Bibliotecas glaseadas, bibliotecas desenchufadas

Que si Marshall McLuhan, que si Walter Benjamin, que si Andy Warhol, y así un corto etcétera, han sido investidos en algún momento con el aura de profetas de nuestro presente. Y resulta que la más visionaria de todas no fue otra que Mary Poppins.

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Mary Poppins contestataria al estilo Banksy

«Con un poco de azúcar esa píldora que os dan» cantaba allá por los 60 una meliflua Julie Andrews (la misma que enseñaría los pechos por obra y gracia de su marido Blake Edwards en los 80 en S.O.B. Sois honrados bandidos, pacata traducción para Sons of bitch: demostrando que detrás de tanto empalago se escondía una guasona de mucho cuidado): y dicha frase que cantaba la niñera mágica, debería ocupar el primer puesto junto a la warholiana de los 15 minutos de fama, como frases definitorias de nuestro tiempo.

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Scarlett Johansson ya tiene experiencia en esto de «usurpar» pinturas antiguas (véase La joven de la perla); y ahora vuelve a ello gracias al nuevo programa de la Tate Gallery

En un mundo digital en el que las tonterías, los chascarrillos, las ocurrencias de barra de bar, las gracietas, ….., ……, ……, (y que cada uno rellene los puntos suspensivos con lo que prefiera): absorben cual agujeros negros el mayor número de tráfico en la Red: cualquier propuesta que aspire a ampliar audiencias se ve obligada a glasearse.

En la Tate Gallery el último «glaseado» ha sido para atraer a jóvenes de entre 15 y 25 años, cuyo interés por las pinacotecas es muy escaso. Por ello, han creado el programa Tate Collectives a través del cual los jóvenes pueden jugar con las pinturas convirtiéndolas en GIFs animados, memes y montajes audiovisuales. Abundando en la idea, organizaron la 1840s GIF Party, a través de la cual artistas digitales y programadores de videojuegos, transformaron las pinturas para convertirlas en divertidos memes que se difundan por las redes.

El artículo de Mar Abad en el magazine Yorokobu da cuenta de las muchas iniciativas que la Tate está desarrollando en pos de seducir a este público joven: y como no podía ser menos, también se hace eco de los recelos que despierta entre muchos amantes del arte. ¿Realmente convertir en juguetitos digitales las pinturas del museo va a hacer que los jóvenes amen la pintura?

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Pero este glaseado hace mucho que llegó a las bibliotecas (lo tenían más fácil, mal que bien, todas cuentan con secciones infantiles y juveniles). En la biblioteca de la escuela de secundaria de O’Neill en Downers Grove, Illinois, se han sumado al Desafío Follet: un programa para premiar programas innovadores en la educación. No, que nadie se alarme, no se trata de fomentar la lectura entre los jóvenes a través de las obras de Ken Follet; pero algo del mundo creado por George R.R. Martin, sí que tiene.

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Consiste en fomentar la lectura voluntaria a través de la creación de un juego por equipos. Sobre el hilo argumental de la creación de un reino, los estudiantes van ganando puntos según obtienen victorias resolviendo puzzles o realizando piezas de escritura creativa: a través de las cuales van dando forma a ese mundo imaginario. Cada alumno pertenece a una casa (o equipo) y la casa que más puntos acumule, gana el juego. Bien interactuando a través de las redes, el correo electrónico, o en la propia biblioteca del centro; los estudiantes vivieron apasionadamente el juego, e incluso según relata la docente responsable del programa, Tasha Squires, semanas después de concluido el juego, los estudiantes seguían comentando lecturas y escribiendo comentarios.

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Fernando Trueba dejando claro cuáles son sus filias y sus fobias cinematográficas

¿Será que las instituciones culturales deben disneyzarse para sobrevivir? Hacer divertido lo serio, y serio lo divertido. Si incluso nuestros políticos se hacen los juguetones a través de los medios para caernos simpáticos (aunque la sobredosis de azúcar que necesitarían para hacernos tragar esa píldora, corre el riesgo de diabetes): ¿no deberíamos ponernos alerta ante este infantilismo desbocado?

En este sentido, recuperar un extracto de la entrada que Fernando Trueba dedicaba a Walt Disney, en su Diccionario de cine, resulta de lo más oportuno para incentivar el debate:

Disney (Walt): «No me extraña que su autor (refiriéndose a Disney) fuera un simpatizante de Hitler y Mussolini, además del responsable de lesiones cerebrales en varias generaciones. Su posterior saqueo y manipulación de algunos de los grandes clásicos de la literatura lejos de divulgar y dar a conocer los originales (Lewis Carroll, Collodi, Barrie, Kipling, Victor Hugo…) los ha sepultado para siempre bajo una losa de sentimentalismo pringoso, crueldad ilimitada y pobreza visual. El sádico que siempre fue Disney puede verse hasta en la insufrible Fantasía, un proyecto «cultural» que da más miedo que La noche de los muertos vivientes…».

El Diccionario de Trueba se publicó allá por los noventa, mucho antes de que bebés monísimos, gatitos y demás fenómenos virales le comieran los minutos en los telediarios al espacio dedicado a noticias culturales. Habría que preguntarle ahora a Trueba, pero mucho nos tememos que su opinión lejos de suavizarse, se habrá tornado más acérrima. En cambio, es un suponer, que culturalmente francófilo como más de una vez se ha declarado el director de Belle Époque: la noticia que nos llega desde París le agradaría.

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Al encuentro de Mr. Banks, la película que narra la relación entre Walt Disney y P.L. Travers, autora de Mary Poppins. El magnate intentando persuadirla de que cediera los derechos de adaptación, Travers resistiéndose a que «glasearan» a su institutriz. No hace falta decir quién ganó, ¿no?

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¿Haría Tim Burton justicia póstuma a la autora de Mary Poppins? Pese a este cartel que circuló por la red, todo resultó ser una gran mentira digital. Una de tantas.

No parece que se trate de un acto de resistencia, pero algunos bibliotecarios parisinos lo tienen claro, y a imitación de los grandes gurús de Silicon Valley que educan a sus hijos de forma «desenchufada»: están promoviendo espacios para niños en las bibliotecas sin tecnología de por medio.

Poner a dieta digital a los niños, igual que se les controlan las chuches. Se trata del método educativo Steiner-Waldorf, en el cual los niños acceden al mundo digital en el aula (en el hogar dependerá de los padres) a partir de cuarto curso, los años previos la educación es como la de toda la vida: libros de papel, pizarra y tizas.

Inmersos en este debate, entre los bibliotecarios parisinos se está desarrollando una corriente de opinión que aboga por espacios bibliotecarios para niños sin tecnología de por medio. La biblioteca se convertiría así en el lugar idóneo para desconectar al niño (y al adulto que así lo quiera): ¿postura retrógrada o línea de futuro bibliotecaria que las transforme en alternativas al empacho tecnológico?

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Cómo desenchufar a tus hijos: 101 maneras para ayudar a que tus niños apaguen sus gadgets y disfruten de la vida real

Antes de reflexionar a fondo sobre el asunto, lo mejor será tomarnos un respiro procrastinador. Se trata del último vídeo de will.i.am que rodó en el Louvre, y viene muy a cuento con lo del proyecto de la Tate Gallery que abría el post. La canción no es especialmente brillante, aunque resulta pegadiza, y no es la primera vez, ni la mejor en que se ha recurrido a esta idea en un vídeo musical.

Pero resulta tan mono eso de ver a la Mona Lisa animada, con cosas así uno nunca se aburre, es casi tan divertido como algunos vídeos de gatitos en Youtube; pero en cambio en este caso con coartada cultural. ¿Quién puede resistirse?

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas: la muerte os sienta tan bien

Una de las impresiones más fuertes cuando se visita El Cairo, mucho más que las imponentes pirámides, las mezquitas o el Nilo entre rascacielos: es la visión, desde las autovías que la cruzan aéreamente: de la Ciudad de los muertos. La inmensa necrópolis en la que conviven en cotidiana armonía los vivos con los muertos. Mausoleos habitados por algunos de los desahuciados por la especulación inmobiliaria, que generación tras generación, llenan de vida un espacio pensado para la muerte.

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La Ciudad de los muertos en El Cairo, la vida y la muerte conviviendo en armonía

Que algo de cultura pueda surgir en un entorno tan desolador resulta casi impensable, pero pese a ello dos escultores: el egipcio Houreya El Sayed, y la húngara Beata Rostas, se han embarcado en un proyecto para construir la Puerta para el alma: una obra escultórica en forma de muro, que exprese el tránsito entre lo tangible y lo espiritual. El proyecto se encuadra dentro de un plan de restauración, que engloba algunos de los pocos edificios supervivientes de la necrópolis, catalogados como monumentos históricos.

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Jugando entre tumbas

Una vez restaurado, lo que ha sobrevivido del palacio del sultán Qaitbey, se adaptará el edificio para su uso como centro cultural con biblioteca, al servicio de la comunidad. Como expresa El Sayed respecto de la obra que forma parte del proyecto:

«los artistas deben desempeñar un papel en el embellecimiento de espacios públicos de Egipto. Porque la belleza y el arte influyen en el comportamiento de las personas.»

¿Conseguirá un centro cultural modificar en algo las expectativas de los que viven entre sepulcros? Siendo prácticos, el hecho de que una biblioteca se enclave en un cementerio, tiene una utilidad incuestionable: tendrá menos problemas a la hora de preservar el silencio.

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Biblioteca de Greenville City, no es la que se va a convertir en tanatorio. Pero no deja de resultar curioso que el cartel dónde indican que es una biblioteca recuerde a una lápida. ¿Por qué ese empeño en relacionar biblioteca y funeraria en la apacible ciudad de Greenville?

A muchos kilómetros de Egipto, en la localidad estadounidense de Greenville City en Carolina del Sur: las autoridades locales han dado luz verde para que una biblioteca se transforme en tanatorio. ¿Tan poco se usaba, o la dejaron morir de inanición cultural? Según declaran las autoridades, los vecinos reclamaban la habilitación del inmueble abandonado como funeral home.

Buena idea, en una comunidad que reclama una funeraria antes que una biblioteca: el morirse (probablemente de aburrimiento) se presenta como la mejor opción. Sin duda, las inversiones en el nuevo equipamiento vecinal serán rápidamente amortizadas.

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Portada de Legacy libraries, web en la que el cotilleo bibliotecario post-mortem se puede volver adictivo. Listados de las obras que componían las bibliotecas privadas de un gran número de personalidades de todos los ámbitos y épocas. De John F. Kennedy, a Leonardo Da Vinci, Katharina Hepburn, Tupac Shakur, Sigmund Freud, Frank Kafka, Marilyn Monroe, David Bowie y un larguísimo rosario de ilustres difuntos.

De haber conocido una de las 50 ideas para sorprender desde la biblioteca pública de Carme Fenoll y Ciro Llueca (artículo que debería empapelar las paredes de los despachos de los responsables políticos de las bibliotecas), es posible que las autoridades de Greenville le hubiesen dado un doble, triple y hasta cuádruple uso al inmueble.

Según la idea nº 20 de Fenol y Llueca (Cuatro bodas y un funeral), la proliferación de los funerales mediante ceremonias civiles, podrían encontrar el lugar idóneo para celebrarse en las bibliotecas. Del mismo modo que se celebran bodas, se deberían también contemplar los bautizos, e incluso un equivalente a las comuniones (sobre todo ante esos brotes de fe sobrevenida que afectan a muchos niños de padres agnósticos, a la vista de los regalos que reciben sus compañeros cristianados).

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La inolvidable serie A dos metros bajo tierra. Pocas veces una funeraria había dado tanto de sí.

De este modo, Iglesia y biblioteca, dos de las instituciones que han sido básicas para constituir comunidades: se terminarían de intercambiar los roles mucho más allá del silencio. Creyentes y no creyentes asistidos por igual en los rituales más importantes de sus vidas.

En su nueva funcionalidad funeraria: la biblioteca podría enriquecer su oferta con una cuidada edición del historial de préstamos del finado. ¿Hay mejor manera de recordar a un ser querido que recurrir a las lecturas, películas o música que le acompañaron en vida? Incluso cabría idear un testamento bibliotecario con las últimas voluntades, para evitar cualquier indiscreción. Ya se sabe que lo que pasó en la biblioteca, ha de quedar en la biblioteca.

Si las empresas de internet explotan los datos personales de todos nosotros, según dicen, para ofrecer mejores servicios: ¿no podrían hacer otro tanto las bibliotecas con sus bases de datos, siempre de forma autorizada? Otro bonito tema para debatir en futuros posts.

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Urna para cremación en forma de libro

Todo un mundo de posibilidades se abre a la hora de organizar pompas fúnebres en una biblioteca: selección de lecturas y de música para la ceremonia, recomendaciones para aliviar la pena de los familiares, o colaboración en la ornamentación de féretros y tumbas según los gustos culturales del difunto,

Para este último servicio ya existen precedentes, como el féretro para incinerar en forma de libro que luce sobre este párrafo; o yendo un paso más allá: la creación del artista Dave Wakely. Este ilustrador ha convertido su futuro féretro en una estantería para su biblioteca. De este modo cuando Dave fallezca, su ataúd-librería le servirá de cobijo. Ni el mismísimo conde Dracula había demostrado tanto amor hacia el espacio de su descanso eterno.

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Dave junto a su actual librería, y futuro féretro

Aunque la propuesta más poética sería la de que te entierren con tu biblioteca, o al menos con tus lecturas favoritas cual ajuar faraónico. ¿No resulta menos desagradable la idea de la descomposición de nuestro cuerpo si sabes que se degradará junto a las letras que te hicieron sentir? Otra falta a consignar en el haber de los libros digitales.

Para quien optara por esta última opción, nada mejor que las Cápsulas Mundi diseñadas por una empresa italiana.

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Si obviamos lo mucho que recuerdan a las vainas de la película La invasión de los ladrones de cuerpos: la opción de estas cápsulas que sirven como féretros y, al mismo tiempo ayudan a la reforestación, se presentan como la opción más deseable si no se opta por la cremación.

Sólo haría faltar añadir la pulpa de las páginas de sus lecturas favoritas junto al cuerpo, para conjugar lo orgánico con lo poético. El ciclo vital de lector y lecturas se completaría, y los árboles que se talaron para imprimir esas páginas, servirían junto a los restos del que los leyó: para dar vida a nuevos árboles.

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En los bosques resultantes, cada árbol debería tener su pequeña lápida como en los cementerios, pero en lugar de epitafio: una relación de las lecturas que alimentan sus raíces. Años después, alguna universidad de nombre exótico podría hacer un sesudo estudio de cómo influye en el crecimiento vegetal el abono generado por un lector según sus gustos. ¿Qué especies vegetales prosperan mejor teniendo como abono las obras (y a un lector) de Dan Brown, Johanna Lindsey, Paul Auster o Philip Roth? Mejor nos ahorramos suposiciones para no herir la sensibilidad de ningún fan.

No todos podemos convertir nuestra muerte en una obra de arte, como ha hecho David Bowie. Pero sí podemos visitar mucho las bibliotecas en vida, leer mucho, ver mucho, oír mucho, para que no nos pase como a Bruce Willis en El sexto sentido (lo sentimos Amenabar, Shyamala se te adelantó): y nadie pueda llegar a decir que, en realidad, estábamos muertos mucho antes que nos dieran sepulcro.

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Danzando con la muerte en El séptimo sello de Ingmar Bergman

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Desnudos integrales sin exigencias del guión (Shakespeare y el porno)

Que exista un libro con el título de Cómo hablar de los libros que no se escanear0001han leído (de Pierre Bayard) deja claro que lo del postureo no deja indemne ni a los amantes de la literatura. La vanidad intelectual quizás sea de las vanidades más absurdas por crecerse ante la ignorancia ajena: dejando al aire el corto alcance del que la exhibe. Si hay algo de lo que alegrarse, y al mismo tiempo agobiarse: es de que haya tanto por leer, y tanto por aprender. Una especie de seguro de vida mental que todo letraherido tiene a mano.

El reverso del libro de Bayard serían aquellos libros que has leído y de los que no quieres hablar. Algo absurdo, cuando lo de alta y baja cultura ha quedado como un anacronismo propio del muy lejano siglo XX: pero que pese a todo persiste en muchas cabezas.

Avergonzarse de ser curioso culturalmente, debería de estar penado: de todo se saca enseñanza, aunque sea la de no volver a repetir. Hace unos años, en la plataforma Tumblr, algún bromista creó una web al socaire del megaéxito de las Cincuenta sombras de Grey bajo el nombre Portadas para hombres: una serie de cubiertas con las que camuflar la dichosa trilogía, y salvaguardar la hombría de los lectores curiosos que querían saber qué estaba removiendo tanto a muchas féminas.

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En esto de expresarse sin tapujos culturalmente, las mujeres ganan a los hombres; no requieren tanta justificación para disfrutar sin subterfugios. Será por aquello de que, pese a lo que pueda aparentar: lo masculino requiere de más construcciones mentales para representarse que lo femenino. Pero dejemos los estudios de género para otro día, y abandonemos el juego del escondite lector, para asistir a su reverso: el exhibicionismo que busca la provocación, y nos convierte a todos en divertidos voyeristas.

Scott Rogowsky es un humorista neoyorquino para entendernos rápidamente, porque si atendemos a la descripción que proporciona en su cuenta de Twitter es: actress, activist, mother (es decir, actriz, activista y madre). Su última performance ha tenido lugar en el metro de la Gran Manzana, y ha consistido en hacer algo tan simple, y que afortunadamente sigue haciendo mucha gente: como es leer un libro mientras se desplaza por el subsuelo de la gran ciudad.

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Taxidermia para humanos: una guía para principiantes

La única peculiaridad es que las portadas de los libros que lee (impresas en tamaño king size) lucen títulos tan sugerentes como: 101 consejos para alargar el pene que puedes hacer en casa, en la oficina o de viaje, Mi lucha para niños (el libro de Hitler), 1000 lugares para visitar antes de que te ejecute el ISIS, Cómo salirte con la tuya en un asesinato: guía para principiantes o Comer ano de manera sencilla: siete leyes naturales para nuevos novios. Una cámara iba registrando las miradas furtivas y reacciones del resto de viajeros, ante la falta de pudor lectora de Scott.

Y mientras Scott pone a prueba la capacidad de sorpresa de los neoyorquinos bajo tierra; entre los habitantes de la ciudad que jamás toman el metro, en el Upper East Side de Manhattan: no sólo se camuflan los libros, sino bibliotecas enteras.

En tiempos de la Inquisición camuflar los libros era sinónimo de rebeldía, de subversión y desafío al sistema: en plena era neoliberal, disfrazar a los libros es símbolo de estatus y escalada social. Al menos eso se deduce de la clientela del decorador de bibliotecas Tatcher Wine, cuyos diseños de bibliotecas lucen en muchos de los pisos del exclusivo Park Avenue.

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Las bibliotecas diseñadas por Tatcher Wine

El resultado es de lo más chic, y se supone que no se trata de libros falsos y huecos, y tras esa elaborada fachada se encontrarán los contenidos que prometen. Otra cosa es si sus dueños se los habrán leído, o si son simples gestos de estatus social y de estar a la última. Durante años, lucir libros en una casa era signo de cierto nivel: todo pequeñoburgués que se preciara debía tener una biblioteca en su domicilio compuesta de clásicos, Biblia y enciclopedias para los niños. Era una manera de imitar a las clases superiores, la mayoría de las veces como simple oropel del deseo de ascenso social.

¿Qué pensaría el director de cine John Waters si visitase una de estas bibliotecas? El director de Pink Flamingos formuló a este respecto, el mejor consejo que se le puede dar a cualquiera, y que debería lucir en el frontispicio de más de una biblioteca:

Libros_John_WatersNo sabemos si por inspiración de Waters, pero lo cierto es que hasta las aplicaciones para ligar están incluyendo a la literatura como reclamo. Que Shakespeare está de permanente vigencia a través de adaptaciones cinematográficas, pero sobre todo, series de televisión mediante (Juego de tronos, Los Soprano, House of cards…) es algo innegable; y en su 400 aniversario está demostrando hasta tal punto su contemporaneidad en la cultura de masas: que incluso las aplicaciones para ligar recurren al Bardo de Avon para hacer más atractiva su propuesta.

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Shakespeare y lo porno

Grindr la pionera en este tipo de aplicaciones para ligar orientada al público gay, ha lanzado un vídeo protagonizado por la estrella del porno Colby Keller en el que recita el texto de Las siete edades del hombre de su obra Como gustéis (buscando paralelismos: a Cervantes ¿quién podría recitarle, acaso Nacho Vidal?). Ahora sólo falta que Tinder, la equivalente para el público heterosexual, copie la idea para que lo de ligar en la era digital se tiña de atractivo literario.

10Nadie como Shakespeare para retratar las pasiones del hombre, las grandezas y las miserias; el tándem pornografía-Shakespeare resulta de lo más natural si lo recita además un representante de una nueva corriente en la industria del sexo. Colby Keller es una estrella del porno, pero también es un artista, antropólogo y comunista, que ha hecho de su incursión en el mundo del porno una herramienta para un discurso teórico-práctico de contundentes premisas:

«El sistema no quiere personas conscientes, reflexivas y sexualmente satisfechas. Nos quiere tristes, vacíos, celosos y con ganas de traicionar al de al lado por un poco de confort extra»

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Porno para mujeres el libro de la directora de cine Erika Lust

En una sociedad en la que el exhibicionismo es una obsesión, la última frontera es la pornografía. La obscenidad publicitaria, política y ética hace que la pornografía esté más que instalada en el discurso de los medios, incluso cuando el sexo no está presente. La gente regala su intimidad a través de las redes; pero la sospecha de un pezón se censura en Instagram. La esquizofrenia de lo políticamente correcto llegando a los extremos.

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Amarna Miller, ¿la estrella porno de los hipsters?

La erotización, el exhibicionismo omnipresente lo satura todo, desactivando cualquier carga subversiva. Tal vez sea por eso, que el último asalto a la legitimidad cultural en nuestros días: sea el acceso de las estrellas del porno a los medios de masas con discursos que descolocan estereotipos.

Las estrellas del porno Sasha Grey, Amarna Miller, o la directora de cine érotico Erika Lust: están ganando protagonismo en los medios generalistas a fuerza de exhibir intelecto sin dejar de reivindicar su presencia en el mundo del porno.

Que su exhibicionismo literario y cultural peque de ostentoso en algún caso, no es relevante, cuando lo interesante no es lo que puedan decir (que también, según el caso) sino el cuestionamiento que su mera presencia plantea sobre cuestiones como: la libertad sexual, el feminismo, la teoría de los géneros, la explotación sexual y laboral o los tabúes que siguen vigentes en el hipócrita discurso de esos masa-media de los que hablaba la querida Chus Lampreave.

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Vistiendo libros, desnudando personas; lecturas de camuflaje, lecturas de exhibición. Empezamos con vacuas formas de disimular las carencias culturales; y terminamos con gente que lo enseña todo, incluso sus gustos literarios. Justo es que cerremos con la banda sonora de la adaptación que Paco León ha hecho de una comedia australiana sobre parafilias sexuales, recién estrenada, a la que desde aquí añadiríamos una que no han tenido en cuenta: la bibliofilia.

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

La biblioteca como barricada

Utilizar la palabra barricada, hace unos años, salvo que fuera en referencia al grupo de rock vasco, evocaba revoluciones decimonónicas, guerras antiguas que poco tenían que ver con el debate público que copaba los medios. En cambio en esta segunda transición que dicen estamos viviendo, los discursos se han llenado de figuras de estilo, que independientemente del contenido, remiten a esos tiempos.

Será que la moda vintage también alcanza a la política, y no todos saben customizarlo en un estilo propio y renovado. El caso es que unir biblioteca a barricada, se podría considerar una adhesión a alguno de los estilos en que nos quieren polarizar: y no, nuestro discurso va por libre, la única servidumbre que conoce es la de la defensa de la cultura.

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Ilustración del articulo Librarians for privacy de Zöe Carpenter, publicado en The Nation

La barricada es excluyente, y unirla al concepto de biblioteca abierta y sin muros que se preconiza para el siglo XXI suena contradictorio; pero también es protectora de lo que queda tras ella: y es desde ese sentido desde el que se utiliza en este post.

Barricada como autodefensa, como acogida, como protección de, y contra, muchos de los asuntos que nos afectan más directamente estos días.

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La Biblioteca de Kansas, con dicha fachada no hacen falta barricadas

PRIMERA BARRICADA

La más reciente y fulgurante barricada levantada por bibliotecarios acaba de suceder en el estado norteamericano de Kansas. El proyecto de ley HB 2719 ha sido desarrollado por los legisladores de Kansas, para dar más poder a los votantes a la hora de controlar los impuestos. Las decisiones serán establecidas por un órgano electo que decidiría sobre los recursos destinados a un gran número de instituciones públicas. La subsistencia de las bibliotecas pasaría a depender de este órgano electo en lugar de tener una asignación presupuestaria establecida por el Estado; lo cual pondría en peligro la supervivencia de muchas de las bibliotecas de la red.

La crónica que el Library journal hace de la noticia, te transmite la emoción como sólo los norteamericanos saben hacerlo. Una lucha contrarreloj para presentar las alegaciones pertinentes que consiguieran excluir a las bibliotecas del texto legal, que contó con la oposición frontal de los muy conservadores miembros de la asociación Americanos por la prosperidad. Dos de sus miembros, los hermanos Koch (Charles D. y David H.) ya habían conseguido tumbar un referéndum a favor de una biblioteca en Plainfield, financiando una campaña de llamadas telefónicas automáticas.

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Los ultraconservadores y billonarios hermanos Koch han financiado al Tea Party, acciones en contra del sistema sanitario de Obama o boicots contra la Ley del clima. La financiación pública de las bibliotecas ha sido otro de sus objetivos a abatir.

KSLibsFoamFingersEl momento más emocionante fue la audiencia pública: unas 175 personas atestando la sala y con dedos de espuma diseñados para la ocasión en defensa de las bibliotecas. Los legisladores mostrándose sorprendidos al descubrir la cantidad de trabajos que los bibliotecarios desarrollan en sus centros; y el encendido alegato por parte los portavoces directores de bibliotecas, Matt Nojonen y Roger Carswell. Pocos días después el demócrata Tom Sawyer (con ese nombre el destino tenía que jugar a su favor por fuerza) presentó la enmienda para eliminar toda mención a las bibliotecas en la ley.

Sólo haría falta una banda sonora emotiva, poner a Tom Hanks y Julia Roberts de pareja de bibliotecarios que se enamoran mientras luchan juntos: para que la historia de unos bibliotecarios acaparase premios de la Academia, el próximo año.

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Cartel de la campaña defendiendo la titularidad pública de la Biblioteca de Birmingham

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Cartel diseñado por Jamie Reid (diseñador de muchas de las portadas míticas de discos punk) para salvar a la Kensal Rise Library

Quienes no tienen tanta épica a su favor son los bibliotecarios británicos. Según difundía la BBC, ya son más de 350 bibliotecas locales las que han echado el cierre desde que empezó la crisis.

Una situación límite la que se está viviendo en el Reino Unido, y que se agudiza con la progresiva privatización que de los servicios bibliotecarios, se lleva desarrollando en el mundo anglosajón desde la década de los 90.

El blog Stop the privatisation of Public Libraries es una buena fuente de información para estar al día de las movilizaciones y acciones que se desarrollan en defensa del acosado sistema público de bibliotecas.

 

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Alison Macrina, bibliotecaria activista por la privacidad del internauta en las bibliotecas. Fundadora de Library Freedom Project

SEGUNDA BARRICADA

Pero como se dijo al principio la barricada también sirve para protegerse de todo tipo de abusos, por ejemplo los que pueden infligir sobre nuestra privacidad las autoridades a través de las nuevas tecnologías. Hace dos meses, la Biblioteca Pública de Las Naves en Valencia se convirtió en la segunda biblioteca del mundo en unirse al proyecto Tor. Este proyecto que permite navegar por Internet de forma anónima, es utilizado por miles de periodistas, activistas y personas amenazadas o perseguidas por regímenes totalitarios. Y todo empezó por la barricada levantada por Alison Macrina en una pequeña biblioteca de Watertown (Massachussets).

Tras las filtraciones de Edward Snowen, Macrina empezó por instalar herramientas que protegieran la privacidad de sus usuarios en los equipos de la biblioteca. De ahí al activismo a favor del software libre que permite mantenerse a salvo de intromisiones ajenas en nuestros periplos digitales: sólo hubo un paso. Casi sin pretenderlo se ha convertido en la instigadora de todo un movimiento al que se van sumando bibliotecas (la última en Canadá), y que la ha llevado a convertirse en enemiga de la poderosa NSA (The Super Secret National Security Agency), que nos espía a todos a través de la red.

Fundadora del Library Freedom Project, Macrina no lo está teniendo fácil, pero ha convertido su apostolado en pos de la libertad en el uso de la red desde las bibliotecas, en la razón de su vida.

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Requisitos para ser una persona normal, la primera película de Leticia Dolera como directora

TERCERA BARRICADA

Según el último informe del Observatorio de la piratería y los hábitos de consumo (con todas las prevenciones que se quieran tomar por ser un informe elaborado por los principales damnificados): el 87% de los contenidos digitales consumidos en 2015 fueron ilegales, lo que ha causado al sector pérdidas de casi 1.700 euros. Es curioso que cada vez que se habla de formas para erradicar la piratería, y concienciar en el respeto a los derechos de los creadores: nunca se incluya a las bibliotecas en el debate.

En nuestro país el debate sobre la piratería está viciado desde el principio. Abordar el tema fuera de los latiguillos habituales se hace incómodo y difícil: los excesos de la SGAE, la codicia de las multinacionales, el derecho al libre acceso a la cultura. Todos estos argumentos se utilizan muchas veces como simples excusas para que recaiga en las autoridades toda la responsabilidad en la protección de los derechos de los creadores. Una hipócrita permisividad enquistada en la mentalidad de gran parte de la población; a la que no es difícil encontrarle paralelismos en otro orden de asuntos, que llevan años reflejándose en una situación política de la que todos somos responsables.

Sin título

La actriz, y recién debutante como directora de cine, Leticia Dolera, ha sido una de las pocas voces que se ha atrevido a dar un paso al frente y a denunciar la situación. Bajo el título Por una cultura sostenible, Dolera publicó un post en el blog que tiene en la revista Harper’s Bazaar en el que narra sus dificultades para eliminar su primera película como directora (Requisitos para ser una persona normal), de diferentes direcciones web que la ofrecen ilegalmente. Las declaraciones de la actriz resultan de lo más elocuentes:

«Cuando hablo de este tema con gente se ponen a la defensiva y tú te conviertes en el enemigo, en el que quiere vetar los derechos del internauta. No es así. Lo único que reclamo es un sistema regulado.

Casi siempre sale a colación la expresión «cultura libre». Y a mí me preocupa seriamente la banalidad con la que se usa a veces.

Voy por partes, por un lado, la cultura sí está al alcance de todos ¿dónde?, en las bibliotecas públicas, lugares que merece la pena fomentar y cuidar, casi como si de templos se tratara. Ahí no sólo hay libros […] también hay música y películas y no, no sólo hay películas antiguas en blanco y negro o cine de autor […] sino también cine mainstream y de todos los géneros»

Gracias Leticia por decirlo alto y claro. ¿Por qué a nadie se le ha ocurrido utilizar las redes de bibliotecas públicas que tenemos en nuestro país para hacer campaña de sensibilización y de lucha contra la piratería? ¿por qué las industrias culturales y las autoridades competentes no han sabido aliarse con las bibliotecas y utilizarlas como barricadas contra esa mentalidad del todo gratis? Si se potenciase a las bibliotecas como sitios web desde los que poder descargarse libros, películas, música y videojuegos de forma legal: ¿no sería una manera inteligente de combatir el problema?

 

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Ingeniosa campaña para concienciar contra la piratería en la industria music de TBWA/Italia, creada por los artistas Mirco Pagano y Moreno De Turco: cadáveres de mitos de la música hechos con discos.

 

James Costos, el actual embajador de los Estados Unidos, declaraba que uno de sus objetivos de su representación diplomática en nuestro país pasaba por combatir la piratería de contenidos culturales (habiendo sido ejecutivo de HBO, con más razón). Los intereses comerciales de los Estados Unidos no son ninguna broma, y el propio Obama recurrió a la red de bibliotecas públicas de su país a la hora de difundir su proyecto de sistema sanitario público. ¿Sería muy ingenuo una acción conjunta entre el Ministerio de Cultura y la Embajada estadounidense para combatir la piratería de contenidos culturales de ambos países? Los beneficios serían mutuos.

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El potencial de las bibliotecas como instrumentos para el cambio social, puede ir más allá de las funciones que hasta ahora le han sido asignadas: y su infrautilización tan sólo demuestra una escasa altura de miras a la hora de concebirlas. Privatizaciones, privacidad y piratería: son sólo tres de los muchos ámbitos en los que las bibliotecas pueden actuar de barricadas para la defensa de derechos elementales.

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Captcha: demuestra que eres humano y lee

Captcha o CAPTCHA son las siglas de Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart (prueba de Turing completamente automática y pública para diferenciar computadoras de humanos). Fuente: Wikipedia

Si Asimov formulase sus famosas leyes de la robótica en este momento, es más que probable que no legislaría pensando en proteger al género humano: y terminase legislando para proteger a los robots de los humanos. Ya en el 2007 se instauró una Carta Ética de los Robots por parte del Ministerio surcoreano de Comercio, Industria y Energía para garantizar una conducta ética con los robots inteligentes que se preveía llegarían en breve.

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Ahora ha surgido el Stop robots abuse, que pretende acabar con los maltratos que las empresas que fabrican robots les infligen como una manera de testar sus aptitudes y resistencia. Los vídeos de los test de los robots diseñados por Boston Dynamics se han hecho virales estos días, y hablan por sí solos:

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El reverso de la campaña para defender a los robots: campaña para parar a los robots asesinos. Y en esta ocasión no va de broma: es una protesta contra el uso de drones con fines bélicos.

Más allá de los autómatas de feria, y los robots de las películas hollywoodenses de ciencia ficción de los 50: la industria robótica y los avances en inteligencia artificial no paran de dar noticias. Puestos a legislar sobre la materia, nosotros nos decantamos por un cruce entre las cinco clásicas leyes de la Biblioteconomía del matemático y bibliotecario hindú Ramamrita Ranganathan, y las mentadas leyes de Asimov que dieran como resultado: las leyes robótico-bibliotecarias. A saber:

  1. Un bibliotecario no puede desanimar a un ser humano en su curiosidad lectora, ni permitir que un ser humano se quede sin la lectura/película/música que necesita.

  2. Un bibliotecario debe respetar los gustos de los seres humanos a los que atiende.

  3. Un bibliotecario debe proteger su supervivencia profesional frente a los recortes, y solo sacrificarse por conseguir que las bibliotecas sigan dando servicio a los seres humanos.

Si bien estas leyes comparan a los robots con los bibliotecarios, y la supervivencia de los bibliotecarios pasa, cada vez más, por robotizarse lo menos posible: lo cierto es que los robots ganan terreno en las bibliotecas. En el post Robots en las bibliotecas, nuestra colega Carmen Rodríguez nos hacía un emocionante relato sobre Bibliobot, el entrañable robot diseñado para interactuar con niños autistas.

No sabemos si por inspiración de esta iniciativa estadounidense, mucho más cerca, en el denominado Silicon Valley levantino de nuestro país, Elche (Alicante): la empresa Aisoy Robotics acaba de presentar un robot emocional multiuso. Aisoy1 V5 que así se llama, es capaz de conversar con humanos, interactuar con niños autistas, enseñar programación o incluso hacer obras de teatro.

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Aisoy1 V5 el robot emocional

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Aria, el robot de la Biblioteca Nacional de Francia

Hace dos años la Biblioteca Nacional de Francia incluyó en plantilla a Aria: un robot que recita poesías e interactúa con los usuarios. Lo más interesante fue comprobar las reacciones entre los usuarios. Tras la curiosidad inicial, surgieron las suspicacias sobre si la inteligencia artificial no terminaría con el trabajo de muchos humanos. De la tecnofobia de la revolución industrial a la ciberneticofobia de la revolución digital.

Los recelos de los visitantes de la BNF no eran del todo justos para la pobre Aria. Como sugería Asimov en sus libros: los que nos estamos robotizando somos los humanos. Sólo hay que llamar a una compañía de telefonía para darse de baja, y esperar algo de empatía por parte del operador que nos atienda, para comprobarlo.

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La excelente, y rica en lecturas sobre nuestro presente, película: Ex-Machina

Es bien sabido que el director de cine Luis García Berlanga era un erotómano y fetichista confeso. En una ocasión, tras los años en que las feministas quemaban sujetadores, o el auge de la moda unisex parecía venir a desbancar la estética asociada a lo femenino; el autor de Plácido reflexionaba que la feminidad, en cuanto a panoplia ornamental (tacones, maquillaje, ligueros…) si sobrevivía tras tantos años de descrédito: sería gracias a los travestis y los transformistas.

Y puestos a elucubrar con un futuro no tan lejano, igual podríamos parafrasear a Berlanga, y a la vista de los bajos índices de lectura entre los jóvenes, vaticinar: que si los valores que aporta la buena literatura se preservan en el futuro, será gracias a los robots.

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El día de la lectura Star Wars: una iniciativa para fomentar la lectura promocionando la mitología galáctica. ¿Iniciativa de los rebeldes o del Imperio?

¿Serán los engendros mecánicos dotados de inteligencia artificial los llamados a evitar que todos esos buenos momentos que proporciona la literatura no se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia? A tenor de la técnica Don Quixote para robots del Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto de Tecnología de Georgia (EEUU), se podría decir que sí.

Dicha técnica se basa en enriquecer y hacer progresar la inteligencia artificial a través de la lectura de cuentos infantiles, como una manera de insuflarles los valores humanos que a través de ellos se les inculcan a los niños. Parten de la hipótesis de que la inteligencia artificial puede aprender lo que significa algo para un ser humano al sumergirse en historias que ha producido la humanidad.

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Esquema del método Quixote para «humanizar» a los robots a través de la lectura

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Robotina, la fámula robótica de la serie Los supersónicos

Para conseguir que las máquinas asuman y distingan los valores positivos, y por tanto refuercen las conductas programadas que se atengan a esos valores, se recurre a un sistema de puntuaciones: que premia las buenas conductas, y penaliza las malas. Tal cual como una Supernanny cibernética.

Los investigadores confían en que a través de la lectura, los robots eliminen cualquier comportamiento psicótico (¿qué tal Hal 9000?) y evitar que dañen a ningún humano. Tal vez por aquello de la interdisciplinariedad, en el equipo que está desarrollando este proyecto deberían contar con un asesor bibliotecario. Los beneficios de la lectura son innegables, pero depende de qué tipos de lectura:  ¿y si cayera en sus manos el recientemente reeditado Mein Kampf de Hitler?

Según declaran los investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia: «dar a la inteligencia artificial la capacidad de leer y entender las historias puede ser la manera más ventajosa para educarlos, para que puedan encajar mejor en las sociedades humanas y contribuir a nuestro bienestar general.»

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Beyond the fence el primer musical creado mediante inteligencia artificial

De triunfar más iniciativas de este tipo, puede que esté cercano el día en que un robot de última generación se gire hacia los humanos, y con perfecta dicción shakesperiana nos declame:

Si nos dañan, ¿acaso no echamos chispas? Si nos engrasan, ¿acaso no parecemos más gráciles? Si nos apagan, ¿acaso no morimos? Y si nos explotan, ¿no debemos defendernos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso.

Y podría pasar también que ese día, tristemente, ningún humano recuerde a qué obra pertenece el texto del que se ha apropiado el robot para defender su causa.

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Matrix bibliotecario: entre el espacio físico y el virtual

A partir del próximo 16 de noviembre se celebrará el VIII Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas en Toledo, y el tema central que se propone abordar no puede resultar más prometedor: espacios físicos, espacios virtuales.

Si hay algo que debatir y reflexionar en la biblioteca del siglo XXI: es sobre la creación de comunidades virtuales y el replanteamiento que ello supone para sus espacios físicos. Por mucho que los apocalípticos de cada momento anunciaran la muerte del papel ante la pujanza de lo digital: las noticias no hacen más que contradecirles (o al menos puntualizarles).

 

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Pero por otro lado, sólo hay que repasar las estadísticas de préstamo de bibliotecas para constatar que el préstamo de audiovisuales y grabaciones sonoras decayó desde el 2010 hasta 2014 en casi un millón y medio; y el de libros en cerca de medio millón. Sacar conclusiones apresuradas sobre el impacto de lo digital en esta merma puede ser precipitado sin tener en cuenta los graves recortes presupuestarios de estos años; pero qué duda cabe que las descargas de contenidos culturales, legales o ilegales, afectan a lo que ha sido uno de los servicios estrella en las bibliotecas.

 

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Para ir calentando motores, de cara a las futuras conclusiones de congreso: es interesante atender cómo este debate está calando en medios ajenos a la profesión. Recientemente en la veterana revista estadounidense The Atlantic, se publicó un artículo
bajo el título How Libraries Are Becoming Modern Makerspaces (Cómo las bibliotecas están llegando a ser makerspaces), que da una panorámica a tener en cuenta sobre la situación en las bibliotecas norteamericanas.

La autora del artículo, Debora Fallows, destaca las palabras que el director del Centro para el futuro de las bibliotecas de la ALA pronunció sobre los makerspaces:

“expanden la misión de las bibliotecas como lugares donde la gente no solo consume conocimiento, sino que crea nuevo conocimiento”

 

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Futuros americanos: reinvención y resiliencia a través de la nación. Pilotado por James Fallows con Deborah Fallows

 

Debora está casada con el escritor James Fallows, y ambos están inmersos en el proyecto American Futures. Con este proyecto que arranca en 2013, la pareja está viajando a bordo de una avioneta por todo el país para visitar numerosas ciudades. Su objetivo es comprobar cómo los estadounidenses están afrontando las oportunidades económicas, ambientales y tecnológicas que plantea el nuevo siglo. Debora concretamente en este artículo constata hasta qué punto la creación de makerspaces o Fab Lab ha ido extendiéndose desde el 2011.

La biblioteca pionera en crear un makerspace fue la Fayetteville Free Library en Nueva York. Todo arrancó a raíz de la sugerencia de una estudiante de Biblioteconomía de la Universidad de Siracusa, que le propuso a Sue Considine, directora de la biblioteca: la instalación de una impresora 3D. A partir de ahí el equipo del centro se implicó en la creación del primer makerspace, que cinco años después incluye: un Creation Lab para adolescentes y preadolescentes, y un Little Makers para niños.

 

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El maravilloso cartel diseñado por Saul Bass para Anatomía de un asesinato de Otto Preminger; pero también serviría para Asesinato de la Biblioteconomía

 

Laura se había inspirado en artículos como Killing Librarianship (literalmente: Asesinando la Biblioteconomía) un artículo de su profesor David Lankes de la Universidad de Siracusa. El killing (asesinando) que el profesor adopta, es la acepción propia del argot callejero, con el sentido de “pensar a lo grande” asesinando lo que nos estorba. Y en la biblioteca pública del siglo XXI lo único que estorba es el inmovilismo mental.

Aunque el proyecto American Futures para el que viaja Debora Fallows, abarca todos los estados: las experiencias que nos relata en el artículo fueron de lo más cercanas. Los Fallows viven en Washington, y fue en dos bibliotecas del sistema público de la capital estadounidense; donde Fallows comprobó en primera persona las posibilidades de la creación de makerspaces.

a7cd6b85dEn la biblioteca insignia de la red de la ciudad, la Memorial Library Martin Luther King disponen de hasta ocho impresoras 3D (bautizadas con nombres de actores como Kevin Spacey, o simplemente María, por la robot protagonista del clásico Metropolis de Fritz Lang); una máquina de fresado para hacer prototipos en madera, plástico o aluminio; un cortador láser capaz de grabar metales, y cortar cartón, madera e incluso calabazas (nos podemos imaginar lo solicitada que estará en Halloween); y un amplio conjunto de herramientas de todo tipo que transforman a la biblioteca en una auténtico taller para la comunidad.

Aunque la experiencia más interesante, por distinta, es la residencia para artistas, fabricantes o diseñadores que ofrece la biblioteca. Dotado con 25.000 dólares, este programa de residencia para creadores de la Library Foundation incluye los gastos para material, difusión y viajes. Los residentes tienen que desarrollar talleres para los usuarios de las bibliotecas de la red.

Los primeros beneficiarios de esta residencia han sido los artistas locales Billy Friebele y Mike Iacovone. El discurso creativo de este dúo de artistas se centra mucho en la reflexión desde la imagen sobre el espacio urbano. En 2010, su obra Free Space consistía en un mapa enorme de la ciudad que había sido «vaciado» dejándolo en blanco: para luego ir cubriéndolo con las fotos de zonas de la ciudad que les enviaban vecinos y residentes. Las fotografías se fueron superponiendo hasta conformar el mapa en relieve de la geografía social de Washington.

 

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Una de las obras de Mike Iacovone con Washington como protagonista

 

En la residencia que ahora desarrollan en la Memorial Library Martin Luther King (en cuyo vestíbulo se expuso su mapa en relieve), retoman en cierto modo su obra Free Space pero ahora añadiendo la impresión 3-D, y a los usuarios de la biblioteca. Los artistas quieren involucrar a las personas en sus espacios públicos a través del arte. Para ello organizan talleres en la biblioteca con nombres como Walking as drawing (Camina como dibujas, que recuerda al post sobre los walking readers de hace unas semanas), en el que los usuarios de la biblioteca participan en la creación de una obra de arte colectiva.

El proyecto consistía en que los participantes caminaran durante 45 minutos por espacios públicos, empezando y terminando su paseo en la biblioteca. Cada uno trazaría su recorrido, bien con una aplicación en el móvil, o directamente en un mapa impreso: para que posteriormente Friebele y Iacovone los trazasen sobre un plano de la ciudad, y los recreasen en 3D.

 

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Los itinerarios del taller Walking as Drawing superpuestos en 3D

 

El resultado del taller se concreta en esas recreaciones en 3D. Pero más allá de esa representación visible de la experiencia: lo que consiguen con esa propuesta es hacer que los participantes perciban los espacios urbanos de una forma diferente. Se trata de mirar tu entorno con una nueva mirada, abrir bien los ojos y oídos, reconsiderar el espacio que ocupas (tal como deben hacer los bibliotecarios), y ser más consciente de cuanto nos rodea.

 

Las experiencias que Debora Fallows relata en su artículo, sitúan perfectamente las coordenadas en las que están abocadas a moverse las bibliotecas a partir de ahora: entre lo real y lo virtual. Remodelando sus espacios y servicios presenciales, al tiempo que incrementan su oferta de contenidos digitales. En el siglo XX, si no tenías dinero para comprar todos los libros que querías leer, no por ello tenías que robarlos, bastaba con tener el carné de biblioteca. ¿Por qué ha de ser diferente ahora si la biblioteca te ofreciera lecturas, cine y música en el propio domicilio sin necesidad de descargas ilegales?

Como contrapartida, la biblioteca como continente deberá abrirse a usos insospechados hasta ahora; convertirse en la alternativa a lo virtual. En ese contexto, los bibliotecarios serán como los rebeldes que se infiltraban en el sistema Matrix, en la trilogía de los hermanos Wachowski: capitanes de naves al rescate de los que corren el riesgo de perderse en un mundo ilusorio que confunden con la realidad.

 

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Feminismo de gran almacén: bibliotecas y amas de casa

En estos días, el gran almacén más célebre de nuestro país está de aniversario. No, esto no es un publirreportaje, este blog no está monetizado, pero hablando de cultura y bibliotecas todo cuenta. En la emotiva campaña publicitaria que han llevado a cabo para celebrar el aniversario, han dado protagonismo a los testimonios de los clientes. Pero para completar esta recreación comercial con ecos de la serie Cuéntame, les ha faltado algo quizás menos emotivo, pero paradójicamente más trascendente: la liberación femenina gracias a la tarjeta de compra que popularizó este gran almacén en la década de los 70.

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«Eres de pueblo si naciste en un lugar donde no hay El Corte Inglés» Viñeta del cómic Soy de pueblo

Muchas de las amas de casa de clase media (de esa clase media hostigada en nuestros días, pero que en los 70 del desarrollismo, eran la imagen del progreso de nuestro país) experimentaron, por primera vez, un simulacro de independencia económica gracias al invento de la tarjeta de compra.

A finales de mes, puede que tuvieran que justificar los gastos ante el que llevaba el dinero a casa; pero para algunas, el mero hecho de firmar tras cada compra, les sirvió para no olvidarse de cómo se escribía. Paradojas del mundo moderno: a la emancipación femenina a través del consumismo, gracias a empresas en cuyas plantillas las mujeres ocupaban los escalafones inferiores.

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Carol, la adaptación cinematográfica de Patricia Highsmith, sobre la historia de amor entre dos mujeres en los años 50, que surge en un gran almacén

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Juan Antonio Bardem celebró en su día la conciencia crítica de un Almodóvar en estado de gracia. El manchego, en cambio, estaba más interesado por el lado pop en torno a la figura del ama de casa.

En la reciente Carol de Todd Haynes, la historia de amor entre una acomodada ama de casa de los 50 norteamericanos y una dependienta de grandes almacenes: nos dejaba un estilizado y sutil retrato de los estrechos márgenes en que se podía mover una mujer. La glamurosa Cate Blanchett encarna el ideal estético de cómo debía lucir un ama de casa (de ahí que sus tendencias lésbicas resulten tan perturbadoras en el primoroso cuadro de Norman Rockwell que el director pone en escena): pero en nuestro país, la figura del ama de casa siempre ha sido patrimonio del pop más ostentoso y del estereotipo más marujil.

Los numerosos grupos de Facebook Señoras que…, o retrospectivamente, el scketch Mi marido me pega de unos Martes y Trece incapaces de intuir el drama que los avances sociales de las mujeres multiplicarían exponencialmente años después: dan buena fe de su tipificación como personaje. Un estereotipo al que ha venido a sumarse sin tanto poder de asimilación popular: el de la maleni y su fascinación por los cupcakes.

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Cupcakes en formato libro.

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La versión psicópata del ama de casa dulcemente servida por John Waters

Las estadísticas de población activa nunca han contemplado a las amas de casa, pese a que sin ellas, el sector económico de servicios no existiría. Por eso, cuando los grandes almacenes inventaron la tarjeta de compra sabían que ese simple rectángulo de plástico en manos de las mujeres les llevaría al cielo del Ibex. Que por el camino jugara algún papel en espolear su ansía de independencia económica, no era una variable a contemplar.

Pero en este nuevo siglo, en el que incluso alguna gran superficie en quiebra se reconvierte en biblioteca, cabe preguntarse: ¿y la tarjeta de biblioteca?, ¿ha jugado algún papel como símbolo en la emancipación de las mujeres? No hablamos de bibliotecas feministas (cuya historia ha recorrido de manera muy completa hace unos días Antonio Casado en su blog), ni de luchas organizadas: nos situamos a pie de fregadero, hablando de aquellas mujeres que incluso han perpetuado los roles sexistas en su papel de educadoras: pero que finalmente se han beneficiado de los avances obtenidos por la lucha feminista.

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Elaborada tarta en forma de biblioteca obra de la norteamericana ama de casa Kathy Knaus

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Parte trasera de la tarta, o fachada principal de la biblioteca.

Más allá de proveer de literatura de género romántico a las pocas que acudían agobiadas por las obligaciones del hogar: durante muchos años, las amas de casa no han sido un colectivo para el que se hayan diseñado actividades de manera específica. Por eso, precisamente es más emocionante constatar que actualmente son muchas de ellas las que sustentan un clásico de las programaciones bibliotecarias como son los clubes de lectura.

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Ensayo analizando el éxito del «porno para amas de casa»

Hace dos años Elvira Lindo en su artículo: Ellas nos mantienen vivos, reconocía la deuda que los literatos tienen hacia las mujeres en general como ávidas lectoras; y en particular hacia las amas de casa que se subieron al tren de la cultura cuando pudieron y cómo pudieron.

Entre las pocas actividades que se pueden encontrar diseñadas para este colectivo en bibliotecas durante los últimos años, destacaba Coser y leer en la biblioteca municipal de Fraga (Huesca): lectura colectiva de clásicos literarios a grupos de amas de casa mientras cosían. Aunque sin duda la que da una idea de cómo han cambiado las cosas, es la sesión de pole dance para amas de casa (y mujeres en general) que una madre impartió en 2013 en una biblioteca escocesa para celebrar el día de la biblioteca.

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Clases de pole dance para mujeres en biblioteca escocesa

En el lado menos lúdico, es oportuno señalar la implicación cada vez mayor de las bibliotecas en la erradicación de la violencia de género; algo que en muchas ocasiones afecta a mujeres sin independencia económica que forman parte del colectivo de amas de casa. Programación de cuentacuentos que buscan erradicarla desde la infancia; o concursos de microrrelatos contra esta lacra, como el programado, entre otras, por la biblioteca municipal de San Javier (Murcia): son una muestra de la creciente sensibilización de las bibliotecas hacia esta lucha social.

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Concurso de microrrelatos convocado por la biblioteca de Galapagar (Madrid)

Pero si hablamos de la tarjeta de biblioteca como una palanca para desplazar, aunque sea un poco, el peso muerto del patriarcado: tenemos que viajar a latitudes muy lejanas a la nuestra.

En la comunidad de Sarlahi, en Nepal, fue desde la biblioteca comunitaria a la que acudían las amas de casa: desde la que surgió la idea de crear una escuela para mujeres que habían tenido que abandonar la escolarización muy jóvenes al casarse. De este modo, la Grihini School ha alfabetizado a más de 490 mujeres desde que iniciase su andadura en 2009.

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En Costa de Marfil el gobierno provee de libros a los salones de belleza para alfabetizar a las mujeres. La Biblioteca Regional de Murcia adaptó la idea creando un Salón de belleza africano, que incluía servicios de peluquería gratis por usar la biblioteca, y lotes de libros distribuidos entre peluquerías de la capital.

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«La biblioteca cuida de tu cabeza por dentro, y por fuera»

En la India, Muskaan tan sólo tiene nueve años, pero a esa edad algunas familias ya están buscándole marido a sus hijas. El pasado diciembre, un equipo de la Junta de Educación del Estado visitó el barrio en el que vive, y entregó lotes de libros para los niños. Los funcionarios responsables de los lotes, quedaron muy impresionados por las aptitudes que demostró la pequeña; tanto es así, que decidieron nombrarla responsable de la biblioteca en la que se custodian los libros.

Desde entonces, a ella acuden el resto de niños de la comunidad, y Muskaan es la encargada de resolverles dudas, y enseñarles a leer. Los padres de la niña, un carpintero y una ama de casa no ocultan el orgullo que sienten por la valía de su pequeña; que ya se ha convertido en toda una celebridad local.

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La pequeña Muskaan ordenando los libros de la biblioteca de la que es responsable.

Pero regresando a nuestro entorno más cercano: el hecho de que cada vez sea menos necesario distinguir en las programaciones de las bibliotecas, actividades para mujeres por el hecho de que trabajen o no fuera del hogar: no deja de ser una buena señal.

Pese a anacronismos como la violencia de género (que no deja de ser el monstruo del machismo que agoniza, y quiere morir matando): el mensaje feminista de emancipación ha calado en todo tipo de sociedades.

Y hasta a las divas mediáticas del pop que tanto colaboran en perpetuar estereotipos, ya no les Las-CulpaSS-SUJETADOR-LOGOasusta declararse feministas (otra cosa es que asuman el significado pleno del término). Por eso, si el post arrancaba allá por los 50 y 70 del pasado siglo, bien está cerrarlo con un vídeo-collage de las diseñadoras punk-feministas Las culpaSS, que resume de la manera más pop la evolución de la mujer desde ama de casa a… lo que le dé la gana ser.

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Léeme, soy community manager (DJ bibliotecarios en el filo)

 

F*** me, I’m famous con este eslogan el DJ David Guetta ha creado un imperio. Se trata de un mantra que condensa a la perfección el histérico culto a la celebridad que satura a los medios. Y si bien, al hablar de profesiones proclives a estar en el candelabro, los bibliotecarios no parecen ser una de ellas: bajo una de sus nuevas identidades, la de community manager: si que aspiran a popularizar su trabajo entre su público al igual que lo haría un DJ. Léeme, soy community manager, si bien despoja de impacto a la proposición del francés, da una imagen más selectiva del gremio en esto de postularse como objetos de deseo. Sería un lema para la figura del DJ’s bibliotecario, una nueva especie profesional que ya está tardando mucho en definirse.

Por esbozar algo, se trataría de algo así como un bibliotecario referencista salido de madre. Entre sus funciones estaría la de crear productos que atrajesen por establecer conexiones y estimular sensaciones entre los lectores-oyentes-espectadores-internautas asiduos de la biblioteca (a ser posible evitando la estética algo hortera de Guetta).

 

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Una dieta a base de Me gusta, Compartir, retuits y atención a las estadísticas de Google Analitycs, como si de programadores cardiacos de realities televisivos se tratara, es del todo desaconsejable, pero a la par inevitable. “La fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar”, que advertía la profesora en la serie de los 80, Fama; y donde tendrían que empezar a pagar por esa “fama” los bibliotecarios y faunas similares: debería ser en las facultades en las que se cursan los grados en Documentación.

En Perfiles profesionales del Sistema Bibliotecario Español se relacionan las aptitudes propias del bibliotecario metido a faenas de web social: dominio de las redes sociales, destrezas tecnológicas, capacidad de comunicación, empatía, etc… Todo un abanico de habilidades personales y profesionales en el que faltaría incidir en lo que da sentido a todo eso: la creación de contenidos.

 

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¿Para cuándo un curso CCC de community manager para bibliotecarios?

 

En Cultura Mainstream, el sociólogo y periodista Frédéric Martel dejaba claro que la guerra actual en las industrias culturales a nivel mundial, era una guerra por los contenidos; y se da la paradoja de que lo que genera esos contenidos (que tantos beneficios reportan a la economía de los países) proviene de las cada vez más arrinconadas Humanidades.

Precisamente, hace poco el filósofo y escritor Emilio Lledó reivindicando “lo inútil” en una entrevista en El Mundo, se preguntaba:

¿por qué una universidad privada española hace propaganda garantizando las salidas profesionales de los alumnos? Lo exclusivamente utilitario aniquila mentalmente a los estudiantes.

 

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Juego de palabras a costa del águila símbolo americano y el tupé de Donald Trump

Un debate este, el de lo útil y lo inútil según la lógica implacable del neoliberalismo, que esta crisis ha servido para afianzar: y que a poco que se fije uno, hace aguas por todas partes.

Por seguir en la crónica de actualidad, en los Estados Unidos, el candidato republicano Marco Rubio declaraba en pleno debate de primarias que Estados Unidos necesitaba más obreros y menos filósofos. Sin duda, ese ha sido el motivo por el que sus votantes han preferido la filosofía de Donald Trump. El discurso de Rubio viene a sumarse al movimiento por acabar con los estudios de Humanidades que propugnan muchos de sus correligionarios (en Kentucky ya piden que los estudiantes de literatura no reciban ayudas del estado para ir a la universidad).

No sabemos si Sheldon Cooper, el popular científico de la serie The Big Bang Theory, votará a los republicanos, pero está claro que estaría totalmente de acuerdo. Su mente no está hecha para la poesía, sólo para teoremas y fórmulas matemáticas; y sin duda sus conexiones neuronales sufrirían un cortocircuito ante las recientes declaraciones de Edward Guiliano, presidente del Instituto de Tecnología de Nueva York sobre la necesidad de “humanizar las ciencias”.

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Sheldon Cooper y su horror ante las humanidades

Unas declaraciones que vienen a sumarse a las predicciones del Foro Económico Mundial de Davos sobre el mundo laboral que están configurando las nuevas tecnologías. Según este organismo no precisamente amante de la poesía: lo más preciado en el nuevo panorama será el pensamiento crítico y la creatividad. Algo que sin la filosofía, el arte, la literatura, el cine o la música es francamente difícil de alcanzar.

Visto lo visto, ¿a qué esquizofrenia cultural nos está empujando tanto mensaje contradictorio?

En los planes de estudio de los grados de documentación, aparte de las técnicas propias de la profesión: ¿no se debería hacer incidencia en la historia de la literatura, la música, el cine, el cómic, el arte…? Si algo pueden aportar las bibliotecas a las deficiencias de un sistema educativo que ningunea cada vez más a las humanidades: son precisamente productos culturales que cubran esos déficits, ser garantes de la democracia, y «vender» la cultura a jóvenes (y no tan jóvenes) que no saben/pueden llegar a todo lo que les podría gustar.PACK

Ninguna otra institución cultural, como la biblioteca pública, está tan capacitada para hablar de todo; porque todo le concierne. En los museos o filmotecas se refugian las artes plásticas o el cine; pero las bibliotecas lo abarcan todo. ¿Se trata de reclamar un perfil erudito al profesional bibliotecario? No. Se trata de incluir tanto en los planes de estudio, como en los planes de formación de las administraciones: acciones formativas que sirvan para dar contenido cultural a tanta tecnología.

¿Se pueden concebir bibliotecarios a los que no les interese leer, ni la música, ni el cine, ni las artes; y que actúen como simples dependientes de documentos?, ¿puede permitirse alguien que trabaja en una institución cultural no estar al tanto de las nuevas tendencias?, ¿es realista pedir algo así cuando muchas plantillas se cubren con categorías profesionales que nada tienen que ver con la cultura?

genoves-2Por eso, precisamente la revista Infobibliotecas [inciso de publicidad nada subliminal] es una revista orientada a las bibliotecas, pero ante todo es una revista cultural integrada con el resto de publicaciones culturales en ARCE. Los bibliotecarios son profesionales de la cultura, y de poco servirán la CDU, las RDA y el dominio de las mil tecnologías que puedan surgir, si pierden de vista lo esencial: ser intermediarios entre la inflación de ofertas culturales y los ciudadanos.

 

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Pablo Genovés y sus montajes fotográficos de apocalipsis cultural

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El ensayo Piensa como un artista de Will Gompertz (autor del delicioso ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno en un abrir y cerrar de ojos), soslayando con habilidad la autoayuda: proporciona muchos ejemplos de creadores que sirven para masajearnos las neuronas sea cual sea nuestra profesión, e intentar afrontar nuestros trabajos con una mirada más fresca.

En el último capítulo, Gompertz nos habla de Bob y Roberta Smith, los seudónimos de un pintor británico que creó su cuadro: All Schools Should be Art Schools (Todas las escuelas deberían ser escuelas de arte) para lanzar su Partido de las Artes, un grupo de presión de artistas preocupados por la paulatina desaparición de las artes y el diseño en el sistema educativo británico («en las escuelas de arte se enseña cómo pensar, en lugar de qué pensar»).

 

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«Todas las escuelas deberían ser escuelas de arte» de Bob y Roberta Smith

 

Desde este punto de vista, la mala fama de la tan cacareada procrastinación se transforma en positiva cuando hablamos de creatividad. La cantidad de información inútil consumida vía televisión, vídeos, libros, cómics, revistas cuyo exceso de consumo muchas veces desespera a educadores y padres: puede transformarse en un discurso propio, adaptado al medio digital, en el que lo único que va a conseguir destacar, por encima del ruido, será la creatividad. Como decía el personaje de Antonio Resines en una comedia al respecto de niños y televisión (sustitúyase ahora por Internet):

«a los que son inteligentes les hace más inteligentes, y a los que son tontos les hace más tontos.»

 

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Obra de Banksy

 

Tal vez así, podamos ahuyentar los augurios con que diagnostican nuestra época las fascinantes composiciones fotográficas de Pablo Genovés o los grafitis del misterioso Banksy: y reconvertidos en DJ, los bibliotecarios aúpen al Top Ten de las listas remezclas de temas como el I’m reading a book del showman Julian Smith.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

De los walking dead a los walking readers: se hace camino al leer

El éxito, primero, del cómic Los muertos vivientes, y después de su adaptación en formato televisivo en The walking dead; ha terminado por convertir a la figura del zombi en el monstruo perfecto para retratar el siglo XXI.

¿Quién mejor que los zarrapastrosos, erráticos y descerebrados zombis para encarnar (o mejor dicho, desencarnar) la alineación que pueden provocar las nuevas tecnologías y la manipulación mediática? Pero como la mejor vacuna contra cualquier contagio que nos zombifique siempre serán los buenos libros, ahora surgen los walking readers.

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Abandonar la vida contemplativa de sofá gracias a tanto anglicismo de revista de tendencias, que hace que hacer senderismo, correr, o simplemente caminar parezcan más al llamarse trekking, running o cualquier otra actividad física que acabe en -ing: no tiene porque estar reñido con leer o escribir. The walking library es un proyecto que une el placer de caminar con la lectura y la escritura.

La Biblioteca andante ( en el aniversario de Cervantes y tras tanto anglicismo, es lo que pega para traducir walking) desde que surgiera en Flandes como parte del Festival de arte itinerante Sideways de 2012, ya acumula unos cuantos kilómetros. En abril de 2013, Dee Heddon (profesora de la Universidad de Glasgow, y autora de textos con títulos como Caminando y amistad o Mujeres caminando: entrevistas con artistas en movimiento) trasladó la idea de la Biblioteca andante a Athens, en Ohio, creando un trayecto bajo el nombre «Desde Ohio a Escocia, y vuelta«.

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El caminar como un acto revolucionario, como liberación, como aprendizaje en el apasionante ensayo Wanderlust de Rebecca Solnit

Básicamente la Walking library consiste en grupos de senderismo que transportan libros en sus mochilas que recitan en los descansos del camino, pausas en las que también escriben relatos o poemas. El proyecto se fue ampliando, y así dos meses después, se organizó otra ruta desde Glasgow hasta la isla escocesa de Eigg. Mientras se desplazaban por los idílicos paisajes escoceses, los caminantes-lectores-escritores invitaban a la gente que iban encontrando a sumarse a su marcha; y a donar libros a la Walking library, que posteriormente formarían la colección del refugio en la isla de Eigg.

La Biblioteca andante nocturna de Palo Alto (California), que efectuó un recorrido por las bibliotecas de la ciudad durante toda una noche; o regresando a tierras escocesas, el grupo de la Biblioteca andante Bedrock Walk que recorrieron el trayecto que los ladrones de ganado realizaban durante siglos: han sido algunas de las Walking libraries con las que se ha ido expandiendo el proyecto.

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Señal en el célebre Paseo de los filósofos de la ciudad alemana de Heidelberg

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El delicioso y contemplativo manga de Jiro Taniguchi

Repasar las figuras célebres de la literatura o la filosofía que le dieron al hecho de pasear una significación vigorizante para el intelecto, mucho más allá del simple ejercicio físico: daría para varios post. Sobre lo que no había tantos antecedentes, es sobre bibliotecas implicadas en fomentar tan saludable hábito.

En la red de bibliotecas públicas de Hellín (Albacete) llevan varios años desarrollando el proyecto Hazlo Turismo, que combina libros y dinamización turística de las zonas rurales de la localidad, y que fue una de las buenas prácticas destacadas en el VII Congreso de bibliotecas públicas. Con este proyecto se descubren rutas locales en charlas celebradas en las bibliotecas de la red, en las que se aprovecha para promocionar sus colecciones; y posteriormente se organizan los grupos para realizar las excursiones.

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Tres de las rutas propuestas en Hazlo Turismo de la Red de Bibliotecas de Hellín (Albacete)

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«Andar nos enseña a desobedecer» según el filósofo Fréderic Gros autor de Andar, una filosofía

Aunque en este sentido de fomentar el ejercicio desde una biblioteca, la que debe figurar en lo más alto del podium es la biblioteca de Castilla La-Mancha situada en el Alcázar de Toledo, que en este 2016 celebrará la tercera edición de la Carrera de subida y bajada de los Torreones del Alcázar: una carrera en la que parte del recorrido discurre por las propias salas de la biblioteca.

Para los propensos a alergias primaverales y urbanitas irredentos también existen posibilidades. Por ejemplo, la Biblioteca Municipal de Burgos lanzó en 2012 sus Paseos literarios con los que propone rutas por los rincones más literarios de la ciudad; que más allá que unos simples itinerarios suponen una experiencia de lo más completa gracias al uso de las nuevas tecnologías. En la web del servicio se ofrecen guías sonoras; y a través de aplicaciones para smartphones como Layar, es posible disfrutar de elementos de realidad aumentada in situ.

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El artista ucraniano Alexey Kondakov incorpora pinturas clásicas en fotografías de espacios urbanos: sería una maravillosa idea para adaptar en las rutas literarias por ciudades jugando con la realidad aumentada

índice“Es muchísimo mejor vivir diez años de vida con intensidad y perseverando en un firme objetivo, que vivir esos diez años de un modo vacuo y disperso. Y yo pienso que correr me ayuda a conseguirlo. Ir consumiéndose a uno mismo […], es la esencia del correr y, al mismo tiempo, una metáfora del vivir (y, para mí, también del escribir). Probablemente muchos corredores compartan esta opinión.” Haruki Murakami

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Alexey Kondakov descontextualizando el arte para poetizar espacios urbanos

¿Habrá tenido algo que ver en la determinación con que tantos compatriotas se calzan las deportivas, el hecho de que Murakami reflexionara sobre su pasión deportiva en su libro? Que un escritor fuera la inspiración para hacer deporte, en lugar de un futbolista o un tenista, sí que sería una auténtica evolución de los walking dead a los walking readers. Pero dejemos de soñar y busquemos más conexiones bibliotecario-deportivas, en esta ocasión vía móvil.

En aplicaciones como Spotify y webs es habitual ofrecer playlist para descargarse y amenizar la carrera, gracias a los dispositivos móviles. Pero, ¿no estaría bien incluir en la oferta a los audiobooks? No es algo que estemos inventando aquí, pero podría ser una 51HjuXIOx7L._AC_UL320_SR208,320_buena idea que fuera tu biblioteca la que te confeccionara una playlist de audiobooks para running (si lo llamáramos una lista de audiolibros para correr, ningún medio medianamente cool se dignaría a publicitarlo). Una voz bien templada declamando algunas de las reflexiones de Murakami en nuestro oído: y romperíamos nuestras propias marcas con más energía de la que cualquier temazo hiphop, trance o EDM podría insuflarnos.

Es algo que ahora está un poco más fácil: la tarjeta para descarga de libros digitales Seebook (los ebooks que se pueden tocar, es su eslogan) acaba de anunciar que incorporará audiobooks a sus tarjetas, que simplemente escaneándole el código con un smartphone permitirán descargarse los audiobooks o escucharlos en streaming. Y precisamente la empresa lo anuncia entre otras cosas, como una forma de no restarle horas a la lectura por el hecho de hacer deporte.

Pero como según decía la revista Buena vida de El País: andar a paso rápido, perdón, queríamos decir el power walking, es igual de saludable y menos lesivo que el running, tanto para ejercitarse como para quemar calorías, vamos a terminar con un paseo.

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Daniel Rotsztai es un joven torontoniano que a raíz de la recomendación de unos amigos9788420648958 se dedicó a visitar la fabulosa red de bibliotecas de la ciudad canadiense. El resultado de sus paseos, a pie o en bici, le llevó a descubrir los maravillosos edificios que albergan las bibliotecas; y su afición al dibujo hizo el resto. En su web All the libraries Toronto, va publicando los dibujos resultado de sus paseos por la ruta bibliotecaria; y que como no podía ser menos en pleno boom de los libros para colorear, ya ha tenido su edición como tal.

Coloreando bibliotecas, suena a campaña bibliotecaria de las de toda la vida. Pero aparte de sus deliciosos dibujos, lo que resulta más emocionante de sus paseos son las reflexiones a las que le han llevado:

«las bibliotecas son uno de los últimos espacios interiores de acceso público no comercializados […] necesitamos más espacios como estos»

Sentados, andando, corriendo o pedaleando no podemos estar más de acuerdo con Daniel.

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About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas indies, bibliotecas mainstream

Ya es mala suerte. Ahora que, después de décadas de estereotipadas imágenes de lo que se supone es un bibliotecario: la pátina rancia se había vuelto vintage; ahora que muchos jóvenes con gustos indies idealizaban a la profesión por permitir vivir de y con la cultura; y ahora que el look clásico bibliotecario puede ser fácilmente glamurizado vía hipster. Van los profetas de las tendencias, siempre dispuestos a aguarle la fiesta a alguien: y decretan la muerte de todo lo que huela a hipster.

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Ideograma de máximas sobre bibliotecarios hipsters (subtítulado en verde)

Aunque no es ninguna novedad, ya en el 2013, un artículo en el Library journal de Annoyed librarian (bibliotecario irritado) sentenciaba que los bibliotecarios no podían ser hipsters. Tras aversiones varias, el artículo concluía que los hipsters estaban desesperados por ser diferentes, y mirar por encima del hombro a la masa. Y eso, cualquiera puede comprenderlo: nunca puede ser un rasgo propio de un bibliotecario.

Visto lo cual, por mucha barba que se luzca o mucha falda rescatada de la abuela que se lleve: lo hipster, lo normcore, lo yuccie, o cualquier otra etiqueta diseñada en serie para resultar exclusivo: habrá que reservarla para la vida fuera de la biblioteca.

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Según aseguraba un tweet de la empresa líder en analítica web y marketing online Hubspot a finales del 2015: la personalización será una de las claves para diferenciarse de la competencia en el 2016. Y las bibliotecas como instituciones volcadas en lo digital, no quedan ajenas a esta predicción. Es positivo personalizarse, alejarse de lo estándar, pero por encima de todo hay que seguir siendo populares: así pues la decisión de Sophie bibliotecaria está servida (atención spoiler para quien no la recuerde: es la película en la que Meryl Streep tiene que elegir cual de sus hijos vivirá, y a cual sacrifica).

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El humor inclasificable de Noguera, un must para cualquier hipster (¿se puede decir de forma más in?)

Puestos en la tesitura de seleccionar ¿se compra el último libro de Miguel Noguera o más ejemplares del fenómeno tipo Cincuenta sombras de Grey del momento?, ¿añadimos a nuestra Mediateca la maravillosa Declaración de guerra de Valérie Dozelli o Fast and furious 5?

Por seguir con los clichés habituales en las industrias culturales: ¿se potencia lo indie (entendido como lo minoritario con más calidad, lo cual no quiere decir ni mucho menos que todo lo que se etiqueta como indie tenga calidad) o se someten a las leyes del mercado mainstream (que tan lustrosas estadísticas de préstamos dan, y tantos argumentos de cara a los políticos?) ¿a qué público deben mimar para asegurarse su fidelidad: al que muestra inquietudes por una cultura de resistencia al pensamiento único, o al que se deja llevar por las corrientes?

Una diatriba contra el capitalismo salvaje de la industria musical, y el lavado de cerebro de las masas

Los más sensatos dirán que en el término medio está la virtud; pero con un 85% del presupuesto recortado (con suerte) el término medio se queda tan escaso, que algunas bibliotecas de ser como Meryl Streep, no tendrían ni que elegir: directamente sacrificarían a los dos hijos.

Hace unas semanas, en el post Dejando atrás el lado salvaje…, a cuenta de la biblioteca como instrumento para la inclusión social ya se decía que (y perdón por la autocita, pero es lo que da coherencia a los discursos):

«En estos tiempos, si queremos ser mayoritarios, debemos empezar por atender a las minorías»

Como eslogan quedaba muy aparente, pero al llegar al asunto del dinero se acaba la poesía. Está claro que la biblioteca del siglo XXI debe luchar contra la estandarización de los gustos, fomentar alternativas al pensamiento único, ser reducto de disidencia intelectual que enriquezca el páramo cultural al que empujan las multinacionales del entretenimiento. Sin demonizar lo que de bueno hay también en el top de las listas de éxitos, por otra parte. Pero, ¿dónde se pone la linde?

 

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El totalitarismo de las tendencias con Hipster Hitler: «Yo supe del holocausto antes de que fuera mainstream»

Y este debate entre bibliotecas indies y mainstream: no es ningún invento de este blog. Hace unos días, ha sido el detonante de un encendido debate en The Inpress Festival of Publishing 2016, una de las ferias más importantes de editores independientes del Reino Unido.

Según el editor Nick Kent, las bibliotecas han traicionado por completo al sector. Las bibliotecas, según sostuvo, tienen el deber de apoyar a los editores independientes, y a los autores que buscan su lugar al sol sin el apoyo de los gigantes editoriales. Afortunadamente dentro del mismo festival, otras voces defendieron a las bibliotecas por la reducción drástica en los presupuestos que llevan sufriendo durante los últimos años.

El Festival también sirvió para reivindicar la labor que desarrollan las bibliotecas a largo plazo como semilleros para nuevos lectores; y el potencial que tienen como trampolín para los autores que optan por la autoedición.

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¿El último de Sufjan Stevens o el último de Bertín Osborne?: dura elección para un bibliotecario indie con conciencia profesional mainstream

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Cultura mainstrem: cómo nacen los fenómenos de masas de Frédéric Martel, ensayo de cabecera para saber cómo funcionan las industrias culturales

Precisamente a cuenta del boom de autores que recurren a la autoedición digital, en el artículo Conectando libros indies, bibliotecas y lectores del Library Journal, se aborda la autoedición a través de la herramienta Self-e: que permite fomentar la vocación literaria local, creando una auténtica comunidad en cuyo epicentro indie se encuentran las bibliotecas.

Como señala el artículo: «más del 50% de los usuarios de las bibliotecas que compran libros electrónicos, lo hacen de autores que descubrieron gracias a la biblioteca«. Los autores utilizan las herramientas para autoeditarse; y las bibliotecas se convierten en sus vías de distribución. La credibilidad del gremio a la hora de aconsejar a sus usuarios, se convierte en la mejor credencial para darse a conocer. Las bibliotecas serían la gaseosa para los experimentos de estos aspirantes a literatos, que si tienen talento (o suerte) pueden llegar a llamar la atención de editoriales comerciales.

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Imprenta para usuarios en la Biblioteca de Toronto

woolHugh Howey, autor de la serie Wool que ha vendido más de dos millones de libros, y cuyos derechos ya ha comprado la 20th Century Fox, remarca la trascendencia que ha tenido para el éxito de su obra, el marketing a través de las bibliotecas.

Howey se autopublicó a través de Kindle Direct Publishing de Amazon; en 2012 firmó un acuerdo con Simon and Schuster para distribuir su obra a librerías norteamericanas, conservando él todos los derechos; y ahora la llevan al cine en Hollywood. Del indie al mainstream con las bibliotecas como aliadas.

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La teoría de conjuntos entre leñadores, bibliotecarios y hispters: después de todo no son tan diferentes

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«Todos se merecen una historia de amor» reza la frase publicitaria. Deberían añadir: «incluso los bibliotecarios»

Pero por concluir como empezamos. En breve, suponemos, se estrenará en nuestro país la película After words (si no se estrena tampoco pasaría nada, salvo por lo tocante a Óscar Jaenada que interviene en ella, y es un actor a reivindicar). La película cuenta la historia de Jane, una grisácea bibliotecaria neoyorquina que al ser despedida piensa en suicidarse. Un viaje a Costa Rica le hará descubrir el amor, la aventura y el sexo. Muy original todo.

Y tras comprobar una vez más, que el estereotipo de la bibliotecaria muermo, anodina, que hasta vestida en un chino de barrio tendría mejor aspecto, y con la vida sexual de una ameba se perpetúa: ¿es tan raro que los bibliotecarios aspiren a ser guays y molones (sic)?

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Indies, hipsters y gafapastas: crónica de una dominación cultural, ensayo en el que el periodista musical Victor Lenore ajusta cuentas con los guays del momento

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Manual de estilo para creerse original y único

El New Library Symposium de Australia, es la conferencia más hipster del mundo bibliotecario (de ella son los ideogramas que lucen en este post); en dicho simposio todos aspiran a cumplir las 9 reglas básicas de cualquier biblioteca hispter que recoge el blog Word revels. Por lo que mucho nos tememos, que por modas que pasen, por etiquetas que caduquen: lo indie/mainstream va a definir a las bibliotecas durante muchos más años. Y como el trasfondo de todo esto (aparte de postureo) es una cuestión de economía: concluímos con música y economía.

Si hay un género musical que ejemplifica a la perfección lo que hemos estado tratando hasta ahora, ese el hip hop. Nacido en el gueto para denunciar y combatir al sistema, ha pasado (salvo excepciones) a glorificar el capitalismo más hortera, machista y violento a base de piscinas llenas de pibas en bikini, limusinas y oro mucho oro. La capacidad del sistema capitalista para desactivar cualquier resistencia, más el fanatismo del converso en una combinación perfecta.

Y cual pelea de gallos hiphopera se presenta en este brillante vídeo: el enfrentamiento entre los dos economistas que han definido el tiempo en el que vivimos: Keynes versus Hayek. Una divertidísima y aclaratoria lección de lo que en realidad late tras todo este dilema entre bibliotecas indies, bibliotecas mainstream:

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com