Empezamos con una confesión: andamos fascinados con esto de los MOOCs (Massive Online Open Courses), esos cursos online gratuitos y abiertos a cualquier persona en cualquier lugar del mundo, que empezaron a organizar las mejores universidades de EE.UU, y que hoy se han extendido a universidades de los cinco continentes, con la participación de millones de personas. Puedes encontrar cursos del máximo nivel, con contenidos excelentes y con comunidades de debate y aprendizaje colaborativo extendidas por casi cualquier rincón del planeta. Ofrecen las temáticas más variadas, de la Neuroeconomía a la Gamificación, y de los logaritmos a la historia del rock, pasando por las representaciones culturales de las sexualidades, y la muerte celular programada. Todo ello desde tu casa, sin coste para los alumnos (excepto que quieras un título oficial). Acceso al conocimiento en estado puro.
Por supuesto, el surgimiento de este fenómeno ya está generando importantes debates sobre las vías de colaboración entre bibliotecas y MOOCs. Hace unas semanas, se celebraban las XII Jornadas CRAI con el título “MOOCs y CRAIs. El futuro ya es presente”, en las que se debatió sobre la puesta en marcha de estos cursos por las universidades españolas y el papel de los CRAIs ante esta nueva tendencia. Para situar el tema con datos, se presentó el Informe “MOOCs en España” de la Cátedra Telefonica – UPF, que cuenta que de las 80 universidades activas registradas en el espacio web del Ministerio de Educación, 28 (un 35% del total) tienen al menos un MOOC. En el siguiente gráfico, se detalla si se trata de cursos en su primera edición o si ha habido ya una cierta consolidación con dos o más ediciones.
La dispersión de estos cursos en las distintas universidades es alta, según el informe. Tres de ellas (UNED, Universidad Politécnica de Valencia y Universidad de Cantabria) acumulan aproximadamente la mitad de la oferta de MOOCs de nuestras universidades. En cuanto a las plataformas escogidas para ofrecer los cursos, Miríada X es la más utilizada, aunque algunas instituciones tienden a crear una plataforma propia para centralizar su oferta formativa en MOOCs (UNED, UGR, EHU, UCAM, etc.) a partir de un cierto volumen de cursos. La presencia en las grandes plataformas anglosajonas como Coursera es escasa.
Las conclusiones de las Jornadas plantean algunas ideas interesantes. La primera, que para que haya una incorporación normalizada y generalizada de los MOOCs a nuestras universidades es necesario que exista “inteligencia institucional”, con un funcionamiento estratégico asentado sobre estructuras colaborativas de creación, “donde los CRAIs tuviesen un papel preponderante de participación, facilitación e incluso génesis de los materiales de conocimiento”.
Perfiles profesionales
Se habló de que la participación de los CRAIs en el proceso de elaboración de los cursos supone, entre otras cosas, un enriquecimiento de los perfiles profesionales de quienes trabajan en ellos “que permita funciones como la obtención participativa de recursos didácticos y la contribución al diseño de los mismos, la capacidad analítica y de gestión de los big data generados por los cursos, y la interacción con nuevos agentes de educación como las plataformas. También la función relativa al almacenamiento del material generado y el repositorio de recursos”.
Pero no solo se debate en España sobre esta cuestión. En EE.UU es un asunto recurrente en foros y publicaciones especializadas. En un artículo reciente de la revista “American Libraries” enfrentaban dos visiones no del todo coincidentes sobre cómo los cursos masivos podían afectar a los bibliotecarios y las bibliotecas. Por un lado, Paul Signorelli, consultor en temas de educación, planteaba que bibliotecas y MOOCs comparten fines como los de facilitar el acceso a recursos para la formación y contribuir a crear comunidades de aprendizaje, por lo que cree que los MOOCs pueden reforzar los servicios de las bibliotecas. Y, en línea con lo que se habló en las Jornadas CRAI, opina que los profesionales de las bibliotecas tienen mucho que aportar a quienes crean e imparten los cursos online.
Por su parte, Amanda Hovious, bibliotecaria especializada en tecnologías para la educación, es partidaria de ser cautos a la hora de establecer vías de colaboración entre bibliotecas y organizadores de los cursos: “Los MOOCs están todavía en una fase de desarrollo experimental, por lo que yo me lo pensaría con detenimiento. Antes de participar en el desarrollo de un MOOC, los bibliotecarios deberían preguntarse: ¿Cuál es el propósito del curso? ¿A qué público va dirigido? ¿Cómo ayudará a la comunidad a la que sirve la biblioteca? ¿Cuáles serán los costes para la biblioteca (en tiempo, recursos humanos, presupuesto?”. Y añade: “En estos momentos muchas bibliotecas tienen unos recursos muy limitados. Una biblioteca no debería participar en el desarrollo de MOOCs si esto afecta negativamente a su capacidad para servir a sus usuarios principales”.
El debate está servido, y seguro que muchos de vosotros ya tenéis cierto camino andado por estos terrenos. Estaríamos encantados de leer vuestros comentarios al respecto. Gracias y ¡feliz semana!
]]>About Vicente Funes
Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com