Tal vez será nuestra tradición católica que nos hace más pudorosos en eso del mercadeo en según que asuntos. Y pese a la herencia fenicia de nuestro pasado no podemos compararnos a los anglosajones cuyo calvinismo les exime de toda culpa a la hora de convertir en objeto de consumo lo que sea.
El caso que en nuestro país lo de unir instituciones culturales y comercio no termina de estar bien visto. En contraste el concepto de industrias culturales se ha implantado sin problemas: pero persiste una cierta idealización de la cultura que choca con que, por otro lado, seamos de los países con más piratería de contenidos culturales.
Por eso atendiendo a nuestro negociado, el de las bibliotecas, no es habitual que una biblioteca tenga una tienda como sí pasa en los museos u otro tipo de centros culturales. En la BNE, es una librería la que cumple esta función, pero lejos del merchandising que explotan en los citados museos. ¿Será que hay que mantener a los mercaderes fuera del templo? No decimos ni que sí, ni que no: pero no deja de ser una pena por partida doble. Por un lado por la asociación de biblioteca con templo (inmovilismo) y, sobre todo, porque sería un alivio presupuestario contar con algo de calderilla si esos ingresos revierten en la propia biblioteca. En cambio en el mundo anglosajón bibliotecario ni se lo plantean: y ya están con la campaña de Navidad como si de unos grandes almacenes se tratase.
En la tienda online de la British Library ya han colgado los adornos para esta próxima Navidad. Y como fetichistas culturales que somos no podemos dejar de echar un ojo a su escaparate para maravillarnos/horrorizarnos con algunas de sus propuestas en forma de souvenirs. En algunos casos lo de que se comercie con la cultura en bibliotecas no está mal visto por el hecho en sí de comerciar, sino por las afrentas estéticas que ofrecen en forma de homenajes a los libros. Pero es que estamos hablando de un país en el que lo más distinguido se da la mano con lo más hortera: sin que nada altere lo más mínimo su famosa flema británica.
Las bibliotecas deben inmiscuirse en su comunidad: es una exigencia básica que toda biblioteca que aspire a perdurar debe cumplir. Pero lo bibliotecario tiene muchos modos y formas de entrometerse en la vida comercial de sus comunidades.
Ya hemos hablado, en otros posts, de la iniciativa que las autoridades de Costa de Marfil pusieron en práctica, hace unos años, de llevar libros a las peluquerías y salones de belleza para fomentar la alfabetización de las mujeres. Pero si la práctica puesta en marcha en la ciudad alemana de Bad Sooden-Allendorf prospera: puede que dentro de poco en las librerías y bibliotecas, en vez del olor a libro, que tan poéticamente embelesa los sentidos del letraherido: sea el aroma de unos buenos embutidos lo que termine por seducir a la clientela en pleno auge del veganismo.
Todos estamos obligados a innovar y reinventarnos. Si las bibliotecas se reconvierten en bares en Inglaterra, y hasta en cabarés, en la librería Frühauf de la citada ciudad alemana el crossover bibliotecario fue primero con una panadería, y ahora como no podía ser de otro modo en Alemania, es con una carnicería.
El eslogan de la estupenda librería La Casquería (en el mercado madrileño de San Fernando): «un libro debe fabricarse como un reloj y venderse como un salchichón» se ajusta como un guante a la propuesta de la librería alemana. ¿Qué será lo siguiente? El caso es que la idea surgió más de la necesidad que de un afán por unir salchichas y libros.
La familia propietaria de la librería, durante más de un siglo, estaba asistiendo al progresivo cierre de comercios en la plaza del mercado en la que se encuentra ubicada. El cierre de la panadería fue un mazazo para los vecinos de esta población de marcado carácter rural, muchos de avanzada edad, que se vieron desabastecidos de repente de uno de los comercios de proximidad que más comunidad ayudan a crear. Los propietarios de la librería lo tuvieron claro: y sin pensarlo un momento, hicieron hueco entre las estanterías de libros para poder ofrecer también pan.
Como relata ‘The New York Times‘ la iniciativa fue todo un éxito. Tanto es así que el panadero pudo salvar su trabajo, aunque no tuviese un establecimiento propio, pero sí un punto de venta de lo más peculiar: una librería.
La cosa fue yendo a más y el propietario de la librería ha terminado habilitando un espacio gourmet con productos alimenticios de la zona: y así tanto vende el último de libro de Carmen Korn (cuya trilogía Zeiten des Aufbruchs lleva miles de copias vendidas en Alemania) o una exquisita salchicha o embutido local.
Una iniciativa muy celebrada desde la Asociación Alemana de Ciudades y Municipios que han visto, como en las últimas décadas: poblaciones rurales y pequeños comunidades, se veían comercialmente asfixiadas por las grandes superficies. De este modo se consigue mantener ese comercio de proximidad que cohesiona los barrios y favorece las relaciones vecinales. Al autismo digital al que quieren abocarnos las nuevas tecnologías le salen resistencias por todas partes.
Pero si hay alguien que está al tanto de las evoluciones del mundo de las librerías y la cultura, dentro y fuera de nuestro país, es Txetxu Barandiarán. Bien como codirector de la revista ‘Texturas’, en su trabajo como consultor para pymes e instituciones del sector del libro, o como bloguero en su siempre interesante blog ‘Cambiando de tercio’: si se quiere saber cómo respira el mundo de las librerías se hará bien en seguirlo en las redes. Eso es lo que hacemos en Infobibliotecas y, por ello, rescatamos un fragmento de las impresiones que Barandiarán recogió en su viaje por tierras mexicanas en su post Librerías en proceso de reinvención constante. Concretamente las ideas que han puesto en marcha en la Librería del Ermitaño de la capital mexicana:
«Desde un principio supimos que como librería independiente de barrio dedicada al 100% a la venta exclusiva de libros no la íbamos a hacer. Incorporamos por tanto el servicio de cafetería […] decidimos hacer un nuevo esfuerzo y convertir la librería en un espacio que provea al pequeño consumidor, además de libros, de toda la gama de servicios que de manera conjunta ofrecemos: impresión, encuadernación artesanal e impresión en gran formato (plotter). […] Incorporaremos artículos de particular interés para esas comunidades especializadas cercanas a nosotros.»
Todos estos cruces, injertos, crossovers (sí otra vez el dichoso anglicismo) sirven sobre todo para desacralizar la cultura, desvestirla de esa solemnidad que muchas veces la ha alejado de determinados públicos. El aura del que hablaba Walter Benjamin ya es irrecuperable. Pero siempre habrá formas de convertir un objeto cultural en uno de consumo sin por ello degradarlo, desvirtuarlo. Una vez que críticos e intelectuales han perdido el peso que tenían antes: el gusto del consumidor marca la diferencia sea en libros, salchichas o panes. Y ese criterio de buen consumidor se ejercita en muchos más sitios que antes, pero hay uno que resiste y persiste: el supermercado de la cultura que librerías y bibliotecas, pese a todo, siguen representando. Y escuchando la locución del vídeo con el que cerramos no hay más que dejarse llevar y deambular por entre las estanterías. Señores clientes les damos la bienvenida a…
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com