Expurgo a tiro limpio

 

Pese a lo que muchos creen el síndrome de Diógenes no es algo consustancial
a la profesión bibliotecaria. Sería algo mucho más propio del gremio consanguíneo que habita en los archivos.

Por eso, por mucho que el artista mexicano Gonzalo Lebrija, se liase a tiros con libros en una de sus performances para representar el anhelo por suprimir el tiempo: quienes llevan adelante, cada día, las bibliotecas saben que, en realidad, lo que estaba experimentando era el placer bibliotecario de expurgar.

Su obra Who knows where time goes (Quién sabe dónde va el tiempo) aspiraba a representar la aniquilación del tiempo a través de la destrucción de los libros. Allá cada cual con su discursos artísticos. Pero el anhelo verdadero que late tras esa puesta en escena no es más que una representación de una venganza bibliotecaria.

 

El artista Gonzalo Lebrija viviendo el sueño de muchos bibliotecarios

 

Por mucho que nos puedan gustar las películas que protagonizó Charlton Heston, o seamos fans de Tarantino, estamos en contra del uso de armas. Pero todo hay que ponerlo en contexto. Cuando, en una biblioteca, te han pedido cuatrocientas mil veces el best seller de turno, el momento más anhelado por cualquier profesional de pro: es cuando pasa la moda, nadie se acuerda de él, y puedes darte el gustazo de desterrarlo de tus colecciones. Si ese inocente acto fuera a tiro limpio, que Gutenberg nos
perdone: el expurgo sería hasta terapéutico.

 

Libro alcanzando al vuelo

Una vez relajados tras pegar unos cuantos tiros, proseguimos con el arte en
clave más constructiva, efímera, pero constructiva. La arquitecta de origen
hindú afincada en Madrid, Anupama Kundoo, llevó a cabo hace unos años en
Barcelona una instalación de arquitectura efímera. Con el nombre de la
Biblioteca de los libros perdidos.

Kundoo recreó un bosque metálico para cubrir la plaza de Salvador Seguí de la capital catalana; la sombra sobre los viandantes y lectores que optaban por ampararse bajo la instalación, estaba realizada a base de libros abiertos, que quedaban suspendidos en el aire, al estar encapsulados dentro de una gran lona de plástico transparente.

 

Una bandada de aves librarias idónea para que Gonzalo Lebrija apretara el
gatillo; pero en este caso no era esa la intención. El concepto tras esta
Biblioteca de libros perdidos, apelaba a la libertad, a la celebración de la
lectura, a liberar a estos tomazos suspendidos en el aire de su peso
específico; y así representar la luminosidad de sus contenidos bajo los que cobijarse.

No nos consta que el artista mexicano Lebrija y la arquitecta hindú Kundoo
se conozcan; pero las dos instalaciones/obras que nos han servido para este post, sí que establecen un diálogo de lo más interesante a la hora de abordar el universo librario. El primero sueña con suspender el paso del tiempo matando
libros; mientras que la segunda, aspira a liberarnos dejándolos volar.

Dos versiones diferentes que al fin y al cabo hablan de un mismo concepto de
libertad.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Lo que la literatura ha unido que no lo separe el hombre

 

Es un lugar común, en cualquier artículo sobre la vida en pareja, lo mucho que une el hecho de compartir aficiones. En todo cuestionario de cualquier web para buscar pareja, siempre queda bien incluir un apartado sobre aficiones literarias (bueno en la célebre Ashley Madison, no creemos que lo literario importase mucho, pese a los ríos de tinta que hizo correr en su día).

Por eso, el hecho de que en el especial de Halloween de los Teleñecos en el canal Disney + de este año, la diva Miss Peggy intercambiase disfraces y amabilidades con su ex la rana Gustavo (el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo): hizo saltar todas las alarmas. La cerda, siempre dispuesta a poner los puntos sobre la íes, concedió una entrevista posterior al medio sobre cotilleos de Hollywood ‘E! News. Y declaró que todo era una fantasía, que seguían sin ser pareja; y que fue una cosa muy linda producto de la buena relación que mantienen desde su ruptura sentimental; allá por 2015.

Cuando su amor de trapo parecía durarero y con futuro ambos protagonizaron una deliciosa campaña de promoción a la lectura. Su amor por los libros fue una de esas aficiones que ayudaron a que su amor superase las barreras que les imponía su pertenencia a diferentes especies. Pero eso no les ahorró el aluvión de comentarios que siguieron a su ruptura en aquel entonces.

Que si el hecho de que el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo hubiera iniciado una relación con la cerdita Denise, más joven que Miss Peggy, era una perpetuación de los estereotipos; que si el hecho de que Miss Peggy hubiera sido galardonada por las feministas estadounidenses: incidía en la imagen arisca, totalitaria e intransigente de lo que se ha dado en denominar como feminazis…

Y así un largo rosario de polémicas en derredor, que puede que lleven a muchos a enarcar la ceja, pero que en los Estados Unidos, los medios toman mucho más en serio de lo que podría suponerse.

En el país del dólar, cualquier fenómeno de la cultura popular es susceptible de ser analizado en clave académica. La mejor forma de analizar nuestro tiempo; pasa por estudiar a los fenómenos y protagonistas de la cultura popular. Y estos estudios culturales parece que, poco a poco, van llegando a nuestro país. Pero volviendo a la separación de Miss Peggy y Gustavo, dada la visceralidad y amor por la literatura de Miss Peggy; lo raro es que no se decidiera a publicar un libro sobre su relación. Habría venido a sumarse a una larga lista de venganzas literarias que han tenido como protagonistas a grandes nombres de la literatura.

 

Norman Mailer, tal vez el escritor con más ex esposas, cuya venganza fue escribir un libro.

 

Adele Morales, la segunda esposa del escritor norteamericano Norman Mailer, esperó hasta 38 años para vengarse por escrito de su famoso marido. Tenía razones de sobra para hacerlo. En 1960, tras una más de sus desenfrenadas fiestas, el autor de Los desnudos y los muertos, la apuñaló. Claro que ella tampoco se quedó corta intentando atropellarlo con su coche. Lo de Mailer bate todos los récords, no ya por sus seis matrimonios: sino por el número de ex esposas afrentadas que recurrieron a la letra impresa para vengarse de él.

La actriz Claire Bloom (Candilejas, Poderosa Afrodita, El discurso del rey) se casó con Philip Roth en 1990 tras 15 años de convivencia. No se puede decir que fuera una pareja de jóvenes inexpertos, pero en su libro Adios a una casa de muñecas, la actriz saldaba cuentas con el genial escritor haciendo un pormenorizado repaso a las miserias de su matrimonio.

 

Philip Roth y Claire Bloom cuando eran marido y mujer.

 

Aunque las venganzas literarias más elaboradas y brillantes de la historia, pertenecen por derecho propio a dos mujeres: Louise Colet y Sophia Behrs.

La poetisa Louise Colet, ex amante de Flaubert, sirvió de inspiración para la protagonista de la obra más famosa del literato francés: Madame Bovary. Hoy día, en pleno auge de las redes sociales, que un gran escritor decida inmortalizar tu intimidad en un clásico de la literatura universal: sería el sueño de los miles de internautas que comparten hasta lo más nimio de su rutinario día a día. Pero en el siglo XIX, a Colet no le hizo ninguna gracia. Su respuesta vino en forma de una novela en la que el escritor aparecía como un fanático obsesionado con su obra.

 

Y otra novela fue la respuesta de Sophia Tolstoy (Behrs de soltera) al retrato nada favorecedor que de forma velada, pero obvia, hacía su ilustre marido de ella en su obra: La sonata a Kreutzer.

¿Quién fue el culpable?, fue el explícito título bajo el que Sophia dio su propia versión de la historia. Una obra que permaneció inédita hasta que la Universidad de Yale la publicó conjuntamente con la novela de Tolstoy, y con el añadido de sendos textos escritos por dos hijos de la pareja. Probablemente, Las versiones de La sonata a Kreutzer, que así se titula el tomo: sea la disputa matrimonial más literaria que haya existido nunca.

El contrapunto positivo a estas historias proviene del mundo del cómic. Es el caso del autor de cómics francés Frédéric Boilet y su compañera sentimental la japonesa Aurélia Aurita. Tras numerosos títulos en los que Boilet recreaba su relación con sus parejas niponas (Mariko Parade, Tokio es mi jardín, La espinaca de Yukiko); Aurita con su díptico Fresa y chocolate dio la versión más explícita (en lo sexual) de su relación de pareja con Boilet.

Frédéric Boilet y Aurelia Aurita: una historia de amor contada por sus dos protagonista, que miran atrás sin ira.

 

En los últimos años, si hay una candidata idónea para una nueva venganza en forma de libro en nuestro entorno más inmediato, sin duda, esa sería Patricia Llosa. Si a la segunda esposa de Vargas Llosa le diera por escribir sus memorias: ofertas editoriales no le faltarían, y el éxito de ventas estaría asegurado. La que ha sido su sustituta le asegura el tirón mediático instantáneo. Si la ex del nobel peruano las escribiese, cumpliría con una larga tradición: la de aquellas historias de pareja que nacen envueltas en literatura; y que sobreviven más allá de su fin, gracias a esa misma literatura convertida en arma arrojadiza.

En el caso de Miss Peggy, dado su narcisismo y egolatría insaciable, no nos cabe duda alguna de que de un modo u otro, seguirá sabiendo sacar mucho rédito a su condición de separada.

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

101 relatos bibliotecarios para el #Díadelabiblioteca 2021

 

Hay combinaciones de palabras o conceptos que, inevitablemente, se repelen. Por ejemplo, un carnicero vegano, un actor que huye de la fama o un cirujano al que le repugna la sangre. De forma similar, alguien que se ha formado para trabajar en bibliotecas y no gusta de libros ni de lectura: resulta extraño pero no imposible.

 

Trabajar en una biblioteca puede deberse a varias motivaciones o circunstancias. Si en el barómetro de hábitos de lectura que publica el Gremio de editores se incluyera una encuesta sobre cuánto y qué leen quienes ejercen como profesionales en bibliotecas: igual nos llevábamos una sorpresa. Después de todo, para vender ropa deportiva no es necesario hacer deporte. Pero qué duda cabe que si se trabaja con algo que nos gusta el resultado será infinitamente mejor. Es el caso de los autores y autoras detrás del libro 101 relatos bibliotecarios de la editorial Vinatea.

Vinatea es una editorial con finalidad solidaria originaria de Valencia. Los beneficios que se recaudan por la venta de sus libros se invierten en la O.N.G Valencianistes per la Solidaritat. Esta organización promueve proyectos para mejorar la vida de menores en riesgo de exclusión en barrios desfavorecidos de la capital del Turia.

Su idea para celebrar el #Díadelabiblioteca 2021 ha consistido en reunir a 101 (como los dálmatas pero sin Cruella) autores y autoras que tenga relación con bibliotecas, archivos y sociedades bibliófilas. Obviamente, en el cupo, entran muchos profesionales de bibliotecas y archivos. De hecho, son mayoría.

La proposición por parte de la editorial ha consistido en ofrecerles 101 temas relacionados con libros y bibliotecas; y a partir de ahí, que los relatos surgieran libres. Como dice en la web desde la que venden el libro: «historias relacionadas con libros como homenaje a esos lugares llamados bibliotecas«. Un homenaje doble a bibliotecas y a sus profesionales del que no nos constan antecedentes.

Karl Lagerfeld, bibliófilo impenitente.

 

El cuento sobre Dewey, el gato que vivió toda su vida en una biblioteca.

En el listado de temas propuestos encontramos inspiración para mucho más que relatos breves. La pasión bibliófila de Karl Lagerfeld, la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi, el Códice del diablo, la defensa de las bibliotecas chilenas durante la dictadura, la editorial del actor Johnny Deep, el Index Librorum Prohibitorum, la biblioteca del empresario estadounidense Harlan Crow, el gato Dewey que vivió toda su vida en la biblioteca de Spencer (Iowa), la Villa de los Papiros de Pompeya, el ladrón de bibliotecas Anders Burius o la biblioteca de los libros congelados Beinecke, entre otros 90 relatos.

 

La biblioteca de los libros congelados Beinecke.

 

El roce hace el cariño, y pese a la posibilidad de profesionales de bibliotecas que no gusten de la lectura: lo más habitual es que la tentación literaria termine calando aunque solo sea por cercanía. El intrusismo en el mundo bibliotecario no es algo que nos resulte ajeno. Desde el voluntariado como excusa política para desmantelar servicios bibliotecarios profesionales; hasta los cuerpos generales de la Administración, o de especialidades ajenas al gremio: que configuran el 80% de las plantillas. Pero en el caso de esta antología para celebrar el Día de las bibliotecas quienes firman los relatos: ¿no estarán ejerciendo intrusismo en el mundo literario? 

 

La biblioteca del empresario estadounidense Harlan Crow.

 

Las conexiones entre escritores y bibliotecarios son un filón que aún está por explotar. Más allá de las loas que los creadores puedan tener hacia el papel de bibliotecas y bibliotecarios: lo cierto es que las relaciones que se establecen con los autores pueden ser radicalmente opuestas. Desde la admiración que roza la devoción del fan o groupie, que no necesita explicación alguna; hasta la aversión más absoluta que resulta mucho más rica en matices:

  • por considerarlo un auténtico bodrio, pero como el público es soberano, tener que seguir reponiendo las obras de ese autor o autora
  • porque las posturas que defiende el autor van en contra de las convicciones personales o ideología del profesional, y la tentación de extraviar la desiderata en la que se lo piden: pone en un brete su ética laboral
  • porque ha llegado a conocerle personalmente al traerle a la biblioteca y ha resultado ser insoportable con sus aires de estrella; o una decepción por lo aburrido de su discurso
  • porque teniendo aspiraciones literarias es muy duro ver desde la barrera tanto pelotazo comercial prefabricado o incluso, lo que es más humillante: por el salto a la fama libraria, que no literaria, de éxitos fraguados gracias a la falta de criterio que impera en las redes sociales
  • porque tuviste la revelación, leyendo el libro de un autor admirado, de que nunca podrías escribir nada tan bueno, y eso, frustó tus sueños literarios para siempre

Como las películas de episodios el resultado de este libro nunca podrá ser uniforme. Pero en su variedad y polifonía reside precisamente su interés. Una mirada caleidoscópica al mundo bibliotecario. Una obra en la que las fronteras se difuminan sin atender a profesiones en honor a libros y bibliotecas. Y eso, en estos tiempos atenazados de corrección política y provocaciones inanes, siempre es una buena noticia. ¡¡Feliz Día de la biblioteca!!

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Literatura y cine: la punta del iceberg

 

 

La nueva versión de Dune (2021) dirigida por Denis Villeneuve sea quizás la primera cinta cuyo estreno se pueda considerar pospandémico. No porque haya desaparecido el virus; sino porque apunta maneras para atraer a las salas a espectadores que llevan más de año y medio de sequia cinematográfica en pantalla grande. Y además, tiene su lógica que, tras este año y medio, sea una cinta de ciencia ficción la que reviente las taquillas.

Bien es cierto que las credenciales del director (y del reparto) de la cinta aportan cierta garantía de calidad. La versión de David Lynch en los 80 se movía en parámetros bien distintos a los de Villeneuve. Y las comparaciones, para los más cinéfilos y memoriosos, serán inevitables. El punto de referencia para ambas pasa por el original literario de Frank Herbert. Un debate este, el del reflejo eterno entre literatura y adaptaciones a la pantalla: que cuenta con un larguísimo recorrido desde los orígenes mismos del cinematógrafo.

 

Durante muchos años, El padrino (1972) de Coppola, copaba el primer puesto en estas listas que tanto juego dan para debates posteriores. Es cierto que pocas veces se valora más la adaptación que el libro original; pero algunos casos se han dado. El más significativo tal vez sea el de Orson Welles y La dama de Shangai (1947).

Según cuentan las crónicas, probablemente con mucho adorno novelesco por parte del propio Welles: el director estaba hablando por teléfono con su productor que le exigía un nuevo proyecto a rodar.

El autor de Ciudadano Kane no tenía nada pensado para ofrecerle al ansioso empresario. Así que no tuvo otra idea que coger una novelucha barata que tenía a mano y decirle el título, sin tener ni idea del contenido de la misma. El resto ya es historia.

Un clásico del cine negro con el que Welles terminó desafiando a la industria estadounidense al cortarle y teñirle el pelo a la pelirroja más explosiva de Hollywood del momento. La, en aquel entonces esposa de Welles, maravillosa Rita Hayworth.

Otro genio del celuloide, que también tenía afición por convertir en fetiches a sus actrices, y jugar con los cambios de tinte de sus cabellos: fue el británico Alfred Hitchcock. El director de Rebeca (1940) hizo otro tanto con Psicosis (1960), basada en una novela del olvidado Robert Bloch: que el mago del suspense convirtió en una maravilla que abrió la veda para las generaciones posteriores de psicópatas que inundarían las pantallas.

Y viceversa, también ha habido escritores que poco menos que montaron una campaña de descrédito contra la adaptación cinematográfica de su obra. Por citar un ejemplo cercano geográficamente: los ataques por parte de Antonio Gala a la adaptación que Vicente Aranda  hizo de su best seller La pasión turca (1994). Su oposición, en medios escritos y platós televisivos, de poco sirvieron para impedir que la gente fuera al cine atraído por ver a Ana Belén en una historia de amour fou en pleno Estambul.

Tal vez, el mayor pecado de una adaptación cinematográfica sea precisamente el ansia por ser fiel. La obsesión por la fidelidad, en este caso, puede llevar al desastre más absoluto, a meras estampas en movimiento de esa parte del iceberg inmensa que es el original literario. Por eso, los cineastas más personales saben hacer suya la obra original; creando otra obra diferente, que ha de gustarnos o disgustarnos por sí misma, no porque se parezca más o menos al texto en el que se inspiró. Y está de nuestra parte, como espectadores y lectores, perseguir la diferencia antes que la simple y pobre sustitución.

Equivalente a la contundente metáfora de la primera fotografía del post. Aquí el iceberg reparte méritos de manera más ¿ecuánime? entre cine y literatura

 

Podríamos seguir repasando la fructífera, y a la vez tormentosa, relación entre literatura y cine, pero ya habrá tiempo de hacerlo en más entregas. De momento nos quedamos con una recomendación para quienes quieran indagar en el asunto aprovechando los recursos de las bibliotecas.

Hace un año, desde la Biblioteca Regional de Murcia, lanzaron una guía de lectura y visionado aprovechando los contenidos de las plataformas eBiblio y eFilm. Un diálogo cruzado de recomendaciones llamada Literacine que se puede descargar pinchando en el enlace del título. Para promocionarla, publicaron un vídeo en el que se recoge un chiste sobre cabras y películas que Hitchcock contó a Truffaut durante las sesiones de su famosas conversaciones. La historia no tiene desperdicio.

 

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La biblioteca está abierta

 

Hace unas semanas se estrenaba la versión española del exitoso concurso-reality estadounidense RuPaul’s Drag Race. En la adaptación del formato se han respetado, lógicamente, muchas de las secciones e ideas que la célebre estrella ha puesto en práctica durante los sucesivas temporadas del formato original. Y entre ellas, se cuenta una que nos interpela directamente: The library is open.

 

RuPaul y su show convertido en cómic.

 

¿Casualidad? No existen. Que en mayo de 2021 se estrene un programa que tiene una sección con el título de «La biblioteca está abierta»; y el subtítulo-coletilla: «porque leer es ¡¡fundamental!!»: parece una broma infinita a costa de la reapertura de las bibliotecas en esta (cruzamos los dedos) desescalada imparable. Pero la literalidad en este caso nos puede jugar una mala pasada.

Lil Nas X, el hip hop ya no es lo que era.

No, RuPaul cuando anuncia que la biblioteca está abierta y los concursantes le responden gritando que leer es fundamental: no está hablando de las bibliotecas tal cual.

La sección del programa así titulada consiste en un desafío de ingenio. Cada concursante ha de «leer» al resto. No en el modo edificante en que se «lee» a las personas en las denominadas bibliotecas de personas; sino en un sentido mucho más mordaz.

Poner a prueba el ingenio para convertir a los adversarios en objetos de mofa. Algo que en un ámbito tan poco gay-friendly como el hip hop (hasta que llegaron figuras como Fran OceanArkano o Lil Nas X y le están dando la vuelta): se lleva haciendo desde años en las batallas de gallos.

Vilipendiar, ridiculizar, anular al contrincante a través de la ironía es algo habitual en el día a día de las redes. Pero en el caso de los aspirantes a drag se hace cara a cara. Es una versión light e inocente de un rasgo que identifica popularmente al colectivo gay desde la noche de los tiempos del estereotipo. El sentido del humor como escudo y como cilicio. Un arma de doble filo. ¿Cuánto de autodesprecio inducido por el entorno no late en la imagen de la marica mala? Defenderse atacando como un animal herido. Pero también el sentido del humor como salvación y exhibición de ingenio y desparpajo.

La guía de vida publicada por RuPaul en 2018.

La afortunada apropiación del programa de RuPaul nos serviría para un post dedicado a «leer a las bibliotecas».

Balancear la cabeza hacia los lados, mover las manos cual abanicos, marcar pómulo: y empezar a despellejar a las bibliotecas (y por ende, al gremio: que aquí no quedaría indemne ni continente, ni «contenidos»): con frases certeras rápidas y gozosa mala uva. Pero para eso hay que valer…o practicar.

Criticar los estilismos o actitudes de la profesión desde el blog de una empresa de servicios bibliotecarios: desde luego que sería una estrategia de marketing de impacto. De impacto contra el suelo. Que sean aportaciones espontáneas del propio gremio, en comentarios y redes, las que nos deleiten como cada viernes de #Memebibliotecario.

Pero bajándonos de las plataformas plateadas antes de torcernos el tobillo:  si antes citábamos  la apertura mental del mundo machirulesco del hip hop, sorprendentemente, ahora es el mundo del fútbol el que emite señales coloridas. Tan coloridas como el arco iris proyectado sobre todos los estadios de fútbol y monumentos de Alemania con motivo del partido de la Eurocopa: Alemania-Hungría.

 

El estadio Allianz Arena del Bayer de Munich iluminado con los colores LGTBIQ. Fotos: Reuters

 

La deriva homofóbica del gobierno húngaro ha concitado la reprobación de la Unión Europea. La aprobación de una ley para prohibir que se hable de homosexualidad en las escuelas ha sido la espita; y la negativa de la UEFA a iluminar con el arco iris el estadio en la que se jugaba el partido: el detonador que ha provocado una explosión tras otra de gestos reivindicativos. El fútbol convertido en escenario para actos en apoyo a los derechos LGTBIQ. Esos estadios repletos de testosterona dónde tanto se ha abusado de la palabra maricón como insulto; y del himno cantando por Freddie Mercury We are the champions como grito de exaltación viril.

 

 

Precisamente en Hungría se acaba de publicar ¡Qué familia!: el cuento infantil del escritor estadounidense, afincado en España, Lawrence Schimel con la ilustradora de Letonia: Elina Braslina. Schimel se ha especializado en libros infantiles que narran historias sobre niños y niñas con dos papás o dos mamás. Los cuentos de Schimel han tardado muchos años en ser publicados en Hungría; pero si la citada ley prospera: dejarán de publicarse en breve. Los legisladores húngaros apuestan por el absurdo razonamiento de lo que no se nombra no existe.

 

 

Una máxima que también comparten algunos padres de Texas. En el estado norteamericano ha surgido una iniciativa para excluir determinadas lecturas de las escuelas; y casualmente, todos los títulos eliminados, hasta el momento, tenían temática LGTBIQ. Una prohibición que ha movilizado a otros tantos padres que, con el apoyo de la Coalición Nacional contra la censura: intentan impedirlo. Como señala la carta pública firmada por numerosas asociaciones a favor de la libertad de expresión: «los padres tienen derecho a determinar lo que leen sus propios hijos, pero no a determinar lo que leen todos los niños«.

Sartre y su «Mi libertad termina dónde empieza la de los demás»: nunca había sido tan exprimido a conveniencia por parte del populismo más burdamente manipulador. La tensión entre avances y retroceso social, pocas veces, se ha hecho tan evidente como en nuestros días. Será por el panóptico digital que nos muestra todo al mismo tiempo. Será.

 

Carl Nassib, el primer jugador de rugby estadounidense en activo que se ha declarado gay. Foto EFE

 

Tanto da que seas cis género, hetero, bi, lesbiana, polisexual, de género fluido o queer. Esto ya no va de más o menos plumas, lentejuelas, carrozas, musculocas o camioneras. Esto va de libertades individuales más allá de los gustos sexuales o la identidad de género de cada cual. Va de diversidad. Si hay un apropiacionismo que hay que fomentar es el del feminismo y la lucha por los derechos LGTBIQ. Sus batallas, con todas sus contradicciones, avances y regresiones: son las que han abierto el camino a una sociedad realmente plural y abierta. Algo que las bibliotecas, desde el ámbito de la cultura, llevan poniendo en práctica desde hace mucho.

No hay un Stonewall de las bibliotecas como fecha a señalar en el calendario: pero las bibliotecas GLAM, las bibliotecas travesti o transformistas o transformers (que aquí no excluímos a nadie) hace mucho que van rodando. No es fácil, en ocasiones, cuesta mucho. Pero ya lo advertía la diva de divas en los 90: Why’s it so hard?

 

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Oferta de empleo público para bibliotecas del siglo XXI

 

La necesidad obliga. Con unas plantillas envejecidas tras una crisis económica que una pandemia ha venido a ahondar: el personal al frente de bibliotecas viene necesitando renovación desde hace lustros. Unas carencias que se harán más acuciantes cuando, por fin, se reanuden los servicios al completo.

 

Sue Kreitzman, artista, escritora de libros de cocina y chef televisiva: posa (a la derecha) en una librería antigua. Sue es una de las musas de la maravillosa web Advanced Style. El estilo no se jubila nunca.

 

Es previsible que las magras ofertas de empleo paralizadas en 2020 se desentumezcan a lo largo de este 2021 (aprobación de presupuestos mediante). Unas ofertas que a muy corto plazo se desvelarán totalmente insuficientes.

En unos diez años es presumible que la mayoría de bibliotecarios que se formaron o adaptaron (provenientes de otras carreras) al perfil diseñado desde las Escuelas de Biblioteconomía, y posteriores Facultades de Documentación surgidas en los 90: se hayan jubilado.

Para entonces, el grueso de los diplomados/licenciados/graduados en esos estudios que tenían a bibliotecas, archivos y (a los que se presentaron como el futuro cool de la profesión) centros de documentación: estarán trabajando en cosas que nada tienen que ver son sus estudios. O en el mejor de los casos, se moveran por ámbitos alejados del sector público.

La esperanza de que esas tímidas ofertas de empleo público sean las que aporten savia nueva habría que matizarla con el hecho de que, en muchos casos, los que felizmente, y gracias a su esfuerzo: consigan entrar a formar parte de las plantillas fijas de las bibliotecas habrán sido, hasta el momento, interinos. Personal que lleva años, cuando no décadas, conformando esas plantillas de manera, eufemísticamente, temporal. Una temporalidad teñida de canas mientras, tic, tac, el mundo avanza.

 

El renovado plan de estudios de la Universidad de Murcia. Con sentencia de muerte, perdón, proceso de extinción en marcha: Información y Documentación.

 

Los planes de estudio de las universidades se han remozado «evitando» en la medida de lo posible la palabra biblioteca. Ya detallábamos esta mutación de las titulaciones que antes se orientaban a bibliotecas y centros de documentación en Seis grados de separación bibliotecarios. Pero está claro que este cambio no ha llegado a los temarios en los que se fundamentan las convocatorias de pruebas selectivas.

La prueba del algodón es cuando la parte específica de un temario, tras las últimas décadas post-Internet; ha variado tan poco que podría integrarse en la inamovible parte común. En un laberinto de espejos el eterno tema sobre la Constitución española se refleja con el de catálogos y tipologías. ¿De verdad se puede hablar todavía de catálogos de fichas si no es dentro de los temas referidos a la historia de las bibliotecas? El tema de la Ley de procedimiento administrativo se ha actualizado más en los últimos 20 años: que el de Fuentes de información bibliográfica: obras de referencia en el mismo periodo de tiempo. Temas del siglo XX para centros que buscan sobrevivir en el XXI.

 

 En los temarios de esta editorial (cuyo nombre omitimos porque está muy feo señalar) aparecían fotos aspiracionales en sus portadas. Para ello solían recurrir al uniforme, en el caso de que la profesión lo tuviera. La auxiliar de biblioteca que aparece en el temario de la izquierda cumple con el uniforme oficial de bibliotecaria. A saber: gafas, tonos grises, cárdigan y moño. Eso sí, es guapa. El sueño profesional de toda chica que aspire a un trabajo como mandan los cánones.

 

El trabajador social de instituciones sanitarias, en el temario de la misma editorial, no parece tener uniforme, ni estereotipo demasiado perfilado. Jersey sobrio con camisa debajo. Un retrato aspiracional random que dirían los modernos.

El Carrión, el Orera, el Otlet, el Manifiesto de la IFLA/Unesco, … siguen nutriendo muchas de las baterías de preguntas que servirán de filtro para la selección. Entre la amenaza constante de la impugnación y el aburrimiento por tener que dar otra vuelta de tuerca a los mismos asuntos: se desesperan los tribunales de oposición.

Y sin duda, estamos siendo injustos. Puestos a cuestionar, probablemente, lo que habría que cuestionar es el sistema mismo de pruebas de acceso a la Administración. El decimonónico, pero aún único, sistema de oposición y/o concurso/oposición.

¿Cómo se siguen seleccionando profesionales para centros del siglo XXI según los estándares del XIX? Las alternativas que aseguren un proceso transparente, imparcial y justo son difíciles.

Tal vez, en unos años, los tribunales sean sustituidos por salomónicos engrendros de la Inteligencia Artificial. Robots evaluando las aptitudes de los humanos. Una distopía por la que más de un tribunal, e incluso más de un opositor: firmaría ahora mismo. Mientras, seguiremos con ofertas de empleo público para el siglo XXI que (casi) no desentonarían en un BOE de los años 60 del siglo XX.

 

Exterior de Cybrarium en la ciudad de Homestead: la última frontera de las bibliotecas.

 

Por contraste a todo lo anterior: una noticia de la agencia EFE que se ha reproducido en diversos medios con un titular de lo más llamativo: «la última frontera de las bibliotecas». Se trata de una crónica sobre el recién inaugurado Cybrarium de la ciudad estadounidense de Homestead. Esta ciudad del estado de Florida es la última justo antes de los Cayos de Florida. Por tanto se puede decir que es la frontera de los EEUU frente a Cuba. De ahí que el redactor de la nota de prensa lo haya tenido a huevo para el titular.

Cybrarium es la última frontera de las bibliotecas porque parte del concepto de biblioteca pública para dar un paso más allá. Este innovador centro se define como el puente definitivo entre la biblioteca pública y las últimas tecnologías. Un cubo repleto de realidad virtual, impresoras 3D, equipos tecnológicos de última generación. En un decorado absolutamente futurista, el centro que reemplaza a la antigua biblioteca: se decora con imprentas y robost antiguos o referencias a los mundos fantásticos de Julio Verne o la Metrópolis de Fritz Lang. El necesario punto vintage que resalta lo ultra-moderno.

 

Una de los espacios para los peques en Cybrarium.

 

Una colección de 35.000 documentos de papel, sí de papel, entre libros y cómics conviven con libros digitales y audiolibros. Y los espacios se distribuyen entre salas de estudio (sí de estudio), lugares de reunión o maker spaces. Todo lo que viene a ser ya casi un clásico cuando de renovación de las bibliotecas se habla.

Lo lógico, tras leer esta noticia, sería preguntarnos por los horizontes que abre esta «última frontera» a las bibliotecas. Pero tendremos tiempo para volver a hablar sobre Cybrarium. En este post, lo sentimos, solo lo hemos utilizado para subrayar tendenciosamente el asunto que nos absorbe y que se resume en una pregunta: ¿cómo sería una oferta de empleo público para cubrir un puesto en Cybrarium? La última frontera bibliotecaria requiere de forasteros valientes dispuestos a colonizarla.

 

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Si la biblioteca fuera…2

 

Si la biblioteca fuera un palo del flamenco sería una rumba: porque se adapta a cualquier estilo y te alegra el cuerpo de inmediato.

Si la biblioteca fuera un árbol sería el alcornoque: te previene de convertirte en uno; y de su madera, se saca el corcho que sirve de aislante acústico.

Si la biblioteca fuera un programa de televisión sería el de Mercedes Milá en el que Umbral se iba si no hablaba de su libro.

Si la biblioteca fuera un juguete de merchandising sería un transformers: ¿hace falta argumentarlo?

Si la biblioteca fuera un actor inglés sería Alec Guinness: porque pasó de Shakespeare a Star wars manteniendo el prestigio intacto.

 

Si la biblioteca fuera un edificio sería un rascacielos: cuanto más rozan las nubes más profundos son sus cimientos en el suelo.

Si la biblioteca fuera un gurú sería Aleister Crowley: su lema ‘Haz lo que quieras’ caló en estrellas del rock como Keith Richards, David Bowie o Jimmy Page que declararon su amor por las bibliotecas.

Si la biblioteca fuera un curso de idiomas sería el que dio Raphael para cantar Aquarius: lo primero para soltarse con una segunda lengua es perder la vergüenza.

Si la biblioteca fuera una chuche sería peta zetas para el cerebro.

Si la biblioteca fuera un tratamiento de estética sería el ácido hialurónico porque hidrata, repara y rejuvenece las ideas.

 

 

Si la biblioteca fuera un personaje de Arnold Schwarzenegger sería Terminator (no Conan) porque aunque la dejen en el chasis con tanto recorte sigue pese a todo adelante.

Si la biblioteca fuera un fenómeno meteorológico sería el tornado que transportó a Dorita al mundo de Oz.

Si la biblioteca fuera un tango sería Libertango, tanto en su versión original de Astor Piazzolla como en la de Grace Jones, porque nada te hace más libre que bailar pegado a la cultura.

Si la biblioteca fuera un directo, sería uno de Tom Waits, porque aunque parezca que va a quedarse sin aliento siempre tiene fuelle para dar la última nota.

Si la biblioteca fuera una embarcación sería la Kon-Tiki que, pese a su modestia, resistió la travesía desde Perú a la Polinesia, a través del Pacífico.

 

 

Si la biblioteca fuera una bombilla sería la que luce en la estación de bomberos de Livermore (California): pese a llevar encendida 119 años sigue riéndose de la obsolescencia programada.

Si la biblioteca fuera un fenómeno natural sería un géiser: cuanto más la frecuentas más bulle la creatividad.

Si la biblioteca fuera un instrumento sonoro sería un theremin, aún sin pisarla, sus vibraciones te llegan gracias a sus plataformas digitales.

Si la biblioteca fuera una modelo sería Iris Apfel: por sacarle los colores a la vida haciéndole una peineta al edadismo.

Si la biblioteca fuera una raza de perro sería Kant-Nietzsche…ok, vamos a dejarlo por hoy.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Alexa quiere ser bibliotecaria, pero no la dejan

 

En Infobibliotecas somos generosos. Igual que, de vez en cuando, regalamos ideas bibliotecarias para quien tenga (la insconciencia o el arrojo, según se mire) de llevarlas a cabo: también damos argumentos para futuras novelas o películas.

Rodeados, como estamos, de sirvientes digitales: ya están tardando en hacer una adaptación de Las criadas de Jean Genet con Alexa y Siri como protagonistas. Un ¡Cómo está el servicio! domótico (con papeles secundarios para Roomba y Coonga): o una revisión tecnológica de El sirviente (1963) de Joseph Losey; según la historia se decante por el drama o la comedia.

 

La excelente El sirviente (1963) de Joseph Losey.

 

A Alexa le falta el tono seductor que tenía Samantha (gracias a la voz de Scarlett Johannson) en la historia de amor entre el personaje de Joaquín Phoenix y una Inteligencia Artificial en Her (2013). Pero eso no le ha impedido infiltrarse en la mayoría de los hogares. Y es más, incluso en las bibliotecas.

Las bibliotecas estadounidenses están cuestionando las prestaciones que, Alexa o su hermano Echo: pueden aportar en sus centros. Según el estudio de dos investigadoras de la Universidad de Alabama: «Alexa, ¿estás escuchando?» hay que llevar cuidado con Alexa. Dicho lo cual solo podemos añadir: benditos estos estudios que subrayan lo evidente.

Si alguno de los presentes en la sala tiene una Smart TV de la marca Samsung: habrá vivido la espeluznante experiencia, propia de la niña de Poltergeist, de levantarse a beber agua a la cocina de madrugada y sobresaltarse al percibir un resplandor en el salón. La televisión ha iluminado su pantalla sola y se encuentra absorta (según versión Samsung) en sus actualizaciones. Pero tú, aturdido en medio de la noche, puede que hasta bajo los efectos de un Orfidal o Lexatin para poder apaciguar el sueño: sabes que no. Que en realidad, tienes una espía en el salón. Y lo más grave. Que has sido tú quien le llevó hasta allí.

 

La película Poltergeist (1982) profetizando las Smart TV. 

 

Pues bien, para evidenciar algo que todos sabemos, Miriam El Sweeney y Emma Davis, las susodichas investigadoras de Alabama, decidieron cuestionar el uso que se estaba haciendo de los asistentes de Amazon en las bibliotecas del país.

En las bibliotecas estadounidenses, los altavoces de Amazon: Echo y Alexa, han ido incorporándose como recursos para facilitar las interacciones de personas discapacitadas o con dificultades para escribir. Y no solo para los usuarios, también para los trabajos de los bibliotecarios. Unos diligentes criados robóticos que, para llevar a cabo su labor, precisan recopilar gran cantidad de datos de los usuarios.

 

Amazon nos espía. Ilustración de ‘The Daily Dot

 

Después de todo, la intimidad cotiza a la baja desde hace mucho; y si en tantos hogares no tienen reparos en dejar que Alexa habite sus salones: ¿por qué habrían de tenerlos en las bibliotecas? El estudio constata los recelos que los asistentes de voz despiertan entre los bibliotecarios. La continua sospecha de que Alexa graba las conversaciones. Que recopila datos cuyo uso posterior nadie conoce. Amén de convertirse en otra puerta de acceso para hackers y piratas informáticos que quieran recolectar información o directamente boicotear el servicio.

Las conclusiones del estudio son previsibles. Se recomienda no usar dichos asistentes en las bibliotecas ante la vulneración que pueden suponer para la protección de datos que estas instituciones deben cumplir. Toda Inteligencia Artificial debería nacer con perfil bibliotecario. Pero las multinacionales no las dejan. Nacida para ser bibliotecaria; pero entrenada y obligada a trabajar de espía. La pobre Alexa, tan solícita y amable, impermeable a los desplantes e insultos que le profieren los humanos: está bajo sospecha.

Tal vez, ahora que todos somos famosos, tal vez, sea el momento de exigir contratos de confidencialidad a nuestros asistentes virtuales. Cual Madonna o Beyonce.

 

Pepper es el robot asistente de IdeaSpace, la recien inaugurada biblioteca de Fredericksburg (Virginia). Actualmente el simpático autómata encuentra dificultades para el reconocimiento facial debido al uso de mascarillas. Un virus, de lo más biológico, poniendo en un brete a los ingenios artificiales.

 

Y estas estábamos, compadeciéndonos de la pobre Alexa y su vocación frustrada bibliotecaria; cuando, también, desde el otro lado del Atlántico, nos llegaba una noticia sobre criadas/mayordomos y lectura. Nuestra querida corresponsal neoyorquina, Irene Blanco, nos ponía sobre la pista del hotel de Palm Beach (Florida) en el que disponen de un mayordomo de libros.

En este caso, la Inteligencia Artifical queda fuera, todo es humano, muy humano. El lujoso hotel The Ben West Palm abrió sus puertas un mes antes de que estallara la pandemia que nos ha paralizado durante el último año.

 

Detalle del vestíbulo del hotel de Palm Beach. Fotografía de la web del hotel.

 

En los hoteles estadounidenses es costumbre dejar un ejemplar de la Biblia. No nos consta si en el hotel de la exuberante Palm Beach hay ejemplares del libro más vendido de la Historia. Pero lo que sí hay es un catálogo con novedades literarias. Igual que decidimos qué sanwich o bebida queremos que nos traiga el servicio de habitaciones: elegimos el libro que queremos que nos lleven a la habitación. Pero no se queda aquí la apuesta por la lectura del establecimiento.

 

Vestíbulo y biblioteca al fondo del The Ben West Palm Hotel. Fotografía de su web.

 

En un ejemplo de inteligencia y sinergia empresarial, el hotel, una vez se marcha el cliente: incluye en la cuenta la posibilidad de comprar el libro que ha estado leyendo; o de donarlo a la biblioteca West Palm Beach. Libros que han sido provistos por la librería local The Palm Beach Book Store. Después de esto se nos ocurre un eslogan que regalamos generosos por si alguien quiere ponerlo en marcha: ¿Quieres dejar huella allá dónde viajas?: dona libros a la biblioteca local. Promoviendo la lectura y el comercio local.

Cuando, al fin, podamos viajar sin restricciones, será cuestión de ver en qué ciudades hay hoteles de la cadena Autograph Collection de Marriott. Después de esto, se merecen toda la confianza del gremio bibliotecario.

 

Cientos de candados en el Puente de las Artes de París: ¿no es más rómantico donar un libro a una biblioteca que colgar un candado?

 

Firo Vázquez cocinando papeles.

También se ofrecen menús temáticos basados en grandes clásicos de la literatura. Los Book Bites (mordiscos literarios) de The Ben West Palm nos traen a la memoria los elaborados menús con papel comestible del chef afincado en Murcia: Firo Vázquez.

Sus investigaciones con la Universidad de Murcia, le llevaron a crear papeles comestibles, basados en las harinas denominadas elaborinas, que le han hecho dar la vuelta al mundo. Gracias a sus artes, fue posible degustar el Quijote en la inauguración del Instituto Cervantes en Pekín en 2013; o el periódico ‘El País’ (procurando evitar noticias indigestas); o la portada de una revista. Gracias al trabajo de este chef todos podemos convertirnos en librófagos felices.

 

En el restaurante de Firo Vázquez, la cuenta, además de pagarla también te la puedes comer.

 

Comer papel para los bibliotecarios es casi caer en el canibalismo: es engullir lo que hasta el momento ha sido la materia prima que ha dado cuerpo a la profesión. Y pese a que algunos quieran dibujarles como zombis arrastrándose por la esfera digital, si la profesión sobrevive: será gracias a su capacidad para ser omnívoros, fagocitando todo lo que nos rodea.

Entre meter criada o ponerse a servir, las bibliotecas siempre han hecho lo segundo. Y lo primero, lo de meter criada, hasta que Amazon no desarrolle una versión con la voz de Gracita Morales: que se olvide de las bibliotecas. Igual que se olvida de ellas cuando se trata de dar acceso a los libros que edita.

Después de todo, que te sirvan, termina atrofiándote los instintos. Solo hay que ver las camadas de algunos de los más destacados representantes de las clases pudientes en las últimas décadas.  Hay que aguzar el instinto autodidacta, el criterio propio, la curiosidad intelectual, no dejarse llevar por lo acomodaticio, para eso ya están las redes sociales. Y ese ejercicio de independencia formativa e intelectual donde mejor se sigue practicando: es en las bibliotecas.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Mujeres que nos gustarían como bibliotecarias [6]: Lidia García (the queer cañí bot)

 

La última entrega de nuestra serie Mujeres que nos gustaría como bibliotecarias se estrenó a pocos días de que se decretase el estado de alarma. No vamos a contar lo que vino después. El 8M se convirtió en nueva cachiporra política en medio de una pandemia.

Un año después, afortunadamente, aquí seguimos. Y para celebrar esta semana en torno al 8M 2021: necesitábamos montar un buen tablao. Palabras y palmas al compás que vienen de la mano de la bibliotecaria en potencia que hemos elegido para la ocasión.

Su melena rizada ensortija coplas como las varillas de un abanico cuajado de flores. Su sabiduría de reina mora le hace embrujarnos con los giros del más airoso de los faralaes… Ejem, mejor no seguimos. Ojalá tuviéramos el verbo florido y la entonación inflamada de un Lauren Postigo: para hacerle una presentación a la altura. Nos encantaría convertir este blog en un corral de la pacheca digital. Pero nos falta duende.

 

Todo lo contrario que a nuestra protagonista. Lidia García (más conocida como ‘the queer cañí bot’ en redes). Esta divulgadora cultural, activista LGTBQ+ e investigadora en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia se define al compás en sus redes como: bollera, coplera y de clase obrera. Esa rima, por lo menos, da para una seguidilla.

Es una de esas afortunadas que han sabido sacarle un buen rendimiento al confinamiento. Sus podcast ¡Ay, campaneras! han creado más afición que el Resistiré en los balcones a las 8 h. Y su mirada, desde el feminismo y la teoría de géneros, a la copla y a las folclóricas ha hecho que, oyentes muy alejados de zarzamoras y Marías de la O: terminen canturreando la bien pagá en la ducha. 

Lidia es una espabilá, como cantaba Antoñita Peñuela, flamenca y chica yé-yé que no podemos contar si se toma combinaos sobre la barra de un bar: pero que se debe a su público, como reza el canon de toda folclórica de pro. Y hoy tenemos la suerte infinita de ser ese público.

 

LIDIA GARCÍA 

(the queer cañí bot)

 

Qué conexión personal tiene una nacida en los 80 con el género de la copla y las folclóricas. 

Toda. Es la música que siempre le he oído cantar a mi madre mientras hacía la casa. Además, cuando yo era cría, las folclóricas tenían bastante presencia en televisión, tanto en galas musicales y similares como en la prensa rosa. Era puritita fascinación lo que sentía al verlas. Vamos, como ahora. 

El auge de los cantautores en los 70 e incipiente democracia vino aparejado a un desprecio por la copla y las folclóricas por su asociación a la dictadura. La movida de los 80 despreció a los de la pana; y en los últimos años, numerosas voces cuestionan y critican la Movida. ¿Será que los hijos necesitan matar culturalmente a los padres y por eso terminan reivindicando a los abuelos? ¿será que para despolitizar un fenómeno cultural es necesario que se salte una generación?

En un sentido generacional puede ser que sí: pero, fíjate, que en mi caso la copla es la música que han escuchado y tarareado siempre mis padres. En mi casa, apenas ha entrao la pana: así que en mi reivindicación no he tenido que saltarme ninguna generación, al menos en lo cercano. 

Los denominados culture studies llevan muchos años desarrollándose en el ámbito anglosajón. Autores, como David Walton, llevan promoviendo este tipo de estudios en nuestro país. ¿Sabes de otros proyectos de investigación que estén abordando la cultura popular española desde el prisma en que lo hacen los culture studies?

Además de voces tan potentes como las de Jo Labanyi o Stephanie Sieburth, me parecen interesantísimas algunas aproximaciones que se han hecho, por ejemplo, a la copla desde lugares en los que, los estudios culturales y la musicología se compinchan, como sucede en el volumen Copla, ideología y poder editado por Enrique Encabo e Inmaculada Matía. 

 

En el mundo de las folclóricas (y estrellas femeninas en general) el salseo sobre sus rivalidades era todo un clásico. ¿Crees que la rivalidad entre folclóricas era un ardid publicitario fomentado por ellas mismas o que los medios trataban (y tratan) de manera diferente la competitividad entre figuras de éxito según sean hombres o mujeres? 

Creo que, como la copla en sí misma, las rivalidades en el género son un campo abonado para la ambigüedad. Por un lado, muchas rivalidades tenían un fundamento muy real: no hay más, por ejemplo, que leer las palabras que Concha Márquez Piquer le dedica a Rocío Jurado en el libro que escribe sobre su madre. Deja bastante claro que no había olvidado aquel : «Yo soy más larga que la Piquer«, que pronunció Rocío, que, por cierto, también tenía mucho de habilidad de Lauren Postigo para tirarle de la lengua…Pero, indudablemente, las tiranteces estaban ahí. 

En otros casos, como sucede con la supuesta rivalidad entre Rocío Jurado e Isabel Pantoja, sí había mucho más de artefacto propagandístico que de enemistad verdadera. Claro, que luego, algunas de estas estrellas llegaban hasta a fingir conflictos para ir a la televisión a sacarse unas perras, como hicieron Sara Montiel y Marujita Díaz en aquel teatrillo maravilloso que montaron en Antena 3… ¡Con ellas nunca se sabe! 

 

Maravillosa fotografía publicada recientemente en ‘Icon‘ de ‘El País’: Carmen Sevilla, Paquita Rico, Antonio el bailarín, Lola Flores y Estrellita Castro en 1963

 

En el post de este blog “Club de lectura de prensa rosa: bibliotecas en el candelabro” reivindicábamos el potencial como objeto de estudio sociológico que ofrecen las denominadas revistas del corazón. ¿Te sirves de este material en tus investigaciones? Si es así ¿qué tipo de datos te aportan?

Las consulto muchísimo y con un deleite que no veas. Las vidas privadas de las intérpretes de la copla, el cuplé y las variedades despertaron interés de manera muy temprana: cupletistas como Raquel Meller, Amalia Molina o La Fornarina fueron algunas de nuestras primeras celebrities, por ejemplo.  Ya que su labor artística se fusionó con su proyección como figuras públicas me parece que obviar este tipo de publicaciones sería perder información valiosísima.  

 

Lidia García documentándose con el ‘Diez minutos’, en cuya portada, mostraban la entrañable amistad entre Isabel Pantoja y María del Monte.

 

¿Alguna actuación, fragmento de película o entrevista de alguna estrella de la copla te obsesiona desde hace mucho?

Pues mira, me vuelve completamente loca el flashback de Filigrana (Luis Marquina, 1949) en el que el personaje de Concha Piquer recuerda cuando tuvo que cantar en una juerga de señoritos frente al que había sido su gran amor: un noble que la había dejado para estar con una mujer de su clase y que, ahora, fingía no conocerla. Ella aprovechaba para cantarle una canción con toda la intención, «Arrieros somos», cuajada de frases-puñal como «permita Dios que te vea ir de cancela en zaguán y que nadie te socorra con un cachito de pan». Ese primer plano del perfil de Doña Concha cantando «maldita sea la hora en que yo te conocí» mientras llora de la rabia vive gratis en mi mente. 

 

 

Concha Piquer, en los años 30, reivindicaba el amor entre mujeres veladamente en una canción.  Algo impensable pocos años después. La dictadura con su recorte de libertades ¿sirvió para imprimirle más intensidad a las letras? ¿acentuó el drama o las enriqueció con más dobles sentidos?

Sirvió desde luego para que se explotaran todas las posibilidades expresivas de ese mundo de sobreentendidos y dobles sentidos…porque no quedaba otra. En cualquier caso, las elipsis narrativas y el sugerir más que detallar, eran parte de la ideosincrasia de la copla desde sus orígenes, anteriores al franquismo, pero por supuesto la represión de la dictadura avivó la necesidad de decir entre líneas. El drama, la copla ya lo traía puesto también de antes: aunque hay también coplas cómicas, el desgarro es consustancial a esta música. 

La única figura que se puede asociar en la actualidad a un folclórica, por sus inicios, según el canon implantando en el tardofranquismo sería la omnipresente Isabel Pantoja. De la España castiza con la tonadillera y el torero; hasta llegar a la cultura del pelotazo urbanístico y la corrupción en los 2000. ¿Te despierta algún interés como objeto de estudio? 

Me despierta todo el interés que te puedas imaginar, es una figura absolutamente fascinante. De momento solo me he aproximado a los Estudios Pantojiles desde la expansión lúdica en varios hilos de twitter (https://twitter.com/thequeercanibot/status/1157231428448530432?s=20) pero también me interesa mucho como objeto de estudio, claro. Ojalá pronto. 

En 1971 se celebró el antológico partido de fútbol benéfico entre folclóricas y finolis. Su crónica en el NODO de la época no tiene desperdicio. ¿Lo ves como un filón para diseccionar los estereotipos y clichés clasistas de la cultura de la celebridad del momento o se queda en mera anécdota kitsch?

La anécdota kitsch, qué duda cabe, puede ser un objeto de estudio tan interesante como cualquier otra manifestación cultural. ¡Solo de la representación de los estereotipos de género y clase y de las articulaciones de la dicotomía de «modernidad»/tradición en ese partido te salen tres tesis! 

Recientemente se publicó la brillante biografía sobre Susan Sontag de Moser
Benjamin. Su ensayo ‘Notas sobre lo camp’ fue, y es, todo un referente a la hora de afrontar la estética de masas desde perspectiva académica. Términos que nos llegan por influencia anglosajona como campkitsch o bizarre ¿se ajustan bien a la hora de definir la idiosincrasia de nuestra cultura popular o se quedan cortos?

Figúrate si me inquieta esta cuestión que gran parte de mi tesis trata de desentrañar esto. ¿Hasta qué punto emplear estas nociones constituye una imposición de la historiografía anglosajona que nos hace correr el riesgo de reducirnos, a pie de página, de la narrativa hegemónica: como apuntaba Preciado hablando de esto a colación de la obra de Ocaña?

Es una pregunta con la que trabajo, de momento utilizo el término de «camp cañí» que creo que condensa esas tensiones, sin renunciar, a las contradicciones y problemáticas que concitan, pero estoy muy lejos de poder darte una respuesta. Cuando avance más en la tesis te cuento 😉 

¿Compartes con nosotros tu playlist coplera ideal?

Como me lo pedían bastante hice una playlist con todas las canciones que puse en el podcast ¡Ay, campaneras! Tiene copla, cuplé, zarzuela…para mí son ocho horas de felicidad pura. Mucho mejor que una jornada laboral, dónde va a parar: https://open.spotify.com/playlist/5Zg0bKxPLlgYjGmTZXLdVb 

¿Qué cuentas de IG u otras redes nos recomiendas para adentrarnos en el fascinante mundo de las famosas de los años 60-70 y 80?

No os podéis perder a Tonadillera moderna, Les Greques, Cover copla y Jose de Carrillo. Son maravilla pura. 

Las folclóricas tras la muerte de Franco se sometieron a un proceso de modernización. Lola Flores, primero, haciéndose yé-yé en Casa Flora; y más tarde, autoreivindicándose como la Tina Turner española a finales de los 80; Carmen Sevilla participando en el cine del destape; o Rocío Jurado o María Jiménez apostando dedidamente por el erotismo. Contra todo pronóstico ¿demostraron tener más capacidad de adaptación que muchos grupos indies?

No soy la más adecuada para entrar en comparaciones porque no tengo ni papa de indie pero, desde luego, muchas de ellas supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Y, en ocasiones, reinventarse de arriba a abajo con una naturalidad que, viendo desde ahora el devenir de sus carreras, pasma. 

Un anuncio de cervezas ha resucitado gracias a la Inteligencia Artificial a Lola Flores relacionando su actitud y personalidad con los valores que defienden los jóvenes del momento. Vamos de teorías locas ¿en reivindicar a Lola Flores como icono para los jóvenes del XXI subyace un hartazgo de tantos años de espacios tipo OT que producen artistas con personalidades intercambiables?

No lo sé. Pero lo que está claro es que en el caso concreto de Lola Flores la fascinación intergeneracional que produce tiene mucho que ver con lo única que era, con la autenticidad de su carisma. Y también, claro está, con lo bien que supo explotar todas las vetas de esa autenticidad. Con su inteligencia, en definitiva.

 

 

El colectivo LGTBQ+ siempre ha tenido una especial vinculación con la copla y las folclóricas a través de transformismo y la idolatría hacia las divas de la copla. ¿Cómo interpretas esa conexión entre figuras del espectáculo que el régimen exhibía como escaparate de su cultura patriótica y los marginados por ese mismo régimen?

Me voy a poner muy coplera para contestarte porque no puedo evitar verlo como un idilio que nace en los orígenes mismos de la copla, como una pasión tan fuerte, que ni siquiera esa apropiación patriotera: pudo cercenarla. No es que las personas LGTBQ+ nos identificáramos con la copla, y la hiciéramos nuestra, como un fenómeno a posteriori, como una suerte de relectura: es que siempre estuvimos ahí, desde el nacimiento mismo del género. 

Y por último, vamos con un espacio de canciones dedicadas. En este blog siempre estamos dándole vueltas a lo que debe ser una biblioteca en el siglo XXI. Como bibliotecaria en potencia que eres y experta en el asunto: ¿qué copla le dedicarías a las bibliotecas?

Me gusta mucho una escena de La Dolores (Florián Rey, 1940) en la que Concha Piquer interrumpe a un estudiante que está con un tochaco de libro y se pone a cantarle Don Triquitraque. Una cancioncilla que, mezclada con las vocecicas de unos niños que juegan al corro en la calle, se burla cariñosamente de su aplicación. Ojalá todos los descansos del estudio -en biblioteca o en casa- fueran así de deliciosos. 

 

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Actualizaciones disponibles para bibliotecas desfasadas

 

Actualizarse continuamente lleva a una vejez prematura. Estar al día se ha revestido de un halo de prestigio que, según en qué asuntos, hay que empezar a cuestionar. ¡Es una trampa!: que gritaría el comandante Ackbar de Star wars. 

Actualizarse como sinónimo de progreso, de no perder el tren, de no quedarse en la cuneta. Pero actualizarse, tras la revolución tecnológica de nuestro tiempo: no es más que otra esclavitud encubierta. Un sometimiento a la altura del protocolo SEO (Sumisión Electrónica y Obediencia). Actualización como eufemismo de dependencia: que no de evolución. El miedo a quedarse desfasado instalado en nuestros circuitos para alimento de nuestra ansiedad.

 

 

Dos ejemplos que tocan de cerca el negocio de este blog. En los dispositivos Kindle no se pueden leer los libros de la plataforma eBiblio. En los dispositivos Apple, con versiones superiores a iOS13, no se pueden visualizar, de momento, las películas de la plataforma eFilm. Dos actualizaciones de gigantes tecnológicos (aunque lo de Amazon con sus Kindle no sea propiamente una actualización) que ¡¡oh sorpresa! limitan servicios ofrecidos por las bibliotecas. ¿Nos ponemos conspiranoicos o ni nos tomamos la molestia?

 

El bueno de Scorsese dejando clara su opinión sobre lo que los algoritmos están infligiendo al cine como arte. 3, 2, 1… cuenta atrás para que alguien lo convierta en objetivo de la cultura de la cancelación.

 

Dejémoslo claro: postergar-ignorar-bloquear los incordiantes avisos de que hay actualizaciones disponibles para nuestro equipo no es procrastinar. Es uno de los pocos e insignificantes placeres que aún podemos permitirnos. Los dispositivos, los sistemas, las aplicaciones se actualizan. Los profesionales nos reciclamos. Como una botella de PET o un tetra brick. La polisemia de las palabras nunca es inocente. El contenedor amarillo, verde o azul para bibliotecarios puede que esté a la vuelta de la esquina.

¿Es posible ajustar los tiempos en una biblioteca? Vamos por mal camino. Se empieza así, y se termina de negacionista de la pandemia o pontificando desde el púlpito sobre las fuerzas del mal con el brazo irritado aún por la vacuna.

 

Victoria Abril y Miguel Bosé en Tacones lejanos (1991): lejanos los tacones, y lejanas las teorías de la conspiración a la que se abonarían, 30 años después, sus protagonistas.

 

En ‘Genbeta’ nos hablan de una manera con la que podemos bloquear a las grandes multinacionales en nuestro equipo. Usando la extensión para navegadores Big Tech Detective, desarrollada por el colectivo estadounidense Economic Security Project, tanto Google, Facebook, Amazon como Microsoft: desaparecen de nuestro equipo.

Más que una medida para independizarnos de las prácticas monopolistas de estas megaempresas, Big Tech Detective, es una perfomance digital. Es una manera de concienciarnos sobre el poder absoluto, que para sí hubieran querido los absolutistas ilustrados del XVIII, que estas grandes tecnológicas tienen sobre nosotros. Si lo aplicamos, nuestro equipo, se convertirá en el Marty McFly digital del mundo de los ordenadores.

 

Pero más allá de los inventos para concienciarnos: centrémonos en cuestiones prácticas. Hace unas semanas, la Open Library Foundation, ¿actualizaba? mejor digamos que renovaba su junta directiva. La Open Library Foundation promueve el desarrollo, la accesibilidad y la sostenibilidad de proyectos de códigos abierto por y para bibliotecas.

Tom Cramer, bibliotecario universitario de la Universidad de Stanford, ha sustituido a David  Carlson como presidente de la Junta. El presidente saliente ha declarado que:

«La Open Library Foundation se fundó con la visión de ser un hogar, una especie de refugio seguro, para proyectos de software abierto que cumplieran la misión de las bibliotecas. […]  estamos listos para que más proyectos se beneficien de las oportunidades que presentan los proyectos de código abierto.»

En 2016 se creó la Open Library Foundation como organización imparcial e independiente. El software que se desarrolla bajo su amparo está disponible gratuitamente para uso personal, institucional o comercial. El movimiento promovido por esta fundación no tenido excesivo predicamento, al menos hasta ahora, en nuestro país. Pero ya hay antecendentes.

 

La periodista Alba Correa señalando con el dedo a la lógica logarítmica.

 

El libro de Stallman, un clásico en la defensa del software libre, que se puede descargar gratuitamente (como no podía ser de otro modo) en la red.

Las bibliotecas gallegas, en virtud de la Agenda Digital de Galicia 2020 y del Plan de Softwar Libre 2017, optaron por la implantación de Kohabib: un sistema integral de gestión bibliotecaria basado en el software libre Koha.

Un proceso que arrancó en 2016; y que este pasado mes de enero, se ha visto reforzado con la integración de 30 bibliotecas más. La red bibliotecaria gallega se ha convertido así en el ejemplo más preeminente, por número de bibliotecas y población atendida: en el uso de software libre en nuestro país.

Sería un buen momento para que alguien se decidiera a retomar, y actualizar, el Mapa del Software Libre en España que, el Grup de Treball de Programari Lliure per als Professionals de la Informació:  presentó en las XIII Jornadas Españolas de Documentación, allá por el 2013. El uso del software libre, en las bibliotecas de nuestro país, es un melón que aún no se ha abierto del todo.

La filosofía del software libre ¿nos libraría de la esclavitud o nos hace más esclavos? Sin un fuerte y duradero plantel informático detrás: aventurarse en esa jungla se vislumbra complicado. Pero la libertad siempre ha conllevado un precio; y hay que sopesar bien si estamos dispuestos a pagarlo. Y no hablamos solo de dinero.

 

 

También en 2013, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Blazquez: presentó el primer sistema integrado de gestión bibliotecaria íntegramente desarrollado en nuestro país: Colibrí. Un proyecto esperanzador, en parte por haber sido realizado por bibliotecarios para bibliotecarios: pero que quedó varado por falta de apoyos económicos.

 

El tema del software libre, lejos de perder vigencia: sigue ahí. Soterrado, quizás, entre tanto ruido: pero persistente. En el blog de la empresa de servicios informáticos, TechJockey, acaban de publicar un artículo con un ranking de los 10 mejores sistemas de código abierto para bibliotecas.

El ranking lo encabeza Koha para a continuación enumerarse otros recursos de código abierto como Evergreen, OPALS, Openbiblio, Invenio, PMB, NewGenLib, CodeAchi, Librarian y BiblioQ. El repaso a los diez sistemas recoge sus principales características, y  a modo de conclusión, termina repasando algunos pros y contras que, a juicio de TechJockey: tiene el producto en cuestión.

 

Étienne de La Boétie dando lecciones al siglo XXI desde el XVI.

 

Datos y reflexiones con las que entretenerse, una vez que, tras meses de postergarlo, nos aventuramos a pulsar el botón de actualizaciones disponibles. Durante minutos, con suerte, nuestro equipo nos rechaza ensimismado en su renovación. Y una vez concluye de autosatisfacerse, nos vuelve a acoger, pero ahora bajo nuevas normas. El ABC del BDSM: ¿quién posee a quien? ¿el amo o el esclavo?

No, que no vamos de luditas. Vamos de que, puestos a cuestionar/nos: cuestionemos también el que haya que estar cambiándolo todo. Las bibliotecas, pese a sus deficiencias remoras o limitaciones, siguen estando vigentes en muchas cosas. Que la actualización sea un deseo real, no impuesto, de mejora. No dejemos que ese ansia por actualizarnos haga que nuestra autoestima, profesional o personal, se tambalee. En definitiva, darle al botón de la actualización debería ser siempre un acto soberano. ¿O tal vez no?

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