Biblioteca capitalista. El musical

 

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Si en el post anterior cerrábamos con Banksy, este post lo abrimos con la instalación sobre el Monopoly, que hizo en Londres en una acampada anticapitalista.

 

Hace unos días la multinacional del juguete Hasbro lanzaba una noticia que promete revolucionar el futuro de esta industria. El juego del Monopoly, cuyos derechos le pertenecen, va a convertirse en un musical. Pero no sólo eso, además la empresa en la que nació Mr. Potato, quiere crear narraciones en torno a sus productos, para que así los clientes se sientan inmersos en la experiencia del juego.

Recuerda mucho a lo que hablábamos en nuestro #postenobras a cuenta de la narración transmedia, como herramienta para vendernos (y en eso da igual que seas una biblioteca que una línea de juguetes). Pero a lo que íbamos, el Monopoly, el juego de las finanzas, el entretenimiento que consiste en especular en el mercado inmobiliario, arruinar a otros, competir por enriquecerse a toda costa, y que lleva décadas enseñando a generaciones la filosofía del capitalismo más desaforado; ahora tendrá además banda sonora.

 

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El Tío Gilito disfrutando de un baño en su depósito de dinero. La felicidad del capitalismo en viñetas para niños.

 

Según lo que nos relataba un artículo de Yorokobu, parece que su creadora, la norteamericana Lizzie Maggie, creó este juego en 1904 para denunciar los excesos del capitalismo (El juego del terrateniente, se llamaba); pero como ejemplo perfecto de la capacidad del sistema en cuestión, para fagocitar toda disidencia: se terminó convirtiendo en el mejor instrumento para perpetuarlo lúdicamente. Y precisamente ha sido este verano, una estación tan propicia a los juegos de mesa, es cuando en la web Actualitté Literaire se alegraban de que finalmente llegue a Francia el BookoPoly, la versión literaria del Monopoly.

 

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Bookopoly, compitiendo por tener una biblioteca.

 

Su dinámica es similar, pero su espíritu francamente distinto. En lugar de especular con propiedades inmobiliarias, se trata de construir librerías, y si se acumulan los suficientes libros, llegar a tener una biblioteca. El castigo no es la cárcel, sino la televisión (deberían concretar en este caso: las series de HBO y demás plataformas similares pueden ser el paraíso para cualquier letraherido, en cambio Mediaset sí que equivaldría a un campo de trabajos forzados para que el que vaya de pureta); y la máxima aspiración es llegar a convertirse en el presidente del club del libro.

 

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Los creadores del Bookopoly tienen que revisar el reglamento. El castigo debe ser ver ininterrumpidamente un reality por ejemplo, pero no ver la televisión en general. Existiendo cosas como Mad men, no resulta creíble como castigo.

 

Pero de momento, el juego, a partir de los 8 años, puede venderse como una vuelta al adiestramiento en el capitalismo salvaje de su modelo original, para dirigirlo hacia el amor por la cultura. Después de todo, John D. Rockefeller empezó su carrera como bibliotecario a los 17 años en Cleveland: ¿cuánta de su determinación y astucia para los negocios se desarrollaría mientras ordenaba las fichas en los casilleros, u ordenaba los libros en las estanterías?

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Pennies from heaven (Dinero caído del cielo, 1981), el último musical con verdadero sabor clásico

En cualquier caso, el Money, money de Cabaret (1972) se quedará desfasado pronto como himno irónico capitalista; es de esperar que el musical de Monopoly nos deleite con nuevas melodías, que lo hagan aún más irresistible y pegadizo.

El público potencial de los musicales es de mediana edad para arriba, así que no parece que vayan a tener problemas con el hecho que alarmaba al diario económico Libre Mercado, hace unos días: el 51% de los jóvenes estadounidenses se opone al capitalismo.

Desde el liberalismo económico que defiende la publicación del grupo de Libertad Digital, con Federico Jiménez Losantos al frente: eso de que los jóvenes estén decantándose hacia la izquierda, les pone obviamente los pelos de punta. Pero ¿es algo que deba sorprenderles tanto? ¿en qué realidad viven?

 

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Biblioteca acorazada: la cultura hace que siempre tengas liquidez en tu patrimonio.

 

Pero es una noticia que sirve para desmontar más de un dogma. Por seguir con la música, en el ensayo La dictadura del videoclip: industria musical y sueños prefabricados, el sociólogo y artista plástico Jon Illescas, se esfuerza por denunciar los excesos de una industria musical, que inocula los valores capitalistas en las tiernas mentes juveniles, a través de las estrellas de la música. Aunque profusamente documentada y sustentada en argumentos biológicos, económicos, históricos y sociológicos; a tenor de ese 51% de jóvenes que se despegan de los preceptos del capitalismo, parece que el influjo de esas estrellas, ya no es tan determinante como asume Illescas. La realidad, cuando se obstina, aún tiene más fuerza que los sueños prefabricados.

 

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Ilustración de Miguel Brieva para el ensayo de Jon Illescas: La dictadura del videoclip

 

Parece que pese a los esfuerzos de Rihanna (uniendo sangre y sexo para reclamar sus ganancias), Kate Perry (aliándose con el Pentágono para inducir a los jóvenes sin futuro, a que sean carne de cañón), Shakira (defensora del filantro-capitalismo, como una manera de privatizar la educación), Pitbull o Britney Spears (que con su tema Work bitch, resume la filosofía capitalista a ritmo EDM): su brillo no consigue ocultar las miserias de un sistema depredador que lleva décadas robándoles un futuro mejor.

Leyendo el ensayo de Illescas, no se puede evitar empezar a sentirse culpable cuando tarareas la última melodía de moda, o ponerte un poco paranoico al percibir que estás, casi permanentemente, rodeado de mensajes hegemónicos capitalistas, hábilmente distribuidos en hilos musicales de casi cualquier espacio público.

 

La versión «censurada» del tema cargado de crítica social They don’t care about us (Ellos no se preocupan por nosotros) de Michael jackson. Según relata Illescas, el Rey del Pop tras este tema denuncia (del que existe una versión menos incómoda que fue la que se lanzó a los medios), no recibió financiación para su próximo disco. Otras estrellas aparentemente todopoderosas, que recibieron su castigo por salirse del discurso admisible, según la industria del entretenimiento, fueron Prince, o Madonna con la crítica a la guerra de Irak en American life.

 

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Prince con la palabra slave (esclavo) escrita en el rostro; y dejando clara su opinión sobre la industria musical.

 

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Secret project de Madonna, proyecto cargado de crítica social. ¿Lavado de imagen para una reina mainstream o auténtica conciencia social?

Pero pese a las reservas que se puedan tener a los planteamientos de este ensayo (en su listado de vídeos contrahegemónicos incluye a ¡¡David Bisbal!!, por su tema contra los niños soldados) hay que reconocer que lo cierto es que Illesca se moja.

Al final de su voluminoso estudio, Illescas ofrece su modelo alternativo para desmontar el actual sistema en el que vivimos. Que se hagan propuestas siempre es bueno, que se esté de acuerdo con ellas, ya es otro asunto.

Según su modelo, en la sociedad postcapitalista los ciudadanos que demuestren tener cualidades innatas para la creación musical: serían financiados por el sistema y tendrían que producir arte que ensalzara valores humanos. Su propuesta básicamente consiste en organizar algo tan esquivo como es la creación artística, una funcionarización de los artistas que remite a estructuras de regímenes totalitarios.

 

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Como dijo, David Lynch en una ocasión: «cuando estoy creando no me siento responsable socialmente«. El verdadero arte sólo puede nacer de la libertad individual, de la creatividad no sujeta a estructuras organizativas, porque entonces estaríamos poniendo el primer ladrillo de una nueva fábrica de creaciones manufacturadas, según una ideología. Por eso, ¿no es posible una vía intermedia entre ese capitalismo liberal que defiende a ultranza Libre Mercado, y esa sociedad en la que se termina funcionarizando al arte, que propone Jon Illescas? Ese sería un buen argumento para el día en que adapten el Bookopoly a musical de Broadway (bueno mejor del Off-Broadway que es más alternativo).

 

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César Rendueles, sociólogo y ensayista que aborda una historia crítica del capitalismo desde la óptica de aquellas novelas que le marcaron intelectual y emocionalmente

 

Después de un siglo tan sumamente polarizado como el XX, entre comunismo y capitalismo. Ver un documental de animales de la 2, es muchas veces como ver un tratado de economía del capitalismo salvaje; pero el capitalismo también ha propiciado el periodo de prosperidad más largo que se conoce, dando lugar a las clases medias. ¿No vamos a ser capaces de encontrar un discurso intermedio y más racional?

Mientras tanto, promocionemos al Bookopoly, no deja de ser un sucedáneo del juego capitalista por excelencia; pero al introducir la cultura como un activo para nuestros negocios, al convertir a los libros y a las bibliotecas en inversiones de futuro: puede que sea un buen adiestramiento para cambiar la perspectiva; y quedarse con lo mejor de cada sistema.

 

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Niño de Elche, sus críticas al capitalismo en forma de canciones se escabullen de lo panfletario. Y con esa portada, ¿candidato a compositor de un hipotético musical con el título de Biblioteca capitalista?

 

Dejémoslo aquí antes de incurrir en panfletos, que vamos bien servidos. El cortometraje Logorama es el resumen perfecto de lo dicho hasta ahora. Es brillante, tiene el poder de algunos de los diseños publicitarios más seductores, y nos ofrece un final de caos y destrucción, que en cambio resulta de lo más catártico. Data de 2009, pero pareciera hecho a remolque de esta crisis, de la que sólo parecen querer sacarnos dándonos a elegir entre cara o cruz; y la vida ya se sabe, casi siempre cae de canto.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Exorcismos de biblioteca (#bibliotecavstrolls)

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La familia Bergen al completo en los años 40.

 

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Una Candice ya adulta, dejando al aire el subconsciente con la forma en que «sujeta» a su hermano de madera.

La actriz Candice Bergen se congratulaba en sus memorias de ser una adulta razonablemente sana, mentalmente hablando. Su padre, Edgar Bergen, fue el ventrílocuo más célebre de los Estados Unidos durante décadas; y junto a su inseparable muñeco Charlie McCarthy, fustigó sin compasión a todo, y a todos. Al hacerse mayor, Candice fue consciente de que no era su hermano de madera, el que la odiaba; sino que era su progenitor, el que se burlaba de ella y la humillaba sin motivo. Tal era el poder que el muñeco ejercía sobre la personalidad del padre, que lo utilizaba como portavoz de su lado más oscuro, para regocijo de las masas, y martirio de su pequeña.

En los últimos años la ventriloquia no es que cotice muy al alza en la industria del espectáculo (tal vez una pena en casos como Doña Rogelia, pero nada que lamentar en el caso del «Toma Moreno» de Rockefeller), pero en cambio ese desdoblamiento de personalidad (objeto inanimado mediante), está más presente que nunca gracias a internet.

 

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¿Por qué estamos perdiendo internet por la cultura del odio?

 

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La bruja (2016) un excelente acercamiento, con tintes antropológicos, al tema de las posesiones diabólicas.

La última semana de agosto, la revista Time llevaba a su portada la cuestión del momento: ¿Por qué estamos perdiendo internet por la cultura del odio? El Doctor Jekyll y Mr. Hyde de las sociedades ha tenido diversas manifestaciones a lo largo de los siglos. Desde la Fiesta de los locos medieval, a los carnavales, las ejecuciones públicas o los campos de fútbol; pero la intimidad y la sensación de impunidad que proporciona una conexión wifi, no tiene parangón. Será por eso que proliferan últimamente ficciones sobre posesiones diabólicas. El género fantástico y de terror siempre ha sido el mejor para tomarle el pulso a cada época a través de sus fantasmas. En el remake de 2013 de la película de culto Posesión infernal, deberían haber sustituido la cabaña en el bosque, por un dispositivo con conexión a internet. Como toma de contacto con el Maligno, habría quedado mucho más actual.

 

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Posesión infernal (1981) de Sam Raimi

 

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Bibliotecario del siglo XXI llegando a su biblioteca

¿Será que las nuevas tecnologías nos están haciendo vudú? No es necesario recurrir a la Summa Daemoniaca del Padre Fortea (exorcista titulado) para ejercitarse en el manejo de estrategias para vencer al diablo versión 2.0. Si hay profesionales en la actualidad capaces de exorcizar a los demonios que se agazapan detrás de las pantallas, esos son los bibliotecarios. O al menos, eso es lo que espera su público de ellos.

Según el último informe sobre las expectativas que los norteamericanos tienen sobre las bibliotecas públicas, presentado por Lee Rainie, director del Pew Research Center (el oráculo en esto de investigar las últimas tendencias, problemáticas y actitudes que caracterizan a nuestro tiempo): un rotundo 78%, seguido de un 18%: consideran que uno de los papeles primordiales de las bibliotecas, es enseñar a los usuarios a proteger tanto su privacidad como su seguridad online.

 

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¿Deberían las bibliotecas ofrecer programas para aprender patrones sobre protección de la privacidad y seguridad online? 76% definitivamente deberían hacerlo – 18% quizás deberían de hacerlo – 4% definitivamente no deberían de hacerlo

 

También son mayoría los usuarios que creen que las bibliotecas deben impartir cursos sobre nuevas tecnologías; y al mismo tiempo, un alto porcentaje insiste en que deben preservar su identidad como lugares físicos seguros y tranquilos. A veces da la sensación de que a las bibliotecas se les exige que sean como el gato de Schrödinger: y estén y no estén al mismo tiempo en el siglo XXI. A la vanguardia, y en la tradición; en el ruido y en el silencio. Y así lo más probable, es que terminen siendo más como el gato de Cheshire de Lewis Carroll.

 

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«Estamos todos locos aquí», un buen eslogan para las bibliotecas del XXI. El gato de Cheshire de la versión de Tim Burton de Alicia en el país de las maravillas

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El libro troll del youtuber más célebre, El Rubius, fue desaconsejado por las autoridades colombianas, por ser pernicioso para los menores. Mientras Google, recurre a los youtubers para impartir pautas de seguridad entre los jóvenes latinoamericanos.

 

Volviendo al aprendizaje para proteger la privacidad y defenderse de los trolls; nuestra compañera Carmen Rodríguez ya dedicó un interesante post en este mismo blog al Uso seguro de internet. En esa ocasión, más orientado a las buenas prácticas que, según la IFLA, servían para proteger a los menores Pero siempre se puede dar un paso más, en esto de combatir esta plaga troll desde las bibliotecas.

Se podría tomar nota de Google, que ha recurrido a los amados/aborrecidos youtubers para que aconsejen a la hora de proteger la seguridad en internet. El pasado julio, lanzó una campaña en Latinoamérica para que los influyentes youtubers aparquen las chorradas por un momento, y adoctrinen dando consejos para lograr un internet más seguro. Algo a tener en cuenta desde las bibliotecas, aunque también se podría añadir un algoritmo de amor en las redes wifi de las bibliotecas.

 

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Así vendía la idea Coca Cola durante la Super Bowl 2015: «En Twitter. Encuentra cualquier tuits que debería ser más feliz y replícale con #MakeItHappy. Nosotros responderemos convirtiéndolo en una pieza de arte»

 

Es lo que hizo la multinacional Coca Cola durante la Super Bowl del 2015, creando un algoritmo que se activaba al utilizar el hashtag #MakeItHappy (Hazlo feliz). Dicho algoritmo transformaba cualquier mensaje desagradable en las redes en dibujitos de color rosa. La idea era buena (si obviamos la edulcorada censura que podría incentivar), pero no tanto el resultado. Los trolls se saltaron el algoritmo, y fueron publicando un capítulo entero de Mein Kampf (Mi lucha) el ideario de Hitler, que hizo que la empresa terminara por clausurar la campaña.

Nuestra propuesta pasaría por un hashtag más propio, como #HazloLiteratura (o mejor aún #Bibliotecavstrolls), que transformara la bilis digital en citas literarias, que renovaran la esperanza en que internet no tiene porque ser otro gran invento desaprovechado por la estupidez humana. Como sostenía un tuit bibliotecario que seguía el Congreso Internacional de la IFLA celebrado este agosto: «las bibliotecas son la respuesta a los trolls de internet«:

 

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El bloguero iraní Hossein Derakhshan que estuvo seis años encarcelado por escribir en diversos blogs (uno de ellos bajo el título de Ketabkhan que significa el lector de libros) ; una vez liberado, y viendo la deriva que está tomando internet, declaraba en una reciente entrevista: «preferimos ver a leer, y es muchísimo más fácil manipular a la que gente que no lee«. Derakhshan defensor a ultranza de los blogs, del valor de la palabra escrita en digital frente a la dictadura de la imagen; mantiene que hemos pasado del Internet-Libros al Internet-Televisión:

«Vemos como los ‘emojis’, emoticonos, son la nueva forma de comunicarse. La gente se inclina más por ver que por leer y ¿no es esto una regresión a los tiempos anteriores a la invención del alfabeto, una regresión a cuando vivíamos en cuevas? ¿Cuáles serán las consecuencias de esto? Lo terminaremos viendo en las democracias, sobre todo en occidente. Es muchísimo más fácil manipular a la gente que no puede, que no sabe o no quiere leer. Donald Trump es un producto de la tele»

 

Una cuerda floja sobre la que tienen que hacer equilibrios de nuevo los bibliotecarios: entre asegurar el anonimato de los internautas (con la adscripción a la red Tor, por ejemplo); y ejercer como exorcistas de esas posesiones demoníacas digitales, que llenan la red de espumarajos y vómitos de odio.

 

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¿Está el líder de Massive Attack detrás de la identidad secreta de Banksy?

 

possession-663883271-largeY como la actualidad siempre viene al socorro de cuestiones tan cadentes como estas, nada mejor que cerrar con el fascinante Voodoo in my blood (Vudú en mi sangre) del grupo Massive Attack. Por una parte, porque la impactante noticia de que es posible que su líder Robert del Naja, sea la identidad secreta del célebre activista/artista Banksy: es el contrapunto perfecto hablando de anonimato y posicionamiento político ante la sociedad actual.

Por otro lado, porque en este homenaje que el grupo de Bristol hace a la brutal escena del túnel del desquiciado clásico de los 80, Possession de Andrzej Zulawski; no es ningún demonio el que posee a la actriz Rosamund Pike. Más bien parece el espíritu digital de una época que nos hace danzar a su ritmo sin darnos respiro, no vaya a ser que procesemos algo de la información que engullimos cada día, y lleguemos a formular una idea propia.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Hemisferio norte bibliotecario

 

 

Podríamos decir que el hecho de abrir el post con esta escena mítica del Almodóvar de los 80, se debe a que es uno de los cineastas programados para las proyecciones de verano, en el Teatro del Campus Packard en Virginia: que es donde se ubica el Centro Nacional de Conservación de Audiovisuales de la Biblioteca del Congreso de Washington. Pero sería mentira.

Si arrancamos así, es porque pocas escenas, como esta de la La ley del deseo (1987), para transmitir ese impulso irrefrenable que se siente de hacer cualquier locura, con tal de aliviar el calor sofocante de una noche de agosto en una gran ciudad. Pero como pocos tenemos el arrojo de la apasionada Carmen Maura de la película, una vez revividos por delegación con su sesión de hidroterapia, podemos centrarnos en algunas de las refrescantes actividades que bibliotecas, a lo largo y ancho del hemisferio norte, han programado para este verano 2016.

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#summerreadtee es el hashtag a través del cual algunas bibliotecas estadounidenses comparten las imágenes de sus diseños de camisetas para el verano en Twitter. Según manda la tradición bibliotecaria, una biblioteca que tenga un programa de lectura de verano, debe diseñar una camiseta que lucirá todo su personal. Elizabeth Bird, bibliotecaria en el sistema de bibliotecas de Evanston (Illinois), ha abierto una amable competición entre los compañeros de diferentes bibliotecas, para que con dicho hashtag compartan las fotos de sus camisetas.

 

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Con los menguados presupuestos que sufren las bibliotecas en nuestro país, ¿sería buena idea plantear algo así a nuestros responsables políticos? Depende, si pueden hacerse una foto con una de esas camisetas al inaugurar la bibliopiscina. Pero de ahí a establecer competiciones de diseños de camisetas entre bibliotecas, hay un largo trecho.

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Carátula de la popular serie británica Benidorm, que estrenó su última temporada en este 2016 con gran éxito de audiencia.

Giramos un poco el globo terráqueo para saltar a Europa. Si hay un clásico del verano, más incluso que las chanclas (sujetas a los vaivenes de las tendencias), los helados, los cines de verano (que van cerrando, quitando a las infancias de las nuevas generaciones uno de los mayores placeres del verano) o las serpientes de verano informativas (en riesgo de extinción en los últimos años, ante la actualidad más desagradable que no da tregua): ese es el chiringuito.

Hasta ahora lo que se asociaba con los imprescindibles chiringuitos eran las cervezas, las patatas fritas, las gambitas a la plancha y demás delicias culinarias; y por supuesto Georgie Dann. Pero ahora gracias a la inquieta y creativa Red de bibliotecas de la localidad murciana de San Javier, se van a asociar a la lectura.

Lecturas chiringuiteras, así han bautizado el bookcrossing que van a realizar en los chiringuitos de las diversas localidades playeras que se incluyen en el municipio (entre ellas las de un lugar clásico en esto del verano patrio como es La Manga). Se podrán retirar libros en los diferentes chiringuitos, y devolverlos en cualquiera de ellos, para que nadie se quede sin lectura bajo la sombrilla. Y para completarlo, también han organizado la actividad Cuentacuentos en la Playa: cada mediodía, a golpe de megáfono se convoca a los niños para que acudan a los cuentacuentos que se celebran en la misma arena de la playa.

 

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No, no se trata de un chiringuito de San Javier, pero sirve para ilustrar sus Lecturas chiringuiteras. Se trata de la biblioteca en la playa brasileña de Nazaré.

 

Más al norte, en la castigada Francia, un clásico veraniego de su capital, es la playa que se monta cada año por estas fechas junto al Sena. En esta ocasión, y ante la amenaza terrorista, las medidas de seguridad serán extremas; pero no por ello los parisinos y visitantes dejarán de hacerla suya. Tres kilómetros de playa, que incluyen chiringuitos, heladerías, sombrillas, tumbonas, y como no podía ser menos hablando del país galo: una biblioteca.

 

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Y sin salir de Francia, diversos municipios galos han puesto en circulación la Bibliambule: el diseño de dos estudiantes de diseño que tanto vale para montar un chiringuito improvisado en cualquier plaza, como para desplegarse y ofrecer cómodas hamacas sobre las que disfrutar de una buena lectura. El invento original recibe el nombre de Cheminambule, pero la adaptación bibliotecaria con hamacas, es la forma más simpática para combinar tres de los placeres inequívocamente veraniegos: la bicicleta, la hamaca y la lectura.

 

 

160629_Buch_an_BordAunque no sólo de bibliotecas surgen las buenas ocurrencias de cara al verano. De las cosas más insólitas que se han publicado últimamente relacionada con libros y lectura: ha sido la noticia de que la compañía aérea germana Condor, permite el exceso de equipaje, si este exceso es debido a transportar libros. Si hay empresas que se están ganando su mala fama a conciencia en los últimos años, aparte de las compañías de telefonía, esas son las compañías aéreas. Así que ¡¡bravo!! por Condor, que junto con la Asociación de Editores y Libreros de Alemania han puesto en marcha esta campaña de verano.

El funcionamiento es simple. Los libreros alemanes le proporcionan a sus clientes unas pegatinas para pegar en sus maletas (como las que antiguamente lucían en los equipajes de los viajeros, cuando el viajar era signo de distinción), con las palabras: Buch un Bord (Libro a bordo), que indican que pueden exceder el equipaje en un kilo.

¿Tomarán nota Iberia, Vueling o Ryanair y otras compañías para intentar así compensar la agonía en que en muchas ocasiones convierten el hecho de volar?

 

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Y como cada año la Floating library (Biblioteca flotante) en el lago Phalen en St. Paul (Minnesota) ya se ha puesto en funcionamiento para deleite de navegantes.

 

Y por cerrar el post con aires ensoñadores, si se abría buscando el alivio sobre el asfalto del Madrid de los 80; es oportuno que se cierre soñando con latitudes lejanas. El talentoso músico belga Stromae, dedicó un homenaje a la gran Cesaria Evora con su tema Ave Cesaria. El vídeo de aire amateur que rodó para el tema, con una fiesta entre familias de verdad en un edificio de aires coloniales: evoca toda la calidez, sensualidad y alegría que desde el hemisferio norte, solemos representarnos sobre muchos de esos lugares del hemisferio sur, en los que aún es posible imaginar un tiempo feliz y exótico. ¡Feliz verano desde Infobibliotecas!

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Pipas con sal, helados y #bibliotecas

Estos días se han difundido los resultados del estudio del Centro para la Comunicación Científica Directa de la Universidad de Lyon, según el cual hasta un 60% de los internautas no lee lo que retuitea, comparte y difunde a través de sus cuentas de redes sociales. Ya intuíamos que la teoría de la comunicación, tras la irrupción de internet, debería añadir el modelo diálogo de besugos; pero hasta ahora no había un estudio científico detrás que lo respaldara con tal contundencia. El postureo digital no conoce límites.

 

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Redes Sociales Panamá - Social Media Panamá - Ideando la expresión - Idearemos

 

En Egobiblio: narcisismo y bibliotecas en la era del selfie, se hablaba de masajearles el ego a los nativos digitales para atraerles a las bibliotecas; pero está claro que en esto de desplegar la cola cual pavos reales digitales, no se salva nadie (ni nativos, ni emigrantes). Vanitas vanitatum et omnia vanitas, que diría algún nativo digital que con suerte hubiera leído los cómics de Asterix; o como más gráficamente decía Harvey Keitel en un momento de Pulp fiction: «bueno, pero no empecemos a…»

Después de esto dan ganas de callarse, y dedicarse a la vida contemplativa digital, sin intervenir nunca. Pero Javier Cercas en su columna en El País de la semana pasada, acudía en nuestra ayuda recuperando unas palabras de Gabriel Zaid:

«el problema cultural de nuestro tiempo no lo provoca la gente que no sabe leer ni escribir, sino la que no quiere leer y no para de escribir»

Por eso, si queremos espantar la sensación de pertenecer a ese grupo de gente, aprovechemos el verano para llevarle la contraria a la encuesta del CIS, que como una sentencia implacable, cae sobre nuestras cabezas, demostrando fría y estadísticamente que los españoles aún leen menos de lo que leían. Sin duda, deben estar muy atareados compartiendo cosas por las redes sociales, sin saber de qué van más allá del titular.

 

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Pero seamos prácticos, no caigamos en el desánimo, ni el victimismo bibliotecario; es el momento de pasar a la ofensiva. Esto es la guerra, y si no puedes con tu enemigo, únete a él que dijo Sun Tzu. A partir de aquí el post va a fomentar la lectura compartiendo cosas que no requieran leer ni un poco. El 60% de internautas que comparten o retuitean sin leer lo que comparten, podrán hacerlo tranquilamente; y al 40% que según el CIS no han leído un libro en el último año, hasta puede que saliven viendo fotos de libros. ¿Qué más se puede pedir con este calor?

 

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Ice cream books es el nombre de la cuenta de Instagram en la que se combinan deliciosos helados con libros.

 

ice8Las imágenes de la cuenta de Instagram Ice cream books (que lucen cual muestrario de heladería literaria en el post), consisten en helados de los más diversos gustos y sabores, estrellados contra las cubiertas de libros, dejando que se derritan para fotografiarlos. No queda muy claro, si la intención es recomendar a los libros en cuestión añadiéndoles una cremosa y refrescante capacidad de seducción; o por el contrario, afrentarlos volviéndolos inservibles por pegajosos.

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Umbral sopesando si practicar el lanzamiento de libro a la piscina

Es conocida la anécdota (pura leyenda o una boutade a las que tan proclive era el literato) según la cual el escritor Paco Umbral, arrojaba a su piscina aquellos libros que comenzaba a leer, y rápidamente detestaba. Condenándolos así a una muerte acuática.

Pero viendo las fotos de helados de esta cuenta de Instagram, a lo que se puede jugar es a imaginar qué sabores estrellaríamos, cual tartas de cine mudo contra sus portadas, según los autores o títulos. Si la intención es ensalzarlos o despreciarlos, queda al criterio de cada uno.

 

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No, no es que tengamos una instantánea de cuando Paco Umbral lanzaba un libro malo a su piscina. Pero perfectamente podría pasar por uno de ellos. Se trata de una de las obras del artista Ki-Bong Rhee, libros sumergidos que parecen criaturas marinas.

 

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Una portada estupenda para engalanarla con helado derretido de café

Eligiendo algunos ejemplos al azar, a más de una de las novelas de Kazuo Ishiguro le iría bien un cucurucho de after eight, por aquello de que pese a ser de origen nipón, ha sido de los que mejor ha retratado lo eternamente british. A Sumisión de Houellebecq se le podría derretir tranquilamente una tarrina con dos bolas de menta y limón, por su capacidad para incidir en los asuntos más delicados de la manera más ácida.

La excelente novela Middlesex de Jeffrey Eugenides, combinaría a la perfección con un corte mitad fresa y mitad chocolate. La segunda parte de El club de la lucha de Palahniuk supone todo un hito por publicarse en formato de novela gráfica; su trama promete resultar tan excitante en viñetas como lo fue antes en letra impresa y película. Así que la opción es un poco obvia: helado de café a ser posible con granos triturados, que aún le aporten más carácter. Y ya si hablamos del helado de ron con pasas, más allá de Charles Bukowski, habría mil títulos y autores entre los que elegir.

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Helado de jamón ibérico

¿Y la vainilla?, ¿para quién reservamos la vainilla o la crema tostada?, ahí dejamos que la imaginación, las filias y las fobias lectoras de cada uno tomen la palabra. Un libro/autor y un sabor de helado, podría ser una idea aprovechable para alguna actividad bibliotecaria; o para lanzar un juego este verano en las redes.

Ahora que existen helados hasta de cocido madrileño o chorizo, habría dónde elegir tanto para lo bueno como para lo malo (#librosderretidos sería buen hashtag por si alguien se anima a iniciar el juego). Pero cambiemos de asunto veraniego.

 

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Para compensar la sempiterna encuesta del CIS con sus deprimentes resultados sobre lectores en nuestro país; podemos consolarnos como tontos, con la caída del consumo televisivo que también se da por estas fechas. En este sentido, y viendo que ya va sobrado de texto el post; y estamos incumpliendo la promesa de dotarlo de contenidos a compartir, sin tener que leer más de dos segundos (¡qué ilusos!): aquí va una campaña de UNICEF Indonesia de hace unos años. Su eslogan lo dejaba claro: Mira lo que puedes encender cuando la pantalla está apagada (See what you can switch on when the screen is off)

 

 

Esta campaña de Unicef era del 2010, hace seis años el apagar la televisión aún era sinónimo de fomentar la actividad física o intelectual en los niños; pero en pleno 2016, y con fenómenos tales, como el generado por el lanzamiento de Pokemon Go: ¿aún queda alguien tan ingenuo como para pensar que la pantalla a controlar sea la de la televisión?

Precisamente esa pantalla tantas veces vituperada, también ha dado brillantes momentos en defensa de la lectura. Un ejemplo, todos los spots publicitarios de la cadena mexicana de Librerías Gandhi, que nunca te cansas de alabar y compartir para que que nadie se quede sin verlos:

 

 

Y falta el último componente imprescindible de un verano como manda la tradición, que enumerábamos en el título del post: las pipas (a ser posible con sal). En este sentido no hemos localizado ninguna cuenta de Instagram con fotos de portadas de libros cubiertas de cáscaras de pipas. Tanto sea impresa como digital, lo de leer y comer pipas (con cáscara se entiende) requiere de cierta práctica, que no está al alcance de cualquiera. Las protagonistas del multipremiado corto Pipas de Manuela Burló Moreno, está claro que optan por descartar lo de leer, y volcarse en las adictivas pipas con sal.

Son las perfectas representantes de ese 60% que comparte cosas sin leer en las redes; y también forman parte de ese 40% que no ha leído un libro durante el último año (ni durante el anterior, ni el anterior, ni el anterior, ni el… bueno no en el 2012 igual sí, que publicaron las Cincuenta sombras).

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Lara Croft se hace feminista en la biblioteca

La industria del videojuego supera ya a la industria del cine como productora de contenidos para la evasión y el entretenimiento. Su desarrollo durante las últimas décadas está siendo vertiginoso; y como dejaba claro nuestra compañera Carmen Rodríguez García, hace ahora precisamente un año en este blog: las bibliotecas no pueden quedar atrás en incorporarlos como parte consustancial de su oferta.

rosielogoEs posible que para quienes aún estén anclados en la idea de que en una biblioteca debe primar el fomento de la lectura, y no de la cultura en general; aún les lleve un tiempo aceptarlos de manera decidida. Para esos profesionales (y usuarios de bibliotecas, que en ocasiones son mucho más conservadores que los bibliotecarios más jurásicos), tal vez declaraciones como las que hizo Hidetaka Miyazaki, uno de los más importantes diseñadores de videojuegos, en el semanario de El País hace unos meses, les sirvan para relajar un poco las suspicacias:

«No me intereso mucho por lo que hacen los demás diseñadores. No me gusta basarme ni en videojuegos ni en películas. La inspiración para crear mis mundos siempre viene de los libros. De un esfuerzo de imaginación».
«Me encantaba leer libros que aún no podía comprender del todo. Las partes que no entendía porque era demasiado joven me obligaban a usar mi imaginación para rellenar esos huecos y crear mi propia versión de lo que había leído. Es lo que sigo haciendo ahora»

 

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El videojuego L.A. Noire, inspirado en la literatura y cine negro. Su lanzamiento vino acompañado de la publicación de relatos, en formato ebook, inspirados en el juego; y escritos por grandes firmas como Joyce Carol Oates o Lawrence Block.

 

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Una buena obra de referencia para empezar a crear la sección de videojuegos en la biblioteca

Por otro lado, existen juegos como el Wizards101 que incitan a la lectura, pero sobre todo a la escritura. Proponen a los jugadores que vayan ampliando el universo del juego, escribiendo historias sobre los personajes, que luego se premian en concursos convocados a tal fin. También hay propuestas como las de la editora de textos digitales Readership, que ha recurrido al juego Minecraft, para promocionar sus obras.

Readership más que una editorial, es un portal al que los aspirantes a escritores publican extractos de sus obras, para que sea su público potencial el que vote, y así según la expectación, finalmente se publique la obra completa o no. Y Readership para hacer más atractiva la propuesta, recrea el universo que describen las obras presentadas a examen mediante el videojuego Minecraft.

Cuando hasta el Pac Man ya forma parte del catálogo del MoMa; en webs como 8-Bit Philosophy, Super Mario Bros puede ayudarte a comprender mejor las teorías de Nietzsche o Descartes; y hasta las autoridades educativas andaluzas, están detrás de desarrollar un videojuego sobre Blas Infante: está claro que ignorar el potencial de los videojuegos es casi suicida para una biblioteca del siglo XXI. En el post antes citado de Carmen Rodríguez, se recomendaban algunas direcciones interesantes para mantenerse al día, pero por añadir una más: la escritora chilena Paula Rivera Donoso, lleva un tiempo haciendo un seguimiento del mundo de los videojuegos, desde la perspectiva de la narrativa, y sus conexiones con la lectura, al que merece la pena echarle un vistazo.

 

 

El videojuego como instrumento educativo y pedagógico está conociendo cada vez un mayor desarrollo. Wonder Quest, es un desarrollo didáctico para niños de primaria que se basa en el juego Minecraft. En el siguiente vídeo de presentación, uno de los diseñadores advierte que lo que mola de Minecraft a los niños es su naturaleza destructiva. Antes de que padres y docentes puedan echarse las manos a la cabeza, rápidamente lo aclara al decir que es la capacidad de los niños para hacer y deshacer según su criterio. Pero lo cierto es que está bien dicho: la capacidad de destruir y construir es lo que más puede fascinar a los niños (y a los adultos, para qué nos vamos a engañar), y los videojuegos pueden ser una manera más para desarrollarla de manera creativa.

 

 

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El psiquiatra Fredric Wertham planteando sus teorías sobre la peligrosidad d los cómics en los años 50

En la década de los 50, el psiquiatra estadounidense Fredric Wertham lanzó su ensayo La seducción de los inocentes, en la que abominaba de los cómics por corromper las mentes juveniles, y llevarlos a la delincuencia.

El videojuego como nuevo medio de entretenimiento popular, no iba a escapar a ese debate. Como el cómic, el cine, la televisión, o el anime, es tan susceptible como cualquier otro medio para la exacerbación de la violencia y de discursos sensacionalistas, que calan con más facilidad en mentes aún por formar.

En este sentido, el impactante vídeo que el dúo de realizadores audiovisuales Metaforice, hicieron para este tema de Is Tropical, no podía resultar más ilustrativo. Un Señor de las moscas 3.0 que inquieta y nos interpela al mismo tiempo:

 

 

Y puestos a estereotipar, no sólo de sangre, disparos y desmembramientos varios, vive el aficionado al videojuego; también de machismo. Algo se debe haber hecho mal cuando comportamientos, ideas y actitudes trogloditas siguen dándose entre las nuevas generaciones. Pueden tener los mejores gráficos que un diseñador de videojuegos pueda desarrollar, una trama absorbente, efectos 3D y mil avances tecnológicos que hagan estremecer al gamer más experimentado;  pero cuando se habla de mujeres, lo más importante es que luzcan explosivas, y no tengan protagonismo fuera de la fantasía más pajillera.

Que discursos de este tipo se sigan dando a estas alturas, resulta más aburrido que tener una consola de última generación y sólo saber jugar al Pac Man. Pero lamentablemente para los gamers más tarugos, las cosas están cambiando. Aficiones que durante décadas parecían exclusivamente masculinas (el cómic, los juegos de rol, los videojuegos) están llamando a gran número de chicas que se acercan sin prejuicios, y ante actitudes tan retrógradas, en vez de callarse se deciden a actuar.

 

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No es sólo desde los videojuegos indies, que están abriendo otros frentes creativos, mucho más estimulantes para los gamers menos esclerotizados. Cada vez más voces están sonando en contra de esa cavernícola concepción del mundo del videojuego, que tan amuermante resulta.

Hace unas semanas, en la revista digital Yorokobu, dedicaban un artículo a la iniciativa de la periodista especializada en videojuegos, Marina Amores, para combatir las actitudes machistas en los videojuegos. A fregar, es el nombre que Marina ha puesto al espacio en Tumblr que ha abierto para recopilar actitudes sexistas entre los gamers. Marina también está detrás de dos de los documentales disponibles en Youtube, que clarifican mucho la cuestión: Mujeres+Videojuegos y Hombres+Videojuegos. Las iniciativas de Marina vienen a sumarse a experiencias similares, como la que se relataba en la web especializada Xataka, en la que Laura Gómez contaba sus experiencias en Una semana jugando online siendo mujer.

 

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Barbie, programadora de videojuegos. Si hasta Barbie combate el sexismo en los videojuegos, ya están tardando las bibliotecas en hacer otro tanto.

 

Y ¿cuál es el mejor lugar para que el videojuego siga creciendo como una alternativa de ocio y creación; y a la vez, combatiendo tanto anacronismo? No hay mucho suspense en la respuesta. Algunas bibliotecas en nuestro país ya apuestan decididamente por ellos. En este sentido, merece la pena destacar el Rincón del videojuego, que forma parte de la Biblioteca de creación, en el centro cultural Tabakalera de San Sebastián. En dicha unidad, se está realizando una labor de catalogación y tratamiento de los videojuegos, que ya es un referente al que imitar a la hora de plantearse algo parecido en otras bibliotecas.

 

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Mad Max. Furia en la carretera, o cómo actualizar/mejorar un clásico testosterónico a través del feminismo. El 2015  fue un buen año para el feminismo geek, según la revista Yume

 

Y es que no hay ninguna necesidad de que inventen un James Bond femenino; pero tristemente, sí que parece que sigue siendo necesario reivindicar a una Lara Croft sexy y feminista a la vez; sin que ello tenga que provocar ningún cortocircuito neuronal entre tanto machito que confunde el mando de su consola con otra cosa.

Para cerrar, qué mejor que unas chicas picantes. En una campaña que aspira a concienciar a los líderes mundiales que se reunirán en la Cumbre de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en septiembre;  han tenido la genial idea de hacer un remake del famoso vídeo Wannabe de las Spice Girls, que rápidamente se ha hecho viral. Geri, Melani, Victoria o Emma son sustituidas por mujeres artistas de diversos países, que desde diversas localizaciones, lanzan poderosos mensajes dando vida realmente a aquella etiqueta del girl power, que la mercadotecnia de los 90 utilizó para lanzar a las originales.

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Biblioteca yé-yé (o de lo typical spanish en bibliotecas)

«Volver la vista atrás es bueno a veces, uhh uhhh» que cantaba Karina allá por los 60. Y de eso va este post, de volver la vista atrás pero sin un ápice de nostalgia. Fue en esa década, la de los 60 del pasado siglo, en la que la irrupción de la cultura anglosajona, vía música, cine, cómics y moda; se hizo tan patente que ya nada volvió a ser igual.

Yé-yé, aún siendo una corriente musical pop que nació en Francia, para extenderse por ye-ye-cover4Italia, España, Alemania e incluso Argentina; fue un término que triunfó más allá de la música, al menos en nuestro país, para calar en el vocabulario de la calle para referirse a algo más amplio. Lo yé-yé fue la manera de desactivar la lascivia de la lengua de los Rolling Stones, de domesticar a los melenudos que surgían por doquier imitando a The Beatles, de infantilizar cualquier mensaje subversivo que pudieran transportar de estraperlo el rock y el pop que, desde el mundo anglosajón, estaban ganándole terreno a las folclóricas.

 

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Sara Montiel y Naranjito dentro del universo pop de Antonio de Felipe

 

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El libro de Carles Gámez repasando los años yé-yé o cuando España hizo pop

Nada mejor que la pizpireta Conchita Velasco, que también quiso ser beatnik (pero no prosperó, quizás porque lo de beatnik era demasiado, para la falta de paladar inglés de los españoles), pero que triunfó a lo grande siendo chica yé-yé: para representar esa juventud inofensiva que españolizaba cualquier contaminación foránea para tranquilidad del régimen.

El carácter contestatario de los cantautores de los 70, mirándose en el reflejo de los franceses; ya supuso un cambio. Pero habría que esperar a los 80, y su famosa Movida, para que la importación de cultura pop anglosajona se españolizase para bien, sin afán de desactivar la provocación, sino todo lo contrario.

 

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Cinema pop, cuadros de Ricardo Sendra

 

De este modo, Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Luis García Berlanga, Lola Flores o Sara Montiel se revolvieron con Siouxsie and the Banshees o Los Ramones entre mil referencias más para el cóctel de Alaska y los Pegamoides (y aprendida la lección, tomaron carrerilla, y así a Fangoria se les encuentran no pocas semejanzas con los Pet Shop Boys); similares referencias sumando a Buñuel se confundían con John Waters, John Cassavetes o Andy Warhol en el caso del cine almodovariano; y los toros con la España más castiza se entremezclaban con The Clash, Sex Pistols o The Cure para Gabinete Caligari. Un «totum revolutum» con mucho estilo, y sobre todo, toneladas de actitud con que disimular las carencias.

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Portada del disco Made in Spain de Miguel Bosé, diseñado por Andy Warhol

Por no hablar de otras figuras, que se «inspiraron» con mayor o menor vergüenza torera en figuras foráneas: Mari Trini como la Juliette Grecó española, Miguel Bosé como el Bowie torero, Marta Sánchez como la Madonna mojigata, o la mejor de todas, la simpar Lola Flores proclamándose ya en el ocaso de su carrera, como la Tina Turner gitana cantando rap (¡Ay Alvariño! ponme la mano aquí, que la diño)

 

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Lola Flores bañándose desnuda en la piscina, en un cuadro de la pareja de pintores de los años 80: Costus

 

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La estupenda película de Pablo Berger: Torremolinos 73, un retrato agridulce del desarrollismo español

Pero dado que este blog habla de bibliotecas cabría preguntarse como el Plácido de Berlanga: ¿qué hay de lo mío? En el mundo de las bibliotecas el influjo anglosajón fue y sigue siendo fundamental. Pero, ¿hay algo con denominación de origen española, algo que podamos reconocer como propiamente autóctono?, o adaptándolo a términos más propios del desarrollismo y las suecas en Benidorm: ¿hay algo typical spanish en el mundo de las bibliotecas públicas?

Pretender responder sesudamente a esa pregunta excede de lo que se puede hacer en este blog, pero ahí queda el desafío para quien quiera recogerlo, y llevar a cabo algún trabajo de mayor calado académico. Aquí de momento, nos centramos en un clásico como es la Historia de las bibliotecas de Hipólito Escolar (1987), que releemos rastreando esa huella autóctona en el pasado, que nos descubra otro enfoque desde el que mirar nuestro presente.

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Fray Martín Sarmiento, el benedictino que abogó por la creación de un plan de bibliotecas para todo el país en el siglo XVIII

En el siglo XVIII, tanto en Inglaterra y sus colonias americanas, como en nuestro país; fueron dos religiosos los que sacudieron el mundo bibliotecario. El reverendo Thomas Bray creando las bibliotecas parroquiales, cuya intención era la formación de párrocos, pero que terminaron extendiendo su uso al resto de habitantes de las colonias inglesas.

Y en nuestro país, el benedictino fray Martín Sarmiento, instigador de un prematuro plan de bibliotecas para todo el país, que en una carta dirigida al bibliotecario Juan de Iriarte se lamentaba:

«es cosa vergonzosa que algunos lugares populosos tengan teatro público para comedias, plaza formada para corridas de toros, casas públicas de todo género de juegos y aun sitios públicos en que se ejercite la ociosidad, y no haya alguna casa pública en que se ejercite la racionalidad y la juventud»

 

(c) The Collection: Art & Archaeology in Lincolnshire (Usher Gallery); Supplied by The Public Catalogue Foundation

El coronel y político conservador Charles Sibthorp, sin duda de vivir en nuestros días, habría sido firme partidario del Brexit.

Pero es el siglo XIX el que ve surgir las bibliotecas públicas en los Estados Unidos e Inglaterra. La Revolución industrial requiere mayor formación, y emerge la burguesía como clase social que aspira a la cultura que hasta entonces poseían la aristocracia y la Iglesia. No fue un camino fácil, el del acceso de las clases populares a la alfabetización; figuras como la del coronel Charles Sibthorp ya sostenían que a la gente, más que bibliotecas se le hacía feliz con el juego del tejo, el peón o el fútbol…De poder leer la mente de más de un político de nuestros días, veríamos hasta qué punto las palabras del coronel siguen vigentes.

Pero el primer rasgo de originalidad, o de desmarque autóctono frente a la corriente mayoritaria, habría que cifrarlo en la procedencia de gran parte de los fondos de las bibliotecas públicas en nuestro país. Mientras que en el área anglosajona fue la Iglesia la que estuvo presente en el germen de lo que serían las bibliotecas públicas; en nuestro país, fue la incautación de los bienes de la Iglesia con la desamortización de Mendizábal, lo que favoreció precisamente la creación de bibliotecas abiertas al pueblo.

La revolución de 1868 que destronó a Isabel II terminó de dar el empujón definitivo, se impulsó la creación de bibliotecas populares en cada distrito universitario; poniendo a maestros al frente. Pero claro, aquí también entró el en juego el oportunismo de los políticos de turno, que solicitaban bibliotecas en sus distritos por motivos electoralistas, para después dejarlas abandonadas, e incluso con las cajas de libros sin abrir. ¿No sigue sonando todo demasiado actual?

 

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Franco inaugurando el primer bibliobús en 1953

 

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Carmen Polo, alias la collares, en versión de Costus

Pero es en el siglo XX, en el que podemos encontrar rasgos propios de ingenio bibliotecario genuinamente español ( a ser posible, por edad, léase esto último con el tono ampuloso y enfático del locutor del NODO)

Más allá del Reglamento para el régimen y servicio de las bibliotecas públicas del Estado de 1901 (que Escolar califica como el empeño legislativo más ambicioso en estos asuntos); de las Instrucciones para la redacción de catálogos de 1902; o de los enormes avances que durante la II República aportaron las Misiones Pedagógicas, habrá que esperar a que termine la Guerra civil para encontrar algo original en la piel de toro bibliotecaria cañí:

  • la aparición de las casas de la cultura, que surgen a raíz del éxito de la Biblioteca Francisco Villaespesa de Almería fundada en 1947, y que resultó ser un buen modelo para una biblioteca pública. En palabras de Escolar:

«las casas de la cultura trataron de modernizar los servicios bibliotecarios […] ampliaron la acción del libro mediante la organización de actividades culturales (exposiciones, conciertos, audiciones grabadas, proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales, recitales, cursos y conferencias) que servían, también, para atraer a la lectura a sectores más amplios de la población, al mismo tiempo que se brindaba un local social y de reunión»

 

  • la Biblioteca de Iniciación Cultural creada en los años 50, consistía en enviar lotes de libros por correo a unos 9000 centros, principalmente escuelas rurales y de suburbios de grandes poblaciones. Llegó a enviar unos 10 millones de libros por correo en 12 años de funcionamiento; y murieron de éxito, ya que desvelaron la necesidad de crear bibliotecas escolares. Un asunto, el de las bibliotecas escolares, que como tantos, siguen pendiente de que alguien se lo tome en serio. Fue un invento con patente española, y supusieron un gran impulso para la alfabetización de niños y adultos.
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Susana Estrada, más tapada de lo habitual, ejerciendo de bibliotecaria en el Ateneo Jovellanos de Gijón

 

A estos dos rasgos de originalidad bibliotecaria en nuestro país durante el siglo XX, a Hipólito Escolar se le olvidó añadir dos que son incontestables. Por un lado, el hecho de que una de las musas más heavy del destape de los 70, Susana Estrada, empezara su carrera como bibliotecaria del Ateneo Jovellanos de GijónSoy una experta en foliar mamotretos, y aquí hay de todo, códices, palimpsestos, tumbos…»); y los índices de lectura tan bajos, que nos aportan una originalidad respecto de los países de nuestro entorno, que mejor no destacar.

¿Y en el siglo XXI?, si hablamos de identidad cultural, ya es casi imposible discernir las materias primas que la conforman. Reclamar el copyright o la originalidad de una idea, en el mundo de los Creative Commons, requiere de sesudas investigaciones. Por eso, si de verdad queremos reivindicar algo como propio, reivindiquemos la idea de las casas de la cultura.

 

Viva España

«Soy como una plancha eléctrica, que cuando enchufo caliento en España y en cualquier lugar del mundo» Lola Flores — Fotografía: Alberto Schommer

 

Como ya decíamos en Léeme, soy community manager:

«Ninguna otra institución cultural, como la biblioteca pública, está tan capacitada para hablar de todo; porque todo le concierne. En los museos o filmotecas se refugian las artes plásticas o el cine; pero las bibliotecas lo abarcan todo».

 

Y cuando tanto se habla de repensar a las bibliotecas como centro culturales, que se refuercen como lugares de encuentro, abiertos a todo tipo de manifestaciones artísticas; que no se queden en fomentar la lectura, sino en fomentar la cultura: ¿no estamos hablando de una casa de la cultura del siglo XXI? Un espacio polivalente, abierto a la participación activa y al servicio de las cambiantes necesidades de los ciudadanos.

Cuando el sufijo -teca revalida su vigencia añadiéndose a cada nuevo servicio que se suma, mientras la raíz biblio- se va quedando como una más de las posibilidades en una biblioteca; es momento de reivindicar las cosas de nuestro pasado que nos enlazan con el futuro.

Así pues sigamos atentos al Library Journal, a las novedades que publique la web de la ALA, y a toda innovación venga de donde venga; y adaptémoslas sin problemas. Pero no seamos como Alfredo Landa corriendo tras de una sueca en bikini, y sin necesidad de golpes de pecho patrioteros, revaloricemos lo que ya teníamos.

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Egobiblio: narcisismo y bibliotecas en la era selfie

Dicen los analistas y los que hablan de oídas (como es el caso), que el triunfo electoral del Brexit ha tenido más que ver con el enaltecimiento del ego británico de las clases bajas, que con un repudio consciente a la Unión Europea. Los nacionalismos siempre apelan al ego de aquellos que lo tienen más frágil, y en estos tiempos en que gracias a la tecnología el culto del ego alcanza el paroxismo; el caldo de cultivo parece más fértil que nunca.

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El Narciso de Caravaggio absorto en su móvil en el siglo XXI

Si el Narciso de la mitología griega se ahogó embelesado con su propio reflejo; desde el 2014, sólo han hecho falta un palo de selfie y un precipicio, para que 49 incautos narcisistas hayan terminado consiguiendo el protagonismo que buscaban en las redes, a título póstumo. No sabemos aún si los que han votado por el Brexit coquetean con el precipicio, pero el selfie que se han hecho no les favorece. Pero en un país en el que la crisis se ha llevado por delante más de 350 bibliotecas públicas, la única manera de reforzarse la autoestima deben ser los discursos simplistas (tras la resaca electoral, más de uno dirá que también en nuestro país, pero como decían Tip y Coll, la próxima semana hablaremos del Gobierno, hoy no toca).

 

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Believe in your selfie: la verdad está en tu selfie.

 

En el último número de la revista Infobibliotecas, se incluye una crónica de la reunión OCLC EMEARC 2016, celebrada en Madrid a principios de marzo. En este encuentro entre profesionales de la información, bibliotecarios y emprendedores se abordó la denominada «generación selfie«: sus vidas digitales, sus espacios sociales y sus necesidades educativas. Captar la atención de los jóvenes entre 16 y 24 años es el gran reto tanto para bibliotecas, como para el resto de instituciones educativas y culturales; pero más allá de las interesantísimas reflexiones e intercambio de experiencias (para eso habrá que leer la revista), lo que destacamos aquí es una foto del reportaje; concretamente el mensaje que reza en la espalda de la camisa de uno de los participantes: Believe in your selfie (Cree en tus selfiEscanear 13es).

Es cierto que uno de los momentos más provocadores del encuentro, fue cuando el joven empresario Luis Iván Cuende, arremetió contra el sistema educativo, y hasta llegó a sostener que para él las universidades podrían desaparecer y ser sustituidas por bibliotecas, dado que todo está ya online, y lo único que necesita esta generación selfie, son espacios colectivos en los que reunirse.

Bien, suena iconoclasta y blasfemo, como debe sonar todo discurso de un joven airado; pero más allá de estas halagadoras palabras para las bibliotecas (que no para los bibliotecarios, ¿qué papel jugarían si su idea suena un poco a la de un autoservicio?), lo que verdaderamente da la pista es el eslogan en la camisa del anónimo asistente. Si algo deja claro es que si se quiere atraer el disperso interés de esta juventud, no hay otra que elevarles la autoestima, que satisfacerles el ego. Y ¿cómo se hace eso desde una biblioteca?

 

No son como nosotros

El cómic No son como nosotros: rebeldes con causa o sin causa, perdidos en los agujeros negros de la juventud del siglo XXI

 

En las actas del III Congreso de Bibliotecas Públicas se incluía la comunicación de Antonio Díaz Grau: La biblioteca pública como lugar de reforzamiento de la autoestima de los miembros de su comunidad. Entre las propuestas que Díaz Grau enumeraba, para reforzar la autoestima de colectivos e individuos especialmente vulnerables, se recogían: desde grupos raciales, a ancianos, niños y adolescentes. E incluso abordaba una interesantísima actividad desarrollada para combatir el tan, lamentablemente de actualidad, asunto del bullying o acoso escolar.

Pero esta comunicación fue en 2006, no existía aún Instagram, ni los palos para selfies, ni siquiera al autorretrato de toda la vida se le había dado ese nombre. Ahora la autoestima de casi todos, se refuerza a base de seguidores en Instagram, Likes en Facebook, o retuit en Twitter. Y sin tan duchos son en estas herramientas: ¿por qué no dejar que sean los propios jóvenes los que alimenten las redes sociales de la biblioteca?

 

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Drew y Yaiza, la pareja de chicas booktubers que recomiendan lecturas en su canal Never be hopeless

 

Muchas secciones juveniles de bibliotecas podrían contar con la colaboración de algún/os booktubers. Jóvenes con ganas de compartir sus lecturas, a los que la biblioteca les proporciona las lecturas de su interés, y que a cambio, las comparten a través del canal de Youtube de la biblioteca. Habría que contar con la autorización de los padres, claro está, pero hasta el momento el gremio bibliotecario aún conserva cierta respetabilidad de cara a los progenitores.

Hace unos días, en el blog de Infotecarios, la documentalista peruana Silvana Aquino, hablaba de los Bookstragrammers (cada vez un nuevo anglicismo a cual más retorcido), los jóvenes que fomentan el amor por la lectura a través de fotografías de sus lecturas, o de ellos mismos con libros tapándoles la cara. Hay que correr para coger algunos de estos trenes, que pasan con la misma rapidez que los hits en las listas de reproducción del Spotify.

 

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En Latinoamérica nos llevan algo de ventaja en esto de masajearles el ego a los nativos digitales; o dicho más políticamente correcto: en aprovechar las destrezas digitales de los jóvenes para los fines de la biblioteca.

¿Para cuándo un concurso de booktubers en bibliotecas públicas como el que se celebró en Chile a finales del 2015? La Coordinación del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas ha establecido una fructífera colaboración entre las comunidades de booktubers y las más de 450 bibliotecas públicas del país. Para ello, han capacitado a 20 responsables de bibliotecas municipales en edición de vídeos; y en los cursos de formación, están presentes booktubers célebres en el país. Laura Mera junto con Pía Fuentes, dos de las booktubers con más tirón en las redes, han sido las encargadas de captar a más jóvenes que quieran colaborar con las bibliotecas públicas.

 

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Clipboard01En Uruguay, el pasado 7 de junio se entregaron los premios a los ganadores del Concurso Booktubers Uruguay en la Biblioteca Nacional. Repartidos en tres categorías por edades, de 9 a 12 años, de 13 a 18, y de 18 en adelante (porque el amor por la lectura, y el narcisismo no tiene edad). Los 64 vídeos de los participantes se colgaron todos en el canal de Youtube del Ministerio de Educación y Cultura uruguayo.

En la última Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, las colas en las casetas con youtubers célebres como Germán Garmendía, superaban en mucho las que se formaban ante figuras consagradas como Alberto Manguel, Mario Vargas Llosa o María Kodama. Y otro tanto pasó en la reciente Feria del Libro de Madrid. No vamos a decir que las bibliotecas deban colaborar con El Rubius o AuronPlay; aunque ¿por qué no? Si los videojuegos son otro campo que hay que sumar a la oferta bibliotecaria: ¿llegará el día en que El Rubius pueda convertirse en colaborador de las bibliotecas? Todo es cuestión de masajear el ego con algo de respetabilidad a la antigua, y hasta las generaciones más descreídas se crecen ante la perspectiva de dar lecciones a sus mayores.

 

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El youtuber AuronPlay sobre fondo bibliotecario

 

Como sostiene el neuropsicólogo Álvaro Bilbao en el artículo Por qué tus hijos no son nativos digitales, publicado en El Mundo:

 

«Tus hijos no son nativos digitales, porque son nativos de un mundo natural. Un mundo en el que manos, boca, ojos, olfato e inteligencia están estrechamente unidos. Millones de años de evolución ha dotado a tus hijos de un cerebro preparado para aprender tocando, escuchando, hablando y jugando. Aunque se empeñen en vendernos lo contrario, la tecnología no es una ventaja a edades tempranas.»

 

Pero como los bibliotecarios no son educadores, pueden aprovecharse de lo mucho que las nuevas generaciones gustan de distinguirse de sus mayores a cuenta de la brecha digital.

La falta de ofertas de empleo público de los últimos años y la falta de salidas profesionales en el campo de las bibliotecas ha hecho que, sin duda; las bibliotecas sean una de las unidades administrativas que suman no pocos números en ese 62,8% de mayores de 50, que hacen que la Administración haya envejecido en estos años de crisis.

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Madonna extrayendo la energía de la joven Britney Spears en los premios MTV 2003

Unos bibliotecarios seniors cuya formación fue analógica, pero que se subieron al carro de las nuevas tecnologías allá por los 90; y cuya profesión les ha obligado a actualizarse de manera continua. Unas generaciones que pese a los estragos que las nuevas tecnologías hayan podido hacer en su capacidad de concentración: siguen siendo capaces de elaborar discursos más ambiciosos que los que las generaciones hiperestimuladas digitalmente. ¿Es el momento de hacer una loa de la colaboración intergeneracional bibliotecarios senior-generación selfies para beneficio mutuo? No, nada de eso, es hora de invocar el mito de la condesa Erzsébet Báthory, ya saben, la difamada aristócrata húngara que según la leyenda; sacrificó cientos de jovencitas para bañarse en su sangre, y mantener su juventud. Y a la que ahora la ciencia le ha dado la razón.

Ok, suena fuerte ¿no? Pero si se quiere atraer a los jóvenes, mejor que pongamos un poco de gore al cuento de la biblioteca si no queremos que tuerzan el gesto. Por eso para terminar acordes con el asunto, nada mejor que un corto que triunfó en Youtube, y que combina emociones fuertes y selfies. Y es que los narcisos de la generación selfie ya no se ahogan en su reflejo, es su sobrealimentado ego en forma de zombi el que los acecha.

 

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Trastorno bipolar bibliotecario en fase crítica

 

Bibliotecarios contra Google

Bibliotecarios en lucha contra el gigante Google: cambiando el paradigma cultural. Ilustración de Asaf Hanuka.

 

Hace unos días, una escritora y psicoanalista que recientemente firmó en la Feria del Libro de Madrid, compartía en su muro de Facebook, la foto del expositor instalado en la entrada de una biblioteca pública que había visitado.

El expositor en cuestión ofrecía una selección en la que se entremezclaban en alegre confusión, títulos de autoras tales como Danielle Steel, Nora Roberts, Johanna Lindsey, Stephanie Laurens, y perdida entre tanta portada con letras doradas en relieve, y musculosos maromos a pecho descubierto abrazando apasionadamente a féminas a punto del desmayo: un ejemplar de Sentido y sensibilidad de Jane Austen. El expositor se adornaba con caseros corazones recortados en cartulina, que no dejaban lugar a dudas de la temática del centro de interés en cuestión; pero por si acaso, un cartel lo coronaba ahuyentado cualquier duda, con el rótulo Novela Romántica.

 

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«Él era despiadado, hermoso y salvaje como el mar Caribe. Debía domar a esa niña y despertarla al éxtasis del amor» [Texto en cubierta de Pirata] «Él juró que jamás se casaría. Ella juró no dejarse atrapar por ningún hombre…» [Texto en cubierta de El juramento de un libertino]

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Muérdeme si puedes, una variante del género romántico: el paranormal romance

 

La escritora acompañaba la foto con un texto, en el que manifestaba su sorpresa y desagrado; y en el que se preguntaba si acaso los técnicos de biblioteca no tienen como función formar lectores, y no adaptarse a los gustos del mercado. A continuación sus seguidores comentaban reforzando los argumentos de la escritora, y sumando otro clásico en este tipo de debates, como son los libros de autoayuda.

Un debate tan viejo casi como las bibliotecas, sobre lo que debe o no deben ofrecer las bibliotecas y priorizar los bibliotecarios; pero, ¿realmente le corresponde a los bibliotecarios formar al público (un público adulto se entiende)?, ¿no deberían venir ya formaditos y exigir a la biblioteca que satisfaga sus demandas? Los artículos sobre la labor prescriptora de los bibliotecarios han proliferado durante los últimos años. Los bibliotecarios no deben actuar ya como intermediarios, sino casi como médiums que invoquen el espíritu de una cultura que muta cada segundo a golpe de clic.

 

Especial Sant Jordi 2016 - Artesceline
En el ensayo Música de mierda, el crítico cultural Carl Wilson aborda el peliagudo asunto del buen gusto y los prejuicios culturales. Si bien dicho ensayo está centrado en la música pop, sus reflexiones sirven para cualquier reflexión en torno a lo que se supone es el «buen gusto» (así repelentemente emparedado entre comillas no vaya a ser que se derrumbe un concepto tan baqueteado).

Wilson toma como figura central de su ensayo la música de Celine Dion (a la que al final hasta le coges cariño, por mucho que abomines de su música). Su compatriota canadiense parece encarnar el epítome de lo más vulgar e irritante de la música de masas; algo así como el equivalente a lo que en literatura representan las autoras cuyos libros se exponían en la biblioteca que tanto molestó a la escritora.

El texto que aparece en contracubierta resume a la perfección de lo que habla Wilson, y sirve para terminar de encuadrar de lo que se habla en este post:

«Lloramos con baladas de las que nos hemos burlado antes. Mentimos sobre lo que nos gusta para que nos acepten. Y decimos que los demás tienen muy mal gusto. Un ensayo maravilloso sobre el amor (a la música), el esnobismo como coraza y la capacidad de emoción en tiempos de cinismo»

 

La capacidad de emoción en tiempos de cinismo, una buena definición para la manera en que mucha gente consume cultura en nuestros días. Wilson en su ensayo se remite al estudio que el sociólogo Pierre Bourdieu llevó a cabo en la década de los 70, y que se publicó bajo el título de La distinción. Criterio y bases sociales del gusto. Wilson resume las conclusiones del sociólogo francés de este modo:

 

«El gusto es una forma de diferenciarnos de los demás, de perseguir la distinción. Y su producto final es la perpetuación y la reproducción de la estructura de clases […] el gusto es una herramienta […] que se usa para conseguir una ventaja competitiva. Y en una sociedad capitalista, esa competición se estructura (y se exacerba) según criterios de clase, para favorecer a la élite dominante […]

En términos de principios del siglo XXI […] la distinción se reduce a ser cool o no serlo. […] Las grandes empresas y los prescriptores culturales anhelan tanto como las personas individuales forjarse una imagen cool […] Por mucho que digamos, muy pocos de nosotros somos verdaderamente indiferentes a lo cool […] Ignorar lo que es cool puede traducirse en un descenso en el escalafón social en un momento en el que mucha gente pierde el tren de la clase media.»

 

lead_largeRepasar las historias de cualquier disciplina creativa es una demostración práctica de lo que señalaba Bordieu, entre los que defienden el canon cultural en el que están situados, y los que pugnan por crear uno nuevo que les favorezca. «Siempre hay alguien más joven y hambriento bajando las escaleras detrás de ti» que decían en esa obra magna del kitsch nunca suficientemente reivindicada como fue Showgirls. Y en medio de estas fluctuaciones continuas en el mercado cultural, ¿qué papel pueden jugar las bibliotecas?

La función de una biblioteca es proporcionar el acceso a la cultura a los ciudadanos, y eso pasa por intentar darle a cada uno lo que quiere. Una biblioteca debe considerar a sus usuarios personas adultas, aún por aberrantes que puedan parecerles sus gustos a algunos. Otra cosa es que luego potencie los fondos que considera de mayor calidad, según obviamente los criterios establecidos por las élites culturales, pero eso no va a hacer que los consuman quienes sólo quieren una determinada cosa de la biblioteca; y están en su derecho, porque la sostienen con sus impuestos, igual que los que tienen supuesto buen gusto cultural. Son las virtudes/efectos colaterales (según quien lo analice) de la democratización del acceso a la cultura.

El trastorno bipolar que esta pugna puede provocar en los bibliotecarios, lejos de remitir, se agudiza ante el inabarcable horizonte cultural que presenta el nuevo siglo.

 

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Highbrow, lowbrow y middlebrow (clase alta, clase baja, y clase media) tres conceptos provenientes del mundo anglosajón en lo que respecta a consumo cultural. Tanto el lenguaje corporal, la vestimenta, como el objeto de su interés describen a la perfección a las tres clases sociales en esta foto.

 

A principios del siglo XX, en el mundo anglosajón se establecieron las jerarquías sociales de acuerdo al consumo cultural. La escritora Virginia Woolf ya distinguía en su día entre highbrow, middlebrow y lowbrow, que vendrían a ser el equivalente a aristocracia, burguesía y pueblo (vistos más desde la perspectiva del nivel cultural que del económico, aunque las correspondencias se hagan inevitables).

Woolf, representante de los highbrow, mostraba su aprecio por los lowbrow, por su simplicidad y por servir para resolver esas cuestiones prosaicas del día a día, a las que los highbrow, desde sus torres de marfil, no podían atender. Por contra, abominaba de los middlebrow, esos advenedizos que se apropiaban de la cultura como un oropel sobre el que reforzar su ansiado ascenso social.

Para desgracia de la autora de Al faro, y alegría de muchos lowbrow, cuyas condiciones de vida mejoraron permitiéndoles evolucionar a middlebrow: la clase media se convirtió en el motor del progreso a lo largo del siglo XX; hasta la crisis actual que parece empeñada en aniquilarla. Y las bibliotecas públicas: ¿que son? sino la clase media del mundo de las bibliotecas. Por eso, ¿qué pueden hacer más que abrirse a todos los que quieran introducir cambios, estar atentos, sin excluir a nadie?

 

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Obra de la pintora Alison Rector, de la serie de cuadros que dedicó a las bibliotecas públicas del condado de Maine. Bibliotecas públicas al servicio de la clase media.

 

Difícilmente los amantes de las novelas de Steele, Roberts o Lindsey que tanto incomodaron a la escritora de la que se hablaba al principio; van a suponer ningún cambio de paradigma cultural, porque ya están más que instalados en su nicho cultural (o subcultural), pero si hay muchos frentes desde los que nuevos invasores (cómics, videojuegos, gastronomía, moda…) golpean el portón que un día protegía el concepto decimonónico de alta cultura.

 

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El brillante cómic mudo sobre el mundo del arte White cube. En esta página, obligado a elegir entre cómix o arte: el personaje se enfada, y toma el camino de en medio, harto de que aún no se admita al cómic dentro del canon cultural.

 

En medio de ese panorama, la biblioteca pública está más obligada que nunca a dar asilo a los refugiados de la cultura, a esas masas a las que el mercado zarandea apelando a sus instintos básicos, a esos lowbrow cuyas filas la crisis no cesa de engrosar. Los middlebrow, mientras puedan resistir en esa categoría social, ya disponen de medios para defenderse; y a los minoritarios, pero cada vez más atrincherados highbrow, lo de biblioteca pública casi debe sonarles a oxímoron.

En el reciente #postenobras se sostenía en plan eslogan que: La cultura es nuestro Dios, y Frankenstein (o Robocop) su profeta. Una manera de decir que la cultura en nuestros días está hecha de mil trozos, algunos de organismos nobles, y otros de materiales de derribo; pero cuyos costurones cada vez menos gente se preocupa en disimular. Lucirlos ostentosos es casi un mérito a la hora de simular tener criterio propio. Con dos pequeñas modificaciones, la frase en cuestión se puede reciclar sin problemas para este post:

La cultura pop es nuestro Dios,

y Vargas Llosa su (insospechado) profeta.

Nadie como el nobel (el corrector ha querido cambiarlo por noble, toda una señal) peruano para representar, sin pretenderlo, este momento que estamos viviendo. Él, que tan lúcidamente daba un repaso al deterioro progresivo del canon cultural propio de la primera mitad del siglo XX en La civilización del espectáculo: ha terminado representando en papel cuché la imagen perfecta de este guirigay cultural en el que estamos inmersos. Aunque pensándolo bien, tal vez sea una muestra de su integridad intelectual: el ¡Hola! puede que sea de lo poco que aún preserva intacto el concepto de clasismo para consumo de las masas, que caracterizó a siglos precedentes.

 

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Esto daría para otro debate, ¿deberían las revistas del corazón formar parte de la hemeroteca de una biblioteca? ¿no son acaso fuentes inagotables de estudio sociológico de nuestro presente y nuestro pasado? Pero la enjundia de tal asunto requeriría de tal densidad, que mejor relajamos tanta intensidad, y lo aplazamos para otro post.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Escapando de la biblioteca, escapando de los bibliotecarios

 

Si en el post anterior, repasábamos la deuda que las bibliotecas del siglo XXI tienen para con los supermercados y grandes superficies; en este post arrancamos con un ejemplo de que, una vez más, las bibliotecas asumen fenómenos cuyo hábitat natural no es en principio el bibliotecario, pero que sorprendentemente una vez trasplantados, se aclimatan con la mayor naturalidad.

En Cracovia, una de las sensaciones para celebrar la Noche de las bibliotecas, consistió en crear una escape room, que tan de moda están en la actualidad. Por si alguien no sabe de qué va el asunto, resumiremos que consiste en un juego psicológico, en el que voluntariamente los participantes son encerrados en una habitación, con un tiempo establecido, en el cual tendrán que resolver los enigmas que se esconden en la misma, y cuya resolución les permitirá liberarse del encierro.

 

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La huella (1972) el clásico de Mankiewicz al que siempre se vuelve

Con la de ficciones que han tomado a las bibliotecas como escenarios de crímenes, misterios, y secretos inconfesables: ¿cómo no se había planteado algo así dentro de las actividades bibliotecarias en plena era de la gamificación? La Noche de las bibliotecas polaca es la segunda vez que se celebra, e implica tanto a bibliotecas públicas como a bibliotecas escolares. Los participantes tenían que resolver el caso del escritor misteriosamente desaparecido; y las pistas estaban ocultas en el catálogo de la biblioteca, en las estanterías o en una máquina de escribir.

Como los juegos de guerra, las batallas de paint ball o las invasiones zombis, las escape room se han convertido en otro sector dentro de la oferta ocio que muchas empresas están ofreciendo. Plantear algo así en una biblioteca es otra opción para promocionar los fondos y servicios de la misma entre todo tipo de público; pero sin duda, con preferencia por ese sector que tanto cuesta atraer: los adolescentes.

 

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Cube (1997), un auténtico estudio de personajes en una película de intriga matemática de alto voltaje

 

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El cómic original en el que se han basado las posteriores versiones cinematográficas de la claustrofóbica historia de Old boy

Old boy, Calle Cloverfield, La huella, Coherence o clásicos tipo Agatha Christie: hay miles de referentes en cuestión de ficciones que hacen de la resolución de pistas, el centro de su trama; y hay mil escenas cinematográficas o literarias de historias de misterio ambientadas en bibliotecas.

El escapismo como una opción para dinamizar y gamificar la experiencia bibliotecaria; pero mucho más difícil que escapar de una biblioteca, es escapar de los lugares comunes y los estereotipos en torno a las bibliotecas, y los bibliotecarios; y la fotógrafa Mariela Niels lo está intentando a través de su proyecto: Retratos de bibliotecarios de la región francesa de Auvernia.

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Véronique Maurin de la Biblioteca de la Comunidad de Riom

 

Niels desmonta estereotipos en torno a las bibliotecarios, a través de la mirada irónica que arroja sobre el mundo bibliotecario y sus clichés. De momento, sólo han transcendido dos de los montajes fotográficos que ha llevado a cabo con bibliotecarios de la citada región francesa; pero el objetivo es fotografiar hasta a 10 bibliotecarios de diversos centros de la zona, en situaciones y escenarios que subviertan desde el humor, la imagen prototípica de lo que se suele asociar al gremio bibliotecario.

La idea nace de un encargo por parte de la Asociación de Bibliotecas de Francia, con motivo de la celebración del 62º Congreso de la Asociación que se ha celebrado del 9 al 11 de junio. Según declaraciones de la fotógrafa: «la idea original era tener imágenes que cambien los estereotipos, que muestren una visión muy dinámica de la bibliotecología. Como trabajo mucho los estereotipos, he propuesto una serie de retratos de profesionales en sus lugares de trabajo«. Para ello, se entrevistó con cada uno de los protagonistas de estos retratos, que estarán disponibles en breve en internet bajo licencia Creative Commons, para que todos podamos utilizarlos y difundirlos.

 

Géraldine Debus de la Médiateca

Géraldine Deus de la Mediateca de la Comunidad de Municipios entre Dore y Allier

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La bibliotecaria que todavía ama a los libros: una de las portadas pulp de la cuenta de Twitter Pulp librarian

 

Una nueva vuelta de tuerca en torno a la figura del bibliotecario, esa imagen sobre la que ya hablábamos en Bibliotecas indies, bibliotecas mainstream; y que mucho nos tememos que por muchos retratos iconoclastas que Niels lleve a cabo, seguirá recargada de esos lugares comunes con que todo colectivo profesional carga. La ironía es sin duda la mejor manera de afrontar la pereza mental con la que todos, en mayor o menor medida, nos representamos lo que desconocemos. Por otro lado, tampoco sabemos si nos gustaría que estos tópicos desaparecieran del todo, con el juego que nos dan en blogs, artículos de revistas y demás foros bibliotecarios.

 

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Pantalla inicial del videojuego online El relámpago bibliotecario

 

¿Qué sería del encanto de las portadas de las noveluchas pulp que publica Pulp librarian slide_311654_2773059_freeen su imprescindible cuenta de Twitter, si no fuera gracias a que han existido, y persisten, muchos de esos sambenitos en torno a los bibliotecarios? Ni existirían juegos como El relámpago bibliotecario (Lightning librarian), ni la versión Barbie o Lego de la profesión, ni Miguel Salas Díaz autor de Las almas nómadas, (Premio Hiperión de Poesía 2011) habría tenido de dónde tirar para hacer del estereotipo poesía, en un texto que tan apropiado resulta para esta nueva temporada de salas de bibliotecas atestadas de estudiantes.

 

OPOSITOR
(a una bibliotecaria)

No te ríes jamás. Eres sosísima.
Ir a la biblioteca es un dolor.
Pienso probarlo todo, todo por contemplar
tras tus labios sangrientos de arrecife,
el fulgor abisal, el ordenado
banco de pececitos de marfil
de tus dientes perfectos y monótonos.
Voy a hacerte reír, hija del mal,
y volveré después a mis temarios
sabiendo que he hecho algo por el mundo,
sabiendo que la vida estará en deuda
con un opositor de alma marchita.

Las almas nómadas, XXVI Premio de Poesía Hiperión 2011

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Supermercados de la cultura: oferta del día en ideas propias

 

Esta semana uno de los tuits que más interacciones ha registrado en la cuenta de Infobibliotecas (aparte de los tuit relativos al #postenobras, gracias por preguntar) ha sido el que recogía la acción de dos artistas alemanes que colgaron una pancarta sobre la fachada de la biblioteca de la ciudad de Stuttgart, rezando en grandes letras: Estoy con un estúpido, señalando al centro comercial que está junto a la biblioteca en cuestión.

 

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Houellebecq, la lectura necesaria para ponerle los límites al reflejo de la biblioteca en el supermercado.

 

Esta ingeniosa denuncia del consumismo galopante que todo lo invade, supone un gran halago para las bibliotecas en general. Es de agradecer esa consideración por parte de Günther Mailand y Frida Innenhof, que así se llaman los artífices de colgar ese orgulloso pendón en defensa de la cultura. Pero para ser justos, sería muy desagradecido por parte de las bibliotecas que aceptaran sin más el piropo, sin reconocer la deuda que las bibliotecas del siglo XXI, tienen para con los supermercados, los centros comerciales y grandes superficies en general.

En una biblioteca patrimonial, en una biblioteca especializada, o por supuesto, en una privada; es lícito que se preserve ese espíritu de institución aún depositaria del desvaído concepto de Alta cultura; pero ¿en una biblioteca pública? El sueño húmedo de cualquier biblioteca pública (si es que una biblioteca tiene de esas cosas) es contar con un público tan nutrido, variopinto y asiduo como el de los centros comerciales.

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La musa venal: producción y consumo de la cultura industrial, ensayo del profesor de semiótica de la Universidad de Alicante, Raúl Rodríguez Ferrándiz. Un interesante recorrido en la evolución del concepto de cultura.

En una biblioteca pública, la cultura hace mucho que dejó de ser algo académico y exclusivista, y pasó a ser parte integrante de la oferta de ocio de los ciudadanos (y en su capacidad de crecer como centro de ocio cultural, les va la supervivencia en estos tiempos). En una biblioteca pública la cultura ha de ser algo de consumo diario, como el detergente, el agua, la leche o los huevos lo son en un supermercado: artículos básicos en la cesta de la compra de pensamientos propios.

Puede que tejuelo, CDU, incunable, OPAC o signatura topográfica sean términos originariamente bibliotecarios, pero marketing, benchmarking, diagramas de flujo o análisis DAFO, han sido fusilados por las bibliotecas del mundo empresarial.

Que sí, que es necesario seguir teniendo una mirada sobre las bibliotecas como refugios de un concepto de cultura sin leyes de mercado de por medio; pero quedarse en ese espejismo, sólo las empuja un poco más a la irrelevancia en este mundo regido por la obsolescencia programada. Así pues, si queremos de verdad preservar algo de santuario, empecemos por reconocer lo que las bibliotecas tienen en común con supermercados y grandes superficies:

  • puede que centros de interés sea un término acuñado en el gremio bibliotecario, pero no es más que la manera de rebautizar una de las técnicas que suponen el abc de cualquier supermercado o gran superficie: hacer que el público se tropiece prácticamente con la mercancía de manera que capture su atención,
  • las colecciones de libre acceso ordenadas por CDU son propias de las bibliotecas, sin duda, pero ese recorrido por las diferentes secciones
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    Clerks, la primera y celebrada película de Kevin Smith, ambientada en un supermercado.

    tropezándose a cada paso con nuevos reclamos, ¿no suena demasiado al obligado recorrido por todas las secciones que han llevado al extremo establecimientos tipo IKEA?

  • la simpática (y ya algo agotada) moda de los flashmob, surgió como una de las tendencias que crean las redes sociales, y uno de los lugares preferidos para convocarlas, fueron desde el principio las grandes superficies y supermercados. Las marcas sin perder el tiempo, empezaron a apropiarse de la idea para hacerse las guays y conectar con el público joven. Poner flashmob y biblioteca en el buscador de Youtube arroja una cifra de 56.800 resultados, sobran las palabras,
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Por si a alguien se le ha olvidado: antes que en las bibliotecas, los flashmob proliferaron en los centros comerciales

  • puede que las catedrales del consumo lo tengan más fácil a la hora de seducir a las masas, pero eso no quita para que la competencia feroz
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    El amanecer de los muertos de Georges A. Romero, o cómo hacer una de zombis y una crítica a la sociedad de consumo, situando la trama en un centro comercial.

    a la que se enfrentan, haya llevado a más de una a la quiebra. Y las bibliotecas han estado al quite para cual ultracuerpos, invadir sus espacios desahuciados en varios ejemplos de okupación bibliotecaria.

    Desde la gran superficie Eden Prairie en Minnesota, que en 2012 se reconvertía en la biblioteca de una planta más grande de los Estados Unidos; o hace tan sólo unas semanas, la biblioteca Indian Trails en la ciudad de Wheeling (Virginia) se mudaba a un centro comercial mientras se construye su nueva sede. Lo sorprendente para el personal, ha sido constatar la gran afluencia de público que la biblioteca ha recibido en su nueva ubicación comercial,

  • por no hablar de los Bibliomercados (el último inaugurado en la ciudad de Murcia hace unos días), en los que la alta cultura se apea de la mayúscula, a fuerza de compartir vecindad con las ofertas del día en salazones, frutas o pescado fresco.

 

En el 2012 la escritora británica Ann Cleeves publicó un artículo bajo el nombre de Las bibliotecas no son supermercados, son lugares mágicos dónde empiezan los sueños. Leyéndolo no cabe duda del amor que Cleeves profesa por las bibliotecas, pero pintarlas como lugares mágicos en los que la imaginación vuela, queda precioso para niños, y powerpoint de atardeceres con frases de Paulo Coelho; pero poco eficaz a la hora de persuadir a los responsables políticos de turno.

Es mil veces preferible el eslogan de la librería La Casquería, en el mercado de San Fernando en Madrid:

«un libro debe fabricarse como un reloj, y venderse como un salchichón»

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Así pues, que las bibliotecas públicas sigan manteniendo a raya el consumismo sin criterio, que sirvan de antídoto al ritmo de caducidad que barre los escaparates de las librerías (y que Rodríguez Rivero vuelve a poner en evidencia en su crónica sobre la Feria del Libro de Madrid 2016) , que actúen como barricada contra la alienación de las marcas blancas del pensamiento. Pero que no por ello, dejen de mirar las historias de éxito de ventas, que se deslizan por las cintas transportadoras de los supermercados (como las de la campaña #ValeMuchoCuestaPoco de los supermercados Aldi, de los que ya hablábamos en el #postenobras).

Alaska1Quiero ser un bote de Colón, y salir anunciado por la televisión, una aspiración legítima para las bibliotecas de hoy día. Pero mucho nos tememos, que al tema de Alaska y los Pegamoides, se le ven demasiado las hechuras culturetas warholianas, como para que sirva al propósito de una de las técnicas de venta de grandes superficies, que de momento, no es asumible en bibliotecas.

El hilo musical euforizante que manipula nuestros sentidos haciéndonos, se supone, consumir más y más. Ojalá consiguiéramos el equivalente de esta técnica para adaptarlo a las bibliotecas. Por el momento, nos quedamos con el dúo noruego Galantis, que lleva esa técnica al extremo en este vídeo, que resulta de lo más apropiado para terminar de ambientar el post.

 

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