Mujeres que nos gustarían como bibliotecarias [5]: Loola Pérez

 

Loola Pérez. Fotografías Miguel Sotomayor

Un año después, tras un nuevo 8-M, retomamos la serie que iniciamos el año pasado. Figuras femeninas ajenas al mundo bibliotecario, pero cuyos discursos creativos, científicos o de pensamiento: abren debates y perspectivas siempre interesantes.

Es algo incuestionable que el movimiento social que más profundamente ha modificado la sociedad occidental, desde finales del XIX, ha sido el feminismo. La lucha por la emancipación y la igualdad de derechos entre hombres y mujeres se ha erigido en un elemento de cambio y avance que trasciende fronteras.

Llegados a este punto son más necesarias que nunca voces que discrepen, cuestionen y desmonten los discursos únicos que puedan fosilizar al movimiento reduciéndolo a dogmas y eslóganes. Y en ese incómodo, pero honesto, punto se posiciona la quinta de nuestras bibliotecarias en potencia.

Loola Pérez, con esa doble O que actúa cual anteojos que amplían la realidad para no perder detalle, graduada en Filosofía, integradora social, sexóloga educativa y, actualmente, estudiante de Psicología: es una voz disonante con algunos de las posturas más asentadas del discurso feminista. Y esa discrepancia, ese cuestionamiento, esa llamada a la reflexión serena y al debate saludable: es algo que siempre debe encontrar refugio en las bibliotecas.

 

LOOLA PÉREZ

 

Arranquemos hablando de gustos culturales. ¿Qué te ha influido más: la lectura, la música, el cine o, dado que has crecido en plena eclosión de Internet: el mundo digital?

Sin duda, la lectura. Desde muy pequeña me ha gustado leer y es una afición que conservo a día de hoy. Tuve muy buenos profesores en Lengua y Literatura y eso fue un extra de motivación. Cuando era adolescente me decantaba más por la novela, ahora es difícil sacarme del ensayo. Lo último que he leído ha sido El liberalismo del miedo de Judith Shklar. También es cierto que lo que más leo ahora son artículos de investigación. Es una de las cosas positivas de seguir estudiando, que te obliga a estar actualizada.  

En tu reciente ensayo ‘Maldita feminista: hacia un nuevo paradigma sobre la igualdad de sexos’ (Seix Barral, 2020) dices una frase que resulta simpática y esperanzadora: «Pensar nunca será un titular en la portada de ‘Forbes’, pero soy lo suficientemente joven y repelente como para seguir reivindicándolo«. ¿Crees que la curiosidad intelectual, el aprendizaje continuo, son imprescindibles para que ese espíritu no se pierda con los años?

Por supuesto. El triunfo actual del sensacionalismo nos lleva a la especulación y alimenta las teorías de la conspiración… Esto fomenta la desconfianza entre la ciudadanía. Hay como una vuelta al relativismo, a la idea de que la verdad no existe… 

La figura del tertuliano, que no es más que el cantamañas de toda la vida, está siendo más rentable que nunca. Coincide, además, en una época donde se hace más difícil el periodismo de investigación: y se ha devaluado profundamente la Filosofía. En tiempos de impúdica irracionalidad hay que poner la Filosofía en el centro del saber, reestructurar su currículo en la etapa educativa. Y hacer de las facultades espacios de aprendizaje mucho más atractivos y prácticos.

Cuando la gente ignora lo que es un argumento, no sabe evaluar una prueba, no conoce cómo fundamentar un juicio crítico o en qué profesionales puede apoyarse: se vuelve mucho más permeable al dogmatismo ideológico, las pseudociencias o el populismo político. Vale que todas las personas pueden tener una opinión: pero los hechos son los hechos. 

 

Las bibliotecas públicas estadounidenses se han convertido, en muchas ocasiones, en objetos de deseo para movimientos de derechos sociales que ven en ellas escaparates idóneos. ¿Crees que pueden jugar un papel como instituciones que sirvan para acoger un debate abierto y sosegado?

Creo que las bibliotecas públicas pueden ser una alternativa a los espacios de debate universitario, especialmente ahora que muchas universidades se prestan al juego de la censura como pasó en la Universidad de La Coruña a propósito de unas Jornadas sobre trabajos sexuales y derechos o en la Universidad Pompeu Fabra con una intervención sobre transexualidad del profesor Pablo de Lora.

Además, las bibliotecas públicas son mucho más cercanas a la ciudadanía que las universidades, las cuales continúan arrastrando cierta fama de elitistas. No sería mala idea convertir las bibliotecas públicas en el estandarte del libre pensamiento. 

Hace muy poco se ha reeditado en nuestro país el ensayo de Camilla Paglia ‘Sexual personae’. En tu ensayo reconoces enfrentarte a los libros de Paglia desde el amor y el odio. Te remueven, te cuestionan, te hacen replantearte las cosas. ¿Figuras incómodas como Paglia son ahora más necesarias que nunca para no caer en dogmatismos?

Paglia es un huracán. Es una mujer inteligente, llena de fuerza, una especie de heroína moderna que huye del victimismo y la mojigatería. Pero también, como autora, llega a ser en ocasiones muy intensa y esencialista. Supongo que eso es lo que me gusta y admiro de ella: que no hace falta que piense como yo para reconocer que es una tía intelectualmente arrolladora.

Su disidencia es necesaria en el movimiento feminista. Argumenta contra los excesos del feminismo hegemónico, celebra la belleza, evade el constructivismo, reconoce la importancia de la biología en los sexos…. No se la puede comparar con un trol de internet ni con un extremista de ultraderecha. Tiene estilo propio y no se deja influir por la presión social que, a veces, el feminismo hegemónico ejerce en personas que trabajan en el ámbito académico. 

En un panorama tan polarizado ideológica y políticamente como el actual: ejercer la disidencia supone asumir riesgos. ¿Te preocupan más los ataques de aquellos sectores que defienden una visión única del feminismo; o el apropiacionismo distorsionado que de tu discurso puedan hacerse medios o grupos en las antípodas de tu pensamiento?

Bueno, el apropiacionismo distorsionado es previsible, pero no me quita el sueño. Yo soy muy clara y también expreso en Maldita Feminista cómo me preocupa la amenaza de la ultraderecha. La gente que me sigue sabe perfectamente cuáles son mis valores, ideas y compromisos. Que alguien pueda decir que yo le hago las palmas a la ultraderecha me parece de risa. Solo un buen idiota puede decir eso cuando mis referencias provienen de otras autoras feministas, y mi visión, es indisociable de los derechos humanos.  Así que…

Me preocupa más la visión única del feminismo porque, siendo un movimiento sumamente transformador y de importancia vital en las democracias, está perdiendo su esencia y convirtiéndose en una parodia. Por ejemplo, las mujeres son las principales perjudicadas en un sistema sexista, pero reducir la posición social de estas a un estado perpetuo y atemporal de victimización no contribuye a la emancipación sino que, por el contrario, despoja a las mujeres de su capacidad de agencia, de su derecho a equivocarse, de su resiliencia, de la posibilidad de ser malas… 

Como integrante de esa generación que se ha dado en bautizar como millennial las redes sociales son un ámbito en el que te desenvuelves con soltura. Tu cuenta de Twitter, en la que apareces como @DoctoraGlas, es muy activa en todos los sentidos. Lejos de rehuir la confrontación respondes siempre argumentando y razonando tus posturas.

¿Piensas que un intelectual en el siglo XXI puede inhibirse del estruendo mediático continuo de las redes sociales? ¿Estar en ellas, es condición imprescindible para analizar nuestra realidad más inmediata?

Bueno, cada persona tiene diferentes expectativas y motivaciones al respecto. Las redes sociales no son toda la realidad, pero sí una parte de nuestro mundo y estar ahí hace que tu mensaje puede llegar a mucha gente… Muchas personas, tanto de España como de fuera de nuestro país, me escriben a menudo para confesarme que gracias a mis puntos de vista y reflexiones se han reconciliado con el feminismo. Eso me da mucha energía.

A veces no es fácil estar en Twitter, pero discutir a través de ese medio hace que practique la agudeza, que fortalezca mi seguridad personal a la hora de exponer mis convicciones y conocimientos, ejercer mayor control de mi temperamento, aprender nuevas ideas o incluso, hace que me enfrente a lo que Ovejero llama ‘chatarra retórica’. También tengo mis límites, aunque a veces me los salto (risas). No me gusta discutir con quien me da órdenes, cuando el error se convierte en falta, cuando se distorsiona con mala fe aquello que expreso o si el insulto precede al argumento. 

Paglia, en Vamps & Tramps, decía que el inmenso underground del cómic ha escapado a la policía del pensamiento feminista. Figuras como Eric Stanton, con sus cómics sadomasoquistas; o el cineasta Russ Meyer, con sus heroínas supervixens, se dirigían a un público masculino. Y paradójicamente, para excitar a los hombres, creaban mujeres  independientes, poderosas y fuertes.

¿Se elude la complejidad de la sexualidad, tanto masculina como femenina, para ajustarnos a las exigencias de un discurso biempensante?

¡Me encantan las supervixens! No solo es que transmitan esos valores de independencia, poder o fuerza también representan la exuberancia, la libertad sexual, lo salvaje… En lo que no estoy de acuerdo es en la idea de que la representación de esas figuras femeninas explícitamente sensuales y sexuales tuviera el único objetivo de excitar a los hombres. Al contrario, creo que expresa el deseo femenino sin necesidad de pedir perdón o de justificarlo a partir de elementos románticos. Son personajes independientes de la mirada masculina y por ello escapan de la cosificación.

La verdad que ver hoy una película de Meyer en La 2 sería imposible: lo cual sirve para pensar sobre si estamos ante una vuelta al puritanismo. Es injusto que uno de los cineastas que más ha contribuido al erotismo en el cine fuera calificado por algunos sectores feministas como viejo verde, y hoy, condenado al olvido por el auge de la mojigatería. Posiblemente hay más estereotipos de género en series como Cómo conocí a vuestra madre que en las películas de Meyer.

 

 

Ahora, no me cabe la menor duda, de que tanto en el ámbito privado como social, pese a estos titubeos, hay una mayor libertad sexual. Eso es un triunfo del feminismo. Vivimos la sexualidad con menos tabú. Sin embargo, me preocupa que en nombre del feminismo se descalifique el hecho de que haya mujeres que puedan disfrutar del sexo de una sola noche con desconocidos; que puedan tener fantasías políticamente incorrectas o que les guste la pornografía. ¿Con qué derecho esas feministas de pacotilla le dicen a otras mujeres cómo deben gestionar su vida sexual para no ofender un supuesto ideal igualitario?

Decía la actual Directora del Instituto de la mujer que ‘hay que follar con empatía’ y a mí, personalmente, me daba la risa. Cuando muchas mujeres hemos tenido sexo de una sola noche no hemos pensado en la empatía sino en el consentimiento, en el respeto y en el placer. Es curioso porque la misma generación que años atrás reivindicó el ‘amor libre’ y el ‘sexo sin compromiso’ viene ahora a decirnos a muchas jóvenes que follamos mal. Porque lo hacemos con gente sin empatía y que eso es algo así como una traición al feminismo. ¡Es de locos!

Ese discurso biempensante sobre la sexualidad acabará empobreciendo nuestras experiencias eróticas. Sin ir más lejos, me provoca mucha tristeza que una ministra como Irene Montero, se atreva a decir que con su proyecto de ley de libertad sexual, “serán las mujeres las que decidan hasta dónde llegar”. Es estúpido. Las mujeres ya decidimos lo que queremos y lo que no en nuestras relaciones. Me cuesta mucho entender esta tendencia de la izquierda actual a hablar de España, que es un país sumamente seguro y avanzado en políticas de igualdad, como si fuera Irán. El peligro de la violación está ahí, pero eso, por insensible que pueda parecer, no va a solucionarlo una ley como la que propone desde el Gobierno. 

Y es que uno de los problemas que tenemos como sociedad a la hora de pensar sobre la violación es que creemos que se enmarca como una relación de poder. Yo no pienso eso, creo que se trata más bien de una compleja relación entre el poder y el sexo. Para las feministas hegemónicas, las cuales han hecho del texto Contra nuestra voluntad de Susan Brownmiller una bandera, la violación es un acto de poder. Yo rechazo que la cultura socialice a los hombres para la violación, lo cual no significa que no haya estereotipos o ideas preconcebidas sobre la violación.

Sí es cierto que muchos hombres utilizan la violencia para conseguir aquello que quieren: atención, sexo, objetos… Pero insisto en que en la mayoría de las violaciones prevalece una motivación sexual. Por ello, no son pocos los violadores que se ponen preservativo, fuerzan a las mujeres a prácticas que no tienen que ver con la penetración, eligen mujeres que les atraen sexualmente… Pensemos en un caso de violación. Chico y chica se conocen en una discoteca, tontean. El chico quiere tener sexo, pero ella dice no. Entonces el chico la fuerza y abusa de ella. ¿Cómo entendemos esto? ¿En un primer momento él actuaba porque quería sexo y luego cuando ella no quiere: su motivación cambia y se inscribe exclusivamente como un acto de poder?

Y ya que hemos hablado de cómics y de cine sigamos con música. ¿Qué te parecen las listas prohibiendo canciones de determinados cantantes o la demonización del reguetón por sus letras? ¿Qué lecturas haces de figuras como Bad Gyal, La Zowi, o Miss Nina que, desde el denostado reguetón, exhiben la misma desinhibición sexual que sus colegas masculinos? ¿Podría entroncar con ese feminismo putón que reivindican feministas como Itziar Ziga?

Aborrezco la censura y reivindico que las personas tienen derecho al mal gusto, ya sea porno malo, música hortera o literatura fast food. Me preocupa más este boom de influencers hablando de sexualidad y feminismo sin tener ni idea, es decir, pasando como saber un conjunto de rabietas infantiles o tratando de relanzar su carrera: que un espectáculo de La Zowi donde sus bailarinas bailan en tanga.

Me parece súper divertido ver a la gente que va de moderna y progre escandalizada por el sacrosanto sexo. ¡Al igual que los grupos ultra-religiosos!

Toda esa generación mimada que está creciendo en la burbuja de Operación Triunfo, donde de todo lo políticamente incorrecto se hace un dramita, autoconvenciéndose de que tienen derecho a no ser ofendidos… Un espectáculo para adultos no debería ser juzgado como si estuviéramos delante de un teatro infantil.

No sé si esto podría entroncar con el feminismo putón que encontramos en feministas como Ziga. Lo que sí sé es que me gusta la provocación y ella va sobrada de esto. Pero también hay algo más profundo en sus reflexiones, que es su reivindicación de las mujeres a usar la libertad, sin miedo al que dirán. 

Figuras como Patti Smith, Nina Hagen, Grace Jones, Peaches, Siouxsie Sioux, Chrissie Hynde o, desde lo más comercial, Madonna: no enarbolaban banderas, pero con su actitud, lanzaban mensajes muy poderosos. ¿Se podría señalar el rótulo feminista de Beyonce como el momento en el que el feminismo se hizo mainstream? ¿Le resta fuerza al convertirlo en complemento de moda, al reducirlo a eslóganes, o compensa por haber llegado a más público?

Ese neón de ‘Feminist’ que acompañaba a Beyoncé en el año 2014 durante los MTV VMAs refleja, en cierto sentido, un antes y un después en la percepción del feminismo en la cultura de masas. Expone un mensaje sumamente explícito, pero vapulea en cierto sentido la lucha social al presentar la reivindicación de una forma tan despolitizada. No tengo claro si compensa, pero sospecho que cuando lo estético cobra más importancia que lo ético: el mensaje en pro de la igualdad se desvirtúa.

Creo que conviene distinguir entre el hecho de que una artista se reconozca como ‘feminista’ y que se utilice el feminismo como un objeto mediático, como un objeto de consumo… Además de Beyoncé encontramos muchos más ejemplos sobre esta tendencia… Lo hemos visto con el anuncio de Campofrío o más recientemente con Gillete. 

 

 

Hemos hablado de libros, música y cine. Pero en estos tiempos el menú cultural parece incompleto si no se habla de series. ¿Alguna serie te ha resultado especialmente interesante desde las temáticas que abordas en tu trabajo? ¿Has visto Sex education?

Puede que a priori no esté muy relacionada con la temática feminista, pero Homeland ha sido una serie que me ha permitido pensar mucho a través de sus tramas en el debate sobre libertades y protección/seguridad, cómo es ser profesional (y madre) en un mundo de hombres o el resentimiento de los hombres blancos, el cual viene inspirado en el ascenso al poder de Donald Trump y sus adeptos. Sí, he visto Sex education. Es bastante fresca y divertida, pero resulta descorazonador que los guionistas llamen en multitud de veces a la vulva equivocadamente vagina… o que tengan que ser tan excéntricos para explicar situaciones o vivencias sobre sexualidad que se viven, generalmente, con naturalidad. 

Esta serie de Mujeres que nos gustarían como bibliotecarias la abríamos con Roberta Marrero. Roberta a través de su obra explora la diversidad afectiva y sexual. Es una mujer artivista como le gusta definirse. ¿La exclusión que se quiere hacer de las mujeres transexuales por sectores del feminismo reproduce los mecanismos de exclusión del patriarcado?

La exclusión hacia las personas transexuales responde a muchos intereses y, a priori, no lo compararía con los mecanismos de exclusión que tradicionalmente ha desarrollado el patriarcado. Desde los sectores del feminismo que excluyen a las personas trans, no se considera en ningún momento a las personas transexuales ‘inferiores’ ni se les impide votar o acceder a los ámbitos educativos. Cuestiones que, en cambio, sí se han enmarcado en los mecanismos de violencia y discriminación del patriarcado. Lo que observamos en los sectores del feminismo que excluyen a las personas transexuales es una revitalización del biologicismo y el uso de la mala fe para socavar su imagen pública.  La percepción que la sociedad pueda tener de este colectivo. 

Así, por un lado, el feminismo TERF, el que excluye a las personas trans, considera que ser mujer se basa en una genitalidad y pasa por alto las explicaciones biológicas de la transexualidad. No tienen en cuenta las complejidades del sexo genético, el sexo gonadal, el sexo genital y la identidad sexual. Por otro, muestra su odio y rechazo a las personas trans, comparándolas con proxenetas, alimentando la psicosis de que las mujeres trans son hombres disfrazados de mujeres para obtener beneficios en casos de violencia en la pareja o llegando incluso a afirmar de que son un lobby. Todo eso es cruel y guarda muchas similitudes con la xenofobia.

El hecho de que Izquierda Unida haya expulsado al Partido Feminista por su ideología transfóbica y rechazo a la ley trans me parece coherente, pero creo que llega tarde, dado que las proclamas contra las personas trans comenzaron a hacerse sin ningún tipo de pudor ya en 2017. Las mujeres trans son mujeres y, si hay un sector del feminismo que niega esto, merece que se ponga en duda su visión de los derechos humanos. 

En tu ensayo planteas que la igualdad solo puede llegar si además de los problemas de las mujeres, el feminismo tiene en cuenta los problemas de los hombres. Suena conciliador e integrador ¿Sería una manera de desactivar la confrontación a la que nos quieren abocar las posturas más extremas?

Deseo que lo sea. El capítulo titulado De los hombres no lloran a los chicos no importan es uno de mis favoritos de Maldita feminista. No entiendo la igualdad como un sentimiento de prepotencia hacia los hombres. El día a día está plagado de hombres que hacen un trabajo de fuerza brutal, en escenarios sumamente peligrosos… No entiendo como muchas feministas pueden despreciarles desde sus cómodos sillones institucionales o secundar bobadas como “es una guerra” o cosas así. Prescindir de ellos y no comprender sus demandas, necesidades y problemas solo genera un sentimiento de rechazo y hastío hacia los logros de las mujeres. 

Tu inconformismo intelectual, y el rigor y la pasión con el que lo ejercitas, son valores imprescindibles para la profesión bibliotecaria. «Bibliotecario sin curiosidad, biblioteca muerta» que reza un eslogan. ¿Se te ocurre alguna idea, por loca que te parezca, de cómo te gustaría que fuesen las bibliotecas públicas en el siglo XXI?

Me conformo con que no desaparezcan los libros en papel. En un mundo cada vez más digital, los libros evocan lo sagrado e incorruptible. 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

La biblioteca como trama

 

En los últimos tiempos hemos tenido varios ejemplos de películas con las bibliotecas de protagonistas. Desde The public (2018) de Emilio Estévez a Ex Libris (2017) de Frederik Wiseman; pasando por La biblioteca de los libros rechazados (2019) o Escapando de la biblioteca del señor Limoncelo (2017). Y es que sea comedia, terror, drama o aventuras, las bibliotecas, dan para muchas tramas.

trama: 4. f. Disposición interna, contextura, ligazón entre las partes de un asunto u otra cosa, y en especial, el enredo de una obra dramática o novelesca. (Diccionario RAE)

 

 

La biblioteca Robert Desnos

«Chut…! (Silencio…!) (2020) es la última película en la que una biblioteca concentra, de nuevo, todo el protagonismo.

Aquí, en silencio, el futuro toma forma‘: así han subtitulado sus directores Alain Guillon y Philippe Worms este documental en el que recogen la vida cotidiana de la biblioteca francesa Robert Desnos de Montreuil (Seine-Saint-Denis). Y concretamente, la crónica del desarrollo de un proyecto de emancipación cultural.

No deja de resultar irónico el título de Chut…! cuando de lo que trata precisamente es del ruido que pueden llegar a hacer las bibliotecas en nuestras sociedades.

Todo surgió tras participar Alain Guillon en un taller de conversación para personas que no hablaban francés en la biblioteca. Tras descubrir de cerca la realidad y la labor desarrollada por los bibliotecarios, Guillon llamó a su colega Worms, y los dos, junto con sus equipos de filmación: pasaron a formar parte del día a día de la biblioteca durante todo un año.

Fabrice Chambon, director de la biblioteca de Robert Desnos, resumía en unas declaraciones lo que tanto fascinó a los cineastas:

«Para ser efectivos cada bibliotecario debería convertirse en el sociólogo de su territorio. Debemos dirigirnos a todos, asegurarnos de que todos los públicos se encuentren.»

Y esa labor de los bibliotecarios, las conexiones, relaciones y vivencias que conforman el día a día de las bibliotecas constituyen la trama de este documental. Desde los estudiantes de secundaria al vagabundo que se refugia junto a los muros de la biblioteca. Todos tiene su momento en la trama. Pero sobre todo, los proyectos y el trabajo de los equipos de la biblioteca: para atender a todas las demandas de su comunidad.

Una de las escenas cumbre es la fiesta de música electrónica que se celebró durante toda una noche. La frontera biblioteca-discoteca desvaneciéndose por completo. Y como complemento tras la fiesta: una programación de sesiones sobre historia de la música.

 

Con este cartel anunciaba la biblioteca Robert Desnos la fiesta de música electrónica que transformó, en 2017, a la biblioteca en una discoteca hasta las 5 de la mañana (hora en que se abre el metro). Djs, electro-lecturas, bebidas, comida, y baile, mucho baile, excepto entre las estanterías: así lo relataban en la crónica de ActuaLitté.

 

Un nuevo concepto de biblioteca se viene cociendo desde hace tiempo, no ya en Francia, sino en todo el mundo. Sin ir más lejos en nuestro país. Como concluyeron los directores, tras su convivencia con la comunidad bibliotecaria: «las bibliotecas son el lugar dónde se elabora un nuevo contrato social».

Por eso nos harían falta dos cineastas curiosos como Guillon y Worms que apostasen por convertir a las bibliotecas en protagonistas de sus películas. Y sino es en cine, que sea en televisión: ¿cómo de beneficioso seria un programa de Jordi Évole dedicado a desgranar la labor social que las bibliotecas están desarrollando en nuestro país: que tan escaso eco tiene en los medios? Y cuando lo tienen: siempre girando sobre los mismos cuatro tópicos.

En ocasiones dan ganas de emular a Bette Davis cuando publicó un anuncio en el periódico buscando trabajo:

 

Y publicar algo como:

Siglos de experiencia gestionando el conocimiento. Flexibles y adaptables a cualquier circunstancia social: más divertidas de lo que dicen. Se ofrecen como instituciones imprescindibles en la sociedad de la infoxicación, las fake news, las desigualdades sociales, las personas en riesgo de exclusión, y en mil frentes más. Referencias a usuarios satisfechos.

 

No es de extrañar que, pese a todo, en la siempre culta Francia: el Estado, las autoridades municipales y hasta la Mutua Nacional: hayan sufragado la mayor parte del presupuesto que conllevó el rodaje del documental de Guillon y Worms. En nuestro país, con lo mal vistas que están las subvenciones al audiovisual patrio, el documental se financiaría a base de hipotecar el patrimonio de los directores, e incluso, el de los bibliotecarios.

 

 

trama: 3. f. Artificio, dolo, confabulación con que se perjudica a alguien.

 

Y de chut (silencio en francés) pasamos a Silent library (bibliotecaria silenciosa) para una trama de espionaje que da para otra película de género totalmente opuesto al documental galo. Silent library es el nombre que recibe un grupo de hackers, con supuestas vinculaciones con el gobierno iraní, que han modernizado las técnicas de phishing para robar propiedad intelectual de los campus estadounidenses y europeos.

Los piratas en cuestión aprovechan la confianza que suelen inspirar las bibliotecas para perpetrar sus engaños. Lo hacen a través de correos electrónicos que se camuflan como servicios de las bibliotecas académicas. Estudiantes y profesores, que se acaban de incorporar a la comunidad educativa, suelen ser víctimas preferentes de estos hackers que han conseguido un altísimo grado de sofisticación al hacer pasar sus correos por mensajes de las bibliotecas.

Según la empresa de seguridad empresarial Proofpoint que está a cargo de las investigaciones, el grupo de hackers, ha llegado a robar más de 30 terabytes de datos desde 2013.

Ejemplo de correo que los hackers hacen llegar a los miembros de la comunidad educativa haciéndose pasar por bibliotecas.

 

La biblioteca como esperanza de futuro y la biblioteca como subterfugio. Todas las versiones, todas las tramas caben cuando de bibliotecas se trata. Pero puesto a elegir acepciones de ‘trama’ en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, tras la cuarta y la tercera, nos quedamos con la primera:

trama: 1. f. Conjunto de hilos que, cruzados y enlazados con los de la urdimbre, forman una tela.

 

Porque eso hacen las bibliotecas: tejer, enlazar y cruzar discursos, personas y realidades para urdir, entre todos, una historia que merezca la pena ser contada.

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Nunca fuimos a la Luna pero alcanzamos las estrellas

 

El gremio bibliotecario nunca fue a la Luna pero ha terminado alcanzado las estrellas. De tan bonito que suena da para una postal Mr. Wonderful: Día de la Biblioteca 2021. Pero este post no va de poesía (aunque nunca se sabe): en realidad va de bibliotecarios. Y concretamente de bibliotecarios aguafiestas.

 

Una de las experiencias más paranormales vividas en este blog acaeció en Triángulo de las Bermudas bibliotecario. No cabía esperar otra cosa. Allí glosábamos la vida de un bibliotecario estadounidense que nos abdujo como si de un platillo volante, en el citado Triángulo, se tratase.

Se trataba del increíble Lawrence David Kusche: piloto comercial, instructor de vuelo ensayista y bibliotecario. Kusche, al constatar la afluencia de jóvenes obsesionados con el célebre Triángulo que acudían a su biblioteca en los 70: terminó escribiendo la obra que demolió el mito en cuestión.

El Triángulo de las Bermudas resuelto se titulaba. Tras hundir en la miseria a los Iker Jiménez del momento, Kusche, prosiguió una delirante carrera literaria que requería de una investigación en profundidad. Pero quien quiere ahondar en ella, que vaya al post en cuestión, que aquí estamos para hablar de otras cosas.

 

Lawrence David Kusche, el primero de nuestros bibliotecarios aguafiestas.

 

Luis Alfonso Gámez azote de charlatanes y mentirosos.

Tras su logro, Kusche, entró a formar parte del Comité para la Investigación Escéptica. Y si hablamos de escépticos, en España y en nuestros días, ninguno como el periodista vasco Luis Alfonso Gámez.

Él solito, con su programa de ETB Escépticos o con su veterano blog Magonia: ha desenmascarado a más charlatanes que todos los polígrafos de Mediaset juntos.

El escepticismo, en tiempos de fakes news, se ha convertido en una prevención tan necesaria como las mascarillas ante el coronavirus. Aunque, según Gámez, no es tanto que ahora haya más noticias falsas sino que los medios para difundirlas son mucho más potentes. Pero tan peligroso es pecar de ingenuo como pasarse de escéptico. Y en eso incurrió el segundo bibliotecario aguafiestas (o todo lo contrario, según se mire) de este post: Bill Kaysing.

El filólogo y bibliotecario de Rocketdyne, la compañía que fabricaría el Saturno 5, ha pasado a la posteridad gracias a su ensayo-denuncia: Nunca fuimos a la Luna (1974). Según sostenía el incrédulo bibliotecario: todo lo de la Luna fue un auténtico montaje urdido por la NASA. Algo que hemos oído en muchas y variadas versiones: pero que partió del éxito que tuvo el libro de Kaysing.

 

 

La crónica que Gámez hizo de la vida y milagros de Kaysing en su artículo: Viaje  a la Luna: el ridículo origen de la conspiración: no tiene desperdicio. El principal argumento de Kaysing era que en las fotografías que se tomaron del alunizaje del hombre en la Luna: no se observan estrellas brillando en el firmamento. Y a partir de ahí, su teoría, se empeñaba en demostrar que, en realidad, todo fue filmado en un estudio montado cerca de Las Vegas. Una ubicación elegida por los encargados del engaño para así poder visitar los restaurantes, casinos, piscinas y disfrutar de beldades en bikini.

Lo cierto es que por mucho que el escéptico Gámez hunda en la miseria las teorías del no menos escéptico Kaysing: la versión del bibliotecario daba para una película/serie mucho más divertida.

Entre escépticos anda el juego. Pero Kaysing si hubiera tenido algo de paciencia, cincuenta años de nada, habría comprobado que, las estrellas que echaba en falta en las fotografías de la llegada a la Luna: brillarían en el único firmamento que importa en nuestros días: el de las celebrities.

 

Cinco celebridades con club de lectura propio: Emma Watson, Reese Whiterspoon, Sarah Jessica Parker, Oprah Winfrey y Emma Roberts.

 

La líder de Florence and the Machine amando los libros.

Aunque no sea propiamente una celebridad en nuestro país, Oprah Winfrey, es sabido que es una de la figuras más influyentes de los medios estadounidenses de las últimas décadas. Su club de lectura ha convertido en superventas, o revitalizado las ventas, de  autores que van desde Jonathan Franzen a Cormac McCarthy pasando por García Márquez, William Faulkner, Tolstoi o Toni Morrison.

Siguiendo su ejemplo, actrices como Reese Witherspoon, Emma Roberts, Sarah Jessica Parker, o cantantes, como Florence Welch: han creado sus propios clubes de lectura. Y precisamente Whitherspoon acaba de hacer un llamamiento de lo más curioso.

La ganadora de un Óscar por En la cuerda floja (2006) está buscando un bibliotecario residente (tal cual como los djs) para su club de lectura. Un bibliotecario que realmente ame los libros; tenga un gran sentido del humor; y sepa algunos movimientos de baile.

Esto último no sabemos muy bien porqué será uno de los requisitos. Pero tampoco es para ponerse pejiguera cuando se abre otro posible perfil profesional al gremio: bibliotecario de las estrellas. Desde Infobibliotecas, ya puestos, postulamos a una española: Irene Blanco. Que para eso fue nuestra corresponsal en Nueva York.

 

Pero Reese no es la primera estrella en recurrir a los servicios de un bibliotecario. Allá por 2013, la todopoderosa, Beyonce ya buscaba un bibliotecario personal. Pero en su caso fue por motivos algo más prosaicos que los de Reese.

La cantante guardaba más de 50.000 horas de grabaciones de actuaciones, entrevistas, apariciones en eventos… Y llegó un momento en que precisaba de alguien con los suficientes conocimientos para clasificar, catalogar y recuperar dicha información. ¿Qué habrá sido de ese bibliotecario/a de Beyonce?

El concepto ya estaba lanzado: personal librarian. Ya sabíamos de los personal trainers (deporte), los personal shopper (moda), o los life coaching (vida): pero no sabíamos de la existencia de los personal librarian.

Casanova bibliotecario personal del conde Waldstein.

Puestos a fantasear, ¿de qué estrella o celebridad nos gustaría ser bibliotecarios personales?, ¿a quién querríamos ordenarle los libros, catalogárselos, clasificárselos..? Aquí la imaginación se dispara, y cada uno tendrá su fantasía al respecto, algunas probablemente impublicables, así que mejor lo dejamos aquí.

Por nuestra parte, en las bibliotecas públicas se ofrece el servicio de bibliotecario personal desde siempre. Si nos comparamos con los gimnasios, donde si quieres realmente un buen entrenador, tienes que pagar: en las bibliotecas públicas no es necesario ni un euro más de lo que pagas con tus impuestos.

Para el gremio bibliotecario cada usuario/cliente es único, y a su disposición ponen todos sus conocimientos y esfuerzos para ayudarle. Ante esta evidencia, mejor que lo privado se quede para las estrellas o esnobs; y lo público,bien gestionado, nos haga sentir a todos realmente exclusivos.

Finalmente, las estrellas que le faltaban a Bill Kaysing, resultaron ser los bibliotecarios. Y después de esto, la postal Mr. Wonderful bibliotecaria con las estrellas y la Luna al completo: ya está terminada.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Se vende biblioteca

 

La semana pasada pasó algo con eFilm, la plataforma de visionado en streaming para bibliotecas desarrollada por Infobibliotecas, que aunque previsible: resulta interesante de analizar.

Imagen de la campaña publicitaria de la Free Library of Philadelphia.

 

De manera simultánea, en ‘El País‘ y en ‘Cinemanía‘, le dedicaron sendos reportajes a las enormes posibilidades que dicha plataforma ofrece. Torrelodones fue el primer municipio que apostó por eFilm; y en 2018, Murcia, sería la primera comunidad autónoma en ponerlo en funcionamiento. Entonces, hubo cierto eco en medios en su mayoría locales, pero el impacto no ha tenido nada que ver con el hecho de haber salido en cabeceras de tirada nacional.

Tras los dos citados se ha ido extendiendo la noticia y se han publicado nuevos artículos o reseñas en ‘El Español‘, ‘ABC‘, o en webs tecnológicas de referencia como ‘Genbeta‘ o ‘Xataka‘, u otros medios especializados como ‘Sensacine’.

 

 

La mayoría de medios se limitan a repetir la misma información más o menos resumida. Pero hay que agradecer especialmente a un medio orientado a la tecnología que haya sido el que más ensalce y reconozca la labor que desarrollan las bibliotecas públicas. John Tones, en ‘Xataka’, escribe:

«pero las bibliotecas públicas siempre han sido un oasis fílmico al que recurrir cuando aprieta el bolsillo o ya hemos devastado colecciones propias y ajenas, y no quedan novedades a las que recurrir. Desde los tiempos del VHS, el préstamo de películas ha estado en las bibliotecas, de forma legal y gratuíta. Los tiempos cambian pero, por suerte, la función de servicio público de estas instituciones, no»

De todo este revuelo en torno a eFilm y de las reacciones, comentarios a las noticias, retuiteos y reflejos en sucesivos medios se pueden sacar varias lecturas:

  • lo que ofrecen las bibliotecas públicas sigue siendo un misterio para la mayoría de los ciudadanos
  • las redes sociales tienen muchas limitaciones por mucho que las sintamos omnipresentes y monopolicen, en ocasiones, el debate público
  • la fragmentación de la información en nichos es una realidad
  • las jubilaciones anticipadas de medios considerados tradicionalistas, y por ello, en decadencia: es un deseo de algunos más que una realidad.

«Podrías estar leyendo»: la empresa de publicidad Lamar Advertising lanzó una campaña para la Biblioteca Pública de Milwaukee en vallas publicitarias. Para promover una campaña de alfabetización jugando con los logos de las redes sociales. 

 

¿Qué no habría pasado si la misma noticia hubiese salido, además, en los telediarios de las diferentes cadenas, en Días de cine, Cámara abierta, o ya por hacer teleficción delirante, en el Sálvame o Gran Hermano? Desengañémonos, si es que acaso alguien se había engañado. El potencial publicitario de las redes sociales de una biblioteca pública es muy, muy limitado. Y no solo de las bibliotecas. Las redes sociales han creado un mundo falso que podemos llegar a confundir con la realidad. Y no es así.

 

‘Pon tu cara en un libro’: la campaña para la Biblioteca Pública de Milwaukee jugando con el logo de Facebook.

 

La endogamia informativa es lo que hace girar a las redes sociales. Alguno argumentará que también a los medios tradicionales (y no les falta razón): pero ese aspecto achacable al resto, en las redes, se acentúa hasta el paroxismo. El caso que es la televisión, esa ventana por la que el mundo (según la visión de algunos), entraba en los hogares; y la prensa, ese invento decimonónico al que los jóvenes no parecen prestar atención: siguen siendo transcendentales para provocar algún impacto.

Con las redes, en la mayoría de los casos, hay que contentarse con el logro de predicar a los ya conversos. Al resto de ciudadanos, los no usuarios si hablamos de bibliotecas, ni les llega un lejano eco.

«¿140 caracteres? prueba millones»: la campaña para la Biblioteca Pública de Milwaukee jugando con el logo de Twitter.

 

Y lo triste es que, ahora que las bibliotecas fomentan cultura, no solo la lectura: muchas de sus ofertas interesarían, y mucho, a ese alto porcentaje de ciudadanos que ni leen, ni se lo plantean. Pero las redes de bibliotecas, por mucho empeño que pongan: no llegan ni a arañar la capa de prejuicios en los que incurre la mayoría de la población. Y lo que es más grave: los propios responsables políticos de dichas instituciones.

Por eso, aún es más de valorar la entradilla de John Tones en Xataka. No es algo habitual de ver en las sempiternas noticias en torno a bibliotecas. Notas de prensa, que en ocasiones, parecieran lanzadas por el mismo bot aburrido de haberle tocado en desgracia publicar algo que va a provocar tan poco clickbait.

 

El próximo libro de Gilles Lipovetsky, que Anagrama publicará en España, versa sobre la sociedad de la seducción.

 

Precisamente el medio que dio el pistoletazo de salida a la noticia sobre eFilm, ‘El País’, publicaba una entrevista con el sociólogo y escritor francés Gilles Lipovetsky, de la que extraemos una respuesta interesante:

¿Se refiere a un apoyo político prioritario a la educación y a la cultura? Es raro encontrarlo. En España, no, desde luego. Sí, hablo de eso, pero no hacen falta grandes proyectos. ¡Estoy contra los proyectos culturales grandiosos! Al final eso acaba solo en el star system. Si Mitterrand hubiera dedicado el gasto de sus obras faraónicas en París a mejorar las infraestructuras culturales de las ciudades de provincia, o a mejorar la situación de la banlieue, todo habría ido mejor. […] Es un tema de voluntad política, ¡se trata de hacer que la gente diga lo que le gusta, no solo a quién detesta!

 

Y las bibliotecas, al menos en nuestro país, nunca han entrado en el apartado de obras faraónicas. Las bibliotecas son esas infraestructuras culturales de las ciudades de provincia de las que habla Lipovetsky; y de los barrios, que añadimos nosotros. Por eso, sin el apoyo del organismo superior competente, toda campaña de marketing de una biblioteca para vender sus servicios choca con un techo de cristal.

Si hay algo que han repetido en la citada noticia sobre eFilm: es un potencial para combatir la piratería de contenidos culturales. Aaaaalgo que ya hemos dicho aquí muchas veces, no ya solo de eFilm, sino de las bibliotecas en general. Pero claro estamos predicando a conversos. El mensaje no llega. En cambio, en ninguna de las numerosas campañas que el Ministerio de Cultura ha hecho contra la piratería se ha mencionado a las bibliotecas.

 

‘Spain is different’ el eslogan promovido por el entonces ministro de turismo, Manuel Fraga, que se terminó convirtiendo en todo un clásico intergeneracional.

 

Los respectivos ministerios, a lo largo de los años, han invertido partidas presupuestarias en campañas contra el tabaquismo, la piratería, el fraude fiscal, para evitar los accidentes de tráfico, etc… Algunas con una eficacia nemotécnica innegable: Si bebes no conduzcas; Póntelo pónselo; Hacienda somos todos; Pezqueñines, no gracias; Todos contra el fuego.

Del Ministerio de Cultura destacan algunas muy recientes como la de: No piratees tu futuro, y la más reciente, de Somos patrimonio. En la primera las bibliotecas ni aparecen; en la segunda al menos, al comienzo del spot se sitúa en una biblioteca. El lema de la campaña para fomento de la lectura 2017-2020: Leer te da vidas extras: era ingenioso.

 

Pero ¿sirve una campaña de fomento de la lectura como sustitutivo de una campaña, dedicada en exclusiva, a vender lo mucho que ofrecen las bibliotecas, además de lectura? Y quien dice administración central, dice autonómicas o locales. ¿Se pone dinero solo en publicitar lo que interesa electoralmente? La ingenuidad implícita en la pregunta hace que nos ruboricemos mientras se escribe.

 

 

En el post precedente hablábamos de las demandas de la asociación de bibliotecarios francesa al Ministerio de Cultura de su país. Y ahora, en nuestro país, es FESABID quien acaba de hacer un llamamiento a todas las Administraciones Públicas.

Este llamamiento se concreta en una declaración que, partiendo de los resultados obtenidos en el estudio Las bibliotecas públicas en España diagnóstico tras la crisis económica, reclama a las Administraciones un compromiso para reactivar y reforzar las redes de bibliotecas públicas.

La declaración bajo el lema «Bibliotecas públicas españolas: la casa común de nuestros pueblos y ciudades» se hizo pública en la sede de la Federación Española de Municipios y Provincias; y tal y como informan desde Docuweb:

FESABID aboga por el compromiso de las Administraciones para el desarrollo de una política bibliotecaria que fortalezca estos servicios para garantizar los derechos de la ciudadanía en el acceso equitativo a la información, la educación, la cultura y el conocimiento.

 

Para afrontar estos problemas FESABID reclama un compromiso de todas las Administraciones. Y para empezar ese compromiso de la manera más sencilla: ¿qué tal una campaña publicitaria en condiciones para ‘vender’ lo mucho que ofrecen las bibliotecas?

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Knovvmads: cultura trasatlántica para el siglo XXI

[Nota: este post tiene su reflejo al otro lado del Atlántico a través de un telestroscopio. Para visualizarlo pincha aquí.]

 

La cultura es energía, nunca se destruye, siempre se transforma.

El actor de serie B, en horas bajas, que interpreta Leonado DiCaprio en la última de Tarantino, Érase una vez en Hollywood (2019): asume su participación en un spaguetti western italiano como el signo inequívoco del declive de su carrera. Años después, esos filmes rodados en Europa, alimentarían la cinefilia de un joven empleado de videoclub en Tennessee. Un joven llamado Quentin, que terminaría convertido, en uno los cineastas más influyentes de finales del XX y principios del XXI.

 

 

Los denostados spaguetti western de los que se nutrió Tarantino son la demostración de que la cultura se retroalimenta. No hay detritus, todo sirve de abono. Pero también son la prueba de que la cultura de masas que ha marcado al mundo se basa en momentos, en los que el talento europeo, se cruzó con el espíritu emprendedor americano.

En los años 30 y 40 del pasado siglo cientos de técnicos, artistas, escritores y cineastas, huyendo del nazismo: fueron a recalar en la incipiente industria del cine estadounidense. No por casualidad, lo que vino a continuación, se le conoce como la Edad Dorada de la meca del cine. Ninguna industria como la desarrollada en las colinas de Hollywood ha impregnado la imaginación de todo un planeta como lo hizo la industria hollywoodense.

 

Josef von Stenberg, Marlene Dietrich y Charles Chaplin: europeos en Hollywood.

 

Ernst Lubitsch, Josef von Stenberg, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Fritz Lang, Douglas Sirk, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Ingrid Bergman, Rodolfo Valentino, Audrey Hepburn o Vivian Leigh. La lista se haría interminable. Europeos en América que ayudaron a configurar un olimpo cuyos ecos aún resuenan hoy día.

Y otro tanto pasó en los años 80, cuando la estancada industria del cómic estadounidense, recibió una invasión de guionistas y artistas ingleses. Alan Moore, Dave Gibbons, Neil Gaiman, David Lloyd, Eddie Campbell.., reformularon el discurso del noveno arte para lanzarlo al boom adulto que vive actualmente.

 

Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons: el cómic de superhéroes que lo cambió todo en los 80.

 

Con ese espíritu, el de inspirarse en lo fecundos que han sido los intercambios entre las dos orillas del Atlántico: nace el proyecto empresarial de Knovvmads.

Queremos que esos diálogos, ese trasvase productivo de experiencias y energías, se den también en el mundo bibliotecario. Cooperación bibliotecaria trasatlántica que nos enriquezca mutuamente, y partiendo de un país, España, que tantas conexiones tiene con la pujante comunidad latina de los Estados Unidos.

Y cuyas redes de bibliotecas, a diferencia de las de otros países del viejo continente, como Reino Unido: han sobrevivido los duros años de la crisis apostando por la innovación, el ingenio y la adaptación de espacios y servicios.

Knovvmads, con sede en Miami, aspira a trasladar al mundo bibliotecario estadounidense algunos de los proyectos que mejores resultados han tenido en la empresa Infobibliotecas.

Repensar las bibliotecas en la era digital, requiere cambiar los esquemas en cuanto a servicios y espacios. Para ello es necesario tener un profundo conocimiento de lo que son y han sido las bibliotecas. «Todo ha de cambiar para que todo siga igual»: que decían en El Gatopardo. Otro ejemplo del feedback Europa-USA en su adaptación al cine protagonizada por Burt Lancaster.

Porque los objetivos básicos de las bibliotecas no han caducado. Los principios recogidos en el Manifiesto de la IFLA/Unesco de 1994 sobre bibliotecas públicas siguen vigentes. Pero son los modos de hacer que se cumplan esos objetivos (y otros nuevos que reclaman los tiempos) los que han cambiado.

Knovvmads, es una empresa recién creada, pero lleva el equipaje de la experiencia acumulada, durante años, como empresa de servicios bibliotecarios integrales de Infobibliotecas.

Desde suministro de fondos documentales, en cualquier idioma y formato, así como plataformas tecnológicas para el préstamo online de ebooks, audiovisuales y revistas: que se adaptan a las necesidades y sobre todo, capacidad presupuestaria, de cada institución. Con más de 20.000 e pubs en los que destacan los cómics y el aprendizaje de idiomas; más de 9.000 revistas de todas las temáticas; y miles de audiovisuales.

La biblioteca desde tu sofá: una excelente manera de luchar con la piratería de contenidos digitales. Y paralelamente un enfoque que reconsidera el concepto de biblioteca pública como espacio físico, como centro social y cultural.

 

 

El escritor alemán Bernhard Kellermann, en 1914, publicó una de las novelas más exitosas de principios del siglo XX: El túnel. ¿Su argumento?: la construcción de un túnel transatlántico que uniera Europa con los Estados Unidos. Un verdadero best seller que fue llevado al cine, y cuyo éxito, corroboraba esa fascinación mutua entre continentes.

Casi un siglo después, el artista británico Paul George, creó un telectroscopio y situó: uno, bajo el puente de Brooklyn, en Nueva York; y otro, junto al Puente de Londres.

A través de este ingenioso artefacto habitantes de ambas ciudades podían interactuar en tiempo real y enviarse mensajes. Un espejismo de ese gran túnel que uniese a los habitantes de ambas orillas del Atlántico.

 

El telectroscopio construido junto al Puente de Londres. Foto de David Parker. 

 

Knovvmads nace con vocación umbilical que se nutre en ambos sentidos. Un túnel trasatlántico de la cultura y las bibliotecas. El telectroscopio bibliotecario con el que otear el nuevo panorama que han provocado las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Y para ello: quiere generar debates, reflexiones, intercambios que parten del inconformismo para no apoltronarnos.

La presentación en sociedad de un proyecto tan ilusionante tiene que terminar donde ha empezado: en esa fábrica de sueños que forjaron la creatividad europea y el espíritu emprendedor americano. Como decía la inolvidable Bette Davis de Eva al desnudo (1950): «Abróchense los cinturones» en esta travesía con Knovvmads empieza la tormenta de ideas para bibliotecas.

 

Bette Davis como bibliotecaria insobornable en Storm center (1956).

 

[Nota: este post tiene su reflejo al otro lado del Atlántico a través de un telestroscopio. Para visualizarlo pincha aquí.]

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Hiperestimulados, anestesiados, manipulados

 

Este post solo podía darse en estas fechas. Y no es porque trate nada relativo a la Navidad, es porque sólo una vez saturados de brillos, destellos, luces espasmódicas, adornos kitsch y purpurinas mil: es posible leerlo sin sufrir un ataque epiléptico. Por ponernos pedantes se trataría de algo así como un metapost. Un post que experimenta en sí mismo lo que predica, o más bien, contra lo que predica.

 

 

Hace unos años, el escritor y editor italiano Roberto Calasso, expresaba muy bien una de las paradojas de esta revolución tecnológica que estamos viviendo, que viene a cuento de lo que aquí decimos:

«Un estudiante inteligente, de esos que sufrían porque estaban en provincias y no tenían acceso a las grandes bibliotecas […] hoy desde casa puede tener acceso a libros del siglo XVI, del XVIII, o a las revistas más complicadas de encontrar. Todo está en la red, algo inconcebible hace 20 años. Y, sin embargo, no he notado que se haya producido un particular desarrollo,  jóvenes que escriban una tesis magnífica…»

 

El editor italiano reflexionaba de este modo ante la «aversión» que muchos sienten ante los intermediarios (editores en este caso) en el mundo digital. Pero otro tanto podríamos decir de los bibliotecarios: como mediadores entre el exceso de informaciones y los usuarios.

Nosotros osamos aventurar una explicación a lo que plantea Calasso. Estamos saturados, sobreestimulados, casi anestesiados ante tanto reclamo. Y esto lleva a que muchas veces, salvo los egos insaciables de reconocimiento, muchas voces interesantes opten por la discreción. Una virtud, la discreción, en franca decadencia en nuestros días.

Usar un gif animado, un emoji, un dibujito, un banner emergente, puede tener su punto bien administrado. Pero el aturdimiento continuo que busca provocarnos la publicidad, la avalancha de informaciones, el carrusel de novedades, que gira y gira alrededor: nos arrastra simplemente a la apatía.

 

 

Una de las características que muchos editores de libros electrónicos enarbolan como ventajas frente a la experiencia lectora en papel: es la posibilidad de incluir vídeos y animaciones en el texto. Hay ediciones en digital de cuentos infantiles clásicos que son una verdadera delicia. Relatos interactivos que se venden como un aliciente para atraer a los jóvenes a la lectura al permitir una experiencia más cercana a lo audiovisual.

No tenemos suficientes argumentos pedagógicos para calibrar los pros y contras del uso de la interactividad para fomentar la lectura entre los jóvenes. Pero el peligro de que esa exigencia de interactividad se contagie a la lectura adulta no parece tan beneficiosa. Ya lo dijo el filósofo coreano Byung-Chul Han: «la acumulación de la información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más información nos llega, más intrincado nos parece el mundo«.

 

La lectura desnuda de cualquier artificio que no sea la tinta sobre el papel (o la pantalla), la lectura cuyo ritmo lo marque el lector, y no cualquier aplicación o subrayado externo y rutilante: es la única capaz de generar reflexión y pensamiento. Sin algo de quietud (precisamente esa que les estamos robando a cualquiera que lea este post), es imposible asimilar lo que leemos, vemos o escuchamos.

Confiar nuestro aprendizaje a la tecnología, es como fiar nuestros recuerdos a una máquina, y dejar de ejercitar nuestra memoria. La intromisión de Internet en nuestras vidas está llegando a esos límites que la ciencia ficción más visionaria supo adelantarnos hace décadas. Pero solo en el ámbito de lo digital. Todo en general se supedita a ese ritmo, a esa agitación incesante.

 

 

Este año asistimos sin tregua, pisando las ya de por sí saturadas fechas navideñas, al espectáculo trepidante de lo político. Y así con los Reyes aún desfilando por las calles,  nuestros representantes públicos, desfilaban por el hemiciclo empeñados en convertirse en carne de meme, en hashtag, en vergonzosos trending topic, en muñecos de un guiñol de cachiporra que maldita la gracia. El espacio representativo del gobierno de un país transformado en una trinchera en la que cualquier conato de debate estaba proscrito.

Facebook llega tarde a nuestro país al prohibir los vídeos falsos manipulados con inteligencia artificial para que evitar que interfieran en procesos electorales. Nuestros políticos, sin manipulación digital alguna, se bastan y se sobran para dar gifs animados o muertos a las redes.

 

 

Llegados a este punto, si algo nos queda claro es que la sobriedad es el nuevo exhibicionismo. Ante la avalancha de impactos de todo tipo que nos asaltan, y nos anestesian: no hay nada más exhibicionista que lo austero. Algo que este blog procura aplicar cada semana: y no siempre consigue.

Quien quiera leernos que nos lea, quien quiera seguirnos que nos siga. Claro que todo depende del número de visitas de este post, si bate récords, este blog puede convertirse a partir de ahora en un carrusel frenético que ríete tú de la celebración del año chino en Pekín. En cualquier caso, quede como propósito de enmienda de cara al nuevo año que recién arrancamos. Frente al griterío que solo busca aplacar el pensamiento: quietud, mesura, sosiego y reflexión.

Pero por favor ¡¡¡qué acabe de una vez este post!!!

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Innovar por innovar es tontería: ¡¡Feliz Navidad!!

 

El veterano diseñador industrial e interiorista Miguel Milá acaba de publicar su libro con tintes biográficos Lo esencial (Lumen). En una entrevista concedida con motivo del lanzamiento, Milá, dice algo que resulta toda una innovación en los tiempos que corren: «innovar por innovar es una memez«. Y no podemos más que darle la razón.

 

Uno de los leones de la NYPL ataviado de Navidad. Una fotografía nada casual para un año, el 2020, en el que la conexión entre Infobibliotecas y las bibliotecas americanas va a ser más fuerte que nunca.

 

Cuando estamos, día sí, día también, machacando con lo que hay que innovar, arriesgar, experimentar, reinventar: que alguien diga que ese empecinamiento solo lleva a la tontería: suena casi a absolución.

Por mucho que sepamos que ser original es algo imposible, no conseguimos quitarnos ese afán inútil de intentar ser originales. Y por el camino del ditirambo se nos olvida algo esencial: que hay cosas que no merece la pena empeñarse en cambiar. Hazlo bien, como dice sabiamente Milá, y olvídate de innovar por innovar.

Por eso intentar hacer algo original por Navidad, cuando es un invento tan testado y contrastado en su eficacia, es un esfuerzo inútil. Y el ejemplo son estas postales navideñas que han realizado en diversas bibliotecas o inspiradas en el mundo bibliotecario. Puede ser que alguna peque de original: pero no era la intención al recopilarlas. La única idea era disfrutarlas sin más. Y constatar que cuando el mensaje está claro y definido: ser tradicional es lo más acertado a lo que puede uno aspirar.

¡¡Felices fiestas y un 2020 repleto de cultura os deseamos desde Infobibliotecas!!!

 

Felicitación bibliotecaria ideada por el diseñador británico Iain Claridge.

La biblioteca pública de Richmond publicó en 2017 una colección de felicitaciones navideñas para poner en venta. El dinero recaudado se destina a diversas causas benéficas.

Postales navideñas de la George Hail Free Library, en Warren Rhode Island (Estados Unidos)

Tarjeta navideña que en realidad es una manera de financiar los fondos infantiles de la Hamilton Public Library.

 

Esta postal navideña no peca de original sino de extraña. Es la tarjeta felicitando las Navidades del Servicio de Guerra de Bibliotecas (organización de voluntarios uniformados de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos) y la Fuerza Expedicionaria de Estados Unidos en Siberia en 1917.

Billy Graham, fue uno de los predicadores más importantes de los Estados Unidos. En Charlotte, Carolina del Norte, se ubica su biblioteca. Y entre sus fondos evangelizadores se encuentra la colección de postales navideñas que cada año hacía la familia al completo. Lo que Tim Burton, en sus buenos tiempos, habría hecho con un material así.

La colección de postales navideñas de las Bodleian Libraries de la Universidad de Oxford bien merece una visita a su tienda.

Postal navideña dibujada por la artista Jackie Morris para la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY).

El libro que recopila 100 de las postales navideñas que forman parte de las colecciones de la Biblioteca Pública de Nueva York.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas a ritmo de trap y reguetón

 

Si en Bibliotecas ¿agentes de la gentrificación? hablamos del aburguesamiento urbanístico de las ciudades y del papel que las bibliotecas juegan en él. En este post partimos de la gentrificación para hablar de asuntos diferentes, pero en el fondo, no tan distantes.

Gentrificación proviene del término inglés gentry (clase social noble media o baja); pero al castellanizar la palabra pareciera que se le añadieran ecos de geriátrico. Y sirviera tanto para aplicarlo a ciudades, como a la cultura en general.

 

 

Ensalzar algo sin menospreciar no está en el espíritu de los tiempos. Si no denigras los gustos de alguien: la defensa de las bondades de lo que defiendes, resultan insuficientes. Flaco favor, en todo caso, para el objeto de devoción. Dios me libre de mis fans que de mis detractores ya me defiendo yo. Pero algo así es lo que ha puesto en práctica la periodista Paula Corroto en un reciente artículo para ‘El confidencial’.

Hacía tiempo que el término marujas (tan habitual en los 80) había perdido fuelle. Pero, gracias a Carroto, las marujas vuelven a la palestra con toda su carga de desprecio a cuestas. Jane Austen es de marujas, la escritora moderna y progresista es Georges Eliot: así ha titulado la periodista su artículo, en el que celebra la figura de la escritora inglesa George Eliot, en el bicentenario de su nacimiento. Sin duda los clickbaits que habrá cosechado le compensarán de las animadversiones y críticas que acumula en los comentarios.

 

El libro de Cristina Morales con un discurso provocador, y supuestamente antisistema, que ya acumula dos de los premios más prestigiosos del estableshiment cultural de nuestro país.

 

Un artículo, el de Carroto, que coincide en el tiempo con una entrada en el blog de la crítica de televisión Diana Aller: a cuenta de los realities televisivos con otro título también llamativo: No lo llaméis basura es clasismo.

En él, Aller parte del consumo de contenidos televisivos a través de plataformas de pago y de las cadenas generalistas en abierto: para dibujar los clasismos culturales entre los que nos movemos.

Por un lado, las clases populares, que acuden en masa mayoritariamente a Mediaset, para consumir realities, talents, magacines, en definitiva, lo que se da en llamar telebasura. Y por otro, los integrantes de esa clase media que se identifican con las tramas de las series de HBO, Netflix o Amazon: en un deseo aspiracional de verse reflejados, de resultar cool, de ser guays.

Aller viene a afear la actitud condescendiente y, profundamente clasista, de críticos y clase media. Un grupo social, la clase media o burguesía, que siempre ha concentrado el desdén de los intelectuales. Ya Theodoro Adorno, que en esto de analizar la cultura es referente inexcusable: decía en uno de los capítulos de su obra Mínima moralia (titulado ‘El burgués que regresa’): «los burgueses sobreviven como fantasmas que anuncian calamidades».

 

Lo burgués, culturalmente, nunca ha tenido buena fama. El clasismo cultural tiene sólidas estructuras que lo sustentan de una clase a otra. De la aristocracia/intelectualidad a la clase media/burguesía, y de ésta a las clases bajas. Los gustos culturales como signo de distinción/exclusión siempre han necesitado del demérito de otro grupo para hacerse valer. Las vanguardias siempre han despreciado a los burgueses y su domesticado buen gusto. Unas vanguardias, en las que en primera línea, siempre se han estado los hijos rebeldes de familias acomodadas.

En los años 70, la hija de un diplomático neerlandés, Gloria van Aerseen; y la bisnieta del pintor Eduardo Rosales, Carmen Santoja: formaron un dúo musical con personalidad propia. Con un estilo único, en lo musical pero sobre todo en las letras, en las que la ironía y el humor estaban muy presentes: Vainica Doble influyeron en muchos de los grupos que surgirían en los 80. Por ejemplo, Carlos Berlanga, alma junto a Nacho Canut, de los Pegamoides o Dinarama: versionó su canción La funcionaria.

 

 

Un puesto de funcionario para sus hijos era el deseo de muchos padres de esa clase media/baja que intentaba prosperar en los 70 y 80. Y ese futuro de grisura y estabilidad laboral no casaba bien con la imagen de inconformismo y bohemia que querían proyectar los modernos de la Movida.

Así que temas como La funcionaria asesina o La cajera del fabuloso tándem Berlanga/Canut: ahondaron en esos contrastes. Unos contrastes que también se daban entre los propios miembros de la escena del Madrid de los 80.

Sin ir más lejos, Pedro Almodóvar, empezó su carrera como cineasta compatibilizándola con su puesto como funcionario en Telefónica. Almodóvar era hijo de un arriero manchego; mientras que su amigo Carlos Berlanga, era hijo del gran director de cine; y Nacho Canut era hijo del médico del actual rey emérito. El talento, en ocasiones, supera clases sociales.

 

Pedro Almodóvar, del brazo de su madre, pasea una vez alcanzado el éxito por su pueblo entre aplausos de sus vecinos.

 

Precisamente ahora estamos viviendo algo similar, pero en sentido contrario. El trap y el reguetón son los dos géneros musicales y estéticos en los que se ubica un amplio sector de los jóvenes de los 2000. Pero, lejos de esas vanguardias de tiempos pasados en las que al frente estaban los hijos díscolos, o más inquietos artísticamente, de familias bien situadas: en este caso sus principales representantes se esfuerzan por aparentar que provienen de las clases sociales más desfavorecidas. Una marginalidad que, una vez se repasan los orígenes de algunos de sus representantes, por ejemplo la Zowi o Bad Gyal: queda un tanto en entredicho.

El caso es que los necesitados de desmarcarse del buen gusto burgués ya los reivindican como el nuevo punk. El clasismo cultural opera en todos los sentidos. Lo cual no deja de ser agotadoramente pueril, o perversamente práctico, para preservar los compartimentos estancos de cada grupo social.

El año pasado el profesor de filosofía Josep Soler publicó su libro: Dame reggaetón Platón: una historia de la filosofía en 15 lecciones. Y hace unos meses, el doctor en filosofía Ernesto Castro lanzaba: El trap, filosofía millennial para la crisis en España.

Así que se puede decir, que aunque solo fuera en formato libro, el reguetón y el trap están presentes en muchas bibliotecas. De ahí al aburguesamiento solo hay un paso.

 

Yung Beef, el músico de trap que aparece en la portada del libro de Ernesto Castro, denunció a la editorial por hacerle una caricatura. No sabemos si porque no le pagaron por usar su imagen; o porque aparece en la portada de un libro de filosofía.

Hace unas semanas, a través del siempre interesante blog Open culture, teníamos noticia del Archivo Internacional Dada de la Universidad de Iowa. Dicho archivo reúne, y da acceso digitalmente, a una rica colección de publicaciones en torno al movimiento vanguardista capitaneado por figuras como Tristan Tzara, Marcel Duchamp o Hugo Ball, entre otros.

Josh Jones, el escritor y músico, autor del artículo recuerda lo que significó el movimiento dadaísta como revulsivo cultural; y lo hace lanzando arpones a la quilla del momento cultural que estamos viviendo actualmente. Jones invoca el espíritu contestatario y revolucionario de los dadaístas como un ejemplo de subversión de lo establecido.

 

 

Pero ¡ay! pese a sus buenas intenciones no puede más que constatar, que al igual que pasa actualmente con cualquier movimiento cultural, por muy contracontracontra cultural que se declare: el dadaísmo, también terminó en sitios que nada tenían que ver con ese inconformismo que lo alimentó. Y entre esos lugares están las bibliotecas. O los archivos, como en el caso de Iowa: que a efectos prácticos viene a ser lo mismo.

Como escribe Jones: «los inicios de Dada no fueron los inicios del arte sino del asco «con la cultura osificada de los buenos, buenos burgueses». Jones recoge las palabras del poeta Hugo Ball:

«Para nosotros el arte no es un fin en sí mismo. Es una oportunidad para la verdadera percepción y crítica de los tiempos en que vivimos»

 

Bad Gyal, de panadera a trapera.

Todo este armazón intelectual del muy instintivo asco que el buen gusto burgués producía en los díscolos dadaístas generó numerosa producción editorial.

Revistas, libros, folletos, manifiestos, etc: que terminaron recopilados, depurados, limpiados y conservados en las asépticas y ordenadas baldas de muchas «bonitas, bonitas y burguesas» bibliotecas. Y gracias a la labor de esos bibliotecarios, un siglo después, el legado dadaísta sigue accesible.

¿Llegarán a dejar un legado perdurable el reguetón y el trap en las bibliotecas? Solo el tiempo lo dirá. El hip hop ha evidenciado sus conexiones con las bibliotecas en más de una ocasión. Y es que toda manifestación cultural es competencia de unas instituciones que aspiran a convertirse en auténticas casas de la cultura del siglo XXI. El clasismo cultural no tiene cabida en las ‘bonitas, bonitas y burguesas’ bibliotecas públicas.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Sarah Connor, después de Terminator 2, se hizo bibliotecaria

 

En la última desfibrilacion que la industria de Hollywood le ha hecho a la saga Terminator, el hecho de recuperar a Linda Hamilton, hizo albergar alguna esperanza sobre que el paciente mejorara. Pero ni el regreso de la originaria Sarah Connor ha evitado el fracaso de esta nueva entrega.

 

Sarah Connor en Terminator 2 (1991) y veintiocho años después.

Scorsese, de nuevo de actualidad por su película para Netflix, y por sus declaraciones despreciando el cine de superhéroes. Opiniones a las que se sumaron otros clásicos como Coppola. Conflictos intergeneracionales de una industria.

 

La churrería en la que se ha convertido gran parte de la oferta de Hollywood no se caracteriza por el riesgo argumental. Y ese conservadurismo pasa factura con un público, al que las televisiones de pago: están tratando como adulto en esta edad dorada de las series.

Si de verdad la saga Terminator hubiera sido fiel al espíritu de la originaria de los años 80: el personaje de Sarah Connor no habría regresado como una iron woman de 60 años.

Lo realmente consecuente con la idea de preservar a la humanidad frente a la amenaza de una tecnología belicosa y desatada (que daba consistencia argumental a la primera) habría pasado por convertir al personaje de Hamilton en bibliotecaria.

Que luego cogiese las armas o no, por aquello de la espectacularidad exigible a todo blockbuster: es otra historia. Pero Sarah Connor, tras sus extenuantes aventuras en las dos primeras entregas de la saga: habría decidido ser bibliotecaria.

 

El futuro Terminator empapándose del conocimiento humano para poder cumplir su misión en la Tierra.

 

¿Dónde encuentra refugio, sino, ese concepto de humanidad al que apelan todas las epopeyas de ciencia ficción literarias o cinematográficas? Claramente en las bibliotecas. Pero si de inteligencia artificial, robots, cíborgs e inquietante futuro digital hablamos: apuntemos el foco a donde se está cociendo todo. A Silicon Valley.

En la trilogía Geopolítica bibliotecaria, cual película de James Bond, dimos una apresurada vuelta al mundo para tomar el pulso a la situación de las bibliotecas. Pero en ese periplo nos dejamos sin apuntar al destino que más tiene que decir sobre el futuro que nos espera. Y la pregunta surge sola. ¿Hay bibliotecas en Silicon Valley? Recurramos, una vez más, a la tecnología para luego criticarla una vez nos haya resuelto la papeleta. Así de ingratos somos los humanos: libraries+Silicon Valley en Google.

 

Espacio selvático en medio de una de las oficinas de Google para el relax y la lectura.

 

El rancho/ parque de atracciones Neverland de Michael Jackson.

Silicon Valley, más que un lugar geográfico que hasta donde sabemos (porque no hemos ido) es real: es un estado mental. Por eso tanto nos da que las oficinas que hemos rastreado de Google, Facebook u otros grandes del valle siliconado: estén en California, en Dublín, Tel Aviv o Singapur.

Estén donde estén: Silicon Valley ya es el mundo, no porque lo represente, sino porque lo domina. Y podemos afirmar, a tenor de los resultados que nos devuelve Google Imágenes: que sí, que en las oficinas de los gigantes de Silicon Valley, hay bibliotecas.

Lo habitual cada vez que algún reportaje en los medios husmea en los cuarteles generales de Google, Facebook o Amazon, pero sobre todo de Google: lo que se muestra son espacios hipermodernos, divertidos, casi parques de atracciones más que oficinas. Lugares en los que trabajar pareciera una fiesta continua. Lo cual, dado el nivel de exigencia para con sus empleados, los hace más inquietantes que el rancho Neverland de Michael Jackson. Y lugares, en los que las bibliotecas, en la mayoría de los casos, parecen estar presentes.

 

Biblioteca en las oficinas de Google en Dublín.

Biblioteca en las oficinas de Facebook en Seattle.

Biblioteca de las oficinas de Facebook en Malasia.

Marc Andreessen, fundador de la empresa de inversión de riesgo en tecnología más importante de Silicon Valley.

 

Comparamos las imágenes de algunas de las oficinas de Google,  la empresa con más fama de sedes guays, que aparecen en un artículo de Webespacio.

Lo primero que llama la atención es lo convencionales, en comparación con los demás espacios, que resultan sus bibliotecas. No decimos que sean feas, no lo son. Pero en comparación con el alarde de fantasía decorativa del resto: se ajustan bastante a la idea convencional de lo que es una biblioteca.

¿Será que las bibliotecas ya son tan modernas que no hay manera de reformularlas al estilo googleniano? ¿O será que un punto vintage en medio de tanta superficie ultramoderna resulta entrañable? ¿Leerán los libros que hay en las estanterías o serán bibliotecas ornamentales? ¿Son simples decorados con los que darse pisto?

Pero si hay una biblioteca en Silicon Valley que resulta de lo más llamativa esa es la de empresa inversora de capital de riesgo en tecnología: Andreessen Horowitz. Que una sociedad dedicada a invertir en star-ups, redes sociales, videojuegos, comercio electrónico y, en general, en empresas de software: reciba a los visitantes con una biblioteca en el vestíbulo de más de 800 libros de papel: podría considerarse una inversión de alto riesgo. O un toque de distinción que marca la diferencia.

 

Biblioteca-recibidor de la sociedad de inversión de riesgo en tecnología Andreessen Horowitz.

 

Musk ha advertido, en numerosas ocasiones, de los peligros de un desarrollo sin control de la IA. Y uno de sus libros de cabecera en ese sentido es el de Nick Bostrom.

Otra figura detrás de algunas de las empresas más ambiciosas de Silicon Valley, como es el magnate Elon Musk, declaró en una entrevista a ‘Rolling Stone’: “Me criaron los libros. Libros, y luego mis padres». En cambio, resulta llamativo que en las fotografías de las oficinas de sus numerosas empresas (PayPal, Tesla Motors, SpaceX, OpenAI, SolarCity…): no aparezcan fotografías de bibliotecas físicas.

Puede que en la ecuación de Musk para cambiar el mundo y la humanidad en sentido drástico: no entre el concepto biblioteca en sentido clásico. De hecho, a Elon Musk, le debemos uno de los proyectos de futuro más alucinantes en torno a las bibliotecas. La creación de bibliotecas en la Luna y en Marte en las que, a través de los cristales de datos Arch, se preserve el conocimiento humano. Y es lógico que, cuando uno está pensando en replicar la civilización humana en otros planetas: no atienda a cuestiones decorativas por muy culturetas que queden.

Con lo que no contaba Musk, en sus previsiones, es con que una china golpeando en el punto exacto: puede romper la luna en mil pedazos.

 

 

Portada del próximo disco de Grimes: Miss Anthropocene.

Bueno, por ser algo menos torticeros, diremos que no fue una china (de chinarro) la que agrietó los indestructibles cristales del último coche electrónico lanzado por Tesla. Fue una bola de metal, pero las grietas que dejó resultan reconfortantemente humanas.

Grietas en la superficie acerada de ese discurso ensimismado en las maravillas de la tecnología en el que tanto nos extraviamos con frecuencia. Algo en lo que la novia de Elon Musk incurrió no hace mucho.

La cantante, compositora y directora de alucinantes vídeos musicales Grimes: está muy implicada en el desarrollo de las nuevas tecnologías. Tanto en su música e imaginario visual, como a título íntimo, por su relación con el poderoso propietario de Tesla. Un poco de crónica rosa de Silicon Valley siempre viene bien.

Pero por lo que Grimes ha levantado revuelo en los últimos días no ha sido por su vida sentimental. Han sido sus declaraciones, en una entrevista, sobre el futuro de la música:

«Siento que estamos en el fin del arte, el arte humano. Una vez que la Inteligencia Artificial domine totalmente la ciencia y el arte […] será mucho mejor que nosotros haciendo arte»

 

Grimes esperando el futuro.

 

Cuando hablamos de cultura y tecnología hay que fijarse siempre en la industria de la música. Fue el primer sector en verse tocado y hundido por el auge de Internet, y detrás, hemos ido el resto.

Por eso el debate que han provocado las declaraciones de Grimes resulta de lo más oportuno. La cantante Zola Jesus ha acusado a Grimes de ‘ser la voz del privilegio fascista de Silicon Valley‘. Según esta cantante de ascendencia rusa, hay que defender la necesidad del ser humano por crear arte.

Pero la replica más interesante ha venido por parte de la artista Holly Herndon, experta en música y tecnología, cuyos comentarios al respecto recogen en ‘Jenesaispop‘:

«a ella lo que le preocupa [a Herndon] que ciertas “empresas transnacionales nos entrenen para entender la cultura como si fuéramos robots […] La artista apunta que la tecnología “debería permitirnos ser más humanos y expresivos”, y aboga por el concepto de “música interdependiente”, que una a seres humanos e inteligencia artificial». 

 

Lo dicho: un debate apasionante, necesario, y en el que no estamos hablando solo de música. Y al que, para terminar hilvanando el post, no nos resistimos a añadir nuestra contribución.

 

Si de verdad se quiere confrontar a la Inteligencia Artificial a un reto que la llevaría al cenit evolutivo o a su colapso: aquí tenemos el test definitivo. Solo dos palabras: Ojete calor. El dúo de subnopop patrio que mayores cortocircuitos neuronales y electrónicos puede llevar a provocar en mentes, sean humanas o artificiales.

Ellos, visionarios, ya cantaban en Cuidado con el cyborg (Corre Sarah Connor): el aviso que lo resume todo. Todos somos Sarah Connor y a todos nos persigue el ciborg. No sabemos aún si será un Terminator bueno o malo. Pero a todos nos pisan los talones.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Representaciones culturales obsoletas

 

Fernando Trueba, en su Diccionario de cine publicado en los 90, echaba pestes sobre Walt Disney. El director de Belle époque apuntaba a esa inquietante línea de puntos que une la dulcificación/expolio de cuentos clásicos que llevó a cabo: con el filofascismo que siempre ha planeado sobre su figura. Y precisamente en estos días, dos noticias en torno a Disney, recuperan ambos asuntos desde perspectivas actuales.

 

Fotograma del corto animado estrenado por Disney en 1943: Education for Death: The Making of the Nazi.

 

El argumento de la última producción que sale bajo la marca Disney: Jojo Rabbit (2019) ha provocado una polémica antes de su estreno. Nada nuevo en estos tiempos en los que lo primero es criticar por si acaso. No vaya a ser que después de informarnos se amargue la posibilidad de indignarnos.

La película (en realidad producida por la Fox, pero como Disney ha comprado la compañía, se la ha llevado en el lote): narra la historia de un niño que tiene como amigo imaginario al mismísimo Hitler.¿Hitler reconvertido en figura amable y simpática? ¿Disney blanqueando al nazismo? No se puede negar que los mimbres para una buena polémica están servidos.

Pero al mismo tiempo la nueva plataforma lanzada por la empresa del ratón Mickey, Disney+, ha incorporado un mensaje en algunos clásicos advirtiendo:

«Este programa se presenta tal y como fue creado originalmente. Podría contener representaciones culturales obsoletas.»

Canción del sur (1946) la película que Disney retirado de su catálogo por su acusado racismo.

Representaciones culturales obsoletas. Pero ¿qué es lo que está obsoleto?

Creíamos que ciertas ideologías estaban obsoletas, y el carrusel cíclico de la Historia: las ha devuelto a primera línea. Se recubren de una frágil apariencia de renovación que, al menor golpe de viento, deja al aire el cartón de lo rancio.

Y ¿cuánta responsabilidad no tiene en este resurgir el discurso progresista que se supone antagonista?

El veterano grupo Def con Dos, que tanto ha soliviantado a la derecha en otras ocasiones, en su último disco critica el puritanismo progre. El ideal de pureza al que nos remiten las ideologías, sean del signo que sean, siempre ha pecado de lo mismo: alergia a los matices. Y sin matices, sin sosiego: no hay pensamiento.

Ahora que las autoridades europeas quieren iniciar una cruzada contra la estafa de la obsolescencia programada: puede que lo obsoleto perviva en algo mucho más peligroso que en un electrodoméstico: en las mentes.

 

Rodrigo Fresán culmina una trilogía con ‘La parte recordada’ en la que las huellas del pasado  son básicas para poder hablar de futuro.

Pero si hay lugares, mucho más que en los archivos de la Disney, en donde las representaciones culturales obsoletas se conservan por millares: esos lugares son las bibliotecas.

Antes que huir, ocultar, afear o incluso prohibir lo que no se corresponda con la sensibilidad contemporánea: ¿no sería mejor contextualizar? Los valores de esta época también quedarán obsoletos vistos desde el futuro.

El riesgo de querer esterilizar nuestro presente es leña para populistas demagogos que venden su grosería, su sinceridad políticamente incorrecta como signo de personalidad, ideas propias, carácter y decisión.

Si tanto gustan los medios de conceptos ditirámbicos acuñemos aquí mismo uno: empatía retrospectiva cultural. Aprender de las razones y circunstancias en que se forjaron  las ideas de nuestros antepasados, para recuperar sus experiencias, sin acarrear la carga negativa que nos lleve de vuelta a errores del pasado. Tanto el discurso conservador como el progresista tienen culpa de ese alzheimer cultural que trata a los ciudadanos como menores necesitados de tutela.

 

 

Para fomentar esa empatía retrospectiva cultural, de la que hablamos, no queda otra que hacerlo en modo intergeneracional. Mayores y jóvenes necesitan espacios de encuentro, de diálogo, de aprendizaje mutuo. Y esos lugares, como no, son las bibliotecas. Así que por aquello de predicar con el ejemplo contemos alguna batallita cual abuelo Cebolleta (¿a algún millennial le sonará aún lo de abuelo Cebolleta?).

Hace unos años, en una tormenta de ideas para un proyecto de dinamización de bibliotecas (que se quedó en barbecho): el que esto escribe propuso un taller Benjamin Button. Un taller bajo el nombre del protagonista del relato corto de Scott Fitzgerald: El curioso caso de Benjamin Button, que la adaptación al cine de David Fincher, ayudó a  popularizar en 2008.

 

La propuesta en cuestión consistía en organizar un taller/espacio digital intergeneracional entre jubilados y jóvenes.

La idea era que a través de los gustos musicales, cinematográficos o literarios de ambas franjas de edad se plantease un survivor (como dicen los modernos). Es decir, que a través de las votaciones de mayores y jóvenes: se llegase a completar una selección de discos (la música la primera por ser la que facilita una conexión más inmediata), películas y libros ‘aprobados’ por ambas generaciones. Un archivo de gustos comunes que, más allá de barreras generacionales, aglutine puntos en común a través de la cultura.

 

 

Si Benjamin Button nacía anciano y moría bebé: se trataba de facilitar viajes a través de los tiempos culturales de cada grupo. Tal vez una utopía pero que sonaba bien sobre el papel.

Después de todo, que alguien que fue joven en los años 50 termine tarareando, por ejemplo: Un veneno de C. Tangana; y que un imberbe nacido en los 2000 termine apreciando Sabroso de Compay Segundo: no tiene porque ser tan difícil. Aunque solo fuera por hacerle la pascua a las industrias que necesitan que nuestros gustos se ajusten siempre a un estereotipo.

 

De ese modo la advertencia que la compañía Disney se ha visto obligada a colocar en su reedición de clásicos podría lucir orgullosa en toda biblioteca rezando así:

«Estas bibliotecas presentan las obras de sus fondos tal y como fueron creadas originalmente. No solo podrían, es que pueden y quieren, contener representaciones culturales obsoletas.»

 

La obsesión por no quedarnos obsoletos (mental o físicamente) nos aboca a una continua ansiedad. El quedarse desfasado según los parámetros que marca el momento angustia por igual a jóvenes y a maduros.

Si en los 70 Woody Allen definió en sus películas el prototipo de neoyorquino acelerado y neurótico: ahora gracias a las nuevas tecnologías todos parecemos neoyorquinos.

Gracias al móvil y sus aplicaciones todos nos quedamos obsoletos en 0,2. El estrés oxidativo nos marca el paso a ritmo del teclado. Y el tiempo avanza igual: es nuestra percepción la que se altera. Una ansiedad moderna de la que, al igual que hace Allen en su cine, habrá que saber reírse (y resistirse). Y el cantautor australiano, de padre español, Josef Salvat lo hace ingeniosamente en el brillante vídeo para su tema, no por casualidad, titulado Modern Anxiety.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com