Biblior, la cultura está en el aire

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Según relatan los medios (así como de oídas no vaya a interpretarse que hemos mancillado nuestra mirada cultureta en canales generalistas) en las secciones dedicadas a televisión: uno de los éxitos más inesperados de la última temporada es el programa First dates (en inglés para disimular ese pelo de la dehesa que no se cae) presentado por Carlos Sobera en Cuatro.

Nunca se debe subestimar el afán exhibicionista del personal. No existe otra explicación 3yfha09mcuando aplicaciones como Tinder o Grindr te permiten ligar sin necesidad de someterte al escarnio televisado en caso de ser rechazado; y aún más en muchos casos, cuando resultas ser elegido. Pero allá cada uno a la hora de buscar pareja, que ya se sabe que la cosa no está fácil. El caso es que Tinder parece cada vez más posicionada para hacerse con el mercado del ligoteo digital; haciéndole frente a Grindr, la app que en realidad nació primero. Y es que los gais llevan décadas de adelanto al mundo hetero en eso de encontrar sexo (bueno quien quiera que ponga amor) en plan rápido.

 

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Recientemente Tinder anunciaba que va a incluir más opciones para designar el género de los usuarios en su aplicación. Así sus usuarios podrán elegir la opción de transgénero o cualesquiera otra que vaya surgiendo: el caso es que ningún roto quede sin descosido; y de paso ir comiéndole terreno a Grindr. Por el camino de explotar el ligoteo digital quedaron aplicaciones como Spotted, que hace unos años alguna revista femenina promocionaba como la app para ligar en la biblioteca, para féminas hartas de los especímenes clonados en gimnasios a imagen y semejanza de infumables programas televisivos. Pero cuando hasta el Vaticano lanza una app para localizar el confesionario más cercano y así ganar feligreses: lo de apps para bibliotecas se ha quedado ya corto, hay que dar un paso más allá.

 

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Ya lo decíamos en Little Big data en bibliotecas, habría que explotar más en detalle los datos que atesoran en sus bases de datos las bibliotecas. [Alerta de ida de olla con posibilidades reales]. Debería ver a luz: Biblior, la aplicación para conectar gracias a gustos culturales: una app que combinase geolocalización con los gustos que delata el historial de usos que tenga el carné de los usuarios de la biblioteca.

Tanto los clubes de lectura, como los talleres o demás actividades pueden estar bien para relacionarse y conocer gente, pero si las bibliotecas se adaptan a todo lo que está surgiendo en el mundo digital: ¿no lo van a hacer también en este aspecto?

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Bon Iver+Blankets = combinación infalible para seducciones culturetas

Indudablemente tendría muchas ventajas. En el caso de una filtración masiva de datos como la que aconteció no hace tanto con el famoso portal Ashely Madison: las coartadas serían mucho más respetables. Que los motivos para ser infiel hayan surgido por encontrar a alguien que adora leer las novelas gráficas de Craig Thompson mientras escucha temas de Bon Iver: ¿dónde va a parar? De eso cualquiera puede hacerse cargo.

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Unos cuernos culturales motivados por la combinación Blankets+For Emma de Bon Iver: ¿duelen menos que unos por la combinación 50 sombras de Grey+Enrique Iglesias? Puede que incluso duelan más, pero al menos nuestro buen gusto «cultural» al elegir pareja queda indemne.

 

Pero mientras alguien se decide a tomarse en serio lo de crear algo similar a Biblior, pero477757_10150661282908357_1257499363_o a ser posible dándole un nombre mejor, la app para bibliotecas que demuestra que el amor por la cultura está en el aire: tomemos nota de la biblioteca pública de la ciudad australiana de Mount Gambier.

No es que tengan ninguna app para el asunto que nos ocupa, pero su programa Singles Mingle cumple las mismas funciones trasladando la mecánica del programa First Dates a las instalaciones de la biblioteca. La biblioteca de la segunda ciudad más poblada de la Australia meridional lleva años organizando eventos nocturnos que incluyen cena, bebidas, juegos y música en vivo para amenizar las ya de por sí amenas citas rápidas entre adultos. La confidencialidad impide saber si las conversaciones se centrarán en los gustos culturales de los participantes como criterios de selección, pero sería lo propio.

 

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El Singles Mingle de la Biblioteca de Mount Gambier en todo lo suyo.

 

No podemos saber si fue el caso de Dee y Simon, usuarios de la biblioteca, que gracias a estos encuentros terminaron casados. Además su historia de amor, adornada o no, es de esas que siempre quedan estupendas para contar: los dos sintieron una conexión inmediata pero olvidaron tomarse los datos. Más tarde tuvieron que recurrir al personal de la biblioteca para volverse a ver.

Bibliotecarios casamenteros, otra vía de futuro para la profesión. El caso es que el día de su boda, los dos enamorados no pudieron más que incluir en su tour fotográfico a la biblioteca: el lugar en el que todo empezó.

 

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Dee y Simon haciendo el álbum de la boda

 

friend_speed_dating_sign_4Y no sólo en Australia, donde las grandes distancias puede que hagan más necesario propiciar los encuentros para emparejarse; también en otro país con grandes distancias como es Canadá: se practican estas citas rápidas en las bibliotecas.

Concretamente en la Biblioteca Pública de la ciudad de Kitchener en Ontario, en la que incluso han publicado toda una guía de lo más detallada para quienes quieran poner en práctica algo parecido en sus centros. En la crónica que hizo de la experiencia Karissa Alcox, bibliotecaria de Kitchener, detallaba algunos puntos a tener en cuenta:

  • incluir juegos que sirvan para romper el hielo
  • en su caso se dirigió a jóvenes de 20/30 años que suelen tener más dificultades para hacer nuevas amistades una vez abandonan la universidad
  • por supuesto incluir café y algo para tomar
  • organizar la rotación de los asistentes para que todo el mundo coincidiera con todo el mundo
  • el resultado no puedo ser más satisfactorio: 29 jóvenes de entre 20 y 30 años, muchos de los cuales nunca habían participado en actividades de la biblioteca, y que intercambiaron teléfonos para seguir reuniéndose.

 

¿Consejos interesantes a poner en práctica el próximo 14 de febrero? Habrá a quienes organizar este tipo de eventos en una biblioteca les chirríe, pero si tanto se postulan como alternativa al mundo digital, como centros para la socialización, para la interconexión entre personas: ¿por qué no ejercer de celestinas? Eso sí, celestinas culturales.

La ONG Sandy Hook Promise acaba de lanzar una campaña que se ha hecho viral gracias a su vídeo titulado Evan. Lo tiene todo para complementar lo que aquí contamos: se narra una historia de amor en una biblioteca. Nada nuevo en principio. Pero un giro argumental al final nos hace pensar que tal vez, pese a las reticencias que algunos puedan albergar: promover este tipo de actividades en las bibliotecas haría que ciertas cosas no pasasen, y tuviéramos más finales felices.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Little Big Data en bibliotecas

 

Tras cada congreso, curso, jornadas o simposio queda la satisfacción de haber descubierto (con suerte) cosas nuevas, avances, horizontes de futuro para las bibliotecas y la profesión. Los profesionales realmente inquietos vuelven a su día a día con la cabeza repleta de posibles adaptaciones de lo que han oído a sus centros. Y al regresar a sus bibliotecas, les aguarda la realidad.

 

Little Nemo despertando de uno de sus maravillosos sueños.

Little Nemo despertando de uno de sus sueños: ¿una metáfora para muchos bibliotecarios después del congreso?

 

En breve se celebrará otra de esas ocasiones para llenarse la cabeza de ideas (o de pájaros según cada cual). Será el 14 de diciembre en la 9ª Jornada de la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes, en esta ocasión centradas en Bibliotecas y empoderamiento digital. Sin duda lo que plantean promete:

«filosofía del empoderamiento digital en campos como la comunicación, la educación y las mujeres»

 

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Dustin Hoffman protagonista del extraño western de los 70: Pequeño gran hombre.

Confiemos en que lo que allí se hable termine fructificando en mejoras en alguna biblioteca. Pero no es de eso de lo que habla este post, más bien parte de hace dos años, concretamente de la 7ª Jornada de la RBIC que en 2014 versó sobre la relación entre el Big Data y las bibliotecas.

Quedará poca gente que no haya al menos oído mentar eso del Big Data, pero por si acaso, vaya aquí la definición que más nos ha gustado:

«Big Data es como el sexo en la adolescencia: todo el mundo habla de él, nadie sabe cómo hacerlo, todos creen que los demás lo están haciendo y, claro, todos dicen que lo hacen»

En fin, puede que esta definición del catedrático neoyorquino de psicología y economía conductual Dan Ariely, sirva para cualquier asunto candente de esta hoguera de las vanidades digital en la que estamos inmersos: pero en el caso de las bibliotecas aún más. La recopilación masiva de datos, su almacenamiento y posterior tratamiento para sacar conclusiones que nos permitan diseñar estrategias y planificar nuestras campañas, que sería una definición algo más canónica: no es desde luego nada extraño al mundo bibliotecario.

 

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Ilustración de Nieves González de la Universidad de Sevilla que habló en el último Congreso de su tesis: La rentabilidad de la Biblioteca en la Web Social

 

En la 7ª Jornada RBIC, entre otros asuntos, se habló de la perspectiva de futuro que se abría para el profesional de la información gracias al Big Data, y su posible especialización como científico de datos. Y rápidamente dicha figura se ha customizado en lo que se ha dado en llamar Bibliotecario de Datos: otra función más que añadir al largo rosario cuyas cuentas repasábamos en Una verdad (bibliotecaria) incómoda: community manager, social media manager, animadores socioculturales, dinamizadores de clubes de lectura, especialistas en marketing de contenidos, creadores de narrativas transmedias……………………………………….

 

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Definición de lo que sería un Bibliotecario de Datos presentada por Fernando Ariel López, director de la Biblioteca de la Universidad Metropolitana (Argentina) en el Congreso Internacional sobre Metadatos celebrado el pasado junio en la Universidad Nacional Autónoma de México

 

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El profesional de bibliotecas pequeñas ante los retos que les exige el siglo XXI.

Celebremos que surjan nuevos perfiles profesionales para el gremio, pero con cuidado de no pedir peras al olmo. Que lo de bibliotecarios multi-orquesta está muy bien, que vale que los bibliotecarios sean los superhéroes de la cultura y los acróbatas del tejuelo. Pero media un abismo entre estos cuasi cíborgs bibliotecarios de los que se habla y los bibliotecarios de barrio o municipales que han tenido que cogerse días libres para asistir al congreso, ante la incomprensión del concejal o responsable de turno que no alcanza a comprender ¿para qué?: si lo suyo es hacer que guarden silencio los niños, y mantener el orden de los libros en los estantes.

Por eso, aunque lo del Big Data suene muy potente, de momento aquí vamos a centrarnos en el Little Data que viene a ser lo mismo pero en zapatillas de andar por casa.

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Novela romántica post 50 sombras de Grey

Little Data es Loli la hija del Anselmo, a la que le volvían loca las novelas de Johanna Lindsey hasta que descubrió a Amanda Quick y las pide a la bibliotecaria de su barrio; o Rojina que nació en Calcuta, y antes de venirse a España con su nueva familia, sólo había visto la película de Superman de los 70, y ahora devora cómics de superhéroes en la biblioteca del pueblo manchego que ya es el suyo; o Alberto, que después de un año de erasmus en Londres, recurre a los patrones de los viejos Burda que conservan en la biblioteca de su barrio para su proyecto sobre moda y geolocalización con el que piensa presentarse en la escuela de Saint Martins; o Fina, cocinera en la guardería municipal, que se presta las revistas de cocina enganchada como está a la moda Master Chef.

 

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Y aquí ponemos esta imagen vintage de una biblioteca que resulta adorablemente costumbrista, y predispone a lo sentimental.

 

¿Qué?, ¿suena lo suficientemente entrañable? Si es que nos ponemos y nos montamos en dos párrafos un anuncio navideño que no lo superan ni los de Campofrío y la Lotería Nacional juntos. No hay nada como un poco de sentimentalismo bibliotecario barato; ensalzar la figura del sufrido profesional que lleva adelante cada día la biblioteca en un barrio o en un pueblo para obtener más retuiteos y Me gusta que un tuit de El Rubius. Pero no va por ahí la cosa, que el Big Data o el little data no da para tanto almíbar.

Si las grandes empresas (Facebook, Google, Twitter, Amazon, etc…) comercian con nuestros datos para hacernos previsibles y vendernos mejor, sin entrar en otro tipo de espionajes: ¿por qué las bibliotecas no podrían hacer lo mismo para dar servicios personalizados a sus usuarios? Ya lo hacen esos bibliotecarios de barrio o pueblo en analógico, simplemente charlando con ellos a pie de mostrador.

 

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Mr. Robot, la fascinante serie sobre hackers y democracia a la que inevitablemente tendremos que volver más de una vez.

 

Pero en las ciudades, en dónde se pierde lo de Y tú ¿de quién eres?: bien se podrían explotar los historiales de préstamos para ofrecer sugerencias a los usuarios. La labor prescriptora bibliotecaria de la que tanto se habla sustentada en la explotación de la base de datos del centro. Y que cada vez que se compre un documento o se programase una actividad que entrara dentro del ámbito de intereses de un usuario: se les enviase una sugerencia. ¿Podría considerarse intromisión en la intimidad de las personas?

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El caso Snowden en un magnífico documental.

Cierto, hay que ser cuidadosos con estas cosas, sobre todo ahora que quien más, quien menos, enseña su vida en las redes y deja que los bibliotecarios vengativos de la CIA (vengeful librarians, así se denomina al personal de la agencia de inteligencia norteamericana que se ocupa de rastrear internet) o cosas peores: les puedan seguir la pista en cualquier momento.

Seguro que a más de uno le molestaría mucho que su bibliotecario supiera de sus gustos, pero ni se inmuta ante lo que cuenta Snowden en el imprescindible documental Citizenfour (2014).

En fin, que de plantearse algo así, habría que tener siempre en mente lo que dijo Judith González de la Agencia Española de Protección de Datos en las Jornadas sobre Big Data y bibliotecas del Instituto Cervantes: «que los usos de los datos de los usuarios sean para la finalidad por la que cedieron dichos datos

Por ejemplo, desarrollar una app tipo Tinder o Grindr desde la biblioteca que permita conectar (ligar) a nuestros usuarios en base a sus intereses culturales. ¿Tal vez Biblior? Rima con amor ¿No sería bonito? Bien, esto se está saliendo de madre.

 

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«Algo pequeñito, algo chiquitito» Pero, WTF? y perdón por la ordinariez aunque sea en inglés, pero parece mentira que una vez elevado el tono del post con esas referencias tan cool a Mr. Robot y Citizenfour nos salga una canción de Eurovisión. Pero es lo que tiene vivir tanto en digital, que las conexiones neuronales empiezan a deteriorarse de manera irreversible.

En fin, volviendo a coger las riendas de este texto para dirigirlo hacia su final, nos quedaremos con lo que defiende Martin Lindstrom que trabaja como consultor para varias multinacionales, es autor del libro Small Data, y ha recorrido medio mundo entrevistando a la gente para conocer cómo son. En una reciente entrevistaque debería ser lectura obligada en toda biblioteca y por supuesto en toda facultad,(no tiene desperdicio lo que cuenta sobre la Asociación de Libreros Americanos o la anécdota sobre el dueño de IKEA, entre otras) soltaba auténticos titulares tan aplicables al mundo bibliotecario como que:

 

«estamos tan obsesionados con el Big Data que se nos olvida la creatividad. El Small Data, que defino como observaciones aparentemente insignificantes que se identifican en la casa de los consumidores, se refiere a todo […]

 

Amazon acaba de abrir su primera tienda física en Seattle […] ¿Por qué cree que lo hicieron? Por lo que sé, las ventas de libros se están desacelerando en Amazon, e incluso las ventas del Kindle no están creciendo mucho. El Big Data les está diciendo que la interacción personal es necesaria […]

 

el Small Data está impulsado por las experiencias en las compras, el sentido de comunidad, de los sentidos, todo lo que no se puede replicar en línea […]»

 

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Martin Lindstrom dibujando el flujo de la Buyology: o la ciencia de porqué consumimos lo que consumimos

 

Miles de entrevistas, de estudios, de análisis de datos, de elaboradísimos informes para llegar a la conclusión de que las emociones humanas siguen marcando la pauta en este mundo hipertecnificado. ¿Conclusión?: que las bibliotecas de barrio, las pequeñas bibliotecas, que el little data bibliotecario a pie de mostrador va por buen camino. Que la estrategia es la adecuada, que toda innovación suma siempre que se aplique sin perder el norte bibliotecario; y que por muchas pesadillas digitales que puedan inquietarnos hasta hacernos caer de la cama, lo mejor está por llegar.

¿Qué? ¿hemos tocado ya fibra sensible o añadimos música de violines? Esto de enternecer a bibliotecarios bregados en mil batallas es muy difícil, así que dudamos mucho que lo consiga tampoco el cantautor neoyorquino Jascha Hoffman. Pero como su vídeo para el tema Some hungry guy resulta tan apropiado para cerrar el post, nos da igual lo empalagoso que pueda quedar. Nos encanta el Little Nemo de Winsor McCay, no hace falta decir más. Si acaso, dulces sueños.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Posverdades bibliotecarias

 

En el recién finiquitado VIII Congreso de bibliotecas públicas sólo sonó una vez en el auditorio de Toledo; pero era algo casi inevitable que la palabra que el Diccionario Oxford ha elegido como palabra del año: estuviera presente de algún modo en el encuentro. Es el primer logro de Donald Trump, incluso antes de llegar a ser presidente, y ni siquiera lo ha inventado él: la posverdad (post-truth).

 

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Mark Zuckerberg ha anunciado siete medidas para evitar la proliferación de bulos en su red social

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El fantástico documental de Welles sobre el falsificador Elmyr de Hory: la mentira hecha arte.

 

Tan sólo hace dos posts hablábamos de Una verdad (bibliotecaria) incómoda, pero ahora recurrimos a la posverdad que es mucho más cómoda, confortable y acogedora para quienes estén dispuestos a aceptarla, y un infierno para el resto.

Nadie podrá negarle al del peluquín que pese a un look al que ni siquiera se le puede adherir lo de viejuno (su estética va más allá): ha sabido rentabilizar como nadie el espíritu que redes sociales y demás medios digitales han ido fraguando durante estos años pasados.

 

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La futura biblioteca presidencial del cuadragésimo primer presidente de los Estados Unidos

 

Pero no vamos a ponernos a analizar la figura de Trump. Inevitablemente es algo que va a ser omnipresente a partir de ahora; pero como es lógico sí que estaremos pendientes de lo que su irrupción va a suponer para el mundo bibliotecario. En Esta biblioteca mata fascistas nos reíamos pensando en una futura biblioteca presidencial Donald Trump, y la sonrisa se nos congeló en la boca. (¡ZAS! en toda la boca que dirían los millenials). Un primer indicio, una primera pista, nada sorprendente por otro lado, pero que hay que consignar: han sido las declaraciones de la periodista de la cadena FOX (que tanto ha hecho por aupar a Trump) Greta Van Susteren en las que sostenía que ya no es necesario construir más bibliotecas.

 

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La periodista de Fox entrevistando a la próxima primera dama de los Estados Unidos; rodeada de unos dorados que para sí quisieran en el programa Los Gipsy kings.

 

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El maravilloso Pinocchio de Winshluss, extraviado en un  mundo corrompido de mentiras.

Ok. Si no puedes con el enemigo no te unas a él: mejor estúdialo, detecta cuáles han sido las razones de su éxito y úsalas a tu favor. Si el brexit, Trump y tantos otros inquietantes movimientos han consagrado la posverdad, no nos resistamos a la corriente, aceptémosla sin complejos e inventémonos titulares machacones que saturen los medios.

Por ejemplo que por cada euro invertido en bibliotecas se da un retorno de la inversión de 3,49 euros a la sociedad; o que las bibliotecas ayudan a combatir las desigualdades y colaboran en la integración de colectivos con riesgos de exclusión; o que según recientes estudios científicos la lectura aumenta la esperanza de vida, además de reportar otros beneficios para nuestra salud.

Pero un momento…, la falta de pericia en esto nos está jugando una mala pasada. Todo lo enumerado no son posverdades, sino verdades a secas sin necesidad de prefijo alguno. Mejor ensayamos de nuevo a ver si atinamos más:

 

¿Qué tal lanzar la noticia (sustentada en el estudio de alguna universidad de exótico nombre) de que la concentración de pulpa en las bibliotecas genera una condensación atmosférica que contrarresta el cambio climático compensando la deforestación?

 

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Instantánea del montaje de una exposición del pintor hiperrealista Ran Ortner, centrada en el océano. Parece toda una metáfora de lo que le espera al medio ambiente si Trump cumple su negación del cambio climático. 

 

¿o que el hecho de que las víctimas de violencia de género vivan cerca de una biblioteca aminora el riesgo de ser agredidas por sus exparejas; o que la presión fiscal afecta en menor grado a ciudadanos de países con redes bibliotecas potentes; o que el flujo migratorio es absorbido positivamente por sociedades dotadas de buenos servicios bibliotecarios, evitando la radicalización de sus miembros?

 

Mejor no sigamos que a algunas de estas posverdades está a punto de caérseles el prefijo de lo bonitas que suenan. Muchas de ellas están basadas en los asuntos con que mejor han sabido manipular estos nuevos populismos versión 2.0. A aquellos que se resisten a crearse ideas propias y prefieren que otros piensen por ellos. ¿Hay que culparles? El mundo se ha vuelto demasiado complejo, para todos sin excepción, de ahí que la gente prefiera soluciones fáciles. Y quien esté libre de pecado que tire el primer tejuelo.

 

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¿Acaso el gremio bibliotecario no buscaba también respuestas sencillas ante el futuro de vértigo que acucia a sus instituciones? Otra cosa es que según la exigencia de cada uno se conformase con ellas. En un exceso de condensación se podría decir que las verdades poscongreso se resumen en una frase: la biblioteca debe reinventarse, y los bibliotecarios van en el lote. Pero eso ya se sabía. Es uno de esos mantras que llevan años repitiéndose. Lo interesante, lo práctico son los matices de esa reinvención. A saber, extrayendo sólo unos pocos fragmentos de las conclusiones nos encontramos con que:

  • la biblioteca debe mostrarse como un escaparate de las necesidades de las personas, interactuando con la ciudad en que se ubica
  • el espacio virtual es tan importante como el físico. No hay líneas divisorias entre ambos (¿biblioteca virtual o biblioteca física? ¿y qué más da?: biblioteca al fin y al cabo)
  • hay que generar comunidad para crear inteligencia colectiva
  • en las redes sociales es necesario otro contenido, otro lenguaje y otro tono para conectar con nuevos usuarios

 

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Uno de los famosos tuit de la etapa de Carlos Fernández en la Policía

 

Esta última conclusión viene a cuento del que se convirtió por derecho propio en el showman del Congreso 2016. El ex community manager de la Policía Nacional, actualmente en Iberdrola: Carlos Fernández Guerra. Su intervención fue el necesario revulsivo que puso un espejo en el que el gremio podía mirarse y reflexionar sobre las estrategias a adoptar.

Fernández Guerra hizo de la irreverencia y el cachondeo su primer arma para fabricar una imagen de marca que rompiera los estereotipos en torno al cuerpo de una institución tan seria como es la policía. Y ello le llevó al estrellato digital. ¿Están dispuestos (preparados) los bibliotecarios a entrar en ese juego? ¿no siguen atenazándoles un exceso de corrección política? ¿una visión de la biblioteca que cada vez se desvanece más a golpe de clic?

 

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Fernández Guerra recurrió en su charla al famoso selfie colectivo con Hilary Clinton para constatar cómo ha cambiado todo. Ahora la noticia no es el famoso, es el espectador. La protagonista ya no es la biblioteca, ni el bibliotecario: es siempre el usuario. Algo de lo que ya hablábamos en Egobiblio, narcisismo y bibliotecas en la era del selfie.

 

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La última adaptación cinematográfica de Jane Austen aborda con tino la eterna vigencia de la frivolidad.

Empecemos la cuenta atrás para darle contenido al concepto de Biblioteca canalla (no vamos a desvelar quien lo dijo, lo que pasa en los congresos entre canapé y canapé, se queda en los congresos): una biblioteca a la que aburre mortalmente lo de alta/baja cultura, una biblioteca que asume sin complejos la frivolidad en sus estrategias sin renunciar a nada, y sin que ello tenga que pasar forzosamente por los gatitos, y los powerpoints de paisajes con frases de Coelho. Porque la frivolidad bien entendida es uno de los más altos logros de la humanidad. Como ya se dijo en otro sitio:

Un síntoma de que una cultura ha alcanzado cierto grado de sofisticación intelectual, es el hecho de que pueda permitirse cultivar la frivolidad. La pregunta sería, ¿a partir de cuándo la dosis de frivolidad aconsejable se excede y tiene efectos secundarios?

 

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El arte de la mentira: posverdad política en la era de las redes sociales

Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, ¿no? Pues a los bibliotecarios les corresponde demostrar su talla elevando el nivel de esa frivolidad en las redes, y aprovecharla para vender su «marca».

La mejor manera de desactivar esa posverdad tal vez no sea como hemos sugerido al principio: creando posverdades bibliotecarias paralelas, sino practicando una ironía inclusiva, no agresiva, que desarme a tanto pobre ignorante. Para quien no lo sepa en este blog hasta creamos un hashtag ad hoc: #bibliotecasvstrolls, que ahora se podría customizar como #bibliotecasvsposverdad

Quizás así se vayan creando comunidades digitales o físicas (tanto monta, monta tanto) en las que las posverdades se desmoronen con sólo rozarlas. A las bibliotecas les corresponde buscar la genealogía de nuestro presente e ir suministrándola a través de las redes:

la verdad os hará libres, la posverdad os hará esclavos

 

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Miedo, el apocalipsis de la posverdad.

 

No es muy probable que ese hombre blanco, de mediana edad o anciano, con escasa formación académica y de tintes racistas, xenófobos y homófobos que ha hecho triunfar al brexit en Reino Unido, y a Trump en los Estados Unidos: se sintiera impelido por ese eslogan. Pero al menos se podría ir desmontando su mundo de referencias al recordarle que ese himno que entona tan virilmente emocionado en el estadio o el pub ante cada éxito de su equipo: procedía de un hombre que representaba lo opuesto al mundo al que quieren abocarnos con sus votos.

 

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Freddie Mercury triunfante sobre Lord Darth Vader: dominando el lado oscuro de la Fuerza.

 

Esta semana se cumplen 25 años de la muerte de Freddie Mercury. Y puestos a elegir himnos para encorajarnos ante estos tiempos inciertos no aspiramos a ser los campeones, preferimos con mucho lo que proclamaba el inigualable Freddie en su I want to break free.

El líder de Queen supo hacer de su capa un sayo desde el principio: ‘macho man’ e icono gay, estrella histriónica y tímido de manual. Su sombra se alarga sobre muchas de las estrellas actuales y se erige junto con Bowie, Prince o Cohen (¡que se acabe ya este 2016!): en ese tipo de figuras que han legado un sustrato cultural de tal impacto que hace inviable esa Edad Media digitalizada a la que algunos están empeñados en arrastrarnos. 

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Una verdad (bibliotecaria) incómoda

 

No aspiramos a emular el documental sobre la lucha de Al Gore contra el cambio climático del que tomamos prestado el título. No es comparable. El medio bibliotecario no es equiparable al desastre medioambiental; por mucho que la especie bibliotecaria sea incluida en la lista de las llamadas a extinguirse por el impacto del meteorito digital. Pero no por eso deja de resultarnos una verdad incómoda de la que preferiríamos no tener que hablar, pero como decía la gran Chus Lampreave interpretando a una portera: sólo podemos decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad.

 

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El extraño mundo del futuro: el día en que los bibliotecarios desaparecieron

 

Los artículos, estudios, estadísticas e informes varios sobre el futuro del profesional de la información llevan varios años siendo un debate habitual en los medios especializados. Lo más reciente la XVIII Jornada de Gestión de la Información organizado por SEDIC en la Biblioteca Nacional, centrada en Empleo y desarrollo profesional de los profesionales de la información.

Tras la irrupción de las nuevas tecnologías ningún gremio ha quedado indemne. ¿Quién podría pensar que hasta los taxistas verían amenazada su supervivencia por lo digital? Pero de nada sirve enterrar la cabeza cual avestruz entre CDU, Reglas de catalogación y Encabezamientos de materia: si una especie no se adapta se cumplirá la inexorable ley de la evolución, y desaparecerá. Palabra de Darwin, te alabamos Señor.

 

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El sufijo -teca ha demostrado su capacidad de supervivencia sobradamente, se va acoplando a cada nuevo formato (biblioteca, videoteca, comicteca, fonoteca, ludoteca…) sin periodo alguno de adaptación. Pero la raíz biblio- es posible que termine cuestionada, sustituida, anulada cuando de lo que se trata es de instituciones que fomentan no ya la lectura, sino la cultura. En cualquier caso, la llamen como la llamen, lo que se entiende hoy día como biblioteca, de un modo u otro, es muy posible que sobreviva, pero su fauna autóctona no lo tiene nada claro.

 

ereader_retro_01¿Y si los bibliotecarios fueran simples máquinas portadoras del gen de la cultura? Tal y como sostiene Richard Dawkins en su revolucionario ensayo El gen egoista, los seres humanos no somos más que un medio de transporte para las auténticas estrellas de la evolución: los genes, que nos usan y desechan sin miramientos. Stephen Hawking se sumaba desde otro prisma recientemente para incidir en lo prescindibles que somos en esto de la evolución. Según el científico más pop (con permiso de Einstein, y el últimamente reivindicado Tesla): el desarrollo de la Inteligencia Artificial puede terminar por desechar el factor humano.

 

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La evolución del bibliotecario: del primate al amanuense pasando por la bibliotecaria con moño y gafas hasta llegar al profesional de la información.

 

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Smart monkey, el delicioso cómic mudo sobre la teoría de la evolución

¿Por qué han de ser diferentes los bibliotecarios? Si atendemos al listado de nuevas aptitudes que se les exigen en la era digital tenemos para aburrirnos: community manager, social media manager, animadores socioculturales, expertos en tecnologías varias, monitores en makerspaces, dinamizadores de clubes de lectura, especialistas en marketing de contenidos, creadores de narrativas transmedias, formadores en nuevas tecnologías, asistentes sociales…, todo ello sin descuidar ninguna de sus atribuciones anteriores. Si a esto unimos el envejecimiento del funcionariado que estos años de crisis (con la ausencia de ofertas de empleo público y el cese de miles de interinos) podría dar lugar a una gentrificación de las bibliotecas, y en un país en el que no se considera a la cultura con la suficiente entidad para tener un ministerio propio:

 

¿no sería más sencillo contratar directamente especialistas en cada uno de estos campos y prescindir de los bibliotecarios?

 

Una vez soltado el anatema, vamos a conjurarlo centrándonos en datos concretos que arrojen algo de esperanza.

Según la web Qué estudiar y dónde en la Universidad del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, tres son las universidades cuyos titulados en Información y Documentación presentan las mejores tasas de inserción laboral. La primera, la Universidad de Barcelona con un 70% a nivel de Grado, y un 83% a nivel de Máster, le siguen la Universidad Carlos III de Madrid, y la Universidad de Valencia. A tenor de estos datos, nos decidimos a espantar a la bicha de la mejor manera posible: llamando a la Facultad de Biblioteconomía y Documentación de la primera universidad del ranking y pidiéndoles que nos contaran cómo percibían ellos el panorama. Y tuvimos mucha suerte porque dimos con dos estupendas profesionales.

 

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Por un lado Pilar Gené, responsable de la Secretaría de Estudiantes y Docencia, nos confirmó que el número de nuevas matrículas en este 2016 ha sido de 52, nueve menos que el año pasado. Según Gené, el número de matriculados se mantiene estable durante los últimos años, y el repunte hasta los 61 del 2015 pudo deberse al hecho de que se celebró el centenario de la Facultad, lo cual probablemente atrajo a más estudiantes el año pasado.

Por su parte, la jefa de estudios del Grado en Información y Documentación, Marina Salse nos ofreció una panorámica de primera mano de lo más interesante. Salse sostiene que siempre se va a necesitar un gestor de la información tanto en bibliotecas, centros de documentación o archivos, como en empresas, y nos lo demostró con ejemplos prácticos. En las jornadas sobre salidas profesionales que organiza de forma conjunta con los profesores de la asignatura Introducción a los Sistemas de Información y Documentación. nos destacó dos casos que le resultaron especialmente motivadores:

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  • la companía Aviation island, ofrece servicios tecnológicos para líneas aéreas, su plantilla está integrada en gran parte por graduados en Información y Documentación (alrededor de unos 9 procedentes de la Facultad barcelonesa y el resto de la Universidad de Zaragoza). Un claro ejemplo de una empresa que conoce el potencial de los profesionales de la información y el juego que pueden dar por su perfil formativo dentro del ámbito empresarial.
  • otro ejemplo llamativo fue el de una graduada en la Facultad que actualmente desarrolla funciones relacionadas con la ciberseguridad en otra empresa del ramo.

Un alivio comprobar que los estudios formativos sí han sabido adaptarse a los requerimientos del mercado laboral, y que el perfil tan plural del profesional de la información va abriéndose a nuevos caminos. Pero tanto en la Universidad de Barcelona como en la de Granada (gracias en esta última a la información proporcionada por Luis Gerardo Fernández), que fueron las que amablemente nos atendieron y proporcionaron datos: coincidieron en el desconocimiento de los nuevos estudiantes respecto al contenido de los grados en Información y Documentación.

 

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Ilustración de los años 50 sobre cómo sería la educación en el futuro. No andaban tan desencaminados, cuando los webinars y MOOC están cuestionando también la supervivencia de las universidades como centros formativos. Que aquí nadie se salva.

 

Si bien en la Universidad de Granada el número de nuevas matriculaciones se mantiene estable en los últimos años (entre 50 a 60) nos manifestaron que la mayoría de estudiantes optan por la carrera, y una vez iniciada, les gusta: pero antes de elegirla no tienen ideas claras sobre en qué consiste exactamente. Vamos igualito que pasa cuando se trata de vender lo que puede dar de sí una biblioteca en el siglo XXI a la mayoría de responsables políticos.

La necesidad de un mensaje claro y definitorio que permita vender a la primera en qué consiste exactamente eso de ‘profesional de la información’ sigue pendiente. Los datos proporcionados por estas dos universidades al menos nos permiten ver la luz al final del túnel (símil desafortunado donde los haya).

LOS BIBLIOTECARIOS HAN MUERTO ¡¡¡VIVAN LOS BIBLIOTECARIOS!!!

Pero que vivan aquellos que arriesgan, aquellos que dentro de sus posibilidades siguen luchando por innovar, aquellos que no se dejan funcionarizar (en el sentido despectivo, e injusto, que arrastra el término funcionarizar). El concepto de biblioteca gentrificada a punto de ser formulado en uno, dos, tres: pero no por elitismo o aristocratización, sino por la peor acepción de este término inglés que también hemos importado.

 

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La biblioteca del futuro vista desde la década de los 50 del pasado siglo.

 

Gentrificación como sinónimo de aburguesamiento intelectual, cultural, laboral; como síntoma de pereza mental. Para los que favorezcan esa gentrificación bibliotecaria (que los hay) ni un mísero responso por su desaparición. Después de todo puede que los bibliotecarios sean como las ratas y las cucarachas y ni una deflagración atómica, ni siquiera los devastadores efectos del desastre medioambiental que denunciaba Al Gore: sean capaces de extinguirlos.

Por el momento nos vamos con un cierre energético. El monólogo inicial de la película Trainspotting está volviendo a la actualidad a consecuencia del inminente estreno de la segunda parte. Los heroinómanos encabezados por Ewan McGregor 20 años después: eso sí que es supervivencia. Precisamente en 1996 que es cuando se estrenó la primera, las universidades españolas estaban abriendo escuelas de Biblioteconomía y Documentación a lo largo y ancho del país.

 

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Trainspotting veinte años después

 

Es de suponer que más de uno de los jóvenes que entonces estudiaban la carrera, y ahora ocupan puestos en la plantillas de muchas bibliotecas, se identificaron con el discurso antiburgués que declamaba McGregor en el arranque de la historia. Obviando la parte en que revela su decisión de no elegir la vida, de refugiarse en la heroína, y quedándose con el inconformismo del discurso, y con esa lujuria por la vida (por la cultura) que canta por debajo Iggy Pop. Y desde ahí, posicionarse ante los retos que les exigía la vida adulta en plena crisis de los 90.

Pues bien, si vamos a espantar esa sombra de gentrificación, ese anquilosamiento en el que esperemos que ninguno de aquellos jóvenes hayan caído en su madurez, no está de más cerrar recordándolo. Lust for life, lust for culture, lust for libraries.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas tribales, bibliotecas globales

 

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Halloween según la incisiva visión de Pedro Vera en su cómic Ranciofacts

 

La ilustración de Pedro Vera con la que abrimos el post resume bien de lo que va. Si en Biblioteca yé-yé (o de lo typical spanish en bibliotecas) rastreamos algo que tuviera denominación de origen española inequívoca en el mundo de las bibliotecas; ahora volvemos de alguna manera al mismo asunto, pero desde un prisma totalmente distinto.

Entre los neologismos que están proliferando al socaire de las redes sociales hay varios que nos encantan por su precisión a la hora de atrapar y condensar lo que muchas veces pensamos, pero no sabemos explicar con exactitud: viejoven es uno de ellos (¿qué tal Ojete calor?) pero hoy nos centramos en cosmopaletadas, porque define a la perfección de lo que hablamos aquí.

 

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Imagen de la cuenta de Twitter de @Cosmopaletation

 

Lo de cosmopaletadas expresa bien la reconversión del hortera de toda la vida pasado por el tamiz del ladrillazo, el enriquecimiento rápido y los programas de Telecinco que han proliferado a lo largo de estos años de crisis. Un must para cualquier cosmopaleto (como se puede comprobar aquí siempre predicamos con el ejemplo) es el uso y abuso de anglicismos que te hagan quedar como más cool.

El mundo de la moda fue pionero en esto de absorber anglicismos como si no hubiera un mañana en un ansia por parecer cosmopolitas (¿no era mucho más bonito Pasarela Cibeles que la Mercedes-Benz Fashion Week?) y los influencers fashionistas han terminado contagiándolo todo. En My library is sooooo cool (Blog de la BRMU) montaron una entrada de lo más ilustrativa a cuenta de este hiperinflacción de extranjerismos.

En este sentido, la única esperanza que nos queda es que la generación Erasmus empiece a ocupar su puesto en la sociedad, y así alcancemos lo cosmopolita de verdad, sin paletadas, ni relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor. Aunque las crecientes estadísticas de jóvenes que emigran en busca de trabajo, no prometen darnos muchas alegrías en un futuro inmediato.

 

 

Pero, ¿a qué viene tanta resistencia a la americanización si no es nada nuevo? La identidad cultural de cualquier internauta está tan hecha tanto de rasgos autóctonos como de gustos que nada tienen que ver con el lugar en el que nació. Y en las nuevas generaciones (y no tan nuevas) la balanza es más que probable que se incline hacia lo segundo. ¿Alguien recuerda el Rascayú de Bonet San Pedro (con lo propio que queda en el Día de Todos los santos) cuando el Thriller de Michael Jackson se repite hasta la náusea en estas fechas?

La guerra de Todos los Santos versus Halloween pinta aún peor para el equipo local que la de los Reyes Magos versus Papá Noel, por mucho que la Iglesia haya lanzado el Holywins instando a los niños a vestirse de santos. Los tuiteros, siempre al quite, han recurrido rápidamente al santoral para lanzar propuestas tan espirituales como el despellejado San Bartolomé, el aseteado San Sebastian (disfraz recuperable para el Orgullo gay) o la santa de pechos mutilados Santa Águeda. Estos y otros tantos santos, dejan claro que cuando se trata de ponerse gore la Iglesia le lleva muchos siglos de ventaja a las payasadas importadas de Halloween.

 

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Ideas para #Holywins en Twitter

 

Pero, ¿ y las bibliotecas?. La biblioteca como escenario gótico siempre ha sido recurrente, por eso el doodle que Google ha ideado para celebrar el Halloween 2016 consiste en un juego en el que un gatito con poderes se dedica a matar fantasmas. El primer nivel del juego en cuestión, como no podía ser de otro modo, se desarrolla en una biblioteca.

En las bibliotecas nunca han tenido problemas en dejarse contaminar. Es más, la biblioteconomía moderna no se entendería sin el magisterio que nos imparten desde las bibliotecas anglosajonas. El duelo Halloween-Holywins, probablemente se resuelva en muchas bibliotecas con una convivencia sin prejuicios entre zombis y vampiros con ánimas de Becquer, y convidados de piedra de Don Juan. No podía ser de otro modo, cuando la cooperación bibliotecaria ha sido uno de los pilares desde siempre del mundo bibliotecario.

 

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El doodle de Halloween 2016 de Google ambientado en la biblioteca

 

En el imprescindible estudio Prospectiva 2020: Las diez áreas que más van a cambiar en nuestras bibliotecas en los próximos años, presentado en el VII Congreso de Bibliotecas Públicas (2014) la segunda tendencia que auguraba sostenía que «Se incrementará la cooperación». Pero atendiendo a lo que ha acontecido durante estos años de crisis, salvo las estadísticas crecientes de préstamos interbibliotecarios, la cooperación no ha tenido el protagonismo que cabría esperar. En cierto modo, las bibliotecas han seguido la senda que está marcando lo digital: se han vuelto más tribales para así llegar a ser globales. Pero el riesgo de quedarse en lo tribal, en muchos aspectos, siempre está presente.

 

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‘Piensa globalmente, actúa localmente’ fue la frase del biólogo, botánico, activista medioambiental Patrick Geddes. Se refería a la protección de la naturaleza pero bien podría haberse formulado para lo que ha sido la cooperación bibliotecaria durante las últimas décadas.

 

En el anterior Congreso de Bibliotecas Públicas de 2012 se repasaron numerosos proyectos de digitalización para preservar la memoria local de las comunidades en las que se integran las bibliotecas. Todo esos proyectos son los que alimentan a Hispana, encargada de reunir los fondos digitales de las diferentes comunidades autónomas; que luego se suman al proyecto continental de Europeana. Siendo, como es, uno de los proyectos más ambiciosos e importantes que se haya puesto en marcha para preservar el patrimonio (y de los que más promueven la cooperación junto con el programa NAPLE Sisters de hermanamiento entre bibliotecas); en términos cooperativos no ha supuesto un cambio sustancial en los hábitos de trabajo de los centros implicados.

En algunas comunidades en vez de existir una sola biblioteca digital que lo aglutine todo, se han creado varias; estas duplicidades vienen a reflejar en digital la falta de cooperación o comunicación que muchas veces se da entre redes bibliotecarias que comparten territorios, pero depende de diferentes administraciones. Y ¿luego nos extrañamos tanto del Brexit británico?

 

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En fin, antes de meternos en jardines más espesos mejor atender a lo que dice toda una autoridad en esto de la colaboración bibliotecaria. Stephen Abram bibliotecario y director ejecutivo de la Federación de bibliotecas de Ontario, nunca ha sido de los que adoptan posturas acomodaticias. Ya en 2009, en pleno arranque de esta crisis, en una entrevista en la revista Collaboration librarianship de la Universidad de Denver bajo el sugestivo título: Una iconoclasta visión de la colaboración dejaba clara cuál era su opinión al respecto:

 

«La cooperación es sencilla; la colaboración es difícil ya que impacta en muchos de los puntos calientes del ser humano que generan intensidad emocional como son el territorialismo, el ego, la identidad […] por lo general la gente tiene más intereses comunes que diferencias [..] Hay que dar algo para llegar a cosas más grandes. Es duro. ¿Sabremos renunciar a los límites de nuestro sistema bibliotecario? ¿estaremos dispuestos a ceder el control?»

 

No es de extrañar que en el 2016 en su blog Stephen lighthouse (El faro de Stephen) se haga eco de las predicciones sobre bibliotecas de un visionario en toda regla. Se trata del director ejecutivo del DaVinci Institute, Thomas Frey, que se presenta como uno de los visionarios preferidos de Google, un Nostradamus digital autor de Communicating with the Future (que vaticinó que en 2030 más de 2000 millones de trabajos habrán desaparecido), y que también acaba de listar las 122 cosas que deberían hacerse en las bibliotecas en el futuro. No vamos a enumerar las 122, pero bien merece la pena señalar unas pocas que suenan de lo más plausibles, y alguna marcianada que tampoco pasaría nada si llegara a ser realidad:

 

Las bibliotecas deberán ser friendly (amigables, acogedoras con): mascotas – alimentos – eventos – negocios – los sin techo – los usuarios de paso

Deberán tener espacios para: reuniones privadas – clases de aerobic – tomar una ducha – dormir una siesta – preparar y consumir alimentos – enviar dinero o hacer pagos.

Que las bibliotecas dispongan de su propia flota de drones, que se abran a la cultura del videojuego con torneos, préstamos, talleres para creadores y eventos en torno al mundo del videojuego.

Que presten mascotas, drones, robots (y organizar torneos de robots), buscadores que gracias a la computación cuántica permitirán hacer búsquedas por olores, sabores o texturas.

Y por supuesto, disponer de espacios creativos con las herramientas suficientes para producir arte, música, juegos, podcasts o producir experiencias de realidad virtual.

 

Algunas de las propuestas de Frey, por mucha ciencia ficción que se haya leído o visto, cuestan de imaginar; pero otras denotan que no está demasiado al día, porque ya son presente en más de una biblioteca. Por el momento, mientras vemos cómo se van desarrollando los acontecimientos, lo que nos dejan claro tanto Abram como Frey: es la necesidad de levantar por un momento la mirada de nuestros monitores e intentar mirar mucho más lejos de lo que estamos acostumbrados. Será la mejor manera de prevenirnos de cualquier tipo de cosmopaletismo imaginable.

 

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Stephen Fry cual Rappel sin túnica

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Golpe de estado cultural en ciernes

Los tiempos están cambiando, una obviedad para cualquiera que viva mínimamente la actualidad. Y no, esto no va de Bob Dylan, bastante se está hablando ya del flamante nobel para decir algo más por aquí. Esto va del asalto a los cielos, pero tampoco del asalto a los cielos marxista, ni desde luego del remix vintage de Pablo Iglesias. Esto va del asalto a los cielos culturales que se está gestando sin que muchos se den cuenta.

 

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Guerras bibliotecarias, la adaptación al cine del manga homónimo. En una sociedad cuyos medios están totalmente controlados por el poder, los bibliotecarios toman las armas y se atrincheran en las bibliotecas para defender la libertad de expresión y pensamiento.

 

Ya en el post La lectura todo lo magnifica nos hacíamos eco de un momento televisivo de esos que pasan totalmente desapercibidos, pero que los empeñados en leer las señales jamás cometemos el error de subestimar. En el pasteloso programa de entrevistas hogareñas de Bertín Osborne, el hijo de Ana Obregón defendía su amor por la filosofía y los libros en estos términos: «Yo creo que la filosofía te enseña a pensar, por así decirlo a ser, a tener autonomía en tus pensamientos, no depender de los valores y principios que rigen la sociedad […] encontré un refugio en los estudios, a mí me apasionan los libros.»

Y tan sólo unas semanas después, en la misma cadena en la que según el famoso meme se suicidan los libros: en el único programa que se puede considerar seudocultural de su parrilla, Pasapalabra, el ganador del bote más grande de su historia se lo llevó un poeta.

 

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David Leo en el momento de ganar el rosco de Pasapalabra

 

Pero lo más impactante del hecho no fueron los 1.866.000 euros que se llevó a casa (bueno lo que Hacienda le deje llevarse) fueron sus declaraciones sobre lo que va a hacer con dicha cantidad lo que resultaba más revolucionario. David Leo, que así se llama el ganador, quiere invertir lo ganado en viajar a Japón con su novia (hasta ahí nada que se salga de lo habitual) montar una librería-café, una academia de «saberes inútiles» para que especialistas en humanidades tengan un espacio de intercambio y comunicación, y centrarse en su carrera literaria.

¿Puede hacerse una declaración de intenciones más incendiaria en la cadena de programas como Gran Hermano, Sálvame Deluxe o Mujeres, hombres y viceversa? ¿Telecinco mecenas de las humanidades? Tampoco suena tan marciano, cuando hasta la propia Mercedes Milá está enfrascada en sacar adelante un programa sobre libros bajo el auspicio de Mediaset.

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Ouka Lele fotografiando el Olimpo de Telecinco

 

Táchenlo de paranoico, de ida de olla, de querer ver donde no hay, pero es muy posible que se esté gestando un golpe de estado contra el sistema cultural tal y como lo conocemos en la actualidad. Una subversión de los artríticos esquemas del entretenimiento de masas, un cambio de sentido que arrastre la estulticia que bulle en las redes, y deje flotando todo lo bueno que pulula por la red. Y este golpe de estado provendrá como todos del hartazgo, la saturación, el aburrimiento. Pero no se manifestará con la rabia de un escupitajo punki, ni con la rancia pana de los cantautores, ni con las flores en el pelo de los hippies: la subversión vendrá desde dentro y casi sin pretenderlo.

Se está fraguando con tipos como David Leo, que no tuvo complejo alguno en convertirse en concursante cuasi profesional de televisión; se cocina a fuego lento en las librerías que pese los agoreros aún abren en muchas ciudades, en las editoriales con propuestas innovadoras; en los cineclubes; y en las bibliotecas, también en las bibliotecas. Pero sólo en las que se dejen hacer.

¿Qué quiere decir eso de dejarse hacer? Pues de lo que va a ir el próximo Congreso de Bibliotecas Públicas que se celebrará en Toledo los días 16 y 17 de noviembre. Uno de los temas que prometen resultar más interesantes es el relativo a los makerspaces, los talleres en los que todo tipo de público tiene acceso a tecnología y equipamientos para fabricar, idear y diseñar prototipos. Un laboratorio abierto a la experimentación, un conciliábulo en el que puede que se termine de diseñar ese golpe de estado cultural que trastoque las cosas.

Volviendo a las señales que hay que estar atento para percibir, en un producto cultural tan mainstream y estandarizado como puede ser un vídeo de Justin Bieber, hay toda una lección de futuro aprovechable desde el mundo bibliotecario.

En 2015 el ídolo de adolescentes daba un vuelco a su estilo musical en un intento de afrontar su evolución hacia un público más adulto. Para su tema Where are Ü now? rodaron un vídeo en el que fans del cantante tomaban al asalto una galería de arte de Los Ángeles. Las paredes de la galería estaban llenas de fotos de su ídolo, y los fans tenían a su disposición todo tipo de pinturas y rotuladores para intervenir cómo mejor les pareciera la imagen de la estrella. El resultado de todas esas intervenciones terminó convirtiéndose en animaciones sobre la imagen del cantante en el vídeo.

 

 

Bieber, un ídolo 100% millennial como gusta llamar a los nacidos tras los 80, iluminando el camino. Tres años antes, en su gira de 2012, otra estrella musical proveniente de la era pre-Internet como Madonna, se dejaba escribir con rotulador palabras reivindicativas por parte de sus fans directamente sobre su espalda desnuda. Si quieres significar algo (como estrella o como institución) déjate hacer.

¿Tendrán esa capacidad muchos bibliotecarios y bibliotecas? Algunas decididamente lo intentan. Es el caso de Biblioteca Pública Fond du Lac (Wisconsin), primero cedieron las tarjetas de la biblioteca para que los usuarios las interviniesen e hicieran con ellas collages que lucir en sus paredes, y ahora lo cambian por un proyecto colaborativo para que desarrollen un fanzine aprovechando los medios y espacios de la biblioteca. El medio cultural más alternativo y contrahegemónico desarrollado desde una bilbioteca.

 

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Rolo o collage realizado por los usuarios con las tarjetas antiguas de la biblioteca

 

El lema contracultural Do it yourself (Házlo tú mismo) lleva extendiéndose por el mundo bibliotecario anglosajón desde hace tiempo, y no sólo en lo que se refiere a los makerspaces. Es una forma habitual de denominar a los tutoriales de las webs de muchas bibliotecas. Por ejemplo en la web de la Biblioteca de la Universidad de Oregón tienen la sección Library DIY (Biblioteca Házlo tú mismo) básicamente una Ayuda detallando las informaciones que precisas para ser autónomo a la hora de manejarte con sus recursos.

 

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El Do It Yourself de la biblioteca la Universidad de Oregón

 

No deja de ser irónico que Do It Yourself se considere un lema contracultural, cuando es lo que llevan haciendo muchos bibliotecarios desde el principio de los tiempos. Aunque ha sido durante estos años de crisis cuando la cosa ha llegado al paroxismo.

Durante los años de bonanza la megalomanía de algunos ¿responsables? políticos les llevó a erigir grandes infraestructuras culturales que una vez hecha la pertinente foto para los medios, quedaron a merced de unos presupuestos anémicos. Instalaciones estupendas, emblemas arquitectónicos para sus ciudades que los discretos bibliotecarios tenían que llenar de contenido con los mínimos recursos. Tal vez por eso, y no por una decisión estética voluntaria, muchos de las soluciones decorativas tienen no pocas semejanzas con la estética propia de un centro escolar o resultan «adorablemente» demodé.

 

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Saloncito vintage en la Biblioteca Regional de Murcia

 

Y así la limpieza de formas y líneas que el prestigioso arquitecto de turno ideó para deslumbrar a los ciudadanos, conviven con carteles en cartulina, contenedores decorados con papel maché o centros de interés forrados con papel de colorines comprados en un chino. No cabe mejor imagen para expresar el contraste entre los sueños cosmopaletos de algunos y la gestión cotidiana de la cultura a pie de calle que ejercen, entre otros, los bibliotecarios.

Pero precisamente ese es el espíritu. Los millenials adoran el Do It Yourself, y las bibliotecas lo llevan practicando desde siempre. El éxito entre las nuevas generaciones de la estética ochentera está detrás de todo esto, el hacer las cosas con cuatro duros auxiliados por las grandes posibilidades que ofrecen las tecnologías. Donde no alcance el dinero, que llegue el ingenio y la ironía. Sólo así se puede sobrevivir mientras se va gestando este golpe de estado cultural que estamos promoviendo desde dentro del sistema.

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La estética propia de la música vaporware se alimenta de los referentes del pasado, de los primeros ordenadores y del pop más pasado de vueltas de los 80.

 

Y para cerrar con una demostración práctica, nada mejor que un poco de electro-disgusting del dúo barcelonés Las Bistecs. Se dieron a conocer poniendo a caldo el mundo del arte, eso sí insistiendo en que no nos la tomásemos en serio; y en este vídeo además de dar ejemplo de maximizar recursos, morro mediante, nos dejan una honda reflexión: «no tengas fe en el progreso, aunque luego vayas preso«:

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

El tiempo en nuestras manos

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Harold Lloyd con el tiempo en sus manos en 1923, y así estamos un siglo después, más colgados que nunca del reloj.

 

En la isla canaria de La Palma hay un túnel que los palmeros bautizaron como el tunel del tiempo. Y no, no tiene nada que ver con H.G. Wells sino más bien con la peculiar climatología isleña. Dado el microclima del archipiélago accedes al túnel en un día soleado y de cielos azules, y tras recorrer los escasos metros que lo forman: te encuentras en un día nublado y lluvioso. Pues bien, en algún punto de ese túnel es donde tienen que situarse las bibliotecas hoy día.

Y desde ese lugar impreciso del tránsito ¿qué es lo más valioso que las bibliotecas pueden ofrecer al público? Algo obvio una vez dicho lo anterior: simplemente tiempo.

En la web BingeClock te ofrecen la posibilidad de saber exactamente cuánto tiempo de tu vida vas a invertir cuando decides ver una serie completa. Por ejemplo, y hablando de series ya finiquitadas, la clásica Los Soprano supone una inversión de 3 días y 14 horas para completarla de un tirón, The wire supone 2 días y 12 horas y Breaking bad 2 días y 14 horas. Francamente en estos tres casos, es tiempo aprovechado. Aunque esto de cronometrarnos hasta el ocio empieza a resultar de lo más agobiante.

 

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La Tardis de la serie Doctor Who, un clásico de la ciencia ficción sobre viajes temporales de la televisión británica, que cada vez tiene más predicamento entre fans españoles. A más de uno le gustaría una tardis para remediar lo del Brexit.

 

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La cubierta desgastada y avejentada de este ejemplar de Momo de Ende es la mejor medalla que puede colgarse una biblioteca.

Javier Marías, en su columna de El País Semanal de hace una semana, hablaba de la diferente percepción del tiempo de cuando él era joven en comparación con la actualidad. Cualquiera que no sea un niño, sabe que los años no pasan igual según la década vital en la que estés instalado; pero la modernidad ha conseguido el prodigio de igualarnos a todos con un ritmo que supera generaciones. Y ese ritmo es cada vez más de vértigo.

Lo sentimos por Momo (y sobre todo por nosotros) pero la protagonista del libro de Michael Ende no consiguió su cometido, y los ladrones de tiempo con sus gadgets, redes sociales y demás distracciones han ganado la partida y nos han robado el tiempo. El eslogan de la primera ola digital era la información es poder, pero ya ha caducado. El tiempo es lo más valioso, lo más deseado y lo más escaso. Por eso cualquier servicio público (o privado) que aspire a sobrevivir a esta revolución digital lo primero que tiene que ofrecer a sus clientes es tiempo.

 

 

Y ¿cómo se ofrece tiempo a los usuarios de las bibliotecas? No difiere mucho de cualquier otro servicio, simplemente facilitándoles la vida con productos que les sirvan para gestionar mejor su ocio y formación:

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En la película In time (2011) los ricos poseen la fórmula contra el envejecimiento. Si los pobres quieren sobrevivir tendrán que ganarse el tiempo o morir. Lástima que una premisa tan interesante se desperdiciara en una película mediocre.

si hay un sector de usuarios que vive con angustia el paso del tiempo pese a ser jóvenes, esos son los estudiantes. El calendario del curso les obliga a administrar bien su tiempo si quieren obtener resultados.

Mucho se habla de los adolescentes como público dificil de atraer a la biblioteca, ¿pero qué hacen las bibliotecas con los que acuden en masa sin necesidad de atraerlos, pero a los que la oferta de la biblioteca (más allá de climatización, mesas y sillas) les importa bien poco? Ofertar cursillos rápidos de técnicas de estudio podría ser una manera de venderles la biblioteca mientras les proporcionas herramientas prácticas para lograr sus objetivos.

Y no se trata de sustituir a las instituciones docentes pero la labor complementaria de las bibliotecas puede ser esencial. Por ejemplo, en la biblioteca pública de Elmhurst (Illinois) los estudiantes con carné de biblioteca pueden obtener ayuda en línea desde la biblioteca para hacer los deberes.

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Las chicas de Advanced style, genio y figura hasta…donde sea

– en el otro extremo de esa gestión del tiempo estarían los jubilados. Sí, esos de los que hablábamos en La arruga es subversiva. Allí repasábamos algunas de las iniciativas bibliotecarias para este sector de población que en pocos años será el más numeroso. En las bibliotecas públicas de la ciudad de Spokane, en Washington, también lo saben y han convertido a sus bibliotecas en auténticos centros de recursos no sólo para mayores, sino para toda la familia.

La sociedad occidental ha perdido la relación con un hecho tan ineludible como es la muerte. Es el último asunto del que se quiere hablar, y sólo intrépidos como Jon Sistiaga se atreven a afrontarlo en los medios en su programa Tabú. Por eso es tan valiosa una programación como la de esta biblioteca estadounidense que bajo el nombre de Levantando el velo de la planificación senior, ayuda a prepararse para la inevitable decadencia. Desde cuestiones financieras, a adaptaciones del hogar para las limitaciones físicas de la edad, asesoramiento a familiares que cuidan a ancianos, pasando por gestión de ayudas o cómo preparar psicológicamente el inevitable fin.

 

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La escena del velatorio en Volver (2006) o convivir con la muerte como algo que forma parte de la vida.

 

– dando otro salto temporal nos situamos en la infancia. Uno de los deseos paternos más recurrentes en nuestros días es el de conseguir que los niños tengan una experiencia del tiempo similar a la que ellos tuvieron en su infancia. El reciente libro-juego Juegos de ayer y hoy aspira a servir de guía para que los niños recuperen la experiencia de juegos anteriores a la era digital que todo lo invade. Sus autores, los editores Eva María Rodríguez y Agustín Fernández-Tresguerres, lo recomiendan para bibliotecas y centros educativos; y ojalá que consigan su objetivo. ¿Conseguirá el brillo de las canicas contrarrestar aunque sea un poco el brillo deslumbrante de las pantallas?

 

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– pero más allá de necesidades generacionales, hay productos que se pueden desarrollar desde una biblioteca y que nos sirven a todos para gestionar mejor nuestro tiempo. Precisamente el viernes 8 de octubre se lanzó la plataforma de préstamo online de audiovisuales eFilm, un proyecto desarrollado por Infobibliotecas que promete dar mucho que hablar.

La biblioteca pública de Torrelodones es la primera en estrenar este servicio que a semejanza de plataformas de streaming multimedia comerciales, ofrece la posibilidad de disfrutar del cine en casa gracias a ser socio de una biblioteca. Viene a sumarse a la posibilidad también de prestarse libros digitales de que disponen ya todas las bibliotecas en nuestro país. Visitar la biblioteca físicamente para acceder a sus documentos ya es sólo una opción. El concepto de biblioteca pública mutando a cada paso, y de este modo, adaptándose a la gestión del tiempo de cada uno.

 

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La estupenda serie El Ministerio del Tiempo que tanto juego ha dado para dar a conocer los fondos de la BNE a través de las redes, en eFilm.

 

Según las últimas investigaciones Einstein, una vez más, tenía razón. Los experimentos realizados en un acelerador de partículas alemán confirmaron que el tiempo se mueve más lento en un reloj en movimiento que en uno fijo. Y las bibliotecas no paran de moverse, ahora sólo falta que el tiempo se dilate lo suficiente como para que los usuarios se den cuenta de que siguen mereciendo la pena.

Precisamente en África, donde el tiempo fluye de manera muy distinta a Europa, las bibliotecas revalidan su importancia gracias al ciclo de la vida. La implantación de las bibliotecas de semillas, que nacieron en los Estados Unidos, están consiguiendo que los agricultores de países como Costa de Marfil puedan diversificar y preservar los cultivos autóctonos.

 

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Detalle de la ‘semillateca’ de Treichville en Abidjan (Costa de Marfil)

 

Las semillas modificadas genéticamente se han ido implantado por tierras africanas marginando los cultivos que desde siempre habían protagonizado la agricultura local. Las bibliotecas, conservando y facilitando el trueque de semillas, permiten que la idiosincrasia agrícola no termine por perderse irremediablemente. Al mismo tiempo, proveen a los agricultores de libros que les ayudan a formarse y mejorar sus cultivos.

planteraonwhite¿Cabe mejor metáfora del paso del tiempo que el proceso de plantar una semilla, y cuidarla hasta que germine? En nuestro país la Biblioteca de semillas de la Universidad Politécnica de Cataluña ha importado con éxito esta idea. Ahora falta que se extienda y siga implantándose en bibliotecas públicas.

¿No sería fantástico «prestar» semillas acompañadas de una selección cuidada de libros, películas, música, cómics… que acompañasen el proceso de germinación? Abono para mentes, abono para semillas: el servicio bibliotecario definitivo para aprender a gestionar nuestro tiempo de manera más acorde con nuestro ciclo vital.

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Cuando despertó, la biblioteca todavía estaba allí

 

Cuando Augusto Monterroso escribió su microrrelato El dinosaurio en 1959, internet no se vislumbraba ni en las películas de ciencia ficción. Y en cambio, Monterroso estaba adelantando lo que iba a ser el futuro sin ni siquiera pretenderlo.

 

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Liniers dibujando la precuela del microrrelato de Monterroso

 

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Perfecto y rotundo en su brevedad. Un agujero negro a la imaginación más desatada condensado en 7 palabras. ¿Sabría de la existencia de El dinosaurio, Jack Dorsey cuando inventó Twitter? Con los 50 caracteres que sobran para los 140, la historia habría podido dar para una secuela.

Y es que si ‘lo bueno si breve, dos veces bueno’: se ha convertido en axioma digital al que nadie parece poder toserle. Según Jakob Nielsen reconocido especialista en usabilidad web, estas son algunas de las directrices que todo el que escriba en internet debe seguir:

  • Hacer enumeraciones
  • Resaltar palabras claves (bien con negrita o hipervínculos)
  • Expresar una idea por párrafo
  • Utilizar frases cortas
  • Emplear subtítulos claros y explicativos

Algunas de estas recomendaciones, si bien no en todas las entradas, es posible observarlas más o menos en muchos de los artículos de este blog. Jakob Nielsen lleva años dedicado a impartir doctrina en torno a estos asuntos, y las propias plataformas digitales en las que se escribe están moldeando según esos criterios el estilo de todo el que se aventura a darle al teclado.

 

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El vergonzoso semáforo rojo de la Legibilidad señalando al post previo

 

Hace pocas semanas con la última actualización de WordPress, el sistema que soporta (en todos los sentidos de la palabra) a este blog, se añadió una nueva prestación. Legibilidad, bajo este nombre se ha incorporado una nueva pestaña dentro del protocolo SEO que aparece bajo cada post juzgando inmisericorde lo que has escrito para ver hasta dónde te ajustas a las normas.

SEO, por si alguien le sigue sonando a chino, son las siglas de search engine optimizers. Es decir, recursos para hacer que lo que publicas llegue a más gente al ser fácilmente localizable por los buscadores.

 

 

El SEO sanciona cualquier desviación de su ideario marcando a tus posts con un punto rojo, y en caso de ajustarte a sus prescripciones, adornándolos con un punto verde. Desde que el SEO llegó a la vida de los escribas digitales, todos somos como Penny la novia de Leonard Hofstadter en la serie The big bang theory. En un episodio, el compañero de piso de Leonard, Sheldon Cooper, intentaba modificar el comportamiento de Penny mediante refuerzo positivo gracias a los bombones. Y es intuir el semáforo verde, y todos salivamos cual perros de Pávlov.

 

 

Contravenir los mandamientos SEO puede acarrear, no ya la falta de bombones, sino el golpe más doloroso en el frágil ego de cualquier juntapalabras digital: ni un triste Me gusta, ni un Compartir, ni siquiera un porcentaje de visitas respetable en las estadísticas. Pero sin ánimo alguno de rebeldía, en este blog hace unos meses contravenimos a conciencia al protocolo SEO y sobrevivimos para contarlo.

 

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El #postenobras marcado en rojo en un mar de verdes

 

En nuestro #postenobras se buscaba con premeditación y alevosía (e incluso algo de nocturnidad por el horario en que fue escrito) incumplir una a una las dosis de sensatez digital a las que nos induce el tan celebrado SEO. Y es hasta posible que el post incurriera en otros atroces delitos de posicionamiento digital de los que ni siquiera éramos conscientes. Pasado un tiempo prudencial, es momento de confesarnos y mostrar el resultado de este brindis al sol, de este suicidio estadístico. Para ello, nada mejor que comulgar con el tono exhibicionista que exigen estos tiempos digitales, y sacar a la luz las intimidades de este blog.

 

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Ranking de las entradas más vistas del último año en este blog

 

En los cuatro meses desde que fue publicado el #postenobras, huérfano de cualquier refuerzo para posicionarse, aparece como el quinto más visitado según las estadísticas de WordPress, el más comentado, y el segundo más compartido en Facebook. ¿Es esto un gesto desafiante a las recomendaciones de gurús y plataformas digitales?

NO (y quien quiera saber del porqué de esta negación rotunda que le dé al enlace)

Es momento de una tregua para analizar lo sucedido.

 

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Ilustración de Shintaro Kago

 

Según un artículo publicado en la edición mexicana de la revista Forbes el futuro de la publicidad pasa por el neuromarketing. El escritor e investigador estadounidense Jürgen Klaric sostiene que el neuromarketing (la aplicación de técnicas propias de la neurociencia para indagar en las reacciones del consumidores) es el futuro de la publicidad. Escudriñar nuestros cerebros mediante electroencefalogramas, resonancias magnéticas o eye-tracking (seguimiento del ojo) para así manipularnos mejor. El consumo luego existo elevado a su máxima potencia.

Como reza otro artículo a cuenta del neuromarketing en la misma publicación:

¡No le tengas miedo al neuromarketing! Esta herramienta te ayuda a entender a tu cliente desde un ángulo que ni él mismo te podría explicar.

La lógica comercial nos necesita predecibles y para ello nada mejor que fomentar el miedo a quedarse fuera del baile bien sea por viejo, desfasado tecnológico o pobre. Así una vez descapotados los cerebros gracias al neuromarketing todos seremos más previsibles y por tanto más felices consumiendo.

Al igual que con el SEO, tampoco se trata de despotricar contra el neuromarketing. Todo lo contrario, si alguien se decidiera a aplicarlo para hacer que la gente leyera más, entonces tanto escrúpulo tonto se nos esfuma en un clic: ¡qué viva el neuromarketing aplicado a bibliotecas! (una vez dicho lo cual nos queda una reflexión pendiente: ¿y cómo sería el neuromarketing aplicado a bibliotecas?)

 

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App de lectura rápida desarrollada por la empresa Spritz. Permite doblar o triplicar la velocidad de lectura, hasta pasar de las 250 palabras a las 1000 palabras por minuto.

 

No, no va de resistirse a los beneficios que puedan reportar estas técnicas o herramientas en un pueril acto de autoafirmación. Va de resistirse a que nos pongan uniformes, a que nos estandaricen (ni escribiendo, ni consumiendo), a que nos encorseten, a que nos estereotipen.

Cuando Monterroso escribió El dinosaurio no dio un ejemplo de concisión, de síntesis, de economía, de claridad. No, otra vez, no. Lo que impartió, sin ánimo pedagógico alguno, fue una lección de imaginación, de experimentación, de sugerencia, de libertad. ¿Qué habría sido de los estilos de un Borges, un Proust o un Joyce de haber escrito bajo los designios del protocolo SEO? ¿una sucesión de semáforos rojos junto a sus posts? De haberse dado la ucronía, lo más seguro es hubieran elegido gustosamente ser atropellados.

Y aunque el SEO no está pensado para textos literarios, puede que la suerte de este futuro que se prevé tan reglamentado, sea que nos proporcionará innumerables ocasiones para poder saltarnos las normas, de romperles los esquemas a los algoritmos y descubrir cosas nuevas. Eso sí, para infringir a conciencia las normas antes siempre ha sido necesario conocerlas.

Nota: Por cierto, una última intimidad. A este post el semáforo SEO resultante le sale en ámbar. Ahora tendremos que decidir si nos arriesgarnos a dejarlo así, y que nos atropellen, o hacer algo para que se ponga verde.

 

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Lectora asidua de la aplicación de lectura rápida

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Testosterona y #bibliotecas

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En el desaparecido programa de televisión Carta blanca (2006), el cineasta, escritor, guionista de cómics, psicomago (o simplemente charlatán de feria, según quien lo juzgue) Alejandro Jodoroswky, llevó a la filósofa queer Beatriz Preciado antes de que se convirtiera en Paul B. Preciado.

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Guillaume Gallienne y su comedia autobiográfica sobre el proceso para salir del armario como heterosexual.

Uno de los momentos más impactantes o curiosos (en el 2006 aún sorprendían un poco según qué cosas) fue cuando la autora del Manifiesto contra-sexual, abrió un sobre que contenía testosterona y se lo aplicó en el brazo. Según relataba estaba en plena experimentación con la hormona más característicamente masculina para utilizarla como droga política. El ensayo corporal que Preciado representó hace 10 años mediáticamente, ha terminado convirtiéndola en el primer filósofo transgénero pansexual.

Tras esta administración continuada y regulada de testosterona, tras este ensayo corporal, Preciado ha seguido publicando artículos, y por supuesto, leyendo.

 

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Paul B. Preciado en uno de sus proyectos en Buenos Aires

 

Se puede decir que en su caso era un hábito más que adquirido. Pero junto con las tonalidades más graves de su voz, o el incremento del deseo sexual, en ninguno de los efectos que Preciado describe de la testosterona se incluye el desafecto por la lectura. Queda, pues, demostrado empíricamente que testosterona y lectura no son excluyentes. Siendo así, ¿por qué los índices de lectura en varones siguen marcando tan a la baja?

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La imagen perfecta para una campaña de fomento de la lectura en Forocoches

El discurso sobre el hombre blandengue de El Fary que incluíamos en el post precedente (Rashomon bibliotecario) hoy sólo llama a la risa, pero ¿qué porcentaje sobrevive de las carpetovónicas ideas del cantante en ese desafecto hacia la lectura?

Desde finales del XIX, el discurso feminista ha sido pionero no sólo en reivindicar los derechos de las mujeres, sino también en estudiar la figura del hombre (una cosa conlleva a la otra). Pero no fue hasta la década de los 80 cuando surgió en los Estados Unidos, el Movimiento mitopoético de hombres con el poeta y activista Robert Bly a la cabeza, que con su bestseller El hombre de hierro afrontó la cuestión de la masculinidad a finales del XX.

No fue el único enfoque, y así movimientos de lo más dispar buscaron reubicar la figura masculina en el nuevo terreno de juego. ¿Lo han logrado?

 

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El padre y marido de Fuerza mayor (2014) incurriendo en dejación de funciones como protector de la manada al dejarse llevar por el pánico.

 

En la película sueca Fuerza mayor (2014), una familia compuesta por padre, madre y dos niños van de vacaciones a una estación de esquí. Cuando están comiendo en la terraza de la estación un alud de nieve cae amenazando con sepultarles. Mientras la madre protege a los niños, el marido arrastrado por el pánico huye para salvarse. Finalmente no pasa nada, pero a partir de ahí ya nada será igual en el matrimonio. El instinto de supervivencia del hombre ha agrietado a esa pareja sueca moderna, culta, civilizada, y que se intuye, educa a sus hijos de modo no sexista.

 

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El patético troll Milo Yiannopoulos, se ha hecho célebre en las redes gracias a su discurso sexista, racista, y homófobo. Toda una provocación calculada para ganar celebridad como adalid del neomachismo gay.

 

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El psicólogo Gabriel J. Martín y su libro sobre masculinidad desde el mundo gay

Según resumió la doctora en sociología Mª José Jociles Rubio bajo el título de El estudio sobre las masculinidades:

«Los varones aprenden antes lo que no deben hacer o ser para lograr la masculinidad que lo que deben hacer o ser. Hacer valer la identidad masculina es, ante todo, convencerse y convencer a los demás de tres cosas: que no se es bebé, que no se es homosexual y, principalmente, que no se es mujer; algo que no ocurre del mismo modo en el caso de las mujeres.»

 

 

Y ¿a partir de qué momento se incluyó el no leer dentro de las negaciones que constituían la identidad masculina? En siglos anteriores al XX, el hombre instruido, el hombre leído formaba parte del prototipo de lo que se suponía un líder en la sociedad de cada momento. Pero poco a poco, según los medios de masas configuraron el siglo precedente, y definen absolutamente el presente (internet mediante): la lectura ha ido perdiendo brillo como elemento en la construcción de la identidad masculina de las nuevas generaciones.

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Los seis volúmes de Mi lucha de Karl Ove Knausgärd o la condición masculina expuesta de la manera más cruda

No sabemos si Eloy Fernández Porta arrojó alguna luz sobre esta cuestión, en el seminario que sobre nuevas masculinidades impartió el pasado otoño en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Tampoco si Michael Kimmel, fundador del Centro para el Estudio del Hombre y las Masculinidades, llegará alguna conclusión en el primer máster sobre masculinidad que arrancará en 2017 en Nueva York. Pero de lo que no cabe duda es que la cuestión masculina está reclamando su lugar en los estudios culturales.

Ser hombre está de moda, mejor dicho, reflexionar sobre lo que es ser hombre, está de actualidad. Y las bibliotecas no pueden ser ajenas a ello. ¿Ha trascendido algo de estos movimientos de «liberación» masculina en los hombres occidentales del nuevo siglo? Si nos atenemos a muchas de las reacciones en las redes sociales, o a la cobertura de las últimas Olimpiadas está claro que no. El repliegue estadístico de los hombres lectores frente al auge de las mujeres: ¿es consecuencia de la apropiación femenina de ámbitos culturales hasta ahora androcéntricos; o un síntoma de la irrelevancia de la cultura en una sociedad capitalista hipertecnificada?

 

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Koren Shadmi nos relata sus propios experiencias en el mundo de las citas en el cómic Adicto al amor

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«Siento compasión por los hombres» ha declarado Hanya Yanagihara, la autora de la última sensación literaria estadounidense que aborda las vidas de cuatro amigos

 

Reductos culturales típicamente masculinos, como han sido el cómic o los videojuegos, están siendo colonizados por mujeres. Mientras, los gimnasios se llenan de hombres que se esfuerzan con dietas hiperprotéicas y levantando pesas para exagerar los atributos propios de su género. Entretanto, sin más restricciones que las del ancho de banda, viven inmersos en la pornotopía que les suministra internet: un mundo en el que las mujeres vuelven a ser complacientes y sumisas.

Pero hasta en esta fantasía, irrumpen mujeres como la cineasta Erika Lust reclamando un enfoque femenino de la pornografía. Y para echar más leña al fuego, en el último número de algo tan inequívocamente masculino como es la revista Playboy: la cantante Sky Ferreira será la primera conejita que además de posar, ejerza de directora de arte y colaboradora creativa del reportaje. Un cambio más tras la decisión de la revista de dejar de mostrar desnudos. La esquizofrenia de la virilidad 2.0 está servida.

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Sky Ferreira, conejita con voz propia

Y ante este panorama tan experimental para la teoría de géneros, ¿cómo hacer que la lectura vuelva a ocupar su lugar en la construcción de la identidad masculina? ¿Acaso promoviendo una campaña de fomento de la lectura en Forocoches? ¿Publicitándola como el mejor estimulante del riego sanguíneo que puede ayudar a mitigar la calvicie? ¿Postulándola como alternativa natural a la viagra para estimular al órgano más grande implicado en el acto sexual: el cerebro? ¿Promoviendo una campaña de fomento de ídem a través de los grandes clubes de fútbol?

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El Athletic de Bilbao dando ejemplo de club fomentando la lectura y el deporte

 

No sería nada novedoso, aparte de Letras y fútbol del Athletic de Bilbao, campañas norteamericanas como Get Caught Reading, llevan años aprovechando el tirón popular de estrellas del deporte, y otras celebridades, para promover la lectura. En fin, no pasemos de la pornotopía a la utopía sin más. Pero llegar a acuerdos con cadenas de gimnasios o con federaciones deportivas, no es tan extraño, y puede ser factible para muchas bibliotecas en su ámbito más cercano.

 

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Enemy (2013) una fantasía sobre la masculinidad basaba en Saramago

Puede que Marco Ferreri tuviera toda la razón y su película El futuro es mujer (1984) se esté cumpliendo a rajatabla. Pero como no parece que en ese futuro vayan a dejar de estar presentes los hombres, algo habrá que ir ideando para conseguir, ahora sí, que pertenezca por igual a ambos.

Y como sólo hace falta rastrear un poco la actualidad para comprobar lo candente del asunto, estos días han surgido dos noticias que parecen publicadas ad hoc para cerrar este post. Por un lado, la delirante tendencia que se está dando entre varones norteamericanos de inyectarse botox en el escroto, para alisarlo y hacer que gane en volumen (sic). Es la técnica conocido como el scrotox. Algo que hubiese formado parte seguro del argumento de algunas de las películas españolas que Diego Galán ha rastreado para su documental Manda huevos.

 

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Hugh Jackman en el indescriptible sketch de la película Movie 43 (2013)

 

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Como continuación, o mejor dicho complemento, del excelente Con la pata quebrada (2013) en el que Galán recorría la historia de España desde la República hasta nuestros días a través de la figura de la mujer en el cine español; con Manda huevos (que se estrena este viernes) ha vuelto a revisar más de 200 películas para extraer un retrato fidedigno del macho español a lo largo del siglo XX. ¿Evolucionará la identidad masculina más allá de esos clichés que tan gozosamente recopila el documental? Confiemos en que sí, y que en ese proceso de emancipación masculina jueguen un papel importante la lectura y las bibliotecas, al igual que lo han estado en el femenino.

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Rashomon bibliotecario: busque, compare y si encuentra algo mejor, léalo

 

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¿Estaría Lawrence Durrel influenciado por Rashomon al emprender su maravillosa tetralogía de Alejandría?

En 1950, el director japonés Akira Kurosawa deslumbró a la crítica mundial con su película Rashomon. El relato sobre una violación y posterior asesinato en un bosque se convirtió bajo la mirada del genial cineasta en un relato a cuatro voces entre los testigos del suceso. Tanto es así, que hasta dio nombre al Efecto Rashomon, o cómo distintos individuos pueden narrar un mismo hecho, e influidos por su percepción y subjetividad: dar relatos que difieren sin que ninguno se pueda calificar como falso.

No vamos a equiparar a las bibliotecas con un crimen (aunque el modo en que las maltratan algunos responsables políticos se pudiera calificar como tal) pero sí que es perfectamente aprovechable este Efecto Rashomon como perspectiva desde la que asumir las versiones que sobre una misma institución, pueden tener los diferentes sectores de la población.

¿Qué sería lo más cercano a un Rashomon bibliotecario? La primera respuesta se nos antoja obvia: un estudio de usuarios.

 

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Tabla de uno de los estudios recientes más completos que se han hecho sobre el valor de las bibliotecas en nuestro país: Estudio de Impacto Socioeconómico de las Bibliotecas de la Comunidad Foral de Navarra

 

En este sentido, lo más reciente sería el informe sobre bibliotecas Book Reading 2016 del Pew Research Center del que ya hablábamos hace dos semanas. Pero en esta ocasión no nos interesa tanto las expectativas que los usuarios tienen respecto de las bibliotecas, como las diferencias según edad, sexo, estudios, clase social que condicionan sus deseos al respecto. Lo que trasladándonos al ámbito publicitario denominarían target o mercado objetivo: el destinatario ideal de un producto y servicio.

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Luis Bassat, un referente hablando en publicidad en nuestro país.

Y ¿quienes son los destinatarios ideales de una biblioteca? He ahí la cuestión, que son tooooda la población. Así pues pongámonos elegantes, los caballeros con traje y corbata, las damas con tacones y faldas entalladas, fumemos como si no hubiera un mañana y sirvámonos copas del minibar. Si en el post previo citábamos la serie Mad men, en este post nos situamos directamente en el despacho del carismático Don Draper. Estamos una reunión de creativos y nuestros clientes son absolutamente todos.

¿Cómo diseñar una campaña lo suficientemente atractiva para seducirles? Si tantas cosas han absorbido las bibliotecas del mundo empresarial, ¿por qué no también las campañas publicitarias?

 

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«Hace que tu casa parezca más grande» «Piensa en pequeño»

 

Precisamente en 1960 se lanzó la revolucionaria campaña de Volkswagen en los Estados Unidos: «Think Small» (Piensa en pequeño). La agencia publicitaria DDB se enfrentaba a un gran reto, convencer a los norteamericanos coetáneos de Don Draper de que dieran una opción a los coches pequeños obsesionados como habían estado, desde siempre, con los coches grandes. ¿Cómo lo consiguieron? Siendo honestos y resaltando la característica que les diferenciaba: su tamaño.

¿Qué podría extraerse de esta campaña para las bibliotecas? Que no las vendamos como lo que no son. No son guarderías, no son centros educativos, no son museos, no son galerías de arte, no son cines, no son videoclubes, no son tiendas de cómics, no son cibercafés, no son centros sociales… Son todo eso, y mucho más. Olvidémonos de una vez de que fomentan la lectura, y defendamos que fomentan la cultura, así a lo grande. Un posible eslogan que le quite el miedo a los que no se acercan: no te adaptas tú a la biblioteca, la biblioteca se adapta a ti.

 

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«Ven donde está el sabor»

 

Las nuevas generaciones no recordarán la típica sintonía del hombre Marlboro. En el siglo XXI sería impensable un anuncio de cigarrillos en las televisiones; ni tampoco ninguna campaña publicitaria que recurriese al vaquero tipo John Wayne como modelo a imitar. Tras los metrosexuales, los ubersexuales, los andróginos, los tecnosexuales, o cualquier otra etiqueta que se quieran inventar para vender: es difícil (afortunadamente) que el estereotipo de virilidad se siga rigiendo por patrones propios del western.

Pero en 1955, que fue cuando lanzaron dicha campaña, la imagen del macho como Dios (¿pero cual?) manda: seguía vigente aunque ya se insinuaran en el horizonte las orejas de la liberación femenina que todo lo iba a trastocar. Aunque en la España de los 80 aún quedaban ejemplares patrios, que guardaban las esencias.

 


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La idea era clara, el hombre libre, independiente, fuerte, aventurero. ¿Se puede rescatar algo de esta campaña para los hombres del siglo XXI? Sin duda, algunas estupideces se han renovado en versión 2.0. Por ejemplo la poca afición por la lectura que se hace patente en que el porcentaje de no usuarios de bibliotecas según el citado estudio de Pew Research Center, sean hombres. Y en esto no nos diferenciamos en nada de los estadounidenses, según el informe de la OCDE de 2015, los chicos son los que menos leen, y su déficit de lectura afecta a sus calificaciones; todo lo contrario que en el caso de las chicas.

Entonces, ¿qué lectura en clave bibliotecaria se puede hacer del hombre Marlboro? Que si se trataba de idealizar un estilo de vida, una vía de seducción para los jóvenes podría pasar por convencerles de que no hay mayor rebeldía que la lectura, que tal y como están las cosas es lo más contracultural que puedes hacer. Algo así como convencerles de que el James Dean, rebelde sin causa en el siglo XXI iría a la biblioteca; pero sin recurrir a James Dean, que ni les suena.

Y en el otro extremo, para los hombres que sí recuerdan la sintonía del hombre Marlboro: insinuándoles (con mucho tacto) que la cultura es lo único que aporta dignidad cuando el cuerpo se empeña en ir negándotela, que aporta un plus que evitará que nadie te trate como un niño, ni te llame abuelo sin ser tu nieto.

 

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Hot dudes reading (Tios calientes leyendo) una cuenta de Instagram en la que se publican fotografías de hombres pillados, supuestamente, a traición leyendo en espacios públicos. ¿Si realmente son pillados in fraganti, ninguno ha denunciado el uso de su imagen, o acaso están encantados?

 

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Peggy Olson ganando en color temporada a temporada de Mad men

En tiempos más cercanos, 2004, la campaña del jabón Dove bajo el eslogan «Belleza real», se ha erigido como una de las mejores campañas de todos los tiempos. Es emblemático de un tipo de publicidad que desde entonces no ha dejado de explotarse: detectar un tema especialmente sensible para un determinado target, y tratarlo abiertamente dándole la vuelta.

Peggy Olson, la pupila de Don Draper, y única creativa de la agencia de Mad men, habría estado entusiasmada con esta campaña (bueno en general todas las mujeres de Sterling Cooper, que así se llamaba la agencia). La reivindicación orgullosa del cuerpo femenino fuera de cánones impuestos, y corsés autoritarios de la industria de la moda, era un auténtico bombón para seducir a las mujeres.

 

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¿Qué enseñanza podemos sacar para vender las bibliotecas al target femenino? Pues resulta un poco irrelevante, porque precisamente si hay un público que apoya las bibliotecas, las usa, las visita y las celebra, según las encuestas: esas son las mujeres. Así que sólo hay que perseverar en lo que bueno que se ha ido haciendo, y seguir apostando por lo mismo que el jabón: la naturalidad. Ya recordábamos a través de Elvira Lindo, en Feminismo de gran almacén, la deuda que los literatos (y las bibliotecas) tienen hacia las mujeres en general como ávidas lectoras; y en particular hacia las amas de casa que se subieron al tren de la cultura cuando pudieron y cómo pudieron.

 

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No solo el jabón Dove, la empresa de cosméticos MAC quiso transformar a mujeres anónimas. Es el caso de Sharon Marcus, una bibliotecaria que se prestó para esta campaña de MAC.

 

En este caso tan sólo hay que perseverar en el empoderamiento femenino (palabreja fea, pero en boga, así que si estamos en modo publicitario no vamos a negar la mayor); pero siempre yendo más allá. Por ejemplo, buscando la complicidad de las mujeres no sólo como usuarias, sino como agentes activas de la promoción bibliotecaria entre el sexo opuesto. Es la enseñanza que podemos sacar de la jocosa campaña de la línea de productos para baño masculinos Old Spice, una de las más exitosas de los últimos años.

¿Cómo hacer que los hombres usen Old Spice? Seduciendo a sus mujeres que son las que mayoritariamente compran el gel de baño. Por ello, más de 180 vídeos dirigidos a las redes sociales protagonizados por apuesto galán bajo el título: «Tu hombre podría oler como él«, con versiones cada vez más divertidas que terminaron por seducir a mujeres y a hombres.

 

 

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Javier Montes y Andrés Barba, listos para una buena campaña de promoción de la lectura

¿Tendrían el mismo éxito una campaña protagonizada por literatos como Andrés Barba, Javier Montes, Jen Lapidus, Paul Auster o Javier Vela? Seguro que entre las féminas lectoras, sí; y poco a poco, igual el sex-appeal de lo literario calaba entre el género masculino.

El filón publicitario podría seguir infinito (¿Te gusta conducir? ¿Te gusta leer?, La Biblioteca te da alas, Préstatelo, préstaselo, Piensa diferente (ven a la biblioteca), Si lees, no conduzcas, Bienvenido a la república independiente de mi biblioteca) pero aparquémoslo por el momento aquí, no sin antes volver a beber de la sabiduría publicitaria de Don Draper.

En la web de la empresa de posicionamiento web Optimizaclick, dedicaron un artículo a resumir las 7 grandes lecciones que había legado Mad men al mundo del marketing. Sólo hace falta leerlas teniendo a las bibliotecas en mente, para comprobar cómo se ajustan como un guante a los objetivos propios de estas instituciones. ¿Quién sabe?, igual de existir un Don Draper en nuestros días, sería bibliotecario en vez de publicista.

 

  1. Toma como referencia las necesidades del cliente
  2. Aprende de tus errores
  3. Cautiva constantemente a tus clientes
  4. Da una vuelta de tuerca a tus estrategias
  5. Complace con ideas a través de emociones
  6. Evalúa tu trabajo y ayúdate de las experiencias personales
  7. No existen las individualidades, solo el trabajo en equipo

 

«Lo que tú llamas amor lo inventaron tipos como yo para vender medias»

Don Draper

» Lo que tú llamas cultura lo reinventaron tipos como los bibliotecarios para vender sus servicios»

Infobibliotecas

 

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