Oferta de empleo público para bibliotecas del siglo XXI

 

La necesidad obliga. Con unas plantillas envejecidas tras una crisis económica que una pandemia ha venido a ahondar: el personal al frente de bibliotecas viene necesitando renovación desde hace lustros. Unas carencias que se harán más acuciantes cuando, por fin, se reanuden los servicios al completo.

 

Sue Kreitzman, artista, escritora de libros de cocina y chef televisiva: posa (a la derecha) en una librería antigua. Sue es una de las musas de la maravillosa web Advanced Style. El estilo no se jubila nunca.

 

Es previsible que las magras ofertas de empleo paralizadas en 2020 se desentumezcan a lo largo de este 2021 (aprobación de presupuestos mediante). Unas ofertas que a muy corto plazo se desvelarán totalmente insuficientes.

En unos diez años es presumible que la mayoría de bibliotecarios que se formaron o adaptaron (provenientes de otras carreras) al perfil diseñado desde las Escuelas de Biblioteconomía, y posteriores Facultades de Documentación surgidas en los 90: se hayan jubilado.

Para entonces, el grueso de los diplomados/licenciados/graduados en esos estudios que tenían a bibliotecas, archivos y (a los que se presentaron como el futuro cool de la profesión) centros de documentación: estarán trabajando en cosas que nada tienen que ver son sus estudios. O en el mejor de los casos, se moveran por ámbitos alejados del sector público.

La esperanza de que esas tímidas ofertas de empleo público sean las que aporten savia nueva habría que matizarla con el hecho de que, en muchos casos, los que felizmente, y gracias a su esfuerzo: consigan entrar a formar parte de las plantillas fijas de las bibliotecas habrán sido, hasta el momento, interinos. Personal que lleva años, cuando no décadas, conformando esas plantillas de manera, eufemísticamente, temporal. Una temporalidad teñida de canas mientras, tic, tac, el mundo avanza.

 

El renovado plan de estudios de la Universidad de Murcia. Con sentencia de muerte, perdón, proceso de extinción en marcha: Información y Documentación.

 

Los planes de estudio de las universidades se han remozado «evitando» en la medida de lo posible la palabra biblioteca. Ya detallábamos esta mutación de las titulaciones que antes se orientaban a bibliotecas y centros de documentación en Seis grados de separación bibliotecarios. Pero está claro que este cambio no ha llegado a los temarios en los que se fundamentan las convocatorias de pruebas selectivas.

La prueba del algodón es cuando la parte específica de un temario, tras las últimas décadas post-Internet; ha variado tan poco que podría integrarse en la inamovible parte común. En un laberinto de espejos el eterno tema sobre la Constitución española se refleja con el de catálogos y tipologías. ¿De verdad se puede hablar todavía de catálogos de fichas si no es dentro de los temas referidos a la historia de las bibliotecas? El tema de la Ley de procedimiento administrativo se ha actualizado más en los últimos 20 años: que el de Fuentes de información bibliográfica: obras de referencia en el mismo periodo de tiempo. Temas del siglo XX para centros que buscan sobrevivir en el XXI.

 

 En los temarios de esta editorial (cuyo nombre omitimos porque está muy feo señalar) aparecían fotos aspiracionales en sus portadas. Para ello solían recurrir al uniforme, en el caso de que la profesión lo tuviera. La auxiliar de biblioteca que aparece en el temario de la izquierda cumple con el uniforme oficial de bibliotecaria. A saber: gafas, tonos grises, cárdigan y moño. Eso sí, es guapa. El sueño profesional de toda chica que aspire a un trabajo como mandan los cánones.

 

El trabajador social de instituciones sanitarias, en el temario de la misma editorial, no parece tener uniforme, ni estereotipo demasiado perfilado. Jersey sobrio con camisa debajo. Un retrato aspiracional random que dirían los modernos.

El Carrión, el Orera, el Otlet, el Manifiesto de la IFLA/Unesco, … siguen nutriendo muchas de las baterías de preguntas que servirán de filtro para la selección. Entre la amenaza constante de la impugnación y el aburrimiento por tener que dar otra vuelta de tuerca a los mismos asuntos: se desesperan los tribunales de oposición.

Y sin duda, estamos siendo injustos. Puestos a cuestionar, probablemente, lo que habría que cuestionar es el sistema mismo de pruebas de acceso a la Administración. El decimonónico, pero aún único, sistema de oposición y/o concurso/oposición.

¿Cómo se siguen seleccionando profesionales para centros del siglo XXI según los estándares del XIX? Las alternativas que aseguren un proceso transparente, imparcial y justo son difíciles.

Tal vez, en unos años, los tribunales sean sustituidos por salomónicos engrendros de la Inteligencia Artificial. Robots evaluando las aptitudes de los humanos. Una distopía por la que más de un tribunal, e incluso más de un opositor: firmaría ahora mismo. Mientras, seguiremos con ofertas de empleo público para el siglo XXI que (casi) no desentonarían en un BOE de los años 60 del siglo XX.

 

Exterior de Cybrarium en la ciudad de Homestead: la última frontera de las bibliotecas.

 

Por contraste a todo lo anterior: una noticia de la agencia EFE que se ha reproducido en diversos medios con un titular de lo más llamativo: «la última frontera de las bibliotecas». Se trata de una crónica sobre el recién inaugurado Cybrarium de la ciudad estadounidense de Homestead. Esta ciudad del estado de Florida es la última justo antes de los Cayos de Florida. Por tanto se puede decir que es la frontera de los EEUU frente a Cuba. De ahí que el redactor de la nota de prensa lo haya tenido a huevo para el titular.

Cybrarium es la última frontera de las bibliotecas porque parte del concepto de biblioteca pública para dar un paso más allá. Este innovador centro se define como el puente definitivo entre la biblioteca pública y las últimas tecnologías. Un cubo repleto de realidad virtual, impresoras 3D, equipos tecnológicos de última generación. En un decorado absolutamente futurista, el centro que reemplaza a la antigua biblioteca: se decora con imprentas y robost antiguos o referencias a los mundos fantásticos de Julio Verne o la Metrópolis de Fritz Lang. El necesario punto vintage que resalta lo ultra-moderno.

 

Una de los espacios para los peques en Cybrarium.

 

Una colección de 35.000 documentos de papel, sí de papel, entre libros y cómics conviven con libros digitales y audiolibros. Y los espacios se distribuyen entre salas de estudio (sí de estudio), lugares de reunión o maker spaces. Todo lo que viene a ser ya casi un clásico cuando de renovación de las bibliotecas se habla.

Lo lógico, tras leer esta noticia, sería preguntarnos por los horizontes que abre esta «última frontera» a las bibliotecas. Pero tendremos tiempo para volver a hablar sobre Cybrarium. En este post, lo sentimos, solo lo hemos utilizado para subrayar tendenciosamente el asunto que nos absorbe y que se resume en una pregunta: ¿cómo sería una oferta de empleo público para cubrir un puesto en Cybrarium? La última frontera bibliotecaria requiere de forasteros valientes dispuestos a colonizarla.

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Shangri-La bibliotecario

 

En 1933 el escritor británico James Hilton publicaba Lost horizon (Horizontes perdidos). La historia de un grupo de extranjeros que arriban al remoto y paradisíaco monasterio tibetano de Shangri-La. Un mundo ideal basado en la moderación y el respeto, en el cual, la conjunción de varios elementos: asegura una longevidad fuera de los estándares del resto del planeta.

 

Heinrich Harrier, el autor de la célebre «Siete años en el Tíbet», de un pasado nazi a convertirse en discípulo del Dalai Lama.

 

Desde entonces, y sobre todo tras su adaptación cinematográfica de 1937: Shangri-La se convirtió en sinónimo de paraíso en la Tierra. Una sociedad en armonía en la que gobiernan «los mejores, no los más fuertes». Hecha la introducción, a ser posible con la banda sonora que Dimitri Tiomkin compuso para la película de Capra: quedaría de postal empezar a comparar a las bibliotecas con unas Shangri-La de la cultura. Pero es que no tenemos ni el presupuesto, ni el tiempo que tenían en Hollywood para hacer creíble una cursilada de tal calibre.

Para muchos, las bibliotecas, aún en pleno centro de sus ciudades y barrios: quedan tan lejanas como el santuario utópico imaginado por Hilton. En cambio, la biblioteca de Shangri-La (o de al menos una biblioteca relacionada con el mundo imaginado por Hilton): está más cerca que nunca.

 

La Shangri La de aires art decó de Frank Capra en su película: Horizontes lejanos (1937)

 

Se han digitalizados más de 20.000 documentos de libros antiguos de la cultura tibetana ahora accesibles desde la web de la Biblioteca del Tibet. El esfuerzo ha corrido a cargo del Centro Regional de Protección de Libros Antiguos cuyo trabajo ha logrado que biografías de eruditos tibetanos y obras sobre la historia del Tibet y del budismo, desde el siglo XII al XX: estén a alcance de cualquier con una conexión a Internet.

Lo que en otra latitud, país o circunstancia no pasaría de ser una noticia cultural a celebrar sin mayor trascendencia; en el caso que nos ocupa se reviste de connotaciones que van más allá. La represión por parte del régimen chino sobre el Tíbet es algo que han señalado libros, documentales y hasta estrellas de Hollywood convertidas al budismo. Pero nada de eso parece haber servido para relajar la presión. Tras más de 70 años de ocupación china el Tíbet está sufriendo uno de los períodos más opresivos de las últimas décadas.

 

El proyecto de la futura Biblioteca y Centro de Aprendizaje del Gran Dalai Lama XIV en Ithaca (Nueva York). Centro cultural y centro internacional para el budismo. 

 

Recopilación de ensayos sobre el desarrollo social, cultural y político del Tíbet desde el siglo VII hasta el período moderno.

No hace ni dos meses que el escritor tibetano Gang Metal fue detenido por las autoridades chinas sin que, por el momento, nadie sepa cuál es su paradero. Sus obras giran argumentalmente sobre las protestas y manifestaciones tibetanas contra el gobierno chino en 2008.

Detenido por primera vez en 2016, Gangkye Drukpa Kyab (su verdadero nombre): ha tenido graves secuelas como consecuencia de las torturas a las que fue sometido mientras estaba en prisión.

Desde que China invadiera el Tíbet en 1949 más del 99 por ciento de los templos, bibliotecas y santuarios tibetanos han sido saqueados o destruidos. Durante la última década, los topógrafos han viajado por toda la región rescatando miles de libros antiguos. Joyas olvidadas que ahora, gracias a la digitalización, ayudarán a preservar la cultura tibetana clásica. Las nuevas tecnologías, en su versión más positiva, dando una oportunidad única para la preservación de culturas amenazadas o perseguidas. Y esta supervivencia cultural, pese a todo, gracias a la tecnología: también se encuentra en los lugares más insospechados.

Tenzin Kalsang es bibliotecaria en Brooklyn, y redes sociales mediante: ha ganado una repentina celebridad a raiz de los cuentacuentos bilingües inglés/tibetano que narraba desde las redes de su biblioteca durante el confinamiento.

 

Tenzin Kalsang, bibliotecaria de la Biblioteca Pública de Brooklyn.

 

Kalsang, desde un rincón de su apartamento, logró llegar a miles de seguidores mucho más allá de Brooklyn. Tras la invasión china del Tíbet miles de tibetanos se dispersaron por todo el mundo. Los cuentacuentos bilingües de la bibliotecaria, de orígenes tibetanos, se convirtieron en una reinvidicación involuntaria de la cultura y la lengua tibetana. Desde que estalló la pandemia, la Biblioteca Pública de Brooklyn, ofreció varios horarios de cuentos bilingües en línea, incluidos en ruso, español y chino. Una iniciativa, en palabras de la bibliotecaria, que indica que las bibliotecas celebran la diversidad.

Y es después de todo no hace falta perderse por los Himalayas. Shangri-La, a veces y gracias a la tecnología: puede encontrarse en un pequeño apartamento de Brooklyn.

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La biblioteca del Ritz

 

Hace dos semanas escasas, el hotel Ritz de Madrid, reabría sus puertas tras tres años inmerso en una profunda remodelación. ¿Una señal de que se avecinan unos felices años 20 pospandémicos? No presumamos tanto. Este renacimiento no ha tenido que ver con una boda real; como en sus orígenes. Si el Ritz que impulsó Alfonso XIII miraba a Europa (concretamente a los Ritz de Londres y París); el remozado Mandarin Oriental Ritz del siglo XXI se mira en el lujo asiático. Un hotel para las élites siempre debe saber quien detenta el poder en cada momento.

 

El Ritz clásico y el Ritz de la actualidad: ¿renovarse o morir? ¿Y si en la renovación se pierde la esencia? Un momento: ¿estamos hablando del Ritz o de las bibliotecas en la actualidad? 

 

En los numerosos artículos que han publicado los medios estos días (contar con Isabel Díaz Ayuso como madrina, mediáticamente, da mucho juego): se han ido glosando las maravillas que aguardan a quienes puedan disfrutar del lujo a partir de 600 euros la noche.

Según relatan las crónicas, en el Mandarin Oriental Ritz, luce una colección de obras de arte creadas ad hoc para sus diferentes espacios y ambientes. Cuenta con cinco restaurantes de alta cocina; cafeterías deliciosas; instalaciones deportivas; spa y centro de masajes; piscinas; jardines… Pero lo más importante, lo que realmente marca la diferencia en un establecimiento de extralujo como es el caso: es su biblioteca. Y en el Ritz no hay biblioteca.

La cadena Mandarin Oriental Hotel Group, a la que pertenece ahora el Ritz, puede que sea de las más importantes pero falla en un detalle que realmente marca la diferencia de clase. Nada que ver con The Ben West Palm Hotel: el maravilloso hotel de Florida del que hablamos en Alexa quiere ser bibliotecaria, pero no la dejan: que incluye en su oferta un servicio de recomendaciones de libros para sus huéspedes en colaboración con la biblioteca local.

 

Este señalar con el dedo tan feo no procede de ningún resentimiento por parte de curritos bibliotecarios a los que pagar 600 euros por noche les parece un disparate. Nada de eso. Es que nadie con un poco de integridad bibliotecaria pasaría por alto esta clamorosa ausencia.

La biblioteca del Ritz, o lo que es lo mismo: su ausencia; es elocuente sobre nuestro tiempo. Si las clases dirigentes no se adornan con cultura: ¿hacia qué mundo vamos? Ni siquiera una estantería con libros falsos. La legitimación social del trepa, en el siglo XX, se apoyaba en una pátina de ilustración. Pero ahora los tiempos son más sinceros: la obscena exhibición del dinero es más que suficiente.

 

La brillante ‘Un lugar en el sol’ (1951): retrato certero de un arribista del siglo XX.

 

En todo caso, para disipar cualquier animosidad por nuestra parte, si la dirección del Ritz requiere asesoramiento profesional para subsanar el olvido: estamos abiertos a alojarnos durante unos días en sus instalaciones y así poder orientarles. Ante todo profesionalidad. Lecturas sociológicas aparte. La inexistencia de la biblioteca en el Ritz va en contra de una tendencia del sector inmobiliario y de lujo actual.

Según un artículo de ‘El Economista’ los 188.000 empleos que, según previsiones del Gobierno, ayudará a crear el plan de rehabilitación de viviendas: no serán suficientes para resucitar al sector de la construcción. Un inciso al hilo de esto: en dicho plan habrá un 30% destinado a edificios públicos. El 70% restante está destinado a viviendas. ¿Qué porcentaje le asignarán a las bibliotecas? Son edificios públicos, sí, pero también son las casas de la cultura. Según este razonamiento deberían optar al 100%.

 

 

¿Pecamos en exceso de mirar por las bibliotecas al incluirlas por medio, incluso, cuando hablamos del sector inmobiliario? No se crean. La revista ‘Money Week’ (la revista de finanzas más vendida del Reino Unido) mantiene actualizada su sección Houses for sale with libraries (Casas en venta con bibliotecas). Las bibliotecas cotizan al alza como valor añadido a la hora de atraer compradores. Entre sus ofertas más recientes:

«villa ubicada en una colina con vistas a Florencia. Tiene una biblioteca con estanterías de madera tallada, un gran vestíbulo de entrada con una escalera de piedra tallada, techos decorativos ornamentados y chimeneas de época. 12 dormitorios, 15 baños. Precio: 10 millones de euros» «salón del siglo XVIII con torre almenara y biblioteca con gabinetes hechos a medida con vista a los jardines. 7 dormitorios, 6 baños, invernadero. Precio: 3,75 millones de libras.» «Casa de campo de los años 50  dependencias rodeadas de jardines que incluyen un lago con una isla. Conserva sus chimeneas de madera de tilo, tiene una biblioteca que incluye una puerta oculta detrás de estantes de libros antiguos. Precio: 1,65 millones de libras.»

 

Para los que no nos llega la nómina ni para comprar la caseta del jardinero tenemos unas magníficas bibliotecas públicas; con fondos tan amplios, que nada tienen que envidiar a estas colecciones. Claro que si atendemos al muy didáctico artículo publicado en ‘Newtral’ radiografiando  las bibliotecas en España: igual deberíamos preocuparnos. De seguir la tendencia de este gráfico, en el 2030, puede que siga sin haber biblioteca en el Ritz; ni tampoco en ningún barrio.

 

Pero lobotomizándonos, una vez más, con el glamur y el lujo. Otro indicador de que las bibliotecas (lo que no implica a la cultura) son objetos de deseo: es el hecho de que la prestigiosa casa de subastas Christie’s lo resalte en las ofertas de su departamento de bienes inmuebles.

Al describir una finca en Connecticut (EEUU) destaca sus 51,3 acres, la  casa principal elegantemente restaurada, una biblioteca, casa de huéspedes, casa del cuidador, cabaña de troncos e impresionante galería de arte. Con vista a la casa de la piscina hay una biblioteca de arte en el segundo piso diseñada para la lectura y la investigación, con un piso y techo de madera de fresno, estanterías empotradas para cientos de libros y grandes luces que cuelgan de un techo inclinado.

 

Por solo 18 millones de euros se podía adquirir esta vivienda en Nueva York dotada de una amplia biblioteca con dos pisos.

 

¿Pasará con las bibliotecas como ha pasado con el mercado del arte? Empresarialismodenomina Will Gompertz, director de Arte de la BBC y extrabajador en la Tate Gallery, en su recurrente ensayo: ¿Qué estás mirando? 150 años de arte moderno: a este momento de la historia del arte, en el que las leyes del mercado son las que rigen las fluctuaciones en el mundo artístico.

Esperemos que los afortunados que puedan permitirse estas mansiones les atraigan de verdad  esas magníficas bibliotecas; y no sólo por el empaque que dan al inmueble.

Nosotros, como en otras ocasiones, nos remitimos siempre a la máxima del director de cine John Waters: “si vas a casa de alguien y no tiene libros, no folles con esa persona”. Pese al sabio consejo del padre del cine trash siempre te podían engañar: pero bastaba con escudriñar un poco el desgaste en los lomos para descubrir al impostor.

En cambio ahora, con la lectura digital: ¿quién podrá orientarse a la hora de irse a la cama? El recurso a que lee mucho, pero en digital, nos deja huérfanos de referentes para dejarnos llevar por la lujuria. En este blog, pese a defender la lectura en cualquier formato, nos aventuramos a dar una opinión al respecto: si sólo lee en digital, desconfíe.

En tales cuestiones, el tacto es esencial, y que alguien haya renunciado por completo a la experiencia táctil de la lectura ya nos debería poner sobre aviso (aunque alguno argüirá que son muy diestros pulsando botones, en fin, nos estamos dispersando).

 

 

Volviendo, para cerrar, a lo inmobiliario. Hace unos meses, de nuevo ‘El Economista’, hablaba sobre uno de los símbolos más estrambóticos del boom inmobiliario de hace unos años. Resultar estrambótico en el urbanismo de Benidorm no es algo que esté a la altura de cualquiera. Salvo que tengas 192 metros de altura, 52 plantas, seas de color dorado, y te corone un cono invertido entre dos torres simulando un diamante que, en perspectiva: podría interpretarse como la entrepierna de una gigante robótica sin tronco.

 

 

Es el rascacielos Intempo. Vendido en 2017 a un grupo inmobiliario que lo concluyó y puso a la venta. Actualmente los pisos se venden desde 200.000 hasta el millón de euros. La venta va algo lenta. Desde Infobibliotecas, lanzados tras el órdago al Ritz, les aconsejamos que incluyan una biblioteca en la última planta. Justo en el embudo (seamos ahora más elegantes en las comparaciones) que lo corona. Seguro que, con esas vistas, y una buena selección de fondos: se los quitan de las manos.

«El castigo del lujo
Está en el aire para que todos lo vean
Y es feo ahora
Y se pone peor cada dia
(¡Hey hey hey!)»

 

El castigo del lujo

Orchestral Manoeuvres in the Dark

 

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

La biblioteca de Schrödinger (Día del libro 2021)

 

El Día Internacional del Libro de este año no ostenta el triste honor de ser el primer Día del libro en pandemia. Ese puesto ya se lo arrebató el 23 de abril del 2020. Pero este año, su celebración se tiñe de otros matices, también pospandémicos pero diferentes: que le dotan de personalidad propia.

 

El Día del libro 2021 sirve como indicador de la situación epidemiológica de cada territorio. Mientras que en Cantabria suspenden las actividades programadas en la Biblioteca Central; en Navarra: tienen previstas más de 50 actividades. La presencialidad o la virtualidad, a tan solo unas semanas de que caduque el estado de alarma: dibujan el mapa bibliotecario al calco del mapa de la incidencia del Covid.

A estas alturas de la pandemia, la planificación y programación de servicios y actividades en una biblioteca puede que se cumpla o no se cumpla simultáneamente. Como en la célebre paradoja del gato de Schrödinger: puede que la biblioteca esté viva o muerta, al mismo tiempo. Tal es el nivel de incertidumbre. Pero lo que está claro es que las redes sociales de las bibliotecas (con Youtube a la cabeza) van a colmarse, por segundo año consecutivo, de actividades para celebrarlo.

 

El meme bibliotecario de la Biblioteca Pública Salvador García Aguilar de Molina de Segura (Murcia): adaptando la promo de la candente docuentrevista con Rocío Carrasco. Una última vuelta de tuerca del canal de Vasile a su concepto de ‘televisión circular’.

 

Youtube y Twitch están pisándole los talones a los medios audiovisuales tradicionales. En cambio, mientras que estamos acostumbrados a la crítica televisiva, a la fiscalización de sus contenidos y estrategias (esas que Mediaset está llevando a otro nivel de cinismo absoluto en las últimas semanas): estos nuevos canales que aglutinan a las audiencias más jóvenes: no están sujetos al mismo escrutinio. La figura del crítico reputado y documentado, a la antigua usanza, hace mucho que ni está, ni se le espera, por parte de las nuevas generaciones.

Afortunadamente, esa aceptación acrítica de los nuevos canales, se ve algo mitigada por el afilado espíritu crítico que entrenan algunas voces jóvenes. ¿Los peligros? los propios de la cultura de la cancelación. Pero de eso ya hablamos en otro post. En este, nos queremos centrar en los ecos del Día del libro en Youtube dándole protagonismo a los jóvenes. Que siempre se ha dicho que son el futuro. Aunque, en ocasiones, también pueden ser el pasado.

 

Naya Perkins: la booktuber todo lectura y sonrisas.

 

NayaReadsandSmiles es el nombre del canal de la joven booktuber, Naya Perkins, que alcanza la respetable cifra de 84.000 suscriptores. En un artículo de la revista ‘Study breaks’, se habla del caso de Naya. Esta revista está escrita e ilustrada por estudiantes universitarios de los Estados Unidos. Un medio que busca reflejar la visión que sobre la cultura tienen las generaciones etiquetadas como millennials y zetas. Una cabecera a seguir, desde el mundo bibliotecario, si se quiere tomar el pulso a las inquietudes e intereses de los jóvenes; y así, poder desarrollar estrategias para atraerlos.

El artículo, en el que se habla de Naya, está dedicado a la discriminación racial que el algoritmo de Youtube aplica a los booktubers afroamericanos. En un primer momento, un atolondramiento ludita te puede llevar a sentir cierta satisfacción culpando a la máquina. Pero pronto se disipa, cuando caes en la cuenta, de que detrás del algoritmo hay humanos contagiando prejuicios.

 

Study Breaks Magazine: la revista para estudiantes hecha por estudiantes.

 

El caso de Naya es significativo porque, aunque cuenta con muchos suscriptores, y lleva seis años subiendo vídeos: no tiene tanto éxito si se le compara con otros creadores de contenidos. Sus vídeos son similares a los del resto de booktubers (además de un título, NayaLecturasYSonrisas, que ya de por sí tiene tirón): pero, tal vez, sostiene el artículo: la diferencia venga marcada por el color de su piel. La diversidad en el universo BookTuber queda en entredicho.

Recientemente, Naya, canceló su contrato con la librería online BookOutlet. El motivo que la llevó a ello es la falta de sensibilidad que mostraron, en pleno movimiento Black Lives Matter, respecto a las personas afroamericanas. La joven booktuber, a raíz de romper su colaboración con esta compañía, desveló como otras empresas la elegían para sus campañas debido a su tono de piel más claro; en detrimento de otros booktubers de piel más oscura.

Este sesgo se ve claramente reflejado en el funcionamiento del algoritmo. Por eso, la solución, el objetivo, ahora, es infiltrarse en ese algoritmo. Y aquí, de improviso, surge una equivalencia entre algoritmos y bibliotecas. Pese a las corrientes retrógradas que aspiran a desandar caminos ya recorridos: las bibliotecas hace mucho que apostaron, en su mayoría, por la diversidad y la inclusión. Nunca es suficiente. Pero es una tarea para la que ya tienen ejercitados algunos músculos.

 

 

En su momento, para determinados colectivos y movimientos a favor de los derechos civiles: las bibliotecas se convirtieron en agujeros en el sistema por los que infiltrarse y desestabilizar el monolito. La biblioteca pública, tal  y como nació, era un invento blanco y anglosajón. El mundo reflejado en sus anaqueles era el mundo del hombre blanco. Y más concretamente, de un determinado hombre blanco: el que tenía acceso a la educación, y por lo tanto, al poder.

Afortunadamente, hace tiempo que ese retrato uniforme del mundo se resquebrajó. Y las bibliotecas públicas, al menos las que merecen tal nombre o a las que les dejan, sus políticos y ciudadanos, ejercer como tales: están abiertas a todo tipo de manifestaciones culturales, corrientes de pensamiento y debates sociales. Si se consiguió entonces con esos «santuarios» del saber occidental: ¿por qué no ha de conseguirse con el algoritmo?

Como escribe Arianna Taylor, estudiante en la Universidad de Rochester, autora del artículo:

«no debería dejarse en manos de las grandes empresas el poder opinar sobre lo que nosotros, como audiencia, vemos o a quién apoyamos; como consumidor, depende de nosotros mostrarles que queremos más que diversidad: queremos inclusión en todos los espacios. […] por mucho que el mundo del libro y el mundo editorial pueda ser sordo a la inclusión de diversas voces, eso no significa que la diversidad no exista.»

La lucha por los derechos civiles del siglo XXI puede que siga en las calles; pero no conseguirá victorias sin combatir al omnisciente algoritmo. Tal vez, pasado un tiempo, hasta haya que agradecerle haber movilizado a la resistencia. Frente a la generación etiquetada como X: los, supuestamente alienados tecnológicamente, millennials y zetas están despertando a una conciencia social en ámbitos aún desconocidos. No todo está perdido. Ni mucho menos. Y, como siempre debería ser, la movilización viene de parte de los jóvenes.

 

Jóvenes como Peter Musser, la gran esperanza blanca del mundo bibliotecario en el mundo Youtube. Musser es un joven estudiante de MLIS en UBC de Vancouver (Canadá) que tiene un canal de Youtube. Hasta ahí nada que destacar. Ni siquiera sus seguidores: 7030. Muy, muy lejos desde luego de las cifras de Naya. Pero su particularidad es que la siglas de MLIS se corresponden con Master of Library and Information Studie: el título universitario necesario en Norteamérica para trabajar de bibliotecario.

Stacks and facts (Pila y hechos) es el nombre de su canal de Youtube. En él, Peter, aborda algunos de los temas más actuales relacionándolos siempre con el mundo bibliotecario. Como advierte, habla sobre Bibliotecología y Ciencias de la Información. únicamente desde sus puntos de vista. Y por eso precisamente, resultan tan refrescantes y necesarios. Además Peter no se queda ahí. Como buen youtuber interacciona con otros canales: y por ejemplo, ha mantenido varias conversaciones con la youtuber @elleteedee en el canal Sexplanations. Unas colaboraciones que, todo hay que decirlo, acumulan más visualizaciones que sus vídeos sobre bibliotecas. Competir con una buena conversación sobre sexo es batalla perdida.

La simple existencia del canal de Stacks and Facts lanza un mensaje positivo de futuro para la profesión. Mientras haya jóvenes que aman la lectura y los libros, como Naya, y estudiantes que viven apasionadamente su profesión, como Peter: el algoritmo se tendrá que diversificar quiera o no para sobrevivir. Tal cual como les pasó a las bibliotecas en su momento.

Y con el ánimo reconfortado, lo dejamos aquí. No vaya a ser que algo nos enturbie esta ensoñación a lo Norman Rockwell sobre el futuro. Un final acorde a nuestros mejores deseos para un feliz Día del Libro 2021 sea presencial o virtual.

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Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com

Bibliotecas en el espejo de Netflix

 

Tras este año de pandemia, en el que la cultura ha estado tan presente; en el que la cultura ha hecho tanto bien por la salud mental de la población (aunque no se le reconozca): ¿se puede seguir hablando de la cultura del ‘todo gratis’?

En un artículo publicado en ‘Business Insider‘ repasan las estrategias de éxito que Netflix ha seguido para, siempre según la publicación: desterrar la cultura del ‘todo gratis’. Revisando esas estrategias nos encontramos con cuatro puntos a destacar:

  • apostar por un storytelling propio: algo que se aplica sin cesar sea cual sea el sector del que se hable: construir el relato. Si en los 60 nació el culto al autor (‘Cahiers du cinema’ mediante); en los dosmiles es el relato lo que importa. Tal vez, sea por el influjo de las teorías de Yuval Noah Harari en Sapiens: sobre la ventaja evolutiva de nuestra especie por su capacidad para crear historias.
  • establecer un vínculo de cercanía con sus suscriptores gracias a la producción local.
  • capitalizar su profundo conocimiento de las audiencias para dotar al contenido menos mainstream, menos comercial, de «viajabilidad».

El artículo continúa con otras tantas loas a la estrategia seguida por Netflix. Y si bien, las bibliotecas sería más apropiado equipararlas a Filmin (por su perfil más cuidado en cuanto a calidad de contenidos; y porque parte de sus contenidos se ofrecen en eFilmonline): lo cierto es que los puntos positivos que subrayan en las tácticas de Netflix son perfectamente extrapolables al mundo bibliotecario.

¿A cuántas bibliotecas les resuena cual eco lo de construir el relato, lo de transmitir los valores e idea de la biblioteca pública a los usuarios?  Otro tanto respecto a lo de establecer vínculos de cercanía. Ninguna otra institución cultural puede enmendarle la plana a las bibliotecas públicas en ese sentido. Y en cuanto a lo capitalizar su conocimiento de su audiencia habría que hacer un punto y aparte.

Ahora mismo el cine clásico, que otrora arrasaba en taquilla, está al mismo nivel que los productos más alternativos de la actualidad. ¿Qué diría el todopoderoso David O. Selznick si levantase la cabeza y viera que sus superproducciones ahora se publicitan al mismo nivel que el catálogo de productoras independientes? Si hay alguien que no discrimina entre taquillazos y obras para público minoritario (plataformas como Filmin aparte que, por cierto, nutre el catálogo de eFilmOnline): esas son las bibliotecas.

Con esto no queremos rebatir, ni mucho menos, el artículo de ‘Business Insider’. No se puede esperar que una publicacion dedicada al mundo empresarial vaya a tener en cuenta la aportacion de las bibliotecas. Pero no porque no sea temática propia de su linea editorial sino porque nadie, ni las propias autoridades de las que dependen, le reconocen la labor que llevan décadas realizando. Ya lo decíamos en Se vende biblioteca al respecto de las sucesivas campañas institucionales contra el pirateo en las que jamás se subrayó la alternativa bibliotecaria.

Pero evitemos un tono revanchista que no lleva a nada bueno. En la semana, en que se celebra el Día Mundial del Arte, aprovechemos para darle la vuelta a esa cultura del «todo gratis» reinvidicando a las instituciones englobadas en el acrónimo GLAM (Galleries, Libraries, Archives and Museum).

En Barcelona se ha publicado, y firmado por organizaciones como Médicos Sin Fronteras, Oxfam Intermón, Amnistía Internacional o Médicos del Mundo: una declaración a favor de la liberación de las patentes de las vacunas contra el Covid-19. El clamor por la liberación de las patentes de las vacunas sigue creciendo sin parar.

La cultura, de inmediato, no salva vidas (salvo si de cultura científica hablamos) pero sirve para vertebrar sociedades sanas y con futuro. Las instituciones GLAM llevan muchos años ‘liberando’ millones de creaciones para uso y disfrute de la ciudadanía.

Chase McCoy, el diseñador de productos, ingeniero de front-end y explorador de Internet que ha creado el metabuscador Museo.

El motor de búsqueda Museo permite localizar entre millones de imágenes libres de derechos de instituciones como el Instituto de Arte de Chicago, el Rijkmuseum, los museos de arte de Harvard, el Instituto de Arte de Minneapolis o la colección digital de la Biblioteca Pública de Nueva York.

Todo tiene su etiqueta. Y cuando se entra en una web de imágenes libres de derechos; lo primero que hay que hacer es buscar temas que te interesan. Hemos escrito ‘libraries’ y estas son algunas de las joyitas con las que nos hemos encontrado.

Imágenes «liberadas» (se siente un placer especial al escribir lo de liberadas) del concepto biblioteca a lo largo de los siglos:

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Si la biblioteca fuera…2

 

Si la biblioteca fuera un palo del flamenco sería una rumba: porque se adapta a cualquier estilo y te alegra el cuerpo de inmediato.

Si la biblioteca fuera un árbol sería el alcornoque: te previene de convertirte en uno; y de su madera, se saca el corcho que sirve de aislante acústico.

Si la biblioteca fuera un programa de televisión sería el de Mercedes Milá en el que Umbral se iba si no hablaba de su libro.

Si la biblioteca fuera un juguete de merchandising sería un transformers: ¿hace falta argumentarlo?

Si la biblioteca fuera un actor inglés sería Alec Guinness: porque pasó de Shakespeare a Star wars manteniendo el prestigio intacto.

 

Si la biblioteca fuera un edificio sería un rascacielos: cuanto más rozan las nubes más profundos son sus cimientos en el suelo.

Si la biblioteca fuera un gurú sería Aleister Crowley: su lema ‘Haz lo que quieras’ caló en estrellas del rock como Keith Richards, David Bowie o Jimmy Page que declararon su amor por las bibliotecas.

Si la biblioteca fuera un curso de idiomas sería el que dio Raphael para cantar Aquarius: lo primero para soltarse con una segunda lengua es perder la vergüenza.

Si la biblioteca fuera una chuche sería peta zetas para el cerebro.

Si la biblioteca fuera un tratamiento de estética sería el ácido hialurónico porque hidrata, repara y rejuvenece las ideas.

 

 

Si la biblioteca fuera un personaje de Arnold Schwarzenegger sería Terminator (no Conan) porque aunque la dejen en el chasis con tanto recorte sigue pese a todo adelante.

Si la biblioteca fuera un fenómeno meteorológico sería el tornado que transportó a Dorita al mundo de Oz.

Si la biblioteca fuera un tango sería Libertango, tanto en su versión original de Astor Piazzolla como en la de Grace Jones, porque nada te hace más libre que bailar pegado a la cultura.

Si la biblioteca fuera un directo, sería uno de Tom Waits, porque aunque parezca que va a quedarse sin aliento siempre tiene fuelle para dar la última nota.

Si la biblioteca fuera una embarcación sería la Kon-Tiki que, pese a su modestia, resistió la travesía desde Perú a la Polinesia, a través del Pacífico.

 

 

Si la biblioteca fuera una bombilla sería la que luce en la estación de bomberos de Livermore (California): pese a llevar encendida 119 años sigue riéndose de la obsolescencia programada.

Si la biblioteca fuera un fenómeno natural sería un géiser: cuanto más la frecuentas más bulle la creatividad.

Si la biblioteca fuera un instrumento sonoro sería un theremin, aún sin pisarla, sus vibraciones te llegan gracias a sus plataformas digitales.

Si la biblioteca fuera una modelo sería Iris Apfel: por sacarle los colores a la vida haciéndole una peineta al edadismo.

Si la biblioteca fuera una raza de perro sería Kant-Nietzsche…ok, vamos a dejarlo por hoy.

 

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Biblioteca de memeces

 

Pregunta lanzada al aire: ¿alguien se está ocupando de recopilar los ya numerosísimos memes bibliotecarios que, cada viernes, invaden Twitter, por obra y gracia, de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez; que tuvo la brillante idea de proponerlos? ¿Estamos confiando en el engañoso rosario de los hashtags? Es de suponer que la Biblioteca Nacional, que desde 2009 está custodiando memes, estará guardando con especial mimo estos memes bibliotecarios ¿Se catalogarán en el 002 de biblioteconomía?

 

 

Mar Pérez Morillo, la responsable del archivo web de la BNE, tiene una entrevista por hacerle. Mar es nuestra Amanda Brennan nacional. Por su labor preservando la web española que no por el tinte azul. La entrevista con Mar queda en nuestro debe; pero hoy nos vamos a centrar en nuestro colega al otro lado del charco: Amanda.

No es la primera vez que mencionamos a Amanda Brennan en este blog. Pero hasta ahora habían sido meras citas de pasada. Hoy, viernes de #memebibliotecario, queremos dedicarle un poco más de atención a esta bibliotecaria pionera donde las haya.

 

Amanda Brennan

 

El título del post podría resultar algo ofensivo; pero nada más lejos de nuestra intención que descalificar a nuestra colega estadounidense. Todo lo contrario, le estamos más que agradecidos por abrir horizontes hasta ahora insospechados para la profesión. En realidad, el título debería ser Biblioteca o Bibliotecaria de memes, porque a eso se dedica Amanda: a estudiar con rigor la cultura de los memes, de Tumblr, videojuegos, tendencias de Internet, en general.

Para quien, pese a vivir todos los días rodeado de ellos en sus diferentes dispositivos, no sepa aún qué es un meme: para abreviar le diremos que se trata de las imágenes, vídeos, textos o animaciones varias que se convierten en virales y «contagian» a millones de internautas (gatitos gruñones, vídeos trucados, declaraciones explosivas, montajes visuales, selfies imposibles, etc…). Aunque su origen sea otro muy distinto.

 

 

Amanda cursó estudios de Biblioteconomía en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey; pero nunca deseó trabajar en una biblioteca física. Sus intereses iban dirigidos al mundo digital, a rastrear, recolectar, conservar y catalogar lo que la red produce de manera anárquica y torrencial. ¿Quién, sino una bibliotecaria, podría aspirar a imponer una lógica y un orden al caos de la red de redes?

Con la minuciosidad de una científica, Amanda aplica las técnicas bibliotecarias aprendidas de una manera ortodoxa, para arrancar del vértigo de la obsolescencia digital a memes, imágenes, vídeos y demás fenómenos virales que pueblan la red.

 

 

Esos, que un día se convierten en titular en los noticiarios televisivos, se retuitean, acumulan miles de Me gusta o Compartir en Facebook. Provocan millones de visitas en Youtube, de Reenvíos en los correos; se convierten en trendig topics; suman cien mil comentarios, insultos, risas, emoticonos…Y son versionados, modificados, y whatsappeados hasta la náusea; y una semana después….son arrastrados por el torrente de nuevos memes, tuits o imágenes, que cual tsunami, llenan nuestra vida digital de memeces sin fin.

Como vaticinó Raymond Kurzweil («el futurólogo de Google«): para el 2040 pasaremos la mayoría de nuestro tiempo en la realidad virtual. Kurzweil no contaba con una pandemia que iba a ayudarle, quizás, a adelantar el cumplimiento de su profecía. Para esa fecha, tal vez, los bibliotecarios de Internet, como Amanda, sean los únicos capaces de recordarnos cómo hemos llegado a un mundo en el que las memeces los memes, ocupan el 90% de nuestro día a día digital.

 

 

«Hey chica, perdona que te moleste, pero ¿podrías decirme el número donde se clasifica el amor a primera vista?» Ryan Gosling, favorito para memes cursi-bibliotecarios

Amanda se autodenomina Bibliotecaria de Internet, y no deja de hacer lo que intenta toda la profesión: conservar la memoria del pasado, y del presente que nos ha tocado vivir para que próximas generaciones puedan saber de dónde vienen. Como dice Amanda, algunos memes duran muy poco tiempo en la red, pero pese a su fugacidad (o precisamente por eso) son un reflejo de su tiempo, y de ese momento específico de la cultura de Internet:

«serán importantes para entender como pensaba la gente en esta época«.

Amanda, entre 2011 y 2013, formó parte del equipo de Know Your Meme, un sitio de Internet dedicado a la investigación de memes y publicaciones en Internet.

Desde que se inaugurase en 2008, Know Your Meme se ha convertido en el referente a la hora de indagar en los orígenes de los fenómenos virales de Internet. Su funcionamiento permite la participación abierta a cualquiera que quiera proponer un meme para su estudio. Tanto reconocimiento lleva acumulado, que la Biblioteca del Congreso de Washington, ha incluido a Know Your Meme dentro un Programa para la preservación de sitios web.

 

 

En cierto modo, resulta reconfortante este afán por preservar, conservar, en un mundo abocado a una obsolescencia cronómetrada; y que además, en proyectos así, las bibliotecas tengan mucho que aportar.

Cuando finalmente los extraterrestres lleguen a la Tierra, si (con suerte para el planeta) nos hemos extinguido: puede que lo único que quede, sean algunos equipos informáticos con acceso a bases de datos como Know Your Meme (Conoce tu meme). Serán algo así como la Estatua de la Libertad semienterrada que cerraba El planeta de los simios; pero sin ningún Charlton Heston que grite, y se lamente por el legado tan memo-rable, que las nuevas tecnologías dejaron como reflejo de nuestro tiempo.

 

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Alexa quiere ser bibliotecaria, pero no la dejan

 

En Infobibliotecas somos generosos. Igual que, de vez en cuando, regalamos ideas bibliotecarias para quien tenga (la insconciencia o el arrojo, según se mire) de llevarlas a cabo: también damos argumentos para futuras novelas o películas.

Rodeados, como estamos, de sirvientes digitales: ya están tardando en hacer una adaptación de Las criadas de Jean Genet con Alexa y Siri como protagonistas. Un ¡Cómo está el servicio! domótico (con papeles secundarios para Roomba y Coonga): o una revisión tecnológica de El sirviente (1963) de Joseph Losey; según la historia se decante por el drama o la comedia.

 

La excelente El sirviente (1963) de Joseph Losey.

 

A Alexa le falta el tono seductor que tenía Samantha (gracias a la voz de Scarlett Johannson) en la historia de amor entre el personaje de Joaquín Phoenix y una Inteligencia Artificial en Her (2013). Pero eso no le ha impedido infiltrarse en la mayoría de los hogares. Y es más, incluso en las bibliotecas.

Las bibliotecas estadounidenses están cuestionando las prestaciones que, Alexa o su hermano Echo: pueden aportar en sus centros. Según el estudio de dos investigadoras de la Universidad de Alabama: «Alexa, ¿estás escuchando?» hay que llevar cuidado con Alexa. Dicho lo cual solo podemos añadir: benditos estos estudios que subrayan lo evidente.

Si alguno de los presentes en la sala tiene una Smart TV de la marca Samsung: habrá vivido la espeluznante experiencia, propia de la niña de Poltergeist, de levantarse a beber agua a la cocina de madrugada y sobresaltarse al percibir un resplandor en el salón. La televisión ha iluminado su pantalla sola y se encuentra absorta (según versión Samsung) en sus actualizaciones. Pero tú, aturdido en medio de la noche, puede que hasta bajo los efectos de un Orfidal o Lexatin para poder apaciguar el sueño: sabes que no. Que en realidad, tienes una espía en el salón. Y lo más grave. Que has sido tú quien le llevó hasta allí.

 

La película Poltergeist (1982) profetizando las Smart TV. 

 

Pues bien, para evidenciar algo que todos sabemos, Miriam El Sweeney y Emma Davis, las susodichas investigadoras de Alabama, decidieron cuestionar el uso que se estaba haciendo de los asistentes de Amazon en las bibliotecas del país.

En las bibliotecas estadounidenses, los altavoces de Amazon: Echo y Alexa, han ido incorporándose como recursos para facilitar las interacciones de personas discapacitadas o con dificultades para escribir. Y no solo para los usuarios, también para los trabajos de los bibliotecarios. Unos diligentes criados robóticos que, para llevar a cabo su labor, precisan recopilar gran cantidad de datos de los usuarios.

 

Amazon nos espía. Ilustración de ‘The Daily Dot

 

Después de todo, la intimidad cotiza a la baja desde hace mucho; y si en tantos hogares no tienen reparos en dejar que Alexa habite sus salones: ¿por qué habrían de tenerlos en las bibliotecas? El estudio constata los recelos que los asistentes de voz despiertan entre los bibliotecarios. La continua sospecha de que Alexa graba las conversaciones. Que recopila datos cuyo uso posterior nadie conoce. Amén de convertirse en otra puerta de acceso para hackers y piratas informáticos que quieran recolectar información o directamente boicotear el servicio.

Las conclusiones del estudio son previsibles. Se recomienda no usar dichos asistentes en las bibliotecas ante la vulneración que pueden suponer para la protección de datos que estas instituciones deben cumplir. Toda Inteligencia Artificial debería nacer con perfil bibliotecario. Pero las multinacionales no las dejan. Nacida para ser bibliotecaria; pero entrenada y obligada a trabajar de espía. La pobre Alexa, tan solícita y amable, impermeable a los desplantes e insultos que le profieren los humanos: está bajo sospecha.

Tal vez, ahora que todos somos famosos, tal vez, sea el momento de exigir contratos de confidencialidad a nuestros asistentes virtuales. Cual Madonna o Beyonce.

 

Pepper es el robot asistente de IdeaSpace, la recien inaugurada biblioteca de Fredericksburg (Virginia). Actualmente el simpático autómata encuentra dificultades para el reconocimiento facial debido al uso de mascarillas. Un virus, de lo más biológico, poniendo en un brete a los ingenios artificiales.

 

Y estas estábamos, compadeciéndonos de la pobre Alexa y su vocación frustrada bibliotecaria; cuando, también, desde el otro lado del Atlántico, nos llegaba una noticia sobre criadas/mayordomos y lectura. Nuestra querida corresponsal neoyorquina, Irene Blanco, nos ponía sobre la pista del hotel de Palm Beach (Florida) en el que disponen de un mayordomo de libros.

En este caso, la Inteligencia Artifical queda fuera, todo es humano, muy humano. El lujoso hotel The Ben West Palm abrió sus puertas un mes antes de que estallara la pandemia que nos ha paralizado durante el último año.

 

Detalle del vestíbulo del hotel de Palm Beach. Fotografía de la web del hotel.

 

En los hoteles estadounidenses es costumbre dejar un ejemplar de la Biblia. No nos consta si en el hotel de la exuberante Palm Beach hay ejemplares del libro más vendido de la Historia. Pero lo que sí hay es un catálogo con novedades literarias. Igual que decidimos qué sanwich o bebida queremos que nos traiga el servicio de habitaciones: elegimos el libro que queremos que nos lleven a la habitación. Pero no se queda aquí la apuesta por la lectura del establecimiento.

 

Vestíbulo y biblioteca al fondo del The Ben West Palm Hotel. Fotografía de su web.

 

En un ejemplo de inteligencia y sinergia empresarial, el hotel, una vez se marcha el cliente: incluye en la cuenta la posibilidad de comprar el libro que ha estado leyendo; o de donarlo a la biblioteca West Palm Beach. Libros que han sido provistos por la librería local The Palm Beach Book Store. Después de esto se nos ocurre un eslogan que regalamos generosos por si alguien quiere ponerlo en marcha: ¿Quieres dejar huella allá dónde viajas?: dona libros a la biblioteca local. Promoviendo la lectura y el comercio local.

Cuando, al fin, podamos viajar sin restricciones, será cuestión de ver en qué ciudades hay hoteles de la cadena Autograph Collection de Marriott. Después de esto, se merecen toda la confianza del gremio bibliotecario.

 

Cientos de candados en el Puente de las Artes de París: ¿no es más rómantico donar un libro a una biblioteca que colgar un candado?

 

Firo Vázquez cocinando papeles.

También se ofrecen menús temáticos basados en grandes clásicos de la literatura. Los Book Bites (mordiscos literarios) de The Ben West Palm nos traen a la memoria los elaborados menús con papel comestible del chef afincado en Murcia: Firo Vázquez.

Sus investigaciones con la Universidad de Murcia, le llevaron a crear papeles comestibles, basados en las harinas denominadas elaborinas, que le han hecho dar la vuelta al mundo. Gracias a sus artes, fue posible degustar el Quijote en la inauguración del Instituto Cervantes en Pekín en 2013; o el periódico ‘El País’ (procurando evitar noticias indigestas); o la portada de una revista. Gracias al trabajo de este chef todos podemos convertirnos en librófagos felices.

 

En el restaurante de Firo Vázquez, la cuenta, además de pagarla también te la puedes comer.

 

Comer papel para los bibliotecarios es casi caer en el canibalismo: es engullir lo que hasta el momento ha sido la materia prima que ha dado cuerpo a la profesión. Y pese a que algunos quieran dibujarles como zombis arrastrándose por la esfera digital, si la profesión sobrevive: será gracias a su capacidad para ser omnívoros, fagocitando todo lo que nos rodea.

Entre meter criada o ponerse a servir, las bibliotecas siempre han hecho lo segundo. Y lo primero, lo de meter criada, hasta que Amazon no desarrolle una versión con la voz de Gracita Morales: que se olvide de las bibliotecas. Igual que se olvida de ellas cuando se trata de dar acceso a los libros que edita.

Después de todo, que te sirvan, termina atrofiándote los instintos. Solo hay que ver las camadas de algunos de los más destacados representantes de las clases pudientes en las últimas décadas.  Hay que aguzar el instinto autodidacta, el criterio propio, la curiosidad intelectual, no dejarse llevar por lo acomodaticio, para eso ya están las redes sociales. Y ese ejercicio de independencia formativa e intelectual donde mejor se sigue practicando: es en las bibliotecas.

 

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Mujeres que nos gustarían como bibliotecarias [6]: Lidia García (the queer cañí bot)

 

La última entrega de nuestra serie Mujeres que nos gustaría como bibliotecarias se estrenó a pocos días de que se decretase el estado de alarma. No vamos a contar lo que vino después. El 8M se convirtió en nueva cachiporra política en medio de una pandemia.

Un año después, afortunadamente, aquí seguimos. Y para celebrar esta semana en torno al 8M 2021: necesitábamos montar un buen tablao. Palabras y palmas al compás que vienen de la mano de la bibliotecaria en potencia que hemos elegido para la ocasión.

Su melena rizada ensortija coplas como las varillas de un abanico cuajado de flores. Su sabiduría de reina mora le hace embrujarnos con los giros del más airoso de los faralaes… Ejem, mejor no seguimos. Ojalá tuviéramos el verbo florido y la entonación inflamada de un Lauren Postigo: para hacerle una presentación a la altura. Nos encantaría convertir este blog en un corral de la pacheca digital. Pero nos falta duende.

 

Todo lo contrario que a nuestra protagonista. Lidia García (más conocida como ‘the queer cañí bot’ en redes). Esta divulgadora cultural, activista LGTBQ+ e investigadora en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia se define al compás en sus redes como: bollera, coplera y de clase obrera. Esa rima, por lo menos, da para una seguidilla.

Es una de esas afortunadas que han sabido sacarle un buen rendimiento al confinamiento. Sus podcast ¡Ay, campaneras! han creado más afición que el Resistiré en los balcones a las 8 h. Y su mirada, desde el feminismo y la teoría de géneros, a la copla y a las folclóricas ha hecho que, oyentes muy alejados de zarzamoras y Marías de la O: terminen canturreando la bien pagá en la ducha. 

Lidia es una espabilá, como cantaba Antoñita Peñuela, flamenca y chica yé-yé que no podemos contar si se toma combinaos sobre la barra de un bar: pero que se debe a su público, como reza el canon de toda folclórica de pro. Y hoy tenemos la suerte infinita de ser ese público.

 

LIDIA GARCÍA 

(the queer cañí bot)

 

Qué conexión personal tiene una nacida en los 80 con el género de la copla y las folclóricas. 

Toda. Es la música que siempre le he oído cantar a mi madre mientras hacía la casa. Además, cuando yo era cría, las folclóricas tenían bastante presencia en televisión, tanto en galas musicales y similares como en la prensa rosa. Era puritita fascinación lo que sentía al verlas. Vamos, como ahora. 

El auge de los cantautores en los 70 e incipiente democracia vino aparejado a un desprecio por la copla y las folclóricas por su asociación a la dictadura. La movida de los 80 despreció a los de la pana; y en los últimos años, numerosas voces cuestionan y critican la Movida. ¿Será que los hijos necesitan matar culturalmente a los padres y por eso terminan reivindicando a los abuelos? ¿será que para despolitizar un fenómeno cultural es necesario que se salte una generación?

En un sentido generacional puede ser que sí: pero, fíjate, que en mi caso la copla es la música que han escuchado y tarareado siempre mis padres. En mi casa, apenas ha entrao la pana: así que en mi reivindicación no he tenido que saltarme ninguna generación, al menos en lo cercano. 

Los denominados culture studies llevan muchos años desarrollándose en el ámbito anglosajón. Autores, como David Walton, llevan promoviendo este tipo de estudios en nuestro país. ¿Sabes de otros proyectos de investigación que estén abordando la cultura popular española desde el prisma en que lo hacen los culture studies?

Además de voces tan potentes como las de Jo Labanyi o Stephanie Sieburth, me parecen interesantísimas algunas aproximaciones que se han hecho, por ejemplo, a la copla desde lugares en los que, los estudios culturales y la musicología se compinchan, como sucede en el volumen Copla, ideología y poder editado por Enrique Encabo e Inmaculada Matía. 

 

En el mundo de las folclóricas (y estrellas femeninas en general) el salseo sobre sus rivalidades era todo un clásico. ¿Crees que la rivalidad entre folclóricas era un ardid publicitario fomentado por ellas mismas o que los medios trataban (y tratan) de manera diferente la competitividad entre figuras de éxito según sean hombres o mujeres? 

Creo que, como la copla en sí misma, las rivalidades en el género son un campo abonado para la ambigüedad. Por un lado, muchas rivalidades tenían un fundamento muy real: no hay más, por ejemplo, que leer las palabras que Concha Márquez Piquer le dedica a Rocío Jurado en el libro que escribe sobre su madre. Deja bastante claro que no había olvidado aquel : «Yo soy más larga que la Piquer«, que pronunció Rocío, que, por cierto, también tenía mucho de habilidad de Lauren Postigo para tirarle de la lengua…Pero, indudablemente, las tiranteces estaban ahí. 

En otros casos, como sucede con la supuesta rivalidad entre Rocío Jurado e Isabel Pantoja, sí había mucho más de artefacto propagandístico que de enemistad verdadera. Claro, que luego, algunas de estas estrellas llegaban hasta a fingir conflictos para ir a la televisión a sacarse unas perras, como hicieron Sara Montiel y Marujita Díaz en aquel teatrillo maravilloso que montaron en Antena 3… ¡Con ellas nunca se sabe! 

 

Maravillosa fotografía publicada recientemente en ‘Icon‘ de ‘El País’: Carmen Sevilla, Paquita Rico, Antonio el bailarín, Lola Flores y Estrellita Castro en 1963

 

En el post de este blog “Club de lectura de prensa rosa: bibliotecas en el candelabro” reivindicábamos el potencial como objeto de estudio sociológico que ofrecen las denominadas revistas del corazón. ¿Te sirves de este material en tus investigaciones? Si es así ¿qué tipo de datos te aportan?

Las consulto muchísimo y con un deleite que no veas. Las vidas privadas de las intérpretes de la copla, el cuplé y las variedades despertaron interés de manera muy temprana: cupletistas como Raquel Meller, Amalia Molina o La Fornarina fueron algunas de nuestras primeras celebrities, por ejemplo.  Ya que su labor artística se fusionó con su proyección como figuras públicas me parece que obviar este tipo de publicaciones sería perder información valiosísima.  

 

Lidia García documentándose con el ‘Diez minutos’, en cuya portada, mostraban la entrañable amistad entre Isabel Pantoja y María del Monte.

 

¿Alguna actuación, fragmento de película o entrevista de alguna estrella de la copla te obsesiona desde hace mucho?

Pues mira, me vuelve completamente loca el flashback de Filigrana (Luis Marquina, 1949) en el que el personaje de Concha Piquer recuerda cuando tuvo que cantar en una juerga de señoritos frente al que había sido su gran amor: un noble que la había dejado para estar con una mujer de su clase y que, ahora, fingía no conocerla. Ella aprovechaba para cantarle una canción con toda la intención, «Arrieros somos», cuajada de frases-puñal como «permita Dios que te vea ir de cancela en zaguán y que nadie te socorra con un cachito de pan». Ese primer plano del perfil de Doña Concha cantando «maldita sea la hora en que yo te conocí» mientras llora de la rabia vive gratis en mi mente. 

 

 

Concha Piquer, en los años 30, reivindicaba el amor entre mujeres veladamente en una canción.  Algo impensable pocos años después. La dictadura con su recorte de libertades ¿sirvió para imprimirle más intensidad a las letras? ¿acentuó el drama o las enriqueció con más dobles sentidos?

Sirvió desde luego para que se explotaran todas las posibilidades expresivas de ese mundo de sobreentendidos y dobles sentidos…porque no quedaba otra. En cualquier caso, las elipsis narrativas y el sugerir más que detallar, eran parte de la ideosincrasia de la copla desde sus orígenes, anteriores al franquismo, pero por supuesto la represión de la dictadura avivó la necesidad de decir entre líneas. El drama, la copla ya lo traía puesto también de antes: aunque hay también coplas cómicas, el desgarro es consustancial a esta música. 

La única figura que se puede asociar en la actualidad a un folclórica, por sus inicios, según el canon implantando en el tardofranquismo sería la omnipresente Isabel Pantoja. De la España castiza con la tonadillera y el torero; hasta llegar a la cultura del pelotazo urbanístico y la corrupción en los 2000. ¿Te despierta algún interés como objeto de estudio? 

Me despierta todo el interés que te puedas imaginar, es una figura absolutamente fascinante. De momento solo me he aproximado a los Estudios Pantojiles desde la expansión lúdica en varios hilos de twitter (https://twitter.com/thequeercanibot/status/1157231428448530432?s=20) pero también me interesa mucho como objeto de estudio, claro. Ojalá pronto. 

En 1971 se celebró el antológico partido de fútbol benéfico entre folclóricas y finolis. Su crónica en el NODO de la época no tiene desperdicio. ¿Lo ves como un filón para diseccionar los estereotipos y clichés clasistas de la cultura de la celebridad del momento o se queda en mera anécdota kitsch?

La anécdota kitsch, qué duda cabe, puede ser un objeto de estudio tan interesante como cualquier otra manifestación cultural. ¡Solo de la representación de los estereotipos de género y clase y de las articulaciones de la dicotomía de «modernidad»/tradición en ese partido te salen tres tesis! 

Recientemente se publicó la brillante biografía sobre Susan Sontag de Moser
Benjamin. Su ensayo ‘Notas sobre lo camp’ fue, y es, todo un referente a la hora de afrontar la estética de masas desde perspectiva académica. Términos que nos llegan por influencia anglosajona como campkitsch o bizarre ¿se ajustan bien a la hora de definir la idiosincrasia de nuestra cultura popular o se quedan cortos?

Figúrate si me inquieta esta cuestión que gran parte de mi tesis trata de desentrañar esto. ¿Hasta qué punto emplear estas nociones constituye una imposición de la historiografía anglosajona que nos hace correr el riesgo de reducirnos, a pie de página, de la narrativa hegemónica: como apuntaba Preciado hablando de esto a colación de la obra de Ocaña?

Es una pregunta con la que trabajo, de momento utilizo el término de «camp cañí» que creo que condensa esas tensiones, sin renunciar, a las contradicciones y problemáticas que concitan, pero estoy muy lejos de poder darte una respuesta. Cuando avance más en la tesis te cuento 😉 

¿Compartes con nosotros tu playlist coplera ideal?

Como me lo pedían bastante hice una playlist con todas las canciones que puse en el podcast ¡Ay, campaneras! Tiene copla, cuplé, zarzuela…para mí son ocho horas de felicidad pura. Mucho mejor que una jornada laboral, dónde va a parar: https://open.spotify.com/playlist/5Zg0bKxPLlgYjGmTZXLdVb 

¿Qué cuentas de IG u otras redes nos recomiendas para adentrarnos en el fascinante mundo de las famosas de los años 60-70 y 80?

No os podéis perder a Tonadillera moderna, Les Greques, Cover copla y Jose de Carrillo. Son maravilla pura. 

Las folclóricas tras la muerte de Franco se sometieron a un proceso de modernización. Lola Flores, primero, haciéndose yé-yé en Casa Flora; y más tarde, autoreivindicándose como la Tina Turner española a finales de los 80; Carmen Sevilla participando en el cine del destape; o Rocío Jurado o María Jiménez apostando dedidamente por el erotismo. Contra todo pronóstico ¿demostraron tener más capacidad de adaptación que muchos grupos indies?

No soy la más adecuada para entrar en comparaciones porque no tengo ni papa de indie pero, desde luego, muchas de ellas supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Y, en ocasiones, reinventarse de arriba a abajo con una naturalidad que, viendo desde ahora el devenir de sus carreras, pasma. 

Un anuncio de cervezas ha resucitado gracias a la Inteligencia Artificial a Lola Flores relacionando su actitud y personalidad con los valores que defienden los jóvenes del momento. Vamos de teorías locas ¿en reivindicar a Lola Flores como icono para los jóvenes del XXI subyace un hartazgo de tantos años de espacios tipo OT que producen artistas con personalidades intercambiables?

No lo sé. Pero lo que está claro es que en el caso concreto de Lola Flores la fascinación intergeneracional que produce tiene mucho que ver con lo única que era, con la autenticidad de su carisma. Y también, claro está, con lo bien que supo explotar todas las vetas de esa autenticidad. Con su inteligencia, en definitiva.

 

 

El colectivo LGTBQ+ siempre ha tenido una especial vinculación con la copla y las folclóricas a través de transformismo y la idolatría hacia las divas de la copla. ¿Cómo interpretas esa conexión entre figuras del espectáculo que el régimen exhibía como escaparate de su cultura patriótica y los marginados por ese mismo régimen?

Me voy a poner muy coplera para contestarte porque no puedo evitar verlo como un idilio que nace en los orígenes mismos de la copla, como una pasión tan fuerte, que ni siquiera esa apropiación patriotera: pudo cercenarla. No es que las personas LGTBQ+ nos identificáramos con la copla, y la hiciéramos nuestra, como un fenómeno a posteriori, como una suerte de relectura: es que siempre estuvimos ahí, desde el nacimiento mismo del género. 

Y por último, vamos con un espacio de canciones dedicadas. En este blog siempre estamos dándole vueltas a lo que debe ser una biblioteca en el siglo XXI. Como bibliotecaria en potencia que eres y experta en el asunto: ¿qué copla le dedicarías a las bibliotecas?

Me gusta mucho una escena de La Dolores (Florián Rey, 1940) en la que Concha Piquer interrumpe a un estudiante que está con un tochaco de libro y se pone a cantarle Don Triquitraque. Una cancioncilla que, mezclada con las vocecicas de unos niños que juegan al corro en la calle, se burla cariñosamente de su aplicación. Ojalá todos los descansos del estudio -en biblioteca o en casa- fueran así de deliciosos. 

 

 

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Estudio de mercado de mascarillas para amantes de las bibliotecas

 

En 1776, el Marqués de Esquilache, emitió el famoso bando por el que se pretendía erradicar el uso de la capa española: para así impedir el ocultamiento del rostro de los ciudadanos. Mal asunto prohibir una moda en el vestir. El efecto rebote te lleva a motines; como bien comprobó el ministro de Carlos III. Sin el concurso de una amenaza  de origen no humano, eso de controlar la vestimenta, nunca ha tenido buena prensa.

 

Lo del bando de Esquilache se ha mentado, varias veces, en estos meses a raíz del uso obligatorio de la mascarilla. Un complemento de moda sobrevenido que nadie esperaba tuviera tanto predicamento cuando, ni siquiera una megaestrella como Michael Jackson, había conseguido implantarlo en el planeta. Pero ha bastado un bicho invisible para que todos, hombres y mujeres, acabemos reintepretando la tan, hace poco, mal vista nicab de las musulmanas.

 

Viñeta de las tiras cómicas de Peter de Wit: Burka babes. Humor a cuenta del burka. ¿Se usará la mascarilla bajo el burka?

 

Paradojas de nuestro tiempo. Si A.C. (que ya no es antes de Cristo, sino antes del Covid-19): el semiocultamiento del rostro en Europa estaba provocando no pocos quebraderos de cabeza legales, a partir de 2020: el mundo se ha nicabizado por completo. Y la cuestión se ha retorcido un poco más si cabe.

No es nada original lo de personalizar las mascarillas. Y bien, por la Boticaria García, o por los miles de artículos que al asunto se han dedicado: quien más, quien menos: es todo un experto en asuntos que antes le traían al pairo: FFP2, FFP3, higiénicas, quirúrgicas, de tela, homologadas…

Para hacer un test rápido, que no PCR, y constatar si un asunto aún tiene predicamento en nuestros días no sirven encuestas, impacto en los medios, ni estadísticas de Google Analytics. Lo que de verdad demuestra la vigencia de un asunto: es el número de diseños de mascarillas ornamentadas, con detalles literarios o bibliotecarios, que se han comercializado durante este último año. Ese y no otro: será el baremo por el que se medirá lo que de verdad gusta a la gente. Más eficaz que un estudio de usuarios de biblioteca a nivel mundial.

Por eso este post no es más que un estudio de mercado. Somero y muy limitado (hemos tenido que parar para que no se hiciera eterno): pero verdaderamente concluyente. Lo librario y bibliotecario es tendencia en el mundo mascarilla. Souvenirs para el anhelado futuro pospandémico ¿Cuál será la primera biblioteca en hacer una exposición cuando todo esto pase?

 

About Vicente Funes

Vicente Funes, técnico especializado bibliotecas. Gestor de las redes sociales de Infobibliotecas. No dudes en contactar conmigo en: vfunes@infobibliotecas.com