Mecenas de bibliotecas (como un guante de seda forjado en hierro)

 

No es la primera, ni probablemente la última, que se hable de la Ley de Mecenazgo y las bibliotecas. Un artículo de ‘El Mundo’ ,de hace unos meses, al respecto de la que puede que sea la ley más esquiva de nuestro país decía:

«desde las elecciones de 2011, la sustitución de la Ley de Mecenazgo de 2002 ha sido el gran fracaso de la política cultural española.»

Mucho despotrican sobre las subvenciones al cine español pero poco han hecho, ni los que las critican, ni quienes las defienden: para ofrecer alternativas legislativas que hagan del sector cultural un luminoso objeto del deseo (fiscal). Normalmente, cuando se habla de mecenazgo cultural y donaciones por parte de particulares (al menos en ámbito bibliotecario): se tiende a dirigir la mirada a los Estados Unidos. Pero la última noticia al respecto proviene de un país europeo. De la siempre desconcertante y bella Italia.

 

La futura biblioteca del diseñador Brunello Cucinelli

 

Brunello Cucinelli es lo que la cultura empresarial de estos últimos años define como emprendedor. Un self-made-man en jerga anglosajona. Originario de una zona rural a las afuera de Perugia en su casa paterna no tenían ni electricidad ni agua corriente. Puro neorrealismo italiano. A los 24 años decidió dejar los estudios de ingeniería para centrarse en leer textos de filosofía por su cuenta. En los años 70 del pasado siglo comenzó a fabricar jerséis de lana de cachemir. A finales de esa década su empresa Brunello Cucinelli SpA era un gigante de la moda italiana.

Cucinelli es conocido por su labor filantrópica y sus inversiones y donaciones para preservar el arte de su región. Su sobrenombre combina mejor que un suéter de cachemir con pantalones de tiro alto: el diseñador-filósofo. Y el último gesto dadivoso del magnate de la cachemira tiene que ver con las bibliotecas.

Daniel Clowes siempre hace cómics interesantes. Pero en pocos acertó tanto en el título como con este. 

El complejo de la empresa Cucinelli, situado en Solomeo (Perugia, Umbría), incluye un teatro o un anfiteatro entre bosques y jardines. Y ahora se le suma la Biblioteca Universal Solomeo. Una remodelación ambiciosa del edificio por parte del arquitecto Massimo de Vico Fallani que alcanzará los 2.000 metros cuadrados, y en la que se albergarán entre 40.000 y 500.000 libros; en los que se dará preferencia a la filosofía, la arquitectua, la literatura, poesía y artesanía.

Una biblioteca que nace con vocación de universalidad y con la que Cucinelli quiere dejar un legado de largo recorrido.

Las bibliotecas presidenciales de los Estados Unidos son las pirámides culturales de los sucesivos mandatarios; y Cucinelli opta por algo similar.

Precisamente recientemente se conocía que el artista Theaster Gates está trabajando en la que será la biblioteca presidencial del 44º presidente de los Estados Unidos: Barack Obama. Sobre la biblioteca del 45º presidente, en cambio, no hay noticia de candidatos, por el momento, para trabajar en ella.

Gestionar la documentación presidencial (incluyendo incendiarios tuits y correos electrónicos) de Donald Trump es, según la descripción de un artículo publicado en ‘The Globe and Mail‘: el trabajo más difícil de los Estados Unidos. Recientemente, el gobierno estadounidense publico una convocatoria para conseguir candidatos para ocupar la plaza de archivero supervisor de la biblioteca del expresidente. El sueldo de 134.798 dólares lo hace apetecible. Pero tener que bregar con semejante legado requiere de un sentido del deber al alcance de pocos.

 

El diseño satírico que se hizo en noviembre de 2020 a cuenta de la futura biblioteca presidencial de Trump y que nos contaban en Universo Abierto.

 

Los responsables de gestionar la documentación de los sucesivos mandatos presidenciales son empleados gubernamentales que designa la Administración Nacional de Archivos y Registros y su misión, como se encarga de remarcar el artículo: es ser objetivos. ¿Alguien puede imaginarse que no habrá interferencias por parte de Trump cuando se trate de conservar los documentos que evidencian su implicación en el asalto al Capitolio? ¿que no procurará impedir la difusión de las pruebas documentales de sus esfuerzos por boicotear los resultados electorales que le echaron de la Casa Blanca? Los expresidentes tienen cierta capacidad para bloquear la publicación de documentos: y ¿alguien duda de que Trump la ejercerá?

Los 134.798 dólares se hacen menos apetecibles desde esta perspectiva. Del suave cachemir del mecenazgo del diseñador italiano Cucinelli al oxidado hierro de la posverdad de Trump. El doble filo que puede llegar a mostrar la, en principio, deseable figura del mecenas o, en el caso de Trump: del homenajeado. El expresidente del tupé está más interesado en la parte museística de su biblioteca presidencial. Aquella que solo se centra en lo conmemorativa y no en lo documental. Pero para concluir, dejemos atrás el pesado hierro del exmandatario estadounidense; y quedémonos con un guante de seda forjado en cachemir: la historia de amor y mecenazgo bibliotecario de Carol y Victor Nunn.

 

Carol y Victor Nunn: una historia de amor bibliotecaria.

 

Carol y Victor se cruzaron en el campus de la Universidad McMaster de Ontario un día de 1991. Lo suyo fue un flechazo. Un flechazo entre bibliotecarios que les llevó a una vida de trabajo y pareja durante 30 años de feliz matrimonio. Se convirtieron en una pareja conocida por todas las promociones que pasaron por la Universidad durante esos 30 años. Los dos constituían por sí solos una institución, basada en el amor mutuo y el compartido por los libros, dentro de la institución educativa. Tras su jubilación, Carol y Victor, siguieron acudiendo al campus, a actividades, eventos y proyectos de la biblioteca.

Su historia de amor se acabó en 2019. Primero, se marchó Victor, con 80 años; y solo un año después, falleció Carol a los 82. La Universidad, su universidad, su biblioteca, el lugar donde arranco su historia de amor de tres décadas: les rindió un sentido homenaje. Y una vez se hizo público el testamento saltó la sorpresa: Victor y Carol donaban un millón y pico de dólares a la biblioteca de la Universidad.

Dicen que bien está lo que bien acaba.  Por eso queremos terminar suave, dulce, bonito cual cachemir de color rosa. Es el tono adecuado para la historia de Cucinelli y su biblioteca; es el caso de Victor y Carol, su historia de amor, que pese a lo inevitable de la muerte, no pudo tener mejor final. Y en lo referente a Trump: el mejor final será que realmente pase a la historia y se quede, para siempre, como pieza de museo.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Lo que la literatura ha unido que no lo separe el hombre

 

Es un lugar común, en cualquier artículo sobre la vida en pareja, lo mucho que une el hecho de compartir aficiones. En todo cuestionario de cualquier web para buscar pareja, siempre queda bien incluir un apartado sobre aficiones literarias (bueno en la célebre Ashley Madison, no creemos que lo literario importase mucho, pese a los ríos de tinta que hizo correr en su día).

Por eso, el hecho de que en el especial de Halloween de los Teleñecos en el canal Disney + de este año, la diva Miss Peggy intercambiase disfraces y amabilidades con su ex la rana Gustavo (el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo): hizo saltar todas las alarmas. La cerda, siempre dispuesta a poner los puntos sobre la íes, concedió una entrevista posterior al medio sobre cotilleos de Hollywood ‘E! News. Y declaró que todo era una fantasía, que seguían sin ser pareja; y que fue una cosa muy linda producto de la buena relación que mantienen desde su ruptura sentimental; allá por 2015.

Cuando su amor de trapo parecía durarero y con futuro ambos protagonizaron una deliciosa campaña de promoción a la lectura. Su amor por los libros fue una de esas aficiones que ayudaron a que su amor superase las barreras que les imponía su pertenencia a diferentes especies. Pero eso no les ahorró el aluvión de comentarios que siguieron a su ruptura en aquel entonces.

Que si el hecho de que el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo hubiera iniciado una relación con la cerdita Denise, más joven que Miss Peggy, era una perpetuación de los estereotipos; que si el hecho de que Miss Peggy hubiera sido galardonada por las feministas estadounidenses: incidía en la imagen arisca, totalitaria e intransigente de lo que se ha dado en denominar como feminazis…

Y así un largo rosario de polémicas en derredor, que puede que lleven a muchos a enarcar la ceja, pero que en los Estados Unidos, los medios toman mucho más en serio de lo que podría suponerse.

En el país del dólar, cualquier fenómeno de la cultura popular es susceptible de ser analizado en clave académica. La mejor forma de analizar nuestro tiempo; pasa por estudiar a los fenómenos y protagonistas de la cultura popular. Y estos estudios culturales parece que, poco a poco, van llegando a nuestro país. Pero volviendo a la separación de Miss Peggy y Gustavo, dada la visceralidad y amor por la literatura de Miss Peggy; lo raro es que no se decidiera a publicar un libro sobre su relación. Habría venido a sumarse a una larga lista de venganzas literarias que han tenido como protagonistas a grandes nombres de la literatura.

 

Norman Mailer, tal vez el escritor con más ex esposas, cuya venganza fue escribir un libro.

 

Adele Morales, la segunda esposa del escritor norteamericano Norman Mailer, esperó hasta 38 años para vengarse por escrito de su famoso marido. Tenía razones de sobra para hacerlo. En 1960, tras una más de sus desenfrenadas fiestas, el autor de Los desnudos y los muertos, la apuñaló. Claro que ella tampoco se quedó corta intentando atropellarlo con su coche. Lo de Mailer bate todos los récords, no ya por sus seis matrimonios: sino por el número de ex esposas afrentadas que recurrieron a la letra impresa para vengarse de él.

La actriz Claire Bloom (Candilejas, Poderosa Afrodita, El discurso del rey) se casó con Philip Roth en 1990 tras 15 años de convivencia. No se puede decir que fuera una pareja de jóvenes inexpertos, pero en su libro Adios a una casa de muñecas, la actriz saldaba cuentas con el genial escritor haciendo un pormenorizado repaso a las miserias de su matrimonio.

 

Philip Roth y Claire Bloom cuando eran marido y mujer.

 

Aunque las venganzas literarias más elaboradas y brillantes de la historia, pertenecen por derecho propio a dos mujeres: Louise Colet y Sophia Behrs.

La poetisa Louise Colet, ex amante de Flaubert, sirvió de inspiración para la protagonista de la obra más famosa del literato francés: Madame Bovary. Hoy día, en pleno auge de las redes sociales, que un gran escritor decida inmortalizar tu intimidad en un clásico de la literatura universal: sería el sueño de los miles de internautas que comparten hasta lo más nimio de su rutinario día a día. Pero en el siglo XIX, a Colet no le hizo ninguna gracia. Su respuesta vino en forma de una novela en la que el escritor aparecía como un fanático obsesionado con su obra.

 

Y otra novela fue la respuesta de Sophia Tolstoy (Behrs de soltera) al retrato nada favorecedor que de forma velada, pero obvia, hacía su ilustre marido de ella en su obra: La sonata a Kreutzer.

¿Quién fue el culpable?, fue el explícito título bajo el que Sophia dio su propia versión de la historia. Una obra que permaneció inédita hasta que la Universidad de Yale la publicó conjuntamente con la novela de Tolstoy, y con el añadido de sendos textos escritos por dos hijos de la pareja. Probablemente, Las versiones de La sonata a Kreutzer, que así se titula el tomo: sea la disputa matrimonial más literaria que haya existido nunca.

El contrapunto positivo a estas historias proviene del mundo del cómic. Es el caso del autor de cómics francés Frédéric Boilet y su compañera sentimental la japonesa Aurélia Aurita. Tras numerosos títulos en los que Boilet recreaba su relación con sus parejas niponas (Mariko Parade, Tokio es mi jardín, La espinaca de Yukiko); Aurita con su díptico Fresa y chocolate dio la versión más explícita (en lo sexual) de su relación de pareja con Boilet.

Frédéric Boilet y Aurelia Aurita: una historia de amor contada por sus dos protagonista, que miran atrás sin ira.

 

En los últimos años, si hay una candidata idónea para una nueva venganza en forma de libro en nuestro entorno más inmediato, sin duda, esa sería Patricia Llosa. Si a la segunda esposa de Vargas Llosa le diera por escribir sus memorias: ofertas editoriales no le faltarían, y el éxito de ventas estaría asegurado. La que ha sido su sustituta le asegura el tirón mediático instantáneo. Si la ex del nobel peruano las escribiese, cumpliría con una larga tradición: la de aquellas historias de pareja que nacen envueltas en literatura; y que sobreviven más allá de su fin, gracias a esa misma literatura convertida en arma arrojadiza.

En el caso de Miss Peggy, dado su narcisismo y egolatría insaciable, no nos cabe duda alguna de que de un modo u otro, seguirá sabiendo sacar mucho rédito a su condición de separada.

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Biblioteca inmersiva


La maravillosa biblioteca pública Choa Chu Kang de Singapur. Abrimos el post con ella y lo cerraremos también. Foto. Lim Yaohui

 

En acertada reflexión, Juan Soto Ivars, en un reciente artículo a cuenta de la denuncia que la Asociación Abogados Cristianos ha presentado solicitando que se retiren determinados libros de las bibliotecas escolares de Castellón, apunta:

«se ha dicho que la retirada de estos libros es tanto más grave porque enseñan tolerancia y respeto a los derechos humanos. Me parece una defensa muy endeble, incluso estúpida: no se puede hablar de ellos en bloque [..]  ese argumento obliga a revisar el contenido, libro a libro. Cae en la trampa de la función moral de la lectura. Y es precisamente esa visión la que empobrece la cultura.»

El último ensayo de Juan Soto Ivars señalando los excesos de la corrección política.

La función moral de la lectura. Una visión que empobrece la lectura. En este blog hemos señalado más de una vez los peligros que se corren al abusar de ese discurso sonajero que repite, sin practicamente variaciones, los beneficios y virtudes de los libros y la lectura.

El simplismo buenista Mr. Wonderful se infiltra en muchos de los mantras que se repiten para loar los beneficios de leer. Y desactiva todo peligro, todo riesgo que se puede vivir con la lectura.

Pero en las bibliotecas británicas, el próximo verano de 2022, puede que todos esos eslóganes y exhortaciones virtuosas a la lectura se olviden como papel mojado ante la pura experiencia física y sensorial. La organización Reading Agency ha promovido en colaboración con empresas especializadas una experiencia de narración inmersiva en historias del pasado.

Las bibliotecas británicas, que tantos ataques y desprecios por parte de los responsables políticos llevan sufridos en los últimos años, adelantan por la derecha gracias a la tecnología de realidad virtual que se va a implantar en ellas. O al menos así lo venden los promotores del proyecto que se está desarrollando con la empresa StoryFutures, especializada en «narraciones inmersivas»; junto con el British Film Institute o el estudio de animación Nexus Studios.

 

La exposición inmersiva de Van Gogh: la experiencia inmersiva como tendencia (¿o supervivencia?) de las instituciones culturales.

 

Uno de las obras del historiador y presentador de la BBC David Olusoga. Promotor del proyecto StoryTrails.

En el proyecto, bautizado como StoryTrails, 15 bibliotecas británicas e irlandesas participarán en esta nueva experiencia que aspira a llevar un paso más allá las iniciativas que en torno a la memorial local se llevan desarrollando en el mundo bibliotecario durante los últimos tiempos.

Capitaneada por el historiador y presentador de la BBC, David Olusoga, esta iniciativa persigue rescatar historias olvidadas e inéditas para revivirlas a través de las últimas tecnologías virtuales. Lo digital ejerciendo de médium del pasado.

De ese modo, los ciudadanos, podrán convertirse en usuarios de equipos de última generación para estos viajes a los tiempos de sus padres, abuelos y demás ascendentes. El proyecto de las bibliotecas británicas con StoryTrails solo es una señal de algo que se están constatando, cada vez más, tras año y medio largo de pandemia: los desafíos (como reza el título del inminente X Congreso de bibliotecas públicas) ya han sido aceptados por varias bibliotecas desde un tiempo a esta parte.

Si Martita de Graná hubiera hecho uno de sus vídeos virales sobre frases del confinamiento, pero dedicado a bibliotecas, lo de la transformación habría sido protagonista de alguna. Reto, transformación, (afortunadamente ya cayó por amortizada: reinvención), evolución, mutación…

Y es que en esta ¿nueva? normalidad las ideas larvadas, postergadas, aplazadas sobre lo que hacer con las bibliotecas se están acelerando. Y no nos referimos al crecimiento del préstamo digital y el uso de las plataformas digitales (pese a los infortunios que eBiblio ha vivido en los últimos meses): nos referimos a los espacios físicos. Cuyos cambios apuntan y afectan al mismo concepto de biblioteca en algunos casos.

 

El blog de Ana Ordás nos pone sobre la pista de esta interesante publicación que recoge  la experiencia del Laboratori de Ficció Digital Infantil i Juvenil, impulsado por la Gerencia de Servicios de Bibliotecas de la Diputación de Barcelona. Como nos cuenta la propia Ana: «en este documento, a través de la reflexión y el aprendizaje colectivo, se ha concretado como construir desde las bibliotecas, un sistema de mediación literaria en torno a la ficción digital».

 

La biblioteca Koldo Mitxlena de Donostia, poco antes de la pandemia, ya se había embarcado en una transformación profunda. Y ahora, también desde la comunidad vasca, otro centro de referencia como la Mediateka de la Alhóndiga de Bilbao está inmersa en un profundo proceso de cambio. La Alhóndiga ahora se define como un centro de sociedad y cultura contemporánea que está poniendo en la Mediateka en práctica lo que es un grito estruendoso de la profesión: que las bibliotecas no son salas de estudio.

Centro cultural, social, plural y sostenible: sumandos de una ecuación cuyos resultados vamos a poder constatar en breve. Los experimentos con gaseosa van terminando y las soluciones arriesgadas, o simplemente evolutivas. van concretándose. Y si hablamos de bibliotecas sostenibles se acaba de reabrir la biblioteca pública Choa Chu Kang de Singapur. Y nos tiene, como decía la campaña de Twitter para el Día de las bibliotecas: #InLovewithlibrary.

 

Foto. Lim Yaohui

 

Bajo el lema ‘Reconectar con la Naturaleza’ la biblioteca de Singapur es el sueño de cualquier amante de lo vegetal y la cultura. Con esta biblioteca de Singapur, y tras ver la reciente remodelación de la Comicteca BRMU, una cosa queda clara, las plantas naturales son tendencia en bibliotecas. En la biblioteca asiática cuentan con un jardín interior, una sala de hidroponía (cultivo de plantas en soluciones acuosas), lámparas vegetales y herramientas de aprendizaje digital muy orientados a la concienciación sobre la sostenibilidad y los problemas ambientales.

 

 La sala de hidroponía de la renovada Biblioteca Pública Choa Chu Kang. Foto: Alphonsus Chern

 

La séptima «biblioteca de próxima generación» del Plan de Bibliotecas y Archivos 2025 de la Junta Nacional de Singapur también se define como una «biblioteca inmersiva». Cuenta con un sendero de aprendizaje AR de realidad aumentada basado en códigos QR para que el público pueda aprender sobre el patrimonio agrícola singapurense de manera inmersiva. En el acto de inauguración, la directora del centro, Jollene Shu dijo que esperaba que el espacio renovado sirviera para cambiar la mentalidad del público sobre una biblioteca.

¿Lo conseguirán? O pese a los maravillosos nuevos espacios, exhuberancia vegetal y propuestas diferentes: ¿el lobby estudiantil seguirá ignorando todas las señales?;  ¿aceptarán cambiar la inmersión en los apuntes por la inmersión en el nuevo concepto de biblioteca? Una pregunta para la que puede que, si la tendencia de cambios físicos en bibliotecas sigue prosperando: pronto tengamos respuesta.

 

Foto. Lim Yaohui

 

Foto. Lim Yaohui

Fuente: The Bookseller – The Staits Time 

101 relatos bibliotecarios para el #Díadelabiblioteca 2021

 

Hay combinaciones de palabras o conceptos que, inevitablemente, se repelen. Por ejemplo, un carnicero vegano, un actor que huye de la fama o un cirujano al que le repugna la sangre. De forma similar, alguien que se ha formado para trabajar en bibliotecas y no gusta de libros ni de lectura: resulta extraño pero no imposible.

 

Trabajar en una biblioteca puede deberse a varias motivaciones o circunstancias. Si en el barómetro de hábitos de lectura que publica el Gremio de editores se incluyera una encuesta sobre cuánto y qué leen quienes ejercen como profesionales en bibliotecas: igual nos llevábamos una sorpresa. Después de todo, para vender ropa deportiva no es necesario hacer deporte. Pero qué duda cabe que si se trabaja con algo que nos gusta el resultado será infinitamente mejor. Es el caso de los autores y autoras detrás del libro 101 relatos bibliotecarios de la editorial Vinatea.

Vinatea es una editorial con finalidad solidaria originaria de Valencia. Los beneficios que se recaudan por la venta de sus libros se invierten en la O.N.G Valencianistes per la Solidaritat. Esta organización promueve proyectos para mejorar la vida de menores en riesgo de exclusión en barrios desfavorecidos de la capital del Turia.

Su idea para celebrar el #Díadelabiblioteca 2021 ha consistido en reunir a 101 (como los dálmatas pero sin Cruella) autores y autoras que tenga relación con bibliotecas, archivos y sociedades bibliófilas. Obviamente, en el cupo, entran muchos profesionales de bibliotecas y archivos. De hecho, son mayoría.

La proposición por parte de la editorial ha consistido en ofrecerles 101 temas relacionados con libros y bibliotecas; y a partir de ahí, que los relatos surgieran libres. Como dice en la web desde la que venden el libro: «historias relacionadas con libros como homenaje a esos lugares llamados bibliotecas«. Un homenaje doble a bibliotecas y a sus profesionales del que no nos constan antecedentes.

Karl Lagerfeld, bibliófilo impenitente.

 

El cuento sobre Dewey, el gato que vivió toda su vida en una biblioteca.

En el listado de temas propuestos encontramos inspiración para mucho más que relatos breves. La pasión bibliófila de Karl Lagerfeld, la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi, el Códice del diablo, la defensa de las bibliotecas chilenas durante la dictadura, la editorial del actor Johnny Deep, el Index Librorum Prohibitorum, la biblioteca del empresario estadounidense Harlan Crow, el gato Dewey que vivió toda su vida en la biblioteca de Spencer (Iowa), la Villa de los Papiros de Pompeya, el ladrón de bibliotecas Anders Burius o la biblioteca de los libros congelados Beinecke, entre otros 90 relatos.

 

La biblioteca de los libros congelados Beinecke.

 

El roce hace el cariño, y pese a la posibilidad de profesionales de bibliotecas que no gusten de la lectura: lo más habitual es que la tentación literaria termine calando aunque solo sea por cercanía. El intrusismo en el mundo bibliotecario no es algo que nos resulte ajeno. Desde el voluntariado como excusa política para desmantelar servicios bibliotecarios profesionales; hasta los cuerpos generales de la Administración, o de especialidades ajenas al gremio: que configuran el 80% de las plantillas. Pero en el caso de esta antología para celebrar el Día de las bibliotecas quienes firman los relatos: ¿no estarán ejerciendo intrusismo en el mundo literario? 

 

La biblioteca del empresario estadounidense Harlan Crow.

 

Las conexiones entre escritores y bibliotecarios son un filón que aún está por explotar. Más allá de las loas que los creadores puedan tener hacia el papel de bibliotecas y bibliotecarios: lo cierto es que las relaciones que se establecen con los autores pueden ser radicalmente opuestas. Desde la admiración que roza la devoción del fan o groupie, que no necesita explicación alguna; hasta la aversión más absoluta que resulta mucho más rica en matices:

  • por considerarlo un auténtico bodrio, pero como el público es soberano, tener que seguir reponiendo las obras de ese autor o autora
  • porque las posturas que defiende el autor van en contra de las convicciones personales o ideología del profesional, y la tentación de extraviar la desiderata en la que se lo piden: pone en un brete su ética laboral
  • porque ha llegado a conocerle personalmente al traerle a la biblioteca y ha resultado ser insoportable con sus aires de estrella; o una decepción por lo aburrido de su discurso
  • porque teniendo aspiraciones literarias es muy duro ver desde la barrera tanto pelotazo comercial prefabricado o incluso, lo que es más humillante: por el salto a la fama libraria, que no literaria, de éxitos fraguados gracias a la falta de criterio que impera en las redes sociales
  • porque tuviste la revelación, leyendo el libro de un autor admirado, de que nunca podrías escribir nada tan bueno, y eso, frustó tus sueños literarios para siempre

Como las películas de episodios el resultado de este libro nunca podrá ser uniforme. Pero en su variedad y polifonía reside precisamente su interés. Una mirada caleidoscópica al mundo bibliotecario. Una obra en la que las fronteras se difuminan sin atender a profesiones en honor a libros y bibliotecas. Y eso, en estos tiempos atenazados de corrección política y provocaciones inanes, siempre es una buena noticia. ¡¡Feliz Día de la biblioteca!!

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

El camino al infierno está pavimentado de buenos libros

 

El actor y modelo Huang Xiaoming promocionando el bookcrossing en el metro de Beijing: ¿interés por la cultura o postureo máximo?

 

El bookcrossing, desde que arrancara allá por el lejanísimo 2001 en los Estados Unidos, se ha convertido en un clásico. Y pese al evidente desgaste de la pátina de novedad que supuso en su momento: numerosas iniciativas, desde los más diversos ámbitos, recurren al invento para promover la lectura. Tal vez sea el momento de añadirle algún complemento que lo revitalice pensando en otras actividades sociales que se desarrollan en espacios públicos. El bookcruising, pese a la semejanza semántica, queda en principio descartado. Pero si en Crossover bibliotecario proponíamos cruces entre bibliotecas y diversos ámbitos urbanos: el bookcrossing (cruce de libros) podría añadir algún aliciente sin perder el espíritu que lo definió.

Aunque, en ocasiones, las buenas intenciones no encuentran fácil acomodo en la tozuda realidad. Es lo que pasó, por ejemplo, hace unos años en China a una sociedad afincada en Beijing en su intento por emular la iniciativa que la actriz Emma Watson puso en práctica en 2016. La protagonista femenina de la saga Harry Potter, diseminó libros por estaciones del metro de Londres. Un reto que se hizo viral descubriendo algo, el bookcrossing, que por aquel entonces las bibliotecas llevaban haciendo desde hacía mucho. Pero fin, ya se sabe: ponga un famoso en su vida.

 

Emma Watson de incognito en el metro londinense.

 

Xu Jinglei, otra de las celebridades chinas que participaron en la campaña.

Pero a lo que íbamos. The Fair, que así se llamaba dicha sociedad: repartió libros en los asientos de los vagones de metro de la capital china esperando que los viajeros disfrutasen de las lecturas que encontraban camino de sus destinos. Concretamente más de 10.000 libros distribuidos en el metro, en paradas de taxis y aeropuertos de las ciudades de Biejing, Shanghai y Guangzhou.

Estrellas chinas como el actor y modelo Huang Xiaoming o la también actriz y directora de cine Xu Jinglei apoyaron con su imagen la campaña; las principales editoriales del país se sumaron al proyecto: pero tras tanto esfuerzo los resultados terminaron siendo los deseados

¿Cuál fue el fallo?: que los viajeros entendían al ver los libros sobre los asientos que se trataba de propiedades de otros viajeros que reservaban plaza en los vagones, con lo cual no se atrevieron a sentarse, ni mucho menos a cogerlos para leer. Las protestas no tardaron en darse, y muchos libros, terminaron apilados junto a las papeleras de las estaciones.

Salvando las distancias, al gremio bibliotecario, puede recordarles mucho a las salas de sus centros en plena época de exámenes.  Ese despliegue insolidario de apuntes, libros y demás objetos ocupando plazas vacías que proporcionan no pocos quebraderos de cabezas. Pero volviendo a la acción desarrollada en Beijing no tuvo en cuenta un factor determinante: la idiosincrasia china.

Aventuras de Rupert en China: cómo Murdoch perdió una fortuna y encontró una esposa.

 

El magnate de la prensa Rupert Murdoch aprendió la lección de la forma más dolorosa: perdiendo una fortuna. Tras años y años de intentar conquistar el imperio chino, llegando incluso a casarse con una mujer de aquel país: el gobierno chino tomó nota de sus estrategias y productos, y una vez exprimido, lo rechazó sin más. Si nuestros amos estadounidenses han sabido cautivarnos con su cultura del entretenimiento; los nuevos amos orientales prometen colonizarnos con su habilidad para imitarnos.

El espíritu del bookcrossing, trasplantado a tierras chinas, no contempló los hábitos urbanos de sus ciudadanos. Y sin eso, cualquiera sabe, que toda estrategia de marketing está llamada al fracaso. Una pena, que una campaña masiva a favor de la lectura diera tan malos resultados en la que se postula ya como la gran potencia del XXI. Pero como sostenía el escritor y enfant terrible (sí, esto de los clichés, también se imita en China) Murong Xuecun:

«mis compatriotas están inmersos en una economía de mercado salvaje en la que la lectura no cotiza precisamente al alza entre sus intereses.»

 

 

Entonces, ¿la fastuosa biblioteca de Tianjin Binhai que se ha convertido en la biblioteca más reproducida en los medios durante los últimos meses? Si atendemos al artículo publicado en el medio digital ‘Bloomberg’ sobre las ciudades chinas fantasmas: la biblioteca de Tianjin Binhai tiene mucho de trampantojo del régimen.

Cuando finalmente colonicen por completo Occidente, los españoles, vamos a tener ventaja. Con los antecedentes recientes de ladrillazo y proyectos culturales faraónicos de los 90, todo fachada pero nada de contenido: empatizar culturalmente con los chinos nos va a resultar mucho más sencillo.

Según el recorrido que el artículo hace por los espacios creados como proyectos urbanísticos de laboratorio en el gigante asiático: poco a poco, los chinos están empezando a habitarlas. Y concretamente de la ciudad de Tianjin dice:

«Pero la pieza central del área es, sin duda, la Biblioteca Tianjin Binhai, terminada en 2017.
Parte de un complejo cultural cerca del distrito financiero de Yujiapu, la biblioteca es sorprendentemente fotogénica con sus curvas futuristas y estanterías blancas del piso al techo. En una inspección más cercana, muchos de los estantes no contienen libros sino placas de aluminio impresas con cubiertas de libros.»

 

Confiemos en que una vez desperezada la ciudad, la biblioteca de Tianjin, deje de ser un mero decorado a semejanza de las enciclopedias huecas que ornamentaban las librerías de algunos domicilios en los 70. Ya que vamos a estar bajo la égida de China en el XXI ojalá sus próximas campañas de fomento de la lectura triunfen. Ya se sabe que los chinos cuando dicen aplicar su disciplina a algún asunto: no conocen el desaliento.

Como los jóvenes de la escuela de lucha para niños Shaolin Tagou que protagonizaban el vídeo del tema Genera8tion de M.I.A. Un broche musical acorde para este post. Puestos a colonizar que sea con cultura. Pero vamos a callarnos ya. No sigamos pavimentando el camino hacia el infierno de buenas intenciones.




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Leyendo sin manos

 

El título de este post podría llamar a confusión. No, no tiene nada que ver con el afortunado eslogan de la desaparecida colección de literatura erótica La sonrisa vertical («los libros que se leen con una sola mano»). Aquí estamos hablando de lectura sin ninguna de las dos manos. Y el libro con que arrancamos poco tiene que ver con las alegrías de la carne que celebraba la añorada colección creada por Luis García Berlanga.

En Capitalismo canalla, César Rendueles describía la historia del capitalismo de los últimos siglos. En su libro las frases hechas que glorifican al trabajo (asalariado se entiende) no necesitan entrecomillado alguno para quedar en entredicho.

Mediante un recorrido hecho por la literatura que ha marcado a este sociólogo y filósofo, Rendueles, llevó a cabo un progresivo desguace del discurso que se ha promovido desde mucho antes de que Reagan y Tatcher se amaran locamente en los 80.

El sudor de la frente, los callos en las manos como signos del esfuerzo, y de una vida con sentido: es un discurso que habría que empezar a desaprender o cuestionar. Y si es así con el trabajo, ¿qué no va a ser con el ocio?

 

Un ejemplo en el que mirarse para poner en práctica el deleitarse sin esfuerzo son las ilustraciones con las que se lanzaba el Soporte de lectura para el voluminoso Diccionario Holder en 1892 que adornan este post.

Fabricado por la empresa de Ohio, Holloway, su frase publicitaria lo dejaba claro:

«Los lectores y pensadores no son gente perezosa. Cualquier cosa que pueda conservar su fuerza física es útil»

El soporte de lectura Holloway estaba diseñado en madera y metal, con un tabla ajustable para graduar la altura del diccionario; y se completaba con una lámpara. Además disponía de un soporte para colocar libros en los laterales, y ruedas que permitían desplazarlo del salón al jardín, el baño o el dormitorio: logrando así una concentración absoluta en la lectura en cualquier estancia de la casa.

¿No sería una maravilla contar con algo así en las bibliotecas del siglo XXI? Entonces sí que conseguiríamos que la ciudadanía se sientiera plenamente en casa. Cuerpos relajados con mentes estimuladas.

Un artilugio idóneo para algunos de esos coffee table books de los que hablábamos en Lectura de posos de café. Si se completara con un sillón de masajes: la biblioteca kitsch podría mirar frente a frente a las grandes superficies comerciales.

Arrumbada, cuando no desahuciada, la sección de enciclopedias en las bibliotecas que han hecho los deberes: una colección de coffee table books, ubicados en un entorno propicio para el placer visual y de la lectura: sería una opción magnífica. Algo parecido a lo que el cine hizo en los años 50 ante la competencia de la televisión.

Si la pequeña pantalla le quitaba espectadores, el cine, contraatacó con Technicolor, 3D, películas en formato panorámico, efectos especiales (de traca, pero efectos al fin y al cabo)… Si las pantallas pequeñas (otra vez) están restándole parroquia al papel, menos de lo que se pensaban eso sí: es el momento de crear colecciones de libros que no son fáciles de tener en los hogares. Libros king size por los que merezca la pena echar el viaje a la biblioteca para disfrutarlos.

Pero el invento para el Diccionario Holder ha seguido inspirando artilugios dignos de la teletienda. Solo hay que ver las adaptaciones que posteriormente ha conocido la idea de leer sin manos. Bastante más simple que el elaborado artilugio de nuestros antepasados; pero el soporte-parasol para la lectura tampoco está mal pensado, sobre todo, para los veranos que ahora se alargan hasta practicamente noviembre.

 

Aunque el más revolucionario quizás, sea el que lanzó hace unos años el gigante Google. La bicicleta que se conduce sola ha sido el invento definitivo a la espera del coche que se conduzca solo. Como no podía ser de otro modo el lanzamiento de tan ecológico y revolucionario medio de transporte y lectura tuvo que ser en la ciudad con más bicicletas por metro cuadrado de Europa: Ámsterdam.

 

Logo de la campaña Ride for reading

 

Los testimonios de los primeros holandeses que probaron el invento, no podían resultar más convincentes (a la que declara que resulta ideal para trabajar mientras vas en ella, le enviaríamos rápidamente un ejemplar de Capitalismo canalla). Que todo resulta ser una broma de la empresa para celebrar el April Fools’ Day (el día de los inocentes anglosajón) no nos importa lo más mínimo.

Deberíamos exportarla al mundo bibliotecario. Seguro que las bicicletas inteligentes rigiéndose por las leyes robóticas de Asimov (2ª ley: un robot no hará daño a un humano, ni lo permitirá), respetarían la integridad de los sufridos peatones, que han pasado a ser víctimas propiciatorias de tanto jinete salvaje urbano en patinete.

Tal cual como los artesanos (y aquí va el puntito demagógico) lo fueron de las ruedas de la industrialización que los arrolló en el XIX según detalla el ensayo con el que abríamos el post.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

La biblioteca como isla

 

En la revista digital sobre música y cultura pop ‘Jenesaispop‘ en un artículo patrocinado, todo hay que decirlo, se hacen eco de la campaña para promover el turismo que Malta ha puesto en marcha. Para este otoño, la isla mediterránea, se vende como destino turístico basado en la cultura. Para ello han organizado una programación, para los próximos meses, compuesta de festivales de música pop, de baile y clásica.

 

La Villa Getty, en Malibú, es un centro dedicado a la cultura de la Antigüedad que se construyó reproduciendo la Villa de los Papiros de Herculano arrasada por la erupción del Vesubio que arrasó Pompeya. La única biblioteca de la Antigüedad cuyos papiros sobrevivieron gracias a las cenizas del volcán que los sepultaron durante siglos.

 

En una potencia turística como España lo del turismo cultural sigue siendo, pese a todo, una asignatura pendiente. Tras la debacle que ha supuesto la pandemia para el sector, diversas asociaciones de guías turísticos, se lamentaban recientemente de lo poco que se está haciendo para promover opciones alternativas al turismo de sol y playa.

Nuestro país ocupa el cuarto puesto en el ranking de países con más espacios naturales o monumentales declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En ese ranking no se contabiliza ninguna biblioteca. El biblioturismo no existe en nuestro país (salvo para profesionales del gremio ya irrecuperables para la vida normal que, hasta en sus vacaciones, se dedican a visitar bibliotecas). Y no porque no haya bibliotecas que merezcan una visita. Por ser bien pensados (una mera argucia para luego poder pensar mal sin remordimientos): en un país con tanto patrimonio, las bibliotecas, no consiguen destacar lo suficiente.

Para refrendar este apunte solo basta mirar a Oslo. Que la IFLA haya nombrado mejor biblioteca del mundo a la Deichman Bjørvika ha supuesto un aluvión de artículos en medios no bibliotecarios que la venden como un atractivo más de la capital escandinava.

 

La Deichmann Bjørvika de Oslo. Fotografía de Einar Aslaksen.

 

Su director, Knut Skansen, en una entrevista de ‘El País‘, pone las cosas un poco en su sitio respecto a las bibliotecas como reclamos turísticos; que es lo que nos interesa en este punto. Pero además, con jugosas reflexiones sobre la profesión:

«¿Turismo bibliotecario? Quizá, pero lo importante es que la gente, especialmente los jóvenes, la ven, entran y luego vuelven a utilizarla ya como biblioteca; hoy hay que «envasar» la cultura y la lectura de una manera distinta”. Una biblioteca no puede ser solo un edificio turístico; a los políticos les pediría que, si quieren en sus ciudades otra atracción turística, por favor, no utilicen para ello las bibliotecas”.

 

En nuestro entorno, a falta de que se concrete la futura biblioteca provincial de Barcelona: no parece que corramos peligro de que nuestros políticos actuales se obsesionen con rentabilizar a las bibliotecas como reclamos turísticos. Si la biblioteca del municipio de El Paso (La Palma) sobrevive indemne a la lava. ¿Quién sabe? Tal vez se llegue a convertir en parada obligada en los tours volcánicos promovidos por la ministra.

El próximo mes de noviembre, el X Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, seguro que aún con los ecos de la erupción del Cumbre Vieja, reunirá a la profesión tras un año y medio largo de pandemia. Un reencuentro cuyo título, El desafío de la transformación, podría parecer premonitoriamente pensado para celebrarse en las islas Canarias.

Por un lado, porque una morosa, lenta pero impacable colada de lava tecnológica amenaza desde hace décadas con calcinar a las bibliotecas si no afrontan con decisión su mutación tras este tiempo de desaceleración (por usar la jerga que tanto gusta a políticos); y  por otro, porque las bibliotecas, pese a su cotidianidad, son como islas en muchos sentidos.

La insularidad de las bibliotecas no tiene que ver con el síndrome de la isla tan característico de algunos peninsulares (godos) que se mudan al archipiélago. La insularidad bibliotecaria proviene de su singularidad como institución fuera de la lógica capitalista más extrema. Su insularidad lejos de excluir: acoge a todo el mundo. Y un gesto tan simple contraviene la privatización cultural que de una biblioteca pública puede hacerse.

 

La espectacular biblioteca de Beitou en Taiwan.

 

La insularidad de una biblioteca, también, puede ser el sentimiento de abandono en el que se encuentran miles de profesionales al frente de pequeñas bibliotecas municipales que sobreviven cual Robinsones Crusoe de la cultura. O la insularidad de una biblioteca puede venir de la injerencia política más arcaica que extirpe de su agenda asuntos imprescindibles para estar en el mundo de hoy como feminismo, derechos LGTBIQ u Objetivos de Desarrollo Sostenible. Algo que hasta no hace tanto sonaba a biblioficción.

Ponerse en lo peor como conjuro para que no suceda. El proceso de privatización cultural de una biblioteca pública es un peligro más real de lo que podríamos imaginar. Si en el ámbito de la educación se ha formulado un concepto como el del pin parental: ¿quién dice que en las bibliotecas no se pueda aplicar algo similar? Convertir a las biblbiotecas, a través de su agenda cultural, en espacios para adoctrinar es una posibilidad.

Como la isla lo era para Houellebecq en su novela. Esa novela, no por nada, en la que su protagonista viajaba a Lanzarote (otra vez las Canarias); y en la que el cínico francés nos ponía sobre aviso sin pretenderlo:

«los programas culturales son raros en la televisión española, los españoles no aman los programas culturales, ni la cultura en general, es un territorio que les resulta profundamente hostil, a veces se tiene la impresión, cuando se les habla de cultura, de que se les hace una especie de ofensa personal»

Esto lo escribió el galo en 2005 cuando aún no se emitía Sálvame. ¿Qué diagnóstico haría ahora el protagonista de su novela? Y no por el programa de Telecinco que es de lo más honesto en sus intenciones: sino por la ‘salvametización‘ que el debate público, mediático y, sobre todo, político ha experimentando durante los últimos años.

La estimable adaptación que John Huston hizo de la obra magna de Malcolm Lowry.

La amenaza de que las bibliotecas públicas se conviertan en campo de batalla entre facciones ideológicas opuestas es un riesgo en una sociedad en la que la politización, no entendida como ocuparse de los asuntos públicos: sino como permanente estado de confrontación: es un ruido de fondo al que, peligrosamente, nos hemos acostumbrado.

Pese a todo, crucemos los dedos, ni pandemias, ni siquiera volcanes evitarán que los próximos 10, 11 y 12 de noviembre profesionales de bibliotecas se reúnan en Las Palmas de Gran Canaria. Parafraseando al cónsul protagonista de Bajo el volcán de Malcolm Lowry: «una vez más, nuestra desilusión es una pose. Confiamos plenamente en el futuro de las bibliotecas.»

 

Moneda conmemorativa del Motín de la Bounty. Los amotinados fundaron una colonia en la, entonces, ignota isla de Pitcairn (que no aparecía en los mapas).

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Literatura y cine: la punta del iceberg

 

 

La nueva versión de Dune (2021) dirigida por Denis Villeneuve sea quizás la primera cinta cuyo estreno se pueda considerar pospandémico. No porque haya desaparecido el virus; sino porque apunta maneras para atraer a las salas a espectadores que llevan más de año y medio de sequia cinematográfica en pantalla grande. Y además, tiene su lógica que, tras este año y medio, sea una cinta de ciencia ficción la que reviente las taquillas.

Bien es cierto que las credenciales del director (y del reparto) de la cinta aportan cierta garantía de calidad. La versión de David Lynch en los 80 se movía en parámetros bien distintos a los de Villeneuve. Y las comparaciones, para los más cinéfilos y memoriosos, serán inevitables. El punto de referencia para ambas pasa por el original literario de Frank Herbert. Un debate este, el del reflejo eterno entre literatura y adaptaciones a la pantalla: que cuenta con un larguísimo recorrido desde los orígenes mismos del cinematógrafo.

 

Durante muchos años, El padrino (1972) de Coppola, copaba el primer puesto en estas listas que tanto juego dan para debates posteriores. Es cierto que pocas veces se valora más la adaptación que el libro original; pero algunos casos se han dado. El más significativo tal vez sea el de Orson Welles y La dama de Shangai (1947).

Según cuentan las crónicas, probablemente con mucho adorno novelesco por parte del propio Welles: el director estaba hablando por teléfono con su productor que le exigía un nuevo proyecto a rodar.

El autor de Ciudadano Kane no tenía nada pensado para ofrecerle al ansioso empresario. Así que no tuvo otra idea que coger una novelucha barata que tenía a mano y decirle el título, sin tener ni idea del contenido de la misma. El resto ya es historia.

Un clásico del cine negro con el que Welles terminó desafiando a la industria estadounidense al cortarle y teñirle el pelo a la pelirroja más explosiva de Hollywood del momento. La, en aquel entonces esposa de Welles, maravillosa Rita Hayworth.

Otro genio del celuloide, que también tenía afición por convertir en fetiches a sus actrices, y jugar con los cambios de tinte de sus cabellos: fue el británico Alfred Hitchcock. El director de Rebeca (1940) hizo otro tanto con Psicosis (1960), basada en una novela del olvidado Robert Bloch: que el mago del suspense convirtió en una maravilla que abrió la veda para las generaciones posteriores de psicópatas que inundarían las pantallas.

Y viceversa, también ha habido escritores que poco menos que montaron una campaña de descrédito contra la adaptación cinematográfica de su obra. Por citar un ejemplo cercano geográficamente: los ataques por parte de Antonio Gala a la adaptación que Vicente Aranda  hizo de su best seller La pasión turca (1994). Su oposición, en medios escritos y platós televisivos, de poco sirvieron para impedir que la gente fuera al cine atraído por ver a Ana Belén en una historia de amour fou en pleno Estambul.

Tal vez, el mayor pecado de una adaptación cinematográfica sea precisamente el ansia por ser fiel. La obsesión por la fidelidad, en este caso, puede llevar al desastre más absoluto, a meras estampas en movimiento de esa parte del iceberg inmensa que es el original literario. Por eso, los cineastas más personales saben hacer suya la obra original; creando otra obra diferente, que ha de gustarnos o disgustarnos por sí misma, no porque se parezca más o menos al texto en el que se inspiró. Y está de nuestra parte, como espectadores y lectores, perseguir la diferencia antes que la simple y pobre sustitución.

Equivalente a la contundente metáfora de la primera fotografía del post. Aquí el iceberg reparte méritos de manera más ¿ecuánime? entre cine y literatura

 

Podríamos seguir repasando la fructífera, y a la vez tormentosa, relación entre literatura y cine, pero ya habrá tiempo de hacerlo en más entregas. De momento nos quedamos con una recomendación para quienes quieran indagar en el asunto aprovechando los recursos de las bibliotecas.

Hace un año, desde la Biblioteca Regional de Murcia, lanzaron una guía de lectura y visionado aprovechando los contenidos de las plataformas eBiblio y eFilm. Un diálogo cruzado de recomendaciones llamada Literacine que se puede descargar pinchando en el enlace del título. Para promocionarla, publicaron un vídeo en el que se recoge un chiste sobre cabras y películas que Hitchcock contó a Truffaut durante las sesiones de su famosas conversaciones. La historia no tiene desperdicio.

 

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Bibliotecas en contexto

 

La veterana influencer española Dulceida, hace unas semanas, conmocionaba (sic) los medios al anunciar que «abandonaba» las redes. En realidad, las comillas que hemos puesto en una sola palabra deberían enmarcar la frase por completo. Todo es susceptible de enmarcar con el irritante gesto de comillas con el que ahora se subraya lo irónico ante el déficit de comprensión lectora que nos asedia.

 

Greta Garbo, una verdadera influencer que dijo que se iba y se fue de verdad.

 

Pero Dulceida, pese a sus casi tres millones de seguidores, no es como Greta Garbo. En parte, porque la mayoría de sus seguidores, probablemente, no sepan quien era la Garbo; y en parte, porque en realidad, dijo que se iba por su salud mental: pero habrá que ver cuánto tarda en volver. I want to be alone (quiero estar sola),  que dijo la Divina (ella sí de verdad) con tan solo 36 años.

La influencer sigue una tendencia al alza: el abandono de diversas celebrities en los últimos tiempos de las redes sociales. En algunos casos, es más que probable y comprensible que sea por hastío (sobre todo si hablamos de Twitter); pero no hay que ser muy avezado para sospechar que, en otros, será como la eternamente última gira de los Rolling Stones. Algo que tras la muerte del elegante Charlie Watss, tal vez, puede, es posible, cabe la posibilidad: de que acabe siendo cierto. Pero si hasta ABBA va a girar holográficamente: nada puede darse por sentado.

 

 

La sospecha de un to be alone de manual para reflotar un tirón mediático que flojea: planea sobre muchos de estos retiros anunciados a bombo y platillo. Si hablamos de bibliotecas (en teoría sobre lo que va este blog), en principio, no procede. Una biblioteca nunca va a decir que quiere estar sola. Pero sí que puede llegar el momento en que se replantee su permanencia en las redes. 

En principio, suena a dislate. ¿Qué daño pueden causar las redes a una biblioteca más allá de que no te siga nadie? Es difícil (que no imposible) que se conviertan en diana del linchamiento diario con que se desayuna, merienda y cena en Twitter. Pero no es lo más probable. En cambio, las injerencias por parte de instancias superiores según vengan los vientos políticos del momento: es más que factible. En cualquier caso, si se tiene un altavoz, por poco volumen que tenga: es absurdo renunciar a él cuando es gratis. Pero, ¿realmente sale gratis? Las redes sociales que conocemos ¿tienen algún coste para las bibliotecas?

Las redes sí tienen un coste más allá de la tarifa de la conexión wifi. Las bibliotecas están trabajando gratis, como cualquiera que publica en ellas, para Facebook, Twitter, Instagram, TikTok, etc… Están colaborando en promover la economía de la atención.

 

 

La resistencia activa a esa economía de la atención es la propuesta que la artista, escritora y docente estadounidense Jenny Odell plantea en su ensayo: Cómo no hacer nada. Resistirse a la economía de la atención (Ariel, 2021). Un libro en el que Odell plantea formas de sustraerse al canto de sirenas paralizante en que pueden convertirse las redes. El biorregionalismo es fundamento de muchas de sus estrategias. Y precisamente, en estos días, es una estrategia que apela directamente a la situación de las bibliotecas públicas.

Habitar tu entorno con nueva conciencia. Aprender y desaprender a mirar lo que te rodea. Entrenar tu capacidad para percibir lo que está ahí pero ignoramos porque las pantallas monopolizan nuestros sentidos. Con las bibliotecas desperezándose físicamente (digitalmente no se han dormido lo más mínimo) tras este año y medio de restricciones: los ejemplos que aporta Odell en su libro sobre redes fuera de las grandes corporaciones suenan de lo más interesante. No solo para organizarse la vida digital, sino también la analógica.

El pintor estadounidense Jeremy Miranda gusta de descontextualizar espacios domésticos en algunas de sus obras. Como por ejemplo esta biblioteca imposible abierta al mar.

 

Si el software libre para bibliotecas lleva décadas sobre el tapete, quizás, sea momento de sumar a los asuntos pendientes la creación de redes sociales propias de bibliotecas. Los VIP ya las tienen. La red social Raya requiere de invitación y solo admite a usuarios que pasan un filtro previo. Una red que se vende como la red de las celebrities. En una biblioteca pública todo el mundo es VIP independientemente de su género, raza, orientación sexual, procedencia o situación económica. La exclusividad que da la cultura nunca la dará el dinero, ni la fama por sí solos.

 

NextDoor, la red social privada para tu vecindario.

 

Odell habla en su libro de redes como Nextdoor, Scuttlebutt o Mastodon. Redes nacidas de manera local que se idearon para entornos cercanos y con estructuras descentralizadas. Sobre el papel lo opuesto a Facebook, por ejemplo. Si bien su evolución y desarrollo ha derivado a presupuestos más alejados de su espíritu original, sobre todo en el caso de Nextdoor. En cualquier caso, la posibilidad de redes sociales propias es un horizonte que la autora nos invita a indagar.

Como sostiene en un capítulo de su ensayo:

«mientras la economía de la atención se beneficia de mantenernos atrapados en un presente que nos atemoriza, corremos el riesgo de desarrollar una ceguera ante el contexto histórico, al tiempo que nuestra atención se ve privada de la realidad física de nuestro entorno» 

Nos descontextualizan como a un vulgar titular de un medio digital ávido de clickbaits. Por ello, las bibliotecas, pueden ayudar a contextualizar, a resituarnos. Las redes actuales, tarde o temprano, pasarán. Igual que el electrolatino aunque parezca eterno: también pasarán (¡perdón, se coló algo que no venía a cuento).

El movimiento Time Well Spent, creado en 2013 por el exdesarrollador ético de Google Tristan Harris, promueve tecnología a la que le importe cómo usamos nuestro tiempo. Que  no estimule nuestra dopamina para convertirnos en alienados ratones de laboratorio ansiosos por darle al botón. Que deje de manipularnos para distraer y cautivar nuestra atención. Pero ocho años después, pese a los própositos de enmienda y adscripción a esta filosofía por parte de popes como Mark Zuckerberg: las rocas sobre las que cantan las sirenas digitales están más afiladas que nunca.

 

Armas de distracción masiva.

 

El Center for Human Technology, que cofundó Harris, trabaja para desarrollar la idea plantada con el movimiento Time Well Spent. Entre sus objetivos está la reinvención radical de la tecnología que respalde el bienestar, la democracia y la información de calidad compartida. Pero, humildemente, desde aquí les señalamos una carencia.

En su staff encontramos desde desarrolladores de web a docentes, tutores educativos o diseñadores. Pero para estar completo ese equipo faltarían bibliotecarios. A ser posible de bibliotecas públicas. Nadie como los profesionales de las bibliotecas para saber lo que es una verdadera red social. Una red formada por relaciones de vecindad, de cercanía, de cotidianidad. Si necesitamos recontextualizarnos fuera de Matrix, el gremio bibliotecario es un activo que los voluntariosos desarrolladores de esa tecnología humana deberían tener en cuenta.

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Aristócratas digitales en Benidorm

 

El veraneo, entendido como un tiempo de asueto y relax en algún enclave natural: remonta sus orígenes al siglo XIX y a los monarcas europeos. Algo difícil de creer si atendemos a los vídeos de jubilados corriendo en Torrevieja sombrilla en ristre a la conquista de un rectángulo de arena.

 

Página de la novela gráfica de Ana Penyas ‘Todo bajo el sol’: crónica de una familia en los sesenta de la costa levantina inmersa en el brutal urbanismo que arrasaría con la costa y el modo de vida tradicional de la zona.

 

El rey Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia serían los grandes propulsores de Santander, a principios del siglo XXI; o el rey Jorge IV de la ciudad británica costera de Brighton; la reina María Cristina de San Sebastián o la única familia que podría calificarse como real de los Estados Unidos, los Kennedys, poniendo en el mapa del veraneo exclusivo a la localidad de Martha’s Vineyard. Últimamente, los ricos, parecen decantarse más por el turismo espacial. La Marbella del siglo XXI, por diferentes motivos, puede que tenga una atmósfera tan irrespirable como la de Jesús Gil.

Pero para sentirse parte de un club exclusivo ya no es necesario reservar suite a 900 euros la noche en el hotel Martínez de Cannes. En realidad, la exclusividad, en la actualidad pareciera consistir más en no hacer que en hacer. Según el Barómetro Jóvenes y Tecnología 2021 que lleva a cabo el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud: el 2020 ha provocado un verdadero empacho digital entre las generaciones más alienadas por las nuevas tecnologías. Aunque estamos incurriendo en una segmentación de lo más injusta. El Barómetro se centra en adolescentes y jóvenes pero la alienación tecnológica atañe, prácticamente, a cualquiera sea cual sea su edad.

 

 

Durante este año y medio de pandemia el espacio del ocio se ha mezclado con el del trabajo de manera inesperada y agobiante hasta para los más proclives a lo digital. Por eso, no es de extrañar que hasta un 47% de los jóvenes afirmen desear la desconexión digital. Ni mucho menos en sentido absoluto sino más bien gestionar/administrar mejor los tiempos para vivir también en modo offline.

A riesgo de resultar reiterativos y cansinos volvemos a subrayarlo una vez más: las bibliotecas tienen una oportunidad única para atraer esa necesidad de «vida real». Bibliotecas como centros de desintoxicación digital. Llevamos años, cuando no décadas, insistiendo sobre la reconversión de las bibliotecas públicas en centros sociales; en centros culturales que «deformen» la estrecha horma con la que tantas veces se las constriñe.

 

La periodista Beatriz Montañez en el salón de su refugio recibiendo la visita del programa literario «Página Dos» a raíz de la publicación de su libro Niadela. Un libro sobre su experiencia de aislamiento voluntario en la naturaleza. Una idea romántica que, precisamente tras salir en los medios, se ha visto perturbada con la noticia de intrusos que merodean su retiro.

 

En la Red de Bibliotecas Públicas de San Javier (Murcia), en agosto de 2020, lanzaron al respecto una declaración de intenciones mediante una Terapia de Desconexión Digital en forma de mochilas. Inmersos en la tercera ola del Covid era imposible plantearse «vender» a las bibliotecas como centros sociales en torno a la cultura. Pero estas terapias sonaban a deseo de tiempos mejores que, a tenor de que un año después seguimos nadando en sucesivas olas pese a las vacunas: veremos a ver si se concretan en un otoño más prometedor.

En todo caso, las Terapias de las bibliotecas de San Javier, nos tienen ganados por haberse inspirado para una de ellas en uno de los posts más queridos de este blog: La arruga es subversiva.

 

Anuncio de la mochila Terapia de desconexión digital lanzada desde las bibliotecas de San Javier (Murcia)

 

Pero retomando esos veraneos aristocráticos con los que iniciábamos el post. En el artículo Saber desconectar del Especial Tecnología de ‘El País’ mencionaban el concepto de aristocracia digital:

«Un aristócrata digital no se distingue por su pedigrí […] no es un mandato genético. Usted puede estudiar, aprender cómo funciona este mundo y, con un poco de empeño, convertirse en uno de ellos.»

En el pasado las clases menos favorecidas aspiraban al lujo y esplendor de la aristocracia. Será cuestión de mirarse ahora en los que ostentan el poder. Ya hemos hablado más de una vez de la estricta dieta digital a la que los popes de la tecnología someten a sus vástagos. Si en tiempos no tan lejanos las aspiraciones de progresar emulando a las élites pasaban por las figuritas de Lladró, la casita en la costa o el suelo de parqué. Hoy, esa emulación pasa por apagar los dispositivos.

El exquisito y esteticista director italiano Luca Guadagnino se debería plantear revisionar El Gatopardo a la luz de los mundos en desaparición a los que nos está llevando la tecnología. El príncipe de Salina bien podría ser interpretado ahora por un Burt Lancaster revivido a través de la tecnología del deep fake y pronunciar su famosa máxima: «todo tiene que cambiar para que todo siga igual» con voz metálica y robótica.

 

La exquisita Katharine Hepburn en una escena de Locuras de verano (1955) en una Venecia idealizada. De cuando los cruceros monstruosos no ensuciaban sus canales.

 

La aristocracia no es disponer de la última versión lanzada por Mac, ni tan siquiera de la tecnología más puntera y vanguardista. La aristocracia digital consiste en poder permitirse ser dueño de tu tiempo. Poder administrar y controlar el uso de las nuevas tecnologías. Da igual que sea en Saint-Tropez que en Benidorm. Algo en lo que más de uno estamos. Buscando con afán salir del proletariado digital que te exige entrega en cuerpo y alma las 24.

En este blog a partir de hoy vamos manejarnos cual marqueses, condes o príncipes. Tanto nos da el escalafón nobiliario. Vamos a poner en práctica uno de los mayores lujos que puede uno permitirse en estos tiempos: dedicarnos a la vida offline. Quien salga el último que apague, por favor. Nos vemos en septiembre. ¡Feliz desconexión!

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com