El bookcrossing, desde que arrancara allá por el lejanísimo 2001 en los Estados Unidos, se ha convertido en un clásico. Y pese al evidente desgaste de la pátina de novedad que supuso en su momento: numerosas iniciativas, desde los más diversos ámbitos, recurren al invento para promover la lectura. Tal vez sea el momento de añadirle algún complemento que lo revitalice pensando en otras actividades sociales que se desarrollan en espacios públicos. El bookcruising, pese a la semejanza semántica, queda en principio descartado. Pero si en Crossover bibliotecario proponíamos cruces entre bibliotecas y diversos ámbitos urbanos: el bookcrossing (cruce de libros) podría añadir algún aliciente sin perder el espíritu que lo definió.
Aunque, en ocasiones, las buenas intenciones no encuentran fácil acomodo en la tozuda realidad. Es lo que pasó, por ejemplo, hace unos años en China a una sociedad afincada en Beijing en su intento por emular la iniciativa que la actriz Emma Watson puso en práctica en 2016. La protagonista femenina de la saga Harry Potter, diseminó libros por estaciones del metro de Londres. Un reto que se hizo viral descubriendo algo, el bookcrossing, que por aquel entonces las bibliotecas llevaban haciendo desde hacía mucho. Pero fin, ya se sabe: ponga un famoso en su vida.
Pero a lo que íbamos. The Fair, que así se llamaba dicha sociedad: repartió libros en los asientos de los vagones de metro de la capital china esperando que los viajeros disfrutasen de las lecturas que encontraban camino de sus destinos. Concretamente más de 10.000 libros distribuidos en el metro, en paradas de taxis y aeropuertos de las ciudades de Biejing, Shanghai y Guangzhou.
Estrellas chinas como el actor y modelo Huang Xiaoming o la también actriz y directora de cine Xu Jinglei apoyaron con su imagen la campaña; las principales editoriales del país se sumaron al proyecto: pero tras tanto esfuerzo los resultados terminaron siendo los deseados
¿Cuál fue el fallo?: que los viajeros entendían al ver los libros sobre los asientos que se trataba de propiedades de otros viajeros que reservaban plaza en los vagones, con lo cual no se atrevieron a sentarse, ni mucho menos a cogerlos para leer. Las protestas no tardaron en darse, y muchos libros, terminaron apilados junto a las papeleras de las estaciones.
Salvando las distancias, al gremio bibliotecario, puede recordarles mucho a las salas de sus centros en plena época de exámenes. Ese despliegue insolidario de apuntes, libros y demás objetos ocupando plazas vacías que proporcionan no pocos quebraderos de cabezas. Pero volviendo a la acción desarrollada en Beijing no tuvo en cuenta un factor determinante: la idiosincrasia china.
El magnate de la prensa Rupert Murdoch aprendió la lección de la forma más dolorosa: perdiendo una fortuna. Tras años y años de intentar conquistar el imperio chino, llegando incluso a casarse con una mujer de aquel país: el gobierno chino tomó nota de sus estrategias y productos, y una vez exprimido, lo rechazó sin más. Si nuestros amos estadounidenses han sabido cautivarnos con su cultura del entretenimiento; los nuevos amos orientales prometen colonizarnos con su habilidad para imitarnos.
El espíritu del bookcrossing, trasplantado a tierras chinas, no contempló los hábitos urbanos de sus ciudadanos. Y sin eso, cualquiera sabe, que toda estrategia de marketing está llamada al fracaso. Una pena, que una campaña masiva a favor de la lectura diera tan malos resultados en la que se postula ya como la gran potencia del XXI. Pero como sostenía el escritor y enfant terrible (sí, esto de los clichés, también se imita en China) Murong Xuecun:
«mis compatriotas están inmersos en una economía de mercado salvaje en la que la lectura no cotiza precisamente al alza entre sus intereses.»
Entonces, ¿la fastuosa biblioteca de Tianjin Binhai que se ha convertido en la biblioteca más reproducida en los medios durante los últimos meses? Si atendemos al artículo publicado en el medio digital ‘Bloomberg’ sobre las ciudades chinas fantasmas: la biblioteca de Tianjin Binhai tiene mucho de trampantojo del régimen.
Cuando finalmente colonicen por completo Occidente, los españoles, vamos a tener ventaja. Con los antecedentes recientes de ladrillazo y proyectos culturales faraónicos de los 90, todo fachada pero nada de contenido: empatizar culturalmente con los chinos nos va a resultar mucho más sencillo.
Según el recorrido que el artículo hace por los espacios creados como proyectos urbanísticos de laboratorio en el gigante asiático: poco a poco, los chinos están empezando a habitarlas. Y concretamente de la ciudad de Tianjin dice:
«Pero la pieza central del área es, sin duda, la Biblioteca Tianjin Binhai, terminada en 2017.
Parte de un complejo cultural cerca del distrito financiero de Yujiapu, la biblioteca es sorprendentemente fotogénica con sus curvas futuristas y estanterías blancas del piso al techo. En una inspección más cercana, muchos de los estantes no contienen libros sino placas de aluminio impresas con cubiertas de libros.»
Confiemos en que una vez desperezada la ciudad, la biblioteca de Tianjin, deje de ser un mero decorado a semejanza de las enciclopedias huecas que ornamentaban las librerías de algunos domicilios en los 70. Ya que vamos a estar bajo la égida de China en el XXI ojalá sus próximas campañas de fomento de la lectura triunfen. Ya se sabe que los chinos cuando dicen aplicar su disciplina a algún asunto: no conocen el desaliento.
Como los jóvenes de la escuela de lucha para niños Shaolin Tagou que protagonizaban el vídeo del tema Genera8tion de M.I.A. Un broche musical acorde para este post. Puestos a colonizar que sea con cultura. Pero vamos a callarnos ya. No sigamos pavimentando el camino hacia el infierno de buenas intenciones.
About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com