A tenor del día a día en las redes se podría interpretar que la ironía está sobre explotada en nuestros días. Pero no es verdad. Lo que está omnipresente es el cinismo más burdo y vulgar. Twitter no ha hecho emerger a ningún Oscar Wilde, a ninguna Dorothy Parker, ni siquiera a una Mae West de afiladas réplicas y contrarréplicas en 280 caracteres. Los alardes de ingenio, que los hay, se esfuerzan tanto en tomar partido por algún bando que terminan perdiendo alcance. Pero afortunadamente siempre se puede volver a los clásicos.
El último libro del director de cine John Waters (al menos el último traducido al español): Consejos de un sabelotodo (Caja negra, 2021) supone un reencuentro, para quien lo haya frecuentado, con el afilado sentido del humor del que fue bautizado como el padre de la cultura basura. Puede que sus películas con Divine y posteriores abusaran del trazo grueso; pero la mirada de su creador siempre les otorgaba un toque de inteligencia.
En este ensayo pseudobiográfico el director de Los asesinatos de mamá se lamenta/sorprende de que la edad lo ha hecho respetable. Nada más empezar Waters se pregunta qué es lo que ha pasado para que se haya ganado el respeto y lo llamen a dar conferencias en universidades o programen sus películas más underground y cochinas en filmotecas, museos y lugares de lo más venerables. Cuando hasta su obra Doce culos y un pie sucio (collage cinematográfico de planos de detalle de pelis pornográficas) cuelga en un museo sin que nadie proteste: es que, definitivamente, el bueno de Waters se ha convertido en un clásico. Está desactivado. Aunque, en realidad, el cineasta que inspiró al Almodóvar de sus primeras películas: nunca fue un transgresor peligroso.
La mamá psicópata protagonista de Serial mom (1994)
«las bibliotecas no quieren ser respetadas, es más, necesitan que les falten al respeto cada vez más. Que las intervengan, las cuestionen, las reinterpreten, las invadan, las revivan, las sacudan: en definitiva que alejen de ellas esa respetabilidad de damas decimonónicas con que algunos políticos las siguen imaginando.»
Y eso es lo que le pasa a Waters a estas alturas de su carrera. Desde aquí nos atrevemos a aconsejarle que no por eso pierda sus ganas de divertirse (algo que parece poco probable leyendo su libro). Es lo que hacemos, o intentamos hacer, de vez en cuando en este blog a cuenta de las bibliotecas. Y en estas fechas proclives de por sí a los excesos gastronómicos, etílicos, consumistas, familiares y, sobre todo, estéticos: Waters es toda una inspiración para la galería de jerseys navideños con mensaje bibliotecario que dan forma a nuestra felicitación de fiestas para este año.
Segunda Navidad de pandemia, segundo año de mascarillas, segundo año de improvisaciones. A estas alturas de la película no podíamos recurrir a nada moderado y elegante. Y seguros de que tendríamos la bendición estética de Waters deseamos a todo el ecosistema bibliotecario unas felices fiestas, si se puede, y un 2022 ……… (que cada quien formule su deseo para sí). Tras dos años tan bizarros este post reverdece aunque sea de rondón nuestra serie Biblioteca bizarra para dejar atrás este segundo año nuevamente agotador. Y para ello nada mejor que concluir con esta joya entre las joyas de las canciones dedicadas a la Navidad: Álvarez Guedes y su Cada vez que pienso en ti. Una canción perfecta para dedicársela al 2020, al 2021 y a quien y a lo que cada cual le tenga más ganas.
Sé amable con el bibliotecario Santa Claus está mirando.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
El título de este post podría llamar a confusión. No, no tiene nada que ver con el afortunado eslogan de la desaparecida colección de literatura erótica La sonrisa vertical («los libros que se leen con una sola mano»). Aquí estamos hablando de lectura sin ninguna de las dos manos. Y el libro con que arrancamos poco tiene que ver con las alegrías de la carne que celebraba la añorada colección creada por Luis García Berlanga.
En Capitalismo canalla, César Rendueles describía la historia del capitalismo de los últimos siglos. En su libro las frases hechas que glorifican al trabajo (asalariado se entiende) no necesitan entrecomillado alguno para quedar en entredicho.
Mediante un recorrido hecho por la literatura que ha marcado a este sociólogo y filósofo, Rendueles, llevó a cabo un progresivo desguace del discurso que se ha promovido desde mucho antes de que Reagan y Tatcher se amaran locamente en los 80.
El sudor de la frente, los callos en las manos como signos del esfuerzo, y de una vida con sentido: es un discurso que habría que empezar a desaprender o cuestionar. Y si es así con el trabajo, ¿qué no va a ser con el ocio?
Fabricado por la empresa de Ohio, Holloway, su frase publicitaria lo dejaba claro:
«Los lectores y pensadores no son gente perezosa. Cualquier cosa que pueda conservar su fuerza física es útil»
El soporte de lectura Holloway estaba diseñado en madera y metal, con un tabla ajustable para graduar la altura del diccionario; y se completaba con una lámpara. Además disponía de un soporte para colocar libros en los laterales, y ruedas que permitían desplazarlo del salón al jardín, el baño o el dormitorio: logrando así una concentración absoluta en la lectura en cualquier estancia de la casa.
¿No sería una maravilla contar con algo así en las bibliotecas del siglo XXI? Entonces sí que conseguiríamos que la ciudadanía se sientiera plenamente en casa. Cuerpos relajados con mentes estimuladas.
Un artilugio idóneo para algunos de esos coffee table books de los que hablábamos en Lectura de posos de café. Si se completara con un sillón de masajes: la biblioteca kitsch podría mirar frente a frente a las grandes superficies comerciales.
Arrumbada, cuando no desahuciada, la sección de enciclopedias en las bibliotecas que han hecho los deberes: una colección de coffee table books, ubicados en un entorno propicio para el placer visual y de la lectura: sería una opción magnífica. Algo parecido a lo que el cine hizo en los años 50 ante la competencia de la televisión.
Si la pequeña pantalla le quitaba espectadores, el cine, contraatacó con Technicolor, 3D, películas en formato panorámico, efectos especiales (de traca, pero efectos al fin y al cabo)… Si las pantallas pequeñas (otra vez) están restándole parroquia al papel, menos de lo que se pensaban eso sí: es el momento de crear colecciones de libros que no son fáciles de tener en los hogares. Libros king size por los que merezca la pena echar el viaje a la biblioteca para disfrutarlos.
Pero el invento para el Diccionario Holder ha seguido inspirando artilugios dignos de la teletienda. Solo hay que ver las adaptaciones que posteriormente ha conocido la idea de leer sin manos. Bastante más simple que el elaborado artilugio de nuestros antepasados; pero el soporte-parasol para la lectura tampoco está mal pensado, sobre todo, para los veranos que ahora se alargan hasta practicamente noviembre.
Aunque el más revolucionario quizás, sea el que lanzó hace unos años el gigante Google. La bicicleta que se conduce sola ha sido el invento definitivo a la espera del coche que se conduzca solo. Como no podía ser de otro modo el lanzamiento de tan ecológico y revolucionario medio de transporte y lectura tuvo que ser en la ciudad con más bicicletas por metro cuadrado de Europa: Ámsterdam.
Los testimonios de los primeros holandeses que probaron el invento, no podían resultar más convincentes (a la que declara que resulta ideal para trabajar mientras vas en ella, le enviaríamos rápidamente un ejemplar de Capitalismo canalla). Que todo resulta ser una broma de la empresa para celebrar el April Fools’ Day (el día de los inocentes anglosajón) no nos importa lo más mínimo.
Deberíamos exportarla al mundo bibliotecario. Seguro que las bicicletas inteligentes rigiéndose por las leyes robóticas de Asimov (2ª ley: un robot no hará daño a un humano, ni lo permitirá), respetarían la integridad de los sufridos peatones, que han pasado a ser víctimas propiciatorias de tanto jinete salvaje urbano en patinete.
Tal cual como los artesanos (y aquí va el puntito demagógico) lo fueron de las ruedas de la industrialización que los arrolló en el XIX según detalla el ensayo con el que abríamos el post.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
En 1776, el Marqués de Esquilache, emitió el famoso bando por el que se pretendía erradicar el uso de la capa española: para así impedir el ocultamiento del rostro de los ciudadanos. Mal asunto prohibir una moda en el vestir. El efecto rebote te lleva a motines; como bien comprobó el ministro de Carlos III. Sin el concurso de una amenaza de origen no humano, eso de controlar la vestimenta, nunca ha tenido buena prensa.
Lo del bando de Esquilache se ha mentado, varias veces, en estos meses a raíz del uso obligatorio de la mascarilla. Un complemento de moda sobrevenido que nadie esperaba tuviera tanto predicamento cuando, ni siquiera una megaestrella como Michael Jackson, había conseguido implantarlo en el planeta. Pero ha bastado un bicho invisible para que todos, hombres y mujeres, acabemos reintepretando la tan, hace poco, mal vista nicab de las musulmanas.
Viñeta de las tiras cómicas de Peter de Wit: Burka babes. Humor a cuenta del burka. ¿Se usará la mascarilla bajo el burka?
Paradojas de nuestro tiempo. Si A.C. (que ya no es antes de Cristo, sino antes del Covid-19): el semiocultamiento del rostro en Europa estaba provocando no pocos quebraderos de cabeza legales, a partir de 2020: el mundo se ha nicabizado por completo. Y la cuestión se ha retorcido un poco más si cabe.
No es nada original lo de personalizar las mascarillas. Y bien, por la Boticaria García, o por los miles de artículos que al asunto se han dedicado: quien más, quien menos: es todo un experto en asuntos que antes le traían al pairo: FFP2, FFP3, higiénicas, quirúrgicas, de tela, homologadas…
Para hacer un test rápido, que no PCR, y constatar si un asunto aún tiene predicamento en nuestros días no sirven encuestas, impacto en los medios, ni estadísticas de Google Analytics. Lo que de verdad demuestra la vigencia de un asunto: es el número de diseños de mascarillas ornamentadas, con detalles literarios o bibliotecarios, que se han comercializado durante este último año. Ese y no otro: será el baremo por el que se medirá lo que de verdad gusta a la gente. Más eficaz que un estudio de usuarios de biblioteca a nivel mundial.
Por eso este post no es más que un estudio de mercado. Somero y muy limitado (hemos tenido que parar para que no se hiciera eterno): pero verdaderamente concluyente. Lo librario y bibliotecario es tendencia en el mundo mascarilla. Souvenirs para el anhelado futuro pospandémico ¿Cuál será la primera biblioteca en hacer una exposición cuando todo esto pase?
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
El hombre-bala, otra forma de envío en la postal de librerías mexicanas Gandhi
Ni en Dragones y mazmorras, ni tan siquiera en Juego de tronos, se les hubiera ocurrido algo parecido a la noticia de la que nos hacemos eco en este post.
Hace pocos días, en ‘Xataka‘, nos contaban el proyecto de aeropuerto para drones que se quiere abrir en Reino Unido. Queda por saber en qué terminará todo, pero solo faltaría que además de los atascos y las bicicletas por las aceras, se sumen al caos urbano: miles de drones cual moscardones tecnológicos, llevando pedidos de una punta a otra de la ciudad.
Un dron de Amazon volando con el pedido hacia un domicilio.
Ahora que las pequeñas y medianas librerías se están movilizando para hacer frente a la apisonadora de Amazon: es el momento de recuperar la respuesta que una librería francesa planteó en su día. Si el enemigo ataca con drones, las librerías de toda la vida se defienden con catapultas, y mucha coña marinera.
Catalivre, es el nombre con que bautizaron el expeditivo método de distribución de pedidos (cuya demostración práctica puede verse en este vídeo), la librería francesa de Delvaux, en la preciosa ciudad medieval de Provins. Según aclaraban, la catapulta lanza-libros, era capaz de distribuir pedidos hasta distancias de 220 metros. En qué estado llegaban los libros: eso ya era otro cantar (medieval a ser posible).
En Inglaterra, las librerías Waterstones, propusieron también, en su día, enviar los libros con búhos; en las librerías alsacianas optaron por una especie con amplia experiencia en esto de entregas a domicilio: las cigüeñas. A las pobres palomas mensajeras les salieron más competidoras que en Los pájaros de Hitchcock.
Cigüeña en reparto librero
En Infobibliotecas, como amantes de otras especies que somos (y también para qué negarlo, por nuestro carácter algo rústico), optamos por lo expeditivo de la catapulta. ¿Cuántas bibliotecas soñarían con una catapulta para poder lanzar lejos, muy lejos, losbest sellers desahuciados por haber pasado de moda? Una venganza en retrospetiva por tanta saturación.
En la película Los señores del acero (1985) de Paul Verhoeven, el mercenario medieval que interpreta Rutger Hauer: utiliza un trozo de carne contaminada de peste para catapultarla hasta el pozo del que bebe la población de un castillo asediado. Una escena que, en las circunstancias actuales, se revista de tétrica actualidad.
Diseño de la catapulta por Leonardo da Vinci.
Ni los griegos, ni los mongoles, ni el mismísimo Leonardo da Vinci, que tanto mejoró el invento bélico, podrían haber imaginado que el arma de guerra medieval por excelencia, iba a conocer semejante uso en nuestros tiempos. En cambio, para hacer llegar la lectura a nuestros usuarios, preferimos métodos menos lesivos. Desde los clásicos bibliobuses, las bibliobicis, los biblioburros colombianos o hasta unos patines; todo mientras esperamos a que llegue finalmente la teletransportación.
Y dado que estamos en con ganas de guasa, que hemos citado al imperio mongol, la teletransportación, y lo bien que nos vendrían unos buenos patines en esta situación: nos viene a la memoria un colofón musical que nos catapulta a otra dimensión.
El musical que más Razzies (los anti-Oscars) ha recibido en la historia: Xanadu. Olivia Newton-John, la ELO, efectos especiales ochenteros, coreografías en patines, para la historia de una sala de fiestas bajo el nombre de la mítica capital del Imperio mongol.
Ni los amplios márgenes de nuestra Bibliotecabizarra hubieran sido capaces de albergar tanto destello.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
Hace unos días saltaba a los medios la noticia sobre el hallazgo del que podría ser el primer ejemplar de una obra de William Shakespeare en España. La tragicomedia The Two Noble Kinsmen, escrita alimón entre John Fletcher y el bardo de Avon, fechada en 1634 ha sido localizada por el profesor John Stone entre los fondos del Real Colegio de los Escoceses de Salamanca.
Shakespeare y Cervantes unidos por los prodigiosos trazos de Fernando Vicente.
Casi de manera paralela, en la edición española ‘The conversation’, el catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana, Manuel Ángel Vázquez Medel: denuncia el uso tendencioso e irrespetuoso de la herencia cervantina para apuntalar discursos contrarios a su espíritu. En su título hace expresa su denuncia: Cervantes no sirve para todo.
El caso es que la actualidad, una vez más, hace que los dos genios literarios del siglo XVII vuelvan a cruzarse más allá de la fecha de su muerte. En el 2016, la cultura y el mundo bibliotecario, en especial, vivió intensamente el aniversario de la muerte de ambos. Como no podía ser de otro modo, aquella efeméride, también tuvo su polémica. En nuestro país, claro.
El aniversario de Cervantes utilizado también para hablar de la pandemia y de paso atizar políticamente a los contrarios.
Una frase camino del tópico: «Si Shakespeare viviera ahora sería guionista de televisión»
Que si los homenajes a nuestro escritor más célebre no iban a estar a la altura; que si, una vez más, quedaba de manifiesto el desinterés por la cultura en nuestro país.
Nada nuevo bajo el sol. Para alimentar el pan nuestro de cada día de rifirrafes políticos: tanto vale una trama de espionaje financiada con fondos reservados que dos insignes literatos.Cuatro años después no vamos a hacer balance retrospectivo. Las polémicas interesadas caducan rápido: pero los autores del Quijote o Macbeth están por encima de todo ese ruido y furia.
Pero sí que vamos a compararlos. No sus obras, talento, ni trayectorias. Para eso ya hay excelentes estudios al respecto. Aquí siguiendo una tónica habitual marca de la casa nos preguntamos: ¿quién está más integrado en la cultura pop contemporánea: el inglés o el español?
El año del 400 aniversario de la muerte de ambos, el músico neoyorquino Rufus Wainwright lanzó su disco: Take All My Loves: 9 Shakespeare Sonnets. Lo hizo con la colaboración de otros cantantes y actores, que interpretaban y declamaban, los sonetos shakesperianos musicados y arreglados por él en colaboración con la BBC Symphony Orchestra. Y a raíz de esto nos preguntamos: ¿quién le canta a Cervantes?
Shakespeare está muy presente en la cultura popular del mundo anglosajón. La adaptación de sus obras al cine se mantiene de forma más o menos periódica, el espíritu de sus creaciones es invocado en muchas ficciones que arrasan o ha arrasado recientemente (Juego de tronos, Los Soprano, House of cards, El Rey León…): lo shakesperiano mantiene una vigencia que sigue ampliando su eco generación tras generación. Pero: ¿qué pasa con Cervantes? Siendo su Quijote la novela moderna por antonomasia: ¿se puede decir lo mismo del mundo cervantino?
Shakespeare-patito de goma para el baño
A Shakespeare lo hicieron pop nada más surgir la cultura de masas que definiría el siglo XX, y sigue resonando en el XXI. Que la obra cervantina por excelencia ha inspirado ballets, óperas, musicales, zarzuelas, cine, series, dibujos animados, no lo vamos a descubrir aquí (más que nada porque en esta webdel Centro Virtual Cervantes viene un resumen insuperable).
Las comparaciones son odiosas: pero ahí va la deducción de Perogrullo ¿podría ser que Cervantes fuera menos pop que Shakespeare?
Cualquiera que haya parado en un bar de carretera de La Mancha, y haya visto los souvenirs quijotescos más kitsch imaginables atiborrando escaparates: podría acusarnos de plantear un debate que nace agotado. Pero precisamente por eso.
Mientras que el Quijote queda para souvenirskitsch, Shakespeare da también para canciones pop y ficciones de rabiosa actualidad. ¿No será que no se ha profanado lo suficiente la obra cervantina?, ¿cómo es que el espíritu tan rabiosamente moderno de El Quijote no tiene más peso en la cultura tan superficialmente profunda, o profundamente superficial, de hoy día?La mayor falta de respeto a un clásico es que cada nueva generación no lo saquee alegremente. El bigote sobre la Gioconda que dibujó Duchamp fue el mejor ejemplo de la vigencia icónica del cuadro de Da Vinci.
Tal vez sea que aunque hayan alcanzado, como iconos globales, similares niveles de kitsch (souvenirs y demás atentados estéticos variados, mediante); el inglés tenga una dimensión más pop que Cervantes. El estereotipo quijosteco sigue siendo propiedad de la academia, de lo docto, de lo serio: lo cual ha hecho que su impronta en la cultura de masas actual no sea tan acusada.
Metidos en faena, sólo hay que comparar un poco los ecos de ambos en el pop de las últimas décadas para hacerse una idea.
En el repertorio pop cervantino nos encontramos otro tipo de intérpretes. [Inciso: a partir de aquí el texto está minado por enlaces de cuyos impactos al pincharlos no nos hacemos responsables. Pero sin cuyo visionado, aunque sea un fragmento, se pierde mucho de este post].
Desde nuestro galán latino por excelencia, Julio Iglesias, con su patriótico Quijote, con bandera gualda en frenético ondear de fondo; a grupos ochenteros efímeros como los franceses Magazine 60 y su inenarrable Don Quichotte en estilo high energy.
Seguimos subiendo de nivel. El astro adolescente británico Nik Kershaw, que mezclaba sin sonrojo alguno a Dalí con bailarinas de samba y flamenco alrededor de su sufrida versión del hidalgo; pasando por la cantante eurovisiva Dana Internacional encarnando a una Dulcinea del Toboso de lo más diva.
Nos dejamos en el teclado muuuchas otras muestras, pero es justo terminar con algo más reciente, y algo menos chirriante como el homenaje de Coldplay(el de la banda rumana de hip hop Doc & Motzu y su Doc Quijote, deja tan mal cuerpo, que lo dejamos al criterio de cada cual).
El disco del inolvidable Drácula cantando el Quijote: insólito pero cierto
En los 70, los cantautores de la pana hicieron que, para muchos: los poemas de Machado, Miguel Hernández, Alberti o Lorca: se hicieran casi indisociables de las melodías que crearon para ellos.
Desde entonces, salvando casos aislados como Loquillo y sus trabajos con poemas de Luis Alberto de Cuenca o Gil de Biedma: la otrora fecunda simbiosis entre poesía y música pop no se prodiga mucho que digamos.
Visto lo visto, no sabemos si sería mejor abogar porque se siga leyendo a Cervantes; y no tanto porque se le cante.
Para cerrar, sin ningún ánimo de enfrentar al genio inglés con nuestro genio patrio, es justo que cerremos rizando el rizo con un clásico del pop autóctono a costa de la obra del bardo de Avon.
Todo un vídeo digno del programa Cachitos de hierro y cromoque deja claro que en esto del dislate pop ningún inmortal queda indemne.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
El gremio bibliotecario nunca fue a la Luna pero ha terminado alcanzado las estrellas. De tan bonito que suena da para una postal Mr. Wonderful: Día de la Biblioteca 2021. Pero este post no va de poesía (aunque nunca se sabe): en realidad va de bibliotecarios. Y concretamente de bibliotecarios aguafiestas.
Una de las experiencias más paranormales vividas en este blog acaeció en Triángulo de las Bermudas bibliotecario. No cabía esperar otra cosa. Allí glosábamos la vida de un bibliotecario estadounidense que nos abdujo como si de un platillo volante, en el citado Triángulo, se tratase.
Se trataba del increíble Lawrence David Kusche: piloto comercial, instructor de vuelo ensayista y bibliotecario. Kusche, al constatar la afluencia de jóvenes obsesionados con el célebre Triángulo que acudían a su biblioteca en los 70: terminó escribiendo la obra que demolió el mito en cuestión.
El Triángulo de las Bermudas resuelto se titulaba. Tras hundir en la miseria a los Iker Jiménez del momento, Kusche, prosiguió una delirante carrera literaria que requería de una investigación en profundidad. Pero quien quiere ahondar en ella, que vaya al post en cuestión, que aquí estamos para hablar de otras cosas.
Lawrence David Kusche, el primero de nuestros bibliotecarios aguafiestas.
Luis Alfonso Gámez azote de charlatanes y mentirosos.
Tras su logro, Kusche, entró a formar parte del Comité para la Investigación Escéptica. Y si hablamos de escépticos, en España y en nuestros días, ninguno como el periodista vasco Luis Alfonso Gámez.
Él solito, con su programa de ETB Escépticos o con su veterano blog Magonia: ha desenmascarado a más charlatanes que todos los polígrafos de Mediaset juntos.
El escepticismo, en tiempos de fakes news, se ha convertido en una prevención tan necesaria como las mascarillas ante el coronavirus. Aunque, según Gámez, no es tanto que ahora haya más noticias falsas sino que los medios para difundirlas son mucho más potentes. Pero tan peligroso es pecar de ingenuo como pasarse de escéptico. Y en eso incurrió el segundo bibliotecario aguafiestas (o todo lo contrario, según se mire) de este post: Bill Kaysing.
El filólogo y bibliotecario de Rocketdyne, la compañía que fabricaría el Saturno 5, ha pasado a la posteridad gracias a su ensayo-denuncia: Nunca fuimos a la Luna (1974). Según sostenía el incrédulo bibliotecario: todo lo de la Luna fue un auténtico montaje urdido por la NASA. Algo que hemos oído en muchas y variadas versiones: pero que partió del éxito que tuvo el libro de Kaysing.
La crónica que Gámez hizo de la vida y milagros de Kaysing en su artículo: Viaje a la Luna: el ridículo origen de la conspiración: no tiene desperdicio. El principal argumento de Kaysing era que en las fotografías que se tomaron del alunizaje del hombre en la Luna: no se observan estrellas brillando en el firmamento. Y a partir de ahí, su teoría, se empeñaba en demostrar que, en realidad, todo fue filmado en un estudio montado cerca de Las Vegas. Una ubicación elegida por los encargados del engaño para así poder visitar los restaurantes, casinos, piscinas y disfrutar de beldades en bikini.
Lo cierto es que por mucho que el escéptico Gámez hunda en la miseria las teorías del no menos escéptico Kaysing: la versión del bibliotecario daba para una película/serie mucho más divertida.
Entre escépticos anda el juego. Pero Kaysing si hubiera tenido algo de paciencia, cincuenta años de nada, habría comprobado que, las estrellas que echaba en falta en las fotografías de la llegada a la Luna: brillarían en el único firmamento que importa en nuestros días: el de las celebrities.
La líder de Florence and the Machine amando los libros.
Aunque no sea propiamente una celebridad en nuestro país, Oprah Winfrey, es sabido que es una de la figuras más influyentes de los medios estadounidenses de las últimas décadas. Su club de lectura ha convertido en superventas, o revitalizado las ventas, de autores que van desde Jonathan Franzen a Cormac McCarthy pasando por García Márquez, William Faulkner, Tolstoi o Toni Morrison.
Siguiendo su ejemplo, actrices como Reese Witherspoon, Emma Roberts, Sarah Jessica Parker, o cantantes, como Florence Welch: han creado sus propios clubes de lectura. Y precisamente Whitherspoon acaba de hacer un llamamiento de lo más curioso.
La ganadora de un Óscar por En la cuerda floja (2006) está buscando un bibliotecario residente (tal cual como los djs) para su club de lectura. Un bibliotecario que realmente ame los libros; tenga un gran sentido del humor; y sepa algunos movimientos de baile.
Esto último no sabemos muy bien porqué será uno de los requisitos. Pero tampoco es para ponerse pejiguera cuando se abre otro posible perfil profesional al gremio: bibliotecario de las estrellas. Desde Infobibliotecas, ya puestos, postulamos a una española: Irene Blanco. Que para eso fue nuestra corresponsal en Nueva York.
Pero Reese no es la primera estrella en recurrir a los servicios de un bibliotecario. Allá por 2013, la todopoderosa, Beyonce ya buscaba un bibliotecario personal. Pero en su caso fue por motivos algo más prosaicos que los de Reese.
La cantante guardaba más de 50.000 horas de grabaciones de actuaciones, entrevistas, apariciones en eventos… Y llegó un momento en que precisaba de alguien con los suficientes conocimientos para clasificar, catalogar y recuperar dicha información. ¿Qué habrá sido de ese bibliotecario/a de Beyonce?
El concepto ya estaba lanzado: personal librarian. Ya sabíamos de los personal trainers (deporte), los personal shopper (moda), o los life coaching (vida): pero no sabíamos de la existencia de los personal librarian.
Casanova bibliotecario personal del conde Waldstein.
Puestos a fantasear, ¿de qué estrella o celebridad nos gustaría ser bibliotecarios personales?, ¿a quién querríamos ordenarle los libros, catalogárselos, clasificárselos..? Aquí la imaginación se dispara, y cada uno tendrá su fantasía al respecto, algunas probablemente impublicables, así que mejor lo dejamos aquí.
Por nuestra parte, en las bibliotecas públicas se ofrece el servicio de bibliotecario personal desde siempre. Si nos comparamos con los gimnasios, donde si quieres realmente un buen entrenador, tienes que pagar: en las bibliotecas públicas no es necesario ni un euro más de lo que pagas con tus impuestos.
Para el gremio bibliotecario cada usuario/cliente es único, y a su disposición ponen todos sus conocimientos y esfuerzos para ayudarle. Ante esta evidencia, mejor que lo privado se quede para las estrellas o esnobs; y lo público,bien gestionado, nos haga sentir a todos realmente exclusivos.
Finalmente, las estrellas que le faltaban a Bill Kaysing, resultaron ser los bibliotecarios. Y después de esto, la postal Mr. Wonderful bibliotecaria con las estrellas y la Luna al completo: ya está terminada.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
Si las bibliotecas fueran una película de vampiros serían Déjame entrar (2008): porque una vez dentro te vampirizan y el disfrute se hace eterno.
Si las bibliotecas fueran un electrodoméstico serían una lavadora: porque sirve para darle muchas vueltas a las cosas y que salgan como nuevas.
Si las bibliotecas fueran una canción indie serían ‘Mi opinión de mierda‘ de Los Punsetes: porque inmunizan contra el pensamiento único y te ayudan a relativizar.
Si las bibliotecas fueran un coche serían un seiscientos: por simpáticos y porque, por modestos que fueran, siempre acogían a toda la familia.
Si las bibliotecas fueran un personaje mitológico serían Prometeo: porque igual que él se la jugó robando el fuego a los dioses: las bibliotecas transmitieron la cultura de las élites a todos los ciudadanos.
Si las bibliotecas fueran un elemento químico serían el cerio (Ce): por antioxidante y porque hace saltar la chispa de los encendedores igual que las bibliotecas hacen saltar la chispa de las ideas.
Si las bibliotecas fueran un personaje de tebeo serían Mortadelo: porque los bibliotecarios, al cabo de su jornada, se ponen mil disfraces con los que dinamizar sus centros.
Si las bibliotecas fueran un movimiento artístico serían el cubismo: porque te permiten desplegar un tema y estudiarlo desde todas las perspectivas.
Si las bibliotecas fueran un grupo de rock serían los Tindersticks: porque se mantienen fieles a su estilo sin dejar de emocionar.
Si las bibliotecas fueran la versión de un clásico serían My way de Sid Vicious: porque pese a tanta normalización de los procesos, al final, cada uno termina haciendo las cosas un poco a su manera.
Si las bibliotecas fueran unaobra de teatro serían ‘Seis personajes en busca de autor’ de Pirandello: por la de veces que: seis, siete, y muchos más, se movilizan para localizar el libro perdido de algún autor.
Si las bibliotecas fueran unbaile serían el de Fred Astaire en Royal Wedding (1951): porque aprovechan los espacios como nadie para que convivan los colectivos más diversos.
Si las bibliotecas fueran una red social serían una red aún por inventar: porque ninguna suple los matices que se dan en la comunicación cara a cara.
Si las bibliotecas fueran una folclórica serían Lola Flores: porque pese a que muchos las quieran dibujar como momias faraónicas ellas se empeñan en estar como nunca.
Si las bibliotecas fueran un diseñador de moda serían Paul Poiret: porque liberó a las mujeres de los estrictos corsés del siglo XIX y dio paso a una moda mucho más libre.
Si las bibliotecas fueran un villano de cómic serían el Doctor Octopuss de Spiderman: porque esos tentáculos mecánicos vendrían de perlas para tanta multitarea.
Si las bibliotecas fueran un animal serían el caballo al que se abrazó Nietzsche en Turín: porque sus oídos guardaron las últimas palabras de un sabio antes de perder la cabeza.
Si las bibliotecas fueran un dibujo animado serían Jessica Rabbit: porque pese a que algunos las dibujen como simples salas de estudio, es mentira, la exuberancia de su oferta rebasa cualquier estereotipo.
Si las bibliotecas fueran un insecto serían las cucarachas: porque ni una explosión atómica es capaz de exterminarlas.
Si las bibliotecas fueran una película de Almodóvar serian Átame (1990): porque en su escena final sus protagonistas terminan haciendo suya la letra de ‘Resistiré‘ del Dúo Dinámico.
Si las bibliotecas fueran una españolada de los 60 sería ¡Cómo está el servicio! (1968): porque el tono de voz de Gracita Morales es el ideal para romper el silencio sepulcral que algunos exigen siempre en las bibliotecas.
Si las bibliotecas fueran un compositor clásico serían Wagner: porque si a Woody Allen al escucharlo le daban ganas de invadir Polonia, los que frecuentan bibliotecas, siempre están con ganas de ‘invadir’ nuevos territorios.
Si las bibliotecas fueran una prenda de vestir serían una camisa blanca: porque es un básico que combina con todo, y también claro está, por lo de camisa blanca de mi esperanza.
Si las bibliotecas fueran un movimiento juvenil serían los zazous de los años 40 parisinos: porque mediante el jazz, la literatura o la ropa desafiaron a los fascistas a través de la cultura.
Hasta aquí (por ahora que sepamos) este repaso de algunas cosas a las que se pueden comparar las bibliotecas. Y como se notan demasiado, en algunos casos, los gustos de quien lo escribe, y las bibliotecas son de todos, ahora es el turno de quien quiera compartir con el hashtag #SiLasBibliotecasFueran: sus filias y fobias a cuenta de las bibliotecas. Si las bibliotecas fueran…
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
En el caso de Raquel Sastre estamos haciendo un poco de trampa al incluirla en esta serie de Mujeres que nos gustarían como bibliotecarias. En realidad, Raquel, tiene una plaza en propiedad en la plantilla de bibliotecas de la Universidad de Murcia. Pero su pasión por la escritura humorística y los monólogos: le llevó a pedir la excedencia y a volcarse en su carrera como humorista, monologuista, guionista y actricista: que así se define en su perfil de Instagram.
Una decisión acertada que la ha llevado a codearse con algunos de los grandes del humor en nuestro país: colaborando, o escribiendo guiones, para programas y medios que van desde Andreu Buenafuente a El Hormiguero, Paramount Comedy, La que se avecina, La hora de José Mota, Yu, no te pierdas nada, Hoy por hoy, Ilustres ignorantes o el último programa del gran Forges en TVE: Pecadores impequeibols, entre otros. Actualmente forma parte de la nueva temporada (recién estrenada esta misma semana en la 2) del espacio de divulgación científica: Órbita Laika.
La apuesta humorística de Raquel por el humor negro, o cabrón como le gusta definirlo, no es algo fácil en estos tiempos de exacerbada corrección política y censura ejercida desde el anonimato a través de las redes. Pero ella ha demostrado una asombrosa habilidad (¿tendrá algo que ver el entrenamiento que supone el día a día en una biblioteca?) para manejarse en el siempre incendiario Twitter y salir indemne. Franca y directa, Raquel, convierte al humor más sincero y directo en un aliado al servicio de la concienciación en torno a enfermedades como el TEA o el síndrome de Phelan-McDermid que padece su hija. Su propuesta rompe estereotipos en torno a la figura de mujer humorista habitual por estos lares: al incitar a la risa a través de un humor basado en la palabra y la provocación. Pero dejémonos de preámbulos. Señoras y señores con todos ustedes:
RAQUEL SASTRE
El colaborador de diversos programas de Telecinco, Rafa Mora, publicó un tuit ofreciéndose como entrenador particular de Rihanna. Raquel, siempre al quite, le respondió en un tuit que se hizo viral.
El que terminaras estudiando para trabajar en una biblioteca ¿fue una decisión que tenías clara desde el principio o fue tu afición por la escritura la que te hizo decantarte por este mundo?
Con 18 años vi que todos iban a la universidad y yo quería hacer algo de escritura, probablemente monólogos, y pensé: mejor me saco una oposición que aquí va a haber mucho licenciado e igual no hay trabajo para todos. Y de ahí mi deriva hacia la Biblioteconomía, aunque logré la plaza pero no llegue a terminar la carrera, ahora voy a terminar Criminología
Y al descubrir el mundo bibliotecario ¿te gustó, te dejó indiferente o te disgustó?
Pues descubrí un montón de cosas. Un mundo mucho más rico del que intuyes cuando las frecuentas como simple usuaria. Disfruté con los fondos antiguos, la digitalización, los archivos. Me resultó un mundo mucho más variado y rico.
Y el hecho de que eligieras por el humor negro, el humor cabrón, tuvo algo ver con alguna experiencia vivida en tu etapa como bibliotecaria? ¿Algún trauma entre tejuelos?
No, no tiene nada que ver. Ese tipo de humor lo he hecho siempre. Aunque sí recuerdo que algunas veces me ponían a hacer las visitas de los estudiantes a la biblioteca, y ahí, aprovechaba para meter chistes y comentarios en plan coña que terminaban enganchándoles. Me solían preguntar: «tú estás haciendo prácticas ¿no?» Eran jóvenes de unos 17 años y yo tenía 22: así que no había mucha diferencia.
Raquel de marciana en el primer programa de Órbita Laika 2019.
Andrés Barba en su ensayo de La risa canibal dice «Cada vez que un hombre abre la boca para reír está devorando a otro hombre». El humor que cultivas no es un humor de medias tintas. ¿Te gusta producir cierto grado de incomodidad en el público? ¿es una forma de provocar la reflexión más allá de la simple carcajada?
Con el humor pasa como con todas las ficciones. Puedes hacer una película que es un drama, o una película con mensaje social, y que la gente recapacite. El humor se puede usar para concienciar, o no, yo a veces lo hago, pero otras veces, solo aspiro a entretener.
Lo que sí me gusta dejar claro es que la función del humor es principalmente entretener. Porque hay una corriente ahora que dice que el humor está para señalar a los poderosos, a los privilegiados, y que no puedes hacer chistes con la gente oprimida. Algo que me revienta porque ahí estás incidiendo en que hay unos superiores a otros. Es algo que intento evitar.
Esa corriente del humor como arma contra el poderoso me parece algo insignificante. ¡Anda!, que no se hacen chistes con políticos. Por ejemplo, ahora con Vox, con Ciudadanos o el PP: y ahí sigue la derecha con mucha fuerza en el voto. Entonces me parece un error, y sobre todo peligroso, porque cuando a una actuación la estás utilizando para que tenga una dirección, una finalidad, que no sea la de simplemente entretener: ya estás instrumentalizándola como un arma. Y por otro lado, señalas a las personas que no piensan como tú, como malas personas. Cuando eres tú quien está utilizando el humor para hacer daño.
Según el tipo de humorista que seas puedes hacer humor reivindicativo o ficción de entretenimiento. Pasa igual con todo. Hay directores que se dedican a hacer cine social. Pero no tiene nada de malo que se hagan películas tipo Batman; o no tiene porque ser malo una saga de terror como Saw. Y mira que en Saw muere gente inocente y nadie se lleva las manos a la cabeza con: «Oh!! Dios mío, están matando gente inocente en vez de matar a los malos». Pues con el humor lo mismo. Hace falta, como en todo, tener sensatez.
Raquel invitada en el último programa que Forges dirigió en TVE: ‘Pecadores impequeibols’. Junto a José Luis Cuerda, Forges, Juan Carlos Ortega y Soledad Mallol.
Actualmente hay toda una nueva generación de cómicos en nuestro país que cultivan un humor diferente, con un punto inquietante, me viene a la cabeza Miguel Noguera y sus Ultrashows, por ejemplo. ¿Crees que ha habido una ruptura con generaciones previas de humoristas: o que hay un hilo que une el humor de un Gila, unos Tip y Coll o unos Martes y Trece con lo que se está haciendo ahora?
Ha habido una evolución en el humor como en tantas otras cosas. Algunos dicen que ahora no se haría un sketch como el de Martes y Trece sobre «mi marido me pega». Pero no es porque esté mal hacer chistes sobre el maltrato, porque insisto, cuando alguien hace humor es una ficción y puedes tratar cualquier asunto. No hay interés por reírse de la mujer maltratada, ni por ridiculizarla, simplemente estás cogiendo un tema para hacer una ficción humorística. ¿Por qué no se haría hoy un sketch así? Porque se ha quedado antiguo, como las películas de destape, porque ya nos aburren. Pero tú ahora te coges un buen sketch sobre el maltrato a la mujer, y puede ser que la gente se ría, igual que se coge un buen sketch sobre el racismo: y la gente se ríe.
Y algunos dicen y ¿cómo puedes reírte con un tema como el racismo? Pero luego ves series como Arrested development: en la que una mujer blanca, de clase alta de unos sesenta y tantos, ha ido a una entrega de premios a actores latinos, porque su nuera es una actriz latina, y claro, la ceremonia está llena de latinos. Ella no para de levantar la mano cada vez que ve pasar a un actor mexicano con esmoquin y contrariada le dice a su hijo: «es la primera vez que estoy en una fiesta y ningún camarero me hace caso». ¿Es racista? Sí, pero te ríes. El tema es ese, el humor ha evolucionado, y se puede crear ficción humorística con cualquier cosa. Tienes que crear ficción que sorprenda, si el humor no sorprende no te ríes.
El feminismo está más de actualidad que nunca. ¿Crees que por el hecho de ser mujer se acepta mejor que hagas humor negro con él que si lo hace un hombre? ¿o todo depende de la intencionalidad del humor, de la ideología latente que pueda haber tras la broma?
Depende de la calidad y depende de los temas. Si por ejemplo yo hago un chiste sobre pederastia, me pongo como protagonista, y digo: «luego me pasas el teléfono de tu hijo de siete años»: la gente se lo toma mejor si lo hago yo que si lo hace un chico. Pero, en general, el humor negro tiene mala acogida para el público que no le gusta. Es como la ficción, vuelvo a la película de Saw, si coges al público convencional y le pones Saw la mitad de la sala sale despavorida porque no le gusta. Yo soy la primera a la que no le gustan ese tipo de películas. Pero en cambio a mi chico le gustan y por eso no pienso que sea un psicópata. Lo pienso por otras cosas, como porque escuche a Melendi, pero no en general.
El humor negro tiene su público y eso no quiere decir que al público que le gusta el humor negro sean malas personas. Y es más, hay estudios científicos que han demostrado que la gente que tiene preferencia por el humor negro son menos agresivas, tienen menos problemas de cambios de humor, y son más inteligentes que las personas que se enfadan con los chistes. Hay que tener inteligencia para diferenciar la ficción de la realidad, y para entender el chiste y pensar que no es más que un chiste. Y claro, siempre depende del momento que estés viviendo. Si acabas de sufrir un accidente de coche en el que han muerto tus seres queridos: no es el momento más oportuno para que alguien cuente un chiste al respecto. O a lo mejor sí, pero depende del estado de ánimo y la forma que tiene de encarar la vida esa persona.
Te invitan a congresos médicos, científicos y de todo tipo. ¿Cómo es posible que no te hayan llamado para el congreso de bibliotecas públicas? Desde aquí vamos a abrir una campaña. ¿Te gustaría? ¿le darías caña al gremio?
A lo mejor no me han llevado porque tengo un monólogo en Paramount Comedy en el que hablo de ser bibliotecaria, y claro, lo hago con humor negro. Puede que no me hayan llevado porque lo han visto.
¡Qué pena! Igual servía para combatir los estereotipos que siguen recayendo sobre la profesión.
Yo cojo la idea de que los bibliotecarios sólo prestan libros y lo llevo al extremo. Pero eso no tiene porque ver con la realidad del trabajo de los bibliotecarios: que es muchísimo más rica. Es que el humor tampoco sirve para acabar con estereotipos. El humor se basa en los tópicos que la gente tiene en su cabeza. Y no es que la gente crea esos tópicos a ciencia cierta. Tú vas, por ejemplo, a Cataluña, y no esperas que la gente vaya a ser roñosa contigo, o vas a Andalucía, y no vas a una tienda más tarde del horario de apertura porque crees que abrirán más tarde. Sabes que el humor y los chistes que tachan de roñosos a los catalanes, y de vagos a los andaluces: son tópicos basados en la exageración. Quien se crea un monólogo a pie juntillas debería hacérselo ver.
Dentro de tus referentes culturales pesan más los libros, el cine, los cómics, la música u otro tipo de disciplinas?
Hay varios libros de comedia que están muy bien. El Step by step to Stand-up Comedy de Greg Dean por ejemplo. Pero sobre todo lo que he hecho ha sido ver muchos monólogos. Y mis favoritos, a los que no les llego ni a la altura de los zapatos, son por ejemplo nombres como: Doug Stanhope, que me parece maravilloso, Bill Hicks, Jim Jefferies, Joan Rivers, George Carlin, Tina Fey, Sarah Silverman. Luego hay escritores satíricos como Jonathan Swift que tiene unos textos geniales. También hay un libro que recomiendo mucho: Antología del humor negro de André Bretón. Una antología en la que descubres a muchos autores que escribían un humor negro maravilloso.
Formas parte del equipo de la nueva temporada del programa de divulgación científica de la 2: Órbita Laika ¿Tu perfil bibliotecario crees que te hará más fácil desenvolverte en ese ámbito?
Sí, es posible. Lo cierto es que siempre me ha gustado mucho la ciencia, y además mi chico es médico y está muy implicado en combatir las seudoterapias. Además tengo la gran suerte de ser amiga de muchos de los grandes divulgadores científicos de este país. Siempre que puedo intento ayudar al máximo y divulgar. Afortunadamente cada vez hay más interés por la divulgación por parte del público, como yo, que no hemos estudiado carreras de ciencias pero que sentimos cada vez más interés por la ciencia. Llevo una temporada que cuando me piden dar alguna charla en congresos de ciencias sobre, por ejemplo, los límites del humor: acudo y los apoyo siempre. He hecho monólogos clausurando congresos, charlas divulgativas humorísticas, por ejemplo en Granada, hice mi primera charla científica como divulgadora sobre Criminología. Bueno, aunque sean Ciencias sociales, que parece que no sean tan ciencias, que son las «casi ciencias» de la universidad.
Suena muy Sheldon Cooper lo que estás diciendo.
Sí, me temo que sí. El caso es que la divulgación me parece muy necesaria sobre todo ante los casos que se dan de fraudes por el uso de seudoterapias. Precisamente hace poco un amigo mío, que es profesor en un instituto, me contaba el caso de una madre que acudió a él porque quería dar una charla en el centro sobre el peligro del wifi. Y la mujer fue a pedirle que le dejara dar la charla: ¡¡¡fumando!!! Pero «¡¡Si la que está poniendo en peligro a tus hijos fumando en tu casa eres tú!!!». Eso sí que está demostrado que daña a los niños y no el wifi. Por eso es tan importante la divulgación de la ciencia: que la gente aprenda a distinguir la fiabilidad de los estudios que aparecen en los medios.
De este modo abrió un hilo Raquel en Twitter para denunciar la falta de apoyos por parte de algunas administraciones para los niños afectados por Trastornos del Espectro Autista. El humor como terapia, el humor como denuncia y el humor como una puerta abierta al debate.
Y por último, por mucho que nos duela, y te quisiéramos de vuelta en la profesión: no queremos perderte como humorista y lo que venga. Pero por si acaso algún día vuelves al mundo bibliotecario de manera profesional: ¿en qué te gustaría que se hubieran convertido las bibliotecas? ¿qué sacudida les darías para que realmente sigan siendo relevantes en el siglo XXI?
No solo creo que las bibliotecas tienen futuro sino que creo que, si tienen la vista puesta en las nuevas tecnologías, van a tener más importancia que nunca. Antes las bibliotecas eran sitios donde sacabas libros y estudiabas, luego poco a poco, fueron añadiendo nuevos servicios. Hoy día encontrar información en Google es muy sencillo; lo difícil es saber diferenciar lo que es realidad de lo que es ficción. Creo que las bibliotecas deberían especializarse en esa dirección, que den un servicio para saber diferenciar cuál es la información buena de la mala, también sería necesario asesorar a los estudiantes en cuáles son las fuentes fiables y cuáles no. Especializarse en ayudar al usuario para encontrar información de calidad.
Y luego las bibliotecas deben organizar muchas actividades: ciclos de cine, clubes de lectura, videojuegos, juegos de rol, etc… Internet está aislando a la gente fisicamente, y por eso, se necesitan sitios públicos que les sirvan para reunirse e interactuar entre ellos. Se necesitan espacios para la reunión, para juntarse alrededor de la cultura. Por eso creo que las bibliotecas sí que tienen futuro, son incluso más necesarias que nunca. Y es muy probable que surjan nuevas utilidades para las bibliotecas que ahora mismo no somos ni capaces de imaginar. ¿Quién te iba a decir a ti que las bibliotecas iban a tener espacios para hacer experimentos?
Pues no podías termina mejor la entrevista. Veo que no hay manera de que hagas algo de sangre con las bibliotecas.
No, no, para nada. Las bibliotecas me han dado algunos de los mejores años de mi vida y no descarto volver algún día. Pero hay aspectos que lo ponen difícil. Volver a lo que ganaba en la biblioteca frente a lo que gano como humorista, por un lado; pero sobre todo el horario. Mi plaza es de tarde y como soy la que menos puntos tiene lo tendría muy difícil para cambiar al horario de mañana.
No, mejor sigue de cómica. Bibliotecarias hay muchas, pero humoristas con perfil bibliotecario, no tantas.
Hombre, yo lo espero. Espero seguir de cómica, pero eso sí, sin perder de vista nunca a las bibliotecas.
Raquel en el programa de divulgación científica de TVE Órbita Laika.
Cuarta entrega deMujeres que nos gustaría como bibliotecariascon Constanza Mas.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
Hasta donde sabemos la CDU (Clasificación Decimal Universal), con la que se organiza el conocimiento en las bibliotecas, fue resultado de la adaptación que Paul Otlet y Henri La Fontaine hicieron de la clasificación que el estadounidense Melvil Dewey creó en 1876. En ese trasvase Estados Unidos-Europa no se consigna ninguna influencia nipona, y en cambio, la ausencia del número 4 en la adaptación europea: cobra todo el sentido desde un punto de vista japonés.
En Japón y China se evita el número 4 porque su pronunciación es idéntica a la de muerte aunque se escriban con caracteres distintos. En el caso de la CDU, como se preocupan de advertir, esta ausencia se debe a que dicho número está vacante en espera de que surja algún conocimiento de tal envergadura que merezca el honor de ocupar tal número. Pero si tras la revolución que ha propiciado la informática y las nuevas tecnologías (encajadas en el 004) sigue deshabitado: ¿qué asunto tendrá tal envergadura como para ocuparlo algún día? Se admiten apuestas. Mientras tanto la ausencia del 4 sigue en mitad de las estanterías de millones de bibliotecas como un Triángulo de las Bermudas bibliotecario.
Botones de un ascensor en Japón excluyendo el número 4. En el blog ‘Un español en Japón’ lo explican con todo detalle.
Hasta el gran John Huston, en uno de sus trabajos mercenarios para financiar sus proyectos personales, participó en una película sobre el famoso Triángulo.
Nosotros aventuramos una teoría (conspiranoica como no podía ser de otro modo) mientras Iker Jiménez se decide a hacer un especial sobre el tema: en el número de la CDU 4 está el futuro de las bibliotecas. Un futuro, que como el del resto del mundo que conocemos, solo podemos fiar a lo hipotético.
El Triángulo de las Bermudas (el verdadero: aunque esto suene a oxímoron) ha perdido toda la fuerza como relato de misterio en la actualidad. Y es una pena porque la verdad es que daba mucho juego. Tal vez sea que ahora hay Triángulos de las Bermudas por todas partes, es decir, sucesos a los que, pese a conocer su origen, cuesta mucho encontrarles una explicación racional. En muchos casos están en las redes sociales, otras veces, en los medios que no son más que un espejo de aquellas, y en lo que es más preocupante: en la política.
Peroen que el mito del Triángulo diabólico en medio del Atlántico se desmoronase: tuvo gran parte de culpa (por no decir toda) un bibliotecario.
A Charles Berlitz, el escritor del best seller de 1974: The Bermuda Triangle, nuestro héroe bibliotecario le truncó el que pudiera seguir explotando el misterio. Pese a ello el éxito de su novela hizo explotar la moda del Triángulo de las Bermudas.
La vida de Lawrence David Kusche está esperando que algún cineasta la convierta en película. Tiene elementos para saltar de género en género atrayendo un amplio espectro de público: teorías paranoicas, misterios supuestamente irresolubles, ufología, puertas a otras dimensiones y conexión directa con el presente gracias al boom de las fake news (de acuerdo, es un innecesario anglicismo, pero es que en este caso da un aire setentero que queda muy propio).
¿Con un potencial así y siguen tirando de los superhéroes? Es poner a un Ryan Gosling interpretando a este piloto comercial, instructor de vuelo, ensayista y bibliotecario: que lo mismo te escribía un estudio sobre el citado Triángulo para desmentirlo: que un recetario sobre mil maneras de hacer palomitas de maíz: y ya tendrían para una trilogía por lo menos.
Hace dos años, en Posverdades bibliotecarias, ya planteábamos lo que bibliotecas y bibliotecarios podrían hacer en la lucha contra las noticias falsas. El fenómeno, en vez de aplacarse, arrecia. Por lo que aunque, en ocasiones, se dude de la capacidad del gremio para combatir una práctica tan peligrosa, si nos remontamos al caso de Kusche: ya tenemos un referente.
Allá por los 70, mientras era bibliotecario en su ciudad natal, intrigado por la gran avalancha de jóvenes que solicitan libros sobre el tema, se decidió a investigar por su cuenta. Resultado de sus indagaciones fue su libro The Triangle Mistery solved (El Triángulo de las Bermudas resuelto); y más tarde, su ensayo sobre el caso concreto de un escuadrón de aviones militares desaparecidos en 1945: The Disappearance of Flight 19, que termino de dar el tiro de gracia al mito.
Pero que, a continuación, en 1977, escribiera Larry Kusche’s Popcorn Cookery(El recetario de Larry Kusche para palomitas de maíz): lo convierte en el icono pop bibliotecario por excelencia, en un hito de lo #bibliobizarro, en un visionario de lo que debe ser un profesional de la cultura en la actualidad. ¿A qué está esperando la ALA para rendirle un homenaje en condiciones?
Todos los datos e imágenes sobre Larry Kusche están sacados de la red y, por supuesto, de la Wikipedia. La muñeca matrioshka de Internet se abre y se abre para indagar a este ilustre profesional de las bibliotecas, y en la última, en la más pequeña: surge el misterio de nuevo. Resulta cuando menos sospechoso que hayan tan pocas fotografías de Larry Kusche: y ninguna referencia desde los años 70. De hecho si comparamos la foto en la que aparece de joven con el uniforme de piloto con las fotos con atuendo y estilismo propio de la época disco: una, con semblante serio de investigador, y otra, risueño con un cuenco de palomitas en la mano: un nuevo misterio está listo para ser alimentado hasta convertirse en verdad a base de repetirlo.
¿Existió (o existe) realmente Kusche? ¿y en caso de que exista: es el autor de libros sobre el Triángulo de las Bermudas y sobre recetas de palomitas de maíz? Popcornology lo llaman en un texto publicitario de la época: la ciencia de las palomitas de maíz. Popcornology + Ufology: combinación ganadora siempre.
La duda nos ha hecho despertar esa vena referencista que tan acusada tenía Kusche y el Departamento Para la Investigación Escéptica de Infobibliotecas (según Wikipedia: Kusche pasó a formar parte de un comité con ese nombre tras publicar sus libros) inició una investigación acudiendo a la fuente de las fuentes: el catálogo de la Library of Congress.
‘Skeptical Inquirer’: la revista que publica el Comité para la Investigación Escéptica (CSI), anteriormente conocido como el Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones de lo Paranormal.
El Comité para la Investigación Escéptica lanzó en 2003 la revista ‘Pensar’ para combatir las pseudociencias también en castellano.
En dicho catálogo aparecen encabezados por Larry Kusche los libros sobre el Triángulo de las bermudas; el de recetas de palomitas; y descubrimos uno nuevo bajo el título de: Da forma a tus caderas y muslos.
¿Tras desmontar las patrañas de las Bermudas, el piloto y bibliotecario Kusche, escribió sobre recetas de palomitas y sobre ejercicios para moldear caderas y muslos? Tiene su lógica: conseguir reducir unas cuantas tallas en ocasiones se convierte en un verdadero misterio (y más después de las Navidades) y aún más si sumamos una afición desmedida por las palomitas de maíz.
Para resolver el misterio recurrimos al catálogo bibliotecario que debería ser el más fiable de todos, el más unívoco, el summum de la desambiguación: el catálogo de autoridades de la Library of Congress. Y una vez más, los aguafiestas bibliotecarios, nos estropean la diversión: aparecen dos encabezamientos como Larry Kusche. Uno como Larry David Kusche, y otro, con la autoridad autor-titulo de Larry Kusche. Larry Kusche’s Popcorn cookery. El misterio parece estar resuelto. No se trata de la misma persona y la Wikipedia, una vez más, queda en entredicho por culpa del gremio bibliotecario.
Pero, no se vayan todavía, aún hay más. Al intentar acceder a las autoridades en cuestión en la Library of Congress para comprobar que se trata de dos personas distintas nos salta el mensaje de que no se puede acceder a ninguna de las autoridades que aparecen en el listado y el formato de la página se altera…
Por Dewey, Otlet y Ranganathan que no estamos mintiendo, ni exagerando un poco. No se trata de un metapost, no estamos jugando a ser Orson Welles en la radio, no queremos enturbiar el prestigio bibliotecario recurriendo a burdas simjlaciones de intrigas baratas. Pero e.El post tiene que terminar aquí¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨ lo sentimos pero el equipo desde el que se está escribiendo ha empezado a hacer cosas extrañas y no somos capaces de detectar cual es la causa. Prometemos seguir informando de las pesquisasquesobre este asunto y oooootros coªnsigaªmos localazar en próxXXimas entregas &#^^__ jpperdón el ttteclado no 60==¡¡@@@ rasponde comondº deberrrríaaa
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com
Titular con una frase infantil un post relaja mucho. Nadie puede albergar grandes expectativas visto el arranque. Pero es que después de lo intenso que se pone el discurso cuando de celebrar el Día del Libro se trata: se agradece recurrir a la tontería
Este es el post postDíadelLibro2018 y como todos los años estamos de resaca. Resacosos de citas de escritores famosos, de recomendaciones de libros, de imágenes idealizadas de lectores y libros, de frases entrecomilladas sobre las bondades de la lectura, de mil y una noticias y especiales en todos los medios celebrando al libro y a la lectura. Y ¿hoy qué?, ¿se habrá incrementado el número de lectores por ello?, ¿se cerrarán menos librerías? , ¿se apuntará más gente a las bibliotecas?
Que no, que no, que no estamos en la última fase de la borrachera, y después del subidón, subidón, nos hemos instalado en el muermo. Que no estamos patéticamente llorosos, proclamando que queremos mucho a la cultura, que la lectura es maravillosa, que los libros son maravillosos, que el muuuuuundooooo es maravilloso. Que no, que no vamos de descreídos, todo lo contrario. El que exista un Día Internacional del Libro está muy bien.
Como mínimo las librerías habrán aumentado sus ventas y las bibliotecas han podido programar actividades para deleite de sus usuarios. Pero es que para promocionar la lectura no queremos un día, queremos todos los días del año. A veces esto de los Días Internacionales de…. es como los propósitos de año nuevo: lavan la conciencia a base de buenos propósitos y después se olvidan con la misma facilidad que se formularon.
En las bibliotecas el Día del Libro son 365 (porque ahora ya ni los festivos se salvan teniendo plataformas de lectura digital o contenidos audiovisuales a la carta), y no estaría mal que si de verdad se quiere fomentar la lectura, se apostase por las mayores redes de circulación y fomento de la lectura que son las bibliotecas. Pero en pleno día de resaca, no es cuestión de ponernos intensos, por eso hemos recurrido a algo liviano para engalanar el post: a algunas de las viñetas del delicioso cómic Los libros en The New Yorker.
Tal y como demuestran las jocosas viñetas que durante años ha ido publicando el prestigioso medio neoyorquino: el libro, en sus diversas formas, ha sido la piedra angular sobre la que ha girado la cultura desde que se inventó la escritura.
Los libros han sido la fuente predominante, y única hasta no hace tanto, para indagar en el ser humano. Pero eso siempre ha requerido de tiempo, perseverancia y entrenamiento. Ahora los únicos entrenamientos aceptados voluntariamente son los que imponen los monitores de gimnasio. Si los tiempos no se avienen al esfuerzo necesario para asimilar las páginas de un libro, en lugar de leer libros habrá que leer las mentes, directamente, sin intermediarios, ni filtros. Algo que la noticia postDíadelLibro de que España es el tercer país de la UE que menos gasta en la lectura: solo viene a refrendar. Tanto reality y programa del corazón tenían que dar sus frutos tarde o temprano: leer las mentes ya que no los libros.
El sueño de todo publicista, empresario, político y de cualquiera (padres, hijos, pareja) que aspire a manipularnos para bien o para mal.
El primer paso ya lo está dando la tecnología. Hace unos días saltaba la noticia de que el más puntero de los institutos tecnológicos del mundo, el de Massachusetts (MIT) ha creado un casco capaz de leer los pensamientos con el nombre de Alter ego. El casco, compuesto de electrodos, detecta las señales neuromusculares que intervienen en la comunicación hablada. De este modo el casco es capaz de interpretar la voz interior: un hábito que, según el artículo de ‘Tendencias 21′ que es donde hemos conocido el invento, es muy común entre los lectores. El soliloquio que constituye nuestra banda sonora interior (efectos sonoros de las tripas aparte) ahora con subtítulos incorporados.
Es una forma pedestre de contarlo porque en realidad lo que hace el casco es transcribirlos en cualquier pantalla o dispositivo con una eficacia del 92%. La noticia tranquiliza por un lado (no puede leer los pensamientos cerrados, es decir los que no están pensados para verbalizarse); e inquieta por otro (la seguridad del dispositivo no está desarrollada por lo que está expuesto al pirateo).
Pensamientos pirateados: un nuevo frente se abre para la legislación que protege los derechos de autor. Aunque antes de legislar habrá que comprobar si los pensamientos pirateados merecen protección. En cualquier caso, cual mantra, ante la posibilidad de intrusismo mental habrá que repetirse continuamente ‘tonto el que lo lea’ como quien coloca un cartel falso de protección con alarma en la fachada de su domicilio.
Los sensores desarrollados por el MIT para detectar la actividad neuromuscular y así transmitir los pensamientos.
El relato de Philip K. Dick en que se basó la película de Spielberg.
Quizás porque todo sea cada vez más complejo: el pensamiento se está haciendo tan simple que leer las mentes no va a exigir de tecnologías demasiado sofisticadas. La Inteligencia Artificial en pos de la complejidad humana, y los humanos en pos de la simpleza binaria de lo digital. Era inevitable con tanto SMS, whatssap, emojis y memes. Nos gustaría pensar que más que una involución se trata de un paso intermedio hacia la telepatía. Una forma superior de comunicación, que si se acompaña de empatía, podría ser la solución definitiva para nuestra especie.
En un artículo publicado en ‘Library Journal’ el profesor universitario estadounidense Michael Stephens repasaba cómo se representaban hace dos años (eso en Internet es mucho tiempo pero en el asunto en cuestión la cosa no parece haber variado mucho) los asuntos referidos a libros, bibliotecas y bibliotecarios en el lenguaje de los emojis. Entonces se lamentaba de que no existiera ningún emoji para representar una biblioteca o a un bibliotecario: y dos años después seguimos igual.
La historia de Miley Cyrus en emojis.
En 2018 Unicode Consortium, que es la organización de publicar nuevos emojis, entre los 157 nuevos monigotes que ha estrenado ha dado cabida a pavos reales, loros, dientes, microbios, rollos de papel higiénico y hasta tiques de la compra. Es cierto que ya existen emojis para libros, lectura, escritura, e incluso algunos emojis de edificios que bien podrían pasar por una biblioteca: pero a ver si para 2019 se crea algún emoji que represente a las bibliotecas/carios inequívocamente. ¿O en realidad no será necesario crear un emoji para representar a la profesión bibliotecaria?
No, no, que no vamos en plan lastimero, todo lo contrario. Revisando los principales emojis que hasta la fecha se han creado para representar las distintas profesiones lo cierto es que prácticamente todos podrían ser bibliotecarios.
En casi todos emojis laborales hay rasgos bibliotecarios. Tal es el perfil de una profesión que, en los últimos tiempos, va acumulando más capas que una milhojas en cuanto a competencias. Todo le viene bien.
Que si la lupa de los detectives; que si la bata de los médicos; que si el gorro de operario o el mono de mecánico cuando se rompe algo, y aburridos de esperar a que vayan a arreglarlo, agarran la caja de herramientas casera; que si los pinceles en los talleres; y por supuesto, el rayo cruzado en la cara a lo Bowie, porque puestos a ser cool pueden ser los más cool; y no incluimos el gorro de los soldados de la guardia real inglesa porque no queremos enrollarnos, pero es más que probable, que encontrásemos alguna semejanza (si estuviéramos preDíadelLibro habríamos dicho que son como la guardia real de la cultura: pero estamos en pantuflas así que mejor nos ahorramos tales cursilerías).
Vida de un bibliotecario en emojis.
Pero mirándolo desde otro prisma: que te conviertan en emoji no resulta nada halagador. Casi cualquier historia de un taquillazo de Hollywood o de muchos best sellers (de los de usar y tirar) se podria resumir en emojis. De ahí que tantos espectadores que buscan relatos adultos se hayan volcado en las series. Después de todo que no te jibaricen el pensamiento, que no te transformen en monigote: es de lo mejor que te puede pasar. Manías de ‘letrasados’ que se empeñan en alcanzar la simplicidad sin incurrir en simplezas.
Y mientras se nos pasa la resaca ponemos algo de música. No muy alta. Róisín Murphy tampoco es fácil de estereotipar. Esta tipa, desde que empezara con Moloko en los 90, se ha empeñado en sacar los pies del tiesto una y otra vez. Daría para mil emojis a cual más estrafalario, y aún así, no alcanzarían a describirla por completo. ¡Bien por ella! Terminar con su vídeo Whatever (Lo que sea) es toda una declaración de principios. Lo que sea antes que previsibles, o dicho de otro modo más acorde con el título del post: antes muertos que sencillos.
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com