Geopolítica bibliotecaria 3

 

Para resumir en una imagen esta serie de Geopolítica bibliotecaria, que estamos desarrollando desde hace tres semanas, no cabía mejor elección que la de una maleta vintage. Una de esas, no muy cómodas frente a los trolleys actuales, (las cargaban subalternos, nunca, el privilegiado viajero) que iban sumando pegatinas de hoteles y lugares de ensueño que certificaban lo cosmopolita del propietario. Pero el mundo de esas maletas hace mucho que se extinguió.

 

Paul Bowles, el escritor viajero, junto a su equipaje. En una época en la que el viajar (para quien podía permitírselo) era un placer aún ajeno a las masas.

 

Esas maletas representaban el poderío de los pudientes de la época frente a las desvencijadas maletas atadas con cuerdas de los emigrantes, los que se veían obligados a huir de su país ante el auge de los totalitarismos, de los perseguidos, los expatriados, los parias. Un siglo después, los movimientos migratorios, los refugiados, los excluidos de la globalización se amontonan a las puertas de Occidente. Y por muchos muros que se levanten siempre hay algo que termina permeando, infiltrándose entre los poros del hormigón.

El electro latino, el reguetón, los sonidos latinos llevan décadas calando des-pa-ci-to en los ritmos globales: y con ellos ciertos clichés de la cultural latina, y lo más ventajoso para los hispanohablantes: el castellano afianzándose en todos los ámbitos, incluido el de los negocios. Por mucho que algunos aborrezcan esta saturación reguetonera, como decía recientemente el iconoclasta crítico musical Victor Lenore: «tenemos por lo menos 30 o 40 años de reggaeton«. Así que, ya tú sabes, vamos rumbo a Latinoamérica.

 

Cuando los medios más supuestamente exclusivos llevan a su portada a un músico de reguetón: es que la cosa va en serio.

 

Feria del Libro del Oeste de Caracas 2018 en la que España fue el país invitado.

Entre los países sudamericanos, Venezuela, se ha convertido en una patata caliente de la política española. Una matrimoniada entre la derecha y la izquierda de nuestro país: propia de una de esas parejas en crisis que aprovechan las visitas a casas ajenas para airear sus miserias en público. Pese a ello en la última Feria del Libro del Oeste en Caracas, España fue el país invitado.

En la crónica que de los saqueos que se están sufriendo en muchas ciudades del país andino una nos llama la atención: la del saqueo de una librería en la parroquia caraqueña de El Paraíso. Según relata su afligida propietaria robaron todo lo que había en la librería: salvo los libros. En circunstancias así, hablar de cultura, hasta pareciera una frivolidad. Pero pese a todo, la cultura, siempre es una forma de resistencia incluso cuando las necesidades más acuciantes concentran toda la atención.

Los que huyen siempre dejan mucho atrás, y entre esas cosas, dejan también bibliotecas. El Buscón es una librería ubicada en el centro cultural, de la capital venezolana, El Trasnocho cultural. Su historia, como todo en el país, es la historia de una supervivencia en condiciones extremas. En un artículo publicado en el portal de noticias independientes de ‘Crónica uno’ se relata la crónica de las bibliotecas huérfanas de Venezuela.

 

Centro Cultural El Trasnocho en Caracas.

 

La librería El Buscón está especializada en textos agotados, y junto a otros establecimientos de parecidas características, han encontrado una vía de supervivencia gracias a la huida sin mirar atrás de tantos venezolanos que han ido abandonando el país llevando poco más que lo puesto. Las bibliotecas se quedan y ese abandono es aprovechado por las librerías y centros culturales. Como bien indica la responsable de El Buscón, en el artículo, no se trata de bancos de libros: aplican una rigurosa selección para conservar lo realmente relevante e interesante. En Venezuela, librerías y centros culturales, son auténticos centros de resistencia. Pero ¿y las bibliotecas?

 

Las bibliotecas en medio de las refriegas políticas en Venezuela. Imagen de la Biblioteca Pública Óscar Palacios Herrera en un barrio de Caracas. La biblioteca fue reinaugurada por el ministro de cultura en abril de 2017, y pasados unos días, fue atacada, incendiada y apedreada. 

 

Las bibliotecas dependen del poder y su capacidad de autonomía no es tanta como la de iniciativas privadas. En La biblioteca como arma política hablábamos de la manipulación que se puede hacer de las bibliotecas y la cultura desde puntos de vista ideológicos según la conveniencia del momento. Nada nuevo bajo el sol. En Venezuela también se está dando esa utilización: y así el escritor José Canache afín al régimen de Maduro (todo hay que decirlo): denunciaba recientemente que en las bibliotecas del Estado de Anzoátegui se estaban purgando libros y documentos sobre Chávez y la Revolución Bolivariana.

¿Hay motivos para ver algo positivo en una censura sea del tipo que sea? Si nos quedamos con el hecho de que alguien se esté molestando en cribar los fondos de una biblioteca para sesgar la historia ,en un sentido u otro, podríamos decir que sí. No deja de ser un reconocimiento al ascendente que las bibliotecas, y la palabra escrita, aún preservan incluso en sociedades tan fragmentadas como la venezolana.

 

La autobiografía de Mario Vargas Llosa en la que cuenta su progresivo acercamiento a posturas liberales.

 

Y si la revolución bolivariana, de marcado cariz izquierdista, ha terminado derivando en dictadura, por contraste, es oportuno que sigamos con un país que se ha erigido en paradigma del éxito del liberalismo como es: Perú. Según el FMI, ese oráculo divino que sentencia países, Perú es una de las economías emergentes entre los países de su ámbito más cercano. Como contrapartida, también es cierto que según el último ranking publicado por Transparencia Internacional: el país se ha elevado hasta el noveno puesto en la lista de países más corruptos.

Dejando aparte los aciertos o desaciertos de las políticas económicas aplicadas en la patria de origen de Vargas Llosa: ese enriquecimiento del país no se ha traducido en un mayor impulso al sector que aquí nos interesa. Si bien el Plan Lector (un listado de lecturas recomendadas para centros docentes) ha conseguido aumentar los índices de lectura en niños en edad escolar: el hábito tiene difícil continuidad ante la falta de suficientes bibliotecas públicas. Según el escritor peruano Javier Arévalo, que participó en la elaboración de dicho plan, este incremento de la lectura en jóvenes se da en los colegios privados: quedando los públicos desabastecidos por esa carencia de bibliotecas y medios.

 

La impactante campaña lanzada para recuperar los libros robados a la Biblioteca Nacional de Perú durante años.

 

Hacer lecturas (nunca mejor dicho) del hecho de que el FMI bendiga económicamente a Perú, y que al mismo tiempo hayan aumentado los índices de corrupción y los índices de lectura, pero, en colegios privados: sería hacer una lectura torticera, sesgada y maniquea. Mejor nos la ahorramos y que cada uno saque sus propias conclusiones. De momento dejamos el Perú con un libro: La biblioteca fantasma de David Hidalgo.

Hidalgo ha llevado a cabo una exhaustiva investigación periodística sobre el sangrante expolio al que ha estado sometida la Biblioteca Nacional de Perú durante décadas. Una historia de robos sistemáticos llevados a cabo por los propios trabajadores que vendían en el mercado negro las joyas bibliográficas de sus fondos. En La biblioteca fantasma se denuncian los errores y la desidia de responsables policiales y de magistrados que dibujan un retrato nada halagüeño del respeto de las instituciones por la cultura de su país.

 

 

Según un medio liberal como ‘The Economist’, Uruguay es el país más democrático de Sudamérica, y además según el mismo ranking que elevaba el índice de corrupción peruano: el menos corrupto. Y según Naciones Unidas el que tiene mayor nivel de alfabetización. Sin duda los tres millones y pico de población que tiene el país son mucho más fáciles de manejar que los más de 30 millones de Venezuela o Perú: pero algo habrá que se pueda adaptar a la realidad de otros países más complejos. Por ejemplo, el proyecto Biblioteca Solidaria, que ahora ha ampliado su radio de acción uniendo a Uruguay con Paraguay.

Este proyecto implica a padres, abuelos, vecinos, estudiantes y, en general, a todo aquel que quiera sumarse. Consiste en formar parte de equipos comunitarios de lectura que visitan principalmente escuelas, centros culturales y asociaciones buscando promover la lectura entre los niños uruguayos y sus familias. La iniciativa basa su éxito en el hecho de que implica a la comunidad, que busca a sus agentes promotores más allá del gremio docente, bibliotecario o estudiantil: aspirando así a objetivos a más largo plazo que los que se consiguen con simplemente promover la lectura exclusivamente en el ámbito escolar.

 

Biblioteca País: la biblioteca digital puesta en marcha por el gobierno uruguayo a la que se puede acceder simplemente con la cédula de identidad.

 

Y también recientemente, el gobierno uruguayo ha puesto en marcha la Biblioteca País, una biblioteca digital con más de 4.000 títulos en español que en su primer mes ha contabilizado un total de 40.000 préstamos. Tal vez algo tenga que ver una cuestión pendiente en las bibliotecas españolas: no se necesita carné de biblioteca: basta con la cédula de identidad, es decir, el equivalente a nuestro DNI.

En verano, las bibliotecas llegan a las playas a través de las Biblioplayas, y aprovechando que al final del verano, el 15 de septiembre, se celebra el Día de la democracia en el país: el concepto ‘biblioteca’ fue utilizado para celebrarlo a través de las denominadas «bibliotecas humanas» que ocuparon diversos espacios públicos de la capital promoviendo la comunicación entre los ciudadanos.

 

 

Es casi pecado estar por la zona y no aprovechar para visitar México (con su recién estrenado plan para fomentar la lectura AMLO que busca, entre muchas otras cosas, desasociar las bibliotecas con el aburrimiento); al gigante brasileño (al que el FMI pronostica una recuperación económica, y su nuevo presidente Bolsonaro, asegura una glaciación cultural al cargarse el ministerio del ramo); Argentina (con su crisis económica y sus bibliotecas comunales siempre en acción permanente); la siempre ejemplar Colombia (con un crecimiento sostenido pero que, al contrario del resto de países bendecidos por el FMI, mantiene una apuesta firme por las bibliotecas como agentes activos a favor de la paz y el progreso); o el pujante Chile (que del socialismo de los últimos años ha pasado al centro derecha actual y prosigue con proyectos bibliotecarios tan interesantes como BiblioRedesy siempre está de actualidad bibliotecaria, por asuntos como la inauguración de la primera biblioteca digital en un aeropuerto). Seguro que todos nos saldrán al paso en la crónica de actualidad en un futuro nada lejano.

 

La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, en la Biblioteca del Congreso, en Washington, en compañía de la bibliotecaria del Congreso, Carla Hayden. La foto fue tomada con motivo de una conferencia que pronunció Lagarde el pasado mes de diciembre en la Biblioteca.

 

Pero si hemos elegido a estos tres países de la zona para el último repaso geopolítico ha sido porque Venezuela, Perú y Uruguay ejemplifican fórmulas políticas y económicas muy distintas cuyos resultados, siempre desde el prisma que nos interesa, han dado resultados divergentes. Y al final queda la pregunta: ¿será por el modelo económico, por el ideológico-político, por la sociedad civil (en cuya organización confía una educadora peruana que amablemente nos ha escrito a raíz de leer esta serie geopolítica), o acaso, por sus gobernantes? La respuesta, como siempre, dependerá del prisma desde el que se mire.

Y tal como advertimos este panorama geopolítico bibliotecario se agotaría en tres entregas. Ahora nos surge la duda: ¿pecamos de ambiciosos o de modestos? Como no lo tenemos muy claro lo único que podemos decir es: ¿Continuará?

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Geopolítica bibliotecaria 2

 

Proseguimos el periplo que iniciamos hace una semana por el panorama geopolítico mundial desde prisma bibliotecario. Y si en la primera parte cerrábamos con las burlas que Trump le dedicaba al primer ministro de la India a cuenta de la biblioteca que este país ha financiado en Afganistán: aprovechamos que ya estábamos por la zona para retomar el viaje por el siempre desconcertante país de Bollywood.

 

Sanam Teri Kasam (2016) taquillazo reciente de Bollywood con trasfondo bibliotecario y un argumento sin desperdicio. La protagonista es una bibliotecaria que no encuentra marido por considerarla todos fea. Tras enamorarse de un abogado en apuros se esforzará para cambiar de aspecto y convertirse en una mujer bella que consiga a su amor pese a las mil adversidades que se les presentan.

 

Cuadro-altar en homenaje al padre de la biblioteconomía en la India: el matemático y bibliotecario Shiyali Ramamrita Ranganathan.

La mayoría de adjetivos aplicados a países pecan de tópicos y reincidentes pero, el de desconcertante, sigue intacto en su capacidad para describir a un país con más de 1.200 millones de habitantes. En el ámbito bibliotecario, recientemente el Indian Public Library Movement (Movimiento por las bibliotecas públicas de la India) cumplía cinco años. Dicho movimiento busca dinamizar y potenciar a las cerca de 70000 bibliotecas públicas contabilizadas en el país que, en las últimas décadas, han visto como tanto sus colecciones como instalaciones languidecían progresivamente.

Lo primero que llama la atención de este movimiento es que esté patrocinado por la Asociación Nacional de Empresas de Software y Servicios: una organización sin ánimo de lucro que actúa como asociación comercial de la industria india de Tecnología de la Información y Externalización de Procesos de Negocios. Resulta cuando menos curioso que una organización volcada en la tecnología sea la que auspicie un movimiento por las bibliotecas. Pero en un país de contrastes como es la India: todo es posible. Y en este caso suena de lo más esperanzador.

 

 

Desde su creación en 2013 el Movimiento de Bibliotecas Públicas de la India ha alcanzado a 20 estados, y está presente en más de 100 distritos e implicado en más de 200 bibliotecas públicas. El propio Ministerio de Cultura está haciendo un esfuerzo por revitalizar a las bibliotecas como elementos fundamentales para el progreso de las generaciones futuras. Por ello la prioridad en las nuevas infraestructuras y equipamientos bibliotecarios se está centrando en los niños.

Una de las últimas iniciativas el programa Tecnhology Empowering Girls (TEG) recurre a las bibliotecas públicas para convertirlas en plataformas para que, adolescentes y mujeres de zonas marginales, puedan superar la brecha digital. Tecnología y mujeres: una combinación que denota el espíritu de progreso que puede hacer que, como vaticinaba la consultoría PwC, lleve al país asiático al segundo puesto como la economía más importante el planeta en 2040.

 

Analytics India Magazine es una publicación centrada en el progreso tecnológico que está configurando el futuro de la India a través de la promoción de ideas y personas que quieren cambiar el mundo. En una serie de artículos se centran en conversaciones con las mujeres del país más influyentes en este campo.

 

La celebrada novela de Amor Towles que recorre el siglo XX ruso desde la mirada de un aristócrata en arresto domiciliario en un hotel de lujo de la capital.

Al margen de ese triunvirato Estados Unidos-China-India queda una potencia que, aunque no esté en su momento más glorioso, sigue actuando/intrigando como en los mejores tiempos de la Guerra Fría para desestabilizar el tablero donde se juega la partida. Vladimir Putin aparece como la figura que, con una combinación muy 007, une venenos con nuevas tecnologías para fomentar el caos de sus competidores gracias a las redes sociales.

Las bibliotecas públicas no parecen quedar dentro de su campo de interés; y en cambio frente a esa amenaza en la sombra a la que todos los focos occidentales señalan: las bibliotecas rusas están viviendo un renacer.

En Moscú se acaba de remozar una de sus bibliotecas más emblemáticas: la biblioteca Fyodor Dostoevsky. Según relataban recientemente en la web de la emisora de radios NPR: las bibliotecas en Rusia están viviendo un resurgimiento que las convierte en centros muy valorados por una población joven que busca mucho más que un simple lugar de estudio. Siguiendo una tendencia que se está propagando por todo el orbe bibliotecario: el silencio ha dejado de ser una exigencia. Y así ensayos de grupos de teatro conviven con clubes de idiomas, conciertos, lecturas o conferencias alcanzando una media de tres a cuatro eventos diarios en dicha biblioteca.

Y los números cantan. Tras haber desechado cualquier idea conservadora sobre lo que debe ser una biblioteca: la Fyodor Dostoevsky ha pasado de una docena de visitantes diarios a más de 500.

 

La vanguardista biblioteca de San Petersburgo: M-86.

 

El ejemplo moscovita ha prendido en el resto de bibliotecas del país, y así, hace poco se celebró la Biblionoch (la noche bibliotecaria). En San Petersburgo algunas de sus bibliotecas más punteras organizaron diversos eventos según su especialización. En la Okhta Lab Library se han especializado en promover reuniones entre empresarios, artistas y científicos. Con su proyecto Science Slam jóvenes científicos presentan sus investigaciones. La M-86, la biblioteca más moderna de San Petersburgo, cuenta con espacios recreativos, salas de trabajo y equipos informáticos para diseñadores de medios. Además disponen de un estudio de grabación e ingeniería visual y realizan talleres de videoblogging, moda e historia de la moda.

Es suficiente con ver las fotos de las bibliotecas rusas para comprobar que nuestra insistencia por atender tanto a lo que se hace en el mundo anglosajón nos hace perder perspectiva respecto a lo mucho que se está moviendo el mundo bibliotecario en otras latitudes.

 

Plano de la Okhta Lab Library de San Petersburgo.

 

Puede que Putin no tenga nada que ver en este resurgir de las bibliotecas rusas pero, como señala el director de la Fyodor Dostoevsky, Andrei Lisitsky, los rusos estaban habituados a que el estado se encargara de todo, y ahora, están comprendiendo que pueden resolver sus propios asuntos reuniéndose en espacios públicos. Y esos espacios son las bibliotecas.

Los esfuerzos del primer ministro ruso por conseguir que su país juegue un papel determinante en el nuevo orden mundial cuentan con el potencial (estén o no a favor de su figura) de una creciente sociedad civil que está evolucionando precisamente alrededor de las bibliotecas públicas. Si en los planes del Kremlin entra dar cancha a esa sociedad que se organiza por sí misma, o no, el caso es que una ciudadanía formada y con capacidad de organización siempre es un activo para el progreso.

 

La muy espectacular Nikolai Gogol Library en San Petersburgo.

 

Lisistsky define a las bibliotecas como «centro de aprendizaje informal». Y en esa informalidad se resumen muchas de las ideas sobre las que hemos dado vueltas en este blog otras veces. Si el aprendizaje continuo es un requisito imprescindible para vivir en el mundo de hoy: las bibliotecas permiten ese espíritu autodidacta que tanto fomentan las nuevas tecnologías pero en un entorno tutelado a demanda. Es decir, no sujeto a planes de estudio, pruebas, calificaciones ni exigencias de ningún tipo: en definitiva no académico: pero sí con el apoyo del personal y los servicios que ofrece la biblioteca. Y una ciudadanía así puede tener mucho que aportar al resurgimiento de su país más allá de las intrigas y tejemanejes propios de la alta política.

Nos resta una tercera etapa de este viaje para completar el recorrido. Pero eso será la semana que viene. Ahora solo queda despedirnos desde Rusia con amor, mucho amor, por las bibliotecas.

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Geopolítica bibliotecaria 1

 

Si la semana pasada bordeamos lo desconocido aventurándonos por las coordenadas del Triángulo de las Bermudas, y sus misterios, esta semana nos asomamos a un triángulo, hexágono, dodecaedro o lo que sea en que se configure el  (des) equilibrio geopolítico en el que se define el panorama de fuerzas que tensan el mundo de hoy.

 

La cuenta de Instagram del turco Ugur Gallen ha ganado mucha repercusión últimamente gracias a los montajes fotográficos que publica. En ellos confronta los conflictos armados y las situaciones de emergencia humanitaria, en la actualidad, con imágenes de la sociedad del bienestar.

 

Si todos nos plegamos a la geolocalización de los satélites, y gustosamente cedemos nuestras coordenadas a su control a través de nuestros dispositivos, echar un vistazo desde prisma bibliotecario a las fuerzas geopolíticas que están redefiniedo la Historia en estos momentos: puede ser una buena opción para ver el presente en perspectiva. Todo es demasiado inestable como para llegar a conclusiones. Pero si alguna vez el refrán de ‘a río revuelto, ganancia de pescadores’ se pudo considerar oportuno es en estos tiempos.

Nuestro periplo no tiene ningún afán exhaustivo. Antes que Willy Fog sería James Bond nuestro modelo: pero no por lo más obvio que cabría imaginarse. Saltamos de latitud en latitud, como 007, pero sin dry martini, sin esmoquin, ni cochazos, ni mansiones repletas de beldades en biquini. Los villanos (que no faltan) quedan a la elección de cada uno.

 

Empezamos en Europa con la estrella bibliotecaria del momento: la biblioteca finlandesa de Oodi. Patrón con el que todas las bibliotecas del mundo parece que se van a comparar a partir de ahora. No vamos a  describir las innovaciones, ni espacios fantásticos de esta biblioteca modelo. Para eso ya hay muchas noticias e incluso vídeos. Nuestro interés es el papel que juega un país que da lugar a centros así en el escenario global: porque de ese papel se podrá deducir su capacidad de influencia en el resto.

Finlandia forma parte de un continente al que el nuevo siglo no está tratando demasiado bien. Su capacidad de influencia en el nuevo orden mundial está en entredicho, sobre todo, si se confronta con Asia o América. Finlandia, junto con el resto de avanzadísimas sociedades nórdicas (o así reza el tópico) aunque miembros o no (el caso de Noruega) de la Unión Europea: mantienen una cierta distancia con el resto. Su envidiado estado del bienestar siempre es el espejo al que se recurre para mirarse y deprimirse ante el amorfo reflejo propio. Otro tanto cabe decir en cuanto a sistema educativo y prestaciones sociales. Si en asuntos tan esenciales no se ha conseguido trasladar su modelo, que las bibliotecas sigan teniendo tanta importancia, no parece que sea determinante para que el resto de países les imiten por ello. Prosigamos pues el viaje.

 

El polémico escritor chino Murong Xuecun declaró, hace unos años, que sus compatriotas inmersos en una economía de mercado salvaje no prestan mucha atención por la lectura. Noticias recientes, en cambio, le contradicen.

Otra biblioteca que ha acumulado numerosos titulares y ha venido muy bien para rellenar los cada vez más raquíticos espacios culturales en los medios: ha sido la espectacular biblioteca china de Tianjin Binhai que se inauguró en los últimos meses del 2017.

La fastuosa biblioteca con sus infinitas estanterías en las que parecían habitar libros y más libros hasta perderse en el horizonte, en realidad, jugaba con las ilusiones ópticas. Una vez se superan las estanterías accesibles todo se convierte en un trampantojo, en un reflejo multiplicado por el ingenio de los arquitectos. Y el 1,2 millón de libros que aseguran caben en la biblioteca, por el momento, no deja de ser un futurible.

Por eso, ante tamaña (y maravillosa) ostentación del gigante chino, mejor nos fijamos en datos concretos que nos sitúen en la importancia real que dan en la segunda economía del mundo a las bibliotecas. Según un artículo publicado en la revista estadounidense ‘Publisher Weekly’, el pasado diciembre, el mercado de libros infantiles en China alcanza proporciones tan apabullantes como la faraónica biblioteca de Tianjin Binhai. Y ese dato sí que emociona mucho más que la deslumbrante biblioteca.

 

En China se está dando lo que en nuestro entorno se dio hace unas décadas y que el pelotazo económico de los 90 terminó por desbaratar: la cultura como símbolo de ascenso y progreso social. La pujante clase media china aspira a que sus hijos tengan los mejores libros y aprender a leer cuanto antes. En esto último se parecen a muchos progenitores españoles que, desde siempre, han cifrado el que sus hijos lean cuanto antes como síntoma de éxito escolar (un empeño que se contradice con los modelos educativos más avanzados). Y en cambio, se preocupan muy poco por darles ejemplo leyendo ellos mismos y así conseguir que una vez sepan leer: sigan leyendo.

Pero volviendo a China. Todos estos progresos vienen acompañados de una reforma educativa que enfatiza la lectura dentro y fuera del aula. Un empeño que viene acompañado por la construcción, durante la última década, de más de 600.000 bibliotecas con las que combatir la escasa alfabetización de la población no urbanita. Hasta se ha establecido un premio para reconocer a los mejores promotores de la lectura en el país.

 

En los análisis que hacen los medios sobre quien ganará la partida entre Trump y el régimen de Pekín: siempre se centran en los datos económicos. Pero más allá de espionajes, guerras digitales o de carreras por dominar la inteligencia artificial: lo que decante la balanza puede que provenga de lo más nimio. Cuando las fuerzas se están igualando en tantos campos: el último esfuerzo para ganar el pulso puede venir de detalles tan insignificantes como los índices de alfabetización, la lectura, el número de bibliotecas, etc… En esas fruslerías, que no aparecen nunca en las páginas de economía, es donde se denota cuando un imperio está asentando las bases de su dominio a largo plazo.

Por contraste con su gran rival chino, Trump cierra el grifo de ayudas a las bibliotecas públicas, confía en la contaminación informativa para manipular mejor a su electorado y es la antítesis de lujuria intelectual (de la otra también pero de eso no hablamos aquí). No vamos a decir que el régimen chino sea un paraíso de la libertad de expresión, pensamiento y creación, desde luego, pero cuando el éxito depende de tantos e insignificantes detalles: cabe la posibilidad de que hasta el peso pluma de las bibliotecas (y de la cultura en general) sea un peón a tener en cuenta.

 

Y para muestra, una última hora de lo más esclarecedora. El presidente de los Estados Unidos, en su primera reunión de gabinete de 2019, se burló del primer ministro de la India, Narendra Modi, por financiar la construcción de una biblioteca en Afganistán. Tanto los Estados Unidos, como la India, están colaborando financieramente en la reconstrucción del país afgano tras haber participado, previamente, en su destrucción. Según las autoridades hindúes, la construcción de la biblioteca representa la contribución del país en el desarrollo de la sociedad civil afgana, en promover una educación moderna y habilidades profesionales para los jóvenes. Para Trump, la construcción de la biblioteca, no es más que un mal chiste.

 

Javier Cansado en el programa ‘La resistencia’ de David Broncano.

 

La actualidad siempre juega a favor cuando se habla de estos temas. En una entrevista del humorista Javier Cansado en el programa de humor de moda entre los millenials La resistencia de David Broncano: surgieron argumentos de los que gusta escuchar. Básicamente de los que te reafirman en lo que tú has dicho. Cansado empezó hablando de bicicletas (coincidiendo con lo que dijimos en Bibliotecas para todos, aceras para peatones): pero prosiguió hablando del interés que profesa por la historia del Imperio mongol. Y es aquí donde Cansado nos recuerdaba que una de las grandezas de ese imperio que precedió al Imperio chino: fue que, pese al potencial destructor de su ejército, cuando arrasaban una ciudad con saña, siempre respetaban la vida de ingenieros, artesanos y artistas.

El modelo con el que siempre se compara a los imperios, más que el mongol, suele ser el del Imperio romano. En el caso de Roma fueron las invasiones bárbaras las que acabaron de derrumbarlo. En el caso de los Estados Unidos, en cambio, si termina derrumbándose, no hará falta que le invadan bárbaros venidos de fuera. Eso que se ahorran.

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Biblioteca de alta cuna y baja cama

 

Hace poco más de un año sosteníamos, en este mismo blog, que se estaba fraguando un golpe de estado cultural. Siempre dispuestos a leer las señales, incluso en donde cuesta verlas, una noticia reciente nos aporta más argumentos con los que apuntalar esa intuición.

Según recoge ‘El País’ la última exposición organizada por la BNE viene envuelta en polémica: lo cual no quiere decir mucho. Polémica y noticia, en estos días, vienen a ser lo mismo. Los rostros del genio es el nombre bajo el que se exponen en la Biblioteca Nacional hasta el mes de mayo de 2019, entre otros fondos de la institución, dos códices del genio italiano. Hasta ahí nada excepcional salvo por el siempre excepcional Da Vinci. El problema viene por la colaboración en dicha exposición del popular presentador del concurso de Telecinco, Pasapalabra, Christian Gálvez: que ha aportado una selección de recreaciones de máquinas diseñadas por el gran Leornado.

Paralelamente, Gálvez, ejerce como comisario de una exposición sobre Leonardo en el Palacio de las Alhajas, que ha terminado de enervar los ánimos en torno a la celebración del V centenario de la muerte del gran creador.

 

La exposición que comisaría Gálvez sobre Leonardo ha resaltado su carácter didáctico y su deseo de presentar un Leonardo ‘en vaqueros’. Y casualmente, hace años, una conocida marca de vaqueros, recurrió al David de Miguel Ángel para anunciar sus pantalones.

 

La figura de Gálvez es curiosa cuando menos. Ejerce desde hace años su papel de presentador enrollado y de simpatía estándar para programas familiares: y por otra parte: se ha ido construyendo una imagen de escritor de best sellers de intriga (al socaire de la moda propulsada por Dan Brown) con la figura de Leonardo da Vinci y el Renacimiento, como leitmotiv principal, y de experto no ortodoxo sobre la materia.

 

Autoayuda inspirándose en Leonardo da Vinci de la mano de Christian Gálvez con prólogo de Risto Mejide.

 

Unas credenciales que no convencen para nada a los más de 500 historiadores del Comité Español de Historia del Arte (CEHA) que han firmado una protesta por el intrusismo de Gálvez en estos asuntos, por su falta de reconocimiento científico, la inclusión de un cuadro sobre el que recaen serias dudas sobre su autoría en la exposición, y la inexperiencia del presentador/escritor como curador de exposiciones. Gálvez ante el ataque de lo académico ha respondido recurriendo, precisamente, a las bibliotecas:

«No pretendo sentar cátedra. Pero me hace gracia, porque hoy en día Leonardo sería un intruso. Recordemos que en su época, la Florencia de los Médicis, fue cuando se empezaron a abrir las bibliotecas a la gente.»

Por su parte la BNE ha confirmado el incremento de visitas a la institución y el aumento de solicitudes de alta como usuarios. Y ante el revuelo que no cesa ha procedido a hacer sus declaraciones al respecto mediante un hilo de Twitter del que extraemos dos tuits:

 

 

Lo cierto es que los historiadores, tengan toda la razón o no de su parte, lo tienen difícil ante el poderío de un rostro popular televisivo. Las acusaciones de clasismo que puedan recaer sobre ellos vendrán refrendados por un estado cultural en el que los referentes del pasado están cada vez más en entredicho. Entre universidades que azuzan a profesores e investigadores a una carrera desenfrenada de publicaciones para poder optar a progresar académicamente, la polución que promueven las redes, y el descrédito en el que ha caído el canon cultural que imperaba desde el siglo XIX: las bases sobre las que se sustenta lo cultural no pueden resultar más movedizas.

¿Habría resultado menos molesto el intrusismo si el papel de Gálvez lo ocupara un Jordi Hurtado de Saber y ganar en TVE o el añorado Constantino Romero de El tiempo es oro? Pregunta torticera donde las haya: pero que fijándose un poco no resulta tan frívola. Pese a lo que pueda parecer, aún en estos tiempos líquidos, el concepto de lo cultural y sus apariencias, y por tanto del clasismo cultural, sigue conservando subterráneamente su vigencia.

 

David Leo, el concursante poeta, que ganó el rosco final y quería invertir parte del premio en abrir  una librería-café, una academia de “saberes inútiles” para especialistas en humanidades. 

 

Premios literarios para nombres televisivos.

La cadena de espacios como Sálvame ; Gran Hermano ; Mujeres, hombres y viceversa o Cazamariposas: ejerce el clasismo cultural como la que más. En Telecinco el programa que presenta Gálvez, Pasapalabra, es un punto y aparte. Para ganar el concurso no hace falta vender las miserias propias y ajenas, vociferar, encamarse o siliconarse: basta con un dominio lo suficientemente amplio del diccionario y hacer alarde de rapidez mental. Es lo más parecido a un programa cultural que poseen y, por eso, no dejan que se contamine del resto de su programación.

La fauna que puebla los programas estrella de la casa y en los que sí es necesario claudicar de cualquier tipo de vergüenza, pudor o discreción: no intervienen como invitados en el programa del rosco final. El clasismo cultural demarcando bien los territorios de la parrilla televisiva.

Boris Izaguirre, una figura que emergió también en la cadena allá por los 90, siempre ha defendido que un escritor o intelectual del siglo XXI debe aparecer en los medios y no rehuir nunca el show. Algo que el fugaz ministro de cultura del gobierno de Pedro Sánchez, Màxim Huerta, venía dispuesto a corroborar: pero cuestiones más prosaicas que el show business truncaron el intento.

 

Eduard Limònov, el Johnny Rotten de la literatura que vino de Rusia, en un montaje publicado en el blog sobre literatura de Juan Carlos.

 

Visto el panorama ¿quién concede la legitimidad cultural, la autoridad, el prestigio en estos tiempos movedizos en los que hasta el criterio académico está bajo sospecha? La excelente novela Limónov (Anagrama) de Emmanuele Carrère es todo un manual en este sentido. La vida del poeta, escritor, provocador, revolucionario, farsante, vagabundo, delincuente y mercenario Eduard Limónov es todo un ejemplo, real aunque pareciera inventado, de un arribista cultural, de un trepa social con talento que persigue la fama, la gloria y la inmortalidad a través de la cultura.

Y Carrère, francés, acomodado, burgués hijo de una familia con pedigrí académico y prestigio cultural: se mira de reojo en las motivaciones, frustraciones, deseos de ese ruso proletario que durante toda su vida ha luchado por desmarcarse a través del arte y la cultura de lo que el destino familiar le deparaba. Partiendo de un situación mucho más propicia, el escritor francés, también compartió con el paria ruso las mismas ansias de trascendencia, de legitimación cultural, de reconocimiento, en definitiva, de ese aura de intelectualidad y talento que le distinguiese, no ya socialmente, sino culturalmente del resto.

 

Carrère y Limónov: dos tildes contrapuestas.

 

Todos somos arribistas, todos somos trepas culturales, y las bibliotecas públicas llevan siglos proveyendo de municiones a los millones de arribistas que han asaltado, una y otra vez, los palacios de invierno de la cultura. Desde la invención de la imprenta, ese asedio ha sido continuo: pero puede que esta revolución digital esté trastocando los términos de esa ansia de superación.

Cuando ese pueblo en masa que, tan fotogénico queda en las películas de Eisenstein, puede asaltar los palacios cómodamente a golpe de clic: pasan de asaltarlos y terminan votando a favor del Brexit, Bolsonaro, el Frente Nacional Francés, Trump o Vox. ¿Qué ha pasado para que ese deseo de progreso social a través de la cultura haya desaparecido? ¿nos han matado el instinto? Si los ricos, los poderosos hacen más alarde de su ignorancia que de su cultura: ¿quién se esfuerza, robots aparte, por progresar mediante el conocimiento?

La actriz argentina Cecilia Roth, en una entrevista reciente, daba una clave en este sentido:

«Los votantes de Lula son los mismos que los de Bolsonaro. Ese es el problema. Y en eso creo que tiene que ver mucho la manipulación del pensamiento, y es que casi no hay pensamiento porque no nos alcanza el tiempo para pensar.»

 

La condesa Alexandra (1937): Marlene Dietrich como condesa rusa a la que los bolcheviques le asaltan el palacio y debe mezclarse con el pueblo para sobrevivir.

 

El título que Hollywood escogió para la adaptación cinematográfica de la novela de Theodore Dreiser, Una tragedia americana, mejoraba incluso el título original: Un lugar en el sol (1951). Eso es lo que busca su protagonista, interpretado por Montgomery Clift, un joven sin recursos económicos, y mucha ambición, que se debate entre su novia proletaria embarazada y la rica heredera a través de la  cual vislumbra ese lugar en el sol de la alta sociedad al que tendría acceso al casarse con ella. Desde el principio el protagonista ejemplifica lo que el sociólogo Pierre Bourdieu sostenía en los 70: «el gusto es una forma de diferenciarnos de los demás, de perseguir la distinción. Y su producto final es la perpetuación y la reproducción de la estructura de clases«.

En aquel entonces el gusto lo definía la cultura, pero en el XXI, para dar un braguetazo cultural antes habría que saber qué se entiende exactamente por cultura. El canon cultural se está redefiniendo a una velocidad de crucero espacial; avanza años luz y deja en la cuneta a cualquiera que aún siga creyendo en los cánones. Como cantaba Cecilia: «dama, dama, de alta cuna y de baja cama»: y en esa estrofa se resume bien cómo es lo cultural en nuestros días y, por la parte que nos toca, cómo son las bibliotecas: de orígenes aristocráticos pero adentrándose confiadas por los bajos fondos. Y mientras, juguemos un poco.

Con la A: Persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos. Con la B: Lugar donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura. Con la C: Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Todos tenemos un rosco hecho de palabras conceptos e ideas que nos enmarca nuestra visión de lo que somos y lo que querríamos ser. Para completarlo tenemos que ser capaces de descubrir dónde están los palacios que, una vez más, hay que asaltar.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas para todos, aceras para peatones

 

Una de las noticias curiosas más recientes en torno a bibliotecas provenía, una vez más, de Canadá: concretamente de las bibliotecas de Montreal. Los pupitres con pedales con los que se puede leer al tiempo que se hace deporte parecieran un invento propio de la Teletienda, pero no, son una realidad en la red de bibliotecas canadienses.

A ver, mobiliario bonito para bibliotecas, no es.

Según la bibliotecaria de la Biblioteca Robert-Bourassa: el escritorio-bicicleta permite a los niños canalizar su energía pedaleando y así pueden concentrarse en la lectura. De algún modo habrá que compensar los espasmos del mono digital que puede provocar un rato de lectura sosegada, no solo en niños, sino en todas las edades.

El caso es que la lista de usuarios reservando pupitres con pedales se ha hecho enorme y, de paso, aporta otra nota curiosa sobre la idiosincrasia de las bibliotecas canadienses que tan buenos momentos nos están dando últimamente en la sección de noticias breves de cualquier foro bibliotecario.

 

 

Caída de bici el cómic de Étienne Davodeau.

Y como en la actualidad las noticias siempre se entrelazan: en la que fuera madre patria de los canadienses, Francia, el pasado 16 de noviembre se proyectó en una biblioteca parisina la película rodada sobre Angelle 2018. Con ese nombre (acrónimo de las localidades galas de Angers y La Rochelle) se resume el itinerario que llevaron a cabo más de 50 bibliotecarios del país que recorrieron dicho trayecto camino del Congreso de bibliotecarios que se celebraba en La Rochelle: a lomos de sus bicicletas. Cyclo-biblio, así se denomina esta iniciativa deportivo-cultural que ya va por su quinta edición.

Durante el recorrido los ciclistas-bibliotecarios visitan mediatecas y bibliotecas reforzando así el carácter reivindicativo de la acción. La vélorution des bibliothèques: algo así como la revolución a pedales de las bibliotecas. Dicho así no suena muy halagüeño: si la revolución de las bibliotecas va a pedales: apaga y vámonos. Pero nunca hay que quedarse en la literalidad de las traducciones, y menos aún, cuando se echa mano del Traductor de Google (ese cachondo).

 

 

Vélorution hace referencia a un movimiento internacional que busca promover formas de transporte no contaminantes. Partió de las movilizaciones de ciclistas que, más allá del proselitismo del deporte y la vida sana, comporta un activismo a favor del medio ambiente, las ciudades más amables en las que el coche pierda su hegemonía, y en conseguir un compromiso por parte de las autoridades en este sentido.

Según la Wikipedia (en ocasiones, al igual que el traductor de Google: otra cachonda) el término lo acuñó el filósofo libertario André Dupont cuando hizo una ‘no campaña electoral’ en 1974 sobre una bicicleta y declaró ser un ‘ciclodidacta’. El círculo se cerraba en forma de rueda de bicicleta anticipando esta vélorution des bibliothèques: activismo, ecología y la formación autodidacta que ofrecen las bibliotecas: tres en uno. Como el famoso aceite. Solo que, en ocasiones, la visión idílica de este continuo girar de ruedas: chirría.

 

La última edición de Criticona 2018 en León.

 

El movimiento francés por la vélorution se ha expandido por muchos países incluyendo a España. Bajo el nombre de ‘La Criticona’ (traducción de ‘masse critique‘ con que se denomina las concentraciones ciclistas alterglobalistas): en nuestro país se llevan celebrando desde el 2009 en distintas ciudades. Pero los bibliotecarios franceses deben tener mejor salud cardiovascular que sus colegas españoles porque, hasta el momento que sepamos, no se ha dado aún el cruce entre dicho movimiento y el mundo bibliotecario (actualización: afortunadamente nuestros lectores siempre vienen al rescate y Luis Miguel Cencerrado nos recuerda que los bibliotecarios universitarios de Valladolid participan en una ruta Bibliociclista como cuentan en este post). Y a una semana de que se celebre el IX Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas: no creemos que ir a Logroño en bicicleta sea una opción a considerar salvo por los profesionales más intrépidos de La Rioja.

 

El que fuera líder de los Talking Heads y sus diarios de bicicleta.

 

Los encomiables objetivos de La Criticona o la vélorution chirrían como decimos cuando se topan, al menos en nuestro país, con el disputado espacio público común. En Madrid ya se han generado en las redes sociales movimientos como la Liga de Defensa de las Aceras o ‘la liga de los apartinetes’ (denunciando el peligroso entorpecimiento que suponen los malos aparcamientos de los patinetes).

El ministro del Interior, Grande-Marlaska, se ha manifestado sobre la necesidad de regular los seguros de los conductores de estos nuevos artilugios que han invadido las aceras en caso de accidentes. Y se acumulan varias noticias en los últimos años de atropellos por parte de ciclistas, o ‘peatones con ruedas’ (sean patinetes, monociclos, patines o cualquier otro artilugio similar): el enfrentamiento peatones-sobre ruedas está servido.

 

No, la novela de Llucia Ramis pese a su título, no tiene nada que ver con la ‘guerra por las aceras’ pero como retrato generacional sí que podría tener algo que ver con lo que hablamos en este post.

 

La adaptación de Crash (1996), con la que Cronenberg provocó no pocas deserciones de los cines. Excitación sexual por los accidentes de tráfico.

Cuando se ha visitado o vivido en alguna ciudad centroeuropea, uno se termina habituando a los carriles bici, y a la convivencia más o menos fácil entre peatones y ciclistas (salvo en Ámsterdam, donde el gran número de bicicletas en algunas zonas lo hace algo estresante). Y no deja de ser curioso que la reivindicación de la bicicleta, y otros medios de transporte más ecológicos, entre en conflicto precisamente con los más débiles: los peatones.

Si en un primer momento, tras el nacimiento de la industria del automóvil, tener un coche era símbolo de clase social: es paradójico que el único medio de transporte al que podían aspirar las clases humildes (con el inolvidable Ladrón de bicicletas de Sica siempre en mente): sea ahora el que avasalle al más desprotegido del hábitat urbano.

 

Una guerra política, comercial, ciudadana, arquitectónica y social se desarrolla cada día en nuestras calles. La comercialización de las plazas públicas con la masificación de terrazas de comercios privados a las que, algunos ayuntamientos, han tenido que poner freno para, simplemente, permitir la libre circulación de los viandantes. La brecha ya no es digital, es física, mecánica. Si la tecnología nos monitoriza hasta las relaciones íntimas vía apps para ligar: se necesita un nuevo elogio del peatón, imitando al libro de Marc Augé, y llevarnos de los walking dead a los walking readers.

Porque ya no estamos hablando simplemente de ir a pie o sobre ruedas: estamos hablando de qué sociedad, de qué ciudades realmente queremos.

 

 

Que el algoritmo del traductor de Google se equivoque en las traducciones y nos echemos unas risas: pero que no traduzcamos mal los movimientos foráneos a nuestro país. Si la Criticona quiere promover un mundo más ecológico, unas ciudades más humanas, más saludables, etc… paralelamente habrá que promover un civismo, un respeto por el espacio común (y de paso por el bien común) imprescindible si de verdad se quiere conseguir algo. Y para esa revolución las bibliotecas públicas, con pedales o no, son imprescindibles.

Bibliobicivismo, palabreja rara donde las haya que resume bien de lo que hablamos: fomentar las bibliotecas para, a través de ellas, educar en civismo. Porque sólo desde la promoción de la cultura, en su concepto más amplio, es posible coger velocidad sin atropellar a nadie por el camino.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas, librerías y otros comercios de proximidad

 

Tal vez será nuestra tradición católica que nos hace más pudorosos en eso del mercadeo en según que asuntos. Y pese a la herencia fenicia de nuestro pasado no podemos compararnos a los anglosajones cuyo calvinismo les exime de toda culpa a la hora de convertir en objeto de consumo lo que sea.

El caso que en nuestro país lo de unir instituciones culturales y comercio no termina de estar bien visto. En contraste el concepto de industrias culturales se ha implantado sin problemas: pero persiste una cierta idealización de la cultura que choca con que, por otro lado, seamos de los países con más piratería de contenidos culturales.

 

La tienda compacta de la Biblioteca Pública de Seattle.

 

Por eso atendiendo a nuestro negociado, el de las bibliotecas, no es habitual que una biblioteca tenga una tienda como sí pasa en los museos u otro tipo de centros culturales. En la BNE, es una librería la que cumple esta función, pero lejos del merchandising que explotan en los citados museos. ¿Será que hay que mantener a los mercaderes fuera del templo? No decimos ni que sí, ni que no: pero no deja de ser una pena por partida doble. Por un lado por la asociación de biblioteca con templo (inmovilismo) y, sobre todo, porque sería un alivio presupuestario contar con algo de calderilla si esos ingresos revierten en la propia biblioteca. En cambio en el mundo anglosajón bibliotecario ni se lo plantean: y ya están con la campaña de Navidad como si de unos grandes almacenes se tratase.

 

La tienda de la Biblioteca Pública de Seattle abierta.

 

Gemelos inspirados en Hamlet.

En la tienda online de la British Library ya han colgado los adornos para esta próxima Navidad. Y como fetichistas culturales que somos no podemos dejar de echar un ojo a su escaparate para maravillarnos/horrorizarnos con algunas de sus propuestas en forma de souvenirs. En algunos casos lo de que se comercie con la cultura en bibliotecas no está mal visto por el hecho en sí de comerciar, sino por las afrentas estéticas que ofrecen en forma de homenajes a los libros. Pero es que estamos hablando de un país en el que lo más distinguido se da la mano con lo más hortera: sin que nada altere lo más mínimo su famosa flema británica.

 

Jersey bibliotecario solo para valientes.

Para tu yo futuro: escríbetelas ahora, léelas en el futuro.

Kit personal de biblioteca: el kit definitivo para ser bibliotecario a la antigua usanza. Esto lo ponen a la venta en Toys»R»us y se agotan.

 

Este modelo de camiseta no la venden en la tienda de la British Library, sino en la de Nueva York, pero no gusta tanto que no podíamos dejar de ponerla.

Las bibliotecas deben inmiscuirse en su comunidad: es una exigencia básica que toda biblioteca que aspire a perdurar debe cumplir. Pero lo bibliotecario tiene muchos modos y formas de entrometerse en la vida comercial de sus comunidades.

Ya hemos hablado, en otros posts, de la iniciativa que las autoridades de Costa de Marfil pusieron en práctica, hace unos años, de llevar libros a las peluquerías y salones de belleza para fomentar la alfabetización de las mujeres. Pero si la práctica puesta en marcha en la ciudad alemana de Bad Sooden-Allendorf prospera: puede que dentro de poco en las librerías y bibliotecas, en vez del olor a libro, que tan poéticamente embelesa los sentidos del letraherido: sea el aroma de unos buenos embutidos lo que termine por seducir a la clientela en pleno auge del veganismo.

 

Las leyendas bibliófilas más morbosas siempre han hablado de los libros encuadernados con piel humana. Según el gran bibliófilo George Holbrook Jackson el tacto, en caso de ser cierta esta leyenda, sería similar a la piel de cerdo. En el caso de este libro forrado de jamón serrano (cual Lady Gaga en una entrega de premios) faltaría saber si es de pata negra el jamón, y sobre todo, el contenido.

 

Todos estamos obligados a innovar y reinventarnos. Si las bibliotecas se reconvierten en bares en Inglaterra, y hasta en cabarés, en la librería Frühauf de la citada ciudad alemana el crossover bibliotecario fue primero con una panadería, y ahora como no podía ser de otro modo en Alemania, es con una carnicería.

El eslogan de la estupenda librería La Casquería (en el mercado madrileño de San Fernando): «un libro debe fabricarse como un reloj y venderse como un salchichón» se ajusta como un guante a la propuesta de la librería alemana. ¿Qué será lo siguiente? El caso es que la idea surgió más de la necesidad que de un afán por unir salchichas y libros.

 

 

La familia propietaria de la librería, durante más de un siglo, estaba asistiendo al progresivo cierre de comercios en la plaza del mercado en la que se encuentra ubicada. El cierre de la panadería fue un mazazo para los vecinos de esta población de marcado carácter rural, muchos de avanzada edad, que se vieron desabastecidos de repente de uno de los comercios de proximidad que más comunidad ayudan a crear. Los propietarios de la librería lo tuvieron claro: y sin pensarlo un momento, hicieron hueco entre las estanterías de libros para poder ofrecer también pan.

Como relata ‘The New York Times‘ la iniciativa fue todo un éxito. Tanto es así que el panadero pudo salvar su trabajo, aunque no tuviese un establecimiento propio, pero sí un punto de venta de lo más peculiar: una librería.

Cartel anunciando la librería-ultramarinos. Fotografía de Gordon Welters para The New York Times.

La cosa fue yendo a más y el propietario de la librería ha terminado habilitando un espacio gourmet con productos alimenticios de la zona: y así tanto vende el último de libro de Carmen Korn (cuya trilogía Zeiten des Aufbruchs lleva miles de copias vendidas en Alemania) o una exquisita salchicha o embutido local.

Una iniciativa muy celebrada desde la Asociación Alemana de Ciudades y Municipios que han visto, como en las últimas décadas: poblaciones rurales y pequeños comunidades, se veían comercialmente asfixiadas por las grandes superficies. De este modo se consigue mantener ese comercio de proximidad que cohesiona los barrios y favorece las relaciones vecinales. Al autismo digital al que quieren abocarnos las nuevas tecnologías le salen resistencias por todas partes.

 

La recién estrenada adaptación de la novela de Mary Ann Shafer y Annie Barrows: sigue un poco la estela de ‘La librería’ de Coixet en lo que se refiere a unir mundo rural y libros. Lo único que nos inquieta de este recrearse en el amor por la lectura en entrañables comunidades es su adscripción al pasado. 

 

Pero si hay alguien que está al tanto de las evoluciones del mundo de las librerías y la cultura, dentro y fuera de nuestro país, es Txetxu Barandiarán. Bien como codirector de la revista ‘Texturas’, en su trabajo como consultor para pymes e instituciones del sector del libro, o como bloguero en su siempre interesante blog ‘Cambiando de tercio’: si se quiere saber cómo respira el mundo de las librerías se hará bien en seguirlo en las redes. Eso es lo que hacemos en Infobibliotecas y, por ello, rescatamos un fragmento de las impresiones que Barandiarán recogió en su viaje por tierras mexicanas en su post Librerías en proceso de reinvención constante. Concretamente las ideas que han puesto en marcha en la Librería del Ermitaño de la capital mexicana:

 

«Desde un principio supimos que como librería independiente de barrio dedicada al 100% a la venta exclusiva de libros no la íbamos a hacer. Incorporamos por tanto el servicio de cafetería […] decidimos hacer un nuevo esfuerzo y convertir la librería en un espacio que provea al pequeño consumidor, además de libros, de toda la gama de servicios que de manera conjunta ofrecemos: impresión, encuadernación artesanal e impresión en gran formato (plotter). […]  Incorporaremos artículos de particular interés para esas comunidades especializadas cercanas a nosotros.»

 

Cartel para el Día de las librerías 2018 que sugiere otro posible crossover librero entre librería y floristería.

 

Todos estos cruces, injertos, crossovers (sí otra vez el dichoso anglicismo) sirven sobre todo para desacralizar la cultura, desvestirla de esa solemnidad que muchas veces la ha alejado de determinados públicos. El aura del que hablaba Walter Benjamin ya es irrecuperable. Pero siempre habrá formas de convertir un objeto cultural en uno de consumo sin por ello degradarlo, desvirtuarlo. Una vez que críticos e intelectuales han perdido el peso que tenían antes: el gusto del consumidor marca la diferencia sea en libros, salchichas o panes. Y ese criterio de buen consumidor se ejercita en muchos más sitios que antes, pero hay uno que resiste y persiste: el supermercado de la cultura que librerías y bibliotecas, pese a todo, siguen representando. Y escuchando la locución del vídeo con el que cerramos no hay más que dejarse llevar y deambular por entre las estanterías. Señores clientes les damos la bienvenida a…

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Biblioteca insecticida

 

La actualidad bibliotecaria engarza posts en este blog como en un rosario o en un collar de perlas (según se prefiera). Si en el que precede, cerrábamos con Barbara Gordon, alias Batwoman, como bibliotecaria superheroína en los 60: este se abre con murciélagos como si de una nueva aventura del hombre ídem se tratase. Pero aún hay más. Curiosamente se nos cruza por las redes esta foto de una Batwoman de 1905. Una asombrosa antepasada del misterioso superhéroe creado por Bob Kane y Bill Finger en 1939. Pero pese a lo que pueda parecer no vamos a hablar de superhéroes otra vez en este post: pero sí de murciélagos e insectos.

 

Sorprendente antecesora de Batman en 1905 que hemos descubierto gracias al Twitter del crítico de cómics de ‘El País’: Álvaro Pons.

 

Hace unos días el Ministerio para la Transición Ecológica distribuía un meme con la curiosa noticia de que hay bibliotecas que utilizan murciélagos para que acaben con las polillas que amenazan sus valiosas colecciones. Y publicado por el Ministerio y corroborado desde Francia. Casi al mismo tiempo (y dudamos mucho que se pusieran de acuerdo) la web ActuaLitté, les universidad du livre nos hablaba de la antigua biblioteca de la Universidad de Coimbra (Portugal) donde además de usuarios, bibliotecarios y demás fauna bibliotecaria: se permite que aniden los murciélagos.

No sabemos lo que esta noticia ayudará a que la imagen de las bibliotecas como lugares vetustos y sombríos evolucione. Pero nos da igual. Puede que queramos ir de muy modernos pero, por favor, que nunca desaparezcan estas maravillas. El caso es que no solo es en la biblioteca universitaria coimbrense donde al anochecer salen a la caza los murciélagos entre sus baldas: en la biblioteca del Palacio Nacional de Mafra la tradición se repite.

 

En España la Universidad Complutense es una de las instituciones que participa en el mayor proyecto de preservación digital: la Hathi Trust Digital Library. O lo que vendría ser lo mismo: buscando los murciélagos de la era digital.

 

En el canal de televisión brasileña Globo dedicaron un reportaje hace dos años a esta curiosa costumbre. En los manuales de conservación y preservación de las colecciones nunca se mencionó esta exótica tradición, y es una pena, porque aúna respeto medioambiental y protección del patrimonio. El programa del canal brasileño se debe a sus índices de audiencia: así que el tono y las imágenes refuerzan el lado más siniestro y misterioso del relato. La historia daba pie a ello y hasta resulta algo digno de nuestro reto #bibliobizarro.

En este caso el punto de sensacionalismo se comprende y hasta se agradece. Y sorprendentemente establece un insospechado punto de conexión entre murciélagos y bibliotecarios, no vía Batman, pero sí en relación con el papel que los profesionales de las bibliotecas pueden ejercer hoy día combatiendo bichos dañinos en otros ámbitos menos venerables.

 

 

Si hablábamos de insectívoros beneficiosos ahora nos pasamos a las aves de rapiña. En el clásico del cine francés, El cuervo (1943), unas misteriosas misivas, firmadas bajo el seudónimo de ‘El cuervo’, despiertan los recelos y las sospechas entre los vecinos de un pequeño pueblo francés. La película se convertía en una inteligente metáfora del ambiente de delación, represión y persecución que había propiciado la ocupación nazi de Francia. Pero 75 años después, la película de H. G. Clouzot, resulta perfecta para retratar un mundo que le quedaba lejísimos: el generado en torno al día a día de las redes sociales.

No vamos culpar a Twitter, sobre todo, de haber inventado el mal rollo en los medios de comunicación. El amarillismo viene de lejos. Ni tampoco al pobre Yellow Kid, inocente protagonista de la tira cómica por la que lucharon encarnizadamente las dos grandes cabeceras de la prensa estadounidense a finales del XIX (el ‘New York World’ de Joseph Pulitzer y el ‘New York Journal’ de Williams Randolph Hearst ) y que dio otro término para referirse al sensacionalismo inspirándose en el color amarillo del pijama del inocente crío.

 

‘The Yellow Press’  de L.M. Glackens (1910): ilustración conservada en la Library of Congress.

 

En determinados espacios de noticias, sobre todo de cadenas privadas, el espacio que antes cedían a la cultura: ahora lo ocupan las últimas ocurrencias o polémicas del Twitter o Youtube. «Si no pasa nada, tendremos que hacer algo para remediarlo: inventar la realidad«. Esta frase atribuida al magnate William Randolph Hearst sigue vigente: pero realidad se puede intercambiar por polémica, que es lo que realmente da beneficios.

La letra de la canción de un grupo que, en los 80, era todo lo contrario a la rebelión juvenil: provocando el escándalo entre los millenials.

A los creadores del concurso-reality de OT les ha salido muy bien con el debate abierto en torno a la palabra mariconez en una canción de Mecano. El conflicto intergeneracional que tratábamos hace un año en El ángel exterminador bibliotecario IV (alevines versus séniors) ejemplificado de manera impecable.

Que los jóvenes cuestionen a generaciones previas es requisito imprescindible de ser joven, y por tanto saludable, lo inquietante es la intransigencia a la hora de admitir opiniones que disientan de su criterio.

¿Será la crisis y el futuro tan incierto el que motive un descrédito tan feroz de cualquier opinión expuesta por un mayor de 25? ; ¿o simplemente es el histerismo inherente al no debate que alimenta las redes cada día? ; ¿se encuentra más pronunciada que nunca la brecha cultural entre generaciones?

La estupenda fotografía que Mary Ellen Mark realizó para su serie ‘La nueva España’ en la década de los 80. Los hijos de aquellos punkis ahora son los que siguen OT.

El principal error de estos jóvenes indignados por el uso de una palabra homófoba en una canción de hace 30 años es medir las obras y hechos del pasado según el baremo que rige ahora. Un baremo basado en el respeto a las opciones vitales de cada uno, en la no discriminación, en la conciencia ecológica y otros valores de lo más esperanzador, en muchos casos, pero cuya falta de cuestionamiento y matizaciones puede terminar convirtiendo en algo monstruoso.

¿El espíritu del Mayo del 68 reencarnado en digital vía Twitter? No sabemos, pero bajo la pantalla del smartphone o las teclas del ordenador, más vale que no esté la arena de esa playa que reivindicaban bajo los adoquines de París. El romanticismo, en determinados casos, choca con el buen funcionamiento de los dispositivos.

 

‘Teresa soñando’ obra de Balthus que intentaron censurar en el Met de Nueva York.

 

¿Cómo se juzgarían determinadas obras o sucesos culturales a la cruda luz que arrojan las redes hoy día? Lolita de Nabokov ya generó gran agitación en los años cincuenta en que se publicó: pero ahora sería un linchamiento que opacaría la magistral creación de Nabokov. ¿Podría el Marqués de Sade haber expuesto sus obras a unas redes que, en nombre de la tolerancia y el respeto a la diferencia, son más implacables que la propia guillotina que a punto estuvo de acariciar su cuello en el siglo XVIII? ; ¿cómo recibirían los oídos acostumbrados a décadas y décadas de música comercial, que no pasa de los cuatro acordes, la Consagración de la Primavera de Stravinski? ; ¿qué ataques habría recibido Tod Browning por explotar las taras físicas de sus actores en su obra maestra La parada los monstruos (1932)?

 

En los albores de la televisión se hablaba mucho de su poder como herramienta educativa: casi un siglo después el poder educativo de las redes es quien acapara el debate.

 

Hemos confundido las redes con la televisión y hemos querido asignarle el poder de debate abierto y pausado, que un principio, algunos quisieron ver en el nuevo medio: y nada más lejos. Solo hay que contrastar (para quienes tengan la suficiente edad y memoria): un debate del programa ‘La clave’ con uno de ‘La Sexta noche’. Pero es que también en los 80: Antonio Escohotado hablando junto a madres de drogodepedientes, en un programa de máxima audiencia, sobre el uso recreativo de las drogas: era mezclar churras con merinas. Esperar un debate reflexivo en Twitter viene a ser lo mismo: pero sin el atenuante del dolor de esas madres de drogadictos que recriminaban a Escohotado sus opiniones.

Siempre pueden existir refugios, cuentas seguras, espacios libres de haters donde de verdad lo que se pretenda sea el libre y civilizado intercambio de ideas. ¿Qué cuáles pueden ser esos lugares?. Es obvio para quien conozca un poco este blog.

De ahí esa analogía murciélagos-bibliotecarios. Si los alados nocturnos que revolotean al atardecer por entre los pasillos de las antiguas bibliotecas portuguesas acaban al vuelo con las plagas que amenazan a los manuscritos y libros: los bibliotecarios tienen una nueva misión en este mundo digital: acabar al vuelo digital con los insectos que amenazan la cultura en las redes. Cierto que no hace falta ser Batman, pero qué duda cabe, que puede convertirse en un superpoder para la profesión en nuestros días.

 

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Perpetuando estereotipos, destrozando bibliotecas

 

Durante los últimos años, cómics y videojuegos, alimentan la maquinaria del Hollywood más comercial, bueno de Hollywood a secas, que antes se nutría principalmente de lo literario y el teatro. Y curiosamente este devenir en la industria del entretenimiento masivo por antonomasia (al menos hasta que la industria de los videojuegos le haya superado en volumen de negocio) tiene mucho que ver con el devenir de las bibliotecas en su proceso de adaptación a los nuevos tiempos.

El filón de los superhéroes en el cine estadounidense, lejos de remitir, se afianza con más y más adaptaciones de los, en otros tiempos, denostados comic books. En la pugna entre el cine de autor que enarbolaron cineastas como Coppola, Scorsese o Cimino en los 70; y el cine de entretenimiento y efectos especiales que representaron compañeros de generación como Georges Lucas, Steven Spielberg o Joe Dante: está claro quien terminó decantando la balanza de la industria a su favor.

 

La serie ‘Superflemish’ del fotógrafo francés Sacha Goldberger recrea a los superhéroes como pinturas del siglo XVII. Baja cultura con el aspecto de alta cultura: un símil perfecto de la asimilación de los cómics en las bibliotecas.

 

Por eso no es de extrañar que los espectadores y creadores que aspiran a disfrutar y crear narraciones audiovisuales con contenidos más adultos se hayan terminado refugiando en la pujante televisión por cable. La edad de oro de la televisión, series mediante, es la revancha del cine de autor de los 70. Y no es que haya nada malo en las películas de superhéroes, todo lo contrario, algunas son auténticas obras maestras (las dos últimas de Christopher Nolan sobre Batman, por ejemplo, o el segundo Batman de Tim Burton): lo malo es que parezca que no hay cabida, en el cine comercial hollywoodense, para otra cosa que no sean los superhéroes.

Las bibliotecas en cambio no renuncian a nada. Lo literario, las series, el cine, el cómic y los videojuegos siguen presentes, y ganando presencia en sus ofertas, y ahora además podrían tener un beneficio colateral con el que no contábamos.

 

 

Barbara Gordon, bibliotecaria de día, Batgirl de noche.

Esa industria del entretenimiento de la que hablábamos explota a conciencia los estereotipos para así poder fijar con más fuerza esa eterna lucha entre el bien y el mal que caracteriza a las, hasta no hace tantos años, esquemáticas tramas de videojuegos y cómics de superhéroes. El cine clásico de Hollywood puede que se sustentara más en lo literario: pero no por eso ha variado en su representación de lo bibliotecario. Una idea que no evoluciona a tenor de la reacción que dos youtubers, con gran tirón en nuestro país, como son Soy una pringada y King Jedet, tienen en este vídeo que confronta esa idea venida de lejos con lo que son las bibliotecas hoy en día:

 

 

A cada profesión le toca su sambenito y algo habrán hecho los bibliotecarios para merecer la imagen que tienen. En las películas de superhéroes y en los videojuegos tampoco faltan las referencias bibliotecarias: y casi siempre son para convertirlas en escenarios de algún atropello. Pero eso, por increíble que parezca, puede que juegue a su favor.

Un ejemplo de hasta qué punto los estudios de cine están estirando el chicle superheróico son las dos series que, en poco más de diez años, se han dedicado a contar la historia de Spiderman. En la segunda entrega de la segunda trilogía (abortada en su tercera entrega): su creador Stan Lee hacía una de sus habituales apariciones. Cual Alfred Hitchcock, el guionista, editor, creador de Spiderman, Los cuatro fantásticos o los X-Men, acostumbra en cada película de alguna de sus criaturas, a efectuar un cameo, y en el caso de este nuevo episodio del enmascarado arácnido aparecía como bibliotecario.

La escena era lógicamente breve pero no se requiere mucho tiempo para ponerse en situación. En plena batalla destructiva entre el Hombre Lagarto y el Hombre Araña, el afable y tranquilo bibliotecario escucha música clásica y se mantiene en su burbuja de paz y tranquilidad.

 

 

La escena de la biblioteca en el videojuego de Gears of war justo antes de saltar por los aires.

Si hay un requisito que todo espectáculo palomitero debe cumplir es la destrucción de bienes e instituciones. Debe existir alguna lectura sociológica o psicológica en la que no vamos a entrar: pero también en los videojuegos las instituciones culturales, tipo museos o bibliotecas, casi siempre son excusas para una buena escena de destrucción. Pero esta tendencia puede que se revierta a partir de ahora.

Este otoño se lanza Unmemory, el videojuego que se anuncia con uno de esos eslóganes que ya nos engancha desde el principio: «un juego que se lee, una novela que se juega«.

Es leerlo y pensar en que deberían haber contado con la gran Ana Ordás como asesora. De ese modo nos aseguraríamos de que el crossover (anglicismo obligado hablando de superhéroes) entre videojuego y biblioteca se completaría hasta el último nivel.

 

 

El juego ha sido desarrollado por Daniel Calabuig y su socia gracias a una campaña de crowfunding que se llevó a cabo a través de la plataforma Kickstarter. Según detallan en su web Unmemory se anuncia como una nueva forma narrativa, un escape book (otro punto en común con últimas tendencias en bibliotecas: las escape room de las que ya hablábamos en Escapando de la biblioteca, escapando de los bibliotecarios), como un juego de aventura basado en un texto o como una novela digital.

Partiendo de una trama de novela negra el argumento de este videojuego+novela+escape book pone a prueba al jugador+lector+escapista para que se sienta dentro de la trama y ‘experimente’ el relato. ¿Cuesta mucho pensar en las posibilidades que este tipo de proyectos pueden tener en las bibliotecas?

Una escena típica, en muchos relatos de aventuras, policíacos o de suspense, es la que se desarrolla en una biblioteca. Más allá de las clásicas intrigas tipo Agatha Christie de asesinatos de salón y biblioteca: las pistas para dilucidar y hacer avanzar la trama se encuentran en los libros. El siguiente paso de los creadores de Unmemory debería pasar por integrar a las bibliotecas físicas en el periplo del juego narrativo.

Si tanto se promueve la vida sana, se fomenta el ejercicio para contrarrestar el sedentarismo que acarrean las nuevas tecnologías, y cada vez más se recurre al ‘grillete’ que mide tus constantes vitales, los pasos que das y vibra para que te levantes: ¿por qué no aunarlo todo dentro de esa experiencia inmersiva de la que hablan los desarrolladores de Unmemory? Se nos va la cabeza, cierto, pero las posibilidades que surgirían del tándem entre las bibliotecas físicas y este tipo de juegos: no deberían ser desaprovechadas si de verdad estamos hablando de reinventar las bibliotecas. Una oportunidad única de darle la vuelta a los estereotipos bibliotecarios explotándolos a conciencia.

 

Escena en la biblioteca del juego Bloodborne diseñado por Hidetaka Miyazaki.

 

En una entrevista en ‘El País’, Hidetaka Miyazaki, creador de algunos de los videojuegos más exitosos de los últimos años hacía unas declaraciones en 2015 que merece la pena rescatar:

«No me intereso mucho por lo que hacen los demás diseñadores. No me gusta basarme ni en videojuegos ni en películas. La inspiración para crear mis mundos siempre viene de los libros. De un esfuerzo de imaginación». 

«Me encantaba leer libros que aún no podía comprender del todo. Las partes que no entendía porque era demasiado joven me obligaban a usar mi imaginación para rellenar esos huecos y crear mi propia versión de lo que había leído. Es lo que sigo haciendo ahora»

 

En la crónica que hicimos de la locura por los videojuegos que se desató en la Biblioteca Regional de Murcia en el GameMaker48h. (Nunca ‘Game over’ en la BRMU) decíamos que uno de los objetivos era desarrollar en vivo y en directo un videojuego, muy sencillo, con referencias bibliotecarias. Pues bien, dicho videojuego ya está disponible para su descarga gratuita desde la plataforma Google Play. ‘Palas, guardia del saber’ es un videojuego protagonizado por la lechuza Palas que remite a la cultura clásica por inspirarse en la lechuza, símbolo de la diosa de la sabiduría griega, Palas Atenea, y en la nueva cultura representada en la inteligencia artificial: al ser representada como un robot. Para alcanzar esa sabiduría, Palas, tiene que engullir los logos de los distintos servicios de la biblioteca; y evitar al monstruoso Lepisma que amenaza con devorarle como hace con el papel de los libros.

 

 

Palas está claramente inspirada en la versión que el mago de los efectos especiales artesanales, el gran Ray Harryhausen, hizo de la lechuza de Palas Atenea en la primera versión de Furia de titanes (1981): y curiosamente este cruce entre lo artesanal de Harryhausen y lo digital de los videojuegos tiene que ver con el papel de las bibliotecas en este momento.

Todas las maravillas digitales que existen y existirán no serán nada si no consiguen sacudirnos de alguna forma, si no nos conmueven, nos hacen pensar, nos hacen evolucionar de algún modo. La infantilización de la cultura se mitiga dotando de contenido al artificio. Por eso las bibliotecas son las indicadas para aportar ese contenido, esa artesanía cultural necesaria para que las luminarias digitales no se queden en simple pirotecnia que se extingue sin dejar rastro una vez se apaga el dispositivo.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Lo cultural en los masa-media

 

La añorada Chus Lampreave, en uno de esos papeles secundarios en los que le hubiese robado el protagonismo a la mismísima Bette Davis: soltó una de esas perlas almodovarianas que han quedado para la posteridad: «es muy triste como están los masa-media en este país«. Era en Hable con ella (2002) donde Chus interpretaba de nuevo a una de esas porteras que, pese a lo entrometido, cualquiera querría tener en su portal. Dieciséis años después el veredicto sobre los medios de comunicación que el director manchego puso en boca de Lampreave no puede decirse que haya variado mucho.

 

Chus Lampreave y Rossy de Palma recreando sus papeles como madre e hija en La flor de mi secreto (1995) para un anuncio de pasta.

 

Podríamos entresacar frases inspiradores sobre libros, lectura y bibliotecas convenientemente rubricadas por personalidades de prestigio para definir lo que se puede englobar dentro del hecho cultural. Pero siempre es más interesante pararse a observar cómo se representa lo cultural (o esa idea de lo que se supone culto que, de forma difusa, hasta el más iletrado reconoce) en los masa-media a los que se refería la portera de la cinta almodovariana.

Para eso hay que mirar menos a los libros, sobre todo en un país donde se lee tan poco, y más a la televisión y sobre todo a esa forjadora de inconscientes colectivos que es la publicidad. Sin necesidad de alejarnos mucho en el tiempo, hace unos días, en prime time como dice la jerga televisiva: un show familiar como El hormiguero se acercaba a las bibliotecas. Pocas lecturas sobre la idea global de las bibliotecas se puede entresacar de este repaso a las bibliotecas más sorprendentes de China: pero al menos es un alivio constatar que no se incurrió excesivamente en ninguno de los tópicos habituales (salvo en que las bibliotecas sirven para estudiar: una idea que la cuadrilla de los #bibliotecariosgrafiteros llevan tiempo intentando erradicar). Y hablando de Almodóvar, qué casualidad que esa noche estuviese de invitada la que fuera su primera musa: Carmen Maura.

 

 

Carmen Maura acudió al programa de Pablo Motos para hablar sobre su regreso a las tablas del teatro con la obra La golondrina de Guillem Clua. Aunque la obra va sobre las heridas y traumas que provoca la barbarie del terrorismo: la pregunta de la cual parte el planteamiento de la trama nos viene de perlas para este post: ¿qué es lo que nos hace humanos? Desde el asunto que nos llevamos entre manos aquí lo tenemos claro: la cultura. Pero dejemos de ponernos intensos que estamos hablando de publicidad.

No todas las campañas que tiran de la cultura o los libros para publicitarse tienen que ver con empresas u organismos propiamente culturales: pero sin duda algunas de las mejores provienen de este ámbito. No es la primera vez, ni probablemente será la última, en que nos recreemos en las campañas para la cadena de librerías mexicana Gandhi. Algunos son tan buenos que, años después, han ‘inspirado’ muy sospechosamente campañas de productos muy alejados de los libros. Sin ir más lejos los de arroces precocinados. Y he aquí la comparativa:

 

 

Pero los creativos de la agencia mexicana de Pepe Montalvo que, durante muchos años, fueron los encargados de estas campañas que han catapultado a la popularidad a una cadena de librerías en un país como México, que según la Unesco, ocupa el penúltimo puesto en cuanto a índices de lectura: hicieron tal alarde de creatividad que aún quedan otros tantos anuncios que difícilmente ningún sector ajeno a la cultura podrá emular.

 

 

Dejamos de lado, por ahora, la televisión. En Sudáfrica, la agencia Lowe Johannesburg, ideó una campaña para medios impresos de lo más efectiva para la librería Pulp books. ‘Leer te hace interesante’: en la oficina, el bar o el restaurante. Y es que las lecturas que nos han ayudado a definirnos nos acompañan allá donde estemos.

 

 

Y muy al hilo de este cruce entre intereses empresariales e intereses culturales, un hotel en la localidad murciana de Molina de Segura, publicaba este tuit hace unas semanas:

 

 

Que un establecimiento hotelero tenga la buena idea de promover el uso del carné de biblioteca para que sus huéspedes tenga acceso a las plataformas de préstamos de libros electrónicos y de audiovisuales sin salir del hotel: habla muy a favor de los responsables de dicho establecimiento. Un ejemplo de inteligencia empresarial que más empresas deberían imitar.

Las bibliotecas, se usen o no, aún tienen la suerte de conservar una buena fama, una cierta aureola de prestigio: aliarse con la cultura siempre es una sabia decisión de cara a proyectar una imagen favorable cara a la clientela. Y si encima es totalmente gratis para el negocio: ¿qué más se puede pedir?

Pero volviendo a anuncios que nos han gustado especialmente. Los auriculares ideados por la agencia McCann Worldgroup India de Nueva Delhi, sugerían que con los audiolibros de Penguin Books: Shakespeare, Oscar Wilde y Mark Twain te susurran sus obras al oído. No es de extrañar que la campaña se hiciera con el León de Oro del mayor certamen de publicidad del mundo: el Festival Internacional de Publicidad de Cannes. La campaña impresa se lanzó en la India y consiguió aumentar en un 15% la venta de audiolibros en pocos días.

 

 

Pero hasta aquí las campañas con temática cultural para vender productos culturales. Resulta, tal vez menos gratificante, pero sí más interesante cuando son empresas ajenas a ‘lo cultural’ las que recurren a las convenciones en torno a los libros y las bibliotecas para vender sus productos. Es ahí donde mejor se pueden detectar las ideas preconcebidas y los prejuicios con que se representa la cultura en los masa-media.

La publicidad italiana de la marca de cervezas Heineken jugó ingeniosamente con la imagen del libro y la cerveza con un eslogan que asimilaba ambos artículos: «Una cerveza tiene mucho que enseñar». Ingenioso y respetuoso en su equivalencia: se refuerza la idea de libro como objeto valioso, que aporta cosas positivas, tan deseables, como una buena cerveza.

 

La película biográfica sobre el creador de la cadena de comida rápida McDonald’s.

 

Y sin salir de la industria alimentaria: no deja de resultar curioso que haya sido una cadena de comida rápida la que, en varias ocasiones, haya recurrido al símil con los libros. ¿Tal vez una necesidad de respetabilidad les llevo a asociar libros con hamburguesas?

En todo caso la relación entre la cadena de hamburguesas McDonald’s y la lectura viene de largo. Recientemente la Ronald McDonald House Charities (la ONG auspiciada por la empresa de comida rápida que cuenta con 336 casas de acogida por todo el mundo en las que buscan mejorar las condiciones de vida de los niños) ha patrocinado una donación de libros a las bibliotecas de York County en Filadelfia.

La duda que siempre nos asalta cuando leemos sobre el interés de promocionar la lectura entre los jóvenes por parte de una empresa de comida rápida es: ¿y si los niños leen y leen y al crecer deciden plantarse ante los abusos de las industrias cárnicas y abogan por una dieta sana y sostenible ecológicamente? En fin, será que somos muy retorcidos.

En la librería Bros de Santiago de Chile aprovechan su vecindad con la franquicia de cafés Starbucks para promocionarse.

El caso es que hace unos meses, el director del programa sobre bibliotecas y ciencias de la información de la Universidad del Sur de California, Gary Shaffer, declaraba en una entrevista concedida a la revista online de dicha universidad que hay 17000 bibliotecas públicas en los Estados Unidos: más que Starbucks o McDonald’s.

Precisamente Shaffer incidía en que «los bibliotecarios siguen siendo estereotipados en los medios de comunicación: y sin embargo los bibliotecarios modernos se ocupan menos de hacer callar y ordenar libros y mucho más de navegar por montañas de datos.» Shaffer concluía con una de esas frases que antes servían para arengar a las tropas: «Es un momento emocionante para ser bibliotecario

 

 

Y otra pregunta que nos asalta: si los libros son elegidos como símbolo positivo para compararlos con los productos que la publicidad quiere vendernos ¿por qué en cambio los bibliotecarios siguen apareciendo como rancios, aburridos y amuermantes?

Volvemos a esa propagadora masiva de estereotipos que es la televisión y nos enfrentamos a dos campañas que cumplen con todos los tópicos habidos y por haber. Silencio, aburrimiento, bibliotecarios grises, desvaídos y gruñones, y el poder del producto que se anuncia, como remedio para salvar toda esa ranciedad intrínsecamente asociada a la profesión.

 

 

‘Descaradamente diferente’ reza el eslogan del anuncio de golosinas. Y lo cierto es que lo descaradamente diferente en este caso hubiera sido presentar a la biblioteca como un sitio tan excitante como una bolsa de golosinas. Descaradamente diferente hubiera sido presentar a la bibliotecaria como alguien que tiene la clave para encontrar miles de historias, aventuras, fantasías y juegos que divierten tanto como tener la lengua llena de peta-zetas. Descaradamente diferente habría sido presentar un espacio cultural como algo apasionante para los niños, y no como un sitio amuermante y aburrido.

No por nada, Astrid Lindgren, la escritora creadora de Pipi Calzaslargas fue una mujer independiente, feminista y avanzada a su tiempo en muchos aspectos, que empezó a escribir sus célebres relatos para divertir a sus hijos, y amaba los libros y a las bibliotecas. No somos tan ingenuos como para esperar que la publicidad derribe estereotipos cuando son tan útiles para vender. Pero como bien cuenta Thomas Frank en su interesante ensayo La conquista de lo cool: las agencias de publicidad más míticas en los años 60 estadounidenses abrazaron la contracultura porque vieron que los tiempos estaban cambiando y que el público huía de los lugares comunes.

Si la publicidad actual busca la implicación emocional del consumidor, la empatía, la cercanía: empecemos por olvidarnos de tantos sambenitos. Ánimo, no cuesta tanto, y les va en ello el negocio.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Creative commons bibliotecarios

 

Este blog puede que tenga los días contados tal y como es ahora mismo. Aún es pronto para saber cómo nos va a condicionar la nueva regulación de los derechos de autor que hace unas semanas se debatía en el Parlamento europeo. Pero lo cierto es que el espinoso asunto del copyright siempre va a plantear dudas en el escurridizo mundo digital.

Desde la más candorosa de las inocencias (nada más perverso que la inocencia para cuestionarlo todo): defenderíamos que en instituciones culturales como son las bibliotecas el compartir en sus blogs, redes y webs contenidos ajenos, siempre que se citen las fuentes y los autores, no debería tener demasiadas limitaciones. El hecho de que sean instituciones públicas, sin ánimo de lucro, cuya finalidad es la promoción de la cultura debería tenerse en cuenta por parte de los grandes de Internet a la hora de programar los temibles (y necesarios) filtros que rastrean posibles usurpaciones digitales. Pero esos gigantes de Internet ¿van a tener en cuenta las necesidades de esas hacendosas hormiguitas que son las bibliotecas?

 

 

En otra candorosa reflexión se nos ocurre que podrían hacerlo los propios autores. Que convencidos de la labor que hacen las bibliotecas e instituciones culturales exijan que se les dé un trato de favor. Pero cuando ha habido autores (y no señalamos a nadie porque no sabemos si Juan Manuel de Prada habrá cambiado de opinión) que equiparaban en 2011 las descargas ilegales con los préstamos de sus libros en la red de bibliotecas públicas del Estado: ¿qué no otras resistencias se encontrarán en la red?

Si en un espacio cultural digital se reproduce un texto ajeno (con las preceptivas comillas cuya ausencia tanto juego está dando políticamente), se incluye una imagen, se inserta un vídeo, o se musicaliza un vídeo de elaboración propia: con el ánimo de recomendar, prescribir, ensalzar u homenajear lo que se ha tomado prestado: ¿no cabría una mayor permisividad? En ese flower power limbo nos columpiábamos hasta que irrumpe el renovado (sic) debate en torno al apropiacionismo cultural.

 

Comparativa entre el vídeo de ‘Malamente’ de Rosalía y la parodia por parte de Los Morancos.

 

Rosalía, la nueva sensación del flamenco-pop-trap-choni……..(rellénese la línea de puntos con lo que cada uno distinga en su collage musical y propuesta estética), no sabemos si va a afianzarse como una gran estrella: pero ya ha conseguido uno de los requisitos imprescindibles para que así sea: que la imiten Los Morancos. Si no te imitan no eres nadie. Rosalía lo sabe: así que lo celebró retuiteando el vídeo en su cuenta de Twitter. El humor «plagiario» de Los Morancos podría considerarse también apropiación, jocosa, pero apropiación que igual no lo tendría tan fácil si prosperase la legislación más restrictiva.

A la cantante catalana se le afea que no tenga pedigrí flamenco, que no sea del sur, que haga suyos símbolos e imaginerías que no le corresponden y una serie de supuestas expoliaciones que Rosalía hace a la cultura calé. Algo que curiosamente no se les ha echado en cara al cantaor Miguel Poveda (también catalán sin raíces gitanas); o al iconoclasta Niño de Elche que recientemente ha versionado la Bomba gitana de Lola Flores, que por cierto, tampoco era gitana. Aunque a este último, quienes lo acaban de linchar han sido los críticos del ‘ABC’ y ‘El mundo’, tras su actuación en la Bienal de Flamenco de Sevilla.

 

El chino Can Wang encabeza la lista de admitidos al grado superior de Guitarra Flamenca del exigente Conservatorio Superior Rafael Orozco de Córdoba. Es un ejemplo de la pujanza de japoneses y chinos en el flamenco de la que nos hablaba ‘El País’ recientemente.

 

El apropiacionismo es uno de los discursos políticamente correctos que más estragos puede hacer en el criterio cultural despistado de algunos jóvenes millennials que faltos de referentes, y acostumbrados al continuo linchamiento de las redes: den por bueno un test de pureza que contraviene en esencia lo que debe ser la cultura.

A las generaciones que vivieron peligrosamente (o no) las décadas de los 30 a los 80 (aquellas en que Hollywood marcó a fuego el imaginario del mundo entero vía cine o televisión) que soñaron con la India de Narciso negro (1947); el África con tigres de las películas de Tarzán; o la Arabia suntuosa de El ladrón de Bagdad (1940): esto del apropiacionismo les pilla muy lejos. Si el bueno de Terenci Moix, que tanto disfrutó y ensalzó ese cartón piedra que le hizo enamorarse del Egipto real, levantase la cabeza: quedaría horrorizado de este test de virginidad al que se quiere someter a la cultura popular.

Hemos pasado del elogio del mestizaje, del buen rollo perroflautero de Manu Chao, del buenismo del ‘Contamíname‘: a exigir la prueba de ADN a la cultura en tiempos de la globalización. Nada más triste que un nacionalismo cultural que confunde el respeto a las raíces con el rechazo a la novedad. Nada que ver con los franceses siempre dispuestos a asumir como propio todo aquello que les deslumbra culturalmente.

La película española de Asghar Farhadi ¿se podría considera apropiacionismo por parte de un iraní?

En todo caso si alguien tuviera el hipotético derecho de ponerse flamencas en esto del apropiacionismo: esas serían las bibliotecas. Depositarias del copyright de la cultura por derecho propio: ¿cuántos escritores, artistas, creadores o pensadores han relatado agradecidos la deuda contraída con las bibliotecas que les acompañaron en su formación?

Puestos a reivindicar hasta podrían reclamar la exclusividad del sufijo –teca que con tanta alegría explotan aquí y allá revalidando la vigencia del concepto biblioteca. Ese concepto que algunos siguen empecinados en jubilar.

 

Los viejos archivadores de biblioteca inspiración para los vestidores diseñados por IKEA. Apropiándose hasta del mobiliario.

 

Solo hay que fijarse en algunas de las empresas más exitosas del planeta para constatar cuanta ‘inspiración’ siguen ejerciendo las bibliotecas. El caso más reciente, el de la multinacional IKEA, que en un claro ejemplo de apropiacionismo ha creado salas de lectura para sus clientes durante este verano en la tienda inglesa de Wembley. Y no solo para leer allí incluso para llevárselos prestados a casa.

La empresa sueca no tiene suficiente con haber uniformado la decoración de millones de hogares en todo el mundo; de convertirnos en esclavos del instinto IKEA (como declamaba el protagonista en la novela El club de la lucha: «personas que conozco que solían llevarse pornografía al baño ahora se llevan el catálogo del IKEA»); ni de publicar el libro más impreso del mundo (su famoso catálogo): ahora además se apropian del concepto biblioteca.

 

 

Gracias a un acuerdo con el British Booker Prize la empresa de muebles invitaba a sus clientes a reducir el estrés leyendo. Si los hogares ya no son el paraíso que eran por lo difícil que resulta desconectar con tanta tecnología intrusa en nuestra intimidad: ahí está IKEA para ofrecernos el remedio para desconectar a través de la lectura. Tié guasa la cosa que diría un flamenco.

Y ya puestos a usurpar el papel de las bibliotecas añadiendo el beneficio económico propio de toda empresa: en Francia, también IKEA, se puso a fomentar las donaciones de libros. Del 11 al 23 de junio, IKEA Francia, puso en marcha una campaña de recogida de libros usados a cambio de una tarjeta regalo de 10 euros. Tarjeta que los clientes podrían usar en compras superiores a los 50 euros. Posteriormente las donaciones serían entregadas a dos asociaciones.

 

 

Y sin salir de Francia, también este verano pasado, otra gran empresa como Carrefour tuvo su ‘momento biblioteca’. La cadena gala recurrió a una ilustración del blog pedagógico Mysticlolly para señalizar y adornar sus estanterías de literatura infantil.

El autor del dibujo es un profesor de secundaria que creó la ilustración bajo una licencia de Creative Commons para que se pudiera utilizar sin problemas por parte de sus colegas, instituciones educativas y cualquier otro centro cultural: pero no con fines comerciales. A través de Twitter denunció su utilización por parte de una empresa que genera millones de ganancias. No sabemos cómo ha acabado esa denuncia, porque según la noticia recogida por ActuaLitté les univers du livre, a finales de julio no había recibido respuesta alguna.

 

Biblioteca de las armas: nombre para una armería en los Estados Unidos. Un ejemplo de apropiacionismo del concepto biblioteca que no nos gusta ni una chispa.

 

No está bonito lucrarse con el trabajo ajeno. Eso no pasa con las bibliotecas. Las bibliotecas de por sí son generosas. Bibliotecas y bibliotecarios han sido pioneros en muchas cosas que, generación tras generación, se revisten con nuevos ropajes para venderlas como si fuera el último grito. Si Youtube está repleto de tutoriales: los bibliotecarios los hicieron antes para explicar cómo usar el catálogo; si El Corte inglés y otras grandes superficies ofrecen cuentacuentos: las bibliotecas los hicieron antes; si las nuevas tecnologías se basan en palabras claves y clasificaciones: las bibliotecas las llevan haciendo desde la Antigüedad: y así podríamos seguir.

 

Cartel en Las Vegas anunciando el club de striptease The library. Un club para caballeros que se anuncia con el eslogan: una experiencia de aprendizaje. En este caso el apropiacionismo, aunque sea solo por el morro que han tenido, al menos despierta una sonrisa.

 

En fin, que el concepto biblioteca sigue tan vigente, válido y necesario como siempre. Y si no que se lo digan a tantos como se arriman a él para potenciar sus negocios disfrazándolos (en muchos casos) como otra cosa. Pero las bibliotecas lejos de ser celosas de ese concepto: son todo generosidad y no pueden más que alegrarse de que cunda el ejemplo. Lo único que revienta es que todavía haya ciudadanos que se maravillen por lo que les ofrecen negocios que buscan su dinero y no aprovechen lo mismo teniéndolo gratis (gracias a los impuestos de todos) a pocos metros de su domicilio.

 

 

Debi Mazar como la Ava Gardner de Arde Madrid (2018) la serie de Paco León.

Y para terminar volvemos al flamenco (¿?). A cuenta de lo del apropiacionismo, precisamente hace poco, el director y actor Paco León: ha recibido no pocas críticas por interpretar a una mujer trans en la serie La casa de las flores (2018) en lugar de ceder su puesto a una actriz transexual. Un intento de coaccionar la libertad creativa de los creadores de la serie en función de unas reivindicaciones, las del colectivo de mujeres transexuales, por otro lado, perfectamente respetables.

Y el talentoso León también acaba de filmar, como director e intérprete, la serie sobre los años en que la inolvidable Ava Gardner vivió en nuestro país: Arde Madrid (2018). Hablando de apropiacionismo, kitsch, usurpaciones y delirios creativos varios: nada como cerrar con el fragmento en el que la gran Ava interpretaba a una bailaora flamenca española en La condesa descalza (1954). Todo parecido con el flamenco y lo gitano no es pura coincidencia es directamente imposible, y en cambio, eso no le resta ni un ápice de valor a esta maravillosa película.

 

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