Teletrabajo, telebiblioteca

 

El estilo de este blog oscila entre la soflama de un telepredicador a la vehemencia entusiasta de un vendedor de teletienda. Sentencias tipo ‘las bibliotecas están legitimadas, históricamente, para reclamar su condición de pioneras en múltiples campos’: se avienen a ambos estilos según la entonación.

 

Mesa de trabajo para teletrabajo diseñada por Stem de Heatherwick Studio (Reino Unido). Forma parte de un proyecto artístico que retaba a diseñadores de varios países a idear su mesa ideal para trabajar en tiempos de pandemia.

 

Pero en esta ocasión no vamos a forzar la nota. Reclamar el copyright del teletrabajo sería excesivo. Pero lo cierto es que los bibliotecarios llevan décadas allanando, sin saberlo, el sustrato necesario para que el teletrabajo sea una realidad. La digitalización de los fondos, así como las comunidades virtuales y acceso remoto a las aplicaciones necesarias para gestionar los catálogos, plataformas de contenidos en streaming y procesos digitalizados: dan ventaja al gremio a la hora de plantearse el teletrabajo.

Para los profesionales de bibliotecas el teletrabajo, en muchos de los procesos, era una posibilidad desde hace tiempo. Pero, ¿y para las bibliotecas? ¿Puede existir la telebiblioteca? Sí, al menos en formato de obra de teatro.

 

 

The Telelibrary es una obra escrita por el actor Yannick Trapman-O’Brien pensada para representar telefónicamente. Cuando a mediados de marzo la pandemia nos dejó a todos con el paso cambiado, Yannick, dio rienda suelta a su creatividad poniendo en marcha su teatro telefónico personalizado.

El actor simulando una voz robótica propia de un contestador automático guiaba a su interlocutor a través de una serie de opciones. Y de manera gradual, dejaba que la parte humana se fuera desvelando a través de canciones, chistes, historias o conversaciones. El telebibliotecario interpretado por Yannick se nutre de las interacciones a través del teléfono de los que llaman; de manera que la obra siempre está en constante evolución. 

Lo que constató el actor al ir desarrollando su obra telefónica fue la necesidad de contactar, de comunicarnos a través de la imaginación y la creatividad. La telebiblioteca de Yannick podría verse como un equivalente de la Biblioteca de las personas de las que tanto se ha hablado en el mundo bibliotecario. Pero ¿es compatible perserverar en ese concepto de «Biblioteca de las personas» cuando, al tiempo, se promueve el trabajo a distancia?

 

 

En un reciente artículo de ‘El País’ se hablaba de la inesperada nostalgia de la oficina. Psicológicamente el teletrabajo pasa factura. El estereotipo de lo bibliotecario ha proyectado una imagen secular de aislacionismo; de recogimiento y hasta cierto punto, misantropía. Pero esa imagen a día de hoy no se sostiene ni en un remake de El nombre de la rosa. La biblioteca (al menos la biblioteca preCovid-19) será social o no será. ¿Y se puede ser social en la distancia?

Hay tareas bibliotecarias que se avienen a la perfeccion al teletrabajo:

  • la catalogación, clasificación e indización de los documentos modernos se puede desarrollar perfectamente mediante teletrabajo si se tienen los datos básicos de la obra a dar de alta en el sistema
  • la adquisición de fondos y gestión administrativa, en general. Y si se trata de agregar contenidos digitales a las plataformas digitales con más motivo todavía
  • la gestión de redes sociales y demás canales de comunicación de las bibliotecas con sus comunidades.
  • la labor prescriptora que se puede concretar en diversas publicaciones digitales
  • las actividades culturales adaptadas al medio digital

Todas ellas son tareas susceptibles de teletrabajo en una biblioteca. Pero quedan algunas de las más relevantes fuera de esta modalidad.

Últimamente los tiempos no dan tregua. La crisis del 2008 vino a banderillear el empuje de las bibliotecas, mermando recursos y plantillas: justo cuando se enfrentaban al incierto horizonte de lo digital. Esta nueva crisis pandémica ataca justo a otra línea de futuro que las bibliotecas se habían marcado en su hoja de ruta: la de su reinvención como centros sociales y ciudadanos. El teletrabajo no concuerda con la cercanía, la proximidad, la socialización y la vida cultural offline.

 

El escritor Miguel Ángel Hernández ha convertido sus siestas en objetos literarios. En su ensayo «El don de la siesta» escribe: «existe el peligro de que el teletrabajo introduzca definitivamente los ritmos de la oficina y la pulsión productiva en el ámbito doméstico, y eso desbarate del todo nuestra intimidad, convirtiendo el tiempo que teníamos para nosotros en tiempo para los otros”. Fotografía de Enrique Martínez Bueso.

 

Consuela, y no poco, el que los CEOs de algunas de las empresas más importantes sean reacios a un futuro único de teletrabajo para todos. Tanto los máximos responsables de Google, Microsoft como Netflix abogan por un escenario mixto en el que no se renuncie al trabajo presencial en ningún caso. De hecho, Reed Hastings, el CEO de Netflix no ve aspectos positivos al teletrabajo al escamotear algo tan básico en los equipos de trabajo: como es el compartir espacios físicos e interactuar personalmente. Lo ve como una merma para la creatividad.

No deja de resultar lógico que sean los jefes supremos de las redes sociales los que, en cambio, opten de manera absoluta por el teletrabajo. Tanto Facebook como Twitter apuestan por el trabajo remoto y la deslocalización. Plataformas pensadas, se supone, para socializar que se organizan para dispersar a sus trabajadores.

Como declaraba en una entrevista, Pirjo Kiefer, jefa de diseño de la empresa suiza Vitra, especializada en mobiliario de diseño para oficinas, viviendas y espacios públicos:

«La oficina se convertirá en una plataforma mucho más social. labores que exijan concentración individual o las tareas administrativas se realizarán principalmente en casa. La oficina será clave para facilitar reuniones […] Es como los museos, clubes, iglesias o restaurantes: la gente quiere ir a esos sitios para sentirse parte de un cierto grupo.»

A la diseñadora se le olvidó mencionar a las bibliotecas en esta última frase. Pero aquí estamos nosotros para incluirlas. 

 

Modelos de mobiliario de la marca noruega Buzzihub.

 

Cuando esto pase. Porque pasará. Habrá que aprovechar el ansia de reunión-celebración-comunicación interpersonal que surgirá como un tsunami. Las bibliotecas deben prepararse para capitalizar ese deseo, esa necesidad. Prosiguiendo con las declaraciones de Kiefer a cuenta de las oficinas; vaticina que habrá menos escritorios y sillas y más espacios para reunirse. Y otro tanto debería pasar en las bibliotecas: menos mesas y sillas para el estudio y más sillones y espacios amables para la lectura y las interacciones sociales.

¿Tendrá el trauma poscovid un efecto positivo para redefinir a las bibliotecas como centros culturales y sociales? La escritora Elvira Lindo reflexionaba a cuenta del teletrabajo y lo definía como: «una invasión de la vida íntima […] una maligna proliferación de trabajadores burbuja que eliminan de sus vidas el aspecto social y el reivindicativo […] un batallón de hormigas solitarias.» Tal vez estemos ante una oportunidad de conseguir que, por fin, la biblioteca sea un hormiguero, lleno de vida y ebullicion; pero sin distinciones entre obreras, soldados y reinas. 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas surfeando en medio de la tormenta

 

En su famoso ensayo La tercera ola (1980) el sociólogo y futurólogo Alvin Toffler vaticinó:

“Un analfabeto será aquel que no sepa dónde ir a buscar la información que requiere en un momento dado para resolver una problemática concreta».

 

Biblioteca al aire libre en una playa australiana.

 

La que Toffler definió como la tercera ola es la revolución en la que estamos inmersos desde que a mediados de los 90 surgiera Internet. Pero, cuarenta años después de la publicación de su ensayo, la ola que nos arrasa es la segunda de una pandemia.

El poder antipatorio de Toffler no alcanzó, ni tenía porqué, al efecto de aceleración que podría ocasionar una pandemia global para que la ola tecnológica se dejara caer con más fuerza. El autor, también del ensayo El shock del futuro, situó acertadamente su tercera revolución   en la tecnología. Pero tampoco se olvidó del factor humano:

«La sociedad necesita personas que se ocupen de los ancianos y que sepan cómo ser compasivos y honestos. La sociedad necesita gente que trabaje en los hospitales. La sociedad necesita todo tipo de habilidades que no son sólo cognitivas, son emocionales, son afectivas. No podemos montar la sociedad sobre datos».

 

Estas palabras  resuenan si cabe aún más oportunas en este 2020 que los aciertos que supo adelantar sobre la sociedad de la información. No podemos montar la sociedad sobre datos. Pero estamos rodeados de datos. Datos sobre contagios, muertes y hospitalizaciones. Pero para algunos lo más estresante es quedarse sin datos en el móvil para poder enviar whatssapps y planear quedadas o consultar el Instagram.

Estamos sobre la segunda ola del Covid-19 y sobre la tercera ola de la revolución global. Y como dijo el mítico surfero Gerry Lopez: «surfear es bailar con las olas«. Así que no nos queda otra que bailar aunque sea con la más fea. La amenaza de nuevos confinamientos pende sobre nuestras vidas con su efecto paralizante.

 

La inquietante distopía futurista de Miguel Ángel Martín, en formato de novela gráfica, inspirada en Alvin Toffler.

 

Mientras, esos ancianos de los que hablaba Toffler precisan de más compasión y honestidad que nunca: el derecho (porque así lo reclaman) a la diversión de otros no entiende de solidaridad, ni civismo. Eso ha derivado en una estigmatización del ocio nocturno que amenaza con la ruina del sector. En este blog somos muy dados a glosar las virtudes de las bibliotecas y su potencial aún por explotar. Pero ni siquiera aquí tendríamos la osadía de presentar a las bibliotecas como alternativas a ese tipo de ocio (¡ejem!).

Si bien es cierto, que con fines diferentes al simple hedonismo, las bibliotecas han adaptado algunas de las propuestas que se pueden encontrar dentro de ese ocio nocturno. Según explicaba el lingüista aficionado Saul H. Rosenthal en su libro Todo el francés que usas sin saberlo: las palabras biblioteca, discoteca y disco (en este orden evolutivo) establecieron un auténtico baile desde su origen francés. En su peregrinar llegaron a colarse en el inglés y derivaron en el, globlamente aceptado, término de Disco para referirse a los hábitats naturales de los Travoltas de turno.

 

Discoteca silenciosa celebrada en el biblioteca de la Universidad de California.

 

Pues bien, poco antes de la pandemia, las Silent Disco en bibliotecas conocieron una revitalización a cuenta del censo electoral en los Estados Unidos. Fue exactamente en la Biblioteca Pública de Chattanooga en Tennessee. A raíz del programa de subvenciones de la ALA para impulsar los esfuerzos de divulgación del censo: las bibliotecas beneficiarias tenían que poner en práctica distintos proyectos. La de Chattanooga (con ese nombre venía rodado) optó por las fiestas de baile silenciosas en la biblioteca. Usuarios que bailan con los cascos puestos al ritmo de las melodías que escucha cada uno.

Con menos, la coreógrafa Blanca Li, te monta un ballet de lo más vanguardista. Y es que estas fiestas silenciosas en bibliotecas, vistas desde fuera, dan pie a interpretaciones de lo más variado. ¿Metáfora llevada al extremo del aislacionismo al que nos podían abocar las nuevas tecnologías según las visiones de Toffler? ¿Representación en movimiento del consumo cultural fragmentado al que nos hemos habituado?  En cualquier caso, siempre que se añadan mascarillas y se cumplan la distancia de seguridad: las Silent Discos son una alternativa en estos tiempos de escasez.

 

 

Esperamos que los bibliotecarios de Chattanooga pudieran difundir la suficiente información sobre el censo (tan importante para las elecciones) entre los ensimismados danzarines. El agónico recuento podría ser una muestra de que los bailes se han terminado concretando en votos.

Otra opción de ocio nocturno, o al menos vespertino, son las escape room. Unos locales que han proliferado en los últimos tiempos en muchas ciudades. Las características en sí de este tipo de locales casan mal con las medidas de seguridad exigidas por la situación de emergencia sanitaria. Los escape room suelen representarse en espacios reducidos; en muchas ocasiones, laberínticos. Algo que no se aviene con la necesaria distancia de seguridad y la contención de aerosoles cuando se vive una trepidante aventura contrarreloj en grupo. Una pequeña ayuda para su supervivencia puede provenir de su alianza con las bibliotecas.

 

 

El entrañable (por su querencia a las entrañas) André de Lorde.

En la Biblioteca Regional de Murcia, con motivo de Halloween 2020, se organizó el segundo escape room en streaming aprovechando las instalaciones de la biblioteca.

La empresa local Mystery Motel Murcia en colaboración con el equipo del centro dieron forma a la aventura. Un cóctel de referencias literarias, cinematográficas con homenaje incluido al bibliotecario más sangriento: el gran André de Lorde (1871-1942). Las salas, depósitos, sótanos y espacios del centro sirvieron de laberinto para la humorista Raquel Sastre que, a través un directo de Instagram, seguía las indicaciones que le daban los seguidores (o no) de la biblioteca para ayudarla a escapar.

Obviamente, ni las discotecas, ni los locales de escape room pueden sobrevivir a esta situación por su simple alianza con las bibliotecas. Pero en estas circunstancias cualquier sinergia, cualquier alternativa, es una ayuda.

 

 

Surfear las sucesivas olas de la pandemia proyectando la biblioteca como centro de ocio digital gracias a las redes. Pero, tal vez, la limitación que más frustración provoca es la de no poder mitigar, con más determinación, la brecha digital que los cierres forzosos de bibliotecas están ahondando. En las bibliotecas del condado estadounidense de Orange han lanzado un programa para ayudar a solventar, en la medida de lo posible, esta situación.

 

Las OC Public Libraries han lanzado un programa de wifi sobre ruedas para atender a las barriadas y sectores de la población más desfavorecidos. Se trata de remolques con antenas que permiten la conexión wifi y se ubican en determinadas zonas dando acceso a unos 150 vecinos en un radio de cerca de 300 metros. Esta iniciativa ha proliferado no solo en el ámbito bibliotecario. Incluso empresas de transporte escolar han puesto en marcha este servicio.

 

«Wifi on wheels» (Wifi sobre ruedas) de la empresa de transporte escolar JFK Transportation en Santa Ana, al sur de Los Ángeles.

 

Según detalla la noticia del ‘Daily Pilot’ no se necesita mucho más que un pequeño router y una antena en el techo. En nuestro país hay 80 bibliobuses en diez comunidades autónomas: ¿resultaría muy costoso añadir este wifi sobre ruedas para dar conexión a Internet, en poblaciones o barrios desfavorecidos, durante determinadas horas del día? Estableciendo un horario fijo se lograría que, al menos los estudiantes, pudieran disponer de conexión para llevar a cabo sus trabajos escolares. Eso por no hablar de otro tipo de recursos que las administraciones podrían habilitar para facilitar este servicio a través de las redes de bibliotecas.

En definitiva, ideas, proyectos, iniciativas y experimentos (con gaseosa) con los que intentar afrontar un momento lleno de incertidumbres. Todos surfeamos como podemos esta situación, estableciendo alianzas nuevas o reforzando las existentes. Maneras de guardar el equilibrio mientras nos preparamos para salvar la próxima ola. Como escribió Virginia Woolf en su novela Las olas: «serán como las olas del mar sobre el cual flotaré».

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Formatos emergentes para bibliotecas convalecientes

Nos hayamos visto directamente afectados o no (esperemos que no) por el COVID-19: todos estamos convalecientes. Informativa, económica o políticamente: nadie quedará ajeno a la pandemia. Las bibliotecas tampoco.

 

Thomas Mann inició su novela ‘La montaña mágica’ a raíz de un ingreso de su esposa  en el Sanatorio Wald de Davos.

 

Aunque vivamos en una precaria nueva normalidad y las bibliotecas hayan vuelto a reiniciar sus servicios: es imposible prever hasta qué punto alterará, esta emergencia sanitaria y sus secuelas, al mundo bibliotecario. Una de las pocas certezas que se repiten, aplicadas o no a bibliotecas: es la intensificación de la vida digital.

Pese a que se permitan actividades culturales lo cierto es que la prudencia, y los meses de estío, siempre más áridos para programaciones culturales en espacios cerrados: condicionan esa idea de biblioteca como centro cultural. Esa casa de la cultura con la que nos prometíamos una alternativa feliz, presencial y socialmente humana al discurso único de lo digital. Tal como le pasa al mundo de los espectáculos en vivo. Y es que hace tiempo que las bibliotecas forman parte de la farándula.

 

Festival de música de la BRMU a partir de una selección de conciertos disponibles en la plataforma eFilm.

 

Los festivales de música, cines, teatros, y demás espacios de cultura en vivo temen las pérdidas económicas: pero no la absoluta extinción. Su público volverá cuando sea posible. Los espacios físicos de las bibliotecas como espacios para la cultura en directo, en cambio: despiertan más incertidumbres. ¿Y si se pierde todo lo conseguido hasta el momento? Aquí, como en todo, depende de las características de cada biblioteca.

En esta situación cada espacio al aire libre se cotiza al alza. Si a las medidas de distanciamiento implantadas sumamos la posibilidad de habilitar terrazas, patios u otros espacios adyancentes del edificio de la biblioteca para convocar al público: mejor que mejor. Si los bares han conseguido permiso para ocupar más espacio urbano y poder sostener sus negocios: ¿por qué las bibliotecas no va a hacer lo mismo?

Aunque sea por soñar: vamos a darnos un breve paseo por algunas bibliotecas afortunadas que cuentan con esas terrazas o espacios:

 

Terraza de la Oodi Library de Helsinki. La foto, suponemos, sería previa a la pandemia. Imaginar esa terraza, sin un toldo, en una biblioteca del sur de España resultaría disuasorio.

Terraza de la biblioteca de la universidad de Carolina del Norte.

Terraza de la biblioteca del condado Fallbrook Branch en San Diego.

Un lujo al alcance pocos:  la terraza de Yandiola en el centro cultural-deportivo de la Alhóndiga de Bilbao.

Jardín de la biblioteca pública de Torre Pacheco (Murcia).

 

Pero lo dicho, no deja de ser un sueño, pocas bibliotecas públicas pueden permitirse espacios tan idílicos.

Por eso, se hace inevitable, que para no perder la ligazón con los usuarios las bibliotecas se vuelquen en lo digital. La competencia es feroz y las bibliotecas, aunque cuenten con el cariño de su público, cual folclóricas antiguas, no son ídolos de masas del mundo digital. Pero ya se sabe: el que resiste gana. Y ésta es una carrera de fondo.

Emerging Formats (Formatos emergentes) con este sugestivo título la British Library define a aquellos formatos que, según la legislación de depósito legal, ha de reunir y conservar la institución. Unos formatos que, por estructura y contenido, suponen un mayor desafío de cara a su tratamiento y custodia.

Dentro de esos formatos emergentes se sitúan los videojuegos. Y la British Library predica con el ejemplo. Con aire retro ochentero ha lanzado un divertido videojuego que toma a la biblioteca como escenario. Si no puedes recorrerla libre de restricciones de manera presencial: que puedas patearla a través de la pantalla.

 

 

El British Library Simulator es un mini juego creado con el motor de juego Bitsy. Una exaltación del píxel que despertará la vena nostálgica de más de un gamer de los ochenta (de cuando no se sabía que era eso de un gamer). La sede de la Biblioteca en St Pancras es el escenario por el que se mueven los toscos, y por eso simpáticos, monigotes y objetos del videojuego. En su recorrido, dirigido con las teclas de flecha del teclado, se van descubriendo los diferentes proyectos digitales que tiene en marcha la Biblioteca.

En definitiva, bibliotecarios ingeniándoselas, una vez más, para que la distancia no sea el olvido.

 

La Biblioteca Pública de Wilton (Connecticut) está en plena celebración de sus 125 años de vida. No sabemos si será por ese motivo, o porque es así de hiperactiva, ha lanzado su programación de actividades culturales para el verano: y resulta abrumadora. Los retos de lectura, las clases de costura, pintura, manualidades, clubes de lectura, cinefórums, cuentacuentos, charlas, talleres de dibujo, de escritura, animales vivos del zoo, makerspaces, etc…

Y en ese continuo estrujar de meninges una palabra se repite en los diversos eventos programados: zoom. El efecto post pandemia del auge de las apps como Zoom Vídeo, Pexip, Google Meet, etc…Pero sobre todo de Zoom.

 

 

Zum, según la RAE, es el efecto de acercar y alejar la imagen. Una buena definición de lo que pretendemos en este blog cada semana. Modificar los ángulos de visión a ver si conseguimos atisbar un poco mejor el panorama. En este confinamiento todas las generaciones se han familiarizado con las pantallas partidas. Para los mayores del lugar (y para Tarantino) el recuerdo del cine de los 60 y 70 se hacía inevitable.

Pero si se habla de zoom, con permiso de Cachitos de hierro y cromo, un recuerdo para el glorioso ballet Zoom y a Valerio Lazarov. Platillos volantes se llamaba esta coreografía no apta para epilépticos. Justo de lo que habla este post: de formatos futuristas y de colonizar el espacio exterior (de las bibliotecas).

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Unboxing bibliotecario

 

Desempaquetar, desembalar, desenvolver…¿realmente era necesario utilizar un anglicismo para titular este post? ¿No hay suficientes palabras en castellano para describir el hecho de abrir una caja o envoltorio? Obviamente las hay. Pero la mayoría de vídeos de Youtube que han popularizado el término tienen tan poco fuste que mantener el anglicismo se convierte en una venganza.

El castellano para lo respetable; el inglés para las chorradas. Clasismo lingüístico comme il faut.

 

Los orígenes del unboxing según cuentan se remontan a 2006 y nació con el desempaquetado de productos tecnológicos. Una metáfora impecable. La rudimentaria, arcaica, pero, todavía imprescindible caja de cartón: siendo destripada para dar a luz alguna maravilla de la tecnología. A partir de ahí, el unboxing se ha intensificado hasta acumular likes y visionados por millones.

Youtubers e influencers desempaquetan de manera compulsiva frente a las cámaras. A falta de rituales, en ausencia de ceremonias: los sacerdotes de nuestro tiempo ofrecen liturgias de desempaquetado. Igual que Áaron y sus hijos sacrificaban carneros ante Yavé en el Antiguo Testamento. Mientras, el dios Amazon sonríe complacido por la obediencia de sus fieles. ¿Se nos fue la mano en la comparativa? En lo literario puede ser, en el trasfondo, ni un poco.

 

La sonrisa de las cajas de Amazon y la sonrisa del Joker: ¿parecidos razonables?

 

Si el unboxing remite a algo es a otro rito asociado a una festividad de orígenes religiosos: los Reyes Magos. Esta moda lo que explota es la sensación de expectación y alegría al abrir los regalos junto al árbol navideño. Nos infantiliza y gratifica de inmediato. Y ese potencial no tiene porqué desperdiciarse desde un punto de vista del marketing bibliotecario.

Algunas bibliotecas acumulan ya experiencia en esto de explotar el efecto sorpresa o la emoción de enfrentarse a lo desconocido con total confianza. Ya en 2012, en la biblioteca pública de Seattle (Washington) pusieron en marcha las bolsas secretas diseminadas por sus estanterías.

Más adelante, llegaron las mochilas con contenidos secretos dirigidas a público infantil adaptadas por varias bibliotecas españolas. Y esta semana: más de una volverá a proponer citas ciegas con la biblioteca con motivo de San Valentín.

 

 

Pero si hablamos de unboxing, en sentido estricto, la última variante al respecto nos llega desde Francia. En la red de mediatecas de Pau, la capital francesa del Departamento de los Pirineos Atlánticos, llevan un tiempo ofreciendo el servicio de cajas literarias (Bouqu’in Box). Un paso más allá en la necesaria labor prescriptora sobre la que tanto se habla en el mundo bibliotecario.

Si el dios Amazon nos come terreno combatámoslo con sus mismas armas: cajas y recomendaciones a la carta. Se parte de un formulario en línea en el que el usuario que quiera usar el servicio va introduciendo datos: sus libros favoritos, sus gustos, el último libro que leyó… Y en 15 días puede pasar a recoger la ‘caja literaria’ en la sucursal en la que haya elegido. El plazo es un mes renovable por otro mes.

Lo que se echa en falta en estas cajas es que no fuesen solo literarias. Somos cansinos, sí, pero ya hemos dicho muchas veces que las bibliotecas promueven la cultura, no solo la lectura. Así que añadiríamos también cómics, películas o música. Tal cual como se hace en los Packs de préstamo de la BRMU, que en este 2020, van a vivir un relanzamiento. Aunque en este caso no se formen a partir de un formulario completado por los usuarios.

 

 

Lo que sí aprovechan los bibliotecarios galos es para incluir merchandising sobre la red de bibliotecas en las cajas. Y para concluir cada temporada de cajas literarias llevarán a cabo un sorteo, y quien lo gane, conseguiría una caja ‘premium’. En esta caja especial se añadirá a la obra seleccionada un producto fabricado por un artesano local.

De este modo los lazos de la comunidad a través de la cultura, y gracias a las bibliotecas, se refuerzan y tienen su proyección en las programaciones que diseñan las diferentes sucursales de la red.

El unboxing bibliotecario también puede conocer otra vertiente relacionada con las estrategias de comunicación en redes. Antes citábamos a youtubers e influencers, principales exponentes de este fenómeno del unboxing. Los booktubers no son ajenos a la tendencia: todo lo contrario. Por eso igual que iniciativas como las box littéraires se miran de tú a tú con Amazon; otro tanto se puede hacer desde las redes de las bibliotecas.

 

 

Poner en práctica el unboxing cada vez que llega un pedido a la biblioteca. Grabarse abriendo las cajas, comentando las novedades aprovechando para ‘venderlas’ a potenciales usuarios, y compartiéndolos bien en Youtube o en los stories de Instagram o Facebook.

No es algo que no hayan hecho ya en más de una biblioteca pero que no se explota lo suficiente. Y quien dice unboxing dice también a la hora de catalogarlo, o de tejuelarlo: cámara subjetiva a cuestas y comentarios en off del bibliotecario. El proceso para magnetizarlo mejor lo dejamos fuera del exhibicionismo de este trasunto de reality bibliotecario. No es cuestión de dar pistas sobre los sistemas antihurto de la biblioteca. Siempre es bueno mantener algo de misterio.

Y para terminar un post repleto de cajas, packs y redes sociales nada mejor que rescatar uno de los anuncios de la última campaña de Correos. ¿De qué hablarán las ordenadas cajas o packs bibliotecarios mientras esperan ser recogidos por sus usuarios?

 

 

Fuente: ActuaLitté, les univers du livre

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Knovvmads: cultura trasatlántica para el siglo XXI

[Nota: este post tiene su reflejo al otro lado del Atlántico a través de un telestroscopio. Para visualizarlo pincha aquí.]

 

La cultura es energía, nunca se destruye, siempre se transforma.

El actor de serie B, en horas bajas, que interpreta Leonado DiCaprio en la última de Tarantino, Érase una vez en Hollywood (2019): asume su participación en un spaguetti western italiano como el signo inequívoco del declive de su carrera. Años después, esos filmes rodados en Europa, alimentarían la cinefilia de un joven empleado de videoclub en Tennessee. Un joven llamado Quentin, que terminaría convertido, en uno los cineastas más influyentes de finales del XX y principios del XXI.

 

 

Los denostados spaguetti western de los que se nutrió Tarantino son la demostración de que la cultura se retroalimenta. No hay detritus, todo sirve de abono. Pero también son la prueba de que la cultura de masas que ha marcado al mundo se basa en momentos, en los que el talento europeo, se cruzó con el espíritu emprendedor americano.

En los años 30 y 40 del pasado siglo cientos de técnicos, artistas, escritores y cineastas, huyendo del nazismo: fueron a recalar en la incipiente industria del cine estadounidense. No por casualidad, lo que vino a continuación, se le conoce como la Edad Dorada de la meca del cine. Ninguna industria como la desarrollada en las colinas de Hollywood ha impregnado la imaginación de todo un planeta como lo hizo la industria hollywoodense.

 

Josef von Stenberg, Marlene Dietrich y Charles Chaplin: europeos en Hollywood.

 

Ernst Lubitsch, Josef von Stenberg, Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Fritz Lang, Douglas Sirk, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Ingrid Bergman, Rodolfo Valentino, Audrey Hepburn o Vivian Leigh. La lista se haría interminable. Europeos en América que ayudaron a configurar un olimpo cuyos ecos aún resuenan hoy día.

Y otro tanto pasó en los años 80, cuando la estancada industria del cómic estadounidense, recibió una invasión de guionistas y artistas ingleses. Alan Moore, Dave Gibbons, Neil Gaiman, David Lloyd, Eddie Campbell.., reformularon el discurso del noveno arte para lanzarlo al boom adulto que vive actualmente.

 

Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons: el cómic de superhéroes que lo cambió todo en los 80.

 

Con ese espíritu, el de inspirarse en lo fecundos que han sido los intercambios entre las dos orillas del Atlántico: nace el proyecto empresarial de Knovvmads.

Queremos que esos diálogos, ese trasvase productivo de experiencias y energías, se den también en el mundo bibliotecario. Cooperación bibliotecaria trasatlántica que nos enriquezca mutuamente, y partiendo de un país, España, que tantas conexiones tiene con la pujante comunidad latina de los Estados Unidos.

Y cuyas redes de bibliotecas, a diferencia de las de otros países del viejo continente, como Reino Unido: han sobrevivido los duros años de la crisis apostando por la innovación, el ingenio y la adaptación de espacios y servicios.

Knovvmads, con sede en Miami, aspira a trasladar al mundo bibliotecario estadounidense algunos de los proyectos que mejores resultados han tenido en la empresa Infobibliotecas.

Repensar las bibliotecas en la era digital, requiere cambiar los esquemas en cuanto a servicios y espacios. Para ello es necesario tener un profundo conocimiento de lo que son y han sido las bibliotecas. «Todo ha de cambiar para que todo siga igual»: que decían en El Gatopardo. Otro ejemplo del feedback Europa-USA en su adaptación al cine protagonizada por Burt Lancaster.

Porque los objetivos básicos de las bibliotecas no han caducado. Los principios recogidos en el Manifiesto de la IFLA/Unesco de 1994 sobre bibliotecas públicas siguen vigentes. Pero son los modos de hacer que se cumplan esos objetivos (y otros nuevos que reclaman los tiempos) los que han cambiado.

Knovvmads, es una empresa recién creada, pero lleva el equipaje de la experiencia acumulada, durante años, como empresa de servicios bibliotecarios integrales de Infobibliotecas.

Desde suministro de fondos documentales, en cualquier idioma y formato, así como plataformas tecnológicas para el préstamo online de ebooks, audiovisuales y revistas: que se adaptan a las necesidades y sobre todo, capacidad presupuestaria, de cada institución. Con más de 20.000 e pubs en los que destacan los cómics y el aprendizaje de idiomas; más de 9.000 revistas de todas las temáticas; y miles de audiovisuales.

La biblioteca desde tu sofá: una excelente manera de luchar con la piratería de contenidos digitales. Y paralelamente un enfoque que reconsidera el concepto de biblioteca pública como espacio físico, como centro social y cultural.

 

 

El escritor alemán Bernhard Kellermann, en 1914, publicó una de las novelas más exitosas de principios del siglo XX: El túnel. ¿Su argumento?: la construcción de un túnel transatlántico que uniera Europa con los Estados Unidos. Un verdadero best seller que fue llevado al cine, y cuyo éxito, corroboraba esa fascinación mutua entre continentes.

Casi un siglo después, el artista británico Paul George, creó un telectroscopio y situó: uno, bajo el puente de Brooklyn, en Nueva York; y otro, junto al Puente de Londres.

A través de este ingenioso artefacto habitantes de ambas ciudades podían interactuar en tiempo real y enviarse mensajes. Un espejismo de ese gran túnel que uniese a los habitantes de ambas orillas del Atlántico.

 

El telectroscopio construido junto al Puente de Londres. Foto de David Parker. 

 

Knovvmads nace con vocación umbilical que se nutre en ambos sentidos. Un túnel trasatlántico de la cultura y las bibliotecas. El telectroscopio bibliotecario con el que otear el nuevo panorama que han provocado las nuevas tecnologías de la comunicación y la información. Y para ello: quiere generar debates, reflexiones, intercambios que parten del inconformismo para no apoltronarnos.

La presentación en sociedad de un proyecto tan ilusionante tiene que terminar donde ha empezado: en esa fábrica de sueños que forjaron la creatividad europea y el espíritu emprendedor americano. Como decía la inolvidable Bette Davis de Eva al desnudo (1950): «Abróchense los cinturones» en esta travesía con Knovvmads empieza la tormenta de ideas para bibliotecas.

 

Bette Davis como bibliotecaria insobornable en Storm center (1956).

 

[Nota: este post tiene su reflejo al otro lado del Atlántico a través de un telestroscopio. Para visualizarlo pincha aquí.]

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Mi biblioteca y otros animales

 

La crónica bibliotecaria de estos últimos días viene cargada de noticias que le darían a J.K. Rowling para una nueva entrega de sus animales fantásticos. No tanto por la magia como por el hecho de toparse con animales allá donde uno no espera encontrárselos: en bibliotecas.

Perros y bibliotecas es una asociación que ya no sorprende a nadie. El programa Perros y Letras R.E.A.D. España es la adaptación a nuestro país del programa originario de los Estados Unidos que creó, en 1999, la organización Intermountain Therapy Animals para mejorar la vida de las personas mediante la interacción con animales. Durante los últimos años han sido varias las bibliotecas que han celebrado cuenta cuentos con perros adiestrados. Lo que no es tan habitual es toparse con serpientes en una biblioteca.

 

 

Tal cual como le pasaba a Elsa Pataky, en esa pieza de culto friki que fue Serpientes en el avión (2006), Peggy Goforth, bibliotecaria responsable de la Biblioteca Pública del Condado de Madison: tuvo un encuentro no demasiado agradable con estos reptiles en su biblioteca.

Un usuario se acercó al mostrador a quejarse porque había detectado a una persona en la biblioteca con una serpiente en una bolsa.

Cuando la bibliotecaria fue a preguntar a la persona en cuestión por el contenido de su bolsa, el hombre, la volcó sobre el mostrador para mostrarle unas doce serpientes, desde pitones a boas, que comenzaron a reptar alrededor mientras el orgulloso propietario les decía los nombres de sus mascotas como si de hijos se tratasen.

Hábilmente, la bibliotecaria le hizo notar al usuario que la presencia de sus queridas mascotas incomodaba al resto de usuarios (tanto es así que hubo que pedir asistencia para una mujer que sufrió un ataque de pánico): por lo que le pidió con mucho tacto que se llevara a las serpientes de la biblioteca: a lo que el hombre accedió comprensivo.

 

The Living Reptile Museum Summer Reading Presentations es un programa de lecturas y actividades con serpientes dirigidas a bibliotecas.

 

La película basada en las memorias de Benjamin Mee, que junto con su familia, adquirió un zoológico abandonado para vivir en él.

Pero tal y como cuentan en ‘Citizen Times‘: las serpientes no son los únicos animales «fantásticos» que han visitado la biblioteca del Condado de Madison. Los usuarios de esta biblioteca parecen tener una afición un tanto desmedida por hacerse acompañar por sus mascotas en sus visitas a la biblioteca.

Los perros y gatos no son nada si se tiene en cuenta al listado de animales que han tenido de visita durante solo el último año: un mono, una rata, arañas, un hurón, loros, pollos, jerbos, conejillos de indias o hámsteres, entre otros.

Puede que también tenga que ver el hecho de que la propia biblioteca ha mostrado un talante muy animal friendly a la hora de programar algunas actividades. En una ocasión hicieron llevar una granja de hormigas para mostrarla en el centro, y la persona encargada olvidó cerrar la tapa: por lo que las hormigas se desperdigaron por toda la biblioteca.

Hormigas entre libros: da para título de cuento infantil o relato de terror.

Un arca de Noé bibliotecario que se les ha ido de las manos, a partir del incidente con la bolsa de serpientes, y les ha obligado tomar medidas. La Junta de Comisionados del Condado ha elaborado un reglamento que limite la presencia de mascotas en las bibliotecas a los perros-guía excluyendo cualquier otro tipo de mascota.

 

Terry L. Vandeventer, de The Living Reptile Museum, ejerciendo como el ‘snake man’ en una biblioteca.

 

Las bibliotecas de nuestro país son menos exóticas en ese sentido. Más allá de los perros, no es habitual encontrarse con situaciones comprometidas en cuanto a la presencia de animales en bibliotecas. Tampoco es que España, históricamente, pueda erigirse en ejemplo de país comprometido con los derechos de los animales.

Afortunadamente en los últimos años este asunto está, poco a poco, ocupando espacio en los medios y en los debates políticos. La última noticia esperanzadora ha sido la aprobación en Extremadura de la Ley 10/2019 de protección civil y gestión de emergencias. Una ley que se ha convertido en la primera normativa española que contempla a los animales, cuando de organizar planes de evacuación ante catástrofes, se trata.

Pero una cosa son los derechos de los animales y otra las reglas de convivencia con los humanos. La presencia de mascotas personales en las bibliotecas (tal y como han decidido en la «zoológica» biblioteca del Condado de Madison) se circunscribe a perros guías.

Pero el debate está en el aire: ¿debería ampliarse la presencia de mascotas (perros mayoritariamente por ser más fácilmente adiestrables) en espacios públicos comunes como son las bibliotecas? Un asunto a debatir en el que surgen posturas de lo más opuestas entre quienes abogan porque estos centros sean dog friendly y los que no ven necesidad, o incluso ven como una molestia, la presencia de mascotas en bibliotecas.

 

Pipper, el perro viajero. La mascota del periodista donostiarra Pablo Muñoz Gabilondo se ha hecho célebre por viajar por toda España junto a su dueño constatando lo dog friendly que son las ciudades de nuestro país.

La cantante, compositora y productora Lorde.

Precisamente la cantante Lorde, la esperanza de la música según declaró Bowie en un alarde de entusiasmo poco habitual por parte del duque blanco, acaba de comunicar a sus fans que su próximo disco retrasa su fecha de publicación debido a la muerte de su perro Pearl.

Lorde ha declarado que era su perro quien le dirigía hacia las ideas que conformaban su nueva obra y «que ya no hay un pastor que me guíe para ver cómo será la obra». Con su anterior disco, Melodrama, la compositora, cantante y productora neozelandesa reafirmó su talento y personalidad. Y, precisamente, de melodrama millennial tachan algunos el hecho de que vaya a reformular su tercer disco, y a posponer su lanzamiento, por el hecho de haber perdido a su mascota.

Sócrates, el perro peripatético de Joann Sfar y Christopher Blain: reflexiones en torno a los humanos desde el punto de vista de un perro filósofo.

Problemas del primer mundo que confunden los afectos en una sociedad desnortada según algunos; algo con lo que empatizar según otros. El caso es que cuando se habla de mascotas (sobre todo perros y gatos) se hace casi inevitable incurrir en alguna frase hecha tipo ‘se les quiere como a uno más de la familia’.

La relación entre las personas y sus mascotas habla mucho de la sociedad en la que vivimos, en positivo y negativo, y es un asunto que no ha hecho más que empezar.

Un debate que se complica aún más cuando se cruza otro tema de candente actualidad como es la alimentación y las industrias cárnicas. En este sentido el libro de la psicóloga y socióloga Melanie Joy sintetizaba maravillosamente el asunto simplemente con su título:

 

 

El documental de Gustavo Salmerón sobre su madre muestra, entre otras muchas cosas, lo importante que es elegir correctamente al animal que queremos como mascota. Y un mono no es la mejor opción.

En la sección que ‘El País’ dedicó a figuras relevantes en diversos ámbitos y a sus mascotas, una de las entrevistas más jugosas, vino de la mano de una gran amante de los perros como es Rosa Montero. La escritora y periodista es hija de banderillero, ella no puede ser más antitaurina, pero en dicha entrevista reconoce que el amor por los animales le vino inducido por su padre.

Contradicciones, incongruencias según quien las mire, paradojas que hacen aún más complejo el debate. Un asunto, el de la presencia de mascotas en espacios públicos humanos, que lejos aminorarse no parece haber hecho más que empezar. Y que por lo tanto requerirá de reflexiones por parte de las bibliotecas.

Pero sería un desperdicio acabar este post sobre animales y bibliotecas sin citar la noticia más #bibliobizarra de los últimos años.

 

 

Según relata ‘The Guardian‘ (aunque la noticia es tan jugosa que ha aparecido ya en muchos medios): se ha recurrido a 500 cabras para salvar, de los incendios que están devastando California, a la biblioteca presidencial de Ronald Reagan. Los chistes son tan facilones que nos los vamos a ahorrar.

El caso es que un ejército caprino hambriento desbrozó los trece acres de matorral seco que circundaban a la biblioteca presidencial, y de este modo: formaron un cortafuegos natural que puso a salvo a la institución.

Afortunadamente la empresa propietaria de las cabras supo contenerlas a tiempo de llegar hasta la propia biblioteca. El festín de papel que se podían haber dado hubiera sido pantagruélico. Claramente puede que las bibliotecas lleguen a ser dog friendly, pero difícilmente serán cabra friendly, y visto lo que han hecho al salvar una biblioteca: no deja de resultar injusto.

Y para terminar nada mejor que rescatar el vídeo del grupo Capital cities para su tema Kangaroo Court. Animales antropomorfos que nos sirven para pensar sobre cuán cerca y lejos estamos las distintas especies que habitamos este planeta; y lo fácil que es llegar a confundirnos si lo miramos todo desde una perspectiva únicamente humana.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Postales bibliotecarias de NYC: entrevista con Irene Blanco

Fotografía de Berenice Abbott. West Street, 1932

 

Los vientos soplaban favorables porque lo cierto es que, cuando nos vimos abocados a reinagurar el blog de Infobibliotecas, nada de lo que ha acontecido estaba previsto. Según los psicólogos tres de los hechos más traumáticos y estresantes que pueden acontecerte son: un divorcio, la muerte de un ser querido y una mudanza. Pues bien, en lo que (afortunadamente) nos atañe, la mudanza, no ha podido resultar más placentera.

Como si de un plan urdido a conciencia se tratase, de manera inesperada, el camino de Infobibliotecas se cruzó con el periplo neoyorquino de Irene Blanco. Y de repente se nos planteaba una oportunidad única para tener conexión directa con el inquieto mundo bibliotecario de la Gran Manzana. Han sido siete crónicas, a cual más interesante, que no podíamos concluir sin un último añadido: una charla, ya ajena a los frenéticos ritmos de la metrópoli, con la que celebrar el regreso de la mejor corresponsal que podríamos haber imaginado. Nos ajustamos a la máxima de la muy neoyorquina Dorothy Parker que tan bien ha aplicado Irene Blanco en sus crónicas:

«La cura para el aburrimiento es la curiosidad. No existe cura para la curiosidad.»

 

Antes que nada disípanos una preocupación que tenemos. ¿Se te ha pegado algo de ese carácter neurótico, malencarado y agresivo con el que los estereotipos caracterizan a los neoyorquinos?

Jajajajajajajaja New York es una selva total, es cierto que es un choque esa agresividad con la que la ciudad se manifiesta en algunos momentos y lugares (véase hacer transbordo en Grand Concourse en hora punta ;)) pero los neoyorquinos tienen ese carácter que también te empodera mucho. Dicen que en NYC todo es posible, es cierto que se respira ese espíritu luchador y emprendedor, pero nada es gratis en la tierra de las oportunidades, hay que luchar y puede resultar cansado. Eso sí, si sobrevives a esa ciudad, luego España te parece «a walk in the park».

¿Te fue fácil la adaptación? ¿es una ciudad que, pese a lo mastodóntica y aparatosa que es, te hace sencillo integrarte en su día a día?

No es una ciudad sencilla, la vas descubriendo a cada paso y con muchas equivocaciones, a mi me suele costar un mes acostumbrarme al ritmo, a las distancias, a los trenes y los horarios. Yo pensaba que después de más de diez años en Madrid era una urbanita, pero aquello es otro nivel de locura. Realmente todo es muy diferente a España, aún no me aclaro con los grados Fahrenheit, ni las millas o las pulgadas, pero ya me oriento en Manhattan y se calcular los tips, ¡todo reto tiene algo de apasionante!

¿Crees que los espacios culturales, como las bibliotecas, ayudan a integrarte mejor a un entorno nuevo, y puede que en ocasiones, hasta hostil?

Definitivamente. Una de las diferencias que encuentras con Madrid es que en NYC hay que pagar por casi todo lo cultural, y las bibliotecas son de los pocos espacios que molan mucho que, además, son gratis. Y es muy bonito ver integrada a la diversidad de su ciudadanía en un mismo espacio que te acoge sin hacer preguntas, ser parte del mismo y  disfrutar de los útiles recursos que ofrece al recién llegado. Y como para cualquier bibliotecaria, en la biblio te sientes un poco en casa.

Por las estupendas crónicas que nos has ido enviando se puede notar una progresión. Al principio el deslumbramiento ante la mítica ciudad; después el paulatino descubrimiento de iniciativas interesantes en las bibliotecas; y en las últimas crónicas, una implicación con el poder de las bibliotecas en su comunidad. ¿Esta evolución las has vivido realmente así o es una impresión nuestra?

Ha sido así totalmente. Con la ciudad pasa lo mismo que con la biblioteca, primero te deslumbran los focos de Times Square o del Culture Pass y luego ves lo que hay detrás, entiendes cómo funciona la ciudad, las desigualdades que se viven en diferentes barrios, cómo son las interacciones entre los habitantes… y empiezas a comprender cómo la historia reciente de este país sigue repercutiendo en todas sus realidades y el sentido que tienen las bibliotecas en ese lío. Además, creo que las bibliotecas de NYC son como un pequeño laboratorio social para entender cómo funciona su sociedad actual y también cómo se proyecta eso en este mundo globalizado, donde consumimos tanta cultura norteamericana, a veces sin ser conscientes de lo que asumimos.

En un tuit al hilo de una de las crónicas apuntaban que, tal vez, el que en nuestro país las bibliotecas no jueguen un papel tan fuerte en cuanto a compromiso social es porque afortunadamente contamos con más asistencia social. Comparando la realidad bibliotecaria española y lo que has podido observar en Nueva York ¿hay puntos en los que salimos ganando en comparación?

Antes de nada, me gustaría señalar que ni las bibliotecas, ni los bibliotecarios de NY, son perfectos. He tenido la suerte de recorrer unas cuantas y cada una tiene sus características, muchas se parecen a las españolas donde me crié, y en las que he tenido la suerte de trabajar. No hay que idealizarlas, a pesar de que en mis crónicas haya señalado las cosas positivas y que creo que son interesantes, en España tenemos excelentes profesionales y grandes bibliotecas donde he sido muy feliz. Lo que pasa es que en la intensidad de Nueva York las bibliotecas son un refugio inesperado, cool e imprescindible desde que se fundó la ciudad.

Creo que en España gozamos de un cierto estado del bienestar que nos puede colocar a muchos ciudadanos en un lugar privilegiado en el que, aparentemente, pensemos que no necesitemos ese compromiso social bibliotecario. Pero pienso que la realidad es más compleja y que siempre hay que cuestionarse quiénes son los excluidos del sistema para reflexionar cómo les ofrecemos ese servicio público cultural que la biblioteca promete. Usuarios jóvenes, racializados, discapacitados, sin hogar… ¿están realmente integrados o incomodan?

Creo que, a veces, quizás no nos damos cuenta de la sociedad adultocéntrica, racista, LGTBifóba y excluyente con el diferente en la que vivimos y cómo se refleja eso en los lugares públicos. Y aunque estuviésemos en un escenario social ideal, creo que el compromiso público de las bibliotecas siempre ha de existir porque son lugares de convivencia, donde los usuarios disfrutan de un ocio no consumista, que garantizan un acceso a la cultura igual para todos y que hacen fuertes los barrios.

No me gusta pensar en una biblioteca «para los que necesitan servicios» ni victimizar a ciertos sectores de la población. Me gusta entender a la biblioteca como algo necesario para todos, donde lo bonito es que exista esa convivencia en torno a la cultura y no relajarnos por tener una buena Seguridad Social o una Educación Pública envidiable. Pienso que la biblioteca debe de ser parte de este engranaje de una sociedad saludable.

Eres experta en SEO, SEM y Social Media y precisamente, en tus crónicas desde Nueva York, nos has hablado sobre todo de iniciativas que tienen que ver mucho con las bibliotecas como espacios públicos para experiencias físicas compartidas. La tecnología es esencial pero ¿se puede afirmar que la biblioteca como espacio real es una apuesta de futuro tan, o más importante, que la biblioteca como experiencia virtual?

Bueno, creo que en las bibliotecas -como en cualquier otro espacio de nuestra vida- lo tecnológico ya convive con lo analógico y no lo entiendo como una lucha ni un enfrentamiento, sino como algo natural. Y quizás por este futuro/presente digital creo que es más importante aún conservar lugares físicos de encuentro; lugares donde la multitarea se pare, donde haya una energía de lectura y murmullos. Quizás es porque soy una clásica, pero el ritual de recorrer las estanterías, venirme arriba y coger en préstamo dos o tres libros, no me lo quita el tener instalada la app de audiolibros y leer en digital. Una de las cosas que más me gustan de las bibliotecas de NYC es cómo dan una presencia física y digital de calidad, cómo un usuario puede elegir entre la experiencia de ir a la biblio o navegarla y que ambas sean interesantes.

Hablar de patrocinio o mecenazgo por parte del sector privado en bibliotecas de nuestro país es siempre un tema que enciende los debates. En los Estados Unidos multinacionales como McDonald’s patrocinan en muchos casos a las bibliotecas. Tras tu periplo estadounidense ¿tienes otra perspectiva sobre este asunto?

Estados Unidos es la tierra de la propina, la ciudadanía tiene claro que para que algo tire tiene que aportar su granito de arena y eso no es necesariamente bueno. Además, me llama la atención que las bibliotecas organizan unos fundraising de lo más interesante: desde galas y eventos a vender merchandising chulísimo, no hay una newsletter que no te recuerde donar una pequeña contribución a la biblioteca y lo que eso supone para la comunidad. Por otro lado, recordemos que allí está bien visto ser millonario, los más ricos donan grandes cantidades de dólares y son aplaudidos por ello. Sólo hay que ir al hall de la biblioteca principal y ver todos los millonarios que la levantaron.

Quizás en España sentimos que lo público «ya lo estamos pagando» y no sentimos que haya que aportar nada más o confiamos mucho en cómo funciona la fiscalidad… no sé, no entiendo de economía, pero es muy bonito ver a los usuarios y empresas apostando por a las bibliotecas, valorándolas así.

Se habla mucho de las bibliotecas como las instituciones más democráticas que existen. En una ciudad en la que las diferencias sociales están tan marcadas, como nos contabas en la primera crónica ¿en las bibliotecas se reflejan esas diferencias o se perciben como un espacio neutro en este sentido?

Cada biblioteca es un mundo, dependiendo del barrio se perciben unas cosas u otras, no es lo mismo una biblioteca de Downtown a otra del Bronx… pero en líneas generales, a mí sí que me han parecido lugares neutros. Comparten espacio usuarios diversos, con diferentes necesidades pero con una actitud bastante respetuosa, aunque alguna escena he visto también divertida. Es que esa ciudad es mucho.

En la tercera crónica nos hablabas de la fantástica iniciativa de un club de lectura compartido por toda la ciudad. Y nos decías los libros que habían escogido para ese club multitudinario. Al final ¿te has podido leer alguno? Dinos cuál porque más de una biblioteca puede montar con la excusa un club de lectura con aire neoyorquino.

¡Aún no he leído ninguno! Pero quiero leerme Free Food for Millionaires para profundizar en el tema de la identidad al que se enfrentan las nuevas familias estadounidenses y cómo combinan esa necesidad de permanecer conectado con su cultura de origen con el deseo de éxito, con el sueño americano. Y no se mucho del pueblo coreano, ¿qué más se puede pedir? Este verano nos podríamos animar y ser parte del club de lectura ‘New Yorker’ siguiendo el hashtag #OneBookNY 😉

Nos has contado muchas iniciativas que inspirarían a cualquiera pero haciendo memoria ¿cuáles de ellas ves más adaptables a nuestra realidad?

Lamentablemente, llevo demasiado tiempo despegada del trabajo de las bibliotecas y creo que esta pregunta requeriría una conversación tranquila con bibliotecarios españoles, que saben la realidad de los recursos con los que cuentan y entienden sus márgenes de innovación. Pero por responderte, en plan carta a los Reyes Magos, a mi me gustaría ver un staff más diverso y que se pudiesen abrir las contrataciones de personal, que no todos tuvieran que pasar por oposición para ponerse detrás de un mostrador y encontrarme trabajadores con especialidades en trabajo social, mediación, marketing y otros perfiles con las que cuenta la NYPL. Creo que es un plus que las hace más dinámicas.

Y por último, ha sido un auténtico lujo poder contar con una corresponsal como tú en NYC. Nunca hubiéramos imaginado que esta ventana bibliotecaria a la cultura del siglo XXI que queríamos abrir en este blog iba a arrancar con unas vistas tan espectaculares. Las puertas de nuestro loft, pisito, apartamento, cabaña o cuchitril (teniendo cultura alrededor cualquier sitio es un hogar) siempre están abiertas para cuando te pille de paso visitarnos.

El placer ha sido mío, gracias por dejarme contar estas aventuras de una cartagenera en Gotham y reflexionar juntos. Me he sentido como en casa, tenéis un loft que ya lo quisieran en la 5th Avenue.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Una bibliotecaria española en Nueva York. Sexta y última crónica

 

Justicia restaurativa en bibliotecas de Nueva York

 

Ya hemos visto en otros posts que eso de que «las bibliotecas son para todos» es una gran declaración de valores que, en ocasiones, tomamos por buena y como verdad absoluta. Pero trabajar para hacer realidad esa intención pública es un proceso activo y continuo, que no se materializa sólo por el hecho de ser un lugar «público».

 

 

En el congreso de Urban Librarians, que se celebró en la ciudad de Nueva York bajo el lema «Libraries as a place», he tenido el gusto de escuchar la interesante charla que hicieron Maggie Craig, Katrina Ortega y Crystal Chen, bibliotecarias de la NYPL que trabajan con usuarios jóvenes, preocupadas en cómo se forja la comunidad desde las bibliotecas, cómo se responden a los diferentes conflictos que surgen o al comportamiento desafiante en sus espacios públicos. Aquí van todas las notas que pude tomar, como buena nerd que soy, de todo el conocimiento que nos transmitieron estas profesionales.

Pioneras en aplicar lo que se denomina «justicia restaurativa» y en aplicar diferentes enfoques de aprendizaje socioemocional, para fomentar la comunidad de sus bibliotecas, incorporando valores de equidad, inclusión y esa «justicia para todos» que promete la Constitución de este país.

La justicia restaurativa también llamada justicia reparadora o justicia compasiva, es una forma de pensar la justicia cuyo foco de atención son las necesidades de las víctimas y los responsables del delito, y no el castigo a estos últimos, ni el cumplimiento de principios legales abstractos: intentando evitar estigmatizar a las personas que han cometido un delito y entendiendo las causas de dónde viene.

 

 

Sólo por aportar un poco de contexto a la realidad de dónde viene todo este movimiento, extraída de «We Want to Do More Than Survive» de Bettina Love:

  • Hasta entrados los 60, el acceso a las bibliotecas para la comunidad negra estaba limitado.
  • Esta segregación continúa en los colegios y barrios.
  • Las prácticas de castigo/multas/vigilancia policial refuerza esa exclusión.
  • Se continúa invisibilizando a las razas no blancas.
  • EEUU es el país del mundo que más gente tiene en prisión del mundo, lo que supone que 2,7 millones de niños tengan, al menos, a un progenitor en prisión.
  • Las personas racializadas son el 37% de la población de EEUU y el 67% de la población encarcelada.
  • Los colegios públicos son vigilados por policías, criminalizando y castigando a niños más vulnerables, que suelen ser de color.

 

¿Qué papel tienen las bibliotecas como instituciones que afirmen valores positivos y justos para la comunidad?

Los espacios donde los niños experimentan comunidad e infraestructura social -el colegio, la biblioteca, el parque- son lugares donde aprenden sobre cómo funciona el mundo, cómo manejar un conflicto, cómo lidiar crítica y creativamente con la realidad, qué es o qué han de esperar de los líderes de la comunidad, de las figuras de autoridad y cómo son vistos y tratados en comunidad.

 

 

«Cuando un niño es excluido, eso le enseña a otros niños que pertenecer a la comunidad de la clase es condicional y no absoluto, que depende de la capacidad de ser complaciente o tener un comportamiento determinado. En este paradigma, complacer es un privilegio que es ganado a través de la docilidad, no siendo un derecho humano del niño». Troublemakers de Carla Shalaby.

 

 

¿Cómo crear espacios donde se encuentren los jóvenes y reflejen sus necesidades, identidades y experiencias?

Craig, Ortega y Chen explicaban cómo crear espacios diseñados para esta comunidad y evaluaban los espacios de la biblioteca con estas sencillas preguntas:

  • ¿Hay vigilancia?
  • ¿Cuáles son las dinámicas de poder?
  • ¿Las señales son accesibles? ¿Están en varios idiomas?
  • ¿Las señales usan lenguaje negativo o sancionador?
  • ¿Las mesas de trabajo son individuales, de grupo o de las dos?
  • ¿Están las estanterías altas o bajas?
  • ¿Los libros están accesibles?
  • ¿Hay un espacio diferenciado para la infancia y/o a los adolescentes?

La justicia restaurativa es una práctica proactiva. ¿Qué tipo de cultura experimentan los niños y jóvenes cuando van a la biblioteca? ¿Es una cultura de la libertad o una cultura del control?

  • ¿Son los bibliotecarios agentes del orden?
  • ¿Dónde es necesario/productivo/positivo el control?
  • ¿Cómo pueden los bibliotecarios acercarse más hacia la figura de mentor o facilitador que a la de controlador?

También nos daban estos interesantes consejos para construir esa «cultura de comunidad«:

  • Examina las normas existentes y los procedimientos de la biblioteca. Es importante interrogar las normas del mismo modo que lo hacen los niños, y estar preparado para responder con respeto y escucha activa, cuando los niños pregunten por qué existe o ha de cumplir una norma.
  • No decir «no» si realmente esa respuesta negativa no es necesaria. No ejecutar el control si no hay daños o peligros reales.
  • Celebra las ideas y las sugerencias de los niños.
  • Crea plataformas y canales para que los niños se expresen.
  • Considera el feedback con respeto y mente abierta.
  • Demuestra aprecio ante las habilidades, talento y experiencia de los niños en la biblioteca. Consúltales su opinión cuando tengas la oportunidad
  • Apréndete y usa sus nombres.
  • Saluda a cada uno cuando lleguen.
  • Fomenta la implicación y la participación en el espacio.
  • Involucra a los jóvenes en formas de participación relevantes para la biblioteca.
  • Genera ‘engagement‘ invitándoles a crear carteles, señales, liderar ciertas actividades (ejemplo: reunir a otros niños para asistir a la hora del cuento), cuidar de las plantas, enseñar a otros a cómo hacer algo.
  • Ten conversaciones con niños y jóvenes. Pregúntales cosas y ten en cuenta su opinión.

Sin olvidar lo más importante: el poder de las relaciones. Las relaciones son fundamentales para crear lazos de unión entre los usuarios de la biblioteca. El cuidado, las interacciones individuales y la paciencia hacen que el respeto y la confianza en la biblioteca como espacio crezcan.

¿Qué pasa cuando hay un comportamiento o situación desafiante? Estas bibliotecarias proponen lo siguiente:

  • Establece límites y estate presente.
  • Cuando surja un problema, intenta mediar como un mentor. ¿Qué es lo que dices cuando observas situaciones de bullying? ¿Qué haces cuando observas actitudes machistas, racistas o LGTBIfobas entre los miembros de la comunidad? ¿Cómo actúas como profesional que custodia la cultura?
  • Es importante llevar a cabo una intervención, atención individual y una escucha activa.
  • Antes de castigar un comportamiento, ofrece opciones a los jóvenes que han hecho algo mal.
  • Busca alternativas antes de llamar a la policía.

No es fácil comenzar a cambiar hábitos asociados al trabajo diario, especialmente cuando existe una cultura de trabajo muy arraigada y limitaciones de recursos, apoyos institucionales o de tus propios colegas que no ven claro un cambio. Es importante llegar a un equilibrio entre lo ideal y la realidad.

Mide el alcance de tu influencia:

  • ¿Hasta dónde llegan los auxiliares de biblioteca?
  • ¿Qué pueden hacer los directores de las bibliotecas?
  • ¿Qué puede hacer la administración?

Un trabajo con semejante implicación, no está exento del llamado ‘burnout‘ por lo que estas bibliotecarias no olvidaron recordar la importancia del autocuidado como pieza clave, para poder afrontar este cambio de paradigma en la biblioteca pública: conociendo nuestros propios límites y respetándolos, cogiendo vacaciones, haciendo paradas de descanso, respetando horarios, teniendo tiempo para conciliar trabajo con familia, hobbies, desarrollando una red de apoyos, creando una cultura de autocuidado en la biblioteca.

Todas las bibliotecas son diferentes (espacios, diseño, arquitectura, staff, líderes, comunidades, desafíos). ¿Cómo pueden los bibliotecarios encontrar maneras de escalar estas prácticas de justicia restaurativa y de construcción de comunidad a su contexto local?

Quizás podemos comenzar respondiendo a estas preguntas:

  • ¿Cómo puede tu biblioteca conocer las necesidades del área a la que das servicio?
  • ¿Cómo describen la biblioteca los niños/jóvenes/adultos?
  • ¿Cómo puedes hacer de tu biblioteca un espacio donde los jóvenes se sientan libres, autónomos, confiados y respetuosos?
  • ¿Cómo puedes demostrar respeto y cuidado de los niños que usan la biblioteca?
  • ¿Es una realidad posible? ¿Qué es lo que necesitas?

Cuando escuché esta charla me explotó un poco el cerebro porque visualicé claramente cómo muchas bibliotecas públicas son lugares con normas, quizás, demasiado marcadas y estrictas para los más pequeños, que pueden perpetuar la exclusión que sufren los colectivos más marginados. Sería muy bonito poder trabajar y aprender de estas bibliotecarias, tan dispuestas a arremangarse y ser parte del cambio que quieren ver en las bibliotecas. Nadie dijo que fuese fácil.

Hasta aquí llegamos en este viaje por las bibliotecas de Nueva York. Muchas gracias por acompañarme hasta aquí y visitar conmigo sus bibliotecas, como si fuesen el mismo Empire State.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Árbol genealógico bibliotecario

 

El estreno navideño del 2018 sin duda ha sido la ultima ganadora de la Palma de oro del festival de Cannes: la cinta japonesa Un asunto de familia (2018). No hay papanoeles, ni árboles de navidad, superhéroes ni belenes. Pero si la Navidad en nuestras latitudes gira en torno a la familia: no cabe duda de que la película del director Hirokazu Koreeda es la que mejor habla de lo que debería ser una familia.

 

 

Las ‘familias’ que elegimos terminan siendo más determinantes, en muchos casos, que las que nos han tocado en suerte de manera fortuita (y tras estas fechas es posible que más uno desee que en esa tómbola le hubiese tocado otra). Es algo parecido a lo que sucede con los referentes culturales que libremente decidimos hacer nuestros.

Al igual que nuestra personalidad se foguea cuando sale del círculo familiar más inmediato por contraste con el resto: nuestra personalidad cultural se va definiendo en las libres elecciones que hacemos, en esas afinidades electivas de las que hablaba Goethe en su clásico y que hacían saltar por los aires los convencionalismos aprendidos. Esas afinidades que también valen cuando hablamos de elecciones culturales.

El último Baremo de Hábitos de Lectura de 2017 (a ver qué pasa con el de 2018) nos dejaba claro que los bibliotecarios ocupan un lugar bastante insignificante a la hora de intervenir en esas afinidades electivas. Las familias (la elegida y la impuesta por las leyes de la biología) siguen primando; pero después son los algoritmos propios de webs y redes sociales las que se quedan con el trozo de panetone o de turrón más grande.

 

 

Una regla básica de la gestión empresarial es estar pendiente de lo que hace la competencia. En el caso de las bibliotecas hablar de competencia no es referirse exactamente a otras bibliotecas. La mayor competencia en nuestros días, como en la mayoría de los casos, proviene de Internet, de las redes sociales. Así pues, imitemos lo que hacen las redes.

Facebook aprovecha cualquier ocasión para recordarte los aniversarios que se cumplen con tus diversos contactos en la red. Montajes fotográficos, vídeos y demás memorabilia te sale al paso, sobre todo a final de año, para que afiances esas supuestas afinidades electivas digitales que has ido estableciendo con el simple hecho de compartirlas. Un amable retrato que da más miedo que un episodio de Black Mirror: «recuerda qué felices habéis sido y de paso te dejo claro que vigilo cada uno de tus pasos».

 

Los DJ Les Castizos ironizando sobre los resúmenes que hace Facebook.

 

En las bibliotecas, gracias a los sistemas de gestión bibliotecaria, también es posible hacer algo similar (sin mal rollo tipo Black mirror de por medio). Es un clásico los usuarios que reclaman a pie de mostrador el historial de sus préstamos. Bien por recordar si algo que han elegido ya se lo han leído, o puede ser también, por aquello de hacer repaso a lo mucho que han leído, visto o escuchando gracias a la biblioteca.

Una vez sopesadas todas las restricciones que la legislación de protección de datos personales supone, previa autorización explícita, sería todo un acierto ofrecer árboles genealógicos bibliotecarios. ¿En qué consistirían? En una representación gráfica, cuál árbol genealógico familiar, en el que nuestras lecturas, películas, músicas o cualquier otra información respecto a nuestros consumos culturales (asistencia a actividades organizadas por la biblioteca, etc…): se ofrezca al usuario que la desee como prueba de los itinerarios culturales que libremente ha ido eligiendo en nuestra biblioteca.

 

Heidi Pitre es una ilustradora de Nueva Orleans que ha ido recogiendo viejas fichas de préstamo bibliotecarias ya desahuciadas para publicar un libro con ellas. Pitre ha dibujado sobre las fichas que lucen las fechas de devolución y préstamo y las ha dotado de una segunda vida gracias a dibujos referentes a obras literarias y autores que han marcado su personalidad cultural. ‘Un registro permanente’ así se llamará este libro que busca financiar a través de Kickstarter (aquí se puede ver su presentación) que está confeccionando Pitre y que se ajusta a la perfección a esta celebración de la memorabilia bibliotecaria de la que estamos hablando en este post.

 

Para los amantes del rigor científico, tal vez sería más apropiado, un mapa de su ADN cultural. Con los cruces, asociaciones y vericuetos que han ido alternando azar y voluntad para conformar su perfil de consumidor cultural bibliotecario. Enlazaría con una moda que no para de dar alegrías, y disgustos, en los últimos tiempos.

En los Estados Unidos se ha puesto de moda regalar test de ADN con los que descubrir parientes que se desconocían, ramificar el árbol genealógico hasta que haga falta podarlo. Es lo que contaba una noticia en la ‘BBC’: cuando esta moda de descubrir antepasados revela secretos que mejor no se hubieran sabido. En el caso de los árboles genealógicos/test de ADN cultural bibliotecarios lo máximo que puede pasar es que emerja algún placer culpable (guilty pleasure: para quien tenga de eso) olvidado, alguna debilidad mainstream en el impoluto expediente de préstamos de un hipster de manual: nada grave si uno está dispuesto a asumirse sin patrones ajenos.

 

 

El paso siguiente sería ofrecer la posibilidad de establecer cruces entre árboles genealógicos bibliotecarios (o test de ADN) de unos usuarios de la biblioteca con otros: para aquellos que quieran ampliar su ‘familia’ cultural. Las tijeras de podar, en este caso, quedarían al arbitrio de cada uno y no delegadas en manos de algoritmos mecánicos y fríos.

Una bonita idea en forma de regalo que Infobibliotecas ofrece para este 2019 para quien quiera ponerla en práctica. Queda pendiente de otro post darle vueltas a lo que podría salir de aplicar esta idea de un árbol genealógico o test de ADN de la propia biblioteca. ¿Cuántos secretos y mentiras de la ´familia´bibliotecaria quedarían al descubierto?

Y para cerrar con algo de música este año: ¿qué mejor que un tema del añorado, fugaz y minoritario, grupo Family? Un tema precioso, una de esas elecciones que dicen mucho de las afinidades afectivas/electivas de cada uno.

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas wannabe

 

El lanzamiento el pasado 2 de noviembre de 2018 del segundo disco de la cantante Rosalía: ‘El mal querer’ es la culminación de una de las campañas de marketing más exitosas que se recuerdan en nuestro país y que, es más que probable, será estudiada y puesta como ejemplo (o al menos deberían) en las escuelas de negocios al igual que hace años se estudiaba la carrera de Madonna.

No sabemos si llegarán a crearse en los ambientes académicos universitarios más inquietos unos Rosalía Studies como se han desarrollado los Madonna Studies en muchas universidades internacionales (la más reciente en la de Oviedo): pero las lecturas de la nueva estrella de pop aflamencada se pueden extraer, sin duda, son de lo más jugosas. Y si las empresas y escuelas de negocios se fijan en las estrategias de las estrellas del pop: ¿cómo no lo hacen también las bibliotecas si tanto han adaptado conceptos empresariales como el marketing?

 

El fotógrafo Filip Custic, los vídeos de la productora Canadá, las coreografías de Charm La’Donna, los diseños de Palomo Spain, el cameo en la próxima de Almodóvar, las colaboraciones cool con Rossy de Palma: todo parece diseñado con tiralíneas de manera impecable para envolver el producto.

 

Ha conseguido conectar con el público ofreciendo: tradición y renovación, novedad y clasicismo, ambición y rigor. El componente escándalo tan determinante, en el caso de Madonna, no ha hecho falta forzarlo: la pudibundez y mojigatería cultural, tan de este siglo, en torno al apropiacionismo cultural: se lo ha servido sin ni siquiera tener que recurrir a religión o sexo (agotados tras tanta discípula de la ambición rubia) como en el caso de la estadounidense. Impecable.

Pero lo más sorprendente, lo más desconcertante: es que haya conseguido que los millennials alucinen con algo tan, en principio, poco comercial como es el cante jondo: y todo envolviéndolo en ropajes actuales. Hace meses alabábamos la falta de prejuicios al consumir cultura de los millennials; y lamentábamos su, en ocasiones, falta de curiosidad por el pasado. El éxito de Rosalía es el reverso positivo: mil referentes del pasado reelaborados con sonidos del presente.

¿Alguien duda de que sea pertinente fijarse en lo que hacen las estrellas del pop desde las bibliotecas ¿Qué llevan haciendo en los últimos tiempos sino intentando no perder los trenes tecnológicos, culturales o sociales que se cruzan en su camino para seguir, en realidad, vendiendo lo mismo?

Se habla mucho de las bibliotecas como instituciones culturales pero no tanto como locales de entretenimiento. Tal vez por eso el reciente vídeo realizado por el videoblogger Nas Daily para promocionar las bibliotecas de Toronto incurre de forma bienintencionada en determinados tópicos sobre las bibliotecas que pueden provocar cierto efecto rebote.

 

 

Evelio Martínez Cañadas en su post En defensa de la biblioteca «aburrida» celebra lo bien que, a tenor del vídeo, están innovando las bibliotecas de Toronto: pero matiza con una idea que se desliza de rondón demasiadas veces a la hora de intentar convencer de que las bibliotecas del siglo XXI son otra cosa:

 

«Insistir en que la biblioteca ahora ya no es aburrida porque ya es no es sólo libros es profundizar en la asociación entre la lectura y el aburrimiento, algo que francamente creo que no necesitamos»

 

Y esto, sorprendentemente (bueno no: en este blog ninguna conexión resulta ya sorprendente): entronca con las estrellas de la música.

El experimental e icónico Omega de Morente&Lagartija Nick.

Solo el tiempo dirá si la fiebre Rosalía da lugar a una artista con una trayectoria sólida, interesante y perdura en la cultura popular, española e internacional, o se diluye en el recurrente ‘tú antes molabas’ que tanto gusta en las redes. Sea como sea, una vez superado el impacto inicial, el mejor activo que posee Rosalía, aparte del talento que cada uno quiera reconocerle: es apoyarse en algo tan asentado, respetado (por sus aficionados) e incontestable como es el flamenco.

Todo su discurso renovador se  ha demostrado necesario, hábil e inteligente a la hora de proyectarlo a públicos ‘no usuarios’ de este estilo musical: los ropajes, los adornos pasarán de moda pero, mientras no se despegue de esa base de tradición, venda más o menos, tendrá más posibilidades de proseguir su carrera.

 

Martirio en los 80: dando una vuelta irónica, posmoderna y muy anclada en su momento de la copla. Décadas después su respeto a la copla y el jazz le han permitido seguir desarrollando su carrera una vez apeada de los accesorios más llamativos.

 

Y es que la obsesión por modernizarse a toda costa puede desembocar en el ridículo. El diccionario de la RAE entre las acepciones del término clásico, incluye aquello que “se tiene por modelo digno de imitación en cualquier arte o ciencia”. Hace décadas, las creaciones aspiraban a alcanzar algún día la categoría de clásico; ahora va todo tan deprisa que no da tiempo a que nada se asiente el tiempo suficiente.

Cuando Andrés Trapiello lanzó hace unos años una edición de El Quijote modernizado que reabrió el viejo debate sobre lo idóneo, o no, de adaptar a la actualidad, obras inmortales. Desde académicas como Soledad Puértolas, o premios Nobel como Vargas Llosa, defendieron estas actualizaciones frente a voces como la de Alberto Manguel, que en un interesante artículo de ‘El País’: sostenía que estas adaptaciones no son más que muestras de pereza intelectual.

Tal vez, el mejor argumento para situarse en el punto medio en este debate, sea recurrir a las razones que Italo Calvino daba de ¿Por qué leer a los clásicos? Entre el listado de argumentos de su delicioso ensayo, quizás la razón número 13 que daba el inolvidable literato italiano nos resulte la más adecuada:

«es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo»

 

Las canciones y vídeos de Rosalía están llenas precisamente de ruidos de fondo e imaginería que resitúan una música tradicional en un entorno inequívocamente contemporáneo, pero a su vez, mantienen el respeto de base hacia la esencia de los palos del flamenco. Y en eso están también las bibliotecas.

Bibliotecas wannabe, porque con ese término se denominaba a las aspirantes al trono pop que desde los 80 ha ocupado Madonna: en el caso de las bibliotecas estas aspiraciones no son las de alcanzar ningún espacio sino de preservarlo. Como todo veterano del show business sabe: lo difícil no es tanto llegar como mantenerse.

El último ensayo del filósofo de moda (sí en todo hay modas) Byung-Chul Han aborda el asunto del entretenimiento. The show must go on que cantaba el recordado Freddie Mercury (ahora por cierto revivido en una versión algo disneyzada de su carrera): y dicho lema es igualmente aplicable a las bibliotecas. Como advierte el filósofo coreano:

«Hace ya tiempo que el entretenimiento se ha hecho también con la «realidad real» […] Para ser, para formar parte del mundo, es necesario resultar entretenido. Solo lo que resulta entretenido es real o efectivo

 

Seamos entretenidos, formemos parte de la industria del entretenimiento cultural, sea con maker spaces, videojuegos, robots, plataformas online o enseñando a cocinar sushi como en Toronto: pero por el camino no perdamos de vista esa bibliotecidad de la que hablaba José Pablo Gallo. De ese modo las bibliotecas conseguirán mantenerse al igual que, por ejemplo, Silvia Pérez Cruz dio otro giro al flamenco y a otros estilos, y sin tanto marketing como Rosalía, ahí sigue desarrollando su carrera.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com