Coleccionables de biblioteca: ecosistemas culturales urbanos

 

Como lágrimas en la lluvia. La poética aportación del añorado Rutger Hauer al monólogo final de Blade Runner se ha convertido en el tempus fugit de un tiempo nuevo. Un tiempo que, como todos, ya se ha hecho viejo.

Las decoradoras de la serie Mad Men optaron por mucho mobiliario de los 50 al que, poco a poco, iban añadiendo detalles de los 60. Los cambios de década, por marcados que estén en el calendario o la memoria (salvo algún hecho excepcional o traumático): nunca son tajantes. Y así nuestro entorno, como nuestro cuerpo, sigue cambiando sin que casi nos demos cuenta.

Quiosco neoyorquino en los años 30.

 

Y de las series al cómic: los dos medios fríos (según Marshall McLuhan) que triunfan en nuestro días. En el delicioso y contemplativo cómic ‘El caminante’ de Jiro Taniguchi: un hombre sale a pasear. No hace falta más trama, ni intriga. Las preciosistas viñetas no muestras otra cosa que lo que plácidamente va observando. Algo que pocas veces nos concedemos en nuestros viajes por nuestras calles.

 

Cierto, que en los últimos años, el paisaje urbano se nos ha hecho dolorosamente presente a base de escaparates vaciados, locales cerrados y signos inequívocos de una decadencia que alteraba el corazón de muchas ciudades. Pero es muy probable que no hayamos reparado, porque pese a sus alegres colores siempre han sido muy humildes: de los muchos quioscos que ha ido echando el cierre. Y no, no ha sido tanto por la crisis, sino por el cambio de hábitos y por la irrupción de lo digital.

No existen datos oficiales pero se calcula que un 40% de los quioscos españoles han cerrado en los últimos años. En las redes sociales es habitual, entre perfiles de internautas amantes de la lectura: que cada cierto tiempo se compartan noticias lamentado cierres de librerías o bibliotecas. Pero de los modestos quioscos pocos se acuerdan.

 

El artista chino Liu Bolin invisible frente a un quiosco. Una imagen involuntariamente expresiva sobre la invisibilidad en la que se suman muchos elementos del paisaje urbano sin que apenas nos percatemos.

 

No viene mal un reconocimiento desde las bibliotecas y librerías a la labor que los quioscos llevan realizando desde hace muchos lustros. En realidad, se podría decir que bibliotecas, librerías y quioscos han conformado el ecosistema cultural de las poblaciones hasta ahora. Los humildes negocios de los quioscos no ocupan ningún escalafón en el ranking de las instituciones culturales. En cambio, han nutrido cultural/informativamente a más público que bibliotecas y librerías juntas.

Bibliotecas y librerías siempre se asocian a un concepto de cultura: que por muchos esfuerzos que se han empleado y se emplean: nunca termina de calar en ese enorme nicho de no usuarios/no clientes que se resisten. Los quioscos, centrados principalmente en la venta de publicaciones periódicas, fueron añadiendo a su oferta golosinas, libros, coleccionables, mapas, planos…hasta conformar un atiborrado y barroco collage decorativo para mitigar la grisura de muchas calles. 

 

El crítico de televisión y escritor Bob Pop hace un retrato de la realidad de nuestro país a través de los titulares de publicaciones de quiosco: de los periódicos a las revistas del corazón. 

 

Pero como insisten muchos quiosqueros veteranos entrevistados en los numerosos artículos que están levantando acta de defunción para sus negocios en los últimos tiempos: sobre todo son comercios de proximidad y saludable vecindad. Generan barrio, generan comunidad, generan lazos de amistad: y en eso, se siente, les han llevado ventaja a las más exquisitas bibliotecas y librerías.

Una dulce venganza en medio de este canto de cisne digital para los quioscos: ha sido el fracaso de los quioscos digitales. Plataformas como Blendle o Texture no han dado los resultados esperados agregando artículos de diversos medios para ofrecérselos a los internautas. Algo que no deja de resultar llamativo cuando, en contraposición, los quioscos digitales en plataformas como eBiblio: no dejan de engrosar las estadísticas de préstamo digital de las bibliotecas.

 

Blendle el quiosco digital, que se vendía como el iTunes del periodismo, pero no ha obtenido el éxito que se pronosticaba.

 

Pero dejando lo digital de lado (tiene guasa decir esto desde un blog) y volviendo a lo que aportan los quioscos al medio ambiente cultural urbano. Las relaciones bibliotecas-quioscos tienen antecedentes que las hermanan más allá de lo que cabría imaginar en un principio. En 1927, en la ciudad de Murcia, se abría la primera biblioteca pública de la ciudad en una de sus más céntricas plazas: y lo hacía en forma de quiosco. Desde entonces, no han sido pocas las bibliotecas que, cuando han dicho de salir a invadir espacios urbanos: han recurrido al formato quiosco.

 

Publicación de 1927 dando la noticia de la apertura de la biblioteca pública de Murcia en un quiosco. 

¿Es quizás el momento de que los quioscos desahuciados (al igual que antes lo fueron las cabinas telefónicas) sean invadidos por las bibliotecas?

Los requisitos legales e impositivos para mantener un negocio de quiosco son especialmente gravosos en muchas ciudades. Pero antes de que queden como mobiliario urbano abandonado, afeando las ciudades: ¿no sería una opción, por parte de las autoridades municipales, reconvertirlos como puntos de servicio bibliotecarios? Oficina de información municipal+biblioteca: todo en uno. Bibliotecas, una vez más, como ladrones de cuerpos urbanos abandonados.

Aunque la manera de hermanar definitivamente a quioscos y bibliotecas debería pasar porque, en el inicio de un nuevo curso, o ante el año nuevo, alguien se decidiera a lanzar un coleccionable bibliotecario.

¿Qué podría conformar ese coleccionable? ¿Tal vez fichas de catálogo para hacer con ellas scratchbook o manualidades? ¿De marcapáginas? ¿Sellos con logos de bibliotecas? ¿Reproducciones de carnés de biblioteca de celebridades? ¿Carteles de campañas para fomento de la lectura? ¿Objetos que la gente olvida entre las páginas de los libros? No sabemos si superarían las ventas de los coleccionables con dedales decorativos, teteras en miniatura, camiones articulados, rosarios bendecidos por el Santo Padre o cascos de moto: pero seguro que tendrían su público.

 

 

Pero mientras que alguien se atreva a llevar a adelante alguna de las ideas: ¿qué podrían aprender las bibliotecas de los quioscos? Por encima de todo: perseverar en un concepto de cultura tan amplio que no excluya a nadie, pero sobre todo perseverar en establecer más y más lazos de vecindad, de comunidad con los ciudadanos y generar barrio, generar comunidad física.

Más de un bibliotecario municipal, o de biblioteca de barrio, pensará que qué le van a contar de lo que es generar relaciones de vecindad cuando, día sí, día también, hay que ampliar plazos de préstamo o quitar sanciones porque: Juana, Perla Nerea, Carmen, la hija de Pepi, Rojina, Rachid, Paco, Oksana o Ramón se han despistado con los plazos. Biblioteca de mesa camilla y brasero. No literalmente, pero sí como espíritu para elaborar productos y servicios que no pierdan de vista lo más importante: las relaciones interpersonales como sustento de los espacios bibliotecarios.

Y si hablamos de cultura popular, de barrio, de quioscos, de publicaciones en papel y de tener calle, mucha calle: ¿qué mejor que terminar con una de Sabina pasado por el tamiz de María Jiménez?

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas para imbéciles

No ha sido habitual, desde que llevo este blog y las redes de Infobibliotecas, que recurra a la primera persona (solo hay otro post en que lo hice): pero para lo que voy a contar resulta importante que me salga de lo habitual.

Voy a hablar de cómics (al menos esa es mi intención al empezar, pero como bien sabe quien frecuente este blog: aquí se sabe como se empieza pero nunca como se termina). Desde hace ya bastante años soy el responsable de la Comicteca de la Biblioteca Regional de Murcia. Y por eso precisamente no he dedicado nunca un post de Infobibliotecas a hablar de cómic. Ya los tengo muy presentes en mi día a día. Pero en esta ocasión la actualidad hace que resulte oportuno y hasta necesario.

 

Superman de icono yanqui a hijo de la URSS.

 

Esto va a sonar a autobombo (porque lo es) pero entre las muchas alegrías que me ha dado la Comicteca, una de las más satisfactorias, ha sido cuando ha trascendido las fronteras de nuestro país: y se han hecho eco de ella en latitudes muy lejanas.

La Comicteca de Cali puesta en marcha siguiendo las pautas que surgieron a raíz del Proyecto Comicteca que promovió el CERLALC allá por el 2009; la traducción al portugués de dichas pautas por parte del gobierno de Sao Paulo para distribuir en sus redes de bibliotecas, y así, ir creando comictecas en Brasil; o el reportaje que sobre la Comicteca BRMU que se publicó en la revista de la Feria del Cómic de Moscú.

 

Las pautas de la Comicteca BRMU adaptadas al portugués para las bibliotecas paulinas.

 

Pero en los últimos días, casi solapándose, llegan dos noticias de lo más inquietantes desde dos de esos países: que tan esperanzadores señales daban hace unos años en torno al cómic: Brasil y Rusia. Empecemos en la ciudad del Pan de Azúcar.

Spiderman y los movimientos por los derechos civiles en los años 60.

En la Bienal del Libro de Rio de Janeiro el alcalde de dicha ciudad (Marcelo Crivella, aliado de Bolsonaro, y sobrino del dueño de la Iglesia Universal del Reino de Dios) ha manifestado su enfado porque el Tribunal Supremo brasileño haya levantado la prohibición que recaía sobre un cómic de superhéroes de la Marvel, concretamente de Los Vengadores, en el que dos de sus protagonistas masculinos se besan apasionadamente.

Que los cómics de superhéroes siempre han sido sensibles a los movimientos sociales de cada momento es algo sabido. Combatieron a Hitler durante la Segunda Guerra Mundial; se hicieron eco de los movimientos por los derechos civiles en los 60; y más recientemente, dejaron constancia de los efectos del 11-S en las tramas de sus alambicados arcos argumentales. Y ahora, afortunadamente, le toca el turno al feminismo y a la normalización de orientaciones sexuales y afectivas no heterosexuales.

 

El Capitán América dándole su merecido a Hitler.

 

Unos antecedentes que poco importaron a los inspectores municipales, que irrumpieron en la Bienal del Libro, en busca y captura de cómics en los que apareciera la más mínima insinuación sobre homosexualidad. Pero poco pudieron encontrar. Los aficionados avisados de la redada: compraron todos los ejemplares de Los Vengadores: la cruzada de los niños. Un título que, gracias al alcalde carioca, puede que se convierta en superventas y engrose las estadísticas de préstamo de muchas bibliotecas.

La nota de esperanza, aficionados aparte, vino precisamente de Sao Paulo: donde el periódico ‘Folha de S.Paulo’ publicó la imagen en cuestión ocupando toda su portada. ¿Tendrá algo que ver el ambiente más propicio al cómic de esas bibliotecas paulistas para las que se tradujeron las pautas de la Comicteca BRMU? (delirios de bibliotecario comiquero en modo ON).

 

Pero el alcalde de Rio de Janeiro no está solo: tiene de su parte nada menos que al Ministro de Cultura ruso. Vladimir Medinsky ha declarado que los lectores adultos de cómics son unos imbéciles. Y ha elegido bien el lugar y el momento: la 32ª Feria Internacional del Libro de Moscú. Según Medinsky a partir de los siete u ocho años si lees cómics eres imbécil: por lo que la Comicteca de adultos de la BRMU, según el político ruso, está repleta de imbéciles. Puede que sean para imbéciles, pero algún superpoder tendrán cuando han conseguido hermanar: a un comunista ruso con un ultraderechista brasileño.

Ana Voronkova, lingüista y gestora cultural moscovita que está detrás del Moscow Comics Festival KomMissia y del Finno-Ugric Comics (un interesantísimo proyecto de recuperación de lenguas a través de los cómics): lleva años agitando el mundillo comiquero ruso. Ha llevado autores españoles (y de otros países) para que participen en encuentros con los lectores moscovitas, publicó un reportaje sobre la Comicteca BRMU en la revista del Festival, y no ceja en su empeño por convertir al cómic en una opción cultural comparable a la de cualquier otro medio de creación.

 

Voronkova, en su cuenta de Facebook, publicaba unas fotos desde el Festival de Cómics de Helsinki como respuesta al ministro ruso que, ahondando en sus declaraciones: comparó leer cómics a comer chicle en vez de comida. Y puede que la pompa del chicle le explote en la cara. Los aficionados al cómic rusos han respondido masivamente al ministro, demostrando que la labor de activistas como Voronkova por incluir los cómics en la cultura rusa (incluidas las bibliotecas): está dando sus frutos.

Y gracias a Anna tenemos la versión gráfica de la visita del ministro a la Feria del Libro. Un ejemplo de la inmediatez y agilidad del cómic para captar la actualidad. Cuando dijo lo que dijo el ministro, lo último que podía imaginar: es que terminaría convertido en protagonista en uno de esos cómics que tanto desprecia.

 

1. ¿Dónde estoy? y ¿eso qué es? ¿cómics?- 2. ¡Qué vulgaridad! Es una vulgaridad espantosa 3. Ya les dije: los comics son para imbéciles 4. ¡El cine es otra cosa! No hace falta ni saber leer.

 

Reducir el rico discurso gráfico y narrativo del cómic a los de superhéroes (entre los que hay magníficos títulos): como probablemente ha hecho el ministro ruso, no demuestra más que ignorancia. Precisamente en un año en el que títulos como Lo que más me gustan son los monstruos de Emil Ferris (la gran revelación de 2018): se ha convertido en uno de los libros más premiados, elogiados y bendecidos por público y crítica. Eso o un rancio empecinamiento, heredado de la Guerra Fría, en negar cualquier signo cultural que se pueda asociar a la cultura occidental.

En los últimos años las bibliotecas han abrazado los cómics con mayor empeño que nunca. Si volvemos a la realidad que mejor conozco, la de la BRMU, las estadísticas de préstamos no mienten: hemos constatado un descenso considerable en préstamos de audiovisuales (que tiene su reverso en el incremento de préstamos en la plataforma eFilmMurcia); se mantiene, pero no al mismo ritmo, el de libros impresos (contrarrestado por el uso imparable de eBiblioMurcia): pero en lo que no ha decaído, al contrario, no para de incrementarse en lo que a documentos impresos se refiere: es en los cómics.

 

Y no solo las bibliotecas. Los centros docentes de primaria y secundaria, a través de su profesorado, cada vez, están más implicados en actividades y en incluir al cómic en sus programaciones. Lo más reciente, la publicación de ‘Memoria y viñetas: la memoria histórica en el aula a través del cómic‘ coordinado por el profesor de secundaria David F. de Arriba. Este libro se plantea como un manual práctico para explotar el enorme potencial de los cómics en el aula entre unos estudiantes absorbidos por la cultura frenética de la imagen digital, y alejados, de una experiencia lectora a un ritmo más acorde al afianzamiento de conocimientos.

Para ello, ofrece doce propuestas didácticas basadas en doce de los mejores cómics de los últimos años (títulos como El ala rota de Altarriba y Kim, Las guerras silenciosas de Jaime Martín, Los surcos del azar de Paco Roca, o Estamos todas bien de Ana Penyas): que faciliten el aprendizaje de la historia de España desde una didáctica mucho más atractiva para los adolescentes. Un libro interesante en centro educativos pero, por supuesto, también en bibliotecas a la hora de organizar actividades o exposiciones.

 

 

Pero nada de eso interesaría ni al alcalde de Rio de Janeiro ni al ministro ruso de cultura.

En los artículos que han dedicado diversos medios al filósofo y escritor canadiense Alain Deneault, con motivo del lanzamiento en castellano de su libro Mediocracia: cuando los mediocres toman el poder: hay continuas referencias a la clase política. La pregunta se repite una y otra vez: ¿son los políticos actuales peores que los de hace años? Una de las reflexiones apuntaba a que el nivel de la sociedad en su conjunto se ha elevado, y de ahí, que la medianía/mediocridad de los políticos se haga más evidente.

Un argumento en exceso amable para una sociedad la cual, al fin y al cabo, es la que aupa a esos políticos. Pero es cierto que el nivel cultural, o al menos formativo, de la sociedad en general es más elevado que durante, por ejemplo, el periodo de la Transición. Y a ese hecho han contribuido sin duda las redes de bibliotecas públicas.

 

La cruzada del psiquiatra Fredric Wertham contra los cómics convertida en cómic por Art Spiegelman: el primer autor de cómics en ganar un Pulitzer por ‘Maus’.

 

Si Fredric Wertham, el psiquiatra que en los 40 estadounidenses provocó quemas públicas de cómics por asociarlos con la depravación de la juventud, levantase la cabeza: no sabemos cómo se sentiría al coincidir con un ministro ruso. Lo que seguro lo dejaría estupefacto sería ver como, las otrora respetables bibliotecas, se han abierto a los cómics y apuestan decididas por ellos.

Wertham tildaba de delincuentes en potencia a los que leían cómics; y el político ruso, más acorde al nivel de los tiempos: nos llama imbéciles. Pero un insulto, dependiendo de quien venga, se convierte en halago. Por eso promovamos bibliotecas para imbéciles, bibliotecas abiertas a todas las manifestaciones culturales dejando cánones obsoletos por el camino. Y atraigamos, cada vez, a más y más ciudadanos. Hasta que seamos tantos y tantos los imbéciles: que nuestros votos terminen eligiendo a políticos que, de verdad, estén a la altura de la sociedad a la que sirven.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecarias fuera de contexto

 

Sacar algo de contexto, en principio, está muy feo. Salvo que sea en un experimento científico en el que se aísla un componente para poder estudiarlo mejor. Pero en la actualidad salirse de contexto se convierte en imperativo, en cuestión de supervivencia: si de evolucionar se trata. Todos estamos en una probeta. Incluidas las bibliotecas. El eje sobre el que gravitaban bibliotecas y bibliotecarios se ha desplazado (aunque queden muchos aún sin enterarse) y está por ver en qué terminan reconvirtiéndose tanto las unas como los otros.

 

La bibliotecaria e investigadora aficionada Rebekah Heath (Foto de  Jessica Rinaldi/The Boston Globe via Getty Images)

 

La bibliotecaria estadounidense Rebekah Heath saltó a los medios recientemente gracias a que, con sus pesquisas de investigadora aficionada, había conseguido resolver un caso de asesinato. A Rebekah le pagan por cumplir con sus funciones como bibliotecaria, pero su gran afición por las novelas de Agatha Christie, le llevó a obsesionarse con el asesinato de una mujer y sus tres hijas, cuyos cadáveres, la policía no había conseguido identificar.

La intrépida bibliotecaria, cual Miss Marple treintañera, se aplicó en búsquedas genealógicas, sitios webs de personas desaparecidas y grupos de Facebook especializados: en los que ir rastreando la pista de esta mujer y sus tres hijas. Finalmente, gracias a las pistas recopiladas: el Departamento del Sheriff del Condado de San Bernardino, pudo dar con la pista del padre de las niñas, que resultó ser un vagabundo con antecedentes por asesinar a su anterior pareja. El sospechoso cumplía condena cuando, en 2010, falleció. Una vez resuelto el misterio, la persistente bibliotecaria, se ha propuesto identificar a la tercera de las víctimas, cuyo nombre, no consta en ningún registro.

 

Han habido muchas Miss Marple en películas o series de televisión pero nuestra favorita siempre será la estupenda actriz inglesa Margaret Rutherford.

 

El ensayo que todo aquel que querría convertir su afición en su trabajo debería leer antes de tomar esa decisión.

Convertir una afición en profesión es lo mejor (¿?) que le puede pasar a cualquiera. Y si bien entre las profesiones soñadas por los niños nunca suele aparecer la de bibliotecario; si exceptuamos la de actor: trabajar de bibliotecario es la que deja más opciones para desarrollarse en los más diversos ámbitos. Somos cansinos, sí, pero ya lo decía nuestro eslogan: ‘quien habla de bibliotecas termina hablando de todo’. Y si lo reformulamos pensando en la profesión bibliotecaria podríamos decir que: ‘quien trabaja en bibliotecas podría (en un mundo ideal) terminar trabajando en cualquier ámbito‘. Tal es la cualidad camaleónica que atesora la profesión.

Un argumento para dar peso a esta idea es el hecho de que existan bibliotecas especializadas en todas las materias, sectores y asuntos imaginables. Pero al igual que las escuelas abortan muchas vocaciones prematuras en los niños, las condiciones laborales en la mayoría de los casos: truncan posibles desarrollos personales y profesionales.

La auténtica industria montada alrededor de la nostalgia en torno a la EGB ha dado lugar hasta a giras musicales.

Pero siempre hay gente a contracorriente, como Rebekah y su amor por la criminología, o la activista bibliotecaria Marion Stokes y su afición compulsiva por grabar vídeos de programas de la televisión.

No somos asiduos a esa industria de la nostalgia que tan pingues beneficios da en formato libros, discos, DVD o conciertos del tipo ‘Yo fui a la EGB’. Pero seguro que entre los hábitos rescatados del pasado para cualquiera que viviese su adolescencia/juventud en la era predigital: están las cintas de casete y VHS en las que grabar (y obsequiar a amigos y posibles conquistas amorosas) selecciones musicales dedicadas o los cotizados vídeos de la MTV.

 

 

Las motivaciones de Marion Stokes distaban de las que movían a tantos adolescentes siempre con el botón del REC listo para grabar la última de Radio Futura, Michael Jackson o Mecano. En la web Atlas Obscura dedican un artículo al documental recién estrenado sobre el enorme esfuerzo que Stokes llevó a cabo durante años acumulando grabaciones de miles de horas de programación televisiva.

Si en los años 70 la televisión era blanco fácil para el desprecio de intelectuales y cultivados, Marion no se dejó amilanar por ese desprecio. Con un empeño muy propio de alguien acostumbrado al puntillismo que se asocia a la profesión bibliotecaria, la señora Stokes, acumuló tres décadas de críticas realizadas a la televisión desde la propia televisión. Salvando barreras generacionales, culturales y continentales: Marion Stokes, al igual que nuestra María Moliner redactaba meticulosamente las fichas con las entradas para su diccionario: convirtió en la obra de su vida su afición/obsesión por grabar noticias emitidas por televisión.

Marion Stokes como tertuliana en un programa de televisión en los años 70.

 

Podría parecer un nuevo ejercicio de nostalgia pero se trata de un poemario. Pero nos viene muy bien para ilustrar una moda que vuelve: los casetes.

El valor sociológico, cultural y periodístico de este gran archivo audiovisual gana aún más fuerza en plena era de las fake news. No es de extrañar que muchas de estas grabaciones se estén digitalizando para pasar a formar parte del enorme acervo de la biblioteca digital Internet Archive. El empeño de la multidisciplinar bibliotecaria afroamericana que, en la convulsa década de los 60, inició su andadura como activista por los derechos civiles, feminista, productora de televisión y, ya en los 70, coleccionista audiovisual: es quizás uno de los ejemplos más extremos de lo polifacético que resulta el perfil de un profesional de la información.

La inquisitiva Rebekah Heath o la protéica Marion Stokes son dos historias que hablan de ese potencial de la profesión bibliotecaria. Perdón, de gestor cultural, que es como gusta redefinir ahora a los profesionales en los nuevos másteres y planes de estudio que van tomando el relevo a las avejentadas Biblioteconomía y Documentación. Confiemos en que esos gestores culturales que surjan al mundo laboral lo hagan con capacidad para salirse de contexto cada vez que sea necesario. Y para ello dotarles de una visión de la cultura sin prejuicios e discursos acotados se hace imprescindible.

 

Y ya que hemos hablado de los 70, la industria de la nostalgia, y salirse de contexto: ¿qué mejor que el último vídeo de Lana del Rey? La lynchiana cantante (por David Lynch) ha convertido en un ejercicio de estilo su anacronismo estético y musical siempre deudor de décadas pasadas. Pero es que en el primer vídeo de presentación de su último disco ‘Norman Fucking Rockwell’: se sale de la pantalla cual personaje de la (también nostálgica) ‘La rosa púrpura de El Cairo’ (1985): y canta al verano que poco a poco (confiemos) vamos a ir dejando atrás.

Ni gigantes como Lana, ni pigmeos como los espectadores del autocine: simplemente bibliotecarios fuera de contexto buscando reubicarse en un mundo vertiginoso.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Pausa publicitaria para bibliotecas

Este post es como hacer zapeo sin aparente rumbo decidido. Veremos estatuas con bufanda, librerías flotantes y desfiles de moda. Pero recaigamos en el canal que sea, lo seguro, es que van a estar emitiendo anuncios y que se hablará de bibliotecas.

 

Campaña publicitaria chilena anunciando el préstamo de ebooks en bibliotecas de Chile.

 

Desde hace décadas la historia de la publicidad es una de las crónicas más fiables de nuestra contemporaneidad. El Festival Internacional de Creatividad de Cannes es el mejor lugar para tomar el pulso a la publicidad y a lo último en marketing.

Pero ¿no es algo redundante lo de creatividad publicitaria? ¿existe otro tipo de creatividad en nuestros días? Todo, nosotros incluidos, no somos más que marcas (personales o institucionales) y las ideas que tenemos, la creatividad que ponemos en juego, están al servicio de publicitarnos. Unas veces para que nos contraten o mejoren profesionalmente; otras veces, simplemente (en el caso de las cuentas personales en redes sociales) para acumular likes y así, supuestamente, ganar la estima de nuestro entorno más cercano.

 

 

Salvo que pertenezcas a una tribu perdida en la jungla: estás en el ajo. E incluso en el caso de la tribu, siempre puede llegar un misionero plasta, y te conviertes en noticia en medios que ni sabes que existen. Todos estamos en el mercado, todos nos publicitamos, de un modo u otro.

Libro de George Lois, gurú de la publicidad, en el que habla de cómo liberar el potencial creativo.

Pero centrémonos en las tendencias que rigen la publicidad en la actualidad. Hace tiempo que un concepto se viene aplicando a casi todo cuando se habla de marketing: lo experiencial. Hay que ser experiencial, hay que promover experiencias. Hay que ofrecer sucedáneos de vida a falta de que la gente tenga vidas propias. Allanar el camino para que la Inteligencia Artificial nos enchufe definitivamente a Matrix.

Bueno esto último es una interpretación tendenciosa y maniquea por nuestra parte. Mejor aparcamos la pose escéptica por un momento y, puesto que hablamos de experiencias: experimentamos la capacidad de interpretar las tendencias a nuestra manera. Es decir, desde un punto de vista bibliotecario.

Creatividad, autenticidad y valores. Estos son los tres puntos en los que resume la web MD, marketingdirecto.com, los pilares del marketing experiencial. Y de los tres deberían andar sobradas las bibliotecas. El artículo recoge tres consejos del director creativo de Pop in Group (agencia de publicidad madrileña multipremiada), Salvador Albacar, para triunfar en el marketing experiencial:

 

SER CREATIVO VENDE

 

Totalmente de acuerdo. Y las bibliotecas dan variadas muestras de creatividad. Pero son tantas y numerosas que nos vamos a quedar con dos.

1000 días contabilizaba el ‘secuestro’ del libro ‘Gente tóxica’ de la biblioteca de Ripollet. Usuarios tóxicos de bibliotecas. 

La más reciente y cercana ha sido la campaña de la biblioteca de Ripollet (Barcelona) sobre libros secuestrados. Exponer las portadas de algunas de las obras desaparecidas en combate (es decir: no devueltas) con el número de días que hace que se las llevaron.

Una manera de recordar que los documentos de las bibliotecas son de todos; y que no devolverlos: se podría considerar abiertamente un secuestro.

La idea es simpática, impactante y creativa. Pero hay una realidad detrás que no se aborda lo suficiente. Si cometes cualquier infracción o impago: la Administración, o las empresas, actúan en consecuencia y se ponen en marcha los procedimientos punitivos que procedan (multa, requerimientos judiciales, inclusión en la lista de morosos, etc…)

 

 

En cambio, si se retiene ilegalmente un bien común como son los documentos de bibliotecas: ¿por qué las administraciones de las cuáles dependen no se toman más en serio actuar contra los morosos cuando se constata que existe un ánimo manifiesto de dolo? No en casos de despiste, pérdida por accidente o demás circunstancias de las cuales, los siempre comprensivos bibliotecarios, se pueden llegar a hacer cargo. Es en aquellos casos en que los que el desprecio por el bien público se hace evidente.

Tejer es el nuevo yoga: cartel para publicitar el club de hacer punto de la biblioteca irlandesa de Nenagh.

Un bonito tema para el debate. Pero volviendo a la creatividad. En la biblioteca del condado estadounidense de Anderson se protegieron diferentes estatuas de la ciudad con bufandas y sombreros confeccionadas por las integrantes de The Black Sheep Knitters (Las ovejas negras tejedoras). Un grupo femenino que se reúne en la biblioteca del condado para tejer y leer.

Quien necesitase una bufanda no tenía más que cogérsela prestada a alguna de las egregias personalidades que han merecido una estatua en su honor. Una manera de convertir la afición de estas jubiladas en un acto de solidaridad y reivindicación de la historia local.

 

TENER VALORES VENDE

 

Tal vez sea este punto el más arriesgado. Demostrar un compromiso, unos valores con los que nuestro público (seas marca o biblioteca) pueda identificarse. Pero ¿qué valores? Las marcas publicitarias pisan cautelosas para no romper el hielo y hundirse en el lago gélido de los linchamientos digitales. En el mercado de valores, y no hablamos de los bursátiles, hay ciertas ideas progresistas que, más o menos, están asumidas por la mayoría de la opinión pública. Pero la polarización extrema de los discursos obliga a que, en determinados momentos, haya que elegir.

 

En 2017 la modelo Kendall Jenner protagonizó una campaña para Pepsi en la que se sumaba a una revuelta cívica y repartía refrescos entre los antidisturbios. La reacción por frivolizar con reivindicaciones sociales fue tan fuerte que terminaron retirando la campaña.

 

Las bibliotecas públicas atienden a todo tipo de público sin discriminaciones de ningún tipo. Para otra ocasión queda pendiente hacer un repaso a aquellos valores que, sin duda, deben defenderse desde una biblioteca publica; y por otro, aquellos otros valores que probablemente solivianten a colectivos e ideologías no tan comprometidas con el progreso pero que tienen respaldo social (y lo más triste) electoral.

Por eso en este punto elegimos dos ejemplos de difusión de valores partiendo de dos noticias que hablan de bibliotecas sin que, en ninguna de las dos crónicas, se trate de bibliotecas propiamente dichas.

 

El barco Logos Hope que se publicita como la mayor librería flotante del mundo.

 

El barco Logos Hope es descrito machaconamente en los medios como la biblioteca flotante más grande del mundo. Pero es falso. No se trata de una biblioteca, en realidad, es una librería. El barco, cual transatlántico librario, surca los océanos atracando en puertos de países de África, Asia y Europa para promover la lectura, organizando actividades, donando fondos a orfanatos e implicándose en proyectos de construcción de centros comunitarios. Eso sí, no nos consta que tengan entre sus escalas Sentinel del Norte: cuyos habitantes quiso evangelizar el misionero plasta que citábamos antes.

Que en su reciente parada en Buenos Aires, haya despertado una reacción en contra por parte de los libreros de la ciudad, se podría entender como una queja por la competencia que supone un barco con más de 5000 libros. Pero lo interesante está en los matices. El Logos Hope es un barco que pertenece a la organización caritativa cristiana alemana GBA Ships. Lo que los libreros bonaerenses denuncian, competencia desleal aparte, es la labor de evangelización que el barco ejerce a través de sus fondos y actividades.

El transatlántico librero más que fomentar la lectura y la cultura lo que persigue es extender el mensaje religioso de su organización. Sin duda, un ejemplo exitoso de saber venderse a través de los valores. Cuestión aparte es si estos valores coinciden o no con los nuestros.

 

La bibliotecaria espontánea Yashoda Shenoy en la biblioteca pública que ha conseguido crear en su casa.

 

Y de Buenos Aires viajamos a la India. Es allí donde la niña de 12 años, Yashoda Shenoy, ha llegado a crear una biblioteca de casi 3500 libros gracias a donaciones. Shenoy tomó conciencia del impedimento que suponía, para los niños más desfavorecidos: el sistema de penalizaciones por retraso en las devoluciones en bibliotecas (que se saldan con dinero); y el hecho de que se cobre una cuota para ser usuario.

Con el apoyo de sus padres y hermanos, Shenoy, se ha convertido en bibliotecaria por convicción. Los libros que ha ido consiguiendo los han ordenado en una parte del domicilio paterno que ha terminado reconvertido en biblioteca pública. En este caso está claro que los valores de Shenoy venden. Venden una idea de las bibliotecas como instrumentos de progreso que ninguna elaborada campaña de marketing podría superar.

 

SER AUTÉNTICO VENDE

 

La autenticidad es quizás la cuestión más peliaguda. Si eres una marca comercial que busca vender, no de manera altruista como las bibliotecas, sino obteniendo ganancias contantes y sonantes: ¿cómo convences de tu autenticidad? Fijándote en las bibliotecas.

En el punto de la autenticidad las bibliotecas no tienen que esforzarse lo más mínimo para convencer. Son más bien las marcas las que se fijan, cuando son inteligentes, en instituciones capaces de congregar una imagen social tan positiva, pese a su modestia publicitaria, como son las bibliotecas.

Ha sido el caso de la presentación de la última colección otoño-invierno 2019-2020 de la mítica casa de modas Chanel. Se trata de la primera colección que se lanza tras la desaparición del que era su diseñador estrella: Karl Lagerfeld. Y para convencer de que respetan su espíritu han recurrido a una de las aficiones del carismático diseñador: su bibliofilia.

“Los libros son una droga de tapa dura sin peligro de sobredosis. Soy víctima feliz de los libros”.

Es conocido el amor que sentía por los libros Lagerfeld. Ávido lector de Spinoza, Bossuet, Rabelais, Emily Dickinson o Clarisse Lispector. Él dijo aquello de «drogas de tapa dura» para referirse a los libros.

De ahí que la casa de modas a la que dedicó sus mejores años de creador haya ambientado su último desfile en una recreación de la bella biblioteca Stadsbiblioteket de Estocolmo. Un estupendo cierre para este recorrido por las conexiones entre estrategias bibliotecarias y estrategias publicitarias.

Las bibliotecas como escenarios de autenticidad incluso cuando ejercen de decorado, las bibliotecas como espacios de verdad que aportan discurso a lo efímero. Si las marcas quieren de verdad aportar creatividad, valores y autenticidad: harían bien en buscar alianzas con las bibliotecas en lugar de estereotiparlas. Las alianzas con la cultura siempre aportan buena imagen.

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas de altos vuelos

Biblioteca del jet privado diseñado por el estudio inglés Winch Design. ¿Serán libros huecos o libros de verdad?

 

En los 70 no existía Internet, ni por lo tanto, redes sociales, móviles y demás golosinas digitales. El cine y la televisión seguían conservando todo su poder adormidera. En Hollywood, la edad dorada de los estudios ya había acabado, y en el pequeño margen que se dio entre el cine de autor (Coppola, Scorsese, Cimino…) y el cine espectáculo que terminaría ganando la partida (Georges Lucas, Spielberg: ): tuvo como bisagra al género catastrofista.

Inauguró el filón la película Aeropuerto (1970). Un plantel de estrellas del Hollywood dorado (Burt Lancaster, Dean Martin, Jean Seberg…) pasándolas canutas en catástrofes aéreas cada vez más aparatosas. Básicamente lo que se hace ahora con las estrellas en decadencia en los realities televisivos. El caso es que poniéndonos apocalíptico-conspiranoicos, algo que tanto nos gusta, la saga de desastres aéreos fue un magnífico instrumento de control social. Viendo como los pudientes, que podían permitirse viajar en avión, vivían el horror de un desastre aéreo: el miedo a volar entre las masas, hundidas por la crisis del petróleo, actuaba de estupendo elemento disuasorio.

 

Lo mejor del género de catástrofes aéreas de los 70: cuando llegaron las parodias con ‘Aterriza como puedas’.

 

El auge de un determinado cine de género siempre tiene su correlato con la situación social. El ensayo de Ramonet no habla de cine, pero sí, del escenario propicio para el catastrofismo de ficción.

Tras los revolucionarios 60, un poco de miedo que cortase las alas, no venía nada mal. Pero ¿aún seguimos creyendo que las ficciones ejercen algún efecto sobre la realidad?

Estar despiertos en la era de los espejismos digitales se hace difícil. Pero si hay un lugar en el que todos procuramos evadirnos (por miedo o simple aburrimiento) es en los aviones.

Por eso la noticia de que la compañía de vuelos de bajo coste EasyJet ha provisto de bibliotecas a sus aparatos para disfrute de su clientela: es de esas noticias que no podíamos dejar de comentar.

La «Flybrary», creada en colaboración con la editorial HarperCollins, ofrece desde el 15 de julio: 60.000 textos para niños y adolescentes de 3 a 11 años en siete idiomas.

Un medio de transporte de pasajeros, sobre todo si el trayecto es de varias horas, es uno de los momentos/espacios en los que la estrofa de Serrat: «niño, deja ya de joder con la pelota». Un asunto, que tiempo de ofendidos por doquier, también tiene su debate ad hoc según recogía un artículo de ‘eldiario’ con este titular: Un hilo en Twiter aviva el debate sobre el ruido infantil: ¿irresponsabilidad de las familias o sociedad para adultos? Los bibliotecarios, sobre todo los que trabajan en las secciones infantiles y/o juveniles, tendrían mucho que decir al respecto. Pero, siendo como son expertos en la materia, nadie suele invitarlos en estos debates.

Lógicamente la compañía aérea publicita a la Flylibrary recurriendo a lo obvio: hay que dejar volar la imaginación de los niños. Pero en la web de viajes italiana SiViaggia dan la noticia diciendo a las claras lo que más de uno piensa orillando cualquier poesía: «no más niños gritando a bordo.»

Mientras tanto, en la ciudad boliviana de Cochabamba, se ha concedido el premio de ‘Biblioteca del año’ al Biblioavión. Situado en una céntrica plaza de la ciudad, un avión que operó durante la Segunda Guerra Mundial, se reconvirtió en una biblioteca infantil hace ahora 17 años. Con este premio el Colegio de Profesionales en Ciencias de la Información de Bolivia (Cpcib) reconoce la labor desarrollada en este atípico espacio bibliotecario en el que se imparten talleres, clubes de lectura y numerosas actividades dirigidas a los menores de edad. Una iniciativa, la de convertir viejos aviones en bibliotecas, que también se anunció en la ciudad mexicana de San Blas, en el estado de Nayarit, hace unos años. Pero, que en este caso, nunca llegó a despegar.

 

El también biblioavión mexicano Gervasio, en la isla de Cozumel, que sí ha llegado a funcionar.

El alcalde que lo promovió terminó su mandato entre acusaciones por robo, extorsión y torturas, y el biblioavión, camino del vertedero. Sin duda el político mexicano (el alcalde que «robó poquito«, según sus propias palabras) llevó al extremo una forma de hacer política con puntos en común con la de algunos de nuestros políticos. La diferencia es que en España, en vez de reconvertir aviones desahuciados en bibliotecas, nos podemos permitir el lujo de reconvertir aeropuertos enteros.

Escultura de Juan Ripollés en el aeropuerto de Castellón: durante muchos años ejemplo del pelotazo urbanístico.

Interior del biblioavión boliviano.

 

En Aeropuerto 75 (la segunda de la saga) el choque de una avioneta contra un Jumbo provocaba la catástrofe, y aquí, la fricción entre la noticia de la biblioteca en EasyJet y el biblioavión boliviano: actúan de pedernal para encender la mecha que termine por dinamitar este post.

Si algo distingue a las bibliotecas de altos vuelos (por muy humildes que puedan ser) de las que son simples expendedoras de soma cultural: es que están por encima de lo que siempre se ha dado en llamar ‘literatura de aeropuerto’. Nada hay de malo, al contrario, en apaciguar a los niños en los vuelos a través de la lectura. Al igual que los adultos se apaciguan con la adormidera en que puede convertirse el consumo compulsivo de series.

Pero lo que diferencia a la biblioteca del avión de EasyJet, del biblioavión boliviano: es muy easy de ver: es la diferencia entre la lectura/cultura como simple objeto de consumo y la lectura/cultura como elemento imprescindible de progreso social.

‘Comicmanía’ una nueva revista para estar al día de las novedades y de todo lo que se mueve en el mundo del cómic.

La periodista cultural Elisa McCauslan publica una columna en el nº 1 de la nueva revista ‘Comicmanía’ que expresa muy bien de lo que hablamos:

«En ocasiones, me siento sobrepasada por este presente obsesionado con la ficción como brújula moral, como manual de instrucciones de vida, como forma de terapia a problemas que hemos convertido en traumas […] nos dejamos llevar por etiquetas apaciguadoras que sedan nuestras conciencias, en vez de cuestionar la precariedad de las imágenes, la inconsistencia de los discursos, la banalidad de los textos.»

 

Y en medio de este tráfico aéreo cultural los bibliotecarios como auxiliares de vuelo, que no comandantes, para no incurrir en dirigismo cultural. Pero eligiendo dónde situarse: si como simples camellos de ficciones que proveen a sus usuarios de lo que las multinacionales les hacen desear; o como profesionales de la cultura que ejercen de mediadores promoviendo el pensamiento crítico y las ideas propias para cada uno pueda volar por su cuenta.

Como dice el eslogan de este vídeo sobre Bibliotecas pijas vs. bibliotecas públicas: «La cultura en las bibliotecas públicas nunca es un adorno. Es una necesidad.»

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Líneas rojas bibliotecarias

En la maravillosa película La linterna roja (1991) de Zhang Yimou: una linterna roja frente a una de las viviendas de las cuatro esposas de un señor feudal: significaba quien era la elegida, cada noche, para yacer con su marido y amo. Quien haya visto la película difícilmente podrá olvidar la belleza de sus imágenes, en las que el color rojo, se carga de simbolismo y significado. El rojo de la sangre menstrual como arma arrojadiza entre cuatro mujeres enclaustradas: que compiten en sus luchas por el poder dentro de los muros de un castillo.

Arrancar trayendo a colación la película de Yimou no necesita justificación, siempre es saludable recordar buenas obras para revisarlas o poner sobre su pista a quienes no las hayan disfrutado: pero es que la actualidad, siempre tan oportuna, nos trae una noticia que da aún más vigencia a algo de lo que hablábamos en el post anterior.

 

El documental, producido por Netflix, sobre los tabúes que rodean al ciclo menstrual en la India que se alzó con un Óscar en la edición de este año.

 

En La biblioteca como ornamento contamos el ardid de unos diseñadores alemanes para denunciar/soslayar el abusivo IVA que grava a los tampones en su país vendiéndolos dentro de un libro. Un libro de tampones que unía insospechadamente una cuestión de higiene íntima con el mundo bibliotecario. Y ahora desde Canadá nos llega otra noticia que vuelve a unir ambos asuntos.

El emoji para representar la menstruación que también nació entre polémicas.

Los baños de las bibliotecas públicas de la ciudad de Halifax distribuirán, de forma gratuita, tampones y toallas sanitarias. Una medida que ha sido celebrada por activistas como Jodi Brown que lleva varios años promoviendo campañas para conseguir productos sanitarios y de higiene para las personas más desfavorecidas.

De este modo, tampones y toallitas se equiparan al jabón y papel higiénico como productos a ofrecer en cualquier aseo de un establecimiento público. Pero algo, en apariencia, tan cotidiano entronca con un discurso feminista, cada vez más presente, en torno a la necesidad de desestigmatizar/visibilizar todo lo que rodea al ciclo menstrual femenino.

 

El espectacular hall rojo de la biblioteca pública de Seattle. Un desafío cromático a los sentidos.

 

La reciente y esteticista adaptación del clásico de Argento que ha llevado a cabo Luca Giardino.

Y al igual que el rojo de la película de Yimou nos ha servido para marcar el inicio del post: ahora es una foto del provocador hall rojo de la Biblioteca Pública de Seattle que, cual decorado de una película de Dario Argento, traza la línea roja que demarca un giro en nuestra narración.

La planta roja de la biblioteca de Seattle representa a la perfección la idea que de las bibliotecas propagan figuras como el creacionista estadounidense Ken Ham que, a través de Twitter (¿dónde iba ser si no?), ha declarado que «las bibliotecas públicas se están convirtiendo en lugares peligrosos».

 

La galardonada obra de teatro ‘Red’ de John Logan gira en torno a la figura del pintor Rothko y ha sido estrenada hace poco en nuestro país.

No sabemos si conocerá ese vestíbulo de rojo mareante de la biblioteca de Seattle; de hecho no sabemos si habrá pisado muchas bibliotecas el tal Ham: pero lo que es probable es que esa imagen debe representar, como pocas, el infierno intelectual en el que vive el susodicho. «El hombre que cree que la Tierra tiene 6.000 años de antigüedad: dice que las bibliotecas están empezando a ser peligrosas para los niños».

Así reza el titular que da para un meme con el que se cuenta la noticia en ‘The New York Daily News’.  El célebre evangelista estadounidense acusa a las bibliotecas de estar poniendo en peligro las mentes más tiernas al exponerlas a libros y documentos  LGTBIQ y feministas . Un cuento que ya nos sabemos de memoria de tantas (malas) versiones como de él se han dado en las noticias de distintos países. Pero más allá de las acusaciones contra las bibliotecas, la figura de Ken Ham, bien merece un pequeño inciso en nuestro rojo recorrido.

 

El Kentucky’s Ark Encounter es el parque temático cristiano evangelista promovido por el creacionista Ken Ham. En él se puede visitar este Arca de Noé tamaño real.

 

Ken Ham es el propulsor y director del parque de atracciones temático Ark Encounter en Grant County, Kentucky. Aparte de la reproducción del Arca de Noé el parque cuenta con un museo donde la historia de la humanidad se cuenta desde el punto de vista creacionista; y hasta tienen en proyecto construir la Torre de Babel. No hemos podido constatar que el parque cuente con una biblioteca: pero en el caso de que esté en proyecto: nos encantaría conocer todos los detalles de dicha biblioteca, y sobre todo, de la persona al frente de la misma.

Este tipo de noticias, en el pasado más inmediato, siempre nos horrorizaban/divertían desde la distancia de seguridad que nos daba tener un océano cultural y físico entre: los siempre contradictorios Estados Unidos y, la vetusta y venerable, Europa. Pero ese cordón sanitario cultural, esa línea roja, hace mucho que se desvaneció.

 

 

Hace solo unos días Abderramán III se convirtió en trending topic siglos después de su muerte. El hecho de que la primera medida adoptada por el equipo municipal de gobierno del pueblo zaragozano de Cadrete haya sido retirar un busto de Abderramán III: ha copado los titulares de los medios y las redes.

No hace falta hablar de lugares en ultramar. Tenemos los totalitarismos a la vuelta de la esquina. Con una variedad de colores y espectros (por no decir fantasmas) ideológicos que los norteamericanos, tan binarios en lo político como son ellos, no serían capaces de imaginar ni en una producción de Hollywood.

 

Bibliotecarios sin fronteras: organización canadiense que promueve a las bibliotecas sin distinciones geográficas en más de 75 países.

 

Nuestra corresponsal en Nueva York, Irene Blanco, hace poco en este blog, nos corroboraba lo implicados que están los bibliotecarios neoyorquinos con su comunidad. La sociedad civil y el activismo en los Estados Unidos es uno de los rasgos más admirables de la sociedad estadounidense: y el gremio bibliotecario, en ese sentido, no queda al margen. Todo lo contrario. En numerosas ocasiones ha demostrado su firmeza cuando de defender la libertad de expresión y la función de las bibliotecas se trata.

Las comparaciones sobran. Pero ya que los políticos no paran de hablar de líneas rojas y cordones sanitarios, entre unos y otros, la pregunta surge sola: ¿qué líneas rojas marcarían los bibliotecarios españoles al ver amenazadas la libertad de expresión o la libre circulación de las ideas en sus centros? ¿qué fronteras culturales estarían dispuestos a defender ante eventuales ataques a los principios que recoge el Manifiesto de la IFLA/Unesco sobre bibliotecas públicas?

 

Los bibliobúses: activismo bibliotecario sobre ruedas.

 

La película de Frederik Wiseman sobre la Biblioteca Pública de Nueva York: blockbuster bibliotecario de la temporada.

Ya lo decía hace poco el documentalista Frederick Wiseman al visitar nuestro país: «Una biblioteca es un arma política«: puede ser solo cuestión de tiempo que los que no habían caído en la cuenta de esa verdad sean conscientes y decidan usarla. Máxime cuando, posturas hasta ahora impensables en nuestro entorno más cercano: se abren paso en las administraciones de las que dependen las bibliotecas.

Afortunadamente, en contrapartida, también hay noticias que están dibujando líneas, rojas o no, con las que perfilar horizontes más esperanzadores.

Es el caso de las bibliotecarias aragonesas que se han unido para reclamar un reconocimiento a su labor y, sobre todo, compromiso por parte de las administraciones con la labor que las bibliotecas pequeñas desarrollan en el mundo rural. Es también el caso del ilusionante Manifiesto de bibliotecas inquietas que ha surgido en Valencia.

Puede que no tengamos la tradición activista de los Estados Unidos, ni una sociedad civil con una capacidad de movilización tan potente: pero ya que insisten e insisten tanto políticos y medios en ello: es buen momento para parar un instante y preguntarse: ¿cuáles serían nuestras líneas rojas bibliotecarias?

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Bibliotecas del nuevo mundo

 

En principio, y así en frío, que Rosalía haya sacado un tema de reguetón y que el culebrón del brexit esté pareciéndose cada vez más al guión de una comedia de la gloriosa productora Ealing: no parecen asuntos de los que sacar nada en claro sobre el futuro de bibliotecas y bibliotecarios. Y en cambio no pueden estar más conectados.

 

Pasaporte a Pimlico (1949) una de las deliciosas comedias de la productora Ealing, cuya trama, hoy resulta de lo más actual: un barrio de Londres reclama la independencia de Gran Bretaña.

 

No vamos a entrar en la jugada maestra de una estrella emergente que, tras haber acallado voces discrepantes sobre su valía con una contundente actuación en los Goya: va y se lanza al denostado, por los puritanos musicales, género del reguetón. Ni a calibrar las repercusiones de la salida del Reino Unido de la Unión Europea por las buenas o por las malas. Aquí lo que nos interesa es lo que dicen ambos hechos del futuro de las bibliotecas. Y es mucho.

‘Con altura’: el reguetón de Rosalía.

Rosalía, digna representante de lo positivo de su generación, asume sin prejuicios un genero que lleva más de una década partiendo la pana en lo que a la industria musical se refiere.

Lo que la Coca-Cola, Hollywood, Disney y el rock hicieron para aupar a los Estados Unidos a primera potencia mundial tras la II Guerra Mundial: los ritmos latinos lo hacen para acompañar a una cultura, la latina, que a golpe demográfico se está imponiendo y arraigando en todo tipo de climas y territorios. Por su parte, la debacle del estirado imperio británico a golpe de separatismo en plena era global: es el síntoma más evidente de la herida por la que se debilita el ya baqueteado continente europeo.

Confiemos en que el proyecto europeo sobreviva a los peores enemigos que puede tener un territorio: sus propios habitantes. Pero a nuestro país sujeto, como el resto, a lo que acontezca: le puede salvar, y mucho, el comodín de lo latino. Cuando allá por los 70 en programas como el vetusto 300 millones se repetía de manera relamida lo de la ‘madre patria’; o había que elegir entre el festival de la OTI y el de Eurovisión: los acomplejados españoles lo tuvieron claro apostando por el de Eurovisión. El de la OTI era de segunda, básicamente, porque se entendía lo que hablaban. Y eso resultaba, y resulta, taaaaan poco cool.

 

Marisol en el Festival de la OTI de 1972.

 

Ahora que el nivel medio del inglés se ha incrementado entre las nuevas generaciones, curiosamente, el castellano con acento latino, lo peta. Según una noticia aparecida en ‘El Mundo’ la demanda de profesores de castellano en Reino Unido se ha incrementado de manera impresionante tras el brexit. La pujanza del castellano a nivel global parece imparable. Puestos a elegir entre la falta de prejuicios culturales representada en figuras como Rosalía o la nostalgia trasnochada de los fastos del antiguo y avejentado imperio británico: no hace falta mucha clarividencia para aventurar el futuro. Por eso iniciativas como la de ‘Desiderata 2019’, puesta en marcha por Acción Cultural Española, bajo el comisariado de Carme Fenoll: parece una respuesta correcta a esa apuesta de futuro.

 

 

#Desiderata nace como un programa para propiciar intercambio profesional entre los distintos agentes de la cadena del libro, y lógicamente, no podía dejar fuera de esa cadena al gremio bibliotecario. Para ello va a promover la presencia de bibliotecarios españoles en las principales ferias del libro iberoamericanas. Una manera de fomentar la bibliodiversidad de las bibliotecas y el intercambio de experiencias. Su primera edición tendrá lugar con motivo de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires los días 3, 4 y 5 de mayo.

Este programa de Acción Cultural Española es un añadido a sumar a la labor que llevan desarrollando otras instituciones para fortalecer esos vínculos profesionales bibliotecarios entre los países latinoamericanos. El programa Iberbibliotecas, sustentando por el CERLALC, ha venido a reforzar la labor que el Centro para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe ha desplegado durante las últimas décadas. Se acaba de lanzar la 7ª convocatoria de ayudas 2019 cuyo plazo para el envío de propuestas llega hasta el 4 de mayo. En esta convocatoria se evaluarán proyectos dentro de tres categorías:

  1. Proyectos para fortalecer redes y sistemas de bibliotecas nacionales, regionales o de ciudades.
  2. Proyectos de planificación y desarrollo de servicios de extensión bibliotecaria.
  3. Proyectos desarrollados en bibliotecas públicas vinculados con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relativos a educación inclusiva, igualdad de género, crecimiento económico sostenido, reducción de la desigualdad y promover sociedades justas y pacíficas.

 

La biblioteconomía siempre ha tenido su foco puesto en el mundo anglosajón, o en su defecto, en los avanzados países nórdicos. Si algunas voces han achacado, en parte, la proliferación del euro escepticismo al hecho de haber cifrado todo en la economía, y no tanto en la cultura y los valores comunes de los europeos: España ya tiene la lección aprendida.

En ocasiones no hay nada como cruzar al otro lado del Atlántico para constatar lo europeos, que pese a todo, somos los españoles. Pero precisamente en esas diferencias está el potencial para enriquecernos a través de las bibliotecas. Las bibliotecas latinoamericanas siguen siendo instituciones vertebradoras en unas sociedades sujetas a múltiples tensiones. Nada como visitar y compartir experiencias con bibliotecarios colombianos, mexicanos, argentinos o cubanos para recuperar la importancia práctica de la biblioteca como centros de atención primaria en sus comunidades.

El juego fácil del título, hablando de bibliotecas del nuevo mundo, adquiere otro sentido a la luz del momento que estamos viviendo. No se refiere a ese nuevo mundo descubierto en 1492, y sí, al nuevo mundo al que estamos abocados tras esta revolución biotecnológica. Y en el mapa geopolítico bibliotecario que perfilábamos no hace mucho en este blog, lo latino, puede y tiene, que jugar un papel determinante.

 

 

Y para cerrar, y dado que antes recordábamos a ese intento de hermanamiento musical transatlántico que fue el programa 300 millones: nada mejor que cerrar con música.

Muchos de los cantantes melódicos y folclóricas que amenizaban los convulsos años 70 españoles: prosiguen manteniendo su estatus de estrellas en países sudamericanos. Nuestro país siempre ha sido más ingrato en ese sentido.Y así, figuras como el canario José Velez, sigue congregando multitudes en sus conciertos en Colombia, por ejemplo. Por otro lado, no es casualidad, que Rosalía haya empezado su gira en Argentina; o que cada vez más, los nuevos músicos de países de la zona, vayan ganando adeptos en nuestro país más allá del reguetón.

Es el caso del chileno Alex Anwandter, cuyo último trabajo Latinoamericana, no puede resultar más idóneo para cerrar este post sobre bibliotecas del nuevo mundo.

 

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Biblioteca cuqui

 

Las etiquetas generacionales, hace años, servían para aglutinar a grupos de escritores, músicos o cineastas. Generación del 98, del 27, boom latinoamericano, generación Nocilla, Alt-Lit, Nuevo Hollywood, Nouvelle Vague, etc… En cambio en otros campos: el etiquetado no era tan evidente. Hasta que llegó la generación millennial, y dicho calificativo, sirve para todo.

 

 

A la psicóloga Jara A. Pérez López la han etiquetado como la psicóloga millennial. Esperemos que la etiqueta no restrinja su potencial clientela. El resto de generaciones están tan, o más, necesitadas de terapia que los ya caducos millennials. De hecho ya está la generación Z (o ‘copo de nieve’) empujando. Es lo que tiene tanta obsolescencia programada.

El caso es que Pérez López declaraba en una reciente entrevista en ‘eldiario.es‘:

«No hay sitio para nosotros en la dictadura de lo cuqui, el ser humano como ser completo no cabe dentro de ese molde. Es perverso hacernos encajar dentro de estos límites por ello invito a todo aquel que pueda a que haga visible su fango, sus oscuridades.»

No es de extrañar, por ello, que cuando surge alguien como Soy una pringada, en medio, de tanta cuenta de Instagram que hacen del ‘life in plastic is fantastic‘ una profecía huxleyana cumplida: surjan admiraciones intergeneracionales. Sin ir más lejos la del periodista Federico Jiménez Losantos, muy probablemente, enternecido por el hábil manejo del desprecio de la youtuber.

 

«Soy Una Pringada, ídola de la derecha española“: esta ha sido la respuesta en redes de la youtuber, y ahora actriz, al piropo de Federico Jiménez Losantos.

 

Mala leche aparte, la dictadura de lo cuqui, muestra su cara más siniestra cuando se extiende hasta instituciones tan ajenas, en principio, a los tonos pastel mentales que deberían ser las bibliotecas

El psicologo Jonathan Haidt junto con Greg Lukianoff llevan tiempo denunciando en artículos y, sobre todo, en su libro: The coodling of American Mind (La mimada mente americana): el papanatismo creciente que se da entre las nuevas generaciones gracias al papanatismo paralelo que aqueja a padres y docentes. En ‘Jot Down’, Iker Zabala, lo resumía muy certeramente: 

«el surgimiento de una generación de osos amorosos hipersensibles con, paradójicamente, un gusto voraz por la censura»

Como decía Morticia Adams, en la segunda parte de La Familia Adams, a la psicópata asesina interpretada por Joan Cusak: te puedo perdonar todo salvo esos tonos pastel. Y es que los tonos pastel han terminando calando profundamente en el imaginario colectivo de muchos jóvenes, y adultos, a fuerza de tanto filtro de Instagram. No es de extrañar que el grupo danés Aqua, de cuyo superhit en los 90: Barbie girl, citábamos antes el estribillo, esté pensando en reunirse de nuevo. La profecía implícita en su letra da escalofríos.

 

La biblioteca de Barbie recreada en el universo de la famosa muñeca que, la marca de juguetes Mattel, reprodujo cual parque de atracciones para públicos de todas las edades en una gran superficie de Minnesota. 


En la biblioteca canadiense de Hamilton se está celebrando, como cada año desde 1978, la Semana de la Libertad para Leer. Y la actividad elegida para celebrar este evento es justo el reverso de los luminosos mensajes de, sin señalar a nadie, Mr. Wonderful. No porque busquen lo depresivo, ni lo siniestro de por sí, sino porque su color predominante es precisamente el negro.

La biblioteca promueve lo que se conoce como ‘blackout poetry’ o poesía del apagón. Una forma de arte visual e intelectual que parte de las páginas de algunas de las obras que han sido objeto de censura en el pasado. Los usuarios que participan en dicha actividad, intervienen los textos tachándolos, y dejando sólo unas pocas palabras escogidas con las que enviar un mensaje.

 

Poesía del apagón resultante de tachar libros censurados en su día: «Todo lo que pensaba al final del día es cómo sería ser un robot»

Sabrina de Nick Drnaso una sobrecogedora crónica del momento actual. Manipulación informativa, redes sociales, medios y vacío existencial en una novela gráfica impresionante.


Lectores que ejercen de censores. Pero no a la manera de cómo lo hacen esos mal llamados ‘lectores sensibles‘ que ajustician textos del pasado según los parámetros del discurso políticamente correcto del presente. No. En este caso se trata de lectores que precisamente tachando las páginas de, por ejemplo, las novelas de Salinger, Steinbeck o Twain: reivindican justamente lo contrario: la libertad para que cada uno lea, y vea, lo que quiera.


Vivimos en una época de extremos. Polariza y vencerás. El término medio no es virtud: lo cuqui y lo grosero se retroalimentan entre sí. De Mr. Wonderful a Trump no queda espacio alguno para la serenidad que requiere el pensamiento. Ya se encargan las redes y la tecnología de que lo no haya. Y por la parte que nos toca: si reivindicamos a las bibliotecas como espacios antiposverdad: reivindiquémoslas también como espacios anticuqui. 

 

¿Cuánto del éxito de los personajes que crea Santiago Lorenzo no se debe a la reacción en contra que despierta esa dictadura de lo cuqui?

 

La fotógrafa británica Nadia Lee Cohen, especializada en mundos de inquietante artificialidad, que acaba de inaugurar exposición en La Térmica de Málaga.

Y aquí no queda nadie a salvo de tachaduras como las de la ‘blackout poetry’. Del recurrente discurso buenista en defensa de las bibliotecas habría que tachar, antes de que sea demasiado tarde, expresiones tipo: templo del saber, casa de la imaginación, refugio de la sabiduría Y tantas otras que vuelven como oscuras, siniestras golondrinas, cada vez que alguien (que igual ni las frecuenta demasiado): las utiliza para defenderlas, cuando lo que realmente le mueve, es atacar políticamente a la oposición política en materia cultural; o para convencer a los no lectores sobre su importancia.

Cada vez que alguien vuelve a decir lo de ‘templo del saber’: una posibilidad de regeneración del concepto biblioteca muere.

En definitiva, la dictadura de lo cuqui, a la que hacía referencia al principio Jara A. Pérez López, se consuma tan rápido, como la dictadura de lo siniestro. Son las dos caras de una misma moneda: de una infantilización de la sociedad a ritmo de tuit y foto en IG. Y como bien dejaron claro William Golding, con su novela El señor de las moscas; o Alexander MacKendrick con su película Viento en las velas: nada más cruel y despiadado que los tiernos niños desatados.

 

 

Tal vez por eso últimamente hay un revival de cintas de terror con niños protagonistas (The prodigy; la nueva versión de It; o Hereditary). Aunque nada hay comparable a la realidad, y la moda de los baby reborn (esos muñecos hiperrealistas que los adultos cuidan como si de bebés reales se tratase): superan las lecturas más inquietantes que cualquier guionista pueda hacer de nuestro presente.

Pero no queremos juzgar a nada, ni nadie (demasiado tarde): por lo que dejamos al criterio de cada uno las opiniones que despierte el vídeo con el que cerramos este post tan cuqui. Babies reborn en bibliotecas. ¿Una idea a adoptar en nuestro país?

 

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Bibliotecas con colorete (o de la biblioteca como factoría cultural)

 

Los libros para colorear, dirigidos a público adulto, llevan varias temporadas copando los primeros puestos en las listas de los más vendidos. La escocesa Johanna Basford lleva años tuteando a los superventas, con los 21 millones de copias que ha vendido en más de 40 países, de sus libros para colorear. Y desde el pasado 4 de febrero, esta moda colorista, prosigue su expansión incluso en las colecciones de las bibliotecas.

 

Nada más desagradable que toparse con un libro de biblioteca pintarrajeado o subrayado. Pero con la campaña lanzada bajo el hashtag #ColorOurCollections: no se corre ningún peligro en ese sentido. En 2016, la Academia de Medicina de Nueva York, actuó como pionera en este proyecto para popularizar  fondos bibliográficos. La idea es simple: ofrecer una selección de ilustraciones de sus colecciones, en formato PDF, para que los internautas puedan descargárselas y colorearlas libremente.

Hasta un total de 114 instituciones han respondido al reto #ColorOurCollections en este 2019. Y de este modo: desde la Biblioteca Pública de Nueva York, pasando por la Biblioteca Nacional de Francia, Europeana, o en nuestro país, el Museo de Bellas Artes de A Coruña o la Biblioteca de la Universidad de Zaragoza forman, o han formado parte, de este proyecto. 

 

El maravilloso libro sobre mujeres en la Historia que Europeana ha ofrecido en la campaña #ColorOurCollections para que quien quiera se lo descargue y empiece a darle a los colores.


Sacarle los colores al pasado, siempre que no tenga que ver con ajusticiar a esas creaciones según parámetros ideológicos del presente: puede resultar un ejercicio de lo más estimulante. En los albores de la fotografía, el coloreado manual de las mismas, era un postizo que hoy las recubre de anacrónico encanto. En cambio, otras formas de coloreado del pasado, no tenían en su momento ni un poco de encanto, ni lo han conseguido con el paso del tiempo.

¿Qué fue de las películas coloreadas? Siempre resulta curioso recordar supuestas modernidades que el tiempo caducó incluso antes de que llegasen a cuajar entre el público. El intento de explotar los clásicos cinematográficos, rodados en glorioso blanco y negro, pintarrajeándolos electrónicamente: fue una moda que igual que vino, se desvaneció, para alivio de cualquier cinéfilo de pro. 

 

 

¿César Augusto o una drag queen en el desfile del Orgullo?

En los 80 las emisiones por televisión de títulos míticos como: Objetivo Birmania, El sueño eterno o Casablanca: sumaron nutridas audiencias que hicieron pensar a los responsables de tales dislates, que el invento tendría futuro. Quienes vieran algunas de aquellas herejías cinematográficas, recordarán los saturados tonos pastel que ensuciaban la expresividad de Humphrey Bogart o Ingrid Bergman, apoyados en la barra del Rick’s Café: y que quitaban las ganas de pedirle a Sam que la tocase otra vez.

Y es que sacarle los colores a los clásicos puede depararnos desagradables sorpresas. El traje de Humphrey Bogart, en la famosa escena con Ingrid Bergman en el Rick’s Cafe, era de color rosa. Una  manera de que, al fotografiarlo en blanco y negro, simulase un blanco resplandeciente.

Si se recuperase el color original de las pirámides egipcias, su solemnidad secular, quedaría en entredicho ante la mezcla de colores originales con que se edificaron; o las esculturas de la Grecia o la Roma antiguas: nos parecerían auténticos ninots falleros al resucitar con su policromía original. 

 

Escultura antigua pintada con los colores que se supone la cubrían originalmente.

El cómic de Daniel Clowes del que tomamos prestado uno de los mejores títulos que somos capaces de recordar.


«Hay que ser absolutamente moderno» que proclamó insolente Rimbaud. Pero para los tiempos que corren, la manera de ser más rabiosamente moderno empieza por reivindicarse orgullosamente clásico. Una lección que las bibliotecas pueden enfundarse  como un guante de seda forjado en hierro.

Por mucho que la foto fija que algunos se empeñan en preservar de las bibliotecas sea un daguerrotipo que, ni las acuarelas de Ouka Lele conseguirían hacer brillar: lo cierto es que las bibliotecas son lo más parecido a la Factoría de Warhol en el siglo XXI. Y si alguien sigue resultando, guste o no, absolutamente moderno por lo que predijo de nuestro tiempo: ése es Warhol. 

Warhol dándole consejos artísticos a Keith Haring.

 

En la, monumental y apabullantemente brillante, novela gráfica del holandés Typex sobre la vida y milagros de Andy Warhol (‘Andy, una fábula real‘): se recogen las diferentes etapas por las que pasó el artista  pop durante la creación de su entramado artístico-empresarial a través de su celebérrima The Factory. No vamos a decir que haya que pintar de color plata las paredes de las bibliotecas (aunque tendría su punto) para hacerlas absolutamente modernas. Pero basta una cierta mirada para constatar, hasta qué punto, las bibliotecas públicas ejercen como auténticas factorías culturales en la actualidad.

En el Nueva York de los 60, en que se desarrolló la primera The Factory, el vampiro de la peluca blanca y la cámara de fotos en ristre, congregó a todo tipo de personajes, mezclando aleatoriamente, cualquier estamento social, orientación sexual, modos de vida y procedencias. Desde las estrellas de Hollywood a los chaperos, desde las princesas del papel cuché a las transexuales más provocativas: poblaron y provocaron esas sinergias que tanto gusta mentar ahora y de las que tan buen provecho comercial y artístico, supo sacar el anfitrión. 

 

«En el futuro, todos querrán ser anónimos durante 15 minutos»: Warhol siendo vigente hasta para llevarle la contraria.


Exceptuando a las celebrities: ¿qué otro espacio congrega en la actualidad a una parroquia tan heterogénea sin atender a pedrigís? Puede que a los más escépticos les cueste encontrar alguna analogía entre esas orgías repletas de sexo y drogas de The Factory y las bibliotecas en la actualidad. Pero, sin decir nombres, podemos asegurar que en épocas primaverales, en los aseos de alguna que otra biblioteca, han quedado evidencias de encuentros sexuales furtivos. Y respecto a las drogas, solo hay que recordar la formación que en los Estados Unidos se les ha impartido a los bibliotecarios (por ejemplo en la biblioteca de McPherson Square en Filadelfia): para administrar naloxona ante las numerosas sobredosis que han tenido lugar en las inmediaciones de algunas bibliotecas. 

Pero no hablamos tanto del tándem sexo-drogas como del tándem diversidad-creatividad. Si hay un vivero fecundo para que germinen esas dichosas sinergias, se establezcan vínculos insospechados, y se promueva la renovación de ideas, conceptos y creaciones: ese vivero es la biblioteca. Y si además se establecen vínculos con otras instituciones culturales, de esas en las que cuelgan las obras de Warhol, entonces el potencial de lo público en la cultura puede alcanzar cotas insospechadas.

 

Entre las semblanzas que de Karl Lagerfeld se están haciendo a raíz de su fallecimiento se ha incidido en su marcado perfil bibliófilo. Precisamente su musa, Claudia Schiffer, ha declarado: «lo que Warhol hizo en el arte, él lo hizo en la moda».


Es lo que están haciendo en la biblioteca donostiarra Koldo Mitxelena, que en otoño cerrará sus puertas no para recubrirse de plata warholiana, pero sí, para remodelarse por completo y transmutarse en lo que aspira a ser el siguiente paso evolutivo en cuanto a bibliotecas se refiere. Empeño ambicioso donde los haya que, como todo cambio, conlleva dudas, expectativas y preguntas: pero del que no queremos perdernos nada. Y mientras llega ese futuro (como dice otro de nuestros bibliotecarios vascos de referencia): han montado una exposición bajo el nombre de «Todas las bibliotecas del mañana». 

Según detallan en ‘El País‘: se trata de una exposición colectiva de 14 artistas que actúa como «una llamada a la creación de museos y bibliotecas que superen la distancia con sus públicos hasta convertirlos en partícipes«. Y con este objetivo se exponen obras que van desde la enciclopedia de madera de Ignasi Aballí, El capital de Marx reconvertido en objeto de lujo bajo la mirada de Milena Bonilla o el búnker de lecturas prohibidas de Alicia Framis, entre otros.

 

La bellísima fachada de la Koldo Mitxelena en Donostia.

 

Expectantes estaremos de los puntos calientes de esta reinvención de bibliotecas y los centros culturales que se está produciendo aquí y allá. Nos va en ello la supervivencia. Y no, en este punto, no nos estamos refiriendo a la supervivencia de bibliotecas y museos.

Y para cerrar este post, que aspira a lo rabiosamente moderno reivindicando orgullosamente lo clásico: nada más propio que acabar en glorioso blanco y negro. No sabemos si Melody Gardot llegará a ser una clásica, pero su elegante (y pulcro) vídeo para su tema Baby, I’m a fool, evoca esa mirada a lo antiguo que no compromete en nada nuestro compromiso con el futuro.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Dale una oportunidad a la estupidez

 

La fórmula musical del dúo británico Pet Shop Boys siempre ha combinado hábilmente los ritmos más bailables con unas letras, unas veces, melancólicas, y otras, críticas pero sin proclamas. Todo envuelto con esa ironía con que los británicos (algunos) suelen dar en la diana del comentario inteligente.

Hace unas semanas, como anticipo de su próximo disco, han lanzado a las redes su tema: «Give stupidity a chance» (Dale una oportunidad a la estupidez). En principio parece inspirado por el temido Brexit, pero lo cierto, es que podría aplicarse a tantísimas cosas de la actualidad: que cualquiera podría apropiársela desde muy diferentes perspectivas.

Si tras millones de años del homo sapiens en el planeta el supuesto jefe de todo esto, Donald Trump, declara que nunca lee libros porque no tiene tiempo: puede que ya no sea necesario dar ninguna oportunidad: campa a sus anchas. Siempre se podrá argüir que cualquier tiempo pasado fue más estúpido si admiramos los avances a los que hemos llegado. Pero precisamente por ello, cuando más avanzados estamos, más flagrante resulta la supervivencia de la estupidez. Y ni las bibliotecas quedan a salvo.

 

 

Entre 2009 y 2011 se emitió el programa de entretenimiento en la televisión estadounidense bajo el nombre de Silent library. Siguiendo la estela del éxito de la MTV en los 90, Jackass, que por si alguno no lo recuerda: se trataba de un programa que puso de moda las bromas pesadas a las que se sometían, voluntariamente, un grupo de descerebraos orgullosos de serlo y mostrarlo.

Pero dejemos para otro día la cronología evolutiva de la estupidez, en los tiempos modernos: y volvamos a Silent library. En este programa, los retos, a cuál más idiota, los llevaban a cabo un grupo de maromos en la sala de una biblioteca. La idea era infligirse voluntariamente diversas torturas, pero siempre respetando el silencio de la biblioteca. Al menos en eso eran respetuosos.

 

 

Y no sabemos si inspirados por ese programa, en 2001, unos universitarios de Tennessee decidieron emularlos. Una noche en que la biblioteca estaba abierta para servir como sala de estudio (más argumentos contra las bibliotecas como salas de estudio): el joven de diecinueve años, Wesley «Crusher», pensó en lo divertido que sería lanzarse por la tolva (el tobogán, muy propio de los edificios estadounidenses, que conecta los pisos de un edificio con la lavandería o el contenedor de la basura que se ubican en los sótanos) que se abría en una de las paredes de la biblioteca. Lo malo es que en las bibliotecas no tiene ningún sentido que haya una tolva para la ropa sucia…

¿Qué bonitas historias de aplastamientos no habría imaginado el entrañable (por lo de entrañas) bibliotecario André de Lorde de haber existido los compactos en su época?

En realidad el divertido tobogán no iba directo a una montaña de ropa sucia: sino a una prensa de libros y despojos para reciclar. Finalmente el pobre Wesley terminó de la manera más gráfica imaginable: triturado junto con los libros que los bibliotecarios habían ido expurgando y arrojando por la tolva.

Una historia, por otra parte, que habría hecho las delicias de André de Lorde, bibliotecario y creador del teatro parisino del Gran Guinol, que en sus obras teatrales recreaba las más elaboradas formas de torturar y masacrar.

 

 

En 2006 los Premios Darwin dieron pie para una comedia protagonizada por Joseph Fiennes y Winona Ryder.

El caso es que a título póstumo, claro está, el joven Wesley «Crusher» (nombre por cierto de un personaje de Star Trek) se alzó con uno de los premios Darwin que se entregan a aquellos individuos que fallecen en trágicas circunstancias por hacer el imbécil.

Un premio creado en los 80 para reconocer el mérito de aquellos sujetos que mejoran el acervo genético de la especie al extinguirse. Una forma de agradecerles que, dada su estupidez, desaparezcan del mapa sin dejar su huella genética.

Los Premios Darwin propician una sospecha que los tiempos no hacen más que apuntalar: ¿qué es lo más característico del ser humano: la inteligencia o la estupidez? Si nos atuviéramos a lo que más prolifera sin duda tendríamos la respuesta. Y algo así es lo que está experimentando hasta la propia Inteligencia Artificial.

Según publicaba el semanario ‘Newsweek’: científicos de la Universidad de la Sorbona y de Louisville aseguran que la manera de controlar a la Inteligencia artificial para que no termine superan al «limitadito» sapiens: pasa por ‘enseñarle’ a ser estúpida. De acuerdo, es un titular de lo más sensacionalista, pero hablando de estupidez siempre resulta más ilustrativo predicar con el ejemplo.

Según los especialistas Michaël Trazzi y Roman Yampolskiy: «la IA se hace artificialmente estúpida cuando se introducen deliberadamente limitaciones que coincidan con la capacidad de un humano al realizar una misma tarea

 

 

Peter Farrelly ha aparcado a su hermano, Bob, y ha filmado una película sobre dos tipos que, por una vez, no hacen gala de una estupidez supina.

El escritor Luisgé Martín, en su ensayo «El mundo feliz: una apología de una vida falsa», aboga por la mentira y el engaño que proporciona esa Inteligencia Artificial para huir de lo absurdo e inútil de la existencia humana. Y lo cierto es que pareciera que llevamos entrenándonos para ello desde hace mucho.

Según sostiene Martín dando pie a suculentas reflexiones:

«no hay más imbéciles que en el siglo XII o XVIII, pero ahora la mayor parte de ellos creen que no lo son. La causa está en el prestigio social de la tolerancia, en la democratización de la inteligencia y en la exaltación del respeto a los gustos y opiniones de todos.»

 

Pero volviendo a esos años 90 de la MTV de los que hablábamos antes, en esa misma cadena, unos personajes como Beavis and Butt-Head explotaban el humor más cafre en sus intervenciones. Fueron los años en que Homer Simpson se convirtió en un icono cultural; y las películas de los hermanos Farrelly [Dos tontos muy tontos (1994), Vaya par de idiotas (1996)…] llenaban los cines. Y precisamente, como un diamante en bruto, a mitad de los 90: nacía Internet. Una genealogía de la estupidez contemporánea que alguien tenía que registrar.

 

 

Preservar las señales de nuestro tiempo para que, en un futuro, se pueda datar cuándo fue el momento en donde se inicio esta deriva hacia la estupidez: resulta de lo más interesante. De ahí el empeño de algunas bibliotecas y bibliotecarios por conservar una de las expresiones más sintéticas y definitorias de nuestra época: el meme.

Know your meme, la web más conocida que se dedica a la investigación de memes y documentos de Internet que se vuelven virales.

En inglés meme proviene de esa información mínima que va pasando de una generación a otra conformando conductas y construcciones culturales, según formuló Dawkins en su célebre ensayo ‘El gen egoísta’. En cambio, su deriva en la red tiene que ver con esas imágenes (estáticas o en movimiento) de carácter jocoso en las que se proclama alguna obviedad u opinión chocante sobre algún asunto. Y frente al esquematismo del inglés, nuestro mucho más rico castellano, hace que tenga una gran similitud con un término tan expresivo de nuestro idioma como es el de ‘memez’.

 

La estadounidense Amanda Brennan cursó estudios de Biblioteconomía en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey. Tuvo claro, desde el principio, que su campo de acción sería Internet. Lleva años recolectando memes y muchos otros objetos digitales de los que pululan por la Red.

 

El pasado julio una entrevista en ‘eldiario.es’ con Mar Pérez Morillo, responsable de las redes sociales y de la preservación de webs en la Biblioteca Nacional se redujo (los clics mandan) a que la institución bibliotecaria más importante de nuestro país estaba guardando memes. Algo que es cierto, pero como casi todo en la red algo reducido, ya que la labor de la BNE en ese sentido va mucho más allá. Como bien declaraba Pérez Morillo sobre la misión de preservación que deben jugar las bibliotecas: «cuanto más seamos capaces de guardar más fidedigna será la imagen que podamos ofrecer en el futuro de cómo era nuestro mundo de hoy«. Eso sí, se debería advertir en alguna cláusula: que se exime de cualquier responsabilidad a las bibliotecas recolectoras por lo poco favorable que pueda resultar esa imagen futura.

 

En enero de 2017 una protesta anti-Trump irrumpió en la Biblioteca de la Universidad de Washington. Un estudiante (o bibliotecario no está muy claro) les llamó la atención y fue grabado. El vídeo se hizo viral en pocas horas y dio lugar a muchos memes y remixes en Youtube. 

 

En el relato de Jack London, La ley de la vida, el anciano de la tribu es dejado atrás por su comunidad de cazadores nómadas que no pueden cargar con él por pura supervivencia. Lejos del anciano, que se resigna a su destino igual que lo hicieran sus antepasados, las bibliotecas (que hablando de cultura son las veteranas): no parecen estar muy dispuestas a que las dejen atrás. Y siguen cazando y recolectando allá donde sea necesario para no dejar de ser parte de la tribu.

Si la evolución premia ante todo la supervivencia, el seguir adelante como sea: ¿será la estupidez el siguiente paso evolutivo? ¿quién asegura a los que defienden a bibliotecas, librerías y a la cultura en general: que están en el bando correcto? ¿no deberían aparcar un poco los libros y dedicarnos más al sexo (con fines reproductivos, claro está)? En cualquier caso seguiremos expectantes el desarrollo de los acontecimientos.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com