesor de psicología en Harvard, Steve Pinker, recoge en su famoso ensayo La tabla rasa una anécdota al respecto de lo más jugosa. Según relata, cuando le pidieron al bioquímico George Wald su semen para conservarlo en el citado banco, éste replicó que debían ponerse en contacto con su padre, un pobre sastre emigrante, porque el suyo había dado como resultado a dos hijos guitarristas.

Las bibliotecas no tienen genes pero eso no les impide «cruzarse» con otras instituciones, servicios públicos o conceptos. Los mas puristas argüirán que determinados experimentos solo pueden desembocar en la adulteración de lo que es y ha sido una biblioteca: pero está biológicamente demostrado que la endogamia solo lleva a la devaluación genética de la especie. Así que no vamos a justificarnos por ejercer de alcahuetas.

¿Cómo llamaríamos a la criatura? Si sale mal: aborto, si sale bien: como mejor convenga al entendimiento rápido de todos. Pero dejémonos de prolegómenos. Bajemos un poco la luz, acaso pongamos una música agradable y que empiecen los emparejamientos.

 

«Y Frida les habló del amor…»: fue compartir en nuestras redes este crossover entre Frida Kahlo y las princesas Disney a cuenta del amor y romper las estadísticas.

 

BIBLIOTECA-CENTRO COMERCIAL

 

Ya citábamos algunas de las deudas que las bibliotecas tienen para con los centros comerciales o grandes superficies en Supermercados de la cultura: oferta del día en ideas propias. Desde ese post las últimas noticias sobre los centros comerciales han agudizado una tendencia: su desaparición. Según un reciente estudio de los 1.200 centros comerciales actuales en Estados Unidos, en 2022, solo quedará la cuarta parte por el auge del comercio digital . Culpables de matar el centro de las urbes, acabar con el comercio de proximidad y embrutecer a los consumidores con su oferta despersonalizada: no nos da ninguna pena, y menos aún, si se afianza la tendencia de reconvertirlos en bibliotecas.

 

Un centro comercial abandonado lleno de nieve en Akron (Ohio)

 

El último caso ha sido en Abilene (Texas). En el centro comercial de Abilene van cerrando cada vez más negocios, y la biblioteca de la ciudad tejana, decidió abrir una sucursal aprovechando los locales que iban quedando vacíos. Desde que abrieron la sucursal, el pasado mes de noviembre, el número de usuarios ha pasado de 91.177 a 221.372. Los bibliotecarios están encantados pero los gerentes del centro comercial aún más. Como declaró a los medios el responsable del centro: «La biblioteca es un gran inquilino, ojalá hubiéramos tenido más como ellos». Y el beneficio es mutuo, no solo por ocupar un espacio vacío y dotarlo de vida, sino también por organizar actividades para los niños en los espacios comunes del centro. En este caso más que un crossover se podría hablar de una pacífica y lenta colonización.

 

Biblioteca en el centro comercial de Abilene.

 

BIBLIOTECA-AGENCIA DE VIAJES

 

Al igual que a los centros comerciales: Internet le ha dado la puntilla a las agencias de viajes. Una paradoja, que ahora que la gente viaja más que nunca, sean los negocios que desde siempre han gestionado estos asuntos los que se vean en riesgo de desaparación. Parte de culpa la tiene su dependencia de los grandes turoperadores que les limitan a la hora de ofrecer alojamientos, itinerarios y combinaciones. Por eso se ha visto un resurgir de las agencias, físicas o virtuales, que ofrecen viajes fuera de lo habitual: quedando para las clásicas la oferta de paquetes de vacaciones o los viajes del Imserso.

Es el caso de la agencia de viajes online Frikitrip que organiza viajes temáticos. ¿Qué eres fan de Doctor Who, de Harry Potter, Juego de Tronos, de los vikingos o de The Beatles? Pues ellos te organizan el viaje, los itinerarios y lugares a visitar: para que tu inmersión en tu serie, género o grupo favorito sea absoluto. Es justo de lo que hablábamos en Turoperador bibliotecario. Allí sugeríamos un servicio que ayudase a los usuarios a diseñar sus viajes en colaboración con su bibliotecario. No se trataba tanto de gestionarle la logística del viaje: como de proveerle de obras que tuvieran que ver con su destino para que su inmersión fuera mucho más rica.

Patti Smith polaroid en ristre

¿No deberían los responsables de Frikitrip ampliar su espectro e incluir a los amantes de la literatura, o añadir más tipo de cine o música? Una alianza Frikitrip-biblioteca sería todo un éxito. En lugar de aburridos selfies con la sirenita de Copenhague, el skyline de Nueva York o la Torre de Pisa: el álbum de fotos del viaje sería como los de Patti Smith (cuyo periplo por el Nueva York de los 70-80 bien daría para un viaje temático). Con las polaroids que la cantante-poetisa estadounidense ha hecho en sus viajes literarios se han llegado a montar exposiciones: desde unos cubiertos de Rimbaud, la cama y escritorio de Virginia Woolf, un pañuelo de William S. Burroughs o unas pantuflas de su amado Robert Mapplethorpe.

 

Cama y despacho de Virginia Woolf fotografiados por Patti Smith

 

BIBLIOTECA-GASTROMERCADO

 

La saga Sharknado: tiburones + tornados. ¿Quién da más?

¿Gastromercados y bibliotecas? ¿qué invento es esto? Estos crossovers empezaron con referentes del Hollywood de oro, y de seguir así, van a terminar como la saga Sharknado: mezclando tiburones con tornados. Pero todo tiene su explicación.

Si hay unos espacios públicos que han conocido y siguen conociendo un auge inusitado estos son los espacios gastronómicos. Rafael Ibáñez ya nos hablaba de las Gastrobibliotecas  hace cuatro años. En ese caso se trataba de bibliotecas especializadas en gastronomía. Pero dado que no todas las bibliotecas pueden tener cocina como la Biblioteca del Fondo en Santa Coloma de Gramanet: tal vez sea el momento de ir un poco más allá

Guste más o menos: el lobby estudiantil ejerce una presión constante. Por eso, mientras que se siguen ensayando fórmulas para hacerlos usuarios más activos de colecciones y servicios: ¿por qué no atender a sus necesidades más primarias?

Durante épocas de exámenes prácticamente viven en la biblioteca. En ciudades medianas y grandes la imagen de grupos sentados en las escaleras, en las zonas comunes o en la calle (en el caso de que no haya sitio dentro del edificio) con sus tupper resulta de lo más habitual.

 

 

Simplemente se trataría de copiar lo que ya están haciendo en algunas universidades. Iniciativas como Foodtopía 1.800w. en el Parque Científico de la Universidad de Murcia: es un ejemplo. Este proyecto de economía local resiliente (como le gusta denominarse) ofrece comida que une producción agrícola y distribución de alimentos local. Promoviendo un menú saludable, ecológico y a precios muy asequibles: servicios de catering del tipo Foodtopía 1.800w. podrían perfectamente proveer y promover la dieta saludable de los jóvenes ofreciendo sus productos en bibliotecas a mediodía. Y sería una opción tanto para estudiantes, como para individuos en riesgo de exclusión, para los que la biblioteca no es ya su segunda casa, sino prácticamente lo más cercano que reconocen como hogar.

BIBLIOTECA-CENTRO DE OCIO

 

Jane Austen + zombis: después de esto ya nada queda a salvo.

No vamos a llegar a proponer un parque de atracciones bibliotecarias, pero a un paso estamos. Si museos y otras instituciones respetables han optado abiertamente por la gamificación y por dotar a sus propuestas de un aura de espectáculo cuasi circense: las bibliotecas no pueden quedarse atrás.

El verano de 2016 fue el verano de la moda del Pokémon Go. Varios artículos e iniciativas se centraron en sacar rédito a dicha moda desde las bibliotecas. Un año después, pasado ese furor, la moraleja como siempre es la misma: no hay que correr detrás de la última zanahoria digital que nos ofrezcan. Las bibliotecas son milenarias, pueden tomarse su tiempo, sin dejarse agobiar por la sensación permanente de estar perdiendo algún tren con destino final a la obsolescencia.

«Desde lo alto de esas bibliotecas 43 siglos nos contemplan».

 

No se trata de realidad inmersiva 4D es una obra del pintor hiperrealista Joel Rea

 

Robots y Tolstói: ¿qué puede salir mal?

Ya hablamos en Escapando de la biblioteca, escapando de los bibliotecarios de la moda de las escape room y sus posibilidades en bibliotecas, la cultura maker sigue ganando terreno, la robótica es un campo a tener en cuenta, y ahora toma el relevo a la realidad aumentada: la realidad inmersiva 4D. Una vez más, como toda novedad, habrá que tomársela con calma.

La empresa Broomx Tecnologies ha creado el primer sistema de proyecciones inmersivas 4D y vídeos 360 que no necesitan del uso de ningunas gafas y pueden disfrutarse en cualquier espacio. Recrear a personajes e historias de libros, películas o cómics en la sección Infantil y Juvenil, convertir al libro en el epicentro del que nace todo lo imaginable. Como con cada nueva maravilla tecnológica se corre el riesgo de quedarse con la atracción de feria y dejar aparte el contenido. Solo el tiempo y el desarrollo dirán lo útil que puede llegar a ser como aliado de la oferta bibliotecaria.

 

Cuando la Universal dejó que sus monstruos clásicos se cruzaran con las comedias de Abbott y Costello (los Pajares y Esteso de los 40 estadounidenses): la decadencia de los mitos del terror clásico se hizo imparable.

 

Se sabe cómo se empieza pero no cómo se acaba. Los crossover es lo que tienen. Podríamos seguir con cruces genéticos entre bibliotecas y otras instituciones y servicios: pero antes de que esto adopte tintes orgiásticos mejor dejarlo.

Y si arrancamos con parejas llenas de glamour cerremos con todo un clásico. La metáfora perfecta del crossover bibliotecario sería la pareja protagonista de Bola de fuego (1941) de Howard Hawks. El tímido y encantador erudito interpretado por Gary Cooper y la desinhibida cabaretera a la que daba rutilante vida Barbara Stanwyck. La calle irrumpiendo en la academia y trastocándolo todo. No hubo segunda parte, así que no podemos saber cómo fue el resultado de tal cruce genético: pero es muy posible que fuera equiparable a una idea de biblioteca cercana a lo que hemos propuesto aquí.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Déjà vu de biblioteca

 

«Yo soy grande, es el cine el que se ha hecho pequeño»

Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses (1950) de Billy Wilder

 

El pasado convertido en presente y viceversa en una joya de la ciencia ficción reciente.

Nos están escamoteando el presente. La industria de la nostalgia funciona a plena máquina desde hace unos años: y las bibliotecas actúan como antídoto y veneno, al mismo tiempo, de esa explotación mercantilista del pasado.

Yo fui a la E.G.B., la serie-homenaje a los 80 Stranger things, los vídeos de La bola de cristal, la reedición de los cómics de Esther y su mundo, la celebración de los 20 años de series como Al salir de clase o incluso de los 15º aniversario de Operación Triunfo. Si en los 80 un grupo prefabricado como La década prodigiosa vendía discos a costa de la nostalgia de los que habían sido jóvenes en los 60, los 70, y más adelante, hasta en los 80 (lo que da una idea de lo rentable que les ha salido): ahora la nostalgia ya se fomenta hasta en los que tienen 15 años con respecto a cuando tenían 10.

 

El póster de la serie Stranger things convenientemente avejentado por Netflix para reforzar su aire nostálgico.

 

En una entrevista reciente el escritor Antonio Orejudo, ante el lanzamiento de su novela inspirada en Los Cinco de Enid Blyton, decía que «la nostalgia en literatura acaba corrompiéndose y oliendo mal«. Y aquí añadimos que no solo en literatura. Se empieza idealizando los 50, los 60, los 70 o la época a la que correspondan los años de juventud: y se termina con lo de que cualquier tiempo pasado fue mejor. El presente va tan acelerado que el único valor seguro parece el pasado: y ahí están al quite los guardianes de las esencias, que en el mundo son, para convencernos de que les votemos y así recuperar ese tiempo perdido sin que pinte nada Proust en todo esto.

Si la juventud es el valor supremo de la sociedad de consumo desde los 60, una vez superada la franja de edad (cada vez más ensanchada) de los años que se identifican con la juventud: lo que te toca es vivir en un permanente revival que nos reafirme en que ya no se hace ni música, ni literatura, ni cine, ni arquitectura, ni televisión (bueno en esto último, para bien y para mal, es verdad) como la de antes. La memoria nos engaña y gracias a esta industria de la nostalgia nos hace vivir en un continuo déjà vu.Y es aquí donde deben entrar las bibliotecas. Pero antes: un inciso para el recuerdo.

 

El personaje de Julieta Serrano en el clásico Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988): enajenación mental, nada transitoria, por el pasado.

 

En el blog Centuries of sound su creador, James Errington, se ha propuesto crear recopilaciones de sonidos que sirvan para identificar los años de todo un siglo. El proyecto es ambicioso. Partiendo del año 1859 Errington va publicando en el blog sus montajes sonoros en los que combina, no solo músicas célebres de los años elegidos, sino también sonidos urbanos, discursos, diálogos, anuncios publicitarios y archivos sonoros de lo más dispar que sirven para situarse sonoramente en el año seleccionado. Por ahora lleva publicadas nueve recopilaciones: las que van de 1859 a 1893 y la de 2016. Poco a poco irá completando los años que quedan en medio:confeccionando así un atlas histórico sonoro de siglo y medio.

 

 

Tal vez la sonora, junto con la olfativa, sea el tipo de memoria que más rápidamente nos ubica en el pasado, en un momento concreto que hemos vivido o hemos creído vivir. Nunca hay que ignorar los muchos trampantojos que los sentidos urden para confundir nuestros recuerdos.

«Una noción de que un periodo de tiempo diferente, es mejor que el que estamos viviendo. Es una falla en la imaginación romántica de esas personas, que encuentran difícil lidiar con el presente.»

 

La maravillosa película El pasado (2013) de Asghar Farhadir.

Con esta frase el protagonista de la deliciosa comedia de Woody Allen, Medianoche en París (2011), asume que su deseo de vivir en otro tiempo no es más que una excusa para huir del presente. Nada hay más triste que alguien mayor de 40 se refiera como a «su época» como los años de juventud. Mientras estemos vivos es nuestra época y si bien las obligaciones, los problemas y las responsabilidades nos dejan menos tiempo para nuestras aficiones: no por eso estamos obligados a dejarnos llevar por la apatía.

Pero no seamos cínicos, en las bibliotecas la explotación de la nostalgia da muy buenos rendimientos en las estadísticas de préstamos. Como contrapartida es de justicia que sean también las bibliotecas las que ayuden a actualizarse a sus usuarios. Si el día a día no te da respiro para seguir atento a nuevas músicas, literaturas o cinematografías: para eso están las bibliotecas. Renovarse o morir culturalmente. That is the question. Y como no podía ser de otro modo desde la Biblioteca Pública de Nueva York llega una iniciativa muy estimulante.

 

Si hace poco hablábamos de fanzines y lo que pueden estos aportar a una biblioteca: en la biblioteca de NY han creado un fanzine, Library Zine!, hecho por los propios bibliotecarios de la red de la ciudad. El «Háztelo tú mismo» por un lado que preconizan los fanzines, y la inmediatez y libertad de contenidos en formato bibliotecario.

La montaña de nuevas funciones con que los tiempos está sobrecargando a la profesión (que si community manager, que si animadores socio-culturales, que si monitores de makerspaces, que si creadores de narrativas transmedias… y así hasta el infinito) se podría resumir en una sola denominación: profesional de la cultura. ¿Qué cómo se define eso? con la misma laxitud que muchas de esas otras denominaciones.

En definitiva de lo que se trata es de estar (y ser) inquieto culturalmente, no solo en tecnología, sino en la materia con la que se trabaja cada día: la cultura. Para luego saber transmitirlo mediante productos diseñados para los usuarios. El Library Zine! neoyorquino nace con la idea de explorar y experimentar para mejorar los servicios de las bibliotecas a través de la creatividad: ojalá lo consiga y genere nuevas formas de interacción con los usuarios.

Y en un alarde de incoherencia marca de la casa: cerramos con una de las exaltaciones del recuerdo y la nostalgia más bellas que se hayan filmado jamás. Se trata del final de la magnífica adaptación de Los muertos de James Joyce por John Huston en su película Dublineses (1987). Y atención a partir de aquí no se puede llamar spoiler: es que directamente reventamos la película a cualquiera que no la haya visto.

Tras una fiesta de Navidad en casa de las tías de su marido, la protagonista interpretada por Angelica Huston, se queda absorta al escuchar una música cuando se dispone a marcharse. Su marido intrigado, una vez de vuelta en su hogar, le pregunta el porqué de su ensimismamiento tras escuchar la canción. Entonces su esposa le revela una historia de amor trágica que vivió en su juventud, que nunca había desvelado, y que guardaba en lo más íntimo. Una vez dormida su esposa, el marido mira por la ventana mientras nieva, y su voz en off nos transmite toda la belleza y tristeza del paso del tiempo y de los recuerdos silenciados.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Turoperador bibliotecario

 

Viñetas del cómic El fantasma de Gaudí (2015) de El Torres que tras los atentados resultan tristemente premonitorias.

 

No tinc por! Tres simples palabras para enfrentarse al odio que bien darían para un eslogan. Pero mejor que se quede en hashtag, grito o titular: sin que nadie se lo apropie desde su discurso. En declaraciones al periódico El País, un representante del sector turístico, manifestaba su deseo de que el hecho de que la mayoría de víctimas hayan sido turistas provoque: «un renovado sentimiento de acogida al turista y al turismo«. Un ejemplo, de que pese a la tragedia, la agenda de la actualidad sigue su curso. Y si ha habido un tema recurrente en los medios hasta las 16:50 horas del jueves 18 de agosto: ese ha sido el debate sobre el turismo.

 

Los falsos carteles turísticos del ilustrador Monk HF se hicieron virales en las redes gracias a su ingeniosa forma de denunciar diversas problemáticas sociales.

 

Una magnífica idea del Consejo de Cooperación Bibliotecaria para este 2017: el sello de innovación CCB

El escritor Patrick Ness (autor, entre otras, de la novela juvenil Un monstruo vino a verme) es uno de los literatos galardonados con dos Carnegie Medals. Dicho galardón lo llevan concediendo los bibliotecarios británicos para premiar novelas infantiles/juveniles desde 1936. Una costumbre (la de premiar a escritores, o a cineastas, músicos, creadores de videojuegos, etc…) que bien podríamos copiar en las bibliotecas españolas. Más que nada porque sería, además de una forma de reconocimiento a los creadores, una estupenda campaña de promoción para las bibliotecas.

Pero de los premios como herramienta de marketing bibliotecario ya hablábamos en Esto no es Hollywood: palmarés de biblioteca. Volvamos con Patrick Ness. En realidad si citamos al escritor estadounidense afincado en Londres no es por lo de los premios, ni siquiera porque esto vaya de literatura infantil o juvenil, si recurrimos a Ness es por una frase que pronunció agradecido al ser premiado por los bibliotecarios:

«librarians are tour-guides for all of knowledge» (los bibliotecarios son guías turísticos de todo el conocimiento)

 

Adaptación de la novela de Ann Tyler sobre un escritor de guías de viajes al que no le gusta viajar.

 

Una bonita frase para un discurso que la actualidad hace que suene algo menos halagadora. Después de todo el turismo de masas, a pequeña escala, también se practica en las bibliotecas ¿Qué bibliotecario, alguna vez, al enfrentarse a la visita guiada de un grupo de adolescentes hormonados o de pensionistas hiperactivos (es lo que tiene tanta vejez activa): no se ha sentido como el guía de un viaje organizado? Las ganas de levantar el brazo en alto agitando un paraguas, para ver si se concentran un poco en la explicación, son irrefrenables.

Pero las visitas guiadas a bibliotecas son un tema al que sacar mucho jugo; mejor lo dejamos para futuras ocasiones. Lo que aquí nos preguntamos es ¿qué pueden aportar las bibliotecas al debate abierto en torno al turismo de masas? Para empezar los viajes organizados por turoperadores merecen un reconocimiento por haber anticipado, hace mucho, lo que iba a ser la vida en digital. ¿Acaso los circuitos maratonianos por seis ciudades europeas en 8 días no son la equivalencia física de nuestras incursiones en la Red? El resultado es el mismo: un espejismo de cultura superficial, apresurado, panorámico y fugaz.

 

Los turistas del corto Step (1987) en pleno furor fotográfico en medio de la matanza de Odessa.

 

La película fundacional del cine moderno en el siglo XX: Te querré siempre (1953) de Roberto Rossellini. El viaje como catarsis sentimental.

En los años ochenta el prestigioso cineasta polaco Zbig Rybczynski dirigió un corto que pareciera inspirado en el momento actual. En Steps (1987) (disponible en Youtube) un grupo de turistas, especialmente zafio,  «visita» la mítica escena de la matanza en la escalinata de El acorazado Potemkin de Eisenstein. La irrupción del turismo borreguil más vulgar en el drama fílmico soviético expresa a la perfección la deriva que la cultura de masas lleva experimentando desde hace décadas

El cortometraje del polaco le queda como un guante a una de las opiniones que más se ha repetido las últimas semanas: «no es turismofobia es lucha de clases«. Para quienes refrendan esta sentencia la última crisis ha hecho bien su trabajo: y los países del sur se reafirman como países al servicio de los del norte. Una vez más aquello de España como país de camareros (¡¡con lo que se agradece topar con un buen profesional del gremio!!). Pero ¿es realmente así?

Paul Bowles paradigma del escritor que hizo de los viajes una forma de vida y de literatura.

Gracias al estupendo artículo Correlación no implica causalidad de Daniel Manzano (publicado en Jot Down) descubrimos la web Spurious Correlations: que se dedica a establecer correlaciones absurdas entre series de datos. Desde la relación entre la temperatura global y el número de piratas hasta la relación entre los ahogamientos en piscinas y la aparición de Nicolas Cage en películas.

Con nuestro espíritu bibliobizarro no podíamos dejar pasar la ocasión de establecer nuestro propio cruce de datos. No alcanza el grado de delirio de la web citada pero no importa: de lo que se trata es de arrimar el ascua a nuestra sardina.

 

La deliciosa Viajes con mi tía de Graham Greene.

La comparativa entre el ranking de países con mayor número de bibliotecas y el de los países con mayor afluencia de turistas solo arroja una conclusión: que ninguno de los países que ocupan los respectivos podios comparten ambas premisas. ¿Es serio deducir alguna causalidad entre estos parámetros? No. Pero nos viene de perlas para defender que las bibliotecas pueden colaborar activamente en mitigar los estragos que el turismo sin criterio está provocando.

Seamos realistas. En pleno siglo XXI es impensable emular a los viajero del XIX: pero sí que podemos mejorar sustancialmente la experiencia del viaje a semejanza de como hacen determinadas agencias de viajes especializadas en itinerarios personalizados. Agencias de viajes bibliotecarias como nuevo servicio para quienes quieran salirse del redil. No se puede prometer una visita solitaria a la Fontana de Trevi pero sí ampliar el goce del viaje. ¡Prepara tu viaje en la biblioteca! (pero sobre todo): con ayuda del bibliotecario. Y no estamos hablando de reserva de billetes o alojamientos: que para eso ya están las agencias de viajes convencionales o Internet. Hablamos de cosas algo más divertidas…y bibliotecarias.

Casi todos los países que ocupan los primeros puestos del ranking de bibliotecas por habitantes pertenecían a la antigua URSS. En 2007 el padre de la Perestroika, Mijaíll Gorbachov, protagonizaba, no sin polémica, un anuncio de maletas Louis Vuitton. Viajes, capitalismo, bibliotecas, Muro de Berlín, globalización: todo confluye en esta imagen que tan bien viene a lo que aquí se habla.

El bello Cuaderno de viaje de Craig Thompson: o cuando un lápiz es mucho mejor que una cámara para fijar el retrato de las sensaciones que produce viajar.

 

Más allá de contar con una rica colección de guías de viajes se trata de seleccionar novelas, películas, cómics, grabaciones sonoras o hasta videojuegos: en los que el lugar elegido por el usuario esté presente de un modo u otro. Así cuando finalmente ponga el pie en su destino: no será el objetivo de una cámara quien se apropie de su mirada sino las evocaciones que pueblan su imaginación multiplicando el placer del descubrimiento.

Recuperar el placer de viajar como experiencia, no como simple pasatiempo. Una de esas funciones a sumar a ese  bibliotecario referencista salido de madre del que hablábamos en Léeme, soy community manager (DJ bibliotecarios en el filo).

Tal vez con más bibliotecas habrían mejores viajeros; las ciudades no nos parecerían parques temáticos, y aunque sea imposible recuperar el romanticismo de los viajes decimonónicos: el forzado binomio que aquí hemos creado entre bibliotecas y turismo tendrían todo el sentido. Al fin y al cabo el buen viajar, como todo, nace de la cultura y el conocimiento.

La incursión de David Byrne en los ritmos latinos con su Rei Momo (1989)

 

Y ahora terminemos con algo de turismo musical. En tiempos en que se habla tanto del apropiacionismo cultural resulta interesante echar la vista atrás, concretamente a los años 80 del pasado siglo, en los que músicos anglosajones se fueron de turismo, musicalmente hablando, para renovar sus propuestas. Paul Simon con su mítico Graceland, David Byrne con su Rei Momo, o más cerca, nuestro Santiago Auserón volcándose en los ritmos cubanos.

En la actualidad, ya que mencionábamos a los DJ bibliotecarios, uno de los que parte la pana es el disc-jokey y productor estadounidense Diplo. Sus vagabundeos musicales por el mundo le han convertido en un hábil recolector de sonidos autóctonos que luego mezcla en hits que copan las listas de éxito mundiales. El vídeo interactivo (hay que ir clicando, mientras se reproduce, para que se desvele la versión alternativa) para el tema que ha lanzado con Major Lazer: queda perfecto: música masiva para ilustrar la diferencia entre sueños y realidad cuando emprendemos un viaje, sea físico o mental.

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Canción de verano bibliotecaria

 

 

En el hemisferio en el que se cuece (literalmente) este blog: es verano. Y una de las tradiciones seculares del verano hasta hace no tanto: eran las canciones del ídem. Esas tonadas facilonas, de letras sonrojantes la mayoría de las veces, con ritmos básicos y a ser posible acompañadas de coreografías propias de una fiesta de fin de curso de parvulario. Por mucho que digan que la omnipresente Despacito de Luis Fonsi es la elegida para este 2017, no es cierto: la canción se publicó el 12 de enero y lleva triunfando en las listas desde entonces.

El cambio climático lo está trastocando todo. En el tiempo de la posverdad, el calentamiento global y las redes sociales: el dejarse mecer por un ritmo tontorrón y por letras simplonas ha perdido la estacionalidad. Ahora la canción del verano es la banda sonora de todo el año como las, antaño, serpientes de verano (esos culebrones informativos con los que se entretenía al personal mientras daban cabezadas): reptan por las redacciones y, sobre todo, por Internet durante los 12 meses sin interrupción. De hecho las canciones y serpientes de verano han ido emparejadas desde sus orígenes. Por eso no es de extrañar que el inevitable Despacito posea, según los expertos, lo que se denomina: gusano de oído.

 

Tuit del músico, productor y compositor Nahúm García en la que explica el secreto del éxito del tema de Luis Fonsi y Daddy Yankee. En la web musical Jenesaispop lo explican en detalle.

 

Son las conclusiones de Jessica Grahn, neurocientífica de la Universidad de Ontario, que recientemente concedía una entrevista a la BBC para tratar de explicar, científicamente, la razón por la cual determinados temas conocen un impacto global y consiguen arrasar por encima del resto. Un intento (vano) más por conseguir la fórmula del éxito.

Nada que reprochar. Será el calor, será el goteo incesante del tema de Fonsi y Daddy Yankee, será que los gusanos se han convertido en serpientes y nos colonizan el cerebro: que en este post nos rendimos a lo facilón, a la rima fácil, a la gracieta de adolescente. Lo cual no quiere decir que en el resto de posts no lo hayamos hecho: la diferencia es que aquí es de manera consciente. Después de todo ¿no aspiran las bibliotecas también al éxito masivo? De ahí que demos a todos los palos con este texto tutti frutti: en un intento por lograr ese estribillo redondo que siempre se escabulle .

 

 

Como cada verano diferentes administraciones ponen en  marcha las campañas de verano a través de los bibliobuses. En la ciudad india de Naihati  no cuentan con bibliobuses pero cuentan con el empeño y las buenas piernas de Alamgir Hossain Shrabon. Empeñado en hacer llegar la lectura hasta la última aldea: este profesor pedalea transportando un carrito de los que se usan como puestos ambulantes de comida repleto de libros.«Quiero erradicar la pobreza a través de la educación» declara Shrabon, que además, ha creado dos centros de formación para mujeres, así como talleres gratuitos para formar en el uso de nuevas tecnologías.

Pero de la edificante historia del profesor hindú, aparte de con su arrojo, nos quedamos con el carrito. Los jóvenes ya no tienen memoria de los clásicos carritos de helados o de comida que antaño circulaban por las ciudades. Salvo los puestos ambulantes que desfilan previos a alguna cabalgata o procesión: la venta ambulante de helados y alimentos es cosa más bien del pasado. Vivimos en la eclosión de los food trucks o furgonetas de comidas. Pero aquí y ahora apostamos por lo clásico.

¿No sería una buena idea rescatar uno de esos carritos de helados para prestar libros? Prestar libros y vender/regalar helados si alguna marca tuviera la visión comercial suficiente para promocionarse en alianza con la cultura. Puede que alguno de los libros terminase como los que aparecen en una de nuestras cuentas de Instagram favoritas: Ice Cream Books: pero el impacto que se conseguiría haría que mereciera la pena.

 

La Biblioteca Newberry de Chicago está especializada en colecciones sobre religión. Entre los 80.000 documentos que conforman sus fondos se encuentran no pocos textos sobre brujería, magia o espiritismo. Pero pese a lo antiguo de los fondos que allí se conservan: sus responsables han demostrado estar firmemente asentados en nuestros días. Ahora que tanto se habla de que los usuarios intervengan en la toma de decisiones de los centros bibliotecarios: la Biblioteca Newberry ha publicado en el portal Transcribing Faith tres manuscritos sobre magia para que cualquier internauta, que se vea capacitado, les ayude a transcribirlos, corregirlos y comentarlos. Un trabajo colaborativo para acometer una de las tareas, hasta ahora, más especializadas y celosamente reservadas por el gremio bibiotecario y archivero.

La gran Lola siempre adelantada a su tiempo.

Es lo que se lleva: presupuestos participativos, toma de decisiones asamblearias, la necesaria transparencia del sistema. Todo razonable, democrático, políticamente correcto y con la bendición que se le presume siempre a lo consensuado. Pero en tiempos en que prima el descrédito de la opinión docta y la desconfianza hacia todo lo que provenga de la academia: hay que estar bien alerta ante los inventos que puedan surgir de este afán por el igualitarismo a ras de tierra.

Como ejemplo el reciente anuncio de la RAE aceptando el uso de iros por idos: un necesario triunfo del uso popular de la lengua, que en las redes, se ha traducido en un nuevo linchamiento contra la labor de la RAE por tener un pasado machista. Una manera de mezclar churras con meninas (ya puestos a amoldar el lenguaje a nuestro gusto: ancha es Castilla) y es que «si me aconvenzo, si me aconvenzo» las cosas son como yo quiero que sean y se acabó que cantaba María Jiménez.

 

 

Cuando allá por el verano del 2001, la pareja formada por las tuneadas Sonia y Selena, copó las listas de éxitos con su tema Yo quiero bailar: no faltaron los comentarios insidiosos tildando a las esforzadas cantantes de parecer salidas de una de esas películas, que en los videoclubes, solían esconderse en los rincones más discretos del local. Y si hay un gremio que puede comprender mejor que ninguno lo injusto que resulta el que te cataloguen estéticamente en un estereotipo ese es, sin duda, el bibliotecario.

Algunos de los bibliotecarios retratados por Kyle Cassidy en su libro-homenaje a las bibliotecas y los bibliotecarios.

No sabemos si el último libro de la fotógrafa Kyle Cassidy va a incidir de alguna manera en que evolucione la imagen del gremio; pero incluye algunas reflexiones que nos gustan mucho. This is what a librarian looks like: a celebration of libraries, communities, and access to information (Esto es lo que parece un bibliotecario: una celebración de las bibliotecas, las comunidades y el acceso a la información) es el resultado de los viajes por los Estados Unidos de Cassidy fotografiando bibliotecarios y recogiendo sus opiniones e ideas en torno a su trabajo. Aunque se pueden seguir estableciendo ciertos criterios estéticos comunes entre algunos de los retratados: también hay disidencias estéticas que rompen el estereotipo. ¿Quién sabe? puede que dentro de poco el canon estético de Sonia y Selena termine asomando en futuros retratos del gremio.

Pero más allá de la apariencia, que por algo estamos hablando de bibliotecas, nos quedamos con las declaraciones de una de las bibliotecarias retratadas. Jaina Lewis, bibliotecaria juvenil en la Biblioteca de Westport, describe sus tareas de una forma con la que más de uno podrá identificarse:

«Por la mañana, soy una estrella de rock en una habitación llena de niños en edad preescolar; a mediodía, soy una trabajadora social ayudando a buscar recursos para la búsqueda de empleo; por la tarde soy una educadora que lleva a los niños a un taller de ciencias. Los bibliotecarios servimos para muchos propósitos y usamos distintos sombreros, pero todos sirven para lo mismo: cambiar vidas.»

 

 

El verano también es tiempo para nostalgias: ahí estaba el Dúo Dinámico, otros clásicos del repertorio veraniego, con su tema El final del verano. Pero no parece que haya sido ese tipo de nostalgia la que haya incidido en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para publicar un libro en el que recupera el olvidado arte de los catálogos de tarjetas.

La estupenda encuadernación de The Card Catalog.

The Card Catalog: books, cards and treasures literacy (El catálogo de fichas: libros, tarjetas y tesoros literarios): en el que se reúnen algunas de las tarjetas que, durante décadas, sirvieron para recoger los datos de las publicaciones y para dejar fe del buen pulso de los catalogadores a la hora de completar las fichas. El libro deja constancia de los esfuerzos de los bibliotecarios por intentar organizar unas colecciones que crecían sin parar; e incluso se hace eco de las rivalidades que se establecieron entre bibliotecarios a la hora de imponer sus criterios.

La glaciación digital arrasó con todo ello, pero dejó algunas situaciones curiosas que el libro recoge: sobre el modo en que algunas bibliotecas se despidieron de sus viejos ficheros. En una biblioteca de Maryland ataron las fichas a globos llenos de helio y las lanzaron al cielo; otras celebraron incluso funerales en homenaje a sus entrañables catálogos de fichas.

Hoy día lo digital deja poco margen para imprimir un toque personal en un trabajo tan reglado como es la catalogación. La personalización se margina a los tejuelos, y como mucho, a los códigos de barras. ¿Los códigos de barras? Pues sí: los códigos de barras son como las caprichosas marcas que el bañador o los anillos (en caso de practicar el nudismo) dejan en la piel bronceada: una inesperada demostración de que la diferencia está en los detalles. Es una pena que la falta de tiempo no permita «customizar» los códigos de barras de las bibliotecas. Podría dar lugar a comentarios gráficos sobre la temática de los documentos tan estimulantes como estos que provienen (cómo no) de Japón:

 

 

Y hasta aquí llegó el repaso a algunas de las posibles tonadillas de verano con aires bibliotecarios. Quedan en el tintero éxitos potenciales como MARCarena de Los del Río, Sólo se registra una vez de Azúcar Moreno o Ven, catalógame otra vez de Lalo Rodríguez. Pero toda tontería tiene un límite. Es hora de desconectar y dejar que la audiencia relaje oídos y vista.

En los programas de entretenimiento de la televisión estadounidense se ha puesto de moda improvisar canciones con las estrellas que van de invitados. Estos sketches musicales son el equivalente frívolo a los conciertos unplugged (desenchufado) que tan en boga estuvieron hace un tiempo. Así pues vamos a desenchufar durante unas semanas este blog con un tema muy apropiado: el Holiday de Madonna cantado en el show de Jimmy Fallon: ¡Holiday! ¡Celebrate!

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Amor, pedagogía…y drag queens en bibliotecas

Que las redes sociales están llenas de tarugos es tan cierto como que este texto ya estaba a medio cocer hace unos días. Y la actualidad, tan caprichosa como siempre, ha querido cargarlo de vigencia.

La obviedad de los tarugos en red viene a cuento de los tuits que han florecido a raíz del articulo en la revista Tiempo en el que se desvelan los gustos culturales de una niña de 12 años. Que esa niña sea la heredera al trono de España, pese a ser el motivo por el cual sus gustos son noticia, no es lo importante. Lo que llama la atención (por recurrir a una frase hecha, porque en realidad no resulta sorprendente): es lo que subyace tras las bromas y chanzas, de no más de 140 caracteres, a cuenta del hecho de que la hipotética futura reina declare: ser lectora de Stevenson, Tolkien o Carroll y adorar películas como El viaje de Chihiro de Hayan Miyazaki o Dersu Uzala de Akira Kurosawa.

 

 

Pero lo realmente inquietante es que una cascada (mayor o menor) de tonterías tuiteadas al respecto se convierta en noticia en los medios.

La exigencia del show informativo continuo en el que vivimos hace que cualquier nimiedad alcance categoría de titular. Y, cada vez más, los medios tradicionales van dependiendo de las ocurrencias de descerebrados que reclaman sus 15 minutos de fama: bien por los gustos culturales de una niña o por acontecimientos luctuosos (los tuits injuriosos en el caso de los fallecimientos de Bimba Bosé o David Delfín).

Favoreciendo, de este modo, un eco de la estupidez que, en los casos más graves, degenera en un efecto llamada para perturbados. Como se ha debatido, más de una vez, al abordar la responsabilidad de los medios en cuestiones como el terrorismo.

Al menos en este caso los tuits de respuesta de una doctora en Física denunciando lo que considera el linchamiento mediático de una menor: han conseguido tanta o más viralidad que las chanzas de turno. Lo que Adriana Martín, que así se llama la tuitera que se ha visto repentinamente lanzada a los medios, ha evidenciado: es lo que subyace tras todas esas bromas: el eterno desprecio a la cultura en nuestro país.

 

La maravillosa El viaje de Chihiro (2001)

 

Se sea juancarlista, felipista o republicano hasta las trancas: cualquiera que a los 12 años se haya sentido como un repelente niño Vicente por su gusto por la lectura: no puede más que identificarse, por muy lejos que le quede, con la heredera. ¿Es tan extraño que una película como Dersu Uzala (que es la que se cita en la noticia) con su tono de aventuras y su mensaje ecologista guste a un niña de 12 años?

En la Feria del Libro 2016 los medios destacaron que la reina Letizia compró la novela gráfica de Alan Moore: Providence. ¿Se incrementarían las ventas de la obra o lo que más se imitó fue el conjunto de falda y jersey que lució para la ocasión?

Hace unos meses en La lectura todo lo magnifica nos hacíamos eco del número de la revista ¡Hola!, en su edición inglesa, en que el príncipe Guillermo desvelaba los gustos literarios de su primogénito. No sabemos si hubo chanzas británicas a cuenta de esos gustos: pero como sigamos así puede que los royals (como de manera cursi han rebautizado a la realeza en la prensa del corazón) se conviertan en prescriptores culturales.

Y como nos gusta una interpretación paranoica más que un «orgullo y satisfacción» al rey emérito: ¿será que la necesidad de ridiculizar a quienes se salen del rebaño acultural se refuerza si se les asocia a una institución vetusta para así tildarlos de anacrónicos?

En un tiempo en el que los reyes que quedan en el planeta dan más contenido a las revistas del corazón que a las de política: puestos a imitar, mejor nos iría, si además de los estilismos de la reina Letizia, también se imitara el interés por cultivar a su prole.

Pero esto se nos está yendo de las manos. Si seguimos hablando de realezas vamos a terminar como el publirreportaje monárquico de cada sábado, Audiencia abierta, en la 1 de TVE. Mejor nos centramos en el papel que las bibliotecas pueden jugar en que nuestros hijos sean como los royals por sus aspiraciones culturales, que no (solo al menos) por imitar sus estilismos.

 

Miguel de Unamuno con su hijo Ramón.

 

En su nivola Amor y pedagogía, Miguel de Unamuno se centraba en la historia de un erudito obsesionado por los progresos de la ciencia y la pedagogía, que decide tener un hijo para diseñarlo a través de la educación, y convertirlo así en un genio.

A todo progenitor debería importarle la educación y formación de su descendencia. En tiempos no tan lejanos, los padres aspiraban a que sus hijos les igualasen o, mejor, les superasen culturalmente. La cultura era sinónimo de progreso social. En estos tiempos de rentabilidad inmediata no tenemos tan claro que la cultura siga siendo un activo que proporcione alguna ventaja laboral en el futuro. Pese a todo, la idea sigue presente en las cabezas de muchos padres, aunque adopte en ocasiones un cariz negativo: el de fiscalizar en exceso lo que sus hijos leen, ven o escuchan.

 

El recientemente desaparecido Carlos Capdevila y su fantástico legado en forma de vídeos y publicaciones para abordar la educación sin corsés ni dogmatismos.

El último libro que ha sido objeto de veto por parte de los padres en colegios de los Estados Unidos es The absolutely true diary of a part-time indian (El diario completamente verídico de un indio a tiempo parcial) de Sherman Alexie. La novela dirigida a un público adolescente aborda temáticas tan candentes como: el alcohol, la pobreza, el bullying, la homosexualidad o la discapacidad mental. Todo ello con un lenguaje directo y cotidiano no exento de palabras malsonantes.

Realizando una búsqueda rápida de la traducción que de la novela publicó la editorial Siruela en nuestro país en 2009 en el Catálogo Colectivo de bibliotecas públicas: encontramos hasta 15 redes de bibliotecas en las que se incluye la obra entre sus fondos. Y en prácticamente la mayoría, se encuentra ubicado en la sección Infantil y Juvenil.

¿Tienen los padres en nuestro país una mentalidad más abierta o simplemente no se fijan en lo que leen sus hijos? Puestos a elegir nos quedaríamos con la primera opción.

Tan negativo resulta un exceso de celo paterno a la hora de controlar las lecturas de sus hijos, como una desidia absoluta. Y es posible que al igual que hemos adoptado con alegría la cultura del trending topic que todo lo impregna: acabemos importando esos ánimos censores en lo que respecta a las lecturas de nuestros jóvenes.

Ya decíamos que la actualidad había cargado de vigencia este post, y es que en el Babelia de este pasado fin de semana se aborda precisamente la cuestión con un titular harto inquietante:

«La corrección política se antepone a la calidad literaria en las lecturas recomendadas en las aulas»

Si repasamos algunos de los títulos que han sido objeto de censura en los últimos años, fuera de nuestro país, por parte de padres o autoridades educativas en escuelas o bibliotecas: la cosa se pone fea.

Así, las rimas de Roald Dahl han sido acusadas de groseras, Alí Babá y los 40 ladrones o El Cascanueces de resultar demasiado siniestros. El tierno elefante Babar fue tildado de racista por vivir una aventura en la que aparecen caníbales. Y otro elefante, en este caso Elmer de David McKee, no se salvó de acusaciones por racista al dar cabida a elefantes negros y grises, y para más inri, de clasista: por ser más rico que el resto.


La pedrea se la llevó un cuento de Nicholas Allan sobre el señor y la señora conejo que no pueden dejar de tener hijos. Dicho título, aunque para muchos padres sea muy útil para explicar a los niños la concepción, fue retirado de una biblioteca inglesa por la queja de un único padre. Por otro lado nos consta, aunque no vamos a decir nombres, que alguna biblioteca de nuestro país se han presentado quejas por el cuento Titiritesa: por abordar el lesbianismo al casarse dos princesas.

En fin, nos mantendremos expectantes de las conclusiones que surjan del primer curso internacional de Filosofía, Literatura, Arte e Infancia (FLAI) que organiza la Fundación Santa María de Albarracín en colaboración con el proyecto editorial Wonder Poder. Será los próximos días 6, 7 y 8 de julio, y en él se abordarán cuestiones tan al hilo de lo que aquí tratamos como: el potencial y las limitaciones de las creaciones literarias, artísticas, filosóficas y educativas que los adultos crean pensando en los niños.

 

Viñeta del exitoso cómic de Riad Sattouf: «Los cuadernos de Esther. Historias de mis 10 años». Un proyecto en viñetas que aspira a relatar la vida real de Esther (hija de unos amigos del autor) desde los 10 hasta los 20 años. Más potencial para que los niños se sientan identificados no puede tener: ¿pero aceptarían algunos padres que un cómic que, retrata tal cual la realidad de una niña, esté en la sección Infantil y Juvenil?

 

Pero el discurso políticamente correcto que asfixia en muchas ocasiones el consumo cultural de lo más jóvenes: no siempre nos llega con aires tan timoratos. En la estadounidense Biblioteca Pública del Condado de Orange, a raíz del tiroteo en la discoteca de ambiente gay Pulse de hace un año, se ha decidido contar con una cuenta cuentos de lo más llamativo: la drag queen Miss Sammy.

Con ese poderío cromático y estético: ¿qué niño no va a caer fascinado ante el espectáculo de las drags?

No es una idea originaria de dicho condado, fue en 2015 en San Francisco (¿dónde si no?) donde la escritora Michelle Tea propuso organizar cuenta cuentos para niños en bibliotecas a cargo de drag queens para ayudar a promover la inclusión del colectivo LGTBI.

En pleno debate sobre el bullying y la necesidad de fomentar el respeto a la diferencia: la presencia de las drags como cuenta cuentos se ha convertido en un recurso para combatir el odio y la discriminación que ya han copiado bibliotecas de Nueva York o Los Angeles.

En pocos días Madrid acogerá la celebración mundial del Día del Orgullo (del 23 de junio al 2 de julio). Sería buen momento para que alguna biblioteca española se decidiera a adaptar la idea. ¿Qué reacciones provocaría? Es más que probable que el hashtag #biblioteca fuera trending topic sin ningún esfuerzo por parte del gremio. Ahora bien, al igual que en el caso de la princesa, puede que el debate que surgiera diera también ganas de echarse a llorar. Y eso que el mundo drag y el infantil tienen antecedentes en común de lo más convencionales.

 

Úrsula, la estupenda villana de La Sirenita (1989)

 

En 1989, en un producto cultural que ni el más estricto de los padres prohibiría a sus hijos: la adaptación Disney del clásico cuento de La Sirenita: se rendía tributo a la reina de los travestisÚrsula, la malvada de la funciónhomenajeaba descaradamente las formas rotundas y maneras de la mítica travesti Divine. De haber vivido en nuestros días es probable que Divine, que pese a su ferocidad resultaba de lo más dulce en su identidad masculina, hubiese accedido gustoso/a a ejercer de cuenta cuentos en bibliotecas.

Y siguen las coincidencias. Divine luce en forma de tatuaje en el brazo de la que fuera conductora de un transgresor programa infantil de televisión en los 80: La bola de cristal. Y por edad, es probable, que algunos de los que se mofan de los gustos culturales de una niña en las redes: crecieran durante los 90. Años durante los que la programación infantil corría a cargo de figuras como Leticia Sabater. Ahí lo dejamos.

De este modo se cierra el círculo que nos ha llevado desde la realeza (de la princesa Leonor a la pequeña sirena también hija de rey) a las drags pasando por Unamuno, y que concluimos soñando con propuestas que traten a los niños como seres inteligentes. Que les proporcionen las suficientes habilidades como para resistirse a la manada que promueven las redes y, así, nunca se transformen en los niños alienígenas de El pueblo de los malditos (1960).

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Tensión bibliotecaria no resuelta

 

Provocar puede resultar saludable, epatar es simplemente pueril. Puestos en esa tesitura este texto elegiría siempre resultar saludable antes que pueril: pero su planteamiento inicial es confrontar situaciones, circunstancias y asuntos que definen algunas de las problemáticas de las bibliotecas en nuestros días (sin ningún ánimo exhaustivo desde luego) y ahí es posible que surja más de una provocación. Es lo que tiene intentar hurgar en esas tensiones latentes que tácitamente todos percibimos pero, pese a reconocerlas, no somos capaces de saber si se resolverán algún día.

Buñuel duplicó en dos actrices a la protagonista de su película Ese oscuro objeto del deseo (Ángela Molina y Carole Bouquet): en este texto los objetos oscuros del deseo bibliotecario a los que pasaremos revista se quedan en unos pocos, pero sin duda se podrían multiplicar por muchos más.

 

Tanto su título original: The naked jungle=La jungla desnuda, como su título español: Cuando ruge la marabunta (1954) dejan claro que lo que rugía en pantalla, más que las hormigas carnívoras: era la tensión sexual no resuelta entre la pelirroja Eleanor Parker y el tosco Charlton Heston.

 

La primera, e irresoluble, tensión bibliotecaria no resuelta es la que se establece entre responsables políticos y bibliotecarios. Como cada año los gabinetes de prensa de ayuntamientos, comunidades autónomas o de cualquier otro tipo de dependencia administrativa se acuerdan de las bibliotecas cuando se acerca el 23 de abril. Es el Día internacional del Libro y los medios tienen que rellenar espacios, los políticos tienen que fotografiarse haciendo alarde de su amor por la cultura, y de repente las bibliotecas son muy  importantes.

Estadísticas de urgencia, programación de actividades a todo tren, listas de los más prestados, artículos en prensa, entrevistas en radio… Como rezaba aquel vetusto programa de la televisión de los 60: las bibliotecas son reinas por un día. Pero ha querido la actualidad (es así de caprichosa) que este año de manera paralela a los titulares resaltando el compromiso de los políticos con las bibliotecas (que los hay, damos fe de que existen políticos que tienen ese compromiso): haya circulado la noticia de que la Literatura Universal dejará de ser asignatura obligatoria en Bachillerato.

 

El viril y bíblico Charlton Heston todo arrobo e intensidad mirando a los ojos de Stephen Boyd en Ben-Hur (1959). Parece que el ingenuo de Heston no lo sabía pero la marabunta también rugía bajo esa tensión no resuelta entre los dos personajes. Años después Gore Vidal lo desveló para desesperación del ultraconservador Heston.

 

De entre las reacciones, comentarios y declaraciones que ha suscitado la noticia (Premio Cervantes incluido) nos quedamos con la columna de Elvira Lindo en El País: No me llames letrasado. El palabro en cuestión define a la perfección el tipo de cultura que se promueve desde las instancias políticas. Nos cabe la duda de si lo de letrasado proviene de fracasado o de retrasado: en cualquier caso es de esos términos afortunados para definir una realidad desafortunada.

Pese a todo las frases hechas sobre el amor a los libros, las citas de escritores y las fotos de políticos ensalzando a los libros y las bibliotecas han surgido como las amapolas en el campo cada primavera. Y el día 24, a otra cosa, y que las bibliotecas sigan ampliando horarios como salas de estudio y menguando presupuesto para el resto. Total si ya ni siquiera van a fomentar la Literatura en el Bachillerato: ¿para qué otra cosa van a servir las bibliotecas que no sea como salas de estudio?

Así se matan dos toros de un estoque (es que lo de los pájaros está muy visto, y como a los toros les han bajado el IVA antes que al cine, queda más apropiado): se mantiene a los jóvenes estudiando indefinidamente, y se resuelve la falta de espacio en las viviendas que ahora comparten varias generaciones de la misma familia.

 

William Hurt y Kathleen Turner generando tensión en la sudorosa Fuego en el cuerpo (1981): el noir más tórrido de los 80.

 

Pero dejemos a los políticos que bastante protagonismo tienen: quedémonos con los estudiantes. Lo de estudiantes y bibliotecarios es una relación que, en determinadas épocas del año, alcanza unos niveles de tensión, de deseo y repulsión que ni lo de Rhett Butler con Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó (1939).

Hace unos días se publicaba un artículo en Los Angeles Times con un significativo título al respecto: Menos libros, más espacios: las universidades rediseñan las bibliotecas del siglo XXI. Con ese título poco cabe añadir, pero resumiendo, se constata la presión estudiantil en la Universidad de Berkeley: que ha motivado que cerca de 70000 libros impresos hayan sido trasladados a almacenes para despejar espacios y habilitarlos como: zonas de estudio, de reunión, de trabajos en grupo, e incluso de relax con bicicletas estáticas y libertad para comer mientras se estudia.

 

Bette Davis y Joan Crawford estudiándose el guión de ¿Qué fue de Baby Jane? (1962): porque no solo las tensiones no resueltas de índole sexual tienen cabida en este texto.

 

Que las necesidades del lobby estudiantil estén marcando las pautas en las bibliotecas universitarias es lógico. Pero ¿y en las públicas? Observar las salas de una biblioteca pública en época de exámenes puede ser lo más parecido a la lucha por la supervivencia en hábitats reducidos.

No hace falta irse a Sevilla para perder la silla: los estudiantes colonizan los espacios, expulsan a los abuelos de la zona de prensa, invaden las secciones reservadas para los pequeños, y a poco que se dé la vuelta el bibliotecario para subir al depósito: le quitan la silla del mostrador. Hacen imperar la ley del silencio con un celo que para sí quisieran la Yakuza, la Cosa Nostra y la Mafia rusa juntas; y fulminan con la mirada, cual mutantes de los X-Men, a cualquier carrito con las ruedas desengrasadas.

«Si sigues pensando que una biblioteca es un sitio que sirve para estudiar, Infobibliotecas no es tu revista«: hace unos meses lanzábamos este eslogan publicitando nuestra revista en las redes, y lo cierto es que resume bien la única postura posible desde el punto de vista de una biblioteca pública ante esa marabunta que lo invade todo.

 

Tula y su cuñado en la adaptación que Miguel Picazo hizo de la novela de Unamuno en 1964: tensión sexual en la España más represiva.

 

Y no sería honesto repartir estopa, bueno esto más bien se ha quedado en arpillera: sin incluir al gremio bibliotecario. Afortunadamente un gran número de bibliotecas públicas están atendidas por funcionarios públicos. Pero precisamente esa condición funcionarial es la que lastra en muchas ocasiones el progreso y desarrollo de las bibliotecas.

No es el bibliotecario un gremio al que se puede acusar en exceso de ensimismado: pero arrastra los vicios e inercias de una Administración que tan poco incentiva a los empleados públicos, y que se convierte en refugio para tanto mediocre cuya única vocación no es el servicio público a la cultura, sino el aburguesamiento laboral más inmovilista.

¿Qué dónde está la tensión no resuelta en este caso?: es la que se establece entre los que, siendo o no funcionarios, se apasionan por lo que hacen, creen en el poder transformador de la sociedad que pueden jugar las bibliotecas y, pese a las condiciones adversas en muchos casos, siguen adelante: y los bibliotecarios jurásicos (sea cual sea su edad) que tan solo esperan llegar tranquilamente a la jubilación. Como decíamos en Una verdad (bibliotecaria) incómoda para estos últimos: «ni un mísero responso por su desaparición».

 

Tensión pectoral entre Sophia Loren y Jane Mansfield.

 

En cierto modo la última tensión bibliotecaria no resuelta enlaza con lo de los bibliotecarios jurásicos y los ¿airados? (por utilizar un término con reminiscencias literarias y cinematográficas). Se trata de la tensión hormonal bibliotecaria: (hay otras tipologías bajo esta denominación pero aquí y ahora nos centramos en esta): dícese de la tensión entre bibliotecario infantil y menor entre 9-10 años que era cliente fijo de la sección y que en su proceso hormonal para mutar en púber pre adolescente: es abducido por los videojuegos, las redes sociales y demás cantos de sirena tecnológicos.

Entre las decisiones bibliotecarias inmediatas de los próximos años es posible que sea ineludible el aceptar este «síndrome de nido vacío bibliotecario» para centrarse en los usuarios procedentes del baby boom de los 60 que van a ser mayoría en las sociedades occidentales. Un ejemplo a seguir en este sentido sería la Sala +60 que se ha inaugurado recientemente en la Biblioteca de Santiago de Chile: un espacio para atender a las necesidades de esta gran cantidad de población madura que se avecina. Algo de lo que ya hablábamos en el exitoso post La arruga es subversiva.

En cualquier caso, lo que parece que no perderá vigencia alguna será la tensión bibliotecaria no resuelta entre: la idea de la biblioteca como templo de la cultura y el concepto de biblioteca como supermercado de la cultura.

 

El ama de llaves de Rebeca (1940): tensión sexual no resuelta necrófila.

 

Y aquí cerramos el repaso a algunas de las tensiones bibliotecarias no resueltas. Por obvias hemos excluido las tensiones que, durante todo el año, pero especialmente a partir de primavera cargan de feromonas las salas de las bibliotecas. Esos paseos recurrentes entre las mesas en dirección a los baños o a las máquinas expendedoras de café, esas miradas furtivas entre subrayado y subrayado, ese otear entre estanterías encuadrando determinadas partes de anatomías ajenas. Pequeños gestos que unen a estudiantes, usuarios y bibliotecarios bajo los imperativos de la biología.

Esperemos que por el bien de la cultura, esta primavera y verano, muchas de estas tensiones se resuelvan satisfactoriamente para todos. La represión nunca trae nada bueno.

Y ¿quién mejor que Dita Von Teese para advertirnos de los peligros de no resolver las tensiones que nos colonizan el cerebro no dejándonos pensar más que en lo único? ¿Bibliotecarios reprimidos?, ¿dónde se ha visto eso?:

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com